Cuando la voz ronca y potente de Eric Burdon y el vibrante órgano de Alan Price comenzaron a tocar unos acordes que no sólo se convertirían en históricos, sino que ya eran históricos, cuando hacia 1965 los Animals acompañaban en gira a Chuck Berry, quizás desconocieran que estaban devolviendo a su dimensión popular a una canción tan vieja, tal vez, como la ciudad de Nueva Orleans.
Artistas de todos los campos, desde dramaturgos y novelistas hasta bluesmen y blueswomen, anónimos o conocidos, entre el siglo XIX y el siglo XX, describieron la ciudad de Nueva Orleans (la ciudad colonial estadounidense por excelencia, en donde se mezcla el pasado francés, español y el anglosajón con la cultura afroamericana y el inmemorial legado indio: un auténtico crisol de culturas) como un lugar en el que la oportunidad se vuelve vicio y la gente que va a ella a vivir acaba atrapada en un destino de corrupción e inmoralidad sin salida: una ciudad en donde todo es posible, pero a qué precio. Ése es precisamente el origen de la canción folklórica más conocida del mundo: “The House of the Rising Sun”. Los orígenes de la canción son imprecisos, ya que es tan versátil a través de sus versiones que no se puede decir si es la nieta de una antigua canción inglesa, como sostiene Alan Lomax –el gran folklorista estadounidense-, o si es un blues hecho por negros. Pero no sólo su música es así de versátil, sino también su letra: la canción nos habla en primera persona de alguien que, económica o moralmente, se ha arruinado en un antro conocido como “La Casa del Sol Naciente”, pero no hay una clara letra arquetípica, y el protagonista de la canción puede ser tanto un hombre como una mujer, en cuyo caso, la temática de la canción cambia considerablemente. Si es una mujer la que canta, “La Casa del Sol Naciente” resulta ser un prostíbulo en donde ella ha vendido su ser y su vida y le resulta imposible salir de ahí; pero si es un hombre, y aún sin descartar la teoría del prostíbulo, viene a ser más
bien una casa de juegos en donde el protagonista se ha arruinado y la única manera de salir de la miseria es volver a probar a suerte en el antro. O puede, poniéndonos metafísicos, que la Casa del Sol Naciente sea una metáfora sobre la ciudad de Nueva Orleans, o un arrabal suyo –o todos en conjunto-, tal y como se ha descrito. No obstante, en el enlace de arriba a la wikipedia, se recogen algunos lugares, que ya no existen, que reclaman haber sido la famosa casa del amanecer (quizás llamada “del sol naciente” porque en ella te daban las del alba).
Como toda canción folklórica, sus orígenes no son claros, y mucho menos su autoría. Alan Lomax sostenía que la autoría de la canción pertenecía a dos estadounidenses de Kentucky, Georgia Turner (a la que produjo la canción) y Bert Martin (lo cual explicaría la ambigüedad del narrador) en base a una tradicional melodía inglesa:
La versión más antigua registrada pertenece a Clarence “Tom” Ashely, quien la aprendió de su abuelo, y Gwen Foster, en 1934:
En 1938 la grabaría el cantante country y directivo discográfico Roy Acuff: obviamente, la canción debió de empezar a volverse muy popular en Estados Unidos a causa de la Gran Depresión, que marcó las dos décadas siguientes tanto social como culturalmente:
Así, en los años 40 y 50, los jóvenes folkloristas y cantautores que surgieron en la posguerra la convirtieron en un estándar en sus recitales y grabaciones, dándole su identidad étnica dependiendo, a menudo, de la del cantante: Leadbelly, Woody Guthrie, Pete Seeger, Odetta… Hicieron sus versiones, como de las grandes canciones populares norteamericanas, quizás orientadas a la temática más social que folklórica en ocasiones.
Y así, de los viejos folksingers pasó a los jóvenes cantautores de folk y country que se arremolinaban en torno a los cafés del bohemio Greenwich Village neoyorquino: uno de ellos fue Dave Van Ronk, quien, al parecer, le dio a la canción un toque personal muy original con sus arreglos, y se la enseñó a otro joven folksinger llegado de las tierras de Minnesota:
Así pues, cuando en 1962 apareció el primer disco de Bob Dylan, de título homónimo, Van Ronk se disgustó mucho con él porque en los créditos del disco su versión de “House of the rising sun” no aparecía como acreditado de los arreglos, aunque tampoco venía ninguna otra indicación:
Sin embargo, ni Van Ronk ni Dylan fueron los únicos en grabar su versión de la canción, ya en 1960 lo había hecho Joan Baez en un estilo más próximo al blues, probablemente aprendida de Seeger:
Ésta es la letra más tradicional que he encontrado -según el enlace (http://www.songfacts.com/detail.php?id=439)- con protagonista femenina:
The House of the Rising sun
There is a house in New Orleans They call the Rising Sun.
It’s been the ruin of many a poor girl, and me, O God, for one.
If I had listened what Mamma said, I’d ‘a’ been at home today.
Being so young and foolish, poor boy, let a rambler lead me astray.
Go tell my baby sister never do like I have done.
To shun that house in New Orleans they call the Rising Sun.
My mother she’s a tailor; she sold those new blue jeans.
My sweetheart, he’s a drunkard, Lord, Lord, drinks down in New Orleans.
The only thing a drunkard needs is a suitcase and a trunk.
The only time he’s satisfied is when he’s on a drunk.
Fills his glasses to the brim, passes them around.
Only pleasure he gets out of life is hoboin’ from town to town.
One foot is on the platform and the other one on the train.
I’m going back to New Orleans to wear that ball and chain.
Going back to New Orleans, my race is almost run.
Going back to spend the rest of my days beneath that Rising Sun.
La Casa del Sol Naciente
Hay una casa en Nueva Orleans. La llaman El Sol Naciente./ Ha sido la ruina de muchas pobre chicas, y yo, Oh Dios, para una.// Si hubiera escuchado lo que mi mamá me dijo, estaría hoy en casa./ Siendo tan joven y tonto, pobre muchacho, dejé que un vagabundo me descarriara.// Dile a mi hermana pequeña que nunca haga lo que yo he hecho./ Que rehúya de esa casa de Nueva Orleans que la llaman El Sol Naciente.// Mi madre es costurera; vendió esos vaqueros nuevos./ Mi novio es un borracho, Señor, Señor, bebe en Nueva Orleans.// Lo único que un borracho necesita es una maleta y un baúl./ El único momento en el que está satisfecho es cuando está bebido.// Llena sus vasos hasta el borde, los pasa a su alrededor./ El único placer que obtiene de la vida es vagar de pueblo en pueblo.// Un pie está sobre el andén y el otro en el tren./ Vuelvo a Nueva Orleans para llevar esa bola con cadena.// Vuelvo a Nueva Orleans, mi carrera está casi acabada./ Vuelvo a pasar el resto de mis días bajo ese Sol Naciente.
La versión de Dylan cruzó el charco, y llegó a uno de los jóvenes grupos de blues y rythm’n’blues británicos: The Animals, grupo que –en mi opinión- interpretaron de una manera más profesional la música tradicional afroamericana; y así, el grupo encabezado por Eric Burdon y Alan Price puso en las listas de éxitos una de las canciones más conmovedoras del imaginario tradicional estadounidense, no sé si cambiando la letra, o apoyándose en alguna de las innumerables versiones existentes.
The House of The Rising Sun
There is a house in New Orleans
They call the Rising Sun
And it’s been the ruin of many a poor boy/ girl
And God I know I’m one
My mother was a tailor
She sewed my new bluejeans
My father was a gamblin’ man
Down in New Orleans
Now the only thing a gambler needs
Is a suitcase and trunk
And the only time he’s satisfied
Is when he’s on a drunk
Oh mother tell your children
Not to do what I have done
Spend your lives in sin and misery
In the House of the Rising Sun
Well, I got one foot on the platform
The other foot on the train
I’m goin’ back to New Orleans
To wear that ball and chain
Well, there is a house in New Orleans
They call the Rising Sun
And it’s been the ruin of many a poor boy
And God I know I’m one
http://www.lyrics007.com/The%20Animals%20Lyrics/House%20Of%20The%20Rising%20Sun%20Lyrics.html
La Casa del Sol Naciente
Hay una casa en Nueva Orleans/ que la llaman El Sol Naciente/ y ha sido la ruina de muchos pobres chicos-chicas/ y Dios sabe que soy uno de ellos.// Mi madre fue costurera,/ cosió mis vaqueros nuevos,/ mi padre fue un jugador/ en Nueva Orleans.// Lo único que necesita un tahúr/ es una maleta y un baúl,/ y el único momento en que está satisfecho/ es cuando está bebido.// Oh madre, dile a tus hijos/ que no hagan lo que yo he hecho,/ pasar vuestras vidas en el pecado y en la miseria/ en la Casa del Sol Naciente…
La interpretación de los Animals fue versionada por un grupo de pop catalán llamado Els Dracs (los dragones) como “La casa del sol neixent”:
Más versiones indispensables. Comenzando con los cantautores de la posguerra. Woody Guthrie interpretándola como balada country:
Pete Seeger, por su parte, prefiere una interpretación más cercana al blues:
La impresionante Odetta:
Y, siguiendo con las damas negras de la canción, la gran Nina simone:
La sudafricana Miriam Makeba:
De las versiones de los nuevos cantautores estadounidenses de los 60, me gustaría resaltar la de Tim Hardin –uno de mis favoritos-, que parece basarse mucho en los arreglos Van Ronk-Dylan. Escúchala: http://www.goear.com/listen/da7c13b/the-house-of-the-rising-sun-tim-hardin
Vamos acabando, dando un salto en el tiempo, con la hermosa versión de la cantautora irlandesa Sinéad O’Connor:
Y, finalmente, como le vi ayer en televisión, Mr. Eric Burdon, gozando de buena salud:
El tema de los prostíbulos ha sido, por otra parte, un motivo recurrente en literatura; a veces se ha hablado de las vidas de las prostitutas, y otras, se ha hecho un elogio del recurso a la prostitución como una de las prácticas de la bohemia: un tema bastante trasnochado y falseado. Podemos ocupar páginas y páginas de lo fructífero que fue el hecho de que Picasso o Baudelaire acudieran a los lupanares, además de para satisfacer su libido, para inmortalizar en sus obras a anónimas mujeres que no tuvieron otra que ganarse la vida vendiendo su cuerpo. Artistas geniales, sí, pero prácticas que pesan como una losa sobre su reputación y que a veces sirven para excusarles, y no por argumentos pacatos. Se podrá exculpar, no obstante, a aquel artista que prescindiera de los habituales servicios de un burdel para pagar a la mujer por ser musa y modelo de su obra y nada más.

Este es uno de los motivos que recojo en mi novela, Redención (Nuestro último baile), en donde aparece un prostíbulo inventado, La Casa Roja, que es dirigido por un cruel y egocéntrico proxeneta llamado Pietro Castello. Este sitio, quizás como La Casa del Sol Naciente, no existe como sitio en particular, y sí existe como sitio en general. Su nombre es la mezcla del título de esta canción (e hipotético nombre del prostíbulo al que se refiere, si fue tal) y el denominado Barrio Rojo de Ámsterdam (bandera de una engañosa y mal llamada libertad sexual). Así pues, la Casa Roja es uno de los escenarios de mi novela, cuando Susi tiene que hacer una visita en el transcurso de sus investigaciones y reflexiona sobre la prostitución, quienes recurren a ella y su glorificación por los seudointelectuales pretendientes a bohemios y demás falsos progresistas.
Nunca me he tragado eso de la libre elección de una mujer para prostituirse, por mucho que me hablen de esas mujeres que lo hacen porque quieren y ganan mucho dinero; el problema es que esas mujeres no lo hacen por subsistir, sino por satisfacer su afán de lujo, y en sus prácticas condenan a las mujeres que se han visto obligadas por necesidades reales y no por tener un abrigo de bisón para cada día de la semana: cuando la miseria gobierna, no hay libertad de elección; y cuando defendemos que es un recurso muy válido para cuando la mujer no encuentra un trabajo que le permita vivir con dignidad, parece que no nos demos cuenta de lo enfermizo de nuestros argumentos. La prostitución NO es un trabajo digno, de hecho, ni siquiera podemos considerarlo trabajo; la prostituta SÍ es digna, porque es una persona que tiene que arrastrar esa dignidad para sobrevivir, y cuando los abolicionistas decimos no a la prostitución, ni denigramos ni estamos en contra de la prostituta; al contrario.
No me vale esa mierda de argumentos de que hay mujeres que llevan tanto tiempo en esto que ya no saben hacer otra cosa (argumento que nos arruina cualquier programa de rehabilitación); no me vale esa porquería de que hacen una función social porque hay hombres solitarios, porque eso me pone en una situación de privilegio que detesto, y resulta que no es lo mismo para las mujeres solitarias, cuyo recurso es la prostitución masculina de lujo; odio cuando se argumenta a favor desde una libertad sexual que no puede existir donde la miseria arrastra a miles de mujeres a vender su cuerpo, y desprecio el argumento de arriba de que así nos posicionamos contra las prostitutas: argumento esgrimido por pseudosindicatos de «trabajadoras del sexo» que, en realidad, son sindicatos verticales dirigidos por los proxenetas. Es al contrario: respeto a toda persona que intenta ganarse un sueldo sin hacer daño a nadie, pero no a quien defiende la existencia de dichos trabajos por el argumento, enmascarado o no, de que por su existencia ellos pueden mantener su estatus de privilegio. La legalización no es una solución: solo servirá para regular a los proxenetas como empresarios de facto y hacer de la moderna esclavitud un negocio legal. Se acabará con la «trata» porque será considerada legal. ¿Pero realmente creéis que parte de su sucio dinero pasará a las arcas del Estado a través de los impuestos? Cada vez que se defienden estos argumentos, se dignifica la labor no de la prostituta, sino del macarra.
Cosas así piensa Susi en ese capítulo de Redención (Nuestro último baile), haciéndose vocera de mis pensamientos sobre el tema. Y no, The House of The Rising Sun no es un alabanza a la prostitución; es al contrario.
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Más que una historia de amor: una balada de heavy metal.