Cuando un maestro de escuela judío llamado Abel Meeropol vio la fotografía, no pudo reprimir el inmenso asco y la inmensa tristeza de ver aquello, y escribió un poema llamado "Strange fruit", fruta extraña, bajó el pseudónimo de Lewis Allan:
Southern trees bear strange fruit,
Blood on the leaves and blood at the root,
Black bodies swinging in the southern breeze,
Strange fruit hanging from the poplar trees.
Pastoral scene of the gallant south,
The bulging eyes and the twisted mouth,
Scent of magnolias, sweet and fresh,
Then the sudden smell of burning flesh.
Here is fruit for the crows to pluck,
For the rain to gather, for the wind to suck,
For the sun to rot, for the trees to drop,
Here is a strange and bitter crop.
Los árboles
sureños tienen frutos raros,/ sangre en las hojas y sangre en las
raíces,/ cuerpos negros balanceándose en la brisa sureña,/ el extraño
fruto que cuelga de los álamos./ Escena pastoral del galante sur,/ los
ojos abultados y la boca torcida,/ perfume de magnolias, dulce y
fresco,/ después el olor repentino a carne quemada.// Aquí hay una
fruta para que la picoteen los cuervos,/ para que la lluvia se agarre,/
para que el viento chupe,/ para que el sol pudra,/ para que los árboles
tiren./ Aquí hay una extraña y amarga cosecha.
En 1939, una joven blues-woman aparecía en la escena musical negra con una canción sobre este poema: así, con aquel asco y con aquel desprecio cantaba Billie Holyday una de las primeras canciones antirracistas estadounidenses: