SE habla hoy en día, muy a la ligera, del término "ciudadano". En legislación, un ciudadano es un sujeto político depositario de los derechos y deberes que la ciudadanía de la que es propio le otorga o le obliga. El término, bastante semejante a esta definición más o menos acertada o completa, lo encontramos ya en Grecia y en Roma. En al Edad Media desaparece totalmente (o casi, según reinos o repúblicas), y lo vuelven a instaurar las revoluciones liberales: la estadounidense y la francesa, con este sentido, frente al término subyugante de "súbdito": más o menos un sujeto político con obligaciones a su señor y dotado de las libertades o fueros que el rey o el señor feudal tenga a bien de conceder, los cuales pueden cesar en el momento en el que el señor lo considere oportuno.
Pero hoy en día ciertos políticos lo usan muy gratuitamente, casi como decir que ciudadano es aquel "que me puede votar o no". Es un poco a como usan el término "clase media alta o baja": ¿qué es eso de clase media baja? No, yo soy clase obrera, proletariado. Y soy ciudadano, tengo mis derechos y mis deberes, los hago valer y los valgo: así que estoy en mi derecho de que me mantengan al margen; cierto personaje, de las juventudes, dijo ayer que toda España estaba con su líder político: yo no.
Anónimos y desterrados
en el ruidoso tumulto callejero
con los vientos en contra va el ciudadano,
los bolsillos temblando y el alma en cueros.
Rotos y desarraigados,
hablando a gritos,
golpeando los adjetivos precipitadamente,
asfixiados en los humos y en las gestiones,
se cruzan y entrecruzan, sordos e indiferentes
a salvo en sus caparazones.
A quién le importarán
tus deudas y tus deudores
o los achaques de tus mayores.
Así reviente el señor
de miedo y de soledad.
Con Dios, ciudadano,
ya te apañarás.
Y se amontonan y se hacinan
encima, enfrente, abajo, detrás y al lado.
En amargas colmenas los clasifican,
donde tan ignorantes como ignorados
crecen y se multiplican,
para que siga especulando
con su trabajo, su agua, su aire y su calle
la gente encantadora… Los comediantes
qué poco saben de nada, nada de nadie,
y son
ciudadanos importantes.
Hijos predilectos,
científicos admirados,
tiernos poetas galardonados,
intermediarios,
ciempiés,
políticos de salón,
y nueve de cada diez estrellas, lo son.