Los fans de Bob Dylan pueden estar de enhorabuena: han concedido al genio de Minnesota (no sé muy bien cómo se escribe) el príncipe de Asturias de las artes por "ser el faro de una generación que quiso cambiar el mundo". Yo no me opongo, pero quiero matizar: pienso que se exagera y mucho la figura de Dylan, otorgándole ciertos méritos que no conquistó muchas veces. No saquéis conclusiones precipitadas: Dylan me gusta bastante, he tenido mis encuentros y desencuentros con él varias veces; pero sí me repatea la actitud de los críticos musicales de este país y del jurado en particular, porque, a fin de cuentas, ¿qué tiene Dylan que no tenga Serrat, que era uno de los nominados?
Sólo he visto a Bob Dylan una vez, hará dos o tres años, en Alcalá de Henares. No me enteré de gran cosa porque yo soy muy tranquilo en los conciertos, y cuando la gente empieza a brincar y a gritar me desoriento demasiado, amén de que se me acaba cargando la espalda y acabo con un dolor considerable. En aquella ocasión, además del comportamiento poco generoso que el público en general tuvo con Eva Amaral -de quien estoy profundamente enamorado- en calidad de telonera (
por cierto, Eva Amaral: si lees esto mi correo está en mi perfil

), que hizo una gran actuación en solitario (pues su compi estaba lesionado) y nos brindó una exclusiva con "El río" -creo que así se llama- que saldría en el disco que poco después sacó el dúo, Bob Dylan estuvo frío hasta la antipatía…. Eso sí: la música genial, como siempre.
Con Bob nunca sabes por donde te va a salir… Hay cosas suyas que me encantan y otras que me desencantan.
De él me gusta su música y sus letras, genialmente poéticas y hasta didácticas; que se mojara cuando la campaña por los derechos civiles del dr. Luther King, que llevara a los discos una conciencia social que, pese a lo que digan, no era nueva: sus maestros ya la habían predicado (Seeger, Guthrie, Leadbelly). Pero por otra parte, Dylan siempre ha jugado al despiste con sus seguidores. Poca gente es capaz de leerse una biografía de Dylan (no valen las auto-biografías, porque por lo que he oído se inventa la mitad de las cosas): el genio de Minnesota, como cualquier hijo de vecino, cambia de gustos, de modo de pensar, pero siempre miente: un día quiere ser Elvis, al día siguiente Woody Guthrie y aborrece a Elvis hasta la saciedad; después quiere ser una super-estrella pop, y dice que la canción protesta está acabada (cuando está comenzando la guerra de Vietnam). Es judío, se hace budista, se bautiza cristiano y vuelve a la ortodoxia judía… Todos cambiamos, claro, pero somos consecuentes: a veces no nos gusta lo que fuimos, pero no negamos que lo fuimos.
Pero no tiene la culpa tanto él como los críticos, por lo menos los de este país. Le dan el premio por su esfuerzo artístico por la libertad… Es verdad a medias; cierto que en los principios era una especie de cantautor "rojo" (sobre su ideología precisa nunca se ha pronunciado) al viejo estilo, pero llegó un momento en el que dice que la canción protesta está acabada, hacia 1965, cuando más o menos comenzaba la guerra de Vietnam, y de repente se transforma en una especie de super-estrella pop a lo grupo británico. Es cuanto menos desconcertante y sospechoso; las letras del período 65-66 llegan a veces a ser de una frivolidad pasmosa. Diera la impresión de que el sueño guthriano de cantautor por las libertades había tocado a su fin y que se había dejado seducir por aquel mundo hipócrita y artificial de sexo ocasional con las seguidoras, drogas y fiestas. Sin embargo no le falta razón al criticar la canción protesta de su país, ya que al ponerse de moda (en parte, gracias a él) la calidad de las letras fue deteriorándose y haciéndose cada vez más tonto y más frívolo un género que ya no parecía impresionar; aunque había buena gente digna de respeto, como Ochs o Richie Havens. Y así, Bob Dylan pasa la 2ª mitad de los 60 recluido en una especie de torre de marfil haciendo muy buenas canciones. No es que sea criticable que se cansara de hacer protesta, me parece bien: lo que me parece criticable son los argumentos que el jurado esgrime para su condecoración: defensor de las libertades y demás cosas. Hablando en serio: si querían haberle dado el galardón a un cantante social americano se lo tendrían que haber dado a la grandiosa Joan Baez, porque ella, aunque la mayoría de las canciones que canta no sean suyas, desde sus inicios hasta hoy se ha mojado hasta los huesos por cualquier causa justa, y en cualquier parte del mundo. Me vuelvo a remitir al concierto de Alcalá: oí a gente que esperaba que dijera algo sobre la guerra de Iraq… No dijo ni mu, ni siquiera tocó "Masters of war" (canción que, por otra parte, aunque con una rabia inusitada, me parece literariamente bastante floja), mientras Joan ha apoyado las campañas por el retorno de los soldados a su país, e incluso Pete Seeger, a sus años, que sigue dando guerra, y al cual, siguiendo la lógica del jurado, merecía más este premio que su discípulo. Pero claro, el que vende es Dylan… Que comparado con este par de ejemplos no hizo demasiado en la lucha por la justicia con las canciones. Quizás fuera el dinero o la fama lo que le acabó aburguesando. Sin embargo, para ser justos, hay que decir que volvió al combate durante los 70 y hasta los 80 -más o menos hasta que se bautizó y cantó ante el papa-.
Estos jurados y estos críticos, que dicen que se premia su lucha por la justicia y por las libertades, ¿hubieran dicho lo mismo o se lo hubieron dado a Raimon por los mismos motivos? No lo creo. Serrat sí, porque suele gustar a todo el mundo (una vez le quitas la agria cáscara de contenido social, un cacique lo puede escuchar), pero el Raimon y otros parecidos… ¡ah! Eso es otra cosa… A fin de cuentas, la poesía de Dylan es buena, buenísima, pero no tanto como la de los nuestros; es como dentro de los cantautores españoles, que dicen que quien mejores letras tiene es Sabina: en total desacuerdo, las letras de Sabina, buenísimas no obstante, no me parecen ni la mitad de buenas que las de Pablo Guerrero. Y esto lo digo porque a mí la mayoría de los críticos musicales de este país que se les cae la baba hablando de Dylan, e incluso de Baez, me parecen un puñado de hipócritas que no saben apreciar, o no se atreven a hacerlo, lo que tienen en casa: o ¿qué se creen? Paco Ibáñez empezó antes que Dylan.
Por otro lado, insisten en la influencia de Dylan en todo el mundo: yo, una vez leído y escuchado mucho , descubro que no influyó tanto aquí como Zeca Afonso, Brassens o Brel. ¡Claro que influyó! ¡Y mucho en algunos -Riba, Sisa-! Pero no tanto como creen o pretenden hacernos creer.
En fin, pido perdón a los aficionados a Dylan que se hayan sentido molestos: esto era una crítica contra el jurado y los críticos musicales de este país, que por un lado te dicen que no les gusta la música cargada políticamente, y por otro se les hace el culo pepsi-cola hablando de los logros sociales de Dylan, los Beatles y los hippies. Conste, me gusta Dylan: su música y sus letras; reconozco su valía y que hizo mucho, más de lo que yo podría haber hecho. Pero es peligroso mitificar a alguien, por genial que sea,: hay que ser crítico con nuestros ídolos (perdón por la palabra), pero, lo más importante, aprender a separar su vida privada de su arte.
Conclusión: Bob Dylan merece el premio y muchos más, aunque los premios no suelen decir gran cosa acerca del merecedor, pero: ¿se lo hubieran concedido con las mismas condiciones y mismas palabras a la enorme Mercedes Sosa?