Este poema de Ángel González viene a definir muy bien el tipo de música que me gusta: frente a esa otra, muy respetable, que ayuda a distraerse:
CANCIÓN PARA CANTAR UNA CANCIÓN
Esa música…
Insiste, hace daño
en el alma.
Viene tal vez de un tiempo
remoto, de una época imposible
perdida para siempre.
Sobrepasa los límites
de la música. Tiene materia,
aroma, es como polvo de algo
indefinible, de un recuerdo
que nunca se ha vivido,
de una vaga esperanza irrealizable.
Se llama simplemente:
canción.
Insiste, hace daño
en el alma.
Viene tal vez de un tiempo
remoto, de una época imposible
perdida para siempre.
Sobrepasa los límites
de la música. Tiene materia,
aroma, es como polvo de algo
indefinible, de un recuerdo
que nunca se ha vivido,
de una vaga esperanza irrealizable.
Se llama simplemente:
canción.
Pero no es sólo eso.
Es también la tristeza.
Ángel González
de Tratado de urbanismo (1967)
Posted by Canciones en mi vida (1ª parte): Las cárceles « La Zamarra de Gustavo on 30 agosto, 2011 at 12:39
[…] estrofa). “Esa música…/ Insiste, hace daño/en el alma…”, dijo Ángel González en su “Canción para cantar una canción”. Pero otras veces, son un gran alivio. Ésta es una historia que me ocurrió hará dos años o […]