- Aitaren etxea (Gabriel Aresti)
- Virán gaiteiros (Bibiano)
- Jotas de ronda (La Bullonera)
- Jota del trillero (Chusma Martín/ popular/ La Fanega)
- Meditaciones de Severino "el Sordo" (José Antonio Labordeta)
- Libertad sin ira (Rafael Baladés-Pablo Herrero-Armenteros)
- Por las paredes (mil años hace) (Joan Manuel Serrat)
- A lo pesau (tradicional de Cantabria)
- Estamos chegando ó mar (Bibiano)
- Quién te ha visto y quién te ve (La Bullonera)
- ¡Ay, qué risa! (Víctor Manuel)
- Enfermedades de invierno (Jesús López Pacheco)
- Herriaren alde (Urko)
- Canción de la esperanza (Víctor Manuel)
- Qui pregunta ja respon (Raimon)
- Companys, no és això (Lluís Llach)
- Juan Carlos (popular/ Pedro Faura)
- Alas (Vainica Doble)
- Egia bat esateagatik (Gabriel Aresti)
- La pell de brau XXX (Salvador Espriu)
- Cuenta conmigo (Chris de Burg-ad. Víctor Manuel)
- Alabama 69 (Humble Pie)
- Venim del nord, venim del sud (Lluís Llach)
- Antes del odio (Miguel Hernández)
- Las cárceles (Miguel Hernández)
- La presó de Lleida (tradicional)
- La presó de Nàpols (tradicional/ Uc)
- La presó de Lleida (tradicional/ Marina Rossell)
- Novembre 72 (Lluís Llach)
- Gure azken helburua (Urko)
- Barcelona PM (Pi de la Serra)
- Cadenas (Eduardo Álvarez-Ángel Corpa/ Jarcha)
- Aita kartzelan duzu (Pantxo eta Peio)
- Oda a Walt Whitman (Federico García Lorca)
- Carabanchel 74 (Pedro Faura)
- Marta (Joan Manuel Serrat)
Archive for 29 de junio de 2007
29 Jun
Junio
29 Jun
Carabanchel 74
Enrique Aguilar, Jorge y José Luis Tiz, José Luis Díaz, Pablo Mayoral, Blanco Chivite
y todos los presos políticos que hoy se encuentran en la cárcel de Carabanchel.
Que no bajen las banderas,
alcemos la voz hermanos,
que resuenen las proclamas
como un arma en nuestras manos,
que oigan nuestros compañeros
que están luchando entre hierros,
que oigan desde las mazmorras
como les defiende el pueblo.
Que se callen los talleres,
que se paren los arados,
jóvenes, hombres, mujeres:
los fascistas que hoy nos juzgan
mañana serán juzgados.
Compañeros que en la celda
seguís construyendo España,
en la lucha victoriosa
seguimos vuestra llamada.
Y hombre del pueblo valiente,
tu dolor es dinamita,
y es la unidad tu herramienta
organizado en el frente.
29 Jun
Oda a Walt Whitman
Walt Whitman fue uno de los mejores poetas norteamericanos, escribió a mediados y finales del siglo XIX; se le considera el poeta de la democracia norteamericana, demostrando en sus escritos una solidaridad hacia los indios, los negros y los inmigrantes; era homosexual, y sufrió mucho por ello: si hoy es difícil serlo, imaginadlo en aquellos tiempos, o en tiempos de Lorca, cuando ni siquiera la izquierda los aceptaba, e incluso muchos eran expulsados o no aceptados en el Partido Comunista de cualquier país por su condicón sexual: muy pocos heterosexuales lo entendían, y de aquellos podemos decir con verdad que se adelantaron a su tiempo. Esto quiere ser a su vez una llamada de atención sobre el festival del orgullo: ¿sabéis? un colega mío, un compañero, homosexual, bromeaba diciendo que iba a comenzar una campaña para la fiesta del orgullo gay para que, como en el día del padre y de la madre, la gente hiciera regalos a su gay favorito; él era muy crítico con todo esto. Corréis el peligro de que la fiesta de vuestro orgullo se convierta en un burdo folklorismo, como le ha sucedido al día de la mujer trabajadora, y comencéis a ver que sólo se reivindiquen a aquellos gays, lesbianas, travestis, transexuales, homosexuales en general, que han triunfado en sus trabajos millonarios, que han escalado por encima de los demás, y todas esas cosas. Claro, que esto no es culpa vuestra, sino de los medios de comunicación que siempre buscan la lágrima y la ñoñería, ignorando que sobre la condición sexual vuestra sois personas normales y corrientes.
Perdón por el discurso: sin más dilación os pongo la hermosa poesía de Lorca, que debiera ser todo un referente para vosotros y para nosotros, más un par de regalitos: la versión original que Patxi Andión hizo del poema y una actuación suya interpretando este tema:
Por el East River y el Bronx
los muchachos cantan enseñando sus cinturas,
con la rueda, el aceite, el cuero y el martillo.
Noventa mil mineros sacaban la plata de las rocas
y los niños dibujaban escaleras y perspectivas.
Pero ninguno se dormía,
ninguno quería ser el río,
ninguno amaba las hojas grandes,
ninguno la lengua azul de la playa.
Por el East River y el Queensborough
los muchachos luchaban con la industria,
y los judíos vendían al fauno del río
la rosa de la circuncisión
y el cielo desembocaba por los puentes y los tejados
manadas de bisontes empujadas por el viento.
Pero ninguno se detenía,
ninguno quería ser nube,
ninguno buscaba los helechos
ni la rueda amarilla del tamboril.
Cuando la luna salga
las poleas rodarán para turbar el cielo;
un límite de agujas cercará la memoria
y los ataúdes se llevarán a los que no trabajan.
Nueva York de cieno,
Nueva York de alambres y de muerte.
¿Qué ángel llevas oculto en la mejilla?
¿Qué voz perfecta dirá las verdades del trigo?
¿Quién el sueño terrible de sus anémonas manchadas?
Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman,
he dejado de ver tu barba llena de mariposas,
ni tus hombros de pana gastados por la luna,
ni tus muslos de Apolo virginal,
ni tu voz como una columna de ceniza;
anciano hermoso como la niebla
que gemías igual que un pájaro
con el sexo atravesado por una aguja,
enemigo del sátiro,
enemigo de la vid
y amante de los cuerpos bajo la burda tela.
Ni un solo momento, hermosura viril
que en montes de carbón, anuncios y ferrocarriles,
soñabas ser un río y dormir como un río
con aquel camarada que pondría en tu pecho
un pequeño dolor de ignorante leopardo.
Ni un sólo momento, Adán de sangre, macho,
hombre solo en el mar, viejo hermoso Walt Whitman,
porque por las azoteas,
agrupados en los bares,
saliendo en racimos de las alcantarillas,
temblando entre las piernas de los chauffeurs
o girando en las plataformas del ajenjo,
los maricas, Walt Whitman, te soñaban.
¡También ese! ¡También! Y se despeñan
sobre tu barba luminosa y casta,
rubios del norte, negros de la arena,
muchedumbres de gritos y ademanes,
como gatos y como las serpientes,
los maricas, Walt Whitman, los maricas
turbios de lágrimas, carne para fusta,
bota o mordisco de los domadores.
¡También ése! ¡También! Dedos
teñidos
apuntan a la orilla de tu sueño
cuando el amigo come tu manzana
con un leve sabor de gasolina
y el sol canta por los ombligos
de los muchachos que juegan bajo los puentes.
Pero tú no buscabas los ojos arañados,
ni el pantano oscurísimo donde sumergen a los niños,
ni la saliva helada,
ni las curvas heridas como panza de sapo
que llevan los maricas en coches y terrazas
mientras la luna los azota por las esquinas del terror.
Tú buscabas un desnudo que fuera como un río,
toro y sueño que junte la rueda con el alga,
padre de tu agonía, camelia de tu muerte,
y gimiera en las llamas de tu ecuador oculto.
Porque es justo que el hombre no busque su deleite
en la selva de sangre de la mañana próxima.
El cielo tiene playas donde evitar la vida
y hay cuerpos que no deben repetirse en la aurora.
Agonía agonía, sueño, fermento y sueño.
Éste es el mundo, amigo, agonía, agonía.
Los muertos se descomponen bajo el reloj de las ciudades,
la guerra pasa llorando con un millón de ratas grises,
los ricos dan a sus queridas
pequeños moribundos iluminados,
y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada.
Puede el hombre, si quiere, conducir su deseo
por vena de coral o celeste desnudo.
Mañana los amores serán rocas y el Tiempo
una brisa que viene dormida por las ramas.
Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whítman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero,
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la prostitución,
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus labios en silencio.
Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades,
de carne tumefacta y pensamiento inmundo,
madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño
del Amor que reparte coronas de alegría.
Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos
gotas de sucia muerte con amargo veneno.
Contra vosotros siempre,
Faeries de Norteamérica,
Pájaros de la Habana,
Jotos de Méjico,
Sarasas de Cádiz,
Apios de Sevilla,
Cancos de Madrid,
Floras de Alicante,
Adelaidas de Portugal.
¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!
Esclavos de la mujer, perras de sus tocadores,
abiertos en las plazas con fiebre de abanico
o emboscadas en yertos paisajes de cicuta.
¡No haya cuartel! La muerte
mana de vuestros ojos
y agrupa flores grises en la orilla del cieno.
¡No haya cuartel! ¡Alerta!
Que los confundidos, los puros,
los clásicos, los señalados, los suplicantes
os cierren las puertas de la bacanal.
Y tú, bello Walt Whitman, duerme a orillas del Hudson
con la barba hacia el polo y las manos abiertas.
Arcilla blanda o nieve, tu lengua está llamando
camaradas que velen tu gacela sin cuerpo.
Duerme, no queda nada.
Una danza de muros agita las praderas
y América se anega de máquinas y llanto.
Quiero que el aire fuerte de la noche más honda
quite flores y letras del arco donde duermes
y un niño negro anuncie a los blancos del oro
la llegada del reino de la espiga.

De Poeta en Nueva York,
Federico García Lorca, 1929-1930