(En primer lugar, agradecer a El Mundano, fabuloso blog dirigido por Adrian Vogel, y especialmente a Antonio Gómez, autor de la entrada de hoy, el haberme hecho recordar el aniversario de la muerte de d. Antonio Machado a través de esta fabulosa entrada que no podéis permitir dejar de leerla…)
Es más difícil estar a la altura de las circunstancias que au dessus de la melée.
Antonio Machado
Poema de emerxencia para Antonio Machado
Eiquí silencio,
ó norte Colliure
i unha morte que enxendra
corazóns prá libertade.
O milagre dun pobo
ente de amor,
o calor da tua cinza
que ente que nos ergue
contra perezosos tempos.
Na terra da charanga e dos pandeiros
Hai unha espranza que inda agarda
encher de futuro iste silencio.
Poema de emergencia para Antonio Machado
Aquí silencio,/ al norte Cotlliure/ y una muerte que engendra/ corazones para la libertad.// El milagro de un pueblo/ ente de amor,/ el calor de tu ceniza/ que ente que nos yergue/ contra perezosos tiempos.// En la tierra de la charanga y de los panderos/ hay una esperanza que todavía aguarda/ llenar de futuro este silencio.
letra: Casares
música: Xerardo Moscoso
En ocasiones, cuando leemos sobre las vidas y los hechos de grandes hombres podemos llegar a deprimirnos, incluso puede nacer en nosotros un cierto rechazo al comprobar que sus hechos morales no estuvieron a la altura de su arte. Precisamente con Antonio Machado pasa justo lo contrario: cuanto más lee uno sobre él, y lee sus obras, más le enamora su persona y su obra, porque don Antonio supo estar a la altura moral de las circunstancias de su tiempo, poniéndose al lado del necesitado, de la justicia y de la libertad, arrimando su hombro al pueblo, ese pueblo al que, prescindiendo del paternalismo propio de muchos intelectuales, Antonio supo cantar.
He andado muchos caminos
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares
y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra.
Y pedantones al paño
que miran, callan y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.
Mala gente que camina
y va apestando la tierra…
Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.
Nunca, si llegan a un sitio
preguntan a donde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja.
Y no conocen la prisa
ni aún en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino,
donde no hay vino, agua fresca.
Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos,
descansan bajo la tierra.
Éstas palabras son todavía como eso dice que Casares, “o calor da tua cinza/ que ente que nos ergue/ contra perezosos tempos…”, para los que conocemos nuestras raíces y tomamos ejemplo de nuestros abuelos campesinos, cuya mentalidad, contra ese repugnante pensamiento clasista, tenía una clarividencia y sincera verdad que Machado envidiaba y ensalzaba. Siempre que tengo que enfrentarme a ellos recuerdo estas palabras, y recuerdo que Machado estuvo en espíritu junto a mis abuelos, y que va conmigo, y que es un tesoro nacional-popular, como dijo otro gran Antonio, Antonio Gramsci (que comparte ciertas líneas de pensamiento), que jamás nos podrán arrebatar por mucho que se empeñen.
Ese sentimiento fue el que hizo que Machado se alineara con la República desde su fundación, durante la noche oscura de la guerra civil, y en las frías noches del exilio. Ahora sí que dolía España, una España dividida y cercenada, por la que tanto había luchado don Antonio: vehemente, apasionado, enamorado de su tierra y de su pueblo, con el corazón roto, con su hermano Manuel en las antípodas de su pensamiento, y su amada Guiomar lejos, muy lejos.
La guerra estalla, y Antonio pone su fiera y enamorada pluma al servicio del pueblo y de la República: escribe poemas para los órganos de los sindicatos, de los partidos y de los combatientes; da conferencias; elabora postales en campaña para la ayuda de la infancia. De lo único que se lamenta en su activismo es de no ser más joven para poder coger un fusil. La aviación germano-italiana cerca Madrid: Machado denuncia que eran claros objetivos de sus bombas el Museo del Prado y otras instituciones culturales. El gobierno decide partir a Valencia, y ordena la evacuación de los intelectuales; Machado, testarudo como pocos, se niega: son Rafael Alberti y Manuel Altolaguirre los que consiguen convencerles. Durante la evacuación, traba amistad con uno de los capitanes del 5º Regimiento, Enrique Líster, del que diría en un poema-carta: “Si mi pluma valiera lo que tu pistola de capitán/ contento moriría”. Antonio era consciente que, a pesar del halo de respeto y santidad que tenía, intelectual reconocido internacionalmente, como cualquier otro intelectual republicano, su nombre estaba ya en las listas negras de los señoritos contra los que cantara: todos eran LORCA.
EL CRIMEN FUE EN GRANADA: A FEDERICO GARCÍA LORCA
1. El crimen
Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
… Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.
2. El poeta y la muerte
Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
—Ya el sol en torre y torre, los martillos
en yunque— yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
«Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban…
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»
3.
Se le vio caminar…
Labrad, amigos,
de piedra y sueño en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
Antonio pasa los últimos días de la guerra en Valencia y Cataluña. Cada día se esfuma un poco más el hermoso sueño de libertad e igualdad de la República de los trabajadores. El fascismo ya está aullando a las puertas de Barcelona. Antonio sabe que es hora de partir hacia el exilio: sus compañeros de viaje son el escritor Corpus Bargas, su hermano José y su madre Ana Ruiz, que, aquejada ya de cierta demencia senil, pensaba que volvían a su casa de Sevilla.
Hace algún tiempo en ese lugar
donde hoy los bosques se visten de espinos
se oyó la voz de un poeta gritar:
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar…"
(Joan Manuel Serrat)
La comitiva, acompañada de soldados vencidos, malheridos, tullidos y furiosos llega a al hotel de un pequeño pueblecito francés, Colliure. Allí, durante una noche, Antonio, con el corazón roto fallecería. Fue esta muerte otro crimen silencioso del fascismo contra los intelectuales que de verdad valían de España, sustituyéndolos por los adalides del rencor, la violencia, la sinrazón, la superstición y la vergüenza: Lorca había sido fusilado, Hernández enfermaba en las sucias cárceles de Franco, Machado enterrado fuera de su amada patria, León Felipe, Alberti, Prados… fuera, en las oscuras noches del exilio, mientras recibía laureles y flores naturales de sangre José María Pemán, un poeta mediocre y bochornoso.
Murió el poeta lejos del hogar.
Le cubre el polvo de un país vecino.
Al alejarse, le vieron llorar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar…"
(Joan Manuel Serrat)
Antonio fue enterrado en Colliure: la comitiva fúnebre estuvo compuesta por sus compañeros de viaje. Antes del entierro, como si se tratase del verdadero presidente de España, su cadáver fue cubierto por la bandera española, la de la República, con ese morado que simboliza a Castilla, tierra a la que tanto había cantado en el pasado. El ataúd, cubierto por la bandera, fue porteado por los soldados. Es, sencillamente, una muerte y un entierro totalmente machadiano: la sencillez de un pueblo, el honor al hombre que había dignificado a la República, el humilde homenaje político. Grandeza y humildad se fueron a unir en la muerte y el entierro del hombre que así lo había predicado.
Muerte de Antonio Machado
Con el polvo cansado
de tantas caminatas,
agotado, vencido,
don Antonio Machado,
envuelto en la bandera
de la patria,
entre cuatro soldados,
al borde del camino
con la madre, Ana Ruiz,
y con José, el hermano;
sin pluma y sin fusil,
desnudo como el viento,
bueno con el amigo,
frente al infame, honesto;
con el único abrigo
de la tierra en silencio.
¡Que no se detenga nadie!
¡que aquí no ha pasado nada!
Simplemente un ataúd de madera,
virgen blanca,
y dentro un español
que vino a morir a Francia.
¡Que no se detenga nadie!
¡Que aquí no ha pasado nada!
Simplemente una cruz de madera,
virgen blanca,
entre la carretera y el mar,
en la arena de la playa.
¡Que nadie pregunte nada!
¡que a nadie le importa nada!
¡Que nadie pregunte nada!
¡que a nadie le importa nada!
(letra: Antonio Resines
música: Antonio Gómez
Intérprete: Teresa Cano)
Dijo el inmortal poeta:
A la muerte de don Miguel de Unamuno hubiera dicho Juan de Mairena: "de todos los pensadores que hicieron de la muerte tema esencial de sus meditaciones, fue Unamuno el que menos habló de resignarse a ella. Tal fue la nota anti senequista, original y españolísima no obstante, de este incansable poeta de la angustia española. Porque fue Unamuno todo menos que un estoico, le negaron muchos el don filosófico que poseía en sumo grado (…) Señalemos hoy que Unamuno ha muerto repentinamente, como el que muere en guerra. ¿Contra quién? Quizá contra sí mismo; acaso también, aunque muchos no lo crean, contra los hombres que han vendido a España y traicionado a su pueblo. ¿Contra el pueblo mismo? No lo he creído nunca ni lo creeré jamás.
¿Un arte proletario? Para mí no hay problema. Todo arte verdadero será arte proletario. Quiero decir que todo artista trabaja siempre para la prole de Adán. Lo difícil sería crear un arte para señoritos, que no ha existido jamás.
Antonio Machado: Consejos, sentencias y donaires de Juan de Mairena y de su maestro Abel Martín ("Hora de España", nº 1; Valencia, 1937 (el subrayado es mío). Ver en http://www.filosofia.org/hem/193/hde/hde01007.htm)
Y todo el pueblo dice
¡AMÉN!
Posted by Por Antonio Machado y Libia: أسفل القذافي « La Zamarra de Gustavo on 22 febrero, 2011 at 12:46
[…] gracias al maestro Lucini, me he enterado de que es el aniversario de la muerte de Antonio Machado, y, cómo no, quería honrar su memoria. Pero no quería dejar pasar un tema emergente, como es la […]