¡Ay, pobre doña María,
ella que no sabe nada!
Su hijo, el de la piel manchada,
a sueldo en la policía.
Nicolás Guillén
El otro día escuché sin previo aviso esta canción de Carlos Cano, de su primer disco A duras penas (1975), y en una estrofa concreta me eché a reír; la estrofa en cuestión es ésta:
¡Cuidao, cuidao!:
Los espabilaos, los disfrazaos,
los aprovechaos, los encapuchaos,
los embalsamaos, los encangrejaos
Bien, ya sabemos todos a donde quiero llegar. Tampoco supone una sorpresa, porque esto de los infiltrados (la palabra que le falta a su estrofa) es más viejo que el cagar: agentes disfrazados al servicio del poder que en cada época haya regido, cuya misión, digan lo que digan, es en realidad la de caldear los ánimos de los ciudadanos disconformes, de diferentes maneras, para desacreditar así las peticiones legítimas de ese conjunto de ciudadanos, los ha habido prácticamente desde que el mundo es mundo (apuesto a que los que incendiaron Roma eran guardias pretorianos de Nerón disfrazados de cristianos). En los tiempos de Carlos, y antes, cuando no era la policía “secreta”, eran grupos de ultra-derecha (aunque a veces la diferencia entre ambos era muy relativa). En esta ocasión, el grito de uno de ellos cuando era detenido por sus compañeros, de “¡Soy compañero! ¡Soy compañero!” (disiento: la palabra compañero es demasiado sagrada para esto) delata la procedencia de estos misteriosos ninjas de la revuelta que sirven con devoción a sus señores feudales. Ahora sus jefes tienen medallas, concedidas por este Ministerio del Interior (¡pues vaya un honor!: una medalla por apalear a los ciudadanos, y encima viniendo de este siniestro ministro); pero nosotros tenemos a Carlos Cano: ¿Quién sale ganando?
El baile del abejorro
Este ritmo alegre voy a cantar
no es mu difícil de bailar.
Tó consiste en querer levantar la cabeza arriba,
luego lo demás.
Busquen su pareja, vengan p’acá,
cójanse del brazo y ábranse lo más.
Bailaores, no pierdan compás:
pasitos p’alante, ninguno p’atrás.
A la calle, a la calle.
Ay, que güeno que ya nos da el aire.
A la calle, a la calle, ay,
que güeno que ya empieza el baile.
Vengan p’acá los abandonaos,
los desgraciaícos, los maltrataos,
los desamparaos, los más entonaos.
(Ay, qué gustico llevando el compás.)
¡Cuidao, cuidao!:
Los espabilaos, los disfrazaos,
los aprovechaos, los encapuchaos,
los embalsamaos, los encangrejaos
que bailan p’atrás.
A la calle, a la calle.
Ay, qué güeno que ya nos da el aire.
A la calle, a la calle, ay,
qué güeno que ya empieza el baile.
Carlos Cano