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The Temptations y su “bola de confusión”: lo que fue ayer y es el mundo hoy


Classic_5_Temptations_circa_1965Siempre que oímos el sagrado nombre del grupo de rythm & blues y soul, The Temptations, lo asociamos –como no puede ser de otra manera, debido al cine y al renacimiento del soul más comercial que ha tenido lugar en nuestro país hasta hace poco- a su gran éxito “My girl”; así que, cuando supe que esta canción que oí en un documental, ilustrando las revueltas raciales en Estados Unidos durante los años 70, no podía salir de mi asombro y la flipé un poco.

Decir lo que otra persona ya dijo, mejor de lo que yo lo diría ahora, en el blog del gran Adrian, resultaría inútil. No obstante unas pequeñas anotaciones. Era de esperar que en el transcurso de los años 1963-1968, con las revueltas estudiantiles por todo el mundo, viejas dictaduras fascistas que se tambaleaban pero que no caían –como quería nuestro Lluís Llach- mientras otras nacían en lo que fue la cuna de la civilización occidental, el fantasma de la guerra fría y la amenaza más que real de una III Guerra Mundial, la guerra del Vietnam, el neocolonialismo sobre América Latina y sobre otras partes del mundo por parte de Estados Unidos… No sólo tuvo una influencia decisiva en los grupos de pop británicos y en algunos grupos blancos de los Estados Unidos, sino que Album-psychedelic-soultambién la tuvo sobre los grupos sagrados del idolatrado sello de soul y rythm & blues Tamla-Motown, en donde grababan muchos de aquellos maravillosos músicos negros. Y esto era casi más natural que la conversión de los grupos blancos, ya que a toda esa lista de sucesos hay que sumarle los problemas raciales de Estados Unidos, democracia que, a veces, parecía practicar un plan encubierto de exterminio, aunque fuera cultural, sobre su población negra: los asesinatos de Martin Luther King y Malcolm X, junto a la persecución del grupo radical Black Panthers –cuyos jefes no eran tan radicales ni tan violentos como quieren hacernos creer muchas veces, y además no se perseguía con la misma saña a los grupos radicales de supremacía blanca, sin que esto suponga un paralelismo con el partido de autodefensa negro-, fue como un jarro de agua fría sobre estos músicos, que no podían quedarse de brazos cruzados. Pero para la Motown, sello que se resistía a salirse de lo puramente comercial, aunque lanzara música soberbia, esto suponía un salto muy arriesgado (¿sería demasiado descabellado atribuirlo a la cuestión racial?: aunque lo parezca, no olvidemos que, por razones incomprensibles, para poder dejarse oír, Jimi Hendrix tuvo que “exiliarse” al Reino Unido); pero aún así lo dio, junto a otros sellos de música negra o que contara con alguna superestrella afroamericana, y el resultado fue increíble a lo largo de los 60 y 70: el “What’s goin’ on?” de un Marvin Gaye que se preguntaba “¿A quién le interesa realmente salvar un mundo desesperado?”; el famoso “War”, de Edwin Starr (que antes grabaron los propios Temptations); el “I’m black and I’m proud” del Ball_of_Confusion_(That's_What_the_World_Is_Today)_(album_cover)gran James Brown (aunque a día de hoy, incluso sus más próximos colaboradores se sorprenden, dada la ideología conservadora del padrino del soul, que le lleva a apoyar públicamente al presidente Nixon y a la guerra de Vietnam); o el sentido político de la bella canción “A change gotta come”, cantada por Otis Redding, Solomon Burke y otros… Y, la que nos ocupa hoy, “Ball of confusion (That’s what the world is today)” de los Temptations, escrita por el nuevo dúo de compositores estrella del sello: Norman Whitfield y Barrett Strong, mezclando la problemática social con la naciente psicodelia funky, publicándola en un sencillo que llevaba la leyenda “Palabras más duras que el acero. Una valiente interpretación por los Temptations. Un emocionante nuevo sencillo”:

Ball of confusion

(That’s what the world is today)

People movin’ out
People movin’ in
Why, because of the color of their skin
Run, run, run, but you sho’ can’t hide
An eye for an eye
A tooth for a tooth
Vote for me, and I’ll set you free
Rap on brother, rap on
Well, the only person talkin’
‘Bout love thy brother is the preacher
And it seems,
Nobody is interested in learnin’
But the teacher
Segregation, determination, demonstration,
Integration, aggravation,
Humiliation, obligation to our nation
Ball of Confusion
That’s what the world is today

The sale of pills are at an all time high
Young folks walk around with
Their heads in the sky
Cities aflame in the summer time
And, the beat goes on

Air pollution, revolution, gun control,
Sound of soul
Shootin’ rockets to the moon
Kids growin’ up too soon
Politicians say more taxes will
Solve everything
And the band played on
So round ‘n’ round ‘n’ round we go
Where the world’s headed, nobody knows
Just a Ball of Confusion
Oh yea, that’s what the wold is today

Fear in the air, tension everywhere
Unemployment rising fast,
The Beatles’ new record’s a gas
And the only safe place to live is
On an indian reservation
And the band played on
Eve of destruction, tax deduction
City inspectors, bill collectors
Mod clothes in demand,
Population out of hand
Suicide, too many bills, hippies movin’
To the hills
People all over the world, are shoutin’
End the war
And the band played on.

http://www.sing365.com/music/lyric.nsf/ball-of-confusion-lyrics-the-temptations/5ce42244ebdfe10448256d8f0028a6b7

Bola de confusión

(Eso es lo que es el mundo hoy)

Gente saliendo/ Gente entrando/ por qué, todo por el color de su piel/ Corre, corre, corre, pero no podrás esconderte/ Ojo por ojo/ diente por diente/ Vótame, y te liberaré/ Critica hermano, critica/ La única persona que habla/ sobre el amor al prójimo es el pastor/ Y parece ser que/ nadie se interesa en enseñar/ menos el profesor/ Segregación, determinación, demostración,/ integración, agravación,/ humillación, obligación para con nuestra nación/ Bola de confusión/ Eso es lo que es el mundo hoy.// La venta de pastillas está en su punto más alto (1)/ Personas jóvenes se pasean con/ sus cabezas por los cielos/ Ardientes ciudades en verano/ y, el ritmo continúa (2)// La contaminación del aire, revolución, control de armas,/ el sonido del soul/ Disparo de cohetes a la luna/ Niños que crecen demasiado pronto/ Los políticos dicen que más impuestos/ lo solucionarán todo/ y la banda se puso a tocar/ así que vamos girando y girando y girando,/ a donde el mundo se dirige, no lo sabe nadie/ Bola de confusión/ Eso es lo que es el mundo hoy.// Miedo en el ambiente, tensión por todas partes/ el rápido aumento del desempleo,/ el último disco de los Beatles es un bombazo (3)/ y el único lugar seguro en el que vivir/ es en una reserva india/ Y la banda se puso a tocar/ Víspera de la destrucción (4), deducción de impuestos/ Inspectores urbanos, recaudadores de facturas/ se compra ropa mod,/ la población está fuera de control/ suicidio, demasiadas facturas, los hippies se van/ a las colinas (5)/ La gente del mundo entero está gritando/ “Acabad con la guerra”/ Y la banda se puso a tocar.

Norman Whitfield – Barrett Strong

Copyright 1970 Jobete Music Company, Inc.

NOTAS:

(1) Probable juego de palabras: “The sale of pills are at an all time high” significa literalmente lo que he traducido; pero no descarto una segunda interpretación, que sólo tendría sentido en inglés, dada por el significado en argot del adjetivo “high”: “colocado, colgado”; así: “La venta de píldoras está todo el tiempo colocada”. Pero es sólo una elucubración, aunque avalada por los dos versos siguientes.

(2) Probable referencia al éxito del dúo Sonny & Cher “And the beat goes on”.

(3) Por las fechas, ese disco probablemente fuera Abbey Road, aunque también es posible que no se refiera a un disco en concreto, ya que era una frase al uso desde que la banda de Liverpool sacara en 1965 su Rubber soul, o incluso desde Help!

(4) “Eve of destruction” fue un tema de folk-rock del año 65, escrito por P. F. Sloan y Steve Barri, y cantado por el vocalista de folk Barry McGuire, que obtuvo un considerable éxito y una de las primeras canciones protesta del folk-rock. Es una canción de inspiración apocalíptica, acerca de la guerra fría, influenciada por Bob Dylan.

(5) Woodstock, o yo no me llamo Gustavo.

Los maravillosos Temptations en directo:

Y la soberbia versión de la reina negra del rock, Tina Turner:

Jefferson-Aeromodelismo: Podemos estar juntos… ¡Contra la pared, hijoputa!


La violencia que había comenzado el año de 1968 no se detuvo, y siguió en auge en 1969, coincidiendo con la legislatura de Richard Milhous Nixon, elegido en 1968. Las protestas contra la guerra del Vietnam se recrudecían, así como los disturbios raciales, mientras Nixon, aunque fuera indirectamente, declaraba a los estudiantes, a los hippies y a los negros enemigos declarados de “América”. El año 1969 ya anunciaba que la década siguiente iba a estar marcada por un incremento de la violencia como no se veía desde hacía 40 ó 50 años atrás. Este panorama afectó a la música rock estadounidense (y británica) de dos maneras, una directa y otra indirecta. El modo directo en que los acontecimientos socio-políticos afectaron a la música fue que los cantantes y grupos de rock se mostraban mucho más implicados a través de sus canciones que antes, con temas que hablaban sobre la guerra, ya no siempre desde el pacifismo más utópico y naif, al estilo de John Lennon, sino desde las críticas al gobierno, al ejército y a la banca; sobre los disturbios raciales, posicionándose, claramente, a favor de los negros y de sus figuras públicas, desde Martin Luther King hasta los Panteras Negras (cuyos líderes no eran tan radicales como sus bases)… O bien hubo quien hizo aún más hermética su burbuja, predicando una “huida hacia los bosques” en donde estar a salvo de la violencia urbana, o a través de alguna religión mística del lejano oriente.

Jefferson Airplane - Volunteers - FrontLa incidencia indirecta, probablemente muy relacionada con la otra, fue que muchos de los grupos ya veteranos experimentaron una especie de regreso a las raíces muy curiosa: los Byrds y los Grateful Dead volvían sus ojos al country-rock, al igual que los miembros de bandas pioneras, ya desaparecidas o recicladas, como Crosby, Stills, Nash & Young (David Crosby de Byrds; Graham Nash de los Hollies; y Stephen Stills y Neil Young de Buffalo Springfield), Poco (con Richie Furay de Buffalo Springfield), Flyin’ Burrito Brothers (con ex-Byrds Chris Hillman y Gram Parsons). También Bob Dylan volvía a sus raíces del folk y sacaba un disco íntegramente de country, mientras surgían nuevos grupos que enraizaban en el rock y el blues más purista: Creedence Clearwater Revival y su swamp-rock, el blues atronador de Allman Brothers, o los abanderados del rock sureño Lynyrd Skynyrd. Los Beatles vuelven al rock y al rythm’n’blues de sus raíces en sus dos últimos álbumes, al igual que hicieron los Rolling Stones, y los Who se reciclaban en el rock más duro de la última hornada. Y es que cuando el rock duro volvió sus ojos al blues más clásico y tradicional y lo atiborró de esteroides, éste se renovó en un estilo que comenzó a llamarse heavy rock: Led Zeppelin, AC/ DC, Black Sabbath… Incluso Deep Purple, un grupo rock duro “sesentayochero” reemplazaban a su vocalista por otro con una voz más aguda y potente para estar a la altura de los tiempos. Por otro lado, también estaban los que no dejaban de explorar otras vías más progresistas, dando lugar al rock progresivo de los años 70 (Moody Blues, King Crimson, Genesis, etc.), de los cuales algunos harían auténticas obras maestras y otros rebasaban la barrera de lo soportable. Pero, ¿y Jefferson Airplane? Con una melodía base de blue-grass y una letra reivindicativa, abrían su disco de 1969 Volunteers:

En Jefferson Airplane confluyeron las dos incidencias en este disco: temáticamente su disco más político, y musicalmente más austero que los anteriores,Jefferson Airplane - Volunteers - Inside con presencia del rock duro más puro junto a temas de folk-rock y de country, para el que contaron con la colaboración de amigos como David Crosby, Stephen Stills, Joey Covington (futuro sustituto de Dryden), Jerry García, el teclista Nicky Hopkins y el conjunto Ace of Cups a los coros. Detrás de la politización del grupo estaba Paul Kantner, el Airplane más político según sus compañeros, que, como hemos dicho, ya había tomado las riendas del grupo desde hacía tiempo. No todos estaban demasiado de acuerdo con esta línea: Jack Casady consideraba que no era asunto suyo implicarse en política así, pero como músico profesional debía hacer que aquello sonara bien; Jorma Kaukonen se define como apolítico, aunque en el disco aparece con una camiseta que tiene grabada la famosa efigie del “Che” Guevara. Dentro del disco, el grupo, representado en la portada con máscaras y accesorios de broma con la bandera de su país detrás, presenta en el interior del disco la reproducción de un diario en el que se habla sobre un ficticio festival de rock (alterando el nombre de grupos reales como “Bud Dolan”, “Rolland Stoves” o “The Beavers”), y al lado una especie de encuesta a los miembros de Jefferson Airplane que reproduzco. Ante la pregunta “¿Cuál es tu barra favorita de la bandera?” los miembros del grupo tienen sus más diversas respuestas, algunas aparentemente absurdas, como Grace, respondiendo “Apunta eso hacia otro lugar” (supongo que se refiere a un micrófono), o Paul Kantner, asegurando que “Michoucan” (uno de los Estados de México, supongo) es su barra favorita; o Jack Casady, que tiene cuatro barras favoritas en la bandera de EE.UU. Pero más reveladoras son las respuestas de Balin y Jorma:

Marty Balin: “¿Qué bandera?”

Jorma Kaukonen (que es quien da la respuesta más explícita): “Déjame contestar esa pregunta con otra: ¿Por qué el Pentágono no mantiene lejos sus espíritus malignos?”

Y así, el álbum se abre con “We can be together”, una especie de himno generacional de reafirmación contra los ataques lanzados contra los hippies y otros colectivos por el presidente Nixon y demás, escrito por Paul Kantner. Lo más conflictivo de la letra, para los directivos de RCA, era la presencia de la palabra “motherfucker”, hijo de puta, y rogaron al grupo que quitaran “eso”; pero ellos se salieron con la suya… Y, francamente, nunca había oído la palabra “hijo de puta” de una manera tan deliciosa. “We can be together”: un deseo y una reivindicación generacional:

del documusical “Go ride the music”

We can be togeher

We can be together
Ah you and me
We should be together
We are all outlaws in the eyes of america
In order to survive we steal cheat lie forge fuck hide and deal
We are obscene lawless hideous dangerous dirty violent and young
But we should be together
Come on all you people standing around
Our life’s too fine to let it die and
We can be together
All your private property is
Target for your enemy
And your enemy is
We
We are forces of chaos and anarchy
Everything they say we are we are
And we are very
Proud of ourselves
Up against the wall
Up against the wall (motherfucker)
Tear down the walls
Tear down the walls
Come on now together
Get it on together
Everybody together
We should be together
We should be together my friends
We can be together
We will be
We must begin here and now
A new continent of earth and fire
Come on now gettin’ higher and higher
Tear down the walls
Tear down the walls
Tear down the walls
Won’t you try

Podemos estar juntos

Podemos estar juntos/ tú y yo/ Deberíamos estar juntos/ Todos somos proscritos a los ojos de América/ Con el fin de sobrevivir robamos, timamos, mentimos, falsificamos, jodemos, nos escondemos y traficamos/ Somos obscenos, ilegales, horribles, peligrosos, sucios, violentos y jóvenes,/ pero deberíamos estar juntos/ Vamos toda la gente que estáis alrededor/ Nuestra vida es demasiado hermosa como para dejarla morir y/ podemos estar juntos/ Toda vuestra propiedad privada es/ objetivo de tu enemigo/ y tu enemigo es/ nosotros/ Somos fuerzas del caos y la anarquía/ Todo lo que dicen es que somos lo somos,/ y nosotros estamos [somos] muy/ orgullosos de nosotros mismos./ ¡Contra la pared/ contra la pared (hijo de puta)!/ ¡Echad abajo las paredes!/ ¡Echad abajo las paredes!/ Vamos ahora juntos/ Pongámonos en marcha juntos/ Todos juntos/ Deberíamos estar juntos/ deberíamos estar juntos, amigos míos/ Podemos estar juntos/ Lo estaremos/ Debemos comenzar aquí y ahora/ un nuevo continente de tierra y fuego/ Vamos ahora colocándonos más y más/ Echad abajo las paredes…/ ¿no lo intentaréis?

More lyrics: http://www.lyricsfreak.com/j/jefferson+airplane/#share

Up against the wall, motherfucker!no sólo es una frase que se podría haber oído a un policía, sino que tiene al menos dos variantes: una, la de un movimiento anarquista llamado “The Motherfuckers” (los hijos de puta), y otra, de la que deviene ésta además, es de un poema titulado “Black People!” (¡Pueblo Negro!), del poeta Amiri Baraka, dedicado, obviamente, a la comunidad afroamericana y al movimiento de Derechos Civiles. La expresión se convirtió en un grito de protesta del 68 estadounidense, y Jefferson Airplane, con esta canción la fomentó como grito revolucionario. Y aquí está la actuación en la que, contra los censores, Grace dice “motherfucker” en el show de Dick Cavett, convirtiéndose en la primera cantante en decir esta palabra en la televisión estadounidense:

Actuación en el Dick Cavett Show, 1969

Para comprender mejor lo que pasaba, os recomiendo este artículo de la época escrito en la revista Triunfo: “La América que mata”, pp. 34-43 y su segunda parte, pp. 22-29, firmados por Alberto Moravia

Jefferson-Aeromodelismo: El otro lado de Jefferson Airplane (JA en directo y el incidente de Altamont)


Fred_Neil_-_Bleecker_&_MacDougalLa cara B de Bless Its Pointes Little Head se abría con una canción ajena que no sólo era un estandarte (no sólo traduzco la palabra standard, sino que le doy su sentido pleno) del grupo en sus actuaciones en directo, sino que era el otro himno personal de la banda.

“Other side of this life”, una especie de balada country de vagabundo, era una canción del cantautor Fred Neil, autor de canciones tales como “Everybody’s talkin’” (que aparecería en la película Cowboy de Medianoche, interpretada por Nilsson) por quien Paul Kantner sentía una gran admiración, que apareció en su disco de 1966 Bleeker & MacDougal.

(The) Other Side Of This Life

Would you like to know a secret
It’s just between you and me
I don’t know where I’m going next
I don’t know where I’m gonna be

But that’s the other side to this life
I’ve been leading
But that’s the other side of this life

Well my whole world’s in an uproar
My own world’s upside down
I don’t know where I’m going
But I’m always bumming around

And that’s another side to this life
I’ve been leading
And that’s another side of this life

Well I don’t know what I’m doing
Half the time I don’t know where I’ll go
I think I’ll get me a sailing boat
And sail the gulf of Mexico

And that’s another side to this life
I’ve been leading
And that’s another side of this life

Well I think I’ll go to Nashville
Down to Tennessee
The ten cent life I’ve been leading here
Gonna be the dead of me

But that’s the other side to this life
I’ve been leading
But that’s the other side of this life
And that’s another side of this life

Would you like to know a secret
It’s just between you and me
I don’t know where I’m going next
I don’t know where I’m gonna be

But that’s another side to this life
I’ve been leading
But that’s another side of this life

(El) Otro lado de esta vida

¿Te gustaría saber un secreto/ solo entre tú y yo?/ No sé a dónde iré la próxima vez/ no sé dónde voy a estar// Pero es al otro lado de esta vida/ a donde me he estado dirigiendo/ pero ése es el otro lado de esta vida// Pues mi vida entera está en un escándalo/ mi propio mundo está al revés/ No sé a dónde voy/ pero siempre estoy vagando por ahí// Y ése es el otro lado a esta vida/ a donde me he estado dirigiendo/ Y ése es otro lado de esta vida// Pues no sé qué voy a hacer/ la mitad del tiempo no sé a dónde iré/ creo que me haré con un velero/ y navegaré al Golfo de México// Y ése es el otro lado a esta vida/ a donde me he estado dirigiendo/ Y ése es otro lado de esta vida// Pues creo que iré a Nashville/ bajaré a Tenesse/ La vida de diez centavos que he llevado aquí/ va a ser mi muerte// Pero es al otro lado de esta vida/ a donde me he estado dirigiendo/ pero ése es el otro lado de esta vida/ y es otro lado de esta vida// ¿Te gustaría saber un secreto/ solo entre tú y yo?/ No sé a dónde iré la próxima vez/ no sé dónde voy a estar// Pero es al otro lado de esta vida/ a donde me he estado dirigiendo/ pero ése es el otro lado de esta vida.

Fred Neil

photo_concert8Desde los comienzos, esta canción fue una de las favoritas de Jefferson Airplane, que la interpretaban en sus actuaciones de distintas maneras: con Marty Balin unas veces, o con Grace Slick otras como vocalistas principales, en unos aires de rock duro tipo garaje propio del temprano sonido de las bandas de San Francisco. Ya en 1968 comienzan a interpretarla en su forma vocálica definitiva: con Kantner comenzando el primer verso para apoyarse inmediatamente en Balin y Slick, y a partir de ahí cantarla a coro como ellos bien sabían hacerlo, con un rock duro más perfeccionado. Así, la tranquila balada country de vagabundo se transformaba en manos de Jefferson Airplane en una mezcla de himno generacional y personal acerca de la vida de un grupo de rock.

Oír: http://www.goear.com/listen/6ecb711/the-other-side-of-this-life-jefferson-airplane

Pero ya, entre 1968 y 1969, la canción pasó de ser una más de su repertorio habitual a ser el número imprescindible con el que comenzar sus conciertos, de la misma manera que lo tenían otros grupos (Big Brother & The Holding Company invitaban al Fillmore con su “Combination of the 2”; y Country Joe & The Fish, al grito de “¡Marihuana"!”, comenzaban con su vibrante “Rock & Soul Music”), con unos arreglos más cercanos al soul (ciertamente, la influencia del soul en la forma de cantar de Marty Balin es innegable) y por tanto al rock duro de la época (grupos como Vanilla Fudge, Deep Purple o Grand Funk Railroad empezaron haciendo versiones rockeras de clásicos del soul), de manera que con un nuevo estilo vibrante y un ritmo irresistible, la canción del vagabundo se transformó en una canción para animar y entonar al personal… Y así funcionó en Woodstock, despertando a una audiencia todavía resacosa de las actuaciones del día anterior a eso de las 6 de la mañana:

slick_balinY es que Jefferson Airplane era uno de los grupos más potentes en directo de la década de los 60, sin necesidad de recurrir a números extramusicales, bailoteos o escándalos sexuales (dicho esto con todo respeto). Philip Norman, en su libro sobre los Rolling Stones, en el capítulo acerca del concierto de Altamont, los describió acertadamente como un “conjunto de cámara de músicos psicodélicos”. Sobre el escenario, generalmente, en ambos extremos se situaban Paul Kantner, al lado de la batería, y Marty Balin, junto a Jorma Kaukonen y Jack Casady, entre éste y Spencer Dryden; y en medio, la belleza salvaje de Grace. Los músicos se rotaban en sus solos, salvo el batería, pasando al primer plano, mientras Marty y Grace se dirigían el uno al otro en sus dúos, a veces oponiéndose, y entonces la voz de Kantner parecía la síntesis de esa oposición. Lo que no podían imaginar era lo que les iba a suceder en ese mismo año de 1969.

Los Rolling Stones, tras una gira monstruosa por Estados Unidos, quisieron compensar de alguna manera a un público muy fiel, pero también hacer frenteJefferson Air Altamontcc a las críticas que tanto la prensa como los principales promotores de conciertos del país, como Bill Graham, con quien mantenían una intensa enemistad, les habían lanzado. Y como no pudieron acudir al festival de Woodstock, decidieron hacer uno ellos, que les tendría como figuras principales, junto a las actuaciones de los mejores grupos del momento: Santana, Flyin’ Burrito Brothers, Jefferson Airplane, Grateful Dead y Crosby, Stills, Nash & Young. Se eligió para ello un abandonado circuito automovilístico en Altamont, y en reunión con diversas personalidades de la música, del mundo underground y del activismo hippie radical, alguien propuso contratar a los Ángeles del Infierno, la belicosa banda motorista, como seguridad. Sobre esto, por no extendernos, ya hablamos en su día, pero vamos a centrarnos en los Jefferson Airplane, desde la perspectiva de Philip Norman. A pesar de las advertencias de diversos promotores sobre que iba a ser un desastre, los Rolling Stones y compañía, aún sintiendo la borrachera del momento mágico de Woodstock (a pesar de que otros dos conciertos iluminados por el fantástico evento se habían ido también al carajo) siguieron adelante con el proyecto. De todo lo que ocurrió allí, no tienen toda la culpa los Hell’s Angels del todo: tal y como se ve en la película de los hermanos Maysles, la organización adolecía de varios defectos, sobre todo en lo referente a la seguridad, y más aun si hablamos de un grupo tan enorme como los Rolling Stones. No había un foso que separara el escenario de un público deseoso de tocar a Mick Jagger, y los organizadores como Chip Monk y Sam Cutler comenzaron a hartarse de usar la palabrería hippie con un conjunto de gente empeñada en subirse al escenario o colgarse de las torretas y a intuir el desastre en ciernes que podía ser aquello. Tal vez los Hell’s Angels se vieron desbordados por la situación, pero esto, de ninguna manera, les puede excusar de algunos de los excesos que tuvieron.

Marty_Balin_Altamont_002
Ahora bien, los hippies y los Ángeles del Infierno eran dos grupos contradictorios, unidos sólo por su situación marginal y el gusto por el rock y las drogas (no eran los únicos, otros grupos con los que se relacionaban los hippies como los Hare Krishna o los Panteras Negras también tenían muchas más cosas contradictorias que comunes con ellos), y, a pesar de diferencias políticas de la cúpula de la banda de motoristas con el carácter semi o plenamente izquierdista de muchos miembros del movimiento hippie, los incidentes con ellos solían ser aislados, aunque Janis Joplin podía haberles dicho (y quizás lo hizo) que no siempre se podía confiar en los Ángeles del Infierno y su carácter violento. La realidad era que los grupos de San Francisco tenían buenas relaciones con los Angels, los habían defendido y tocado en sus fiestas -aunque no creo ni por un momento que fueran tan ingenuos, ¿o sí?-, de modo que, según Norman, es la propia Grace Slick quien invita a los Angels a subir al escenario. La cuestión era que invitar a los Angels era una técnica que ya había funcionado antes, mucho mejor que esperar a que se presentaran sin invitación arruinándoles la fiesta a todos; y si encima se les designaba como seguratas del escenario mucho mejor, y siempre era mejor que la presencia conflictiva de la policía, sobre todo en este violento bienio 1968-1969. Pero los Angels comenzaron a actuar más como matones que como personal de seguridad, cuando decidieron que los músicos que componían Santana podían ser un perfecto blanco en movimiento del lanzamiento de latas de cerveza. Una vez solucionado este incidente, la calma pareció volver. Pero de pronto volvieron los incidentes, y, sin razón aparente, los Ángeles del Infierno comenzaron a golpear a cualquiera que se le antojara y no sólo a los que se acercaban al escenario. Así que cuando Jefferson Airplane suben al escenario, ya literalmente tomado por la banda motera, la cosa está revuelta, y ni siquiera las buenas vibraciones de “The Other Side Of this Life” consiguen calmar los ánimos. Marty Balin no era ajeno a lo que estaba pasando, y le es casi imposible actuar al intermediar en peleas, y en un estado de cabreo llegar a lanzar su pandereta contra alguno de los moteros, mientras Grace, en una muestra de profesionalidad absoluta, sin dejar de cantar, llama insistentemente a la calma. En cierto momento, como se puede ver, los Angels derriban y se cierran en formación en torno a un chico negro que no parecía hacer otra cosa más que disfrutar de la música; el hecho enerva a Balin, que decide intervenir, y a cambio es dejado inconsciente por un puñetazo de alguno de los Angels. Las cámaras de los Hnos. Maysles dejaron constancia del suceso:

La transcripción aproximada de lo que Kantner dice es “¡Amigos! Me gustaría contaros lo que ha pasado: algunos de los Ángeles del Infierno hanhells_angels-12-6-1969-altamont015airplane golpeado en la cara a Marty Balin dejándolo inconsciente… Quiero daros las gracias por eso”. A lo que el Angel que salta le pregunta si le está hablando “a su gente”. Grace, en un intento de mantener la calma entre las dos partes, explica, quizás queriendo entender “lo extraño” que estaba ocurriendo, que los Angels estaban allí porque algunas personas se pasan de la ralla y ellos no golpean a la gente por nada, así que “dejemos de jodernos”. Probablemente fuera la suya la mejor visión de lo que allí estaba pasando (coincidiendo con este autor*, que nos da también el otro punto de vista, el de los Hell’s Angels y una frase repugnante de su autoría sobre “quién no querría subirse a zurrar a un rojeras melenudo que cantaba sobre la paz y el amor cuando hay comunistas –commies– que había que matar”… ¡Simpáticos los Ángeles del Infierno de USA!, ¿no os parece? Y luego la svastika es por “impacto visual”, ¡ya! Impacto visual, mis cojones): “La gente se vuelve loca, y necesitas a gente como los Angels para mantener a la gente a raya. Pero los Angels también- sabéis, no se golpea a la gente en la cabeza por nada. Así que ambos lados os estáis jodiendo ahora. ¡Dejad de joderos!”, dijo en un intento –mucho mejor que el de Mick Jagger- de calmar los ánimos. Los Grateful Dead iban a actuar a continuación, pero cuando supieron de la agresión sufrida por Balin, decidieron coger el helicóptero y marcharse, ya que, por lo visto, estaban pegando a los músicos. El hecho tuvo sus consecuencias: una, que intuimos, que las relaciones de los Jefferson Airplane con los moteros se congelaron; y la otra, tal como él mismo declaró, fue la marcha de Spencer Dryden del grupo, junto a otras cosas: Dryden preveía que la década que se avecinaba iba a estar repleta de estos “incidentes” de los que él no quería participar; algo después se unió al proyecto paralelo a Grateful Dead de country, New Riders of The Purple Sage.

De todas maneras, como valoración personal mía, la película de los Maysles muestra a una generación cansada, que comenzaba a sucumbir a sus propios vicios y excesos. Los documentales de Monterey Pop y Woodstock nos enseñaba a gente feliz, con muchas ganas de hacer cosas y de escuchar música… Pero Gimme Shelter, entre otras cosas, nos muestra un panorama de degeneración y de excesos, no sólo propiciado por el desolado escenario de la película del autódromo abandonado, en contraposición al bucólico panorama de Woodstock en la granja Yasgur –no tanto así Monterey-, anunciando una década violenta y la caída de aquella generación que tan sólo meses antes había sido elogiada en esos tres días de paz y música.


*Si visitáis la página a la que me refiero, he de advertiros, aunque esté en inglés. No sé si el autor del texto es el mismo propietario de la página (bastante interesante, eso sí),hells_angels-12-6-1969-altamont068 aunque el nombre Al Barger no sé si tiene relación con el mítico –y reaccionario- líder de Hell’s Angels, Sonny Barger, lo cual explicaría tanto la defensa a capa y espada de la banda motera como sus giros reaccionarios. La defensa de este autor consiste en que los Angels se vieron intimidados y amenazados ante los hippies drogados, y nos pone un ejemplo que os reproduzco aquí en esa foto: según el autor, este “freak” es el ejemplo del tipo de personas con los que tuvieron que lidiar. Más le valdría cerrar la boca, ¿acaso no ha visto la película? El tío de la foto es UNO de los HELL’S ANGELS. Tampoco es necesario haberla visto, si, como cacarea, se conoce de Pe a Pa lo que allí ocurrió: SÓLO LOS ÁNGELES DEL INFIERNO (y los músicos) PODÍAN ESTAR EN EL ESCENARIO. Y además, Philip Norman nos da en su libro una descripción totalmente detallada sobre tan pintoresco personaje, acreditándolo como un Ángel del Infierno…. Y para que veáis que no miento, aquí está el fragmento de la película:

A mí este tema no es que me vaya ni me venga, a parte de aumentar mi admiración por Marty Balin (y también por Keith Richards), pero siempre me ha llamado la atención como a ciertos personajes les hace gracia este capítulo y aplauden la actuación de los moteros: ¿es que hay quien considera divertido ir a un concierto y que te peguen? En mi opinión, sólo un tipo de personas puede aplaudir o divertirse con semejantes actos. Nuestros “hermanos mayores” podrían deciros lo que es ir a un espectáculo y que peguen sólo por el hecho de asistir y quienes eran los que pegaban…

Jefferson-Aeromodelismo: la Corona de la Creación


crown1968 fue un año de inflexión mundial, en el que la juventud tuvo un protagonismo indudable en las manifestaciones y protestas que sucedieron a lo largo del mundo movidos por diversas ideologías (generalmente izquierdistas, incluso algunas que ocurrieron tras el telón de acero, o al menos en sus bases). Fue un año de lucha, tensiones y crímenes, más dolorosos cuando venían avalados por la institucionalidad estatal: revueltas estudiantiles y huelgas obreras en España (no las primeras que ocurrían), el Mayo francés, la Primavera de Praga, la matanza en la Plaza de las Tres Culturas en México D.F., las protestas contra la guerra de Vietnam en Estados Unidos y en el Reino Unido… Y como colofón, los asesinatos de dos aladides estadounidenses de la paz y la comprensión: la del pastor negro Martin Luther King y la del senador aspirante a presidente Robert Kennedy. King, basándose en la “resistencia pasiva” de Gandhi, había abogado por la convivencia pacífica entre blancos y negros (y por extensión, con los latinos y los indios) y había intentado siempre aplacar las tensiones; y Kennedy había luchado en el Senado de Estados Unidos por la integración de la comunidad afroamericana, sobre todo en los Estados sureños, incluso desde antes de la presidencia de su hermano. El asesinato de ambos, quizás más el de King, además de tener por consecuencia inmediata el estallido de violencia en los barrios negros, propiciados también por una represión sobre ellos, parecía demostrar el fracaso de la estrategia de la rama de olivo. 1967, había sido el Verano del Amor, cuando todo parecía posible si sólo lo deseaba, pero 1968 era el choque frontal con la realidad, y de la dialéctica del flower power se pasó a otra más agresiva. Philip Norman, en su libro sobre los Rolling Stones, explica muy bien este cambio repentino, en el que los gurús y los niños de las flores fueron sustituidos por activistas radicales y el surgimiento de grupos semi-terroristas y semi paramilitares, a parte de un recrudecimiento de las actividades de los grupos de extrema-derecha. Y este cambio no le fue ajeno a la música.

Las tensiones raciales, la guerra de Vietnam, la lucha callejera también tuvieron su incidencia en el mundo del rock; hasta entonces, el rock, a excepciónGrace-Slick-Blackface-Smothers-Brothers de algunos grupos (como los Counry Joe & The Fish), no habían tratado el compromiso con la realidad, mientras que los cantautores de todo el mundo sí: y ahora era la hora en la que las bandas de rock debían también tomar conciencia de los problemas reales y bajarse de la nube lisérgica de flores y buenas intenciones. Pero no sólo temáticamente, también musicalmente hay un recrudecimiento de la música, generalmente basado en una especia de regreso a las raíces: los Rolling Stones habían vuelto a sus raíces de rythm’n’blues, al tiempo que escribían dos himnos para la lucha callejera (“Jumpin’ Jack Flash” y “Street Fighting Man”, pero también la semi-socialista “Salt of the Earth”); también los Beatles, en su “álbum blanco”, abandonaban los preceptos psicodélicos y sinfónicos y se volvían al rythm’n’blues y al rock duro; Bob Dylan no sólo ponía sus ojos en forajidos del Oeste, sino también en el folk de sus comienzos; los Doors le cantaban al “soldado desconocido” y sobre los disturbios raciales (“Peace frog”)… Y a ellos sumarles las bandas del nuevo rock duro que fueron surgiendo: Deep Purple, Iron Butterfly, Blue Cheer…, presagiando el nacimiento del heavy-rock del año siguiente. ¿Y los Jefferson Airplane?

JA no fue, para nada, ajeno a los cambios, sino todo lo contrario, sobre todo bajo la dirección artística de Paul Kantner, de quien sus compañeros dicen que era el más político de la banda. Si Baxter’s era una especie de manifiesto hippie, con invitaciones expresas, su álbum de 1968, Crown of Creation, confrontaban esa filosofía desde un aspecto más crítico y activista contra la política de su país, configurándose como un grupo medianamente político. En este disco mezclaban toda esa filosofía vitalista hippie con los miedos generacionales: los disturbios, la guerra, el holocausto nuclear, como observamos en la portada.

La canción de hoy, que es la que da título al álbum, está escrita por Kantner, y se basa en un texto de la novela apocalíptica de ciencia ficción de John Whyndam, The chrysalids (1955), con el permiso de su autor. Es una especie de grito de rabia y miedo ante la situación que se vivía, y, sin duda alguna, una de las mejores del grupo:

Crown of Creation

You are the crown of creation
You are the crown of creation
And you’ve got no place to go

Soon you’ll attain the stability you strive for
In the only way that it’s granted
In a place among the fossils of our time

In loyalty to their kind
They cannot tolerate our minds
And in loyalty to our kind
We cannot tolerate their obstruction

Life is change
How it differs from the rocks
I’ve seen their ways too often for my liking
New worlds to gain
My life is to survive
And be alive
For you…

¡Ah…!

Corona de la Creación

Tú eres la corona de la creación/ y no tienes ningún lugar a donde ir.// Pronto alcanzarás la estabilidad por la que te esfuerzas/ en la única manera válida,/ en un lugar entre los fósiles de nuestro tiempo.// En lealtad a su ralea,/ ellos no pueden tolerar nuestras mentes,/ y en lealtad a nuestra especie/ no podemos tolerar su obstrucción.// La vida es cambio,/ qué diferente de las rocas./ He visto sus maneras demasiado a menudo para mi gusto./ Nuevos mundos que conquistar./ Mi vida ha de sobrevivir/ y estar a salvo por ti…/ ¡Ah…!

Paul Kantner

En ese mismo año, el grupo presentó el disco en el programa humorístico y musical The Smothers Brothers Comedy Hour, y Grace Slick decidió, en homenaje al movimiento negro, pintarse la cara de negro y terminar la interpretación de esta canción con el puño en alto, haciendo un guiño de apoyo a los Panteras Negras y a su lucha, a pesar de la negativa de la dirección:

Tributo a Hair 7: 3-5-0-0


The Black Panthers in front of the Alemeda Courthouse during Huey Newton's Trial El tema que presentamos hoy es uno de los más fuertes del musical, y por eso traemos una foto que no se pertenece a la obra, sino que es una foto de algunos miembros del Partido de los Panteras Negras, de los que hablaremos más abajo.

Parece ser que en el musical la canción la cantan unos soldados que van a ser embarcados hacia Vietnam, mientras que en la película es una actuación de protesta en Washington de unos jóvenes vestidos de negro, quizás de Panteras Negras, que por alguna razón interfiere en los altavoces mientras el general larga su discurso, y que éste sabe solucionarlo sólo como los generales de este calao saben parar una canción que les incomoda. Y es que, a parte de Vietnam, EE. UU tenía otra “guerra”: sus distintos gobiernos, desde los días en que la esclavitud fue abolida, no fueron capaces de solucionar los problemas raciales; en muchos sentidos, integración significaba sumisión, ser el tío Tom. Los negros eran, extraoficialmente, ciudadanos de segunda. Desde el siglo XIX hasta nuestros días, los afroamericanos se unieron a diversos movimientos para reclamar su identidad y su dignidad: desde el cristianismo de los días de la esclavitud, pasando por el comunismo, y finalmente, en los años 60, en los movimientos pacifistas, en las iglesias protestantes, en la fe musulmana, e incluso en partidos radicales de inspiración revolucionaria. La guerra de Vietnam y la introducción de las drogas en sus barrios, en donde los hacinaban haciendo caer a sus jóvenes en una espiral de desesperación y vacío social, parecían ser una trama bien construida por los blancos para diezmarlos o para tenerlos adiestrados. El asesinato del líder musulmán Malcolm X y del pastor Martin Luther King, a pesar de las palabras de paz de ambos (en la última etapa de Malcolm), hicieron estallar en los barrios lo que ya venía tiempo cociéndose…

El Partido de los Panteras Negras (Black Panthers Party) surgió de la mano de unos jóvenes negros que se consideraban revolucionarios y se inspiraban en el marxismo y en el maoísmo. Sus fundadores más importantes fueron Huey P. Newton (brutalmente asesinado en 1989) y Bobby Seale; una de sus militantes más conocidas fue Angela Davies. El movimiento se consideraba un grupo de autodefensa contra la violencia de los blancos, del gobierno, de la policía, etc., de ahí su apariencia paramilitar y la exhibición de armas; pronto fueron declarados terroristas, mientras que otros grupos étnicos, como los nativos americanos, los asiáticos y los portorriqueños, fundaron también sus movimientos de autodefensa y colaboraban con ellos. A pesar de las arengas violentas de algunos de sus jefes y la predisposición de algunos de sus miembros a ello, en realidad, sus fundadores y jefes, tras ese aspecto de guerrilla, abogaban por acciones más prácticas como era la ayuda a los barrios negros, educación para los niños y adolescentes, y la erradicación del narcotráfico en sus barrios. Su relación con los hippies y con los activistas blancos existió, pero fue siempre un poco cautelar; en el mundo de la música, las relaciones también fueron un poco relativas: la práctica mayoría de los músicos negros, como Ike y Tina Turner o Jimi Hendrix, les apoyaban incondicionalmente, mientras que los músicos blancos, como Mick Jagger, aunque les apoyaran, no quisieron implicarse demasiado.

Volviendo a la canción, aclarados estos puntos, tiene más de lo que parece; por un lado, el título, “3-5-0-0” se refiere al número del primer contingente enviado a Vietnam: 3500 soldados; y, por otro lado, la canción toma versos y se inspira en el poema de Allen Ginsberg “Wichita Vortex Sutra”:

Three-Five-Zero-Zero

Ripped open by metal explosion
Caught in barbed wire
Fireball
Bullet shock
Bayonet
Electricity
Shrapnel
Throbbing meat
Electronic data processing
Black uniforms
Bare feet, carbines
Mail-order rifles
Shoot the muscles
256 Viet Cong captured
256 Viet Cong captured

Prisoners in Niggertown
It’s a dirty little war
Three Five Zero Zero
Take weapons up and begin to kill
Watch the long long armies drifting home

Prisoners in Niggertown
It’s a dirty little war
Three Five Zero Zero
Take weapons up and begin to kill
Watch the long long armies drifting home

Prisoners in Niggertown
It’s a dirty little war
Three Five Zero Zero
Take weapons up and begin to kill
Watch the long long armies drifting home

Ripped open by metal explosion
Caught in barbed wire
Fireball
Bullet shock
Bayonet
Electricity
Shrapnel
Throbbing meat
Electronic data

Tres-Cinco-Cero-Cero

Desgarrado por una explosión metálica/ atrapado en una alambrada/ bola de fuego/ balazo/ bayoneta/ electricidad/ metralla/ carne palpitante/ proceso electrónico de datos/ uniformes negros/ pies desnudos, carabinas/ rifles comprados por correo/ disparad a los músculos/ 256 prisioneros del Viet Cong// Presos en el Barrio Negro/ es una pequeña guerra sucia/ tres cinco cero cero/ Coged las armas y empezad a matar/ Mirad a los grandes ejércitos yéndose a casa// (repetición)// Desgarrado por una explosión metálica/ atrapado en una alambrada/ bola de fuego/ balazo/ bayoneta/ electricidad/ metralla/ carne palpitante/ proceso electrónico…

Mayo del 68: visión crítica


Este año que se celebran los 40 años del Mayo del 68, que se están haciendo aniversarios, conferencias, y un recital de Raimon al que servidor (ya que no pudo organizarlo en persona, porque el rectorado ya había dado el paso) va asistir y en primera fila a poder ser (ya que me perdí el de la Facultad de Económicas por razones cronológicas y porque Doc todavía no me ha inventado la máquina del tiempo), a mí me gustaría poner una visión crítica en todo esto. Aunque soy admirador de los hechos positivos que sacudieron el mundo, mi visión dista mucho de la canción (gran canción, pero algo naif para mi gusto) de Ismael Serrano «Papá cuéntame otra vez». 

¿Qué ocurre en el 68? Que la juventud primordialmente se levanta contra dictaduras de todo signo o contra democracias conservadoras falseadas. Los historiadores lo señalan muy bien: es la culminación de una frustración a nivel global surgida tras la Segunda Guerra Mundial. El mundo son dos bloques: uno, capitalista y demócrata, liderado por Estados Unidos, pero que no tiene reparos en pactar con dictaduras fascistas con tal de poner frentes contra el comunismo en todo el globo, ni en disolver manifestaciones con el ejército a balazos (Universidad de Kent State, Ohio); y otro, comunista, pero que en realidad dista de parecerse si quiera al comunismo que Marx propugnaba antes de la llegada de la igualdad, sino una dictadura burócrata-militar, y que es tan intervencionista como el otro bloque.
En Estados Unidos, el movimiento pacifista contra la guerra del Vietnam se fue transformando en un movimiento más violento. David Dalton, en su libro sobre los Rolling Stones, dice que los estudiantes, de poner flores en los fusiles de humo de la policía pinchaban los testículos de sus caballos con agujas, de llevar túnicas hindúes multicolores a portar camisas militares, y del pacífico acto de escuchar música mientras se fuma un buen peta a poner bombas. Por otro lado, Martin Luther King, líder de los derechos civiles admirado en todo el mundo, es asesinado por alguien pagado por quien todo el mundo sabe, pero nadie puede demostrar; tras su muerte, los barrios negros explotan movidos por la injusticia y la indignación en un torbellino de violencia. De los pacíficos pastores protestantes negros pasan a tomar el protagonismo grupos más radicales con apariencia militar, como los Panteras Negras: no obstante, sus líderes eran más coherentes y sensatos que muchos de sus seguidores, y el ejemplo de muchos de ellos, como Huey Newton o Angela Davies, no puede ser falseado sin sonrojarse. También muere asesinado Robert Kennedy, que representaba para los grupos pacifistas y el movimiento de Derechos Civiles la última esperanza dentro de la política, frente a su correligionario y sucesor de su hermano, Lyndon B. Johnson.
En México, en la Plaza de las Tres Culturas, la policía carga contra una concentración estudiantil. El resultado: varios muertos.
En Checoslovaquia, el intento de democratización del régimen comunista del presidente Dubček no gustó a Moscú, que envío a las tropas del Pacto de Varsovia a invadir Praga. Aquel suceso, frente a lo que algunos interesados digan, no simbolizó que muchos cuestionaran el comunismo como alternativa a la democracia o al dictadura fascista que había en Portugal, España, Grecia y en algún otro sitio, sino en adquirir una visión crítica a lo que Rusia entendía por comunismo y si realmente se diferenciaba en algo de otro régimen totalitario.
En París los estudiantes toman la calle. Importantes personas de la cultura los apoyan (cineastas, cantantes, escritores…). Los trabajadores se unen. Pero cuando el gobierno De Gaulle ofrece mejoras a los trabajdores, el Partido Comunista Francés, mediante su sindicato, ordena a los obreros a vovler al trabajo. De esta manera, la mini-revolución estudiantil fracasa, y toma la calle una manifestación gaullista.
En España, inspirados por el Mayo francés, también salen los estudiantes a la calle. Se producen disturbios, aunque disten mucho de la magnitud de sus compañeros parisinos, y el gobierno de Carrero decreta el estado de excepción.

Hablemos, de momento y por ahora, de España sólo. Aunque las movilizaciones estudiantiles del 68 fueron muy importantes, porque demostraron que había un enorme descontento hacia el régimen, es falso que fueran las movilizaciones estudiantiles: no se deben olvidar las del 56, que fueron incluso más audaces, no tanto por la magnitud de los hechos sino por la cercanía con la guerra civil y la existencia todavía de grupos guerrilleros, los Maquis, si bien en retirada. Tampoco hay que olvidar las pocas huelgas que algunos trabajadores tuvieron el valor de hacer: por ejemplo, la protagonizada por los mineros asturianos en el 63. Los mineros fueron detenidos y torturados; cuando sus mujeres fueron a pedir su liberación a los cuarteles, los guardia civiles las detuvieron, las torturaron y las rapron al 0. El entonces ministro Manuel Fraga, ya sabéis, uno de los padres de la democracia, dijo entonces: «así, las mujeres de los mineros no tendrán ya piojos».
Pero volviendo al 68: su influencia, aunque todavía tímida, fue innegable. La oposición vio que había realmente un amplio espectro de la población que estaba en contra de Franco y sus ministros. Tampoco hubo realmente un único foco, sino que aconteció en las más importantes universidades: Madrid, Santiago de Compostela, Barcelona, Bilbao… No es tampoco casual que muchos movimientos de canción de autor aparecieran, después de un año de gestación, justo entonces (Voces Ceibes en Santiago, Canción del Pueblo en Madrid…).

Pero ahora quisiera ser un poco crítico. Muchos de los que entonces participaron hoy tiene cuarenta años más, y en algunos, incluso, cuarenta años menos de pensamiento. Quedan irreductibles, y me enorgullezco de ser amigo de muchos de estos invencibles. Los otros son hoy en día políticos, profesores, locutores de radio (sí, ese), banqueros (después de despotricar tanto contra el capitalismo), golfistas de Polaris World… Y aquí encontramos varias tendencias diferenciadas:
En primer lugar, los que siguen siendo de izquierdas convencidos, pero en teoría, porque en la práctica tienen tendencias conservadoras-liberales y mercantiles.
En segundo lugar, los que estuvieron, siguen siendo relativamente de izquierdas, pero se avergüenzan de haber leído El Capital, de haber llevado fotos de «Che» Guevara, de haber gritado «¡Abajo el capitalismo!». Es una especie de síndrome de culpabilidad por ser de izquierdas, de estar todo el santo día pidiendo perdón por ello; y ocurre entonces que, de tanto bajarse los pantalones ante la derecha, se acaba pensando como ellos. Como ejemplo, esta columna que escribía Fernando Savater en El País: entre otras lindezas se permite insinuar que Rafael Alberti era un asesino (leed bien: RAFAEL ALBERTI; esto es como cuando el mindundi intelectual de Pemán llamó a d. Miguel de Unamuno «mal intelectual»):
http://www.elpais.com/articulo/opinion/mes/cuarenta/anos/elpepuopi/20080505elpepiopi_4/Tes
Y en tercer lugar los (no me muerdo la lengua) traidores. Antiguos marxistas, castristas o maoístas (éstos muy especialmente) que si bien otrora con la fe del centurión sentenciaban la muerte del capitalismo y el franquismo, hoy, con la moral de Torquemada, predican sobre los peligros del marxismo (¿) desde sus radios, cátedras o programas en Libertad Digital TV. Y si bien ayer defendían el derecho de un pueblo a protegerse con las armas, hoy, todo aquel que no vote al PP o a UPyD es culpable de complicidad con el terrorismo. ¿Fue esta gente realmente de izquierdas?, ¿o es que será verdad que los extremos acaban pareciéndose? Un poco de ambas cosas, no lo neguemos: la mayoría de éstos no pertenecían a la clase obrera, eran de familias acomodadas que jugaban a hacer la revolución.

40 años han pasado y las cosas no han cambiado. Hoy los universitarios se manifiestan contra el Plan Bolonia, al mismo tiempo que los rectores recuerdan el Mayo del 68. Estoy a favor de la movilización, pero también veo muchas veces entre ellos, justamente entre los que más gritan, a los futuros traidores: ya ni siquiera necesito 40 años para desencantarme; tengo 28 años y ya he nacido desencantado.
Leía en el órgano de la Complutense como el jefe del gabinete del rector se enorgullecía de traer a Raimon para celebrar el 40 aniversario de su recital en la universidad, y decía: «queremos acercar a los jóvenes aquel hecho». Aunque siempre se lo agradeceré, tengo cierto motivo para sentirme indignado: aquí hay un joven concreto que un buen día se dijo «Podría intentar que la universidad trajera a Raimon…», y empezó a moverse, buscando el apoyo de profesores, de la asociación de su facultad y del departamento de Filología Catalana (con los que, incomprensiblemente, no cuentan). Al conocer que el rectorado ya había pensado en traerlo, éste que escribe y firma envió en dos ocasiones sus servicios como voluntario sin obtener una respuesta en la primera ocasión y en la segunda sólo una nota informativa generada automáticamente. Tal vez sea sólo la frustración, pero uno se siente mal y menospreciado, especialmente al leer esas declaraciones; hubiera agradecido un «No, gracias: ya tenemos gente trabajando en ello»: tampoco quiero parecer un fanático
Así que celebrémoslo, pero no mitifiquemos, no idealicemos: hubo muchos aprovechados, desertores y medias-tintas. Dentro de 40 años los habrá de nuevo, y yo diré: «Recuerdo a ese que ahora es portavoz del PP gritar contra el capitalismo en una asamblea contra el Plan Bolonia».
Pido perdón al resto: estoy con vosotros.

NO A BOLONIA
BOLONIA EZ
NON A BOLONIA

Historia del movimiento hippy. II parte


Los cincuenta se acababan con el gran evento de la década: la Revolución Cubana (de la que en la actualidad sólo quedan iconos e imágenes, habiendo pasado de revolución popular a dictadura personal). Al mismo tiempo, la guerra fría se había recrudecido, muy especialmente por la experimentación con misiles y la carrera espacial que ambas potencias poseían, llegando en los dos lados a una esquizofrenia enfermiza que desemboca en ambos bandos en espionajes y contraespionajes. En Estados Unidos, es el siniestro senador McCartthy el que aprovecha la paranoia del país para llevar a cabo un auténtico control político sobre políticos y artistas más digno de un régimen fascista, o incluso de la rusia estalinista, que de un régimen democrático. Actores y directores, como Charles Chaplin, músicos como Pete Seeger, o escritores como Ginsberg, sufrieron el vigilante ojo del anticomunismo americano. El punto álgido internacional llegó cuando Fidel Castro, buscando aliados en este teatro, se define comunista y recaba la ayuda de la Unión Soviética: los rusos ponen misiles en Cuba apuntando a Estados Unidos. El momento es tan caliente internacionalmente que incluso el papa Juan XXIII apela al catolicismo de Kennedy para parar una locura. Años atrás, el presidente Eisenhower había acercado posturas con el general Franco, poniendo, a cambio de ayuda económica, bases en diversos sitios, como Rota o Torrejón.
Aquel momento de la guerra fría fue muy determinante: tuvo un tremendo impacto en la mente de muchos, especialmente de jóvenes, que empezaron a plantearse y a cuestionarse la fuerza militar. Fue precisamente el episodio de los misiles cubanos el que inspiraría a Bob Dylan una de sus mejores canciones de la época folk: «A hard rain’s a gonna fall» hablaba del miedo y de la posibilidad de la destrucción total bajo la amenaza de la guerra atómica. El movimiento folk se había renovado con nuevos nombres, como Joan Baez, Judy Collins, Tom Paxton, Richie Havens, y, por supuesto, Bob Dylan, que fue el primero de ellos en tener un éxito popular inequívoco del que muchos expertos aseguran que en cierto sentido fue su muerte artística. No suponía realmente una renovación de temas, pues el pacifismo y la lucha de los derechos civiles fue una constante del folk de los años 50, si bien, puede ser, la dimensión sindicalista hubiera decaído (excepto en Joan Baez). Folksingers blancos y negros se unen en las marchas por los derechos civiles de Martin Luther King.
Por otro lado, el mundo musical sintió la conmoción ante los grupos que venían desde el Reino Unido: los Beatles abrieron la puerta con su rock’n’roll y rythm’n’blues de raigambre americano, tras ellos grupos tan importantes como Rolling Stones, The Who, Kinks, Hollies, Animals… No suponían realmente una revolución de índole social, estrictamente hablando, pero sí una revolución en el mundo juvenil: ellos daban la impresión de no necesitar trabajar, de tener el destino en sus manos, de vivir al margen de lo que la sociedad exigía a los jóvenes: aquella era todavía una época en la que te tomaban en serio a partir de los 25 y no antes. Aunque las canciones pudieran ser frívolas a veces, o no decir nada más que «te quiero, me quieres», sí es cierto que abrían las nuevas posibilidades de una nueva forma de ver las relaciones entre los jóvenes. Sin embargo, estos muchachos todavía no tendrían grandes cosas que decir por ahora.
El panorama bohemio y underground era otra cosa. El mundo del jazz iba por otros derroteros, con nombres como Pharoah Sanders, John Coltrane y otros más; un mundo muy minoritario e intelectual comparado con el beat británico, el soul (rythm’n’blues comercial), el folk (hasta la llegada de Dylan minoritario) o el surf californiano. El nuevo jazz tenía componentes nuevos en el que, desde los días del be-bop, a la libertad creadora del intérprete se sumaban las experiencias lisérgicas. Desde finales de los 50, Timothy Leary y Richard Alpert, profesores de psicología de la universidad de Berkeley, junto al escritor de ciencia ficción Aldous Huxley, habían sintetizado el LSD, a principios como experimento del ejército americano, para desembocar en un elemento de la contracultura generalmente antimilitarista (elemento bastante engañoso). Pronto surgieron en Estados Unidos comunas dedicadas a la experimentación del cuerpo y la introspección mental en las que los sutas budistas e hindúes se unían a la marihuana y al LSD en una supuesta búsqueda de respuestas místicas más inducidas que auténticas. De ellas, la más famosa quizás fuera el grupo activista Merry Pranksters, los alegres bromistas, dirigidos por el escritor Ken Kesey (autor de Alguien voló sobre el nido del cuco) que plasmó las tempranas vivencias del grupo a bordo de un autobús, junto a Neal Cassady (el «musa» de los poetas beats) en el libro La gasesosa de ácido eléctrico (The Electric Kool-Aid Acid Test). Estos exploradores lisérgicos participarían e incluso organizarían las primeras marchas pacifistas contra la guerra de Vietnam y los primeros conciertos propiamente llamados hippies. Ocurrió entonces, hacia 1963 ó 1964, que confluyeron bajo más o menos el mismo objetivo, los exploradores lisérgicos, algunos de los folk-singers, los músicos de jazz, y los grupos de rock-garaje admiradores del pop británico: les unía principalmente el cuestionarse el papel de su país a nivel tanto nacional como internacional.
 

Musicalmente también es una era muy revolucionaria respecto a la música popular. Entre 1964 y 1965, en los locales de California y Nueva York se vive una intensa proliferación de nuevos grupos de folk y de jazz. Uno de ellos, que alcanzó un éxito popular considerable, fue The New Christy Minstrel, autores del popular «Green back dollar», que estuvo compuesto, entre otros, por Jim McGuinn, que luego formaría The Byrds, y Barry McGuire, un cantautor de folk-rock protesta que obtuvo un éxito disimulado con esta canción, obra de P. F. Sloan y Steve Barri, con una letra apocalíptica muy del gusto de la época, influida claramente por Dylan.

Otros grupos que fueron germen de los futuros grupos flok-rock californianos y de rock de San Francisco, fueron The Journeymen, The Mugwumps o Town Criers, grupos estos que no consiguieron el reconocimiento público, pero cuyos miembros triunfarían en distintas formaciones con nuevos lenguajes: de Journeymen saldrían Scott McKenzie (cantante que sólo tuvo éxito con una canción), y John y Michelle Phillips, que junto a los Mugwumps Mama Cass Elliot y Dennis Doherty formarían The Mamas & The Papas; por su parte, otros dos Mugwumps, John Sebastian y Zal Yanovski, formarían el grupo de bluegrass y folk-rock Lovin’ Spoonful.

En 1964 se les siguen considerando betanicks, pero poco poco el murmuro de la palabra «hippie» se va haciendo más claro y audible cuando los estudiantes activistas de izquierdas, los promotores de los derechos civiles, los aventureros lisérgicos y los místicos van confluyendo en algo que era curiosamente concreto e impreciso a la vez movidos por la nueva injusticia global: la guerra de Vietnam. No obstante, el componente político no fue tan determinante en un principio entre los hippies como el misticismo, el rock y las drogas, aunque las primeras manifestaciones contra la guerra de Vietnam vienen prácticamente de manos de líderes activistas inmersos en este nuevo mundo.
En 1967 el mundo hippie tiene su capital en la ciudad californiana de San Francisco, una ciudad abierta y tolerante tradicionalmente, que también había acunado a los antiguos beatnicks y hipsters; y más concretamente en el barrio de Haight Ashbury. Tampoco es casualidad que tuviera una localización geográfica concreta dada la heterogeneidad ideológica de EE.UU: conviene no olvidar que, al igual que los negros, un beatnick o un hippie no podía atravesar los estados sureños con la sensación de sentirse como en casa, al contrario que pasaba con toda California, Nueva York y otras zonas más abiertas a la diversidad cultural. El Haight Ashbury se convierte casi en un ghetto de los hippies, y a él se acercan diversos turistas para contemplar el fenómeno, entre ellos las estrellas del pop británico para ver la nueva música que allí se estaba creando: Grateful Dead, Jefferson Airplane, Quicksilver Messenger Service, Big Brother & The Holding Co., con la maravillosa Janis Joplin al frente, eran los nuevos grupos formados por músicos que venían de antiguas formaciones o aventuras en solitarios de folk, folk-rock o jazz, practicantes de un rock nuevo y refrescado que mezclaba magistralmente el rock y el blues con el folk, el jazz, instrumentos y ritmos orientales, y nuevas visiones musicales en ocasiones inspiradas por el consumo de drogas. Estos grupos tocan juntos en las múltiples salas de música que existían entonces: el Matrix, el Avalon Ballroom, vieron los mejores momentos de estos grupos antes de que las empresas discográficas mancharan su ambición de ser simplemente músicos de San Francisco populares.
En torno a la comunidad de Haight Ashbury surgen diversas propuestas artísticas: música, teatro independiente, poesía…, pero también negocios que traían todo lo que un hippie podía desear: discos, ropa oriental, collares, cuentas, instrumentos musicales contra más exóticos mejor… A parte el negocio subterráneo de la droga, pero junto a esto prolifera la Clínica Médica Gratuita, dirigida a los chicos con problemas de drogas: no se trataba de prevención y rehabilitación, sino de enseñar a como se podía utilizar una droga sin correr riesgos o, por lo menos, los mínimos. Haight Ashbury podía parecer un paraíso urbano, un lugar donde no trabajar y poder dedicarse a la expansión personal y espiritual de uno mismo y de su cuerpo. Pocas cosas había que sacaran a un hippie de su pretendido estado mental de paz espiritual. No obstante, otros entendían las ciudades como trampas mortales en las que se atrapaba y castraba el alma humana, y comprendían que el lugar del hombre era la naturaleza: algunos huyen a los campos y abren granjas donde fundar comunas y vivir de lo que producían (algunas de ellas hoy en día perviven, sustentándose de vender sus productos): la más famosa fue la granja de Hogh Farm.
Junto a las drogas surge el fenómeno del nuevo misticismo, propugnado por los poetas beats y otros pensadores contraculturales. No fue casualidad que el principal grupo hinduista de occidente apareciera a caballo entre Nueva York y el Haight Ashbury: los Hare Krishna. Los auténticos hippies comenzaron estudiando los textos sagrados de la India, China o Japón; algunos, por su parte, practicaban una suerte de neo-paganismo, mientras que otros fijaban su fe en las raíces del cristianismo. Sin duda alguna, a pesar de utilizar las drogas como medio, éste era en principio una práctica honesta y sincera, si bien la santidad de los gurús que permitían el uso de drogas a sus discípulos era bien discutible (si su religión lo prohibía, claro); pero en el momento en que las grandes estrellas del rock y del cine comenzaron a interesarse por estas prácticas, aparecieron multitudes de maestros espirituales que venían de la India, en donde no gozaban del respeto que decían poseer, con el único objetivo de «hacerse la foto» y ganar su espiritualidad a golpe de fama: el ejemplo más sonado fue el del Maharishi Mahesh Yogi, que utilizó las ansias espirituales de los Beatles para obtener fama, además de mostrar un interés más terrenal que espiritual por su discípula Mia Farrow.
El objetivo de los hippies era oponerse a la sociedad bienpensante americana mediante la religión, las drogas, la auto-marginación y las expresiones artísticas. Y en en Junio de 1967 dieron su grito de afirmación en el Festivla Pop de Monterrey, en donde actuaron sin cobrar (excepto Ravi Shankar, por aquello de tener que volver a la India) los nuevos grupos de rock de San Francisco, los grupos de blues, algunas estrellas del pop británico, junto al gigante del soul Otis Redding y al maestro sitarista Ravi Shankar.

Aunque opuesto a toda guerra, el hippie pretendía vivir al margen de cualquier activismo político, lo cual no le impedía participar en las manifestaciones por la paz/ contra la guerra. Se produce entonces una escisión dentro de ellos, quedando divididos entre activistas y pasotas. El activista solía ser un estudiante o poseer una gran cultura, pero más que místico su tendencia mental iba hacia el socialismo, y, en muchos casos, eran pacifistas pero no pacíficos. El pasota, por su parte, era el hippie en sentido estricto, con tendencia automarginativa e ideas, a veces, demasiado utópicas, frente al activista, que siempre optaba por la práctica. El activista siempre criticaba la falta de acción del pasota, al que acusaba de querer cambiar el mundo a base de canciones y oraciones, o de no querer cambiarlo en absoluto mientras siguiera existiendo su isla, mientras que el pasota le acusaba de querer cambiar el mundo para su beneficio al tiempo que inventaba el bonito término de lunático del poder. Un buen ejemplo de crítica contra los activistas es la canción de los Beatles «Revolution». Por lo general, los músicos suelen practicar el pasotismo, sin desdeñar sus buenas dosis de activismo: los hippies no eran tan políticos en la música como posteriormente se ha pretendido, aunque sintieran simpatías por movimientos como los Panteras Negras y sus equivalentes indios, portorriqueños y asiáticos; sólo hay un número contado de casos en los que la política es un factor determinante en la creación artística, como los Jefferson Airplane, los Who, Country Joe & The Fish, además de los folksingers y cantautores. Sin embargo, en 1968 los pacíficos Human Be-In y Tribal Stomps que venían realizándose desde 1966 fueron adquiriendo un cariz cada vez más político. De una manera feroz, las concentraciones dejaron de ser pacifistas y utópicas para convertirse en batallas callejeras. Fue, no obstante, un huracán que recorrió casi todo el mundo: el mayo francés, la Primavera de Praga, la matanza en la Plaza de las Tres Culturas en México, y nuestras primeras (descartando las del 56) revueltas estudiantiles. También se notó en sus ropas, que comenzaron a alternar los motivos orientales con ropas militares, motivos socialistas y camisetas con la efigie del «Che» Guervara. El año 68 fue el momento culmen en el que nuevas ideologías desafiaban tanto al status capitalista como al comunista que se habían establecido tras la 2ª Guerra Mundial. A partir de ese año, todas sus exhibiciones estarían fuerte y ferozmente marcadas por un halo político antimilitarista.
El otro gran éxito de los hippies fue el concierto multitudinario de Woodstock en 1969, cuya cifra de asistentes se aproximó de manera muy simbólica a la del número de combatientes que había en Vietnam. Pero la década de los 70 venía pisando fuerte, trayendo consigo un huracán de violencia y atentados terroristas de diversos símbolos, borrando los buenos sentimientos hippies que, aunque subsistiendo en las comunas y en las granjas, fueron desapareciendo por una razón: se pasó de moda, venían nuevas generaciones con nuevas demandas y cada vez más se contemplaba a los hippies como una rareza del pasado.

Los hippies no fueron más que, en muchos aspectos, otro movimiento juvenil con ansias de cambiar el mundo, cosa que consiguieron en parte pero sin librarse de que a la mayoría de ellos, como en todo movimiento juvenil, el mundo les cambiara. Como todo movimiento juvenil tuvo sus cosas buenas y sus cosas malas, frente a los maniqueísmos de considerarlos la mejor generación del s. XX o una panda de degenerados morales.
Hay que entender que como movimiento aparecen en una de las épocas más feroces de la guerra fría, con un nuevo frente comunista amenazante desde el Caribe. El ambiente de tensión, violencia, patriotismo exacerbado y militarismo promovió la necesidad de alejarse de un mundo regido tradicionalmente por las armas y buscar refugios en diversos paraísos artificiales, para poder explorar las profundidades del alma humana. Como radicalmente opuestos a la política de su país y promotores naturales de la lucha por los derechos civiles, los hippies no eran bien considerados por las instituciones clasistas y racistas de sus países; no en vano pueden afirmar, incluso con más derecho que sus predecesores beatnicks, haber sido el primer movimiento-moda juvenil totalmente inter-racial: mientras que los rockers eran generalmente blancos, y los funkies negros, o había un rock’n’roll blanco y otro negro, los hippies no reconocían colores: para ellos era perfectamente normal que un blanco tocara blues y un negro country’n’western. Fundaron gracias a sus nuevas conciencias movimientos que han tenido una importancia indiscutible: el movimiento ecologista fue re-fundado por ellos prácticamente. Lo mismo se puede decir respecto a las ideas de igualdad de sexos y de tolerancia sexual; también las ideas renovadas de igualdad y fraternidad propiciaron un cambio en la forma de ver las relaciones entre los seres humanos y sus culturas desde el respeto y sin «centrismos» culturales de ninguna clase.
Pero tuvieron sus defectos, de entre ellos el más grave fue el abuso de las drogas: desde los planteamientos de Leary y Alpert y otros, los hippies buscaron en las drogas aquel remanso de paz y sintonía espiritual que decían que los indios americanos, los shaivas (adoradores de Shiva) y otros obtenían gracias a su consumo propiciada por una visión bastante sesgada de estas culturas. Las drogas, lejos de enriquecer a la cultura del movimiento hippie, en realidad contribuyó a su destrucción y a propagar la visión de viciosos que de ellos se tenían, una publicidad alimentada por las sucesivas muertes de sobredosis de las grandes estrellas del rock: Brian Jones, Janis Joplin, Jim Morrison, Al «Blind Owl» Wilson, Ron «Pigpen» McKernan… Ante esto siempre cabe preguntarse si no fueron los servicios secretos americanos, al igual que a todas vistas parece que hicieron en los barrios negros, quienes promovieron la introducción y el consumo de drogas cada vez más peligrosas en el mundo hippie. A parte de los supuestos espías soviéticos, el enemigo interior que el gobierno americano decía tener era triple: los negros, los estudiantes y los hippies.
Pasaba algo parecido con la libertad sexual o con el marketing. Los hippies fueron víctimas de sus propios vicios: muy pronto la revolución de la conciencia, la libertad sexual y el hacer lo que quieras sinceros y honestos de algunos en principio, atrajo a un número importante de oportunistas a los que las revoluciones les importaba un pito: querían drogas y sexo nada más. Parecido era lo de la exploración espiritual, la cual, una vez fue manifestada por las millonarias estrellas musicales y cinematográficas su afición atrajo a un número significativo de gurús gorrones y charlatanes que, aprovechándose de la inocencia o ignorancia de las estrellas del rock, llegaron a desvirtuar en moda lo que en sus lugares de origen eran religiones serias y repetadas. El elemento bohemio y marginal que habían sido desde el año 64 comenzó a ser un negocio cuando las estrellas del pop británico comenzaron a practicar (o a intentarlo) ese estilo de vida: de repente, entre un grupo de gente que afirmaba despreciar el dinero se comenzó a mover un importante negocio de miles de dólares en la industria discográfica: ser hippie, en algunos sitios, estaba de moda. Pocas veces el utopismo de un mundo sin dinero basado en el respeto a los demás dio sus buenos resultados: Woodstock y Monterrey fueron magníficos, pero también está el desastre de Altamont protagonizado por los Rolling Stones, del que ya hablé un día. El dólar, enemigo declarado de los hippies en un principio, entró entre ellos para destruirlos de la manera más atroz en la que se puede destruir un movimiento juvenil: la frivolización de sus principios en estética y pseudo-elementos; abundan grupos de pop ñoños y frívolos que hacían letras bastante naïves con una pretendida y falsa base hippie.
Si bien los Rolling Stones pecaban de excesiva terrenalidad, los Beatles pecaban de excesiva espiritualidad. La marginación política por la que finalmente la mayoría optaban tenía también su cara y su cruz: se puede entender que ante la tensión, la violencia y el patriotismo exacerbado uno prefiriera apartarse del mundo; pero esto tenía su efecto negativo en lo tocante a las reivindicaciones serias de entonces, ya que se adquiría así cierto halo malsano de esnobismo intelectual muy perjudicial por un lado, y un egoísmo injustificado. Por supuesto hablamos sólo de los pasotas, los auténticos hippies, pues los activistas compartían ciertas pautas y estética, pero porque toda época tiene su estética. Esto fue muy notable también en nuestro país, cuando empezaron a instalarse en Ibiza parecían ignorar que existía una dictadura viva y operante.
En España, el hippismo entró diez años después de lo que se puede considerar su nacimiento, como ha venido siendo la tendencia de este país respecto a las modas y a las músicas, de la mano de Pau Riba, Jordi Batiste o Hilario Camacho, entre otros, dando lugar a grupos de tendencias psicodélicas y de rock progresivo sobre todo en Andalucía y Cataluña: Smash, Triana, Iceberg, Gong, Companyia Elèctrica Dharma, Barcelona Traction… Pero también de otros lugares: Dolores, los gallegos NHU, los vascos Errobi… No obstante, el hippismo a la americana no se entendió muy bien aquí, ya que conllevaba la marginación voluntaria y la no acción política. Dicen las malas lenguas que los que de aquí se hicieron hippies eran niños ricos que podían jugar a hippies y que, cuando se cansaran, podrían volver al puesto que su papá le tenía asignado en la empresa o en el negocio familiar (no sé hasta qué punto de verdad esto fue verdad, pero también se podía decir lo mismo de ciertos activistas).

Los hippies contribuyeron a cambiar el mundo de entonces, no se puede negar. Pero pagaron un precio muy alto, sucumbiendo a sus contradicciones, a sus vicios, quizás por ellos mismos, quizás por una mano negra que mueve los hilos hasta del mismo presidente de los Estados Unidos…

El Movimiento Hippy (I)


A un hippy le robas una vez, pero dos no.
Josete

Coincidencia o no, da la casualidad -o la causalidad, vaya usted a saber- que he puesto vídeos y temática de la música de los hippies sin haber caído en la cuenta de que estamos en el 40º aniversario del llamado Verano del Amor. Por esta razón, quisiera hablar del tema y homenajear así a una generación que plantó cara al sistema fascista encubierto de su país, empeñado en dirigir mediante la siniestra CIA los designios del mundo entero. Ésta es la historia de su música, porque creo que la historia del movimiento hippy es la historia de su música.

Lejos de lo que se suele pensar, el movimiento hippy no es tan simple como pareciera: en sentido amplio abarcaba a un buen elenco de gente con ciertos puntos en común: los estudiantes radicales, el movimiento pro-derechos civiles, los partidos de la nueva izquierda, el movimiento ecologista…; aunque también meten a gente que en realidad no eran hippies, y que, a veces, eran radicalmente opuestos a sus planteamientos, como eran los Ánegeles del Infierno, los Panteras Negras o el underground neoyorquino warholiano. Pero el hippy en sentido estricto era un personaje que decidía que no quería saber nada más del mundo pequeño-burgués, del sueño americano, de la industria, de la guerra ni de la política; se auto-marginaba y experimentaba con su cuerpo y su mente amaneceres espirituales, a veces lisérgicamente artificiales. La cita con la que abro, que me la dijo un antiguo amigo, es acertada del todo, y refleja el espíritu del hippy auténtico, dispuesto a creer en la supuesta bondad natural del hombre, aunque sepa que quedará defraudado: a un hippy no le robas con mentiras, se deja robar porque quiere confiar en todo el mundo, pero ya después no se dejará.

Para ver su historia hemos de remontarnos un poquito hacia atrás, a los años 50. El movimiento hippy no es un movimiento original, sino la evolución de un movimiento anterior. A finales de los años 40, el descontento con el american way of life era palpable en algunos individuos que eran llamados hypsters: era gente joven y aburrida de lo que su país les podía ofrecer; por esa razón se refugiaban en divertimentos que les aseguraban nuevas sensaciones y modos de ver la vida como era la marihuana, el jazz, sobre todo el be-bop de Charlie Parker, las religiones y filosofías orientales y una nueva poesía inspirada por estos elementos nacida en la auto-marginación dentro de los áticos y buhardillas de las grandes ciudades o en largos viajes a lo largo de la nación. El libro fundacional de esta generación era En la carretera, del novelista Jack Kerouac, uno de sus fundadores y principales ideólogos: es un libro semi-autobiográfico que relata esos viajes, y en los que el escritor hace aparecer disfrazados pero reconocibles, a sus correligionarios: Neal Cassady, el marginado cuya forma de vida inspiraría a la mayoría, el poeta Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti y otros. Ginsberg fue por su parte el padre de una poesía automática, improvisada (como el be-bop), nacida de una interioridad insobornable, que fue conocida como beat (ritmo), y a los seguidores de este estilo de vida beatnicks. Un beatnick era una mezcla de socialista (comunista o anarquista) en lo político, un budista en lo religioso, un cristiano en el sentido estricto y primigenio de la palabra en la moral, un marginado, un negro en lo musical, un vagabundo, un repudiado y un deprabado ante los ojos de la sociedad bienpensante americana. El beatnick da la espalada a las convenciones burguesas americanas y experimenta nuevas formas de expresarse, de vivir y de relacionarse incluso sexualmente; algunos inclusos experimentan con drogas más peligrosas como la morfina y la heroína, como William Burroughs, autor del delirante Almuerzo desnudo. Pero el beatnick suele tener un ánimo más individualista, mientras que el ánimo hippy será más comunal. Los puntos políticos que tienen en común crean un estrecho vínculo con los folksingers politizados coetáneos como Woody Guthrie, Pete Seeger, Leadbelly, que, no obstante, no son beatnicks: los beatnicks eran la parte mística, mientras que los folkies eran la parte política de una generación desilusionada: unos se auto-marginaban mientras que los otros decían que la lucha activa, aunque fuera con la música, era mejor opción. Esta diferenciación también será importante en el futuro.
En los clubs de jazz y de folk, los muchachos fugados de sus casas para tocar música, pintar cuadros o escribir poemas se codean a finales de los 50 y principios de los 60 con poetas beats ya consagrados, músicos de folk y de jazz, antiguos sindicalistas, miembros del casi ilegal Partido Comunista. Estos chicos nuevos son considerados todavía como beatnicks, y entre ellos encontramos a futuros valores como Joan Baez, Phil Ochs, y Bob Dylan. A principios de los 60 el elemento bohemio minoritario y clandestino se estaba poniendo relativamente de moda, más especialmente con el éxito popular, musical y literario de Bob Dylan, un chico que lee a Ginsberg y a Kerouac y que escucha a Woody Guthrie.
Al mismo tiempo, el mundo comienza a revolverse contra el status quo establecido tras las II Guerra Mundial. A finales de los 50, por ejemplo, en España se produjeron las primeras revueltas estudiantiles, en las que se encuentran mis admirados profesores Enrique Tierno Galván y José Luis Abellán. También allí se comienza a mover algo en las universidades, y también dentro del Bloque Soviético. Los años 40 y 50, que habían pasado tan tranquilamente en casi todas las partes del mundo, estaban dejando paso a una década que prometía ser movidita, con una guerra secreta y escalofriante aunque no declarada entre los dos grandes sistemas vencedores sobre el fascismo: la Guerra Fría estaba a punto de alcanzar algunos de sus puntos más calientes. En Estados Unidos, el deleznable senador McArthy investiga el comunismo, a veces infundado otras fundado, de artistas y políticos, en lo que se denominó la «caza de brujas»: un método fascista dentro de un país que dice estar orgulloso de su democracia. Los 50 se cierran con el hecho que marcará buena parte de las relaciones internacionales del mundo: la Revolución Cubana. Y mientras tanto, para luchar contra el comunismo, Estados Unidos busca aliados hasta en el infierno: Eisenhower abre los brazos al homicida general Franco, y éste le cede puestos para establecer sus legiones, unidos en la lucha anti-comunista.
La crisis de los misiles cubanos tuvo sobre buena parte de la juventud americana un efecto devastador, pero en algunas ocasiones positivo: muchos comenzaron a pensar que en el futuro el idioma de las armas debe de ser erradicado totalmente e implantar nuevas conciencias para evitar la total destrucción. El movimiento pacifista estaba naciendo alrededor de todo el mundo, y muy especialmente en Estados Unidos.

Altamont: cuando los Ángeles del Infierno quitaron protagonismo a Mick Jagger


No es por ser macabro, pero de todos los sucesos que han ocurrido en el mundo del rock’n’roll, el concierto gratis de Altamont me parece de lo más sobrecogedor. Como muchos ya sabréis, fue un concierto en el que ocurrió un asesinato que, a día de hoy, sigue levantando incógnitas inconfesables, como casi todo lo que rodea a los Rolling Stones. Me baso en el libro Rolling Stones de Philip Norman para describir esto. Para muestra: 

 

Según Philip Norman, en los años 68-69 los Rolling Stones se embarcaron en unas giras titánicas, siendo una de las mejores aquella en Estados Unidos en la que compartieron cartel con B. B. King y Ike & Tina Turner, en el año 69. Aunque impecable toda la gira, con estos compañeros excepcionales, la banda fue duramente criticada por parte de publicaciones especializadas, especialmente Rolling Stones, la revista que lleva su nombre: principalmente la queja iba dirigida al excesivo precio de las entradas, pero también a que les pareció que no estuvieron tan a la altura como sus teloneros, de los que -decían- estaban demasiados pendientes (en descargo suyo hay que decir que los eligieron ellos y que además no estamos hablando de principiantes: estamos hablando de B. B. King y Tina Turner); también se le echaba en cara su indolencia de super-estrellas, debido sobre todo a una manía que cogieron de hacer esperar a la gente hasta una hora después del comienzo del concierto (una fea costumbre que todavía siguen practicando). Todas estas cosas calaron bien en el conjunto británico, y, al igual que meses atrás hicieron en Hyde Park, decidieron hacer una especie de concierto resarcimiento para el público americano. Hablaron con algunos de los promotores musicales más importantes de aquellos días y convinieron en hacer un concierto gratis en algún lugar, inspirándose en el grandioso Woodstock de hacía algunos meses atrás, en donde parecía que la paz y el amor se habían aliado con la música, resultando unas jornadas agradables con mucha buena música de todos los estilos punteros de entonces junto a otras cosas… Para la ocasión, aunque fuera un concierto con ellos como estrellas principales, se reclutó a algunos de los mejores grupos musicales norteamericanos de entonces: Flyin’Burrito Brothers, Santana, Crosby, Stills, Nash & Young, Jefferson Airplane… Los agentes de los Rolling Stones, junto al promotor Chet Helms, al mánager de los Grateful Dead, Roc Scully, y el escritor radical Emmet Groggan, eligieron para realizarlo un circuito automovilístico en Altamont, California.

 

El problema fue la seguridad: un concierto gratuito con mucha gente y mucha droga, aunque fuera gente que creyera en la paz y el amor universal, no daba demasiada confianza; la idea de la policía no era una buena solución: los últimos conciertos celebrados entonces habían quedado empañados por la, por un lado, la represión policial, y por otro, la acción calculada de grupos activistas hippies como los Diggers o los Weathermen, o raciales como los Black Panthers. Por esa razón, alguien, que no quiere acordarse de que fue él, y todavía no se sabe quién fue concretamente, aconsejó confiar la seguridad a los Hell’s Angels, los Ángeles del Infierno: «Hay cierta gente que se pasa de la ralla, y para eso tienes a los Ángeles». Philip Norman, el autor de este libro, asegura que la idea tenía cierta lógica: en otras ocasiones se demostró que era mejor invitarles a que aparecieran de repente pretendiendo entrar gratis y aguando la fiesta a los demás. Para los Rolling Stones, el nombre Hell’s Angels les recordaba a aquellos muchachos que se ocuparon en el Hyde Park de Londres de su seguridad: en realidad, estos no eran más que unos de tantos imitadores que a la banda americana les apareció alrededor de Europa, y, quitando el mal gusto de lucir insignias fascistas, aquellos eran tan inofensivos como los hippies que acudieron al concierto. Pero no así los Ángeles californianos.
Existe un libro llamado Ángeles del Infierno. Una saga sangrienta, de Hunter S. Thompson, un periodista y escritor radical que convivió con ellos durante una temporada atraído por su halo maléfico y acabó desencantando. Hunter cuenta como se montó con ellos alrededor de los estados americanos, en pic-nics y fiestas y en las carreteras. Como muestra de su desencanto apunto que al principio Hunter defendía que los Ángeles usaran las swastikas y otros motivos fascistas como medio de provocación y de impacto visual para acabar diciendo que en realidad los Ángeles eran virtualmente nazis debido a todo aquello que vio: por un lado, el llevarse bien con ciertas bandas motoristas de negros, pero no invitarles a sus fiestas porque «no son nuestra gente», y, por otro, un desagradable suceso que ocurrió en los comienzos del movimiento hippie y de la protesta anti-bélica. La flor y nata de la contracultura americana, encabezada por el poeta Allen Ginsberg, estaba enamorada del modo de vida de los Angels y de su suciedad cálida, de que fueran otro tipo de marginados voluntarios; por esta razón, los invitaban a sus fiestas, en donde podían escuchar buen rock duro y tomar drogas diversas. Pero meses después, en una de las primeras marchas anti-Vietnam, los estudiantes y los hippies fueron en Berkley increpados con gritos de «¡Rojos! ¡Putos comunistas!» no por el partido republicano, el KKK o las Hijas de la Revolución, sino por los propios Hell’s Angels. A raíz de ahí, también los hippies vieron que aquellas swastikas eran más que un elemento folklórico -en el mal sentido de la palabra-; Allen Ginsberg, en una larga arenga poética, llega a decir: «¡Dadle la vuelta a la swastika y devolvédsela a los hindúes!» (recordemos que la cruz gamada es una perversión de un símbolo religioso jainita, una religión de la India, y que, aunque sea anecdóticamente, Ginsberg era judío de nacimiento). A pesar de esto, los grupos de rock de San Francisco y las bandas militantes siguieron teniendo una extraña camaradería con esta gente, aunque se hubiera demostrado que para tomar drogas estaba bien, pero a la hora de estar a lo que se tenía que estar, los Ángels no sólo no estaban, sino que estaban al otro lado. Hunter reflexionaba diciendo: «Si querían provocar, por qué en vez de la cruz gamada no llevaban la hoz y el martillo. Imaginen: una banda de matones comunistas motorizados invade las autopistas de América». Y francamente, no le falta razón.
Pero así eran ellos, puro vicio, violencia y suciedad que, sin embargo, estaban consiguiendo una popularidad pasmosa entre los círculos underground, reconociéndolos como hermanos en la auto-marginación, pero con unas ideas diametralmente opuestas.

Aún así, los promotores confiaron en que la música hermanara a todos en paz y amor, a pesar de que, como señala Norman, el concierto caía en una época en la que la luna estaba en Scorpio, provocando un clima de violencia: es curioso que gente tan mística no viera este dato y sí confiara en que la Era de Acuario lo solucionara todo. Y así, en diciembre, se continuó con el plan. Se contrató a los hermanos Maysles para grabar el evento; dicha película, casi una rareza, tendrá su dramática importancia.

Si bien parecía que todo marchaba sobre ruedas, la llegada de la banda motorista comenzó a aguar la fiesta, aunque fueran recibidos con aplausos y diversos convites a vino y porros; pero los Angels, cargados con litros de alcohol y mal LSD, hicieron pronto su estrepitosa entrada haciéndose notar y dejando bien claro quién era el que mandaba allí. De hecho, los Angels acabaron tomando el escenario secuestrando literalmente a todos los músicos que tocaban. La actuación de Santana fue saludada por ellos con una salva peligrosa de latas de cerveza; después los Angels golpearon al azar a toda la asistencia, provocando que el cuarteto de country-rock Crosby, Stills, Nash & Young tocaran sus canciones de rigor y se marcharan a prisa y corriendo. Sólo la actuación de los Flyin’Burrito Brothers pareció transcurrir en una calma relativa. Sin embargo, durante la actuación de Jefferson Airplane, el mismo conjunto no pudo contenerse ante los abusos de los moteros (a pesar de haber sido uno de los grupos que más los había apoyado en el pasado) y decidió intervenir. No perdáis de vista a Marty Balin, el cantante (el que lleva sombrero), mientras Grace Slick llama a la calma:


 

Philip Norman cuenta que este altercado se debió a que varios moteros comenzaron a encerrar amenazantemente a un chico negro, y Balin, bastante harto de cómo se estaba tratando al público (si os habéis fijado, les llega a arrojar a los Angels la pandereta), decidió intervenir en su defensa y recibiendo una bandada de golpes que le dejó sin conocimiento. Días después, el líder de los Angels, Sonny Burger, explicaba y justificaba el comportamiento de los motoristas diciendo que algunas de sus motos habían sufrido ataques e incluso alguien quemó una de ellas (lo que queda en el aire es saber si esos ataques a las motos se produjeron antes o después de sus ataques a la gente).
Para colmo de todo, los Stones tardaban en salir, como de costumbre, ayudando a acrecentar peligrosamente el nerviosismo y la violencia. Cuando Mick Jagger apareció en el escenario no pudo si quiera moverse de tan abarrotado que estaba de moteros. A pesar de estar viendo lo que pasaba, a pesar de todos los golpes y abusos, y de su propio compañero Keuth Richard llamando la atención a uno de ellos, Jagger, obnubilado por su petulancia, según algunos, dicen que cometió una enorme imprudencia: no, no fue que cantaran «Simpathy for the devil» como después se dijo, sino de cómo, pretendiendo mantenerse ciego y sordo a la situación, actuó como si nada de aquello estuviera pasando:

 

En aquellos momentos más o menos, Meredith Hunter, un joven negro que vestía un elegante pero llamativo traje verde, se abrió paso entre la multitud. Parecía llevar un arma. En ese momento, un joven Hell’s Angel le asestó varias puñaladas. Se intentó reanimar y salvar la vida del joven, pero los escasos equipos del recinto no lo permitieron (ahorro algunas anécdotas algo desagradables sobre el comportamiento de la organización de los Stones por no estar confirmadas). Aquí se puede ver la secuencia ompleta junto a un alegato en defensa del comportamiento del Angel:

Parece tener razón, pero tampoco puede uno evitar, después de haber leído el parte de lesiones narrado por Philip Norman, pensar que la agresión es muy desproporcionada, y siempre te queda, detrás de tantas explicaciones, la mayoría referente al código de honor y conducta de los Angels, si el filo-nazismo pretendidamente folklórico de la banda no tuvo nada que ver en esta desproporcionalidad.
En cualquier caso, a mí, desde que leí todo esto referente a estos motoristas, me sorprende por qué unas personas tan involucradas en el pacifismo, en la lucha por los derechos civiles, tan amantes del «buen rollo», seguían teniendo una estrecha relación con gente que era lo contrario a ellos. Pienso que de haber existido en España un grupo de gente que sin ser abiertamente de extrema-derecha, hubieran lucido con tal orgullo las cruces gamadas, pero hubieran tenido algo en común con los estudiantes radicales de los años 70, jamás se hubiera confiado en ellos para nada. Uno no puede evitar comparar eto con los incidentes provocados por los Cristo Rey en los recitales de los cantautores, pero con una salvedad: a los Cristo Rey nadie les invitó (de la organización del concierto, quiero decir).
Que cada uno saque sus propias conclusiones. La mía es: mal por Mick Jagger, bien por Marty Balin y Keith Richards.
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