y la lluvia se hace pausa
de girasoles que queman
mi enronquecida garganta,
flagelan la calma mis frases
que no quieren ya jugar,
y mis labios se atragantan
de un instante de versos doloridos;
y odio los que regalan palabras
como si fueran flores,
y los siento prendidos en mi carne
arrastrados por dentro y por fuera
con seco dolor de sangre;
y los veo adornando las terrazas
criticando el color barato
de una camisa que pasa
escupiendo la verdad
de su mentira.
Y son sordos sus oídos a mis quejas
y son ciegos a la mugre y a las penas
y se insultan sus palabras y mis versos
y se odian sus almas y mi alma.
Quiero quemar mis frases
quiero secar mis versos
¡quiero insultar a los hombres
que estando en el escenario
no son más que decoraos!