Argumento

Guillermo Niño Pérez es un expolicía franquista que se enfrenta a un juicio inminente por sus torturas durante la dictadura y la transición, a la vez que vive obsesionado por un misterioso vecino y atormentado por el recuerdo de un crimen que cometió durante sus años de servicio. En medio de todo esto, descubre la existencia de un asesino en serie que parece imitar sus métodos de tortura, y decide tratar de demostrar su identidad.
Es una historia que transcurre en la actualidad, aunque hay flashbacks hacia su pasado que nos permiten conocer la historia y la personalidad del inspector Niño. Comprender el presente conociendo el pasado.
Génesis
La idea de Billy («algo es algo») surgió hará un tiempo, cuando una escritora estaba ideando una novela de psicópatas y le sugerí la idea de meter a un policía de la vieja escuela como investigador. El proyecto de la novela fue abandonado, así que, tiempo después, recordé mi aportación y decidí escribir sobre ello en una especie de relato corto. Pero, a medida que avanzaba, el relato pedía más, y así nació una novela no demasiado extensa y bastante original.
Las influencias
Puede que esté mal decirlo, pero me gusta pensar en Billy («algo es algo») como una novela de regusto clásico, es decir, un libro en el que el trasfondo social y político, sin llegar a explicitarse demasiado, condiciona la historia y el argumento, que sirve para hacer un juicio moral sobre una injusticia. Así escribían Victor Hugo y Dostoievski, que han tenido una gran influencia sobre mí. Por eso, alegremente me uno a la corriente llamada Realismo Social del Siglo XXI.
Además de ellos, la lectura de El ruido y la furia de William Faulkner me fascinó de tal manera que me animó a intentar hacer aquellos malabares lingüísticos: un libro en el que la historia no se te da hecha desde el principio, sino que tienes que construirla a medida que vas leyendo.

Fuera de lo literario, el lector descubrirá los guiños a la película 7 días de Enero, de J. A. Bardem, sobre todo en el capítulo relativo al atentado de la calle Atocha y la escena del funeral. Fue, sobre todo, la soberbia interpretación de Alberto Alonso en el papel del inspector Cisco Kid lo que inspiró la creación del personaje de Guillermo Niño. También, la forma de narrar los acontecimientos, de cambiar nombres y señalar sin nombrar.
En cuanto a documentación, decidí que, para no crear la identificación total, partiría de lo que ya sabía, para que la inspiración no influyera demasiado sobre el inspirado. Ya había suficientes reportajes, artículos, noticias y testimonios. Pero la idea de base fue el libro, anteriormente tesis doctoral, del doctor en Historia Sergio Rodríguez Tejada, de la Universidad de Valencia, Zonas de libertad, en donde recoge los testimonios de los que sufrieron las torturas en las comisarías de Valencia y algunos de aquellos deleznables métodos.
Queda señalar también el homenaje a los cantautores que encontrarás en la página 70, con una fuerte influencia de Fernando González Lucini.
Desarollo, recursos y contexto histórico
Como te digo más arriba, la historia policial, con tintes de novela negra, es la excusa para poner de manifiesto el trasfondo: las torturas que se produjeron durante el franquismo en las dependencias policiales (y después) y la impunidad de la que gozan sus propiciadores. De esta manera, el trasfondo pasa al primer plano, tomando más protagonismo a medida que avanza la historia.
De ahí el recurso a los flashbacks y a la frase recurrente que encontrarás a lo largo del libro: es la persistencia de la memoria y el peso moral de los hechos pasados.
No había en sus comienzos, realmente, un intento de condena moral: salió solo; naturalmente. Tal vez el detonante fueran aquellas declaraciones de los dos antiguos ministros del Interior, empeñados en proteger a unas personas corruptas de sus responsabilidades con la excusa de no permitir que se manche el nombre de las fuerzas de seguridad del Estado (¿alguien ha dicho que juzgar a un criminal de guerra nazi suponga denigrar el nombre de los cuerpos de seguridad alemanes? ¡Pues eso!)
Artículo primero. I. Quedan amnistiados:
(…)
c) Todos los actos de idéntica naturaleza e intencionalidad a los contemplados en el párrafo anterior realizados hasta el seis de octubre de mil novecientos setenta y siete, siempre que no hayan supuesto violencia grave contra la vida o la integridad de las personas.
Artículo segundo.
En todo caso, están comprendidos en la amnistía:
(…)
e) Los delitos y faltas que pudieran haber cometido las autoridades, funcionarios y agentes del orden público, con motivo u ocasión de la investigación y persecución de los actos incluidos en esta Ley.
f) Los delitos cometidos por los funcionarios y agentes del orden público contra el ejercicio de los derechos de las personas.
(Ley 46/1977, de 15 de octubre, de Amnistía)
La historia transcurre, aproximadamente, en la actualidad, pero se entrelaza con los recuerdos de su protagonista constantemente, mediante flashbacks y capítulos retroactivos que nos cuentan su historia y sus andanzas. También existe un capítulo a modo de pequeña contranovela que nos explica la génesis de la querella a la que ha de hacer frente. A excepción de algunos fragmentos y un capítulo, está narrado en tiempo pasado.
El contexto histórico son los últimos 60 y principios y mediados de los 70, en las postrimerías de la dictadura franquista: una época poblada de activistas, integristas políticos y religiosos, artistas contestatarios y psicópatas amparados por la legalidad, con carta blanca para realizar cualquier cosa que quisieran. Para narrar muchos de estos hechos y personas reales que tuvieron mucho peso entonces, eché mano de un recurso que ya definió el dramaturgo Bertolt Brecht: el distanciamiento, aunque también está la influencia de la película de Bardem.
Como todavía hay cosas y sucesos de los que hablar resulta un acto a menudo sangrante, sobre todo con los lobos con piel de cordero, me resultó una buena idea esa de señalar sin mencionar, de manera que parezca que estemos hablando de otro país y otro tiempo; que Guillermo pueda ser igualmente un policía del apartheid, un oficial de Auschwitz o un agente de la Stasi.
Ejemplos: hay unos cuantos sucesos, como la matanza de Atocha, que son mencionados con deliberada ambigüedad, de manera que el lector que conozca estos hechos los captará al instante, mientras que a otros se les despertará la curiosidad y comenzarán a investigar, como le ha pasado a muchas personas que la han leído o lo están haciendo.

Por su parte, la «muerte accidental» del estudiante es calcada a las de Rafael Guijarro Moreno y Enrique Ruano: activistas que, empleando terminología oficial, murieron en extrañas circunstancias en el transcurso de sus interrogatorios y de las que nadie se ha responsabilizado o se ha señalado.

Más ejemplos. El departamento policial al que pertenece Guillermo es llamado Brigada de la Noche, con toda la simbología que encierra, pues «la noche», además de amparar la caza, como se dice en algún pasaje, era el símbolo con el que poetas y cantautores llamaban a la dictadura. Los políticos y militares ultras son denominados genéricamente como Jefes. Otros, como «el juez», «el ministro», etc., son meros personajes tipo, pero con guiños tomados de declaraciones reales. Pocos nombres reales aparecen.
Aparte de los sucesos históricos conocidos, existen al menos dos, que son intrahistóricos, y están basados en hechos reales. El primero sucede cuando se cuenta la historia de la familia de Guillermo: a un amigo de mi abuela, tal como me contó ella, los falangistas le obligaron a comerse la corbata roja que le identificaba como miembro del PCE. El segundo, ocurrido a mediados de los 70, está inspirado en lo que le ocurrió a un chico que conocía mi madre, que tuvo la mala suerte de pararse junto a un coche, propiedad de un señor que tenía licencia de armas y, seguramente, amparo de alguien, ya que salió absuelto del juicio y la familia del chico no recibió ningún tipo de indemnización o compensación.
Finalmente, como un ingrediente a sumar a su originalidad, el nombre de los capítulos. A excepción de tres, son fragmentos de canciones y poesías bastante conocidas de mediados y finales de los 70: canciones de Llach, Elisa Serna, Raimon, Maria del Mar Bonet, Adolfo Celdrán, Luis Pastor…, y poemas de Miguel Hernández, Juan de Loxa o Mario Benedetti, quien me proporciona el subtítulo del libro, ese «algo es algo» que viene a decir que, a falta de justicia real, nos queda el consuelo de hacerla a través del arte.
(Escucha su banda sonora)

Además, no se puede pasar por alto a quién va dedicado el libro: es precisamente a una de esas cantautoras, Elisa Serna, que sufrió multas, detenciones y exilio a lo largo de su carrera, por lo que cantaba, como ningún otro cantante de la época. Su fallecimiento tuvo lugar algo antes de que empezara a escribir el libro, por lo que no podía ser de otra forma. La presentación realizada el día 12 de junio en el Café Libertad 8, con sus canciones sonando antes de empezar y al acabar, supuso casi un homenaje y un recuerdo emocionado por nuestra parte (la mía y la de Cristina), por ser precisamente ahí el último lugar donde la vimos en persona y hablamos con ella, y donde tenía programada una actuación que no pudo realizar.
Personajes
Billy («algo es algo») se centra casi todo el tiempo en un único personaje, aunque a lo largo de la historia otros toman momentáneamente el protagonismo.
Guillermo Niño: es el protagonista. Un expolicía fanático que no se arrepiente de nada de lo que hizo. El lector sagaz verá, por la portada del libro y la traducción al inglés del nombre, en quién está inspirado el personaje: en el más famoso, pero no el único, de los torturadores franquistas, Antonio González Pacheco, más conocido por su alias, «Billy el Niño», dicen que por la rapidez con la que sacaba la pistola durante los interrogatorios; de ahí que el sobrenombre de Guillermo sea el de «el Pistolero». Pero cabe advertir que es solo inspiración, y que en él pueden concurrir todos ellos juntos. Como virtud, es un sagaz policía retirado al que la emoción de una investigación hace rejuvenecer.
Comisario Ramón de la Dehesa, «Calvoroto»: este personaje está inspirado fuertemente por el comisario real Roberto Conesa. Cualquiera que conozca su historia se sorprenderá de cómo un miembro de las Juventudes Socialistas Unificadas, para esquivar la tortura y la pena de muerte, vendió a sus compañeros, incluidas las 13 Rosas, y después fue escalando, delación tras delación, hasta convertirse en el encargado de mantener el orden político a pie de calle. Cuando uno se para a considerar sobre este cambio, llega a una única conclusión: que una persona así, en realidad, carece de ideales y que lo único que le mueve es salvarse a sí mismo. Calvoroto es cinismo puro y duro, que enmascara de servicio al orden y la ley y de integrismo político. Finalmente, su mote, por su característica física más notable, viene por otro torturador al que las víctimas apodaban como «el Calvo».
Emilio Boneco Andrade, «Queco»: otro de los policías de la Brigada, compañero inseparable de Guillermo; en cierto sentido, su contrapunto en cuanto a carácter, pero moralmente mucho peor y más cruel. Su nombre y apodo (boneco es ‘muñeco’ en gallego) se deben a otro torturador, el capitán de la guardia civil, participante del golpe del 23F, Jesús Muñecas.
Marisa: la mujer de Guillermo. Seguramente, el personaje más encantador de la novela y, en mi opinión, la verdadera protagonista. En la creación de Marisa pesó la llamada de la mujer de Tejero pidiéndole que no matara a nadie. (Luego me enteré de cosas que me llevan a declarar que mi Marisa es mucho mejor.) La idea que subyace es la de la mujer de los dictadores, los torturadores y los mafiosos (de ahí el guiño a El padrino), es decir, ¿llegan a saber qué es lo que hacen sus maridos?, y si es así, ¿pueden vivir tranquilas, sabiendo que aman a un monstruo? En el caso de mi personaje, se le va cayendo la venda al descubrir lo que ha hecho su amado esposo a lo largo de esos años, además de cobrar conciencia de su relación de pareja.

Comisario Manuel Cabezas: es la antítesis de Guillermo, de quien fue su subordinado y al que le debe buena parte de su carrera policial. Un demócrata suarista convencido que repudia lo que su jefe y sus compañeros hicieron en el pasado, pero que no puede negar su ayuda al amigo que la necesita. Para él tenía en la cabeza a los entrañables o cómicos policías, según la película o serie, que encarnó el gran actor Agustín González: de ahí su descripción física y algunas expresiones y giros. Guillermo y Manuel forman una pareja casi clásica, como el día y la noche, y el lector disfrutará de los diálogos entre ambos. Para muestra, esta locución sobre el texto adaptado que hicieron los actores José Palacios y Antonio Orozco, del grupo Taormina:
Alberto Flores Leal: el abogado acusador. Su historia es la transformación de abogado defensor de los detenidos por Niño a acusador contra este a raíz del atentado de Atocha. El apellido Flores simboliza un poco un tono alegre frente a la España negra que representan Niño y su gente, mientras que su segundo apellido, Leal, por su significado etimológico, es un pequeño homenaje a los abogados laboralistas que tanto se jugaron en aquellos años; casualmente, Leal era el apellido del único muerto de Atocha que no era abogado. Físicamente, tiene dos modelos que me sirven también de homenaje; la fisonomía del primer Alberto se corresponde con la foto del primer sencillo del cantautor gallego Benedicto García, mientras que el segundo Alberto se parece físicamente a mi amigo Antonio Gómez cuando era joven y producía discos.
El vecino: un enigmático joven cuya misteriosa vida e inquietante personalidad obsesionan a Guillermo. Tendrá que tolerar el acoso del exinspector.
Y luego una serie de personajes menores, como Paco «el Fino» (expolicía y dueño de un bar); la abogada de la acusación, Cristina Flores (hija de Alberto); el abogado defensor, Mariano Berrocal (sobrino de Marisa); los compañeros de la mili: el Bullonero (un guiño al dúo de folk aragonés La Bullonera) y el Estupendo (inspirado en el personaje de mismo apodo que itnerpretó Antonio Ozores en la película 15 bajo la lona); Tío Posada, el padre de Guillermo, que guarda un horrible secreto; Puri, la prostituta que lo desvirgó, y los dos periodistas, cuya intervención está narrada en presente, porque son nuestros álter egos (que protagonizan su propia novela, aguardando en un cajón). Sin contar, claro está, con el asesino en serie: el Carcelero.
¿A quién va dirigido?
Pues a quien le guste leer una buena historia: una buena historia que no se atiene a las modas. Soy consciente de que no es un best seller, precisamente por eso.
Pero, sobre todo, a aquellos cuya lectura les levante curiosidad y decidan indagar sobre este tema, y también a aquellos que sufrieron en sus carnes las tropelías de unos funcionarios públicos que, amaparados por la ley, daban rienda suelta a su sadismo y su sociopatía. Quizás aquí encuentren un consuelo.
Últimas cosas
No hay mucho más que decir salvo que espero que sea un libro que entretenga, instruya y haga reflexionar; que cada cual escoja la versión de la historia que prefiera, ya que incluso el final desconcertante queda a la decisión del lector. Solamente puedo cerrar con el último párrafo del prefacio:
Sin más, te deseo una buena lectura, que te entretenga y te haga reflexionar y hasta investigar sobre todo esto.
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