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Cançó d’amor per l’homosexualitat


A Ale, por nuestro Ro-Macho-Mance*

Porque es justo que el hombre no busque su deleite
en la selva de sangre de la mañana próxima.
El cielo tiene playas donde evitar la vida
y hay cuerpos que no deben repetirse en la aurora.

Federico García Lorca, “Oda a Walt Whitman

Hoy es el día de la anti-homofobia, y es un día tan importante como el día del Orgullo Gay. Hay quien considera, desde ciertas posiciones en las que se esconde su homofobia implícita (a pesar de todo, está mal visto ser homófobo, como ser fascista y/ o racista, pero ya se sabe), que no son días necesarios. Pero echando un vistazo al panorama actual, uno se da cuenta de que es mucho más necesario de lo que se puede pensar: mientras las sociedades, paulatinamente y cada una a su ritmo, lo van aceptando como una cosa normal, lo que es, otorgando los justos derechos, paralelamente están quienes se oponen a esto, y a veces, más de las que se querrían, con violencia. Todavía en algunos países, de cualquier cultura y religión, la homosexualidad (y aquí entra todo: homosexualidad masculina, homosexualidad femenina o lesbianismo, transexualidad, etc.) está penada, y a menudo con la muerte; en otros momentos, no es que esté penada, pero sí hay individuos entre la población dispuestos a herir y hasta a matar a los homosexuales por un odio ciego que ni siquiera entienden.

fotografia_mujeres_besandose_protestas_anti_gay_Gerard_JulienAlguien podrá decir algún discurso desaforado sobre los países “subdesarrollados”, los países islámicos, etc. Pero las cosas tampoco son de color rosa en el que algunos llaman con orgullo incluso a día de hoy “occidente cristiano civilizado”, donde, si bien, los derechos ciudadanos de los homosexuales están o van siendo reconocidos, también existe un auténtico frente anti-homosexual, generalmente capitaneado por la jerarquía católica, y que tiene en los partidos conservadores sus defensores. Las manifestaciones ocurridas en Francia (la liberal, la democrática República Francesa) por parte de un sector rancio de la población, y además acompañadas de agresiones, hacen saltar todas las alarmas: una cómica, que no nos hace ninguna gracia, ha capitaneado un movimiento que esgrimía argumentos contra el matrimonio homosexual de la manera más cínica: hipócritamente, se han apoderado de muchos lemas y consignas de las últimas manifestaciones mundiales de indignados, llegando a calificar la aprobación de dicha ley de atentado a la democracia. De esta manera, los petainistas de antaño, ahora dicen que la aprobación de derechos de parte de la población incurre en el descenso de derechos de su parte de la población; y habrá quien se lo trague. No afirman abiertamente que, como antaño hicieron los aliados de sus antecesores, se los tenga que ingresar en campos de concentración con el triángulo rosa sobre el uniforme de prisionero, pero… Dadles tiempo.

besos-homofobia-ciudades-francia-apoyo-matrimonio_2_1465230A todo esto, los homosexuales siempre han tenido un enemigo común: el fanatismo homofóbico, que en ocasiones no ha tenido una sola ideología. En el pasado también acampó a sus anchas entre la izquierda clásica y ortodoxa, hasta el punto de que el subsecretario del Ministerio de Cultura de la República, Wenceslao Roces (PCE) censuró una parte del poema-homenaje de Luis Cernuda a Lorca, una parte que parecía apuntar  a la homosexualidad del gran poeta; la homosexualidad también fue un escollo para gentes como Jaime Gil de Biedma a la hora de ingresar en el PCE. Por suerte, eso ya pasó: y en la izquierda, el reconocimiento de los derechos de los homosexuales y su normalización, es ya una reivindicación constante. Peor suerte tienen aquellos homosexuales que, creyentes de corazón o por tradición, practican la fe en el catolicismo, el ortodoxismo y otras iglesias cristianas, el judaísmo, el islam, y otras: debe ser muy duro que, siendo un creyente fiel y honesto, se tenga que aguantar por parte de los jefes de tu fe que estás irremediablemente condenado. Otra posición en el fanatismo religioso, que responde bastante a la normalización, es una que prosaicamente podemos llamar “los gays son muy majos, muy limpios, muy simpáticos, todo lo que quieras… Pero van a ir al infierno”, que supone un avance, pero sigue siendo muy hipócrita. No podemos exigir a estos homosexuales que abandonen sus creencias religiosas, no tenemos derecho, pero sí hay que exigir de estas religiones que abandonen este discurso tan falso.

Acabamos con una canción que debería haberse convertido en himno, como otras suyas. Es una canción que supone toda una “salida del armario” ¡en 1977! de este gran cantautor, Lluís Llach. Fue Barcelona la pionera, desde mediados de los 70, en organizar un movimiento pro-gay, que entonces suponía también un frente de lucha contra el franquismo, y de esto habla Llach, quien por mucho tiempo –y entonces sí que era comprensible- calló su condición. Todavía habrá quien tenga pesadillas con esto: rojo, catalán y gay. La “Cançó d’amor” de Llach, toda una declaración:

Cançó d’amor

Si avui parlo d’amor
és per dir-vos, potser
sense força ni traça,
que he fet tantes cançons
amagant veritats
sota un joc de paraules.
És potser per això
que me cal dir-ho ara.

Parlaré de les lleis
que fan del nostre cos
tan grollera mentida,
que potser caldrà dir
que les lleis han confós
plusvàlua amb família.
Potser no tinc raó,
potser tu, potser jo.

I parlaré d’aquells
per als qui el cos és presó
de passions condemnades,
i en un llit clandestí,
quan per fi ve la nit,
amagats s’amanyaguen.
No sé si tinc raó,
potser tu, potser jo.

L’amor és el plaer
gratuït i sincer
d’un joc ple de frisances,
un poema de pells
on el sexe és l’accent
d’un senzill llenguatge.
No sé si tinc raó,
potser tu, potser jo.

Si avui parlo d’amor
és per dir-vos, potser
sense força ni traça,
que faré mil cançons
amagant veritats
sota un joc de paraules.
És només per això
que me cal dir-ho ara.

Canción de amor

Si hoy hablo de amor/ es tal vez para deciros/ sin fuerza ni maña/ que escribí muchas canciones/ escondiendo verdades/ bajo un juego de palabras./ Quizá no tengo razón,/ pero necesito decirlo ahora.// Hablaré de las leyes/ que convierten nuestro cuerpo/ en tan grosera mentira,/ que tal vez deberemos decir/ que las leyes han confundido/ plusvalía y familia./ No sé si tengo razón,/ quizá tú, quizá yo.// Y hablaré de aquellos/ para quienes el cuerpo es cárcel/ de pasiones condenadas/ y en un lecho clandestino/ cuando llega por fin la noche/ escondidos se acarician./ No sé si tengo razón,/ quizá tú, quizá yo.// El amor es el placer/ gratuito y sincero/ de un juego estremecido/ un poema de pieles/ donde el sexo es el acento/ de un sencillo lenguaje./ No sé si tengo razón,/ quizá tú, quizá yo.// Si hoy hablo de amor/ es tal vez para deciros/ sin fuerza ni maña/ que escribiré mil canciones/ escondiendo verdades/ bajo un juego de palabras./ Solamente por ello/ necesito decirlo ahora.

Lluís Llach

Original y traducción:

http://www.cancioneros.com/nc/1651/0/canco-d-amor-lluis-llach


* “Romachomance” es un concepto de la serie Scrubs, que sirve a sus dos protagonistas masculinos, heterosexuales, para describir su curiosa relación de amistad parecida a un noviazgo, pero sin relación ni atracción sexual.

Ciudad del Amor Fraternal


Philadelphia_impPhiladelphia (Johnathan Demme, 1993) es una de las grandes películas del Hollywood de los años 90, en aquella edad de plata que tuvo, y ya un clásico por derecho propio: una historia sencilla, pero real, no sólo porque haya quien sostiene que se inspira en un hecho real (que dio lugar a demandas y cosas así), sino porque es algo que podría pasarle a cualquiera. Demme juega con el concepto del nombre de la ciudad en donde transcurre la historia, Filadelfia, que fue fundada por William Penn, un filósofo cuáquero que, sirviéndose del pago de una deuda de la corona inglesa a su familia, quiso hacer una ciudad en donde se garantizara cualquier culto a Dios, y la llamó Philadelphia, que en griego antiguo significa “amor fraternal” (philós, “amor, amistad, simpatía, etc.”, y adelphós, “hermano”), y que años después sería donde se firmaría la Declaración de Independencia. Es, pues, una ciudad en donde alguien debería contar con, al menos, un amigo, como le ocurre al abogado Andrew Beckett, soberbiamente interpretado por Tom Hanks, cuando busca al también abogado Joe Miller, interpretado de manera no menos soberbia por Denzel Washington, quien tendrá que sobreponerse a cien y un prejuicios heredados acerca de los homosexuales y del SIDA para realizar una mejor defensa del caso, para demostrar que su despido fue causado por el prejuicio de los conservadores jefes de la firma de abogados y no por una negligencia (gracias a una trampa elaborada).

La estatua de bronce del fundador William Penn adorna la cúpula del ayuntamiento de la ciudadTras una historia tan sencilla se esconde un cúmulo de cosas por lo que esta película es, en cierto sentido, la película de los 90, y no sólo de los 90 estadounidenses. Durante la década anterior, conocida como la era Reagan, los prejuicios tradicionales contra los homosexuales y el pánico al SIDA se habían visto aumentados. Eran los años 80, y el SIDA contaba con un trágico aumento de afectados; el gabinete del presidente Ronald Reagan –supongo que con alguna excepción-, en lugar de dar información sobre la realidad de la enfermedad, se dedicaba a culpar desde todos sus medios a los homosexuales y a los drogadictos (nótese la comparación), intentando hacer creer a la población que era un problema de gente con vidas “desordenadas” y que de alguna manera se la habían buscado; la gente conservadora creía las arengas de los predicadores que aseguraban que era un castigo de Dios a los homosexuales, mientras que el pánico a la enfermedad hacía que los enfermos fueran condenados, además de a una muerte física segura, a una muerte social. Y para dar sensación de seguridad, el gabinete Reagan se aseguraba de que por sus fronteras no entraran, no sólo los enfermos, sino los homosexuales y los toxicómanos. Mientras tanto, como suele pasar, bajo tanta idiotez languidecía la voz de los médicos que intentaban explicar las vías de contagio de la enfermedad. En los días en los que transcurre esta película, el SIDA, como enfermedad debilitante, gozaba ya de la consideración de minusvalía –como se dice en ella- y, por tanto, de cierta protección, intentando explicar de esa manera que la actitud de los jefes de la firma, a parte de ser repudiable, ya no gozaba de amparo. También supone cierta desmitificación del modelo de éxito estadounidense, dado que, hay un momento en el que Beckett goza de la amistad y del respeto de los socios de la firma, hasta que tanto su enfermedad como su vida privada quedan al descubierto, momento en el que, para ellos, se convierte en un paria.

Habría muchas más cosas, y durante cien años habrá quien encontrará nuevos matices interesantes en esta película, que parece ganar cada vez que se ve de nuevo, pues no habla sólo del SIDA y de la homosexualidad, sino también de la amistad, de la solidaridad, etc. La película fue, en cierto sentido, todo un revulsivo que ayudó a cambiar la concepción que mucha gente tenía sobre la homosexualidad y los homosexuales, incluido aquí, en nuestra tierra, en donde muchas personas seguía teniendo la imagen de los alegres y depravados maricas de las películas de Pajares y Esteso (no sé cómo pensaban o piensan estos dos comediantes al respecto, o incluso sus directores y productores, pero aquellas películas, realmente, en ese sentido, hicieron mucho daño). Sólo una cosa más, que fue la excelente banda sonora, con dos temas originales: uno, a cargo del maestro Springsteen, que abre la película, y el otro, que es el que traemos, a cargo del canadiense Neil Young, cerrando la película en una de las escenas más emotivas de la historia del cine:

Philadelphia

Sometimes I think that I know
What love’s all about
And when I see the light
I know I’ll be all right.

I’ve got my friends in the world,
I had my friends
When we were boys and girls
And the secrets came unfurled.

City of brotherly love
Place I call home
Don’t turn your back on me
I don’t want to be alone
Love lasts forever.

Someone is talking to me,
Calling my name
Tell me I’m not to blame
I won’t be ashamed of love.

Philadelphia,
City of brotherly love.
Brotherly love.

Sometimes I think that I know
What love’s all about
And when I see the light
I know I’ll be all right.
Philadelphia.

Filadelfia

A veces creo que sé/ de todo lo que va el amor/ y cuando veo la luz/ sé que estaré bien.// Tengo a mis amigos en el mundo,/ tuve mis amigos/ cuando éramos chicos y chicas/ y los secretos venían desplegados.// Ciudad del amor fraternal/ lugar que yo llamo hogar/ no me vuelvas la espalda/ no quiero estar solo/ El amor dura para siempre.// Alguien me está hablando,/ llamándome por mi nombre/ me dice que no tengo la culpa/ no me avergonzaré del amor.// Filadelfia,/ Ciudad del amor fraternal./ Amor fraternal.// A veces creo que sé/ de todo lo que va el amor/ y cuando veo la luz/ sé que estaré bien./ Filadelfia.

Neil Young

Y para los amantes de la película, aquí van las escenas finales, con la preciosa canción de Young:

Tani


De todos los colectivos que hasta ahora -pero incluso ahora- han estado o están marginados, ninguno ha sufrido tanto como los homosexuales: repudiados en casi todas las eras y sociedades (excepciones son la Grecia clásica y, aunque no tanto, la Roma pagana), eran forzados a esconderse o, de lo contrario, a sufrir todo tipo de vejaciones, burlas, torturas y, en el peor de los casos, asesinatos (¡ay, Federico! ¿quedará algún día claro si te mataron por tus inclinaciones políticas, por tus inclinaciones sexuales o por ambas cosas?). Ni siquiera eran estimados en los partidos de izquierda: recuerdo a Ángel González declarar en el programa de televisión "Estravagario" que al poeta Jaime Gil de Biedma no le aceptaban en el PCE, no por sus orígenes burgueses, sino por su condición homosexual. Con la llegada de la llamada nueva izquierda, ese movimiento que golpeó en todos los países revisando dogmas tanto del comunismo como del anarquismo, la visión de los homosexuales comienza a cambiar (las declaraciones del poeta Ángel González son un ejemplo) y se empieza a luchar por sus derechos también. A esa nueva izquierda pertenece Patxi Andión, que escribió en esta canción la conmovedora historia de un homosexual:

Tani

-"Perdóneme, inspector:
todo ha sido un error.
A este señor
no le conozco yo.
Pasaba por aquí
y me quedé a mirar
como la Alhambra
reluce como el mar."
Y, claro, no les creyó
y les fichó a los dos,
y una sentencia
de soledad firmó.
Así empezó la mascarada:
le bautizaron de nuevo pederasta;
desde el colegio hasta la casa
le iban bajando las bromas
por la espalda.
Cortaron trajes con la vergüenza
hicieron chistes con su culo y su conciencia.
Y así, entre el llanto y la risotada,
empezaron a echarle,
y empezaron por Granada.

Tani, Tani,
la moral es de los justos.
Tani, Tani, Tani…
no hay piedad entre los brutos.
Tu moral no es diferente,
es solamente pecado;
no ves que no quiere la gente
la justicia en otra mano
que no sea como ellos,
que sea diferente,
que no sea de nacimiento
católico, disciplinado y decente.

Y se marchó de allí,
y se marchó a París,
buscando un sitio
donde poder vivir.
Y de allí a Barcelona,
y otra vez a París,
y de Amsterdam
a Valencia y a Madrid.
Y en cada sitio igual,
con el amor detrás,
como una carga
difícil de llevar.
Tan sólo de fregona
le dieron un trabajo:
las mariquitas sólo saben
lavar vasos;
no pueden nada,
no saben nada,
son caprichosas,
tienen la pluma en el alma.
Por ser homosexual
no se puede ser
ni respetable,
ni comunista,
ni aun burgués.
Todo es un chiste
donde dejarse la piel,
es un ghetto feroz
que la edad hace crecer.

Tani, Tani,…

Patxi Andión
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