Archive for 20 de agosto de 2012

Fábula y rueda de los tres amigos


lorca-boy

Cuando leí las estrofas finales de este poema, me quedé sobrecogido, por lo que decía y por su fuerza lírica. Pero ¡ojo!, que Lorca no está hablando aquí de un asesinato literal: mirando los estudios que se han hecho sobre Poeta en Nueva York el concepto “asesinato” parece sustituir más al de traición. Estoy de acuerdo en que es bastante impresionante, igual que el “ligero de equipaje” de Machado o el “Manifiesto” de Víctor Jara: canciones o poemas en los que su autor parece presagiar su final en esta vida; pero sólo son coincidencias fantásticas, y no tan raras: prácticamente todo artista se ha planteado el problema de la muerte propia alguna vez a lo largo de su producción, por lo que tampoco es tan raro. Pero algo sí que debió sobrecoger a los lectores y editores de los años 40, pues este poema estuvo inédito en vida de Lorca, al igual que otros poemas del libro: y esas estrofas finales debieron sonar a venganza desde la ultratumba.

Dali,_Bunuel_and_Lorca

Sin embargo, la explicación del poema es más prosaica (siempre es más prosaico). Las razones que en las biografías se dan sobre el viaje de Federico a Nueva York, acompañando a su amigo el profesor socialista Fernando de los Ríos, fueron varias; de todas ellas nos interesan dos: una, es descubrir a través de algunos amigos, que Emilio Aladrén, un joven escultor mediocre con el que tenía una relación sentimental, estaba con él por el interés, lo cual propició la ruptura; y la otra, la que para él parecía la conjura que contra él llevaban a cabo sus antiguos amigos de la Residencia de Estudiantes: Salvador Dalí y Luis Buñuel. Tanto el pintor como el cineasta, inmersos en el surrealismo más radical, le atacaron mucho intelectual y, a su gusto, personalmente por el folklorismo y el realismo de sus poemarios Poema del cante jondo y Romancero gitano con muy duras palabras; y cuando ambos, ya dejándole al margen, realizaron su obra maestra Un perro andaluz, Lorca se sintió humillado, pues según él, “perro andaluz” –imaginamos que “perro” es sinónimo de “perezoso”- era su mote en la Residencia. Así pues, hay quien ve en este poema una metáfora sobre la relación que tenía con Dalí y Buñuel; pero otros piensan que, en realidad, y tal como narra el poema, Lorca se queda al margen, y los tres amigos son sus tres grandes decepciones: Dalí, Buñuel y el escultor Emilio Aladrén, el único cuyo nombre no aparece enmascarado. Fijaos:

Enrique por el mundo de las camas;
Emilio por el mundo de los ojos y las heridas de las manos,
Lorenzo por el mundo de las universidades sin tejados.

Lorca y Emilio Aladrén

 Aunque puede que el Emilio literario no fuera el Emilio real; las interpretaciones están abiertas, pero parece ser que Aladrén sería Enrique –no creo que haga falta explicarlo-; Emilio podría ser Dalí –habría que rastrear en sus obras y sus ideas-; y Lorenzo es el que se ve más claro: es Buñuel, quien tenía la fama en la Residencia de ser algo salvaje y escalar hasta su habitación en vez de emplear las escaleras. Esto es sólo mi interpretación, pero para más información se puede ver la introducción de Miguel García Posadas a las Obras Completas I (RBA – Instituto Cervantes, Barcelona, 2005, pp. 16-18). Acompañaría a este poema como ilustración la lámina “Estudiantes bailando, vestidos de mujer” –pues la rueda es un baile- que, por desgracia no he encontrado y ni siquiera sé si existe, como otras.

Poemas de la soledad
en University Columbia.


Fábula y rueda de los tres amigos

Enrique,
Emilio,
Lorenzo.

Estaban los tres helados:
Enrique por el mundo de las camas;
Emilio por el mundo de los ojos y las heridas de las manos,
Lorenzo por el mundo de las universidades sin tejados.

Lorenzo,
Emilio,
Enrique.

Estaban los tres quemados:
Lorenzo por el mundo de las hojas y las bolas de billar;
Emilio por el mundo de la sangre y los alfileres blancos;
Enrique por el mundo de los muertos y los periódicos abandonados.

Lorenzo,

Emilio,
Enrique.
Estaban los tres enterrados:
Lorenzo en un seno de Flora;
Emilio en la yerta ginebra que se olvida en el vaso;
Enrique en la hormiga, en el mar y en los ojos vacíos de los pájaros.

Lorenzo,

Emilio,
Enrique,
fueron los tres en mis manos
tres montañas chinas,
tres sombras de caballo,
tres paisajes de nieve y una cabaña de azucenas
por los palomares donde la luna se pone plana bajo el gallo.

Uno

y uno
y uno.
Estaban los tres momificados,
con las moscas del invierno,
con los tinteros que orina el perro y desprecia el vilano,
con la brisa que hiela el corazón de todas las madres,
por los blancos derribos de Júpiter donde meriendan muerte los borrachos.

Tres

y dos
y uno.
Los vi perderse llorando y cantando
por un huevo de gallina,
por la noche que enseñaba su esqueleto de tabaco,
por mi dolor lleno de rostros y punzantes esquirlas de luna,
por mi alegría de ruedas dentadas y látigos,
por mi pecho turbado por las palomas,
por mi muerte desierta con un solo paseante equivocado.

Yo había matado la quinta luna
y bebían agua por las fuentes los abanicos y los aplausos,
Tibia leche encerrada de las recién paridas
agitaba las rosas con un largo dolor blanco.
Enrique,
Emilio,
Lorenzo.
Diana es dura.
pero a veces tiene los pechos nublados.
Puede la piedra blanca latir con la sangre del ciervo
y el ciervo puede soñar por los ojos de un caballo.

Cuando se hundieron las formas puras
bajo el cri cri de las margaritas,
comprendí que me habían asesinado.
Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias,
abrieron los toneles y los armarios,
destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro.
Ya no me encontraron.
¿No me encontraron?
No. No me encontraron.
Pero se supo que la sexta luna huyó torrente arriba,
y que el mar recordó ¡de pronto!
los nombres de todos sus ahogados.

Federico García Lorca

http://usuaris.tinet.cat/picl/libros/glorca/gl002600.htm#13

Tres cosas atormentan al ex inspector de policía Guillermo Niño Pérez: un vecino que le obsesiona, el recuerdo de un crimen y una querella por sus torturas durante el franquismo. Por si esto fuera poco, se une la inquietud hacia un asesino en serie que parece pretender imitarle. Convencido de su intuición, el antiguo policía se dispone a desvelar cuál es la identidad del asesino, mientras los recuerdos le asaltan una y otra vez, entrelazándose con sus inquietudes, mientras su juicio se presenta inminente.

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