En 1927, debido al homenaje que se le hizo hacia el 23 de mayo por el centenario de su muerte, Luis de Góngora, excelso poeta de los siglos XVI-XVII, se convertía, de ese modo, en padrino de la joven Generación del 27. Cerca de 30 años después, a pesar de haber sido reclamado una y cien veces por los intelectuales conservadores que marcaron el ritmo, el gusto y los cánones intelectuales de la dictadura, el gran poeta barroco se convertiría también en padrino de la canción de autor cuando Paco Ibáñez, desde París, ponía música a uno de sus poemas más bellos en 1956, y posteriormente los reuniría con musicalizaciones del mejor de los poetas de la Generación del 27: García Lorca.
La más bella niña, fechado en 1580, parece ser uno de los poemas de juventud de Góngora; se nota, principalmente, en la sencillez del lenguaje y de los conceptos, y en que la estructura del poema parece apoyarse en ciertas fórmulas populares de entonces, que entroncaban con la tradición medieval, y no resulta tan culteranista, un estilo de la poesía barroca más oscuro, con múltiples referencias a la alta cultura, pensada un poco para iniciados, del que Góngora fue maestro e iniciador, y opuesta a la forma más popular del conceptismo, defendido por su acérrimo rival y enemigo personal Francisco de Quevedo. Esta bloguera, que hace un análisis literario que, probablemente, los escolares que anden buscando referencias para sus clases y trabajos encontrarán más valioso que el que yo pueda ofrecer aquí, remarca esa herencia de la lírica popular y tradicional de las cantigas de amigo galaico-portuguesas, y de las jarchas mozárabes. Yo añadiría la lírica sefardita, un grupo literario-folklórico muy rico, en el que a menudo también aparecían estos tópicos de la mujer que queda abandonada por su amante, prometido o esposo, y les espera desconsoladamente; ejemplo de esto son canciones tales como Hija mia mi querida, ¿Por qué llorax? o La rosa enflorence (canciones versionadas por el grupo checo Gothart en su álbum Adio querida, nombre de otra canción sefardí). No sería nada extraño si pensamos que, por otro lado, su enemigo Quevedo dejó caer cierta insinuación de su origen judaico (cosa nefasta para una poeta de la corte por entonces) de una manera no muy elegante en su poema A una nariz, el cual se piensa dirigido contra Góngora. Algunas de estas canciones sefardíes, por otro lado, como aquellas también de las cantigas de Amigo y las jarchas, tenían, a menudo, el trasfondo del tema de la guerra: el amado que se tiene que ir a la guerra y la amada que se queda esperando, con la incertidumbre de si volverá.
Durante el siglo XVI, el que se dio en llamar Imperio español, bajo la corona de Felipe II, se vio inmerso en varias guerras, bien para conquistar territorios, bien para protegerlos de las ambiciones de los otros reinos rivales, y, a veces, con un pretexto religioso (protestantes y musulmanes, enemigos declarados del monarca). En los años que anteceden a la creación del poema tuvieron lugar, entre otros, estos sucesos: 1571, batalla de Lepanto contra el Imperio Otomano; 1572, el Imperio Inca es derrotado con la ejecución de Tupac Amaru I; 1573, tras el asedio, la corona española toma Haarlem (Holanda), mientras que al año siguiente, los neerlandeses resisten en Leiden… Batallas, conquistas y victorias (y alguna derrota) llevadas a cabo la mayoría por el más fiel vasallo del rey de España: Fernando Álvarez de Toledo, III Duque de Alba.
En 1978 fallece en batalla Sebastián I, rey de Portugal, en la batalla de Alcazarquivir. Asumió la corona su tío abuelo, cardenal Enrique I El Casto, quien moriría en 1580, dejando vacante el trono; se produce una disputa entre los pretendientes al trono, nobles de diversas procedencias vinculados al trono portugués de alguna u otra manera, entre los que se encontraba el poderoso y temible Felipe II. Uno de ellos, Don Antonio, prior de Cato, se autocorona rey de Portugal en junio de 1580, con el apoyo popular, y comienza a prepararse para la inminente guerra contra el reino de España, el cual haría entrar sus tropas ese mismo mes en Portugal al mando del Duque de Alba. Fue en la batalla del río Alcántara en donde las tropas portuguesas, formadas por un ejército que, en su mayoría, estaba compuesto por campesinos y milicianos voluntarios, sufrieron la derrota contra el ejército mejor preparado de los españoles. Esta batalla supuso, en los meses siguientes, el comienzo de la derrota de Don Antonio y la coronación de Felipe II como Felipe I de Portugal. En ese mismo año, Luis de Góngora escribía el poema “La más bella niña”, un poema de amor, pero también contra la guerra; una doncella que anhela el regreso de su amado, que probablemente moriría en Lepanto, Perú, Holanda o Portugal.
Pasan 376 años de guerras, batallas, victorias, derrotas, cuando este poema inspirado por cierto sentimiento antibelicista despierta algo en un hijo de los perdedores de la última guerra que tuvo lugar en suelo español;pero lejos, en París, en donde a Paco Ibáñez, un día de 1956, la fotografía de una mujer andaluza vestida de negro le inspiraría hacer una canción. Y entonces se acordó del poema de Luis de Góngora, y una melodía, algo así como una especie de habanera le vino a la cabeza.
[Originariamente, se recogía lo que F. G. L. aseguraba era el origen gráfico de la inspiración, el cuadro de Dalí Muchacha en la ventana. Durante un tiempo lo dejé porque lo había escrito de tal modo que, cuando vi que no era cierto (ya que en la web de Paco Ibáñez se cuenta la verdadera historia), rectificar suponía cambiarlo casi de arriba a abajo. No digo que F. G. L. obrara con mala conciencia (puede verse en los comentarios que reconoce su error); quizás solo le traicionó la memoria. Sin embargo, por inocente que sea, creo que no está bien perpetuar una mentira y generar confusión a curiosos y estudiosos de esta parte de la música popular española.]
Fue entonces cuando Paco Ibáñez hizo su primera musicalización de un poema, y fue uno de esos momentos en los que literatura, imagen y música se unen casi por azar. Pero no fue hasta 1964 cuando la grabara, en su primer LP, con musicalizaciones de poemas de Luis de Góngora y de Federico García Lorca, cuya portada la hizo Salvador Dalí, y en donde se lee la palabra “Lorca”, escrita con fuerza y con rabia, y con manchones que quizás representen la sangre del poeta andaluz. La canción de autor española había nacido, en París.
Polémica: No creo que haya sido una agria polémica la que enfrentó a Paco Ibáñez y a Raimon por ser el primero en hacer la primera canción de autor española en general. Como siempre, podrá depender de la perspectiva. Paco compuso La más bella niña en 1956, mientras que Raimon compuso su Al vent en 1962; pero Paco no grabaría su canción hasta 1964, mientras Raimon lo hace un año antes en su primer sencillo, pudiéndose aducir, con esto, que llegó, influyó e inspiró a la gente antes, y encima en territorio nacional. Habrá por otra parte quien sostenga que, mientras la canción de Ibáñez tiene letra ajena, la de Raimon tiene letra propia, aunque esto, para el género, no importe demasiado. Y, a pesar de todo, Raimon siempre podrá decir que fue el primero en hacer canción de autor en catalán y aun en catalán-valenciano. Todo va a depender del criterio que se emplee: primera escritura o primera grabación. Aun así, y cambiando a día de hoy mi modo de ver las cosas, estaría dispuesto a otorgar ese honor a Raimon, sin descartar que pudo haber un tercero que pueda legítimamente reivindicar ese hecho; en su favor hablan tres factores fundamentales: la suya es original, es la primera en grabarse y es la primera en llegar al público y, así, ejercer además una cierta influencia. Dicho esto con todos los respetos hacia Paco Ibáñez y siendo libre de antipatías o simpatías personales hacia uno u otro.
La más bella niña
La más bella niña
De nuestro lugar,
Hoy viuda y sola
Y ayer por casar,
Viendo que sus ojos
A la guerra van,
A su madre dice,
Que escucha su mal:
Dejadme llorar
Orillas del mar.
Pues me distes, madre,
En tan tierna edad
Tan corto el placer,
Tan largo el pesar,
Y me cautivastes
De quien hoy se va
Y lleva las llaves
De mi libertad,
Dejadme llorar
Orillas del mar.
En llorar conviertan
Mis ojos, de hoy más,
El sabroso oficio
Del dulce mirar,
Pues que no se pueden
Mejor ocupar,
Yéndose a la guerra
Quien era mi paz,
Dejadme llorar
Orillas del mar.
No me pongáis freno
Ni queráis culpar,
Que lo uno es justo,
Lo otro por demás.
Si me queréis bien,
No me hagáis mal;
Harto peor fuera
Morir y callar,
Dejadme llorar
Orillas del mar.
Dulce madre mía,
¿Quién no llorará,
Aunque tenga el pecho
Como un pedernal,
Y no dará voces
Viendo marchitar
Los más verdes años
De mi mocedad?
Dejadme llorar
Orillas del mar.
Váyanse las noches,
Pues ido se han
Los ojos que hacían
Los míos velar;
Váyanse, y no vean
Tanta soledad,
Después que en mi lecho
Sobra la mitad.
Dejadme llorar
Orillas del mar.
Luis de Góngora