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¡Quemad los museos!


«¡Quemad las bibliotecas! ¡Desviad el curso de los canales para inundar los sótanos de los museos!» fue el grito de guerra del manifiesto fundacional del movimiento futurista, allá por los años veinte del siglo pasado, redactado por su figura más visible, Marinetti. En su caso, se trató de una reacción contra los cánones del arte impuestos por la tradición. No sería ni el primero ni el último que se revolviera virulentamente contra lo anterior, ante el desprecio y la incomprensión de los académicos. Era una consigna ciertamente llamativa, casi revolucionaria, que llenaba de indignación a viejos momificados en sus cuartos de estudio y despachos, que admiraban los cadáveres inmóviles de las viejas obras de arte y se retenían al tocarla con sus huesudos y ávidos dedos.

Una consigna tan revolucionaria que acabó por formar parte de los movimientos protofascistas que estaban apareciendo: aquella insolencia, ese descaro, esa arrogancia contra lo anterior, muerto; pero también contra lo más nuevo que, en cierto modo, adolecía de lo que ellos consideraban una enfermedad del alma (me refiero a los movimientos socialistas). Lemas que hoy hasta consideraríamos punkis acabaron por engrosar los discursos de Mussolini, aunque después se recondujera al considerar que esas obras de arte reflejaban la grandeza y superioridad del pueblo italiano, heredero genético y moral del grandioso imperio romano, a pesar de que se produjeran cuando Italia no existía más que como una serie de Estados fragmentados unidos por un idioma igualmente fragmentado; eso sí, siempre que se depurara convenientemente de aquellas obras que él consideraba no ser tan italianas, que no le cuadraban en su museo ideológico de la grandeza imperial. Después, Hitler diría que había que eliminar aquellos libros que no solo no se adecuaran al espíritu alemán, sino que también atentaran contra él. Decidió que ciertos libros eran antialemanes y ordenó quemarlos.

Ahora que hemos visto atentados, aunque sea de manera simbólica, contra obras de arte por reclamar una atención hacia el cambio climático, convendría recordar estos hechos. No quiero en absoluto equilibrar ambos sucesos; quiero hacer llamar la atención sobre el peligro abstracto que conlleva utilizar las producciones del espíritu humano como dianas de la reivindicación que sea. No caeré en la tentación demagógica de un diputado que compara estos hechos con los de una Rosa Parks que solo se sentó en un autobús; dicho con respeto, pero mal vamos si nos ponemos en plan drama queen y ponemos a la misma altura de Parks o Gandhi esos gestos que pueden parecer muy revolucionarios pero que, en el fondo, no lo son en absoluto.

Dejando de lado algunas ideas, incluso apoyadas en datos que algunas personas han mostrado, que nos llevarían a planificar una auténtica teoría de la conspiración y que yo estoy por firmar, el creador de la metateoría de la conspiración, que puede leerse en Redención (Nuestro último baile), se va a abstener de exponerla y, en su lugar, desarrollará lo infructuoso y nocivo que estos hechos tienen contra el movimiento ecologista. Después, acabaré con lo que he anticipado con esa entradilla (quizás no del todo exacta, pero sí muy aproximada al suceso histórico), del error que supone usar de blanco de la reivindicación el atentado contra una obra de arte, por muy simbólico y sin ánimo de dañarla sea.

Sostienen que las razones de ejecutar estos actos tan revulsivos y provocadores se han debido a llamar la atención sobre la urgencia del cambio climático. Se basan, por un lado, en la máxima de que si no haces algo tremendo tu reivindicación pasa desapercibida, y, por el otro, por un supuesto dogma que dice que se gasta más en arte que en evitar o paliar el cambio climático. Sobre la segunda afirmación, sin tener datos en la mano, me atrevería a decir que es un poco falaz, ya que otras partidas presupuestarias tienen más fondo y, también, habría que escuchar a los expertos en todo esto. Y sobre la primera, es muy ingenuo pensar así, y siento decirlo. No he visto a un solo mandatario de los que estos días se reúnen en cumbre climática decir: «¡Horror! Hagamos algo antes de que manchen el cristal de otra obra de arte». No han conseguido con esto absolutamente nada salvo el descrédito hacia todo movimiento ecologista, incluso de aquellos que puedan haber formulado su oposición a estos actos. Podemos atestiguarlo al ver cómo, después de que dos activistas se pegaran a los marcos de los cuadros de Goya, la noticia de que cientos de activistas climáticos bloquearon en el aeropuerto de Ámsterdam la salida de jets privados pasó desapercibida o recibió un mísero crédito temporal en los telediarios, al igual que otras acciones.

Otra de las consecuencias ha sido una división de opinión; una polarización que se ha vuelto insoportable y que, disculpas por la sinceridad, ha llenado las redes sociales de argumentos algo estúpidos. Para muchos, condenar o reprobar estos actos es, sin duda, a causa de que la salud del planeta les importa menos que la de un estúpido cuadro de girasoles o de una señora desnuda/vestida, cuando eso no es cierto en absoluto y nos quitamos de la responsabilidad de las opiniones de gente oportunista al respecto. Se llega a plantear una falsa dicotomía que no sabemos de dónde ha venido, como si algún ente superior hubiera llegado y nos hubiera planteado una elección que marcará nuestro destino para siempre: o el planeta, o el arte. En consecuencia, los que no vemos con buenos ojos estas acciones y/o no acabamos de ver el porqué nos hemos quedado fuera y se nos dibuja como a unos viejos amargados que maldicen contra las ideas nuevas. Vamos, unos reaccionarios decimonónicos a los que preocupa más salvaguardar obras de arte que nos muramos extinguidos. Y no hay nada más lejos de la realidad.

Lo cierto es que, sin percatarse de ellos, se ha caído en la misma falacia con la que se ataca al ecologismo. Digamos: ¿a quién le importa el arte cuando el planeta está en peligro?; y ahora subimos un grado: En vez de preocuparos tanto por el planeta, mejor preocuparos por el paro. ¿Seguimos?; en vez de dar dinero a países pobres, mejor fíjate en la gente de aquí. Y rematamos: a los que les va mal aquí es porque son unos vagos que viven de subvenciones y paguitas en vez de ponerse a trabajar cavando zanjas. Y así es como hemos caído en la trampa conceptual. Bienvenidos al infierno de la demagogia.

Por otro lado, tampoco voy a pedir la cabeza en una pica de esas activistas; son demasiado jóvenes como para arruinarles así la vida y creo sinceramente que han sido las cabezas de turco de alguien que les aseguró que era un riesgo calculado; una persona que no cayó en la cuenta de que los marcos forman parte del patrimonio histórico. Porque se ha insistido en el hecho de que las obras no han sufrido daños; no obstante, no son de la misma opinión las personas dedicadas a la restauración y a la conservación.

Pero, al margen de todo esto, considero un gran error perpetrar estas acciones contra el arte pictórico o cualquier otra producción del espíritu humano; precisamente por eso, porque es humano, y la historia ha demostrado que nada bueno se esconde detrás de esas acciones, por muy loable que sea el fin y por mucho que yo apoye, efectivamente, ese fin. Se están usando los mismos medios para distintos fines, y, aunque uno de ellos sea totalmente digno, no es cierto que el medio sea irrelevante si el fin es bueno: a menudo, el medio puede desvirtuar el fin. (Vuelvo a insistir en que no me meto en la teoría de la conspiración aunque crea en ella, en este caso.) Cualquier movimiento que desprecie al ser humano o tome como diana las producciones del espíritu humano no esconde nada sano. Un ecologismo humanista no solo es posible, sino necesario. A fin de cuentas, el ecologismo es también una producción humana, tanto como los cuadros de Goya o las esculturas de Mirón. Un movimiento ecologista que considere al ser humano como un ente parasitario está absolutamente errado en su consideración y podría devenir en cosas mucho peores y peligrosas. Si piensas que la salvación del planeta pasa por la extinción del ser humano, y olvidas que tú eres un ser humano, ¿entonces para qué?

Tal vez parezca una exageración, pero no menor que decir que si no llenas de sopa de tomate un cuadro el mundo será destruido. Mi consideración se apoya en hechos históricos y en la experiencia. Nadie nos está dando elegir entre el arte y el planeta; ningún dios, profeta o elegido nos ha puesto en esa polémica; a ningún mandatario o dirigente de empresa petrolera se le ha removido el alma al ver su cuadro favorito empantanado en sopa. Solo ha servido para que unas ciertas personas acaben por convencer a la gente de que los ecologistas son unos críos mimados de clase alta y que el cambio climático es un cuento de unas, cito textutalmente la palabra favorita de toda teoría de la conspiración que busca una rebelión para someter las voluntades a las de un único individuo o grupo, élites que buscan enriquecerse; y ahí es donde veo yo el jaque mate perfecto.

Las obras de arte, los libros, las películas, las esculturas, los discos…, todo eso nos pertenece a todos, y atentar contra ello es atentar contra ti mismo. Se puede pensar en los museos como mausoleos dirigidos por personas mohosas y revenidas; pero nada más lejos de la realidad. Gracias a los museos, tú puedes ver una obra que te pertenece en cierto modo; si no, esas obras estarían pudriéndose en las cámaras de tesoros de reyes, magnates y dictadores. Eso ha sido un gran esfuerzo y una gran lucha para evitar que el arte esté solo al alcance de unos pocos y no de todos. Y podemos aspirar a mantener el planeta y, a la vez, mantener NUESTRAS obras, estén donde estén.

Y si no, quememos museos, bibliotecas y todo. ¿Para qué se está luchando por la enseñanza de la Filosofía, Humanidades y Artes? Convirtámonos todos en tecnócratas, démosles el gusto. Siempre nos quedarán los bares, queridos. (Y me gusta el bar. Viva el bar y, sobre todo, el Bar Garaje.)

BONUS

-El museo solo es para el arte burgués subvencionado por reyes y millonarios como expresión de su poder.

El arte burgués subvencionado por reyes y millonarios como expresión de su poder:

˜Bartholomäus Strobel el Viejo, Degollación de Juan el Bautista y banquete de Herodes (Museo del Prado)

Viendo OVNIs


Mexico-SaucersEntre 1969 y 1970, en una etapa de parón y renovación, Jefferson Airplane lanzó sólo un sencillo que contenía “México”, una canción que criticaba la política anti-droga del presidente Nixon, y ésta, “Have you seen the saucers?”, de la mano de su vocalista y guitarra rítmica Paul Kantner, más que líder, director del grupo. Es una canción que abría la nueva etapa lírica del grupo en general, aunque ya había tenido precedentes y destellos en canciones anteriores de Kantner: la unión de una pasión y unas preocupaciones. La pasión, su pasión por la literatura de ciencia ficción; y sus preocupaciones, las ya conocidas: un compromiso a través del rock con los problemas del siglo XX; en esta ocasión, es el ecologismo el que se casa con las imágenes extraplanetarias. En esta canción suya, se plantea cómo unos visitantes del espacio exterior llegan en sus platillos para amonestar a los habitantes de la tierra y advertirles de que tienen que preocuparse más y mejor por el lugar en el que viven, sin escatimar en las críticas al gobierno. El tema fue recogido en su álbum en directo, Thirty Seconds Over Winterland (Treinta segundos sobre el Winterland –la sala de conciertos en donde se grabó), y recopilado en una compilación de sencillos que no fueron recogidos en los LPs en su versión de estudio, o eran versiones alternativas, Early Flight –Vuelo temprano-.

Versión original (de estudio)

Have you seen the saucers?

Have you seen the saucers?
Have you seen the saucers?

Do you know there are people out there
Who are unhappy with the way that we care
For the Earth–the Mother!

Do you know there are people out there,
Tranquility base, there goes the neighborhood;
Who are unhappy with the way that we care,

American garbage dumped in space,
And no room left for brotherhood.

Have you seen our saucers?
You see our lights in your western skies,

California’s rainbow skies;
Your government tells you another missile is flying;
Have you any idea why they’re lying,
To you, to your faces!
Did they tell you?

Have you seen our saucers?
Her face was pretty but you let her go!
Your mother needs you now she’s getting old

Have you seen our saucers?

Star children on the black road to salvation;
You’ve got to care for the needs of your planet;
Children of the forest and child of the Woodstock nation;
Catch the dawn that once was there;
First born atomic generation;
Open the door,

Don’t you know that’s what it’s for?

Come on and join us,
On the other side of the sun.

1969, 1970 Grunt Music

http://www.sing365.com/music/lyric.nsf/Have-You-Seen-The-Saucers-lyrics-Jefferson-Airplane/36C57D5C909FD86E48256BF4000D53AE

¿Habéis visto los platillos volantes?

¿Habéis visto los platillos volantes?…// ¿Sabéis que hay gente ahí fuera/ que están insatisfechos con la forma en la que nos preocupamos/ por la Tierra – la Madre!// ¿Habéis visto los platillos volantes?// Base de la tranquilidad – / Ahí va el barrio…/ Basura americana arrojada al espacio/ y ninguna habitación queda para la hermandad// ¿Habéis visto los platillos volantes?// Veis nuestras luces en vuestros cielos occidentales,/ El arco iris de California se abomba;/ Vuestro gobierno os dice que otro misil está volando; ¿Os hacéis alguna idea de por qué os están mintiendo,/ a vosotros, en vuestra cara!/ ¿Os lo dijeron?// ¿Habéis visto nuestros platillos volantes?// ¡Su cara era bonita pero la dejasteis ir!/ Vuestra madre os necesita ahora que se hace vieja// ¿Habéis visto los platillos volantes?// Niños de las estrellas en la carretera negra a la salvación;/ tenéis que preocuparos por las necesidades de vuestro planeta;/ niños de los bosques, niño de la Nación de Woodstock;/ Agarra el alba que una vez hubo;/ primera generación atómica nacida;/ abrid la puerta,/ ¿No sabéis para qué es eso?// Vamos y uníos a nosotros,/ en el otro lado del sol.

Paul Kantner

Jefferson Airplane

Versión en directo, “Thirty seconds over Winterland”

Joan Manuel Serrat’s “Pare”


per al meu amicPer al meu amic –For my friend- (1973) supossed the back of Joan Manuel Serrat to sing in Catalan after 1970 (his last in Catalan was Serrat/4 in 1970). It was a bittersweet time, that among 1969 and 1974: as he was getting a great succes, as in Spain as in Latin-America (even in USA), due to the “Eurovision affair” (when he declined to sing in the contest if it was not in Catalan), he still was vetoed in television. The veto ended in that year. Many people thought this was one of their most elaborated works. To it belongs this beautiful ecologist folk-rock song style.

Although the primitive fascism had some ecologists points, the pollution in Spain had its conection with dictatorship too, because many of the ministers, those called technocrats,  during the days of the industrial expansion, abused a lot of the fields and green zones, so, by the 70s, there was a lot of regions very polluted.

Pare

Pare
digueu-me què
li han fet al riu
que ja no canta.
Rellisca
com un barb
mort sota un pam
d’escuma blanca.

Pare
que el riu ja no és el riu.
Pare
abans que torni l’estiu
amagui tot el que és viu.

Pare
digueu-me què
li han fet al bosc
que no hi ha arbres.
A l’hivern
no tindrem foc
ni a l’estiu lloc
per aturar-se.

Pare
que el bosc ja no és el bosc.
Pare
abans de que no es faci fosc
ompliu de vida el rebost.

Sense llenya i sense peixos, pare,
ens caldrà cremar la barca,
llaurar el blat entre les enrunes, pare
i tancar amb tres panys la casa
i deia vostè…

Pare
si no hi ha pins
no es fan pinyons
ni cucs, ni ocells.

Pare
on no hi ha flors
no es fan abelles,
cera, ni mel.

Pare
que el camp ja no és el camp.
Pare
demà del cel plourà sang.
El vent ho canta plorant.

Pare
ja són aquí…
Monstres de carn
amb cucs de ferro.

Pare
no, no tingueu por,
i digueu que no,
que jo us espero.

Pare
que estan matant la terra.
Pare
deixeu de plorar
que ens han declarat la guerra.

Father

Father,/ tell me what have they done to the river/ that it’s not singing./ It slips/ like a barbel/ dead upon an inch/ of white foam.// Father,/ the river is not the river anymore./ Father,/ before the summer comes back/ hide everything that is living.// Father,/ tell me what/ have they done to the forest/ for there is no trees./ In winter/ we’ll have no fire/ neither in summer a place/ to stop by.// Father,/ the forest is not the forest anymore./ Father,/ before it gets dark/ fill with life the pantry.// Without wood and without fishes, father,/ we’ll must burn the boat,/ mow the wheat between the ruins, father,/ and close the house with three bolts/ and you were saying…// Father,/ if there’s no pines/ pinions won’t be made/ nor worms, nor birds.// Father,/ where there’s no flowers/ are not made bees,/ beeswax, nor honey.// Father,/ the camp is not the camp anymore./ Father,/ tomorrow from the sky shall rain blood./ Crying the wind is singing it.// Father,/ they are already here…/ Monsters of flesh/ with iron worms.// Father/ no, don’t be afraid,/ and say no,/ for I await you.// Father,/ they are killing the earth./ Father,/ stop crying/ for they have declared us war.

Joan Manuel Serrat

Spanish translation:

https://albokari2.wordpress.com/2007/02/05/pare/

Bungaló King


jc1-elefanteQuizás esto llegue tarde, pero es que tenía cosas pendientes (y una que no he acabado). Sobre el asunto éste no podemos añadir nada más de lo que se ha dicho: no sólo ha sido frívolo y desacertado, sino que es criticable, a nivel mundial, que una panda de millonarios se reúnan para matar a unos animalitos indefensos, como son los elefantes, especie en peligro de extinción (¿a cuántos miembros de culturas tribales no se les habrá puesto multas e incluso cárceles por matar esta especie, pero sólo por su tradición y necesidad, y no por diversión?). No estoy muy puesto en el mundo de la caza, pero creo que, si es por deporte (?), no me parece una gran hazaña cazar a un animal tan pacífico y, en principio, inofensivo. Pero en fin…

bungalow_billEl caso es que esta historia me recordó a una canción de los Beatles, aunque sea una pieza menor de su repertorio, que tiene una curiosa historia detrás bastante semejante, aunque en ésta, el elefante sea elemento de caza y no cazado. John Lennon explicaba la génesis de esta curiosa canción, abierta con un interludio de [falsa] guitarra flamenca, a la revista Playboy: “‘Bungalow Bill’ fue escrita sobre un tipo del campo de meditación del Maharishi que se tomó un breve descanso para irse a disparar a unos cuantos pobres tigres, y luego volvió a comulgar con Dios” (del enlace de la wikipedia, la traducción es mía). Mia Farrow (véase el mismo enlace) corroboraba la historia casi perfectamente, salvo por el hecho de que el tío en cuestión no se llamaba Bill, sino Rik. Se trataba de un tal Richard Cooke III, hijo de Nancy Cooke de Herrera, una de aquellas millonarias locas por las religiones ajenas a occidente (personas que agradaban a los líderes “religiosos” como el Maharishi, a quien no le preocupaba si las enseñanzas milenarias morales y religiosas eran malentendidas por sus millonarios alumnos, si con eso consigue algo de publicidad); ciertamente, esta señora, que, al parecer, ha escrito mucho sobre el hinduismo, relata que, efectivamente, la canción está basada en un suceso que le ocurrió a su hijo, el cual vino a estar unos días con ella, y un día se fueron los dos, con otros “alumnos” y guías locales a lomos de un elefante a cazar un tigre: al parecer, era una atracción turística. El caso fue que un tigre sorprendió al contingente de cazadores; Rik mató al tigre de un disparo y posó con su presa. De vuelta al ashram, todos los habitantes de sus bungalós reconocieron la hazaña de Rik y la necesidad de haberlo hecho, a excepción del siempre sarcástico Lennon, que le dijo: “¿Pero no llamarías un poco a eso destructor de la vida?” Y es que no deja de ser paradójico que aquellos millonarios se reunieran para aprender un poco de religión hindú y luego se fueran a cazar una forma de vida…Pero al Maharishi, mientras lo vendieran bien, le daba igual (creo que este capítulo fue casi decisivo para que Lennon y George Harrison decidieran romper con el supuesto místico).

Una curiosidad: ésta es la primera canción en la que interviene Yoko Ono, interpretando lo que dijo la señora Cooke de Herrera ante la hiriente anotación de John; también interviene en los coros Maureen Starkey, la esposa de Ringo:

The Continuing Story of Bungalow Bill

Hey, Bungalow Bill
What did you kill, Bungalow Bill
Hey Bungalow Bill
What did you kill, Bungalow Bill

He went out tiger hunting with his elephant and gun
In case of accidents he always took his mom
He’s the all American bullet-headed Saxon mother’s son
All the children sing

Hey, Bungalow Bill
What did you kill, Bungalow Bill
Hey Bungalow Bill
What did you kill, Bungalow Bill

Deep in the jungle where the mighty tiger lies
Bill and his elephants were taken by surprise
So Captain Marvel zapped him right between the eyes
All the children sing

Hey, Bungalow Bill
What did you kill, Bungalow Bill
Hey Bungalow Bill
What did you kill, Bungalow Bill

The children asked him if to kill was not a sin
"Not when he looked so fierce" his mommy butted in
If looks could kill it would have been us instead of him
All the children sing

Hey, Bungalow Bill
What did you kill, Bungalow Bill
Hey Bungalow Bill
What did you kill, Bungalow Bill…

http://www.stevesbeatles.com/songs/the_continuing_story_of_bungalow_bill.asp

La historia continua de Bungaló Bill

Eh, Bungaló Bill/ ¿Qué mataste, Bungaló Bill?…// Salió a la caza de tigre con su elefante y su arma/ En caso de accidentes siempre llevaba a su mamá/ Él es el todo americano adicto a las balas hijo de madre sajona/ Todos los niños cantan.// (…)// En lo profundo de la selva donde el poderoso tigre yace/ Bill y su elefante fueron tomados por sorpresa/ Entonces el Capitán Marvel se lo cargó justo en medio de los ojos./ Todos los niños cantan.// (…)// Los niños le preguntaron si matar no es un pecado/ “No cuando parece muy feroz” interrumpió su mamaíta/ Si parece que podría matarlo podríamos haber sido nosotros en vez de él/ Todos los niños cantan…

John Lennon & Paul McCartney

Una nota acerca de Las aventuras de S. M. el Rey de España… He sabido lo que ha dicho sobre él la antaño admirada Brigitte Bardot, pero no puedo compartirlo: la otrora sex-symbol se ha mostrado a menudo como una gran defensora de la naturaleza, del trato ético y de los derechos animales, pero a la vez, y sepa usted a tenor de qué, ha apoyado y votado al funesto partido ultraderechista de Francia, Frente Nacional. Soy ecologista, aunque no radical, pero nunca voy a “casarme” con quien defiende los derechos los animales y no los humanos, y viceversa. Recordamos que también Adolf Hitler era un entusiasta amante y defensor de los animales… Si ambas cosas no van unidas, para mí no tiene validez. Por otro lado, estoy por hacerme ferviente seguidor de esta milenaria deidad:

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(EDIT)

Y, finalmente, diremos que no nos caen bien los reyes que matan elefantes… Otra cosa son los reyes que los montan, como Bob Hite, todo un rey del blues:

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Historia de la canción de autor: el folk, la tradición musical y los cantautores



Aunque ya dijimos que, en principio, la canción de autor no tenía un estilo musical propio, como sí lo tienen el rock, el country, etc., sino que se manifestó, de manera más o menos general, en muchos estilos de música, sí podemos denominar a cierto estilo de música como música propia de los cantautores españoles. Aunque también hay un importante número de cantautores que se expresaron musicalmente a través de la psicodelia y del rock progresivo, si hay un estilo que la canción de autor puede reclamar como propio, ese es el folk, más concretamente, el folk hispano. 

Cuando hablamos de folk tenemos que aclarar, en primer lugar, que no nos referimos al folk-rock o folk-pop que usaron Aguaviva o Almas Humildes; en segundo lugar, tampoco son, propiamente dicho, las versiones e interpretaciones del folk norteamericano, aunque ayudaron a configurar el folk español; y, en último lugar, distinguir entre folk y música de raíz (incluido el flamenco), aunque hablaremos de ellas dos: la música de raíz es la mera interpretación de una melodía tradicional o popular, aunque se le pueda cambiar la letra e incluso añadir instrumentación más moderna o, al menos, no registrada en los modos de interpretación hasta entonces usados (por ejemplo, un contrabajo o un cello en una jota); el folk, aunque bebe de la música de raíz, no se agota en ella, podríamos decir, y agrega nuevos elementos a la canción y a la música. La diferencia básica esencial es que la música de raíz se dedica simplemente a la interpretación del tema y el folk lo re-interpreta, permitiendo además la creación de nuevos temas en ese estilo de música (aunque nunca se reconocerá como popular, estrictamente, al estar ya firmado). Pero, ¿por qué decimos que el folk es el estilo más propio?

Durante la mitad de los 60, los cantautores se servían de diversas músicas, siendo las más populares las del estilo «balada italiana», chanson francesa, canción latinoamericana, folk rock, folk norteamericano y canción portuguesa, algunas con más tirón comercial que otras. Con los precedentes de la Euskal Kanta Berria, Joaquín Díaz, Nuestro Pequeño Mundo (foto), el Nuevo Flamenco, los grupos folk castellanos y canarios, los cantautores andaluces aglutinados en torno a Manifiesto Canción del Sur, El Grup de Folk y algunos de los temas costumbristas de Víctor Manuel, ante las puertas de los 70 y a mediados de estos surgen nuevos cantautores como Labordeta, Pablo Guerrero o Imanol (aunque éste sea más inaccesible para el público normal y corriente al estar prohibido) y grupos de folk de toda región, lengua y, por ende, estilos: desde los andaluces Jarcha, pasando por los aragoneses La Bullonera, hasta los vascos Oskorri o los gallegos Fuxan os Ventos; estos nuevos enseñan a aquellos cantautores anteriores que habían despreciado, total o parcial, directa o indirectamente, el folklore de su tierra, y, en algunos casos, como en el de Voces Ceibes, se produjo una reconciliación que resultó a todas luces beneficiosa. Es en ese momento, sin que esto sirva de ninguna manera de desprecio hacia las otras formas musicales, cuando la canción de autor encuentra su expresión musical más autóctona y propia. Pero remontémonos al principio.

Por simplificar las cosas al máximo, podemos dividir a los primeros cantautores en folklóricos (en el sentido de investigadores e interpretadores del folklore) y no folklóricos: Setze Jutges, Voces Ceibes, parte del colectivo Canción del Pueblo, etc. Estos últimos, por lo general, y en diversos grados de intensidad, llegando a veces incluso al desprecio, rehusaban utilizar el folklore como instrumento musical para sus letras por una razón política y social: el uso que el franquismo hizo de las manifestaciones folklóricas de todas las regiones, a través del grupo de Coros y danzas de la Sección Femenina de Falange, para, según ellos, a través de la diversidad de sus regiones, afianzar la absoluta y sagrada unidad de España. Esto no suponía un rechazo de plano, por así decirlo, en muchos casos, pero entonces hacer música folklórica no era lo más progresista en España. En otros casos, el amor a la tierra y a su música, y a la investigación etnológica, vencieron a la ideología para poder reclamar lo que por derecho les pertenecía.
No obstante, los cantautores folklóricos descubrieron un pequeño tesoro dentro de lo que era el gran tesoro del legado musical: la gran libertad a la hora de cantar que proporcionaba un tema. Curiosamente muchos descubrieron quejas más radicales (de raíz) y sinceras en los cantos antiguos que en las escuelas y universidades gracias a la Magna Antología de la Música Tradicional Española del profesor García Matos, colaborador de la Sección Femenina y etnólogo admirable, que recogía un gran número de canciones de todas las regiones de España (según estaban conformadas entonces); descubrieron que no necesitaban recurrir a textos propios o a poetas prohibidos, todo lo que necesitaban saber y decir estaba ahí: en el «Atzo tun tun», en unas «Jotas de estilo» aragonesas que resultan tener una sátira feminista, en los versos «Tengo la mano pesada,/ que parece de madera./ Si yo fuera señorita/ más ligera la tuviera» de una jota a lo ligero cántabra… Y un largo etcétera. De manera que, al alegar que eran canciones tradicionales, la censura se veía impotente para prohibir algo que por otro lado estaban, no solo autorizando, sino promocionando. De ahí a la imitación literaria sólo había un paso.
Subyacía a este hacer también una ideología político-estética enraizada en el inmortal Antonio Machado y sus ideas, plasmadas tanto en verso como en prosa, acerca del saber inmemorial del pueblo y su ensalzamiento a lo largo de toda su obra frente al clasismo de algunos «señoritos» guardianes de la intelectualidad y despreciadores de lo popular y proletario por considerarlo de baja calidad artística.

En primer lugar, por orden de antigüedad, podemos citar a los cantaores del Nuevo Flamenco: Enrique Morente, José Menese, Manuel Gerena, «el Lebrijano«, «el Cabrero», etc. Estos cantaores decidieron recuperar el cante hondo de las garras de los señoritos, que lo usaban para su solaz y recreo, para, explotando la vena más rebelde e insumisa del flamenco y sus distintos palos, devolvérselo al pueblo. Utilizando los cantes tradicionales con nuevas letras propias o de poetas estigmatizados como non-gratos (Hernández, Lorca), resucitaron el viejo arte de la queja gitana y andaluza, el grito desgarrado y desgarrador del sur. De esta manera, también al ser apartados a la fuerza de los certámenes oficiales, estos cantaores consiguieron arrancar el cante hondo del llamado nacional-flamenquismo, que tanto daño estaba haciendo al folklore, muy especialmente al andaluz. Casi al mismo tiempo, el movimiento surgido alrededor del poeta Juan de Loxa, Manifiesto Canción del Sur, formado entre otros por Carlos Cano, Benito Moreno y Antonio Mata, reclamaban como propia la copla, un estilo bastante dañado por el nacional-flamenquismo.
En Castilla, mientras tanto, al amparo del maestro Agapito Marazuela, etnólogo y dulzainero segoviano, surgía un nuevo e interesante movimiento de recuperación y restauración del patrimonio folklórico castellano. Joaquín Díaz fue la cabeza clara y visible de este movimiento. Díaz no hacía ningún tipo de discurso político o subversivo en sus canciones, limitándose a la interpretación de temas tradicionales castellanos. Suya es, por ejemplo, esta interpretación de un villancico del Día de Reyes de Castilla, en la que primero podemos oír la versión «original» en boca de un cantor anónimo:


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Esta aparente carencia inicial de contenido político o social, por una parte, y por otra la tradicionalidad de sus temas, hicieron que injustamente cayera sobre él el san-benito de reaccionario. No obstante, con el tiempo, Joaquín Díaz, con intereses medio etnólogicos-antroplógicos, medio políticos, grabaría temas como canciones republicanas de la guerra civil y canciones liberales de la guerra de independencia y constitucional. A pesar de todo, la mayoría no duda en señalar a Joaquín Díaz como el padre de algo que se podía comenzar a llamar folk español, o, al menos, en su caso, castellano.
Unida a la figura de Díaz apareció la del grupo de folk Nuestro Pequeño Mundo. Este conjunto no fue, en realidad, un conjunto de temas originales. En sus comienzos mezclaban en sus discos temas tradicionales españoles de diversas regiones con los temas del folk y de los cantautores norteamericanos; más tarde pasaron a hacer versiones de los temas de algunos de sus contemporáneos, como Llach, Celdrán, Pablo Guerrero, etc. Bajo estos ejemplos, tutelados por Marazuela, aparecerían en Castilla grupos de folk como Nuevo Mester de Juglaría, Jubal, Carcoma o Vino Tinto.
En Cataluña lo que diferenciaba a los dos grandes colectivos, Setze Jutges y Grup de Folk, en esencia, era la música. No obstante, aunque reconocida la animadversión que los Jutges sentían por el folklore catalán en particular, dos de sus miembros, Josep Maria Espinàs -uno de los fundadores- y Joan Manuel Serrat, sacaron ambos sendos discos en el que recopilaban algunas canciones tradicionales catalanas, ambos bajo el nombre de Cançons tradicionals. Pero la gran labor, evidentemente, la realizaron el Grup de Folk, alternando temas del folk norteamericano, de Dylan  Seeger, con temas tradicionales catalanes, pero también de otros sitios de España (canciones cántabras) o de fuera (canciones latinoamericanas, algunas de Atahualpa Yupanqui, irlandesas, suizas…), especialmente con la gran incorporación de María del Mar Bonet y Marina Rossell, que supieron poner los llamados Países Catalanes en el mapa de la música mediterránea.
En Euskal-Herria, más propiamente en el País Vasco, la tradición musical euskaldun había sufrido la misma manipulación que el resto del folklore del país, pero con una diferencia, que yo achaco al espíritu vasco: por mucho que el régimen insistiese en usar los cancioneros vascos para la cohesión y unidad de España, el vasco siempre tendrá esta tradición como suya y de nadie más. Por ese motivo, además de la belleza del folklore euskaldun, desde los comienzos el colectivo Ez dok Amairu utiliza su cancionero renovándolo y reciclándolo.
En las Islas Canarias, el primer gran grupo de folklore canario son Los Sabandeños, comandados por Elfidio Alonso y concebidos en principio como una ronda estudiantil (o estudiantina); mezclaban el folklore canario con el folklore latino-americano importado vía Atahualpa Yupanqui. Tras ellos surgirían nuevas formaciones similares como Chincanarios o Verode, además de cantautores como Caco Senante. Mientras que el folk del resto de regiones tenía un carácter nacionalista o regionalista soterrado, el folklore canario casi desde el princio es marcadamente regionalista.

Es de notar que, exceptuando a El Grup de Folk y a los cantautores vascos, el folklore surgió como medio de protesta y reivindicación muy tempranamente en aquellas regiones que sólo tenían una lengua como forma de expresión, el castellano, por lo que era necesario para cada región buscar una nota diferenciadora que le permitiera utilizarla como medio de expresión autóctono de una pretensión de reivindicación histórica de lo que más tarde dio en llamarse nacionalidades históricas, aunque al principio ese espíritu estuviera soterrado por necesidad.
A finales de los 60, con el ejemplo de los folksingers americanos como Seeger, Guthrie o Dylan, de los cantores portugueses liderados espiritualmente por José Afonso, y de los cantautores latinoamericanos más consagrados como Atahualpa y Violeta, pero también de nuevos como Víctor Jara o Quilapayún (que influyeron bastante en el hacer de Sabandeños), muchos comienzan a usar las bases de la música tradicional como vehículo para diversas protestas y reivindicaciones.
Además de los nombrados aquí arriba, hubo un importante precedente de aproximar temas rurales costumbristas, con olor a raíz de música tradicional en el cantautor asturiano Víctor Manuel, el cual comenzó como una especie de cantante de temas costumbristas asturianos alcanzando un éxito importante, aunque derivara más hacia un estilo pop baladístico muy en boga entonces. No obstante, la raíz asturiana en su música siempre estuvo presente, acercando al gran público el gusto por los temas rurales realistas, alejados del ideal falangista, y preparando el camino a otros cantautores que bebían directamente de la música popular de su tierra, de la cual tenían que hablar. Entre ellos encontramos al extremeño Pablo Guerrero y al aragonés José Antonio Labordeta, entre otros (otros cantantes aragoneses importantes son Tomás Bosque y Joaquín Carbonell), ambos con un estilo muy parecido, con la única diferencia en lo regional, tanto en las letras como en el tipo de fuentes musicales, aunque Pablo Guerrero, poco después de sus primeros temas como «Amapolas y espigas» o «Son hombres que se mueren sin haber visto nunca el mar» derivara hacia un estilo más norteamericano en su hacer. Por su lado, Elisa Serna, miembro de Canción del Pueblo, descubría sus raíces musicales castellanas al tiempo que era la primera músico en hacer algo en España que se pueda considerar música fusión. Mención especial merecen también cantantes como Ismael y Eliseo Parra, una especie de aventurero musical que ha interpretado todo estilo conocido, abarcando su repertorio desde las folías canarias hasta los arin-arin vascos.

Los últimos 60 cierran el interés antroplógico en la música folk para pasar al interés político, muy especialemente regionalista. Los comuneros, el mítico álbum que Nuevo Mester de Juglaría realizaron en base al poema de Luis López Álvarez, abre la temática regionalista en la música folk y la canción de autor. Otros dos grandes álbumes de la nueva década encabezarán los ejemplos de música de raíz con intenciones reivindicativas: La cantata del Mencey loco de Sabandeños, y Quan el mal ve d’Almansa del conjunto valenciano Al Tall, sin despreciar, por supuesto, trabajos menos conocidos como Andalucía 40 años de José Menese o El anarquismo andaluz de Luis Marín. Bajo estos nuevos auspicios, surgen en todas las regiones cantautores y grupos con las mismas preocupaciones y motivaciones que usaban como arma una música nueva basada en las viejas tradiciones musicales: de Asturias Nuberu; de La Rioja, Carmen, Jesús e Iñaki; de Aragón, La Bullonera y Boira; de Valencia Al Tall; de Castilla, La Fanega; Jarcha desde Andalucía… En Galicia surgen nuevos cantautores como Luis Emilio Batallán o Emilio Cao, y grupos de folk como Fuxan os Ventos o O Carro; estos arrastrarán a los miembros de Voces Ceibes al reencuentro con sus raíces musicales, aunque la inclusión de Bibiano Morón en el colectivo y el descubrimiento del gran José Afonso, ya les había encauzado hacia ese camino. Y, por su parte, desde el País Vasco, el grupo que renovó totalmente el folk: Oskorri. Es de notar que, a parte de la situación especial que sufrían todas las regiones de España, estos grupos surgen casi a la vez que los grupos de folk de distintos lugares de Europa, más o menos nacionalistas, como los bretones Gwendal, y otros más o menos progresivos en la música, como los británicos Jethro Tull, por lo que no es totalmente un caso aislado, mas que por las características históricas y sociales del país.

Pero el folk no servía sólo para reivindicar la identidad nacional histórica de una región determinada y concreta. El folk se descubrió, dentro del mundo de la canción de autor, como un arma eficacísima en la lucha ecologista frente a la creciente nuclearización del país, en la protesta del mundo rural (especialmente debido a eso que llamaron abandono rural, que era más el abandono del mundo rural por parte de las autoridades que por parte de los aldeanos), en la cual se podrían encuadrar problemas y reivindicaciones clásicas (caciquismo, excesiva clericalización del medio rural…) y en la defensa del patrimonio histórico, aunque esté atado de alguna manera muy fuerte al ecologismo.

Como he dicho, la razón de todo esto, en la mayoría de los casos, es que el resto de estilos era importado de algún lugar, mientras que el estilo folk utilizando la música autóctona de cada región era lo propio de la cultura de estos cantantes.
Por otro lado, es cuanto menos curioso que muchos comenzaran a cantar y a tocar melodías basadas en la música popular de su tierra y que tuvieran un éxito considerable, mientras que ocurrían dos cosas: por un lado, el desprecio hacia ciertas formas tradicionales por parte de una juventud que, fuera por ideologías, fuera por frivolidades, buscaba la modernidad musical en los elucubrantes ritmos anglo-sajones y norteamericanos; y, por otro lado, se estuviese produciendo todo aquel éxodo de gente hacia las ciudades o hacia el extranjero, porque el campo no daba para comer, muy especialmente gente joven que no encontraba futuro en el pueblo. Pero ahí es donde reside su razón de ser y su lógica: en la reivindicación de las raíces, en el no olvidar quién se era y de dónde se venía, y en la protección de zonas muy abandonadas por culpa del desarrollismo industrial y tecnológico de los tecnócratas del Opus Dei.

Todos estos grupos y cantantes cosecharon un éxito importante, tanto a nivel ideológico como musical. No obstante, a medida que se aproximaban los 80 y hasta los 90, una nueva remesa de grupos viene a sustituir a estos: menos preocupados en ideologías y políticas y más concentrados en la música, aparecen grupos como Milladoiro, Ronda de Boltaña, Alboka, Babia, así como diversos grupos encabezados por Eduardo Paniagua para la interpretación del gigantesco legado musical medieval. Tampoco podríamos dejar de recordar a un grupo folk muy importante de finales de los 70 como eran y son Suburbano: nacidos en el barrio popular madrileño de Vallecas, encabezados por Bernardo Fuster (recién regresado de sus andanzas por Alemania, en donde había grabado dos LPs bajo el pseudónimo de Pedro Faura) y por el músico Luis Mendo, Suburbano fue el creador de algo que se puede llamar folk urbano (si existe el rock rural, ¿por qué no el folk urbano?); su música abarcaba desde el folk de inspiración galaico hasta el flamenco y la rumba catalana.

No hay que dudar en absoluto que toda esta remesa de cantantes, músicos y conjuntos, contribuyeron a restituir la dignidad secuestrada por el régimen a la tradición musical de todas parte y rescatarla. De hecho, muchos, como el gran iniciador del folk, Joaquín Díaz, se dedicaron más tarde o más temprano, al estudio de la música tradicional.

Para una información más amplia, lee aquí mismo nuestra Historia del folk español

El verrugón atómico


Como alguien quiso buscar esta mañana esta canción aquí, y yo no había puesto de ella mas que una referencia al estribillo, pues bueno, la cuelgo ahora junto la música, que creo que valdrá la pena escucharla.
La canción es una especie de chufla de La Bullonera, algunos de mis maños favoritos, que, tomando como base una cancioncilla infantil que solían cantar los niñ@s de los colegios de curas o monjas en sus excursiones, critican la nuclearización del país, fruto del desarrollismo industrial de los tecnócratas del Opus Dei, que a finales de los 70 se estaba llevando en toda España. Y no fue ésta la única canción del tema ni La Bullonera los únicos en cantar sobre ello: era algo preocupante, especialmente debido a accidentes ocurridos aquí o allá. Pero las centrales muchas veces eran de factura americana. La Bullonera se burla aquí de los esloganes de los tecnócratas y, aunque sea en tono de sorna, nos advierten de lo peligroso que es.
Por otra parte, aunque sea a posteriori, me viene bien para hablar del tema de la nuclearización de Irán: ¡en contra! absolutamente… Pero no porque Irán esté en el eje del mal y esas cosas, no: en contra de todo rearme nuclear, sea Ahmadineyad, Bush, Putin o su putin madre: ¡nucleares no, gracias!

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El verrugón atómico


¡Qué buenas son las multinacionales
porque nos traen centrales nucleares!

¡Ay, qué gracioso! ¿qué coño habrá ocurrido?
Bajan los peces tripa arriba por el río.

¡Qué buenas son las multinacionales
porque nos traen centrales nucleares!

¡Qué agudos son los amos de mi tierra!
Compran inventos y se ahorran las escuelas.

¡Qué buenas son las multinacionales
porque nos traen centrales nucleares!

Bien satisfechos que están los accionistas,
porque al labriego le harán electricista.

¡Qué buenas son las multinacionales
porque nos traen centrales nucleares!

No hay que temer: el miedo es "inorancia";
dicen los sabios que viven en Arkansas.

¡Qué buenas son las multinacionales
porque nos traen centrales nucleares!

Y el hortelano está loco de contento:
si planta coles, le salen crisantemos.

Para evitar posibles accidentes
la gran empresa "despone" lo siguiente:

Hay que rezar un día y otro alternos
para librarnos de todo contratiempo.

¡Qué buenas son las multinacionales
porque nos traen centrales nucleares!

¡Que no se diga!
¡Que no se note!
¡Que las centrales
tienen bigote!

La Bullonera

Historia del movimiento hippy. II parte


Los cincuenta se acababan con el gran evento de la década: la Revolución Cubana (de la que en la actualidad sólo quedan iconos e imágenes, habiendo pasado de revolución popular a dictadura personal). Al mismo tiempo, la guerra fría se había recrudecido, muy especialmente por la experimentación con misiles y la carrera espacial que ambas potencias poseían, llegando en los dos lados a una esquizofrenia enfermiza que desemboca en ambos bandos en espionajes y contraespionajes. En Estados Unidos, es el siniestro senador McCartthy el que aprovecha la paranoia del país para llevar a cabo un auténtico control político sobre políticos y artistas más digno de un régimen fascista, o incluso de la rusia estalinista, que de un régimen democrático. Actores y directores, como Charles Chaplin, músicos como Pete Seeger, o escritores como Ginsberg, sufrieron el vigilante ojo del anticomunismo americano. El punto álgido internacional llegó cuando Fidel Castro, buscando aliados en este teatro, se define comunista y recaba la ayuda de la Unión Soviética: los rusos ponen misiles en Cuba apuntando a Estados Unidos. El momento es tan caliente internacionalmente que incluso el papa Juan XXIII apela al catolicismo de Kennedy para parar una locura. Años atrás, el presidente Eisenhower había acercado posturas con el general Franco, poniendo, a cambio de ayuda económica, bases en diversos sitios, como Rota o Torrejón.
Aquel momento de la guerra fría fue muy determinante: tuvo un tremendo impacto en la mente de muchos, especialmente de jóvenes, que empezaron a plantearse y a cuestionarse la fuerza militar. Fue precisamente el episodio de los misiles cubanos el que inspiraría a Bob Dylan una de sus mejores canciones de la época folk: «A hard rain’s a gonna fall» hablaba del miedo y de la posibilidad de la destrucción total bajo la amenaza de la guerra atómica. El movimiento folk se había renovado con nuevos nombres, como Joan Baez, Judy Collins, Tom Paxton, Richie Havens, y, por supuesto, Bob Dylan, que fue el primero de ellos en tener un éxito popular inequívoco del que muchos expertos aseguran que en cierto sentido fue su muerte artística. No suponía realmente una renovación de temas, pues el pacifismo y la lucha de los derechos civiles fue una constante del folk de los años 50, si bien, puede ser, la dimensión sindicalista hubiera decaído (excepto en Joan Baez). Folksingers blancos y negros se unen en las marchas por los derechos civiles de Martin Luther King.
Por otro lado, el mundo musical sintió la conmoción ante los grupos que venían desde el Reino Unido: los Beatles abrieron la puerta con su rock’n’roll y rythm’n’blues de raigambre americano, tras ellos grupos tan importantes como Rolling Stones, The Who, Kinks, Hollies, Animals… No suponían realmente una revolución de índole social, estrictamente hablando, pero sí una revolución en el mundo juvenil: ellos daban la impresión de no necesitar trabajar, de tener el destino en sus manos, de vivir al margen de lo que la sociedad exigía a los jóvenes: aquella era todavía una época en la que te tomaban en serio a partir de los 25 y no antes. Aunque las canciones pudieran ser frívolas a veces, o no decir nada más que «te quiero, me quieres», sí es cierto que abrían las nuevas posibilidades de una nueva forma de ver las relaciones entre los jóvenes. Sin embargo, estos muchachos todavía no tendrían grandes cosas que decir por ahora.
El panorama bohemio y underground era otra cosa. El mundo del jazz iba por otros derroteros, con nombres como Pharoah Sanders, John Coltrane y otros más; un mundo muy minoritario e intelectual comparado con el beat británico, el soul (rythm’n’blues comercial), el folk (hasta la llegada de Dylan minoritario) o el surf californiano. El nuevo jazz tenía componentes nuevos en el que, desde los días del be-bop, a la libertad creadora del intérprete se sumaban las experiencias lisérgicas. Desde finales de los 50, Timothy Leary y Richard Alpert, profesores de psicología de la universidad de Berkeley, junto al escritor de ciencia ficción Aldous Huxley, habían sintetizado el LSD, a principios como experimento del ejército americano, para desembocar en un elemento de la contracultura generalmente antimilitarista (elemento bastante engañoso). Pronto surgieron en Estados Unidos comunas dedicadas a la experimentación del cuerpo y la introspección mental en las que los sutas budistas e hindúes se unían a la marihuana y al LSD en una supuesta búsqueda de respuestas místicas más inducidas que auténticas. De ellas, la más famosa quizás fuera el grupo activista Merry Pranksters, los alegres bromistas, dirigidos por el escritor Ken Kesey (autor de Alguien voló sobre el nido del cuco) que plasmó las tempranas vivencias del grupo a bordo de un autobús, junto a Neal Cassady (el «musa» de los poetas beats) en el libro La gasesosa de ácido eléctrico (The Electric Kool-Aid Acid Test). Estos exploradores lisérgicos participarían e incluso organizarían las primeras marchas pacifistas contra la guerra de Vietnam y los primeros conciertos propiamente llamados hippies. Ocurrió entonces, hacia 1963 ó 1964, que confluyeron bajo más o menos el mismo objetivo, los exploradores lisérgicos, algunos de los folk-singers, los músicos de jazz, y los grupos de rock-garaje admiradores del pop británico: les unía principalmente el cuestionarse el papel de su país a nivel tanto nacional como internacional.
 

Musicalmente también es una era muy revolucionaria respecto a la música popular. Entre 1964 y 1965, en los locales de California y Nueva York se vive una intensa proliferación de nuevos grupos de folk y de jazz. Uno de ellos, que alcanzó un éxito popular considerable, fue The New Christy Minstrel, autores del popular «Green back dollar», que estuvo compuesto, entre otros, por Jim McGuinn, que luego formaría The Byrds, y Barry McGuire, un cantautor de folk-rock protesta que obtuvo un éxito disimulado con esta canción, obra de P. F. Sloan y Steve Barri, con una letra apocalíptica muy del gusto de la época, influida claramente por Dylan.

Otros grupos que fueron germen de los futuros grupos flok-rock californianos y de rock de San Francisco, fueron The Journeymen, The Mugwumps o Town Criers, grupos estos que no consiguieron el reconocimiento público, pero cuyos miembros triunfarían en distintas formaciones con nuevos lenguajes: de Journeymen saldrían Scott McKenzie (cantante que sólo tuvo éxito con una canción), y John y Michelle Phillips, que junto a los Mugwumps Mama Cass Elliot y Dennis Doherty formarían The Mamas & The Papas; por su parte, otros dos Mugwumps, John Sebastian y Zal Yanovski, formarían el grupo de bluegrass y folk-rock Lovin’ Spoonful.

En 1964 se les siguen considerando betanicks, pero poco poco el murmuro de la palabra «hippie» se va haciendo más claro y audible cuando los estudiantes activistas de izquierdas, los promotores de los derechos civiles, los aventureros lisérgicos y los místicos van confluyendo en algo que era curiosamente concreto e impreciso a la vez movidos por la nueva injusticia global: la guerra de Vietnam. No obstante, el componente político no fue tan determinante en un principio entre los hippies como el misticismo, el rock y las drogas, aunque las primeras manifestaciones contra la guerra de Vietnam vienen prácticamente de manos de líderes activistas inmersos en este nuevo mundo.
En 1967 el mundo hippie tiene su capital en la ciudad californiana de San Francisco, una ciudad abierta y tolerante tradicionalmente, que también había acunado a los antiguos beatnicks y hipsters; y más concretamente en el barrio de Haight Ashbury. Tampoco es casualidad que tuviera una localización geográfica concreta dada la heterogeneidad ideológica de EE.UU: conviene no olvidar que, al igual que los negros, un beatnick o un hippie no podía atravesar los estados sureños con la sensación de sentirse como en casa, al contrario que pasaba con toda California, Nueva York y otras zonas más abiertas a la diversidad cultural. El Haight Ashbury se convierte casi en un ghetto de los hippies, y a él se acercan diversos turistas para contemplar el fenómeno, entre ellos las estrellas del pop británico para ver la nueva música que allí se estaba creando: Grateful Dead, Jefferson Airplane, Quicksilver Messenger Service, Big Brother & The Holding Co., con la maravillosa Janis Joplin al frente, eran los nuevos grupos formados por músicos que venían de antiguas formaciones o aventuras en solitarios de folk, folk-rock o jazz, practicantes de un rock nuevo y refrescado que mezclaba magistralmente el rock y el blues con el folk, el jazz, instrumentos y ritmos orientales, y nuevas visiones musicales en ocasiones inspiradas por el consumo de drogas. Estos grupos tocan juntos en las múltiples salas de música que existían entonces: el Matrix, el Avalon Ballroom, vieron los mejores momentos de estos grupos antes de que las empresas discográficas mancharan su ambición de ser simplemente músicos de San Francisco populares.
En torno a la comunidad de Haight Ashbury surgen diversas propuestas artísticas: música, teatro independiente, poesía…, pero también negocios que traían todo lo que un hippie podía desear: discos, ropa oriental, collares, cuentas, instrumentos musicales contra más exóticos mejor… A parte el negocio subterráneo de la droga, pero junto a esto prolifera la Clínica Médica Gratuita, dirigida a los chicos con problemas de drogas: no se trataba de prevención y rehabilitación, sino de enseñar a como se podía utilizar una droga sin correr riesgos o, por lo menos, los mínimos. Haight Ashbury podía parecer un paraíso urbano, un lugar donde no trabajar y poder dedicarse a la expansión personal y espiritual de uno mismo y de su cuerpo. Pocas cosas había que sacaran a un hippie de su pretendido estado mental de paz espiritual. No obstante, otros entendían las ciudades como trampas mortales en las que se atrapaba y castraba el alma humana, y comprendían que el lugar del hombre era la naturaleza: algunos huyen a los campos y abren granjas donde fundar comunas y vivir de lo que producían (algunas de ellas hoy en día perviven, sustentándose de vender sus productos): la más famosa fue la granja de Hogh Farm.
Junto a las drogas surge el fenómeno del nuevo misticismo, propugnado por los poetas beats y otros pensadores contraculturales. No fue casualidad que el principal grupo hinduista de occidente apareciera a caballo entre Nueva York y el Haight Ashbury: los Hare Krishna. Los auténticos hippies comenzaron estudiando los textos sagrados de la India, China o Japón; algunos, por su parte, practicaban una suerte de neo-paganismo, mientras que otros fijaban su fe en las raíces del cristianismo. Sin duda alguna, a pesar de utilizar las drogas como medio, éste era en principio una práctica honesta y sincera, si bien la santidad de los gurús que permitían el uso de drogas a sus discípulos era bien discutible (si su religión lo prohibía, claro); pero en el momento en que las grandes estrellas del rock y del cine comenzaron a interesarse por estas prácticas, aparecieron multitudes de maestros espirituales que venían de la India, en donde no gozaban del respeto que decían poseer, con el único objetivo de «hacerse la foto» y ganar su espiritualidad a golpe de fama: el ejemplo más sonado fue el del Maharishi Mahesh Yogi, que utilizó las ansias espirituales de los Beatles para obtener fama, además de mostrar un interés más terrenal que espiritual por su discípula Mia Farrow.
El objetivo de los hippies era oponerse a la sociedad bienpensante americana mediante la religión, las drogas, la auto-marginación y las expresiones artísticas. Y en en Junio de 1967 dieron su grito de afirmación en el Festivla Pop de Monterrey, en donde actuaron sin cobrar (excepto Ravi Shankar, por aquello de tener que volver a la India) los nuevos grupos de rock de San Francisco, los grupos de blues, algunas estrellas del pop británico, junto al gigante del soul Otis Redding y al maestro sitarista Ravi Shankar.

Aunque opuesto a toda guerra, el hippie pretendía vivir al margen de cualquier activismo político, lo cual no le impedía participar en las manifestaciones por la paz/ contra la guerra. Se produce entonces una escisión dentro de ellos, quedando divididos entre activistas y pasotas. El activista solía ser un estudiante o poseer una gran cultura, pero más que místico su tendencia mental iba hacia el socialismo, y, en muchos casos, eran pacifistas pero no pacíficos. El pasota, por su parte, era el hippie en sentido estricto, con tendencia automarginativa e ideas, a veces, demasiado utópicas, frente al activista, que siempre optaba por la práctica. El activista siempre criticaba la falta de acción del pasota, al que acusaba de querer cambiar el mundo a base de canciones y oraciones, o de no querer cambiarlo en absoluto mientras siguiera existiendo su isla, mientras que el pasota le acusaba de querer cambiar el mundo para su beneficio al tiempo que inventaba el bonito término de lunático del poder. Un buen ejemplo de crítica contra los activistas es la canción de los Beatles «Revolution». Por lo general, los músicos suelen practicar el pasotismo, sin desdeñar sus buenas dosis de activismo: los hippies no eran tan políticos en la música como posteriormente se ha pretendido, aunque sintieran simpatías por movimientos como los Panteras Negras y sus equivalentes indios, portorriqueños y asiáticos; sólo hay un número contado de casos en los que la política es un factor determinante en la creación artística, como los Jefferson Airplane, los Who, Country Joe & The Fish, además de los folksingers y cantautores. Sin embargo, en 1968 los pacíficos Human Be-In y Tribal Stomps que venían realizándose desde 1966 fueron adquiriendo un cariz cada vez más político. De una manera feroz, las concentraciones dejaron de ser pacifistas y utópicas para convertirse en batallas callejeras. Fue, no obstante, un huracán que recorrió casi todo el mundo: el mayo francés, la Primavera de Praga, la matanza en la Plaza de las Tres Culturas en México, y nuestras primeras (descartando las del 56) revueltas estudiantiles. También se notó en sus ropas, que comenzaron a alternar los motivos orientales con ropas militares, motivos socialistas y camisetas con la efigie del «Che» Guervara. El año 68 fue el momento culmen en el que nuevas ideologías desafiaban tanto al status capitalista como al comunista que se habían establecido tras la 2ª Guerra Mundial. A partir de ese año, todas sus exhibiciones estarían fuerte y ferozmente marcadas por un halo político antimilitarista.
El otro gran éxito de los hippies fue el concierto multitudinario de Woodstock en 1969, cuya cifra de asistentes se aproximó de manera muy simbólica a la del número de combatientes que había en Vietnam. Pero la década de los 70 venía pisando fuerte, trayendo consigo un huracán de violencia y atentados terroristas de diversos símbolos, borrando los buenos sentimientos hippies que, aunque subsistiendo en las comunas y en las granjas, fueron desapareciendo por una razón: se pasó de moda, venían nuevas generaciones con nuevas demandas y cada vez más se contemplaba a los hippies como una rareza del pasado.

Los hippies no fueron más que, en muchos aspectos, otro movimiento juvenil con ansias de cambiar el mundo, cosa que consiguieron en parte pero sin librarse de que a la mayoría de ellos, como en todo movimiento juvenil, el mundo les cambiara. Como todo movimiento juvenil tuvo sus cosas buenas y sus cosas malas, frente a los maniqueísmos de considerarlos la mejor generación del s. XX o una panda de degenerados morales.
Hay que entender que como movimiento aparecen en una de las épocas más feroces de la guerra fría, con un nuevo frente comunista amenazante desde el Caribe. El ambiente de tensión, violencia, patriotismo exacerbado y militarismo promovió la necesidad de alejarse de un mundo regido tradicionalmente por las armas y buscar refugios en diversos paraísos artificiales, para poder explorar las profundidades del alma humana. Como radicalmente opuestos a la política de su país y promotores naturales de la lucha por los derechos civiles, los hippies no eran bien considerados por las instituciones clasistas y racistas de sus países; no en vano pueden afirmar, incluso con más derecho que sus predecesores beatnicks, haber sido el primer movimiento-moda juvenil totalmente inter-racial: mientras que los rockers eran generalmente blancos, y los funkies negros, o había un rock’n’roll blanco y otro negro, los hippies no reconocían colores: para ellos era perfectamente normal que un blanco tocara blues y un negro country’n’western. Fundaron gracias a sus nuevas conciencias movimientos que han tenido una importancia indiscutible: el movimiento ecologista fue re-fundado por ellos prácticamente. Lo mismo se puede decir respecto a las ideas de igualdad de sexos y de tolerancia sexual; también las ideas renovadas de igualdad y fraternidad propiciaron un cambio en la forma de ver las relaciones entre los seres humanos y sus culturas desde el respeto y sin «centrismos» culturales de ninguna clase.
Pero tuvieron sus defectos, de entre ellos el más grave fue el abuso de las drogas: desde los planteamientos de Leary y Alpert y otros, los hippies buscaron en las drogas aquel remanso de paz y sintonía espiritual que decían que los indios americanos, los shaivas (adoradores de Shiva) y otros obtenían gracias a su consumo propiciada por una visión bastante sesgada de estas culturas. Las drogas, lejos de enriquecer a la cultura del movimiento hippie, en realidad contribuyó a su destrucción y a propagar la visión de viciosos que de ellos se tenían, una publicidad alimentada por las sucesivas muertes de sobredosis de las grandes estrellas del rock: Brian Jones, Janis Joplin, Jim Morrison, Al «Blind Owl» Wilson, Ron «Pigpen» McKernan… Ante esto siempre cabe preguntarse si no fueron los servicios secretos americanos, al igual que a todas vistas parece que hicieron en los barrios negros, quienes promovieron la introducción y el consumo de drogas cada vez más peligrosas en el mundo hippie. A parte de los supuestos espías soviéticos, el enemigo interior que el gobierno americano decía tener era triple: los negros, los estudiantes y los hippies.
Pasaba algo parecido con la libertad sexual o con el marketing. Los hippies fueron víctimas de sus propios vicios: muy pronto la revolución de la conciencia, la libertad sexual y el hacer lo que quieras sinceros y honestos de algunos en principio, atrajo a un número importante de oportunistas a los que las revoluciones les importaba un pito: querían drogas y sexo nada más. Parecido era lo de la exploración espiritual, la cual, una vez fue manifestada por las millonarias estrellas musicales y cinematográficas su afición atrajo a un número significativo de gurús gorrones y charlatanes que, aprovechándose de la inocencia o ignorancia de las estrellas del rock, llegaron a desvirtuar en moda lo que en sus lugares de origen eran religiones serias y repetadas. El elemento bohemio y marginal que habían sido desde el año 64 comenzó a ser un negocio cuando las estrellas del pop británico comenzaron a practicar (o a intentarlo) ese estilo de vida: de repente, entre un grupo de gente que afirmaba despreciar el dinero se comenzó a mover un importante negocio de miles de dólares en la industria discográfica: ser hippie, en algunos sitios, estaba de moda. Pocas veces el utopismo de un mundo sin dinero basado en el respeto a los demás dio sus buenos resultados: Woodstock y Monterrey fueron magníficos, pero también está el desastre de Altamont protagonizado por los Rolling Stones, del que ya hablé un día. El dólar, enemigo declarado de los hippies en un principio, entró entre ellos para destruirlos de la manera más atroz en la que se puede destruir un movimiento juvenil: la frivolización de sus principios en estética y pseudo-elementos; abundan grupos de pop ñoños y frívolos que hacían letras bastante naïves con una pretendida y falsa base hippie.
Si bien los Rolling Stones pecaban de excesiva terrenalidad, los Beatles pecaban de excesiva espiritualidad. La marginación política por la que finalmente la mayoría optaban tenía también su cara y su cruz: se puede entender que ante la tensión, la violencia y el patriotismo exacerbado uno prefiriera apartarse del mundo; pero esto tenía su efecto negativo en lo tocante a las reivindicaciones serias de entonces, ya que se adquiría así cierto halo malsano de esnobismo intelectual muy perjudicial por un lado, y un egoísmo injustificado. Por supuesto hablamos sólo de los pasotas, los auténticos hippies, pues los activistas compartían ciertas pautas y estética, pero porque toda época tiene su estética. Esto fue muy notable también en nuestro país, cuando empezaron a instalarse en Ibiza parecían ignorar que existía una dictadura viva y operante.
En España, el hippismo entró diez años después de lo que se puede considerar su nacimiento, como ha venido siendo la tendencia de este país respecto a las modas y a las músicas, de la mano de Pau Riba, Jordi Batiste o Hilario Camacho, entre otros, dando lugar a grupos de tendencias psicodélicas y de rock progresivo sobre todo en Andalucía y Cataluña: Smash, Triana, Iceberg, Gong, Companyia Elèctrica Dharma, Barcelona Traction… Pero también de otros lugares: Dolores, los gallegos NHU, los vascos Errobi… No obstante, el hippismo a la americana no se entendió muy bien aquí, ya que conllevaba la marginación voluntaria y la no acción política. Dicen las malas lenguas que los que de aquí se hicieron hippies eran niños ricos que podían jugar a hippies y que, cuando se cansaran, podrían volver al puesto que su papá le tenía asignado en la empresa o en el negocio familiar (no sé hasta qué punto de verdad esto fue verdad, pero también se podía decir lo mismo de ciertos activistas).

Los hippies contribuyeron a cambiar el mundo de entonces, no se puede negar. Pero pagaron un precio muy alto, sucumbiendo a sus contradicciones, a sus vicios, quizás por ellos mismos, quizás por una mano negra que mueve los hilos hasta del mismo presidente de los Estados Unidos…

El Movimiento Hippy (I)


A un hippy le robas una vez, pero dos no.
Josete

Coincidencia o no, da la casualidad -o la causalidad, vaya usted a saber- que he puesto vídeos y temática de la música de los hippies sin haber caído en la cuenta de que estamos en el 40º aniversario del llamado Verano del Amor. Por esta razón, quisiera hablar del tema y homenajear así a una generación que plantó cara al sistema fascista encubierto de su país, empeñado en dirigir mediante la siniestra CIA los designios del mundo entero. Ésta es la historia de su música, porque creo que la historia del movimiento hippy es la historia de su música.

Lejos de lo que se suele pensar, el movimiento hippy no es tan simple como pareciera: en sentido amplio abarcaba a un buen elenco de gente con ciertos puntos en común: los estudiantes radicales, el movimiento pro-derechos civiles, los partidos de la nueva izquierda, el movimiento ecologista…; aunque también meten a gente que en realidad no eran hippies, y que, a veces, eran radicalmente opuestos a sus planteamientos, como eran los Ánegeles del Infierno, los Panteras Negras o el underground neoyorquino warholiano. Pero el hippy en sentido estricto era un personaje que decidía que no quería saber nada más del mundo pequeño-burgués, del sueño americano, de la industria, de la guerra ni de la política; se auto-marginaba y experimentaba con su cuerpo y su mente amaneceres espirituales, a veces lisérgicamente artificiales. La cita con la que abro, que me la dijo un antiguo amigo, es acertada del todo, y refleja el espíritu del hippy auténtico, dispuesto a creer en la supuesta bondad natural del hombre, aunque sepa que quedará defraudado: a un hippy no le robas con mentiras, se deja robar porque quiere confiar en todo el mundo, pero ya después no se dejará.

Para ver su historia hemos de remontarnos un poquito hacia atrás, a los años 50. El movimiento hippy no es un movimiento original, sino la evolución de un movimiento anterior. A finales de los años 40, el descontento con el american way of life era palpable en algunos individuos que eran llamados hypsters: era gente joven y aburrida de lo que su país les podía ofrecer; por esa razón se refugiaban en divertimentos que les aseguraban nuevas sensaciones y modos de ver la vida como era la marihuana, el jazz, sobre todo el be-bop de Charlie Parker, las religiones y filosofías orientales y una nueva poesía inspirada por estos elementos nacida en la auto-marginación dentro de los áticos y buhardillas de las grandes ciudades o en largos viajes a lo largo de la nación. El libro fundacional de esta generación era En la carretera, del novelista Jack Kerouac, uno de sus fundadores y principales ideólogos: es un libro semi-autobiográfico que relata esos viajes, y en los que el escritor hace aparecer disfrazados pero reconocibles, a sus correligionarios: Neal Cassady, el marginado cuya forma de vida inspiraría a la mayoría, el poeta Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti y otros. Ginsberg fue por su parte el padre de una poesía automática, improvisada (como el be-bop), nacida de una interioridad insobornable, que fue conocida como beat (ritmo), y a los seguidores de este estilo de vida beatnicks. Un beatnick era una mezcla de socialista (comunista o anarquista) en lo político, un budista en lo religioso, un cristiano en el sentido estricto y primigenio de la palabra en la moral, un marginado, un negro en lo musical, un vagabundo, un repudiado y un deprabado ante los ojos de la sociedad bienpensante americana. El beatnick da la espalada a las convenciones burguesas americanas y experimenta nuevas formas de expresarse, de vivir y de relacionarse incluso sexualmente; algunos inclusos experimentan con drogas más peligrosas como la morfina y la heroína, como William Burroughs, autor del delirante Almuerzo desnudo. Pero el beatnick suele tener un ánimo más individualista, mientras que el ánimo hippy será más comunal. Los puntos políticos que tienen en común crean un estrecho vínculo con los folksingers politizados coetáneos como Woody Guthrie, Pete Seeger, Leadbelly, que, no obstante, no son beatnicks: los beatnicks eran la parte mística, mientras que los folkies eran la parte política de una generación desilusionada: unos se auto-marginaban mientras que los otros decían que la lucha activa, aunque fuera con la música, era mejor opción. Esta diferenciación también será importante en el futuro.
En los clubs de jazz y de folk, los muchachos fugados de sus casas para tocar música, pintar cuadros o escribir poemas se codean a finales de los 50 y principios de los 60 con poetas beats ya consagrados, músicos de folk y de jazz, antiguos sindicalistas, miembros del casi ilegal Partido Comunista. Estos chicos nuevos son considerados todavía como beatnicks, y entre ellos encontramos a futuros valores como Joan Baez, Phil Ochs, y Bob Dylan. A principios de los 60 el elemento bohemio minoritario y clandestino se estaba poniendo relativamente de moda, más especialmente con el éxito popular, musical y literario de Bob Dylan, un chico que lee a Ginsberg y a Kerouac y que escucha a Woody Guthrie.
Al mismo tiempo, el mundo comienza a revolverse contra el status quo establecido tras las II Guerra Mundial. A finales de los 50, por ejemplo, en España se produjeron las primeras revueltas estudiantiles, en las que se encuentran mis admirados profesores Enrique Tierno Galván y José Luis Abellán. También allí se comienza a mover algo en las universidades, y también dentro del Bloque Soviético. Los años 40 y 50, que habían pasado tan tranquilamente en casi todas las partes del mundo, estaban dejando paso a una década que prometía ser movidita, con una guerra secreta y escalofriante aunque no declarada entre los dos grandes sistemas vencedores sobre el fascismo: la Guerra Fría estaba a punto de alcanzar algunos de sus puntos más calientes. En Estados Unidos, el deleznable senador McArthy investiga el comunismo, a veces infundado otras fundado, de artistas y políticos, en lo que se denominó la «caza de brujas»: un método fascista dentro de un país que dice estar orgulloso de su democracia. Los 50 se cierran con el hecho que marcará buena parte de las relaciones internacionales del mundo: la Revolución Cubana. Y mientras tanto, para luchar contra el comunismo, Estados Unidos busca aliados hasta en el infierno: Eisenhower abre los brazos al homicida general Franco, y éste le cede puestos para establecer sus legiones, unidos en la lucha anti-comunista.
La crisis de los misiles cubanos tuvo sobre buena parte de la juventud americana un efecto devastador, pero en algunas ocasiones positivo: muchos comenzaron a pensar que en el futuro el idioma de las armas debe de ser erradicado totalmente e implantar nuevas conciencias para evitar la total destrucción. El movimiento pacifista estaba naciendo alrededor de todo el mundo, y muy especialmente en Estados Unidos.

Pare


 

Pare


Otra vez la marea negra está envenenando nuestra tierra: esta vez en Algeciras; y he de decir que me sorprende la poca información y el inmovilismo que hay al respecto. Por esta razón, para los andaluces de Algeciras va esta bella canción de Serrat:

Pare
digueu-me què
li han fet al riu
que ja no canta.
Rellisca
com un barb
mort sota un pam
d’escuma blanca.

Pare
que el riu ja no és el riu.
Pare
abans que torni l’estiu
amagui tot el que és viu.

Pare
digueu-me què
li han fet al bosc
que no hi ha arbres.
A l’hivern
no tindrem foc
ni a l’estiu lloc
per aturar-se.

Pare
que el bosc ja no és el bosc.
Pare
abans de que no es faci fosc
ompliu de vida el rebost.

Sense llenya i sense peixos, pare,
ens caldrà cremar la barca,
llaurar el blat entre les enrunes, pare
i tancar amb tres panys la casa
i deia vostè…

Pare
si no hi ha pins
no es fan pinyons
ni cucs, ni ocells.

Pare
on no hi ha flors
no es fan abelles,
cera, ni mel.

Pare
que el camp ja no és el camp.
Pare
demà del cel plourà sang.
El vent ho canta plorant.

Pare
ja són aquí…
Monstres de carn
amb cucs de ferro.

Pare
no, no tingueu por,
i digueu que no,
que jo us espero.

Pare
que estan matant la terra.
Pare
deixeu de plorar
que ens han declarat la guerra.

 Padre,/ decidme qué le han hecho al río/ que ya no canta./ Resbala/ como un barbo/ muerto sobre un palmo/ de espuma blanca.// Padre, que el río ya no es el río./ Padre, antes de que vuelva el verano,/ esconda todo lo que está vivo.// Padre,/ decidme que le han hecho al bosque,/ que ya no hay árboles./ En el invierno/ no tendremos fuego,/ ni en el verano lugar/ para detenerse.// Padre, que el bosque ya no es el bosque./ Padre,/ antes de que se haga oscuro/ llenad de vida la despensa.// Sin leña y sin peces, padre,/ tendremos que quemar la barca,/ segar el trigo entre las ruinas, padre,/ y cerrar con tres cerrojos la casa/ y decía usted…// Padre,/ si no hay pinos/ no se hacen piñones/ ni gusanos ni pájaros.// Padre,/ donde no hay flores/ no hacen las abejas,/ cera ni miel.// Padre,/ que el campo/ ya no es el campo./ Padre,/ mañana del cielo lloverá sangre,/ el viento lo canta llorando.// Padre,/ ya están aquí…/ Monstruos de carne/ con gusanos de hierro.// Padre,/ no, no tengáis miedo,/ y decid que no,/ que yo os espero.// Padre,/ que están matando la tierra./ Padre,/ dejad de llorar,/ que nos han declarado la guerra.


Joan Manuel Serrat 

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