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El camino dorado a la devoción ilimitada de Jerry García


RIP Jerry Garcia (Aug 1, 1942 – Aug 9, 1995). We know it's difficult to put into words, but please leave your thoughts and memories of Jerry below so we can together re-visit the man we miss and love!Ayer fue el aniversario de la muerte de alguien a quien admiramos y respetamos, que fue una de mis primeras inspiraciones: Jerry Garcia (o García, si lo escribimos en castellano), músico de rock y de folk, miembro fundador y la mayor parte de las veces cerebro del mítico grupo The Grateful Dead, figura indispensable, gurú e inspirador de la música hippie de San Francisco, e inspiración para una legión innumerable de músicos desde ayer hasta nuestros días.

Jerome John Garcia (Agosto, 1942-1995) era natural de San Francisco, California, y sus ancestros se perdían entre aquellaYoung_jerry_garcia_ multitud de Galicia, Suecia e Irlanda que llegaron a California en busca de una vida mejor. Sus padres, casi previendo su dorado futuro, le pusieron el nombre del famoso compositor Jerome Kern (compositor de la canción anterior: así, sin buscarlo, he enlazado tres temas seguidos, Paul Robeson mediante). Fue llamado por la música a una muy temprana edad, viniéndole de familia, ya que su padre era un músico profesional retirado y su ancestro gallego era famoso por cantar en reuniones antes de emigrar hacia 1919. En el colegio, en donde empieza a destacar por sus habilidades artísticas, comienza a interesarse por los estilos musicales del country y del bluegrass, influenciado por su abuela (encargada de su educación tras la trágica muerte de su padre); después, como todo adolescente de los años 50, se apasionaría por el rock’n’roll y el rythm & blues, y, a finales de los 50 descubre la marihuana. Por robar el coche de su madre, a principios de los 60, se le hizo ingresar en el ejército, en el que no estaría mucho tiempo, y tiene un grave accidente. Mientras tanto, García comienza a tocar por diversos locales de la zona, y en esos periplos conoce al letrista Robert Hunter en 1961; al siguiente a Phil Lesh… Y, poco a poco fue naciendo Grateful Dead.

LightningBoltSkullThe Grateful Dead, anteriormente conocidos como The Warlocks, fue uno de los primeros grupos psicodélicos puramente dichos, cuando decidieron de dejar de ser una banda de bluegrass y convertirse en el estandarte de un nuevo estilo de música. Sobre el origen de su nombre hay mucha confusión; hay quien señala a una leyenda de fantasmas, según la cual el difunto agradece al viajero haberle dado santo sepulcro protegiéndolo; otros señalan que La Muerte Agradecida es un término sacado de los ideólogos del LSD Timothy Leary y Richard Alpert, en su versión “para hippies” del Libro tibetano de los muertos (que iluminaría muchos, entre tantos, a John Lennon)… O quizás la verdad sea menos romántica, y abriendo un libro por una página al azar, el de Leary, o una recopilación de cuentos populares, o tal vez otro cualquiera, encontraron un nombre que les pareció lo suficientemente heavy para una banda de rock… Antes de grabar su primer disco ya eran conocidos en los locales de San Francisco, sobre todo por haber sido uno de los indispensables participantes y amenizadores de aquellos Acid-Test de Ken Kesey, de los cuales provendría una de sus canciones más aclamadas. Así que, su salto a la empresa discográfica en 1967, tras el festival de pop de Monterey, no tuvo que pasar por la adopción de ciertos lenguajes comerciales o semi-comerciales. Su primer disco, The Grateful Dead, era un compendio electrificado y psicodélico de las influencias de la banda: el blues, el rock’n’roll clásico, el country y el bluegrass, el jazz…, hasta cierta presencia de la música surfer. Pero Grateful Dead iría evolucionando: pasarían hacia el rock sinfónico y al rock duro, y luego retomarían sus raíces convirtiéndose en un grupo avanzadogratefuldead2 de country-rock (en esto, la voz de Bob Weir, era indispensable). Hacia 1969, García, Lesh y Mickey Hart (batería de los Dead), junto a antiguos amigos de los días de la bohemia beatnick, formarían el proyecto paralelo de country New Riders of The Purple Sage, sin abandonar la banda original. Grateful Dead, con idas y venidas, ocasionales o no, de miembros, cambios de estilo, carreras en paralelo de sus miembros –sobre todo del propio Jerry-, a pesar de la trágica muerte de Ron “Pigpen” McKernan en 1969, estrictamente duró treinta años: desde 1965, año en el que dejan de ser los Warlocks y convertirse en los Dead, hasta 1995 aproximadamente, año en el que Jerry fallece.

29648118-29648119-large tom miner-the image worksDurante esos años, Jerry no sólo toca con su grupo, sino que colabora en la grabación y en conciertos de los grupos rivales, amigos y vecinos (o no), sobre todo con Jefferson Airplane, cuya presencia, a veces no reseñada, está desde el primer disco de esta banda amiga. García se convierte en el modelo de músico de aquella movida: alguien a quien no hacía falta convencer demasiado para tocar un tema o participar en un concierto o en una grabación, enriqueciendo con sus aportaciones pero nunca queriendo sobresalir.

Jerry-Garcia-Pop-ArtEn 1995, Jerry García fallecía mientras se sometía a un tratamiento de desintoxicación por su larga vida de excesos. Había muerto el hombre que, años atrás, al morir su gran amiga Janis Joplin, declaraba que era mejor morir así que sufrir los estragos de la vejez (palabras que, por supuesto, no apoyamos, pero ahí quedan como una reflexión de la vida). El funeral se celebró en la parroquia de San Esteban en Belvedere, California (remarco este curioso dato, ya que “St. Stephen” fue una de las más famosas y queridas canciones de la banda); a él asistieron numerosas personalidades, desde sus compañeros Dead, pasando por Bob Dylan, hasta un congresista. “¡Maldita droga! ¿Cuántas almas buenas te habrás llevado!”, hago mías las palabras del gran Ángel Álvarez, quien, como a otros míticos grupos, me lo dio a conocer a través de su “Vuelo”. Vamos a rendirle un homenaje con la canción cjgon la que se daban a conocer al mundo, la primera pista de su primer disco, que fue además el nombre que los Dead-Head, huérfanos por la muerte de su líder espiritual, tomaron para la gran familia de fans de Grateful Dead y de Jerry García, quienes, incluso antes de existir internet, recopilaron todos los temas de la banda: es el Camino Dorado Hacia la Devoción Ilimitada, una canción optimista, llena de energía, el grito que anunciaba al mundo que llegaba la Muerte Agradecida:

The Golden Road (To Unlimited Devotion)

See that girl, barefootin’ along,
Whistlin’ and singin’, she’s a carryin’ on.
There’s laughing in her eyes, dancing in her feet,
She’s a neon-light diamond and she can live on the street.

Hey hey, hey, come right away
Come and join the party every day.

Well everybody’s dancin’ in a ring around the sun
Nobody’s finished, we ain’t even begun.
So take off your shoes, child, and take off your hat.
Try on your wings and find out where it’s at.

Hey hey, hey, come right away
Come and join the party every day.

Take a vacation, fall out for a while,
Summer’s comin’ in, and it’s goin’ outa style
Well, lie down smokin’, honey; have yourself a ball,
Cause your mother’s down in Memphis, won’t be back ‘till the fall.

Hey hey, hey, come right away
Come and join the party every day.

El camino dorado (Hacia la Devoción Ilimitada)

Mira a esa chica, caminando descalza,/ silbando y cantando, lo está llevando a cabo./ Hay risa en sus ojos, baile en sus pies,/ es un diamante de luz de neón y puede vivir en la calle.// Eh Eh Eh, venid inmediatamente/ Venid´y uníos a la fiesta todos los días.// Todo el mundo está bailando en corro alrededor del sol/ Nadie ha terminado, ni siquiera hemos comenzado./ Así que quítate los zapatos, niño, y quítate el sombrero./ Prueba tus alas y descubre en dónde está.// Eh Eh Eh…// Cógete unas vacaciones, cáete por un momento./ El verano está llegando, y va a estar de moda/ Bien, túmbate fumando, cariño; pásatelo bomba,/ porque tu madre está en Memphis, no volverá hasta el otoño.// Eh Eh Eh, venid inmediatamente/ Venid´y uníos a la fiesta todos los días.

Words and music by The Grateful Dead
Copyright Ice Nine Publishing; used by permission.

Como de costumbre, la labor encomiable de los Dead-Head de todo el mundo, nos ayuda sobre las pistas de sus canciones: http://artsites.ucsc.edu/GDead/agdl/goldroad.html#title

Historia del movimiento hippy. II parte


Los cincuenta se acababan con el gran evento de la década: la Revolución Cubana (de la que en la actualidad sólo quedan iconos e imágenes, habiendo pasado de revolución popular a dictadura personal). Al mismo tiempo, la guerra fría se había recrudecido, muy especialmente por la experimentación con misiles y la carrera espacial que ambas potencias poseían, llegando en los dos lados a una esquizofrenia enfermiza que desemboca en ambos bandos en espionajes y contraespionajes. En Estados Unidos, es el siniestro senador McCartthy el que aprovecha la paranoia del país para llevar a cabo un auténtico control político sobre políticos y artistas más digno de un régimen fascista, o incluso de la rusia estalinista, que de un régimen democrático. Actores y directores, como Charles Chaplin, músicos como Pete Seeger, o escritores como Ginsberg, sufrieron el vigilante ojo del anticomunismo americano. El punto álgido internacional llegó cuando Fidel Castro, buscando aliados en este teatro, se define comunista y recaba la ayuda de la Unión Soviética: los rusos ponen misiles en Cuba apuntando a Estados Unidos. El momento es tan caliente internacionalmente que incluso el papa Juan XXIII apela al catolicismo de Kennedy para parar una locura. Años atrás, el presidente Eisenhower había acercado posturas con el general Franco, poniendo, a cambio de ayuda económica, bases en diversos sitios, como Rota o Torrejón.
Aquel momento de la guerra fría fue muy determinante: tuvo un tremendo impacto en la mente de muchos, especialmente de jóvenes, que empezaron a plantearse y a cuestionarse la fuerza militar. Fue precisamente el episodio de los misiles cubanos el que inspiraría a Bob Dylan una de sus mejores canciones de la época folk: «A hard rain’s a gonna fall» hablaba del miedo y de la posibilidad de la destrucción total bajo la amenaza de la guerra atómica. El movimiento folk se había renovado con nuevos nombres, como Joan Baez, Judy Collins, Tom Paxton, Richie Havens, y, por supuesto, Bob Dylan, que fue el primero de ellos en tener un éxito popular inequívoco del que muchos expertos aseguran que en cierto sentido fue su muerte artística. No suponía realmente una renovación de temas, pues el pacifismo y la lucha de los derechos civiles fue una constante del folk de los años 50, si bien, puede ser, la dimensión sindicalista hubiera decaído (excepto en Joan Baez). Folksingers blancos y negros se unen en las marchas por los derechos civiles de Martin Luther King.
Por otro lado, el mundo musical sintió la conmoción ante los grupos que venían desde el Reino Unido: los Beatles abrieron la puerta con su rock’n’roll y rythm’n’blues de raigambre americano, tras ellos grupos tan importantes como Rolling Stones, The Who, Kinks, Hollies, Animals… No suponían realmente una revolución de índole social, estrictamente hablando, pero sí una revolución en el mundo juvenil: ellos daban la impresión de no necesitar trabajar, de tener el destino en sus manos, de vivir al margen de lo que la sociedad exigía a los jóvenes: aquella era todavía una época en la que te tomaban en serio a partir de los 25 y no antes. Aunque las canciones pudieran ser frívolas a veces, o no decir nada más que «te quiero, me quieres», sí es cierto que abrían las nuevas posibilidades de una nueva forma de ver las relaciones entre los jóvenes. Sin embargo, estos muchachos todavía no tendrían grandes cosas que decir por ahora.
El panorama bohemio y underground era otra cosa. El mundo del jazz iba por otros derroteros, con nombres como Pharoah Sanders, John Coltrane y otros más; un mundo muy minoritario e intelectual comparado con el beat británico, el soul (rythm’n’blues comercial), el folk (hasta la llegada de Dylan minoritario) o el surf californiano. El nuevo jazz tenía componentes nuevos en el que, desde los días del be-bop, a la libertad creadora del intérprete se sumaban las experiencias lisérgicas. Desde finales de los 50, Timothy Leary y Richard Alpert, profesores de psicología de la universidad de Berkeley, junto al escritor de ciencia ficción Aldous Huxley, habían sintetizado el LSD, a principios como experimento del ejército americano, para desembocar en un elemento de la contracultura generalmente antimilitarista (elemento bastante engañoso). Pronto surgieron en Estados Unidos comunas dedicadas a la experimentación del cuerpo y la introspección mental en las que los sutas budistas e hindúes se unían a la marihuana y al LSD en una supuesta búsqueda de respuestas místicas más inducidas que auténticas. De ellas, la más famosa quizás fuera el grupo activista Merry Pranksters, los alegres bromistas, dirigidos por el escritor Ken Kesey (autor de Alguien voló sobre el nido del cuco) que plasmó las tempranas vivencias del grupo a bordo de un autobús, junto a Neal Cassady (el «musa» de los poetas beats) en el libro La gasesosa de ácido eléctrico (The Electric Kool-Aid Acid Test). Estos exploradores lisérgicos participarían e incluso organizarían las primeras marchas pacifistas contra la guerra de Vietnam y los primeros conciertos propiamente llamados hippies. Ocurrió entonces, hacia 1963 ó 1964, que confluyeron bajo más o menos el mismo objetivo, los exploradores lisérgicos, algunos de los folk-singers, los músicos de jazz, y los grupos de rock-garaje admiradores del pop británico: les unía principalmente el cuestionarse el papel de su país a nivel tanto nacional como internacional.
 

Musicalmente también es una era muy revolucionaria respecto a la música popular. Entre 1964 y 1965, en los locales de California y Nueva York se vive una intensa proliferación de nuevos grupos de folk y de jazz. Uno de ellos, que alcanzó un éxito popular considerable, fue The New Christy Minstrel, autores del popular «Green back dollar», que estuvo compuesto, entre otros, por Jim McGuinn, que luego formaría The Byrds, y Barry McGuire, un cantautor de folk-rock protesta que obtuvo un éxito disimulado con esta canción, obra de P. F. Sloan y Steve Barri, con una letra apocalíptica muy del gusto de la época, influida claramente por Dylan.

Otros grupos que fueron germen de los futuros grupos flok-rock californianos y de rock de San Francisco, fueron The Journeymen, The Mugwumps o Town Criers, grupos estos que no consiguieron el reconocimiento público, pero cuyos miembros triunfarían en distintas formaciones con nuevos lenguajes: de Journeymen saldrían Scott McKenzie (cantante que sólo tuvo éxito con una canción), y John y Michelle Phillips, que junto a los Mugwumps Mama Cass Elliot y Dennis Doherty formarían The Mamas & The Papas; por su parte, otros dos Mugwumps, John Sebastian y Zal Yanovski, formarían el grupo de bluegrass y folk-rock Lovin’ Spoonful.

En 1964 se les siguen considerando betanicks, pero poco poco el murmuro de la palabra «hippie» se va haciendo más claro y audible cuando los estudiantes activistas de izquierdas, los promotores de los derechos civiles, los aventureros lisérgicos y los místicos van confluyendo en algo que era curiosamente concreto e impreciso a la vez movidos por la nueva injusticia global: la guerra de Vietnam. No obstante, el componente político no fue tan determinante en un principio entre los hippies como el misticismo, el rock y las drogas, aunque las primeras manifestaciones contra la guerra de Vietnam vienen prácticamente de manos de líderes activistas inmersos en este nuevo mundo.
En 1967 el mundo hippie tiene su capital en la ciudad californiana de San Francisco, una ciudad abierta y tolerante tradicionalmente, que también había acunado a los antiguos beatnicks y hipsters; y más concretamente en el barrio de Haight Ashbury. Tampoco es casualidad que tuviera una localización geográfica concreta dada la heterogeneidad ideológica de EE.UU: conviene no olvidar que, al igual que los negros, un beatnick o un hippie no podía atravesar los estados sureños con la sensación de sentirse como en casa, al contrario que pasaba con toda California, Nueva York y otras zonas más abiertas a la diversidad cultural. El Haight Ashbury se convierte casi en un ghetto de los hippies, y a él se acercan diversos turistas para contemplar el fenómeno, entre ellos las estrellas del pop británico para ver la nueva música que allí se estaba creando: Grateful Dead, Jefferson Airplane, Quicksilver Messenger Service, Big Brother & The Holding Co., con la maravillosa Janis Joplin al frente, eran los nuevos grupos formados por músicos que venían de antiguas formaciones o aventuras en solitarios de folk, folk-rock o jazz, practicantes de un rock nuevo y refrescado que mezclaba magistralmente el rock y el blues con el folk, el jazz, instrumentos y ritmos orientales, y nuevas visiones musicales en ocasiones inspiradas por el consumo de drogas. Estos grupos tocan juntos en las múltiples salas de música que existían entonces: el Matrix, el Avalon Ballroom, vieron los mejores momentos de estos grupos antes de que las empresas discográficas mancharan su ambición de ser simplemente músicos de San Francisco populares.
En torno a la comunidad de Haight Ashbury surgen diversas propuestas artísticas: música, teatro independiente, poesía…, pero también negocios que traían todo lo que un hippie podía desear: discos, ropa oriental, collares, cuentas, instrumentos musicales contra más exóticos mejor… A parte el negocio subterráneo de la droga, pero junto a esto prolifera la Clínica Médica Gratuita, dirigida a los chicos con problemas de drogas: no se trataba de prevención y rehabilitación, sino de enseñar a como se podía utilizar una droga sin correr riesgos o, por lo menos, los mínimos. Haight Ashbury podía parecer un paraíso urbano, un lugar donde no trabajar y poder dedicarse a la expansión personal y espiritual de uno mismo y de su cuerpo. Pocas cosas había que sacaran a un hippie de su pretendido estado mental de paz espiritual. No obstante, otros entendían las ciudades como trampas mortales en las que se atrapaba y castraba el alma humana, y comprendían que el lugar del hombre era la naturaleza: algunos huyen a los campos y abren granjas donde fundar comunas y vivir de lo que producían (algunas de ellas hoy en día perviven, sustentándose de vender sus productos): la más famosa fue la granja de Hogh Farm.
Junto a las drogas surge el fenómeno del nuevo misticismo, propugnado por los poetas beats y otros pensadores contraculturales. No fue casualidad que el principal grupo hinduista de occidente apareciera a caballo entre Nueva York y el Haight Ashbury: los Hare Krishna. Los auténticos hippies comenzaron estudiando los textos sagrados de la India, China o Japón; algunos, por su parte, practicaban una suerte de neo-paganismo, mientras que otros fijaban su fe en las raíces del cristianismo. Sin duda alguna, a pesar de utilizar las drogas como medio, éste era en principio una práctica honesta y sincera, si bien la santidad de los gurús que permitían el uso de drogas a sus discípulos era bien discutible (si su religión lo prohibía, claro); pero en el momento en que las grandes estrellas del rock y del cine comenzaron a interesarse por estas prácticas, aparecieron multitudes de maestros espirituales que venían de la India, en donde no gozaban del respeto que decían poseer, con el único objetivo de «hacerse la foto» y ganar su espiritualidad a golpe de fama: el ejemplo más sonado fue el del Maharishi Mahesh Yogi, que utilizó las ansias espirituales de los Beatles para obtener fama, además de mostrar un interés más terrenal que espiritual por su discípula Mia Farrow.
El objetivo de los hippies era oponerse a la sociedad bienpensante americana mediante la religión, las drogas, la auto-marginación y las expresiones artísticas. Y en en Junio de 1967 dieron su grito de afirmación en el Festivla Pop de Monterrey, en donde actuaron sin cobrar (excepto Ravi Shankar, por aquello de tener que volver a la India) los nuevos grupos de rock de San Francisco, los grupos de blues, algunas estrellas del pop británico, junto al gigante del soul Otis Redding y al maestro sitarista Ravi Shankar.

Aunque opuesto a toda guerra, el hippie pretendía vivir al margen de cualquier activismo político, lo cual no le impedía participar en las manifestaciones por la paz/ contra la guerra. Se produce entonces una escisión dentro de ellos, quedando divididos entre activistas y pasotas. El activista solía ser un estudiante o poseer una gran cultura, pero más que místico su tendencia mental iba hacia el socialismo, y, en muchos casos, eran pacifistas pero no pacíficos. El pasota, por su parte, era el hippie en sentido estricto, con tendencia automarginativa e ideas, a veces, demasiado utópicas, frente al activista, que siempre optaba por la práctica. El activista siempre criticaba la falta de acción del pasota, al que acusaba de querer cambiar el mundo a base de canciones y oraciones, o de no querer cambiarlo en absoluto mientras siguiera existiendo su isla, mientras que el pasota le acusaba de querer cambiar el mundo para su beneficio al tiempo que inventaba el bonito término de lunático del poder. Un buen ejemplo de crítica contra los activistas es la canción de los Beatles «Revolution». Por lo general, los músicos suelen practicar el pasotismo, sin desdeñar sus buenas dosis de activismo: los hippies no eran tan políticos en la música como posteriormente se ha pretendido, aunque sintieran simpatías por movimientos como los Panteras Negras y sus equivalentes indios, portorriqueños y asiáticos; sólo hay un número contado de casos en los que la política es un factor determinante en la creación artística, como los Jefferson Airplane, los Who, Country Joe & The Fish, además de los folksingers y cantautores. Sin embargo, en 1968 los pacíficos Human Be-In y Tribal Stomps que venían realizándose desde 1966 fueron adquiriendo un cariz cada vez más político. De una manera feroz, las concentraciones dejaron de ser pacifistas y utópicas para convertirse en batallas callejeras. Fue, no obstante, un huracán que recorrió casi todo el mundo: el mayo francés, la Primavera de Praga, la matanza en la Plaza de las Tres Culturas en México, y nuestras primeras (descartando las del 56) revueltas estudiantiles. También se notó en sus ropas, que comenzaron a alternar los motivos orientales con ropas militares, motivos socialistas y camisetas con la efigie del «Che» Guervara. El año 68 fue el momento culmen en el que nuevas ideologías desafiaban tanto al status capitalista como al comunista que se habían establecido tras la 2ª Guerra Mundial. A partir de ese año, todas sus exhibiciones estarían fuerte y ferozmente marcadas por un halo político antimilitarista.
El otro gran éxito de los hippies fue el concierto multitudinario de Woodstock en 1969, cuya cifra de asistentes se aproximó de manera muy simbólica a la del número de combatientes que había en Vietnam. Pero la década de los 70 venía pisando fuerte, trayendo consigo un huracán de violencia y atentados terroristas de diversos símbolos, borrando los buenos sentimientos hippies que, aunque subsistiendo en las comunas y en las granjas, fueron desapareciendo por una razón: se pasó de moda, venían nuevas generaciones con nuevas demandas y cada vez más se contemplaba a los hippies como una rareza del pasado.

Los hippies no fueron más que, en muchos aspectos, otro movimiento juvenil con ansias de cambiar el mundo, cosa que consiguieron en parte pero sin librarse de que a la mayoría de ellos, como en todo movimiento juvenil, el mundo les cambiara. Como todo movimiento juvenil tuvo sus cosas buenas y sus cosas malas, frente a los maniqueísmos de considerarlos la mejor generación del s. XX o una panda de degenerados morales.
Hay que entender que como movimiento aparecen en una de las épocas más feroces de la guerra fría, con un nuevo frente comunista amenazante desde el Caribe. El ambiente de tensión, violencia, patriotismo exacerbado y militarismo promovió la necesidad de alejarse de un mundo regido tradicionalmente por las armas y buscar refugios en diversos paraísos artificiales, para poder explorar las profundidades del alma humana. Como radicalmente opuestos a la política de su país y promotores naturales de la lucha por los derechos civiles, los hippies no eran bien considerados por las instituciones clasistas y racistas de sus países; no en vano pueden afirmar, incluso con más derecho que sus predecesores beatnicks, haber sido el primer movimiento-moda juvenil totalmente inter-racial: mientras que los rockers eran generalmente blancos, y los funkies negros, o había un rock’n’roll blanco y otro negro, los hippies no reconocían colores: para ellos era perfectamente normal que un blanco tocara blues y un negro country’n’western. Fundaron gracias a sus nuevas conciencias movimientos que han tenido una importancia indiscutible: el movimiento ecologista fue re-fundado por ellos prácticamente. Lo mismo se puede decir respecto a las ideas de igualdad de sexos y de tolerancia sexual; también las ideas renovadas de igualdad y fraternidad propiciaron un cambio en la forma de ver las relaciones entre los seres humanos y sus culturas desde el respeto y sin «centrismos» culturales de ninguna clase.
Pero tuvieron sus defectos, de entre ellos el más grave fue el abuso de las drogas: desde los planteamientos de Leary y Alpert y otros, los hippies buscaron en las drogas aquel remanso de paz y sintonía espiritual que decían que los indios americanos, los shaivas (adoradores de Shiva) y otros obtenían gracias a su consumo propiciada por una visión bastante sesgada de estas culturas. Las drogas, lejos de enriquecer a la cultura del movimiento hippie, en realidad contribuyó a su destrucción y a propagar la visión de viciosos que de ellos se tenían, una publicidad alimentada por las sucesivas muertes de sobredosis de las grandes estrellas del rock: Brian Jones, Janis Joplin, Jim Morrison, Al «Blind Owl» Wilson, Ron «Pigpen» McKernan… Ante esto siempre cabe preguntarse si no fueron los servicios secretos americanos, al igual que a todas vistas parece que hicieron en los barrios negros, quienes promovieron la introducción y el consumo de drogas cada vez más peligrosas en el mundo hippie. A parte de los supuestos espías soviéticos, el enemigo interior que el gobierno americano decía tener era triple: los negros, los estudiantes y los hippies.
Pasaba algo parecido con la libertad sexual o con el marketing. Los hippies fueron víctimas de sus propios vicios: muy pronto la revolución de la conciencia, la libertad sexual y el hacer lo que quieras sinceros y honestos de algunos en principio, atrajo a un número importante de oportunistas a los que las revoluciones les importaba un pito: querían drogas y sexo nada más. Parecido era lo de la exploración espiritual, la cual, una vez fue manifestada por las millonarias estrellas musicales y cinematográficas su afición atrajo a un número significativo de gurús gorrones y charlatanes que, aprovechándose de la inocencia o ignorancia de las estrellas del rock, llegaron a desvirtuar en moda lo que en sus lugares de origen eran religiones serias y repetadas. El elemento bohemio y marginal que habían sido desde el año 64 comenzó a ser un negocio cuando las estrellas del pop británico comenzaron a practicar (o a intentarlo) ese estilo de vida: de repente, entre un grupo de gente que afirmaba despreciar el dinero se comenzó a mover un importante negocio de miles de dólares en la industria discográfica: ser hippie, en algunos sitios, estaba de moda. Pocas veces el utopismo de un mundo sin dinero basado en el respeto a los demás dio sus buenos resultados: Woodstock y Monterrey fueron magníficos, pero también está el desastre de Altamont protagonizado por los Rolling Stones, del que ya hablé un día. El dólar, enemigo declarado de los hippies en un principio, entró entre ellos para destruirlos de la manera más atroz en la que se puede destruir un movimiento juvenil: la frivolización de sus principios en estética y pseudo-elementos; abundan grupos de pop ñoños y frívolos que hacían letras bastante naïves con una pretendida y falsa base hippie.
Si bien los Rolling Stones pecaban de excesiva terrenalidad, los Beatles pecaban de excesiva espiritualidad. La marginación política por la que finalmente la mayoría optaban tenía también su cara y su cruz: se puede entender que ante la tensión, la violencia y el patriotismo exacerbado uno prefiriera apartarse del mundo; pero esto tenía su efecto negativo en lo tocante a las reivindicaciones serias de entonces, ya que se adquiría así cierto halo malsano de esnobismo intelectual muy perjudicial por un lado, y un egoísmo injustificado. Por supuesto hablamos sólo de los pasotas, los auténticos hippies, pues los activistas compartían ciertas pautas y estética, pero porque toda época tiene su estética. Esto fue muy notable también en nuestro país, cuando empezaron a instalarse en Ibiza parecían ignorar que existía una dictadura viva y operante.
En España, el hippismo entró diez años después de lo que se puede considerar su nacimiento, como ha venido siendo la tendencia de este país respecto a las modas y a las músicas, de la mano de Pau Riba, Jordi Batiste o Hilario Camacho, entre otros, dando lugar a grupos de tendencias psicodélicas y de rock progresivo sobre todo en Andalucía y Cataluña: Smash, Triana, Iceberg, Gong, Companyia Elèctrica Dharma, Barcelona Traction… Pero también de otros lugares: Dolores, los gallegos NHU, los vascos Errobi… No obstante, el hippismo a la americana no se entendió muy bien aquí, ya que conllevaba la marginación voluntaria y la no acción política. Dicen las malas lenguas que los que de aquí se hicieron hippies eran niños ricos que podían jugar a hippies y que, cuando se cansaran, podrían volver al puesto que su papá le tenía asignado en la empresa o en el negocio familiar (no sé hasta qué punto de verdad esto fue verdad, pero también se podía decir lo mismo de ciertos activistas).

Los hippies contribuyeron a cambiar el mundo de entonces, no se puede negar. Pero pagaron un precio muy alto, sucumbiendo a sus contradicciones, a sus vicios, quizás por ellos mismos, quizás por una mano negra que mueve los hilos hasta del mismo presidente de los Estados Unidos…

Ya hace un año que se fue


Dedicado a la peña del Foro de Hilario Camacho,
de los cuales algunos fueron sus amigos,
otros sus parientes
y otros sus admiradores,
pero todos
aman a Hilario Camacho

Hace un año exactamente que, mientras estaba comiendo, me enteraba de la trágica muerte del cantautor Hilario Camacho en una breve nota de prensa de "Aquí hay tomate" (!). Me quedé de piedra, pero más de piedra me quedé cuando al intentar ampliar la noticia por los medios televisivos serios descubrí que ninguna se había hecho eco. Fue un verano extrañísimo en el que las noticias sobre la Pantoja saltaban a los medios televisivos serios y la noticia de la muerte de uno de los mejores cantautores en lengua castellana quedaba relegada a una breve nota de prensa en uno de los más denostados programas del corazón.

Hilario Camacho fue uno de los miembros fundadores del colectivo de canción de autor en castellano en Madrid Canción del Pueblo, junto a Adolfo Celdrán, Elisa Serna, Carmina Álvarez, "Cachas", Luis Leal, etc., bajo la dirección musical e ideológica de Antonio Gómez, un hombre que, aunque no fue un cantautor, es imprescindible en la historia de este género debido a su labor de músico, productor y letrista. Muchos de ellos no pasaron de un primer EP o un par de actuaciones más, además del recital institucional que el grupo dio en 1967 en el célebre instituto "Ramiro de Maeztu"; de ellos, tuvieron un eco importantísimo, tanto social como literario y musical, Elisa Serna, Adolfo Celdrán y, por supuesto, Hilario Camacho.
El primer EP de Hilario, Ensayo nº 2 estaba en la línea, bastante nueva por cierto, de la canción protesta convencional: contenía dos poemas del poeta cubano Nicolás Guillén, "El fusilamiento" y el "Son del deshaucio". No obstante, Hilario abandonaría esta línea para abrazar una algo distinta, pero no opuesta. Al igual que Pau Riba en Cataluña, Hilario introduce en Madrid la modernidad musical contemporánea: el blues, el soul, el rock y el folk-rock pero con aires mesteños. Se autodefine como beatnick (un proto-hippie que en los años 50 habitaban en los áticos de las grandes ciudades o pululaban por las inmensas carreteras de norteamérica), ha empezado a leer a los poetas beats y a escuchar a Bob Dylan. Sus textos no son los de la canción protesta clásica: Hilario habla de lo cotidiano, de la soledad de las grandes ciudades, de la juventud, pero siempre quedan huecos vivos para los textos inmortales de Antonio Machado y Blas de Otero entre otros, que llegan casi a convivir con textos más contemporáneos y vanguardistas: Hilario llega a cantar al gran poeta beat norteamericano Allen Ginsberg: "El peso del mundo".
Se podría pensar que con esta actitud hippie, Hilario pretendía escapar de cualquier definición política. Pudiera ser, pero no desde una perspectiva snob burguesa, sino como una necesidad de no atarse y de crear libremente. Tampoco se debe pensar que la falta de "consignas" políticas en sus canciones (que no de intencionalidad, a veces) le salvara de la censura y de las multas. Nada más lejos, porque la música de Hilario, con su carga de denuncia cotidiana, podía ser tan peligrosa y subversiva como la de Raimon o la de Adolfo Celdrán. Precisamente, porque, como dijo Celdrán: "intentar ser feliz entonces, era oponerse al sistema".
Hilario explotó también su vena satírica, especialmente gracias a la colaboración que prestó al grupo/ s Las Madres del Cordero y Desde Santurce a Bilbao Blues Band, dos grupos (que en realidad se puede decir que era uno solo) que practicaban una peculiar especie de canción protesta, que explotaba más la vena satírica que la canción política seria, sin que por ello dejaran de ser "peligrosos". Hilario colabora con Moncho Alpuente escribiendo algunas canciones, llegando a participar en aquel fantástico "Castañuela 70" del grupo de teatro alternativo Tábano y dirigiendo musicalmente el proyecto de Desde a Santurce a Bilbao Blues Band en el LP de la banda Vidas ejemplares. Cedió también amigablemente letras y canciones a sus compañeros: Elisa Serna, Celdrán, Joaquín Sabina y otros, contaban entre su repertorio con alguna canción escrita o co-escrita de Hilario, llegándose a producir el curioso fenómeno de las canciones gemelas o de custodia compartida: como "Taxi", co-escrita con Sabina.
Desde 1967 y antes hasta el final de sus días, Hilario explotó casi todas las músicas: desde el folk hasta la salsa, pasando por el rock ácido y el folk-rock; explotó todo tipo de letras: los poemas de Machado y de Blas de Otero, en curiosa -mas no extraña- convivenvia con Allen Ginsberg; las letras que denunciaban la situación de la clase obrera, las que hablaban de una situación cotidiana desde una perspectiva tan objetiva que se transformaban en auténticas denuncias políticas, junto a las de amores imposibles, posibles, necesarios e innecesarios, e incluso algún canto a la masturbación sanamente comprendida y jubilosamente celebrada. Pero los días en los que Madrid amanecía dejaron paso al perpetuo día del crepúsculo.

La indiferencia que la muerte de Hilario produjo en los medios serios, salvo en algunos periódicos y programas de radio, cabrea a cualquiera. Pero más que la indiferencia de la prensa, tenemos que buscar a los culpables en las más altas instituciones: no ha habido ningún reconocimiento oficial por parte de la Comunidad de Madrid, dominada desde hace tiempo por una banda de hienas inmobiliarias que manejan las instituciones políticas. Hoy, que incluso el más reaccionario del gobierno regional, dice y presume haber vivido la Movida madrileña, que se ha convertido a día de hoy en un episodio en el que, al igual que las manifestaciones anti-franquistas o contra la guerra del Vietnam, todo el mundo dice haber participado, pretende ignorar que aquel ambiente de libertad que propició también una nueva libertad creadora (aunque a veces de calidad discutible en algunos casos) se debió a Hilario Camacho y a sus compañeros, que abrieron nuevas formas de sentir y de pensar, abiertas al mundo sin dogmas de fe ni de patriotismo. Muchos otros, dentro de la prensa y de las instituciones musicales, pretende ignorar su aportación, mientras se les llena la boca hablando de artistas de mucho, pero que mucho menor valor artístico.
Aunque también es verdad que hay que dar gracias que generalmente, en este país, no se dé ese gusto, hasta cierto punto repugnante, por la necrofilia o necrofagia artística que se da en el rock americano y británico con algunas de sus mejores figuras a las que se las prefiere recordar por su trágica y escabrosa muerte antes que por su obra. Dicho fenómeno produjo, por ejemplo, que niñas de quince años, al forrar sus carpetas escolares, hicieran ser vecinos a Jim Morrison y a los Back Street Boys, que desde su piso de abajo sufrían los repugnantes alaridos de las Spice Girls. Tal vez sea porque Hilario no murió a los 27, y sobre todo no murió de una sobredosis; aún así, es de agradecer que, generalmente, en nuestra música no se suela dar este fenómeno. Sin embargo, debiera haber sobre esto un término medio que no cayera en la excesiva y a menudo falsa mitificación del artista muerto (digo falsa porque la mayoría de la gente que porta las fotos de Jim Morrison por ser un "mártir" del rock no tienen un solo disco de los Doors; pero también porque la muerte a veces justifica artísticamente a quien carecía absolutamente de talento, como Sid Vicious) ni que caiga en la indiferencia absoluta. Es posible que la Generalitat de Catalunya sea hasta cierto punto desagradecida con sus artistas históricos a la hora de facilitarles espectáculos, pero sí los reconoce: a lo mejor si Hilario hubiera sido catalán ya hubiera tenido un reconocimiento oficial por parte de las instituciones catalanas.

Presento, aprovechando la ocasión, a uno de los últimos cantautores, Ignacio Lobo, forero hilarista.

El Movimiento Hippy (I)


A un hippy le robas una vez, pero dos no.
Josete

Coincidencia o no, da la casualidad -o la causalidad, vaya usted a saber- que he puesto vídeos y temática de la música de los hippies sin haber caído en la cuenta de que estamos en el 40º aniversario del llamado Verano del Amor. Por esta razón, quisiera hablar del tema y homenajear así a una generación que plantó cara al sistema fascista encubierto de su país, empeñado en dirigir mediante la siniestra CIA los designios del mundo entero. Ésta es la historia de su música, porque creo que la historia del movimiento hippy es la historia de su música.

Lejos de lo que se suele pensar, el movimiento hippy no es tan simple como pareciera: en sentido amplio abarcaba a un buen elenco de gente con ciertos puntos en común: los estudiantes radicales, el movimiento pro-derechos civiles, los partidos de la nueva izquierda, el movimiento ecologista…; aunque también meten a gente que en realidad no eran hippies, y que, a veces, eran radicalmente opuestos a sus planteamientos, como eran los Ánegeles del Infierno, los Panteras Negras o el underground neoyorquino warholiano. Pero el hippy en sentido estricto era un personaje que decidía que no quería saber nada más del mundo pequeño-burgués, del sueño americano, de la industria, de la guerra ni de la política; se auto-marginaba y experimentaba con su cuerpo y su mente amaneceres espirituales, a veces lisérgicamente artificiales. La cita con la que abro, que me la dijo un antiguo amigo, es acertada del todo, y refleja el espíritu del hippy auténtico, dispuesto a creer en la supuesta bondad natural del hombre, aunque sepa que quedará defraudado: a un hippy no le robas con mentiras, se deja robar porque quiere confiar en todo el mundo, pero ya después no se dejará.

Para ver su historia hemos de remontarnos un poquito hacia atrás, a los años 50. El movimiento hippy no es un movimiento original, sino la evolución de un movimiento anterior. A finales de los años 40, el descontento con el american way of life era palpable en algunos individuos que eran llamados hypsters: era gente joven y aburrida de lo que su país les podía ofrecer; por esa razón se refugiaban en divertimentos que les aseguraban nuevas sensaciones y modos de ver la vida como era la marihuana, el jazz, sobre todo el be-bop de Charlie Parker, las religiones y filosofías orientales y una nueva poesía inspirada por estos elementos nacida en la auto-marginación dentro de los áticos y buhardillas de las grandes ciudades o en largos viajes a lo largo de la nación. El libro fundacional de esta generación era En la carretera, del novelista Jack Kerouac, uno de sus fundadores y principales ideólogos: es un libro semi-autobiográfico que relata esos viajes, y en los que el escritor hace aparecer disfrazados pero reconocibles, a sus correligionarios: Neal Cassady, el marginado cuya forma de vida inspiraría a la mayoría, el poeta Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti y otros. Ginsberg fue por su parte el padre de una poesía automática, improvisada (como el be-bop), nacida de una interioridad insobornable, que fue conocida como beat (ritmo), y a los seguidores de este estilo de vida beatnicks. Un beatnick era una mezcla de socialista (comunista o anarquista) en lo político, un budista en lo religioso, un cristiano en el sentido estricto y primigenio de la palabra en la moral, un marginado, un negro en lo musical, un vagabundo, un repudiado y un deprabado ante los ojos de la sociedad bienpensante americana. El beatnick da la espalada a las convenciones burguesas americanas y experimenta nuevas formas de expresarse, de vivir y de relacionarse incluso sexualmente; algunos inclusos experimentan con drogas más peligrosas como la morfina y la heroína, como William Burroughs, autor del delirante Almuerzo desnudo. Pero el beatnick suele tener un ánimo más individualista, mientras que el ánimo hippy será más comunal. Los puntos políticos que tienen en común crean un estrecho vínculo con los folksingers politizados coetáneos como Woody Guthrie, Pete Seeger, Leadbelly, que, no obstante, no son beatnicks: los beatnicks eran la parte mística, mientras que los folkies eran la parte política de una generación desilusionada: unos se auto-marginaban mientras que los otros decían que la lucha activa, aunque fuera con la música, era mejor opción. Esta diferenciación también será importante en el futuro.
En los clubs de jazz y de folk, los muchachos fugados de sus casas para tocar música, pintar cuadros o escribir poemas se codean a finales de los 50 y principios de los 60 con poetas beats ya consagrados, músicos de folk y de jazz, antiguos sindicalistas, miembros del casi ilegal Partido Comunista. Estos chicos nuevos son considerados todavía como beatnicks, y entre ellos encontramos a futuros valores como Joan Baez, Phil Ochs, y Bob Dylan. A principios de los 60 el elemento bohemio minoritario y clandestino se estaba poniendo relativamente de moda, más especialmente con el éxito popular, musical y literario de Bob Dylan, un chico que lee a Ginsberg y a Kerouac y que escucha a Woody Guthrie.
Al mismo tiempo, el mundo comienza a revolverse contra el status quo establecido tras las II Guerra Mundial. A finales de los 50, por ejemplo, en España se produjeron las primeras revueltas estudiantiles, en las que se encuentran mis admirados profesores Enrique Tierno Galván y José Luis Abellán. También allí se comienza a mover algo en las universidades, y también dentro del Bloque Soviético. Los años 40 y 50, que habían pasado tan tranquilamente en casi todas las partes del mundo, estaban dejando paso a una década que prometía ser movidita, con una guerra secreta y escalofriante aunque no declarada entre los dos grandes sistemas vencedores sobre el fascismo: la Guerra Fría estaba a punto de alcanzar algunos de sus puntos más calientes. En Estados Unidos, el deleznable senador McArthy investiga el comunismo, a veces infundado otras fundado, de artistas y políticos, en lo que se denominó la «caza de brujas»: un método fascista dentro de un país que dice estar orgulloso de su democracia. Los 50 se cierran con el hecho que marcará buena parte de las relaciones internacionales del mundo: la Revolución Cubana. Y mientras tanto, para luchar contra el comunismo, Estados Unidos busca aliados hasta en el infierno: Eisenhower abre los brazos al homicida general Franco, y éste le cede puestos para establecer sus legiones, unidos en la lucha anti-comunista.
La crisis de los misiles cubanos tuvo sobre buena parte de la juventud americana un efecto devastador, pero en algunas ocasiones positivo: muchos comenzaron a pensar que en el futuro el idioma de las armas debe de ser erradicado totalmente e implantar nuevas conciencias para evitar la total destrucción. El movimiento pacifista estaba naciendo alrededor de todo el mundo, y muy especialmente en Estados Unidos.

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