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Rollo y Movida


Movida promovida por el Ayuntamiento

The Refrescos

Ayer vi, confieso que a medias, el documental sobre “la Movida Madrileña”, Frenesí en la gran ciudad, que echó La 2… Al igual que con este documental, mis recuerdos de entonces son muy vagos, ya que yo era demasiado pequeño, y sólo alcanzó a recordar la “post-movida”; recuerdo con cierta simpatía ese ambiente madrileño, en el que la gente parecía vestir como quisiera, algo que, de repente, desaparecería en los 90 (por lo menos en las ciudades periféricas de Madrid), cuando ya en mi adolescencia había como un acuerdo tácito entre los mozuelos y mozuelas de vestir todos iguales. Ciertamente, yo desconocía lo negativo que se escondía tras el vestirse como uno quisiera, incluso cuando en mi primera juventud creía que entre los hippies y los punkies había una corriente de simpatía. ¡Ingenuo de mí!

Hay cierta confusión acerca de lo que fue o pudo ser La Movida, algo muy normal si se piensa que fue un fenómeno, no único, sino aglutinador de varios fenómenos socio-culturales e incluso políticos, de varias cosas que habían venido gestándose a lo largo de la década de los 70. Con la Movida ha pasado algo similar a los movimientos de los años 60 en los Estados Unidos: tras veinte años después, todo el mundo afirma haber estado allí, y acaban metiéndose cosas que no eran exactamente de eso, y, sobre todo, una mitificación, las más de las veces excesiva, y a menudo con efectos negativos. Y, como en todo, se acaba reduciendo a un único elemento, generalmente a los que les ha ido bien.

Antes de nada he de avisar: esto no es un escrito en tono halagador, con tintes nostálgicos. Va a haber mucha crítica, y además feroz, hacia algunas figuras que, confieso, no me caen demasiado bien ni personal ni artísticamente. Valoraré lo que tuvo de positivo y criticaré lo que tuvo de negativo, desde mi punto de vista. Y más que nada, este es un escrito para reivindicar un movimiento anterior, para mí, más genuino y auténtico como fue el Rollo. Respecto a la música, suelo distinguir entre lo que amo, entre lo que no me gusta pero respeto, y lo que desprecio.

Vamos a hablar un poco de la Movida para luego reivindicar otros movimientos que la precedieron y que se tienden a olvidar. Vamos a comenzar enmarcando el fenómeno en su momento político-social.

TIERNOGALVANEn 1977 tienen lugar en España las primeras elecciones generales desde 1936, que gana UCD, y el PSOE de Felipe González consigue una amplia representación. En 1979, en las primeras elecciones municipales de la nueva democracia, el PSOE gana la alcaldía de Madrid, y don Enrique Tierno Galván, una figura que había sido clave en el antifranquismo y durante la transición, con su activismo y su personalidad, filósofo y profesor de profesión, se convierte en el primer alcalde democrático de Madrid desde los días de la República: emprendió una serie de reformas y actividades en la ciudad, en diversos ámbitos, que le valieron el título de “el mejor alcalde de Madrid”, un Madrid que experimentaba entonces un momento brillante, un momento de explosión cultural, fruto de lo que entonces se había venido haciendo y forjando. Con su actitud comprensiva hacia la juventud madrileña de finales de los 70 y de los 80, se convirtió en el alcalde de los jóvenes, y obtuvo el título de ser el padrino de, primero, el Rollo madrileño –del que hablaremos abajo- y luego de la Movida.

Durante los años anteriores, el peso de la dictadura había conseguido, o al menos en apariencia, que los movimientos juveniles y la música que se había estado desarrollando en el Reino Unido y en EE. UU, entraran en España con algo así como de 5 a 10 años de retraso (aunque siempre había avezados): por ejemplo, y hablando exclusivamente de rock, el gran festival hippie de España, el Canet Rock, que agrupa a grupos de rock progresivo y a cantautores de lo más contestatario, tiene lugar en 1975, seis años después de que ocurriera el Woodstock estadounidense; en su edición de 1977, sería casi exclusivamente de rock, y de rock progresivo: muchas de las músicas que allí se tocaron, en sus países de orígenes, estaban ya superadas. Sin embargo, entre el año 78 y el 80, todo pareció entrar de golpe. De repente pareció que todo se pudiera hacer y que todo, tanto lo bueno como lo malo, estuviera permitido: y se pasó, de los de melena y barba contestatarios de los 60 y 70 a los de los pelos (que tanto asustaban a nuestros queridos abuelos) de finales de los 70, y de éstos a los de los pelos coloraos de los 80 (con los que los buenos abuelos ya se cambiaban de acera, aunque sus nietos fueran de éstos).

Eskorbuto - Ensayos 1982 - FrontYa en los 80 se respira cierto aire de libertad en algunas ciudades: las movidas madrileñas, gallegas, barcelonesas, etc., con sus variantes. La Movida era, al principio, un compendio de cosas, a menudo demasiado difusas y heterogéneas, por lo que se tiende a su reducción: había heavies y rockeros que suspiraban por los últimos alientos de Led Zeppelin y que abarrotaron el estadio para ver a los Rolling Stones en su gira del 82, y que se agrupaban bajo la bandera de grandes bandas como Obús, Ñu, Leño, etc.; punkies, tan heterogéneos como lo habían sido en el Reino Unido: de los pasotas, pasando por el punk-glam de la ambigüedad sexual o de la homosexualidad provocadora (Macnamara, Almodóvar, Las Vulpes –cuya actuación en TVE, con su canción “Me gusta ser una zorra” hizo que rodara la cabeza del director del programa, Carlos Tena-), hasta los más abiertamente corrosivos y activistas, tales como Eskorbuto, Kortatu, los canarios Escorbuto Crónico… que bebían de las diversas fuentes en que se había dividido el punk extranjero (una “primitiva” Alaska se convertía en musa del punk algo más “digerible” y “simpático”, a la par que surrealista); y, por último, grupos de pop y de rock estilo años 50 (Loquillo, Los Coyotes, La Frontera). Proliferan diversas manifestaciones de estilo underground, y en la televisión programas dirigidos a los jóvenes, con estos “nuevos” estilos, tales como La Edad de Oro, o el magazine infantil-juvenil (aunque más juvenil) La Bola de Cristal: ambos programas, estuvieron en el punto de mira de los conservadores, cuyo peso en la sociedad española no había disminuido en absoluto, que se escandalizaban con los contenidos que Lolo Rico, su directora, consentía en su programa: educación sexual, moda juvenil, tolerancia interracial… Recuerdo este vídeo, de la sección “El 4º Hombre”, presentado por Javier Gurruchaga, denunciando el Apartheid de Sudáfrica y haciendo una apología de los negros a través de algunas de sus figuras más emblemáticas:

Pedro Almodóvar y Macnamara: provocación sexual y moralY, a parte de la música, otras manifestaciones, como el cine underground del primer Pedro Almodóvar, o las artes plásticas, que bebían directamente del pop-art de Andy Warhol. Pero al mismo tiempo que el PSOE, que había ganado las elecciones generales del año 82, y que copaba la mayoría de los ayuntamientos, se iba aburguesando cada vez más, a la vez que habían entrado en sus órganos de poder gente que no deberían estar allí, tales como Corcuera (un ministro muy odiado, con sus leyes represivas) o Miguel Boyer (Nota: estos dos y otros habían ocupado cargos públicos administrativos en el tardo-franquismo, de la mano de ministros y secretarios liberales), que contribuyeron a hundir en el descrédito al partido de inspiración marxista fundado por Pablo Iglesias, la Movida también se hundía a mediados de los 80. Digamos que los grandes, ante la avalancha de políticos oportunistas que, plagiando a Tierno, buscaban hacerse la foto con los músicos de pop y “punk-pop”, habían desertado (o nunca habían querido pertenecer), y la Movida quedó reducida a algunas figuras, algunas de ellas figurines. En esos momentos surgen grupos musicales que los documentales se empeñan una y otra vez en meter en aquello, tales como Hombres G y otros, cosa muy errónea por varios motivos: quizás la banda del hijo del Summers se criara en esos ambientes, pero cuando aparecen en la escena musical, de la llamada Movida sólo queda el nombre y algunas figuras que se pretende que la definen, llevando a cabo ese reduccionismo; y, por otra parte, no había nada más “anti-movida” que estos nuevos grupos de estética y música más bien conformista. El éxito de estas bandas banderas de lo que la generación de mi madre llamaba con desprecio “peras” o “niños peras”, y la pretensión de incluirlos en la Movida, supuso el tiro de gracia a un movimiento esencialmente inconformista. Aunque gran parte de culpa en esto la tuvieron los supervivientes.

movidaPorque ahora viene la crítica. La Movida, desde sus comienzos hacia el año 78, no era más que un nombre que designaba aquel compendio de nuevas manifestaciones artísticas y sociales de la juventud española; pero a mediados de los 80, los que habían triunfado se apropiaron, en cierto modo indebidamente del invento, reduciéndolo al post-modernismo, al glamour, a su visión de los hechos. Modernos, post-modernos y pseudo-punkies, que le besaban el culo al Andy Warhol enamorado de Imelda Marcos (no sin razón, algunos de ellos alaban e idolatran hoy el glamour de nuestra señora Marcos particular, Carmen Polo con su collar de perlas y sus descendientes femeninas, al tiempo que colaboran o han colaborado en medios de ultra-derecha), dan su visión de lo que supuso la Movida, ¡y hasta del punk español!, siempre que tienen ocasión: como dijo su alta representante, Alaska, no eran de izquierdas ni de derechas; obviamente, no podían ser de derechas, pero repudiaban a la generación anterior y su activismo político, mostrándose en esto sumamente desagradecidos, ya que muchos de aquella generación no sólo propiciaron el cambio necesario, sino que incluso los apoyaron, produjeron, etc. Desde entonces, la visión general que imperó acerca de aquella primera juventud de los primeros 80 fue la de una generación despolitizada (en el peor sentido del término), relativista (no sólo moralmente, sino también política y socialmente), hedonista pero en el sentido egoísta del concepto, libertina, frívola… Ignorando que muchas otras personas tenían preocupaciones más grandes que si les quedaría bien la cresta con purpurina púrpura, ensayar poses falsas de pretendida ambigüedad sexual transgresora, o fingir que les gustaba la última mierda cinematográfica underground que cagó el más pedante y cool de los postmodernos. Ciertamente se cocieron muchas cosas, gran parte de ellas positivas: la liberalización de las costumbres, de la sexualidad, una tolerancia mucho mayor que la que antes había habido, y, sobre todo, le restaron peso al conservadurismo tradicionalista.

El periódico de sucesos "El Caso" se hacía eco de la batalla en el Rock-OlaPero también tuvo cosas negativas socialmente: de repente, las drogas duras entraron en tropel; no es que antes este problema no hubiera existido, pero ahora se acuciaba, y muchas de las veces por algo tan idiota como que “se puso de moda”. La heroína, por ejemplo, arrasaba en los ambientes punk, y llegó a ser un problema tan dramático, que alguno de los supervivientes aseguran haber asistido a un funeral por semana; también en los círculos cool, y el efecto fue parecido al que pasó en otros países: cuando los “niños bien”, o bien hartos de su falso inconformismo, o bien descubriendo lo dañina que era, la traspasaron a los barrios pobres, aunque ellos le siguieron dando a la coca, la droga de moda; y de repente, los yonquis que se arrastraban por las ciudades en busca de un pico no eran ni tan interesantes ni tan cooles como Lou Reed. Otro aspecto negativo fue el fenómeno de las tribus urbanas: en principio, no había nada de malo en vestirse como uno quisiera; lo malo es que esto degeneraba en enfrentamientos absurdos que ni ellos mismo comprendían: ya no era ni siquiera una cuestión social o política, era, simplemente, una rivalidad mal entendida la que llevaba (y sigue llevando) a grupos que les gusta un tipo determinado de música y estética a enfrentarse con otros que les gusta otro tipo de música y practican otra estética. Hasta la ultraderecha acabó aceptando esto cuando las juventudes ultraderechistas adoptan la estética skin-head inglesa, colgando sus formales trajes de niño bien. El hecho adquiere proporciones dramáticas cuando en uno de los templos de la Movida madrileña, la discoteca Rock-Ola, tiene lugar un suceso trágico, a la par que absurdo: un muerto tras una reyerta entre jóvenes rockers y mods, una rivalidad que había practicado la juventud inglesa de los años 60 y que ni ellos sabían por qué. ¡Cómo la iban a entender unos chavales de Madrid! Este suceso en el año 84 pareció alimentar a la prensa sensacionalista y a aquella que, sin dejar de ser sensacionalista, deseaba desde hace tiempo sepultar de una vez por todas este fenómeno a veces tan malentendido; y así la discoteca Rock-Ola pagó los platos rotos de una fiesta que comenzaba a mostrar su lado negativo. En 1988, José Luis Corcuera, un siniestro personaje del PSOE, ocupó el Ministerio del Interior; en 1992 decretaba la “Ley de protección de la seguridad ciudadana”, conocida como “Ley Corcuera” o de “patada en la puerta”, del que, como ejemplo, ponemos este extracto, que fue declarado nulo por el Tribunal Constitucional:

A los efectos de lo dispuesto en el párrafo anterior, ser  causa legítima para la entrada y registro en domicilio por delito flagrante en conocimiento fundado por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que les lleve a la constancia de que se esté  cometiendo o se acaba de cometer alguno de los delitos que, en materia de drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas, castiga el Código Penal, siempre que la urgente intervención de los agentes sea necesaria para impedir la consumación del delito, la huida del delincuente o la desaparición de los efectos o instrumentos del delito.

Ley Orgánica 1/92 de 21 de febrero, de protección de la seguridad ciudadana, Art. 21.2

Esto es muy ilustrativo: muchos de los miembros del Partido Socialista habían simpatizado ampliamente con la “nueva ola”, algunos de una forma más honesta que otros, y muchos buscaron la foto para dotarse de un halo de modernidad. El cambio de actitud del gobierno hacia ciertas formas de “libertad de costumbre” presagiaban que la década siguiente iba a estar regida por un espíritu mucho más conservador. A fin de cuentas, y a pesar de lo que pudo haber dicho, el señor Felipe González decidió que lo mejor para España era permanecer en la OTAN.

Radio Futura: uno de los mejores grupos de la Movida madrileñaMusicalmente, también son bastante criticables algunas actitudes. Vuelvo a lo de antes: la Movida –e insisto: entendiéndola como un superfenómeno aglutinador de otros fenómenos socio-culturales- no tuvo una única música, tuvo varias, si bien es cierto que, por aquello de la moda, imperaban estilos más acordes a lo que se estaba haciendo ya entonces en el Reino Unido: pop, new wave, punk suave, etc. Sin olvidar a los grupos de rock duro, punk rock e incluso a algún que otro cantautor (la inclusión de Sabina en la Movida siempre me ha parecido algo hecho con ligereza, aunque por otro lado muchas de sus canciones de entonces entroncan muy bien con el espíritu de la época). La opinión de un amigo, que sabe de esto un huevo, es que supuso un tremendo paso hacia atrás en lo que a calidad en producción de los discos se refería; y la comparto ampliamente. Recuerdo la concepción que tenía de algunos de esos grupos entonces: me parecían sumamente idiotas muchos de ellos; mi percepción hacia algunos ha cambiado, pero respecto a otros, sigue invariable. No obstante, aquella época dio a grandes genios de la música popular española, como Santiago Auserón, Enrique Urquijo o Antonio Vega. Sin embargo, a finales de los 80, e incluso a mediados, todo era muy comercial, muy falso: de los grupos que se autodenominaban punkies (no hablo de los punkies auténticos) no quedaba nada más que unos pelos teñidos: ¡hasta en la versión española de Barrio Sésamo aparecían bailando con Espinete (que tenía la cresta de fábrica)! Y, por su parte, algunos punkies auténticos y otros irreverentes parecidos, caían en la misma trampa que sepultó a sus ídolos ingleses al revolverse contra la generación anterior (progresista, antifranquista y, a veces, utópica) y su, como decían ellos, forma correcta de pensar; y así, en el primer disco de Ilegales se incluye la canción más gilipollas del rock español, “Heil Hitler” (que digo yo que me parece muy bien que no te caigan bien los hippies… Pero de ahí a gritar “Heil Hitler” porque a ellos no le guste y a decir “simpáticos los nazis”…), mientras que el grupo Oi!, Conemrad (formado por ex miembros de Escorbuto Crónico, de Canarias) se ganaba el epíteto de neo-nazis por culpa de una pretendida parodia del “USA for Africa” que llevaron a cabo grandes estrellas musicales internacionales, titulada “La Laguna por África”, cuya letra, por su carácter sumamente racista y violento, no pienso reproducir aquí (aquí se puede leer una nota acerca de lo que pensaban sobre ello y qué fue lo que los llevó a hacer semejante canción; les ennoblece el sentirse bastante avergonzados por ello, al contrario que Jorge Martínez de Ilegales, de quien no creemos que sea un nazi, pero por alguna razón que desconocemos sigue defendiendo su aborto de canción, y a veces con argumentos de lo más estúpido). Y es que tal vez, Gabinete Caligari les podría haber hablado del precio de la provocación por la provocación, de cómo la bromita de declararse fascistas –sin pararse a pensar que los productores, periodistas y críticos musicales de entonces eran los antifranquistas de los años 70: aunque en realidad se trataba de eso, de cargar contra los hippies antifascistas de la década anterior porque eran quienes manejaban ahora los medios- casi acaba con su carrera, y todo por imitar una forma de provocación inglesa que ya estaba muerta y enterrada; quizás desconocían que, ya por entonces, en la patria del punk, había grupos de “música” que llevaban brazaletes nazis y decían practicar una aberración llamada “rock contra el comunismo”, y que era una aborto de esa estupidez de la provocación (¿provocación a quién?, nos preguntamos). Pero nos hemos desviado del tema… Quería decir que, musicalmente, hubo grandes grupos, de todos los estilos, de todas las tendencias, aunque quizás, como siempre, no se recuerde exactamente a los mejores de aquéllos. Pero nunca he estado de acuerdo en que fue el mejor momento de la música popular española, aunque algunas de sus figuras me parezcan respetables. Y aquí viene mi reivindicación.

Para algunos de los más postmodernos de la Movida, ésta supuso una ruptura con la anterior juventud: la juventud del 68, la juventud antifranquista, a laimages que consideraban excesivamente, o no excesivamente, politizada. Pero vamos a aclarar una cosa: la Movida no surgió por generación espontánea, y ni mucho menos fue un invento de los que eran tan guays que podían estar desinteresados de la política (aunque alaben los collares de doña Carmen Polo de Franco y escribieran en el medio de su amigo del alma Jiménez Losantos); los que realmente crearon el ambiente propicio para ello eran herederos, e incluso partícipes, de la anterior generación, pues antes de la Movida –y me voy a poner bíblico- existió el Rollo. El Rollo, al contrario que –insisto- algunos de la Movida, suponía una continuación, e incluso una colaboración, con la “generación anterior”. En la actitud comprometida de la mayoría de sus letras, podían autoproclamarse herederos de los cantautores contestatarios (a los que en los 80 darán la espalda algunos que respaldarán la Movida), y musicalmente, de los grandes grupos de rock progresivo, duro y psicodélico de los 70: Triana, Smash, Alameda…, abanderados del rock andaluz, nuestro rock sureño), los gallegos NHU (algunos de cuyos miembros colaboraron en la presentación del último disco de Benedicto como cantautor), los vascos Errobi, o incluso la banda de folk urbano madrileño Suburbano (capitaneados por Luis Mendo y Bernardo Fuster), y el gran rock progresivo catalán, la Música Laietana: Máquina!, Iceberg, Companya Elèctrica Dharma, y los cantautores experimentales Pau Riba y Jaume Sisa. A mediados de los 70 se formaron en los barrios populares de Madrid y otros sitios grupos de rock inspirados por el rock duro extranjero, que, dado su carácter temático de problemática social de esos barrios y ciudades, se dio en llamar rock urbano, para luego convertirse en el rock duro y en el heavy metal de los 80: Bloque, Asfalto, Leño (con Rosendo Mercado), Topo, Coz, Ñu, Cucharada (con Manolo Tena), Burning (con cierta fama de macarrillas, por la inclusión de un tema suyo en la película Navajeros), Gran Wyoming con su grupo Paracelso… Y luego bandas impresionantes del heavy en castellano como Obús, Ángeles del Infierno, Los Suaves, Barón Rojo… Y algunos punkies, como Kaka de Luxe (no sé si ya con Alaska). Toda esta premovida se desarrolla en un ambiente de colaboración entre los anteriores y los nuevos: productores, músicos y periodistas como Manolo Díaz, Hilario Camacho Gonzalo García Pelayo o Adrian Vogel apoyan a estos grupos; labor que merece la pena mencionar fue la Vicente Romero “Mariskal”, un disk-jokey radiofónico de los 70, que trajo los discos más innovadores del extranjero, y que abrió el sello discográfico en el que grabarían la mayor parte de estos grupos: “Chapa Discos”. Pero también contó con el recién estrenado alcalde de Madrid en 1979, don Enrique Tierno Galván, quien presidía a menudo el certamen-concurso del bario “Rock Isidro” (cuya segunda edición, creo, la ganó el Gran Wyoming), y donde comenzó todo.

FiestaPCE_cartel1986Personal y musicalmente el Rollo me parece un momento musical mucho más interesante y genuino que la Movida, o mejor dicho, lo que se dio en entender por ella: la mayor parte de estos grupos de rock de esta época eran unas personas que, sin renunciar a hacer buena música, se involucraban en los asuntos de entonces, y que eran muchos, aunque el fracaso del golpe de Estado intentara ocultarlos. Y por ello, socialmente, el bienio 1978-1979 me parece mucho más interesante, siendo una verdadera época de transición social. Tampoco se planteaban que tuviera que haber una ruptura necesaria, como predicaban los post-modernos, ni una provocación malentendida. Y, lo que era más importante, frente a la actitud indolente de algunas de las estrellas postmodernas de la Movida, a estas bandas no se les caían los anillos a la hora de protestar por cosas serias, como fue la protesta contra la permanencia en la OTAN, compartiendo cartel con los cantautores consagrados. No en vano Julio Castejón, líder de Asfalto, autocalificó a su grupo y a otros como “cantautores eléctricos”.

Pero bueno, si he dicho que intentar plantear una crítica musical y social a la Movida de los 80 me venía grande a causa de mi edad, hablar de el Rollo ya ni te cuento: con 0 años no te dejaban entrar en un concierto de Leño. Pero quedan algunos testimonios por aquí y por allá. Del blog de Adrian Vogel, recomiendo la lectura de estas entradas:

Y a partir de ahí se pueden rastrear más entradas. Interesantes también son las crónicas de Javier García-Pelayo (por cierto, sí: Gonzalo y Javier son las personas en las que se basa la película The Pelayos) sobre Smash y el rock progresivo de los años 70.

A parte, me parece que se reedita la película estandarte del Rollo: Nos va la marcha: ahí va una selección:

http://www.youtube.com/results?search_query=nos+va+la+marcha&oq=nos+va+la+marcha&gs_l=youtube.3..35i39.7644.8265.0.9188.2.2.0.0.0.0.134.239.0j2.2.0…0.0…1ac.1.HW71jL1z9qE

Y bien, hasta aquí hemos llegado: esto no es más que mi opinión personal del tema, fruto de discusiones privadas y de lo que he aprendido escuchando discos (se puede aprender mucho de una época escuchando sólo sus discos). Naturalmente sé que algunas de mis palabras herirán la sensibilidad de algunos seguidores de ciertas personas por las que, lo siento, no tengo demasiado respeto. Puede que lo parezca, pero en ningún momento he pretendido decir que la música popular tenga que hablar sobre los problemas actuales: ése es un elemento que yo, personalmente, valoro bastante, aunque admito que no es condición para que una música, un grupo o un cantante sean buenos; si la crítica ha derivado a eso, lo lamento.

¡Es una mierda!


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Siempre que veo cómo se reprimen las manifestaciones en Madrid, me viene a la mente esta canción. ¡Leño! Más fuertes que la “madera”… ¡Esto es leña y no la que dais vosotros!

Este Madrid

Tú aquí y yo aquí
seguimos unidos
vivimos todo por igual.
Bebemos, fumamos y nos colocamos.
Tenemos plena libertad.
 
En Atocha encontrarás
aire limpio sin igual.

Es una mierda este Madrid,
que ni las ratas pueden vivir.
 
Queremos una central
que nos suministre
energía para destruir
la mucha vegetación
que ya nos estorba
y no,  no podemos construir.
 
Tenemos que eliminar
a los antinuclear.
 
Es una mierda este Madrid,
que ni las ratas pueden vivir.
 
No hagas caso a esta canción
pues todo es mentira.
Lo que falta es un buen bidón
de aire puro y natural
y de cerveza,
de tocino y de salchichón.
Leña seca y carbón,
una menda y un colchón.
 
Es una mierda este Madrid,
que ni las ratas pueden vivir.

Rosendo Mercado – Chiqui Mariscal – Ramiro Penas

Letra extraída del fabuloso artículo escrito para El Mundano por Schevi:

http://elmundano.wordpress.com/2009/05/11/un-siglo-de-canciones-17-%E2%80%9Ceste-madrid%E2%80%9D-por-francisco-javier-dominguez-%E2%80%9Cschevi%E2%80%9D/

2 days to go


Leno-Maneras_De_Vivir_(Todos_Los_Grandes_Exitos)-Frontal

Maneras de vivir

No pienses que estoy muy triste
si no me ves sonreír
es simplemente despiste
maneras de vivir.
Me sorprendo del bullicio
y ya no sé qué decir
cambio las cosas de sitio
maneras de vivir.

Voy cruzando el calendario
con igual velocidad
subrayando en mi diario
muchas páginas.

Te busco y estás ausente
te quiero y no es para ti
a lo mejor no es decente
maneras de vivir.

Voy aprendiendo el oficio
olvidando el porvenir
me quejo sólo de vicio
maneras de vivir.

No sé si estoy en lo cierto
lo cierto es que estoy aquí
otros por menos se han muerto
maneras de vivir.

Descuélgate del estante
y si te quieres venir
tengo una plaza vacante
maneras de vivir.

http://www.quedeletras.com/letra-cancion-maneras-de-vivir-bajar-5293/disco-maneras-de-vivir/leno-maneras-de-vivir.html

Leño

Mientras tanto, vamos a refrescarnos con imágenes de señoras estupendas en bañador…

duquesa de alba

¿Qué? No he mentido: está en bañador y es estupenda porque tiene millones hasta en las orejas.

Faltan 2 días…


y estamos frenéticos… MARCHOSAMENTE frenéticos…

Historia de la canción de autor: ¡En directo!


En toda música destinada al consumo, suele ser tan importante el estudio como el directo, incluso a menudo es en el directo donde se suele a medir a un intérprete, hasta el punto de existir hasta cierta categorización entre músicos, solistas y bandas de directo y de estudio, por ejemplo, Grateful Dead en directo y Beatles en estudio; lo ideal es que se controlen ambos ámbitos, pero eso es muy difícil.
Hay ciertos géneros y estilos que tienen una relación muy especial con el directo, no como el pop, en cuyos directos se tiende a la fiel interpretación del tema previamente grabado en estudio. Son estilos como el jazz, cualquier subgénero del rock, -pero muy especialmente el rock duro, el rock psicodélico y el jazz-rock-, el flamenco, y, entre otros, la canción de autor.
Canción de autor y directo son dos términos que a primera vista pueden parecer contradictorios, si se piensa en la canción de autor como poseedora de una música suave, más propia para escuchar en tu cuarto que en un gigantesco estadio o plaza de toros. Pero nada más lejos de la realidad, y sobre todo en los años del franquismo, pues los directos de la canción de autor de entonces tenían siempre algo de mitin político semi-legal, por un lado; y, por otro, era en el directo en donde el autor podía comprobar la magnitud del impacto que sobre el público y la sociedad en general había tenido su canción. Hay canciones que en versión de estudio pueden no parecer ser tan impresionantes como en directo: 

http://www.goear.com/files/localplayer.swf

http://www.goear.com/files/localplayer.swf(esta versión corresponde al disco Gener 76)

Esto es lo que yo llamé en cierta ocasión el efecto Seeger, inspirado por mi impresión al oír a Pete Seeger cantar en directo «We shall overcome» y quedar como acompañante del público, que acaba siendo quien realmente la canta: ese es realmente el momento en el que un autor se da cuenta de que su canción ha dejado de pertenecerle para pertenecer al pueblo; ocurrió con «L’estaca», con «Al vent», con «A cántaros», con «Adiós ríos, adiós fontes» y muchas más. Es un momento que todo el mundo desea, y es el momento en el que una canción se convierte en himno: el autor no hace himnos, los hace el público; «Al vent» no era en su génesis, o por lo menos no lo parece, un himno político: se convirtió en ello gracias al público, aunque la censura contribuyó a ello al prohibirla, dotándola de un halo de rebeldía y subversión del que la canción carece en apariencia, pero bastaba con que Raimon tocara los rabiosos acordes iniciales para que la audiencia se volviera loca, se pusiera en pie, la tararease y, algún atrevido, alzara su puño.

En realidad la canción de autor y el directo tuvieron una estrecha relación desde su nacimiento: podemos pensar en aquellos conciertos benéficos con fines políticos que Almanac Singers, con Seeger y Guthrie, hicieron a beneficio de los obreros, los sindicatos, el movimiento de los derechos civiles o algún partido político de izquierdas. Ya era entonces esos eventos lugares en donde compartir sentimientos y rabia a los compases de temas como «This land is your land» o el propio «We shall overcome». Lo mismo ocurre en Latino-América con Violeta y Atahualpa, siguiendo la tradición de insignes precursores como Joe Hill, Paul Robeson o Martín Castro. Realmente, a finales del siglo XIX, los sindicatos contaban con algún cantor popular que amenizara las reuniones, al tiempo que catalizaba los sentimientos de la audiencia en una canción. Y era, tal vez, más temido en España, en el tardo-franquismo, el directo que el disco de estudio: eso explicaría parcialmente el hecho de que hubiera artistas que podían grabar discos, pero no interpretarlos en directo.

Nos situamos a mediados de los 60 en nuestro país. La Nova Cançó catalana ya está en marcha, y el régimen empieza a descubrir que Setze Jutges y Grup de Folk no eran meras agrupaciones de cultura catalana. Composiciones como «L’estaca», «Al vent» y «Diguem no», en versión de estudio, pasaron desapercibidas para la censura, pudiéndose tocar libremente en cualquier punto del país: pero es en ese momento en el que Llach, Raimon, Pi de la Serra comienzan a cantar sus canciones semi-legales ante una audiencia numerosa, cuando ven que dichas canciones eran realmente peligrosas para la paz mentirosa que reina en España. Raimon recorre España, y allí donde él tocaba, a la vez que se llevaba un buen recuerdo del lugar, dejaba una semilla de esperanza y rebeldía que germinaba en castellano, en vasco y en gallego. De aquellos encuentros con la juventud de todas partes, Raimon escribió «País Basc», de los sentimientos nacidos durante el recital que dio en Euskadi en 1967, y «18 de Maig a la Villa», de cuando actuó en Madrid en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Complutense de Madrid (hoy Facultad de Geografía e Historia) en 1968. Aunque éste último era un recital legal, los «disturbios» que se produjeron durante él, consiguieron que se disolviera a la audiencia con la in-oportuna intervención policial y sus caballos. A Raimon se le prohíbe actuar en Madrid, y posteriormente en cualquier parte de España, al tiempo que permanece vetado en televisión debido a que en su actuación interpretó «Al vent» y «Diguem no»: dicho veto no se levantaría hasta los años 80. Por otro lado, los cantaores del flamenco protesta tampoco lo tuvieron fácil: apartados de los certámenes oficiales de los ayuntamientos y regionales por motivos políticos, y a alguno con el falso estigma de ser un mal cantaor, Gerena, Morente, Menese y otros se vieron obligados a cantar en sitios no tradicionalmente flamencos, como facultades o sedes sindicales ilegales. No obstante, desde mi punto de vista, estas prohibiciones para el Nuevo Flamenco fueron bastante positivas, ya que su visión del arte hondo no casaba muy bien con los certámenes oficiales, más proclives a aquello que se empezaba a denominar nacional-flamenquismo o nacional-folklorismo (un invento político-turístico), de manera que tal vez tuvieron la libertad de escapar de la impopular para muchos bata de cola y sombrero cordobés.

Fue en directo en donde los grandes colectivos de cantautores recibieron su bautizo de fuego: Canción del Pueblo, por ejemplo, se da a conocer en un recital, en 1967, en el instituto «Ramiro de Maeztu«, casi al mismo tiempo que lo hacía Voces Ceibes en la universidad de Santiago, o Ez Dok Amairu… La fuerza de aquellos directos (aunque se podía considerar que muchos de estos cantantes estaban todavía algo verdes) demostraba el «peligro» latente para las instituciones del franquismo, y las autoridades competentes no estuvieron las más de las veces por la labor de autorizar un segundo concierto. Eran los últimos 60, y personajes como Raimon, Llach y Pi de la Serra se habían convertido para toda España en un símbolo a la altura de Rafael Alberti, lo cuál, desde mi punto de vista, les situaba incluso por encima de Santiago Carrillo, Felipe González o Josep Tarradellas (el President de la Generalitat de Catalunya en el exilio); por lo tanto, sus conciertos y recitales tenían siempre un halo de subversión, siendo parte concierto, parte recital poético y parte mitin político: por entonces sus canciones ya rozaban el mismo grado de rebelión que «La Internacional» y quedaban un grado de ilegalidad por debajo de las clásicas canciones revolucionarias.
A veces el recital podía parecer pobre: no llamaban a los cantautores «cantamañanas» por azar, sino porque cantaban a partir de las doce de la noche. Labordeta revela el por qué de esto: se tenía siempre que estar vigilando que no te prohibieran el concierto incluso a la mitad de éste, por eso lo más que te podías permitir de acompañamiento era un piano y gracias. Realmente era así: primero que accediesen a la realización del evento; si era que sí, presentar la lista de canciones al gobierno civil para que las autorizase o no: el problema de esto, como dice Serrat, es que era un proceso totalmente aleatorio: canciones que te permitían en un sitio, no te dejaban en el otro, e incluso te podían permitir cantar una canción no radiable y prohibirte una radiable. Una vez pasados estos trámites, se podía comenzar el recital, pero siempre pensando que en cualquier momento llegue la prohibición por parte del gobierno, incluso a mitad del concierto. De especial importancia era el comportamiento del público: no podía desmadrarse (esto incluía los aplausos casi), cualquier «viva» podía contraer la inmediata clausura del concierto. No obstante, para que ello no se produjese, invadían la sala varios policías, algunos de paisanos, para vigilar a un público tan aterrorizado que ni se atrevía a aplaudir; y aunque el público fuese respetuoso, a veces más por el artista que por su propia integridad física, en ocasiones hacían acto de aparición, como grandes estrellas invitadas sorpresa, los grupos de ultraderecha, invitados generalmente por la dirección de seguridad, dispuestos a lanzar toda clase de improperios al cantante o grupo con el fin de crear un altercado del que «milagrosamente» salían ilesos y sin cargos. También la brígada político-social se traía lo suyo, en ocasiones imprimiendo panfletos subversivos que arrojaban durante el evento (ocurrió en una de las representaciones del espectáculo «Castañuela 70») o -y esta táctica sigue vigente- colocar infiltrados que disfrazados de izquierdistas dieran la oportunidad de o clausurar el recital por la vía legal, o más generalmente a palos. Para la policía el cantante era responsable de cualquier cosa que ocurriera, incluso fuera del recinto al acabar la función y sin que tan siquiera se enterara; por esa razón, el comportamiento de los cantantes durante toda aquella época era de una suavidad increíble y digna de admiración: sabían que aunque quisieran, no podían caldear los ánimos, así que siempre se tendía a la llamada a la calma. Valga como ejemplo este extracto del recital que Bibiano y Benedicto dieron en 1976, en el que se puede oír a Bibiano llamar a la calma a la audiencia algo encendida:

Llegó un momento en el que tocar en España se había convertido en una odisea, principalmente porque para muchos no quedaban ya lugares en los que no estuvieran prohibidos. Por otra parte corrían el peligro de que la fuerte carga política ahogase la música. Es por ello por lo que la actuación en salas del extranjero como el Olympia de París era una prueba de fuego y a la vez, la demostración de que eran buenos no sólo por el mensaje, sino también por la música. El primero en tocar en el Olympia fue Raimon (unos meses después que Bob Dylan); después le siguieron Llach en el 72, Pi de la Serra en el 74, Pablo Guerrero en el 75, y también Xavier Ribalta, Manuel Gerena, José Menese, Ovidi Montllor, María del Mar Bonet… De la mayoría de aquellas actuaciones resultaron discos geniales, en los que la calidad del artista prevalece sobre su simbología política, arropados por paisanos españoles y por admiradores franceses interesados y deslumbrados por la cultura de la resistencia española. Puede ser que el mejor de aquellos conciertos y discos fuera el del recital de Paco Ibáñez, que se editó con el nombre Los unos por los otros; tal vez fuera éste el recital grabado con más carga política de los que se vendieron: es casi la primera vez que se puede oír al público vitorear «Amnistía y libertad», apuntando a lo que vendría después en lo que a recitales y conciertos se refiere en España. Con la máxima «nadie es profeta en su tierra» a la fuerza, algunos cantautores realizan giras internacionales: Latinoamérica, Estados Unidos, Centro-Europa, Francia, Italia… (Raimon llega a actuar en Japón) que les permiten reconocerse como buenos músicos e intérpretes, incluso en festivales más dedicados a la canción convencional como San Remo o Benidorm, en los que Aguaviva obtuvo buenos resultados, poniendo al prohibidísimo Rafael Alberti en la lista de éxitos. Años antes, la actuación de Raimon en el Festival del Mediterráneo y su triunfo tuvo su polémica por cuestiones ideológicas e idiomáticas: su «Se’n va anar», cantado a dúo con la
cantante Salomé, arrasó en dicho festival.

Desde 1976, con el regreso de algunos también, los recitales se politizan, y a menudo se realizan en beneficio de algún político o sindicalista preso, por los presos políticos o en beneficio de determinado partido o sindicato. En 1976, con una cierta ampliación de la libertad de expresión (pero no total), los recintos de los recitales se llenan con los gritos de «¡Amnistía. Libertad!», «¡Amnistía total!», «Visca Catalunya!», «Gora Euskadi!», «¡España mañana será republicana!»… En definitiva, «vivas» y «mueras» de todos los tipos, al tiempo que asisten como invitados de honor líderes de la oposición de izquierdas, para los que suelen reservarse una fila 0 (algunos más tarde no correspondieron a tan generosa invitación que, en muchas ocasiones les ayudó de cara a la gente). Pero hablamos de uno de los años más convulsos de la transición, con lo que las prohibiciones, las palizas, los boicots y demás estaban a la orden del día. Casi todos los recitales tienen alguna anécdota que en algún momento pudo hacer peligrar la buena marcha del evento. Se grabaron algunos de ellos, otros fueron sacados ilegalmente como casetes que se podían obtener en las sedes de los sindicatos y los partidos. Algunos de los discos en directo más importante de aquel año y siguientes fueron El recital de Madrid de Raimon, Barcelona. Gener del 76 de Lluís Llach, Benedicto e Bibiano ao vivo (casete clandestina), Alianza del Pueblo nuevo de Manuel Gerena, Hemen gaude! de Urko, Pi de la Serra al Palau de Esports y Pi de la Serra a Madrid. Estos discos reflejan el sentir de rabia y esperanza de todos los pueblos ante los días venideros. Pero no sólo se actuaba en teatros o estadios, también abundó la actuación en fiestas de pueblos y barrios: cobraban especial relevancia político-social los recitales de Luis Pastor en Vallecas y San Blas, barrios obreros azotados por una crisis económica que se empezaba a notar en la falta de infraestructuras y en el aumento del paro, la drogadicción y la delincuencia.
Conscientes de la fuerza de convocatoria de cantautores y grupos de folk y rock progresivo, partidos y sindicatos recurrieron a ellos para su propaganda, aunque como luego resultó, ciertos partidos no se portaron generalmente bien con ellos: podemos pensar en el PSOE de González (y aún el de hoy), o en la Generalitat catalana, a la que se le llena la boca hablando de los cantantes catalanes pero a la hora de la verdad lo más que conceden es alguna que otra medalla o premio; y no hablemos ya de la Xunta o de la Comunidad Autónoma de Madrid.

Eventos más significativos. Es imposible (al menos con mi información) establecer una lista exhaustiva de todos los conciertos y recitales, así que he aquí algunos de los eventos más significativos, sobre todo política y socialmente.
Es en La Habana donde en 1967, casi al mismo tiempo que el Festival de Monterrey, en donde se dieron cita los hippies americanos, se reúnen algunos de los cantores más prometedores de América Latina: el Festival de la Canción Protesta, al que van simpatizantes de la Revolución Cubana desde Chile, Isabel y Ángel Parra, Uruguay: Quintín Cabrera y Daniel Viglietti; y de otros sitios: México, Argentina, Haití… e incluso Estados Unidos, con Julius Lexter, y España, con Raimon, junto a los prometedores cantantes de la Nueva Trova Cubana, como Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, bajo la atenta y complacida mirada de maestros como Carlos Puebla y Léo Ferré.
Es precisamente Raimon quien protagoniza uno de los eventos músico-políticos más importantes al año siguiente: el ilegal recital en la Facultad de Ciencias Económicas, que acaba con carreras de estudiantes perseguidos por grises a caballo.
Mención especial merece lo acontecido a Lluís Llach durante el recital que se grabó en 1970 bajo el nombre Ara i aquí: ante la prohibición de interpretar «L’estaca», Llach y sus músicos decidieron hacer una versión instrumental del tema a la que el público se encargó de ponerle letra.
Desde 1974 se venía celebrando en el pueblo de Canet las 6 hores de cançó, un festival en donde se daban cita los cantautores catalanes más punteros: Pi de la Serra, María del Mar, u Ovidi Montllor, que actúa diariamente. De aquel festival quedaron joyas tan atrevidas como ésta de Rafael Subirachs:

http://www.goear.com/files/localplayer.swf

Sin embargo, el festival que tuvo lugar el 26 de Julio de 1975 bajo el nombre de Canet Rock, estaba ya bastante alejado de los cantautores políticos, sirviendo de plataforma para nuevas músicas, como el nuevo rock progresivo, y cantautores «heterodoxos».  La actuación de Jaume Sisa es prohibida a última hora, pero Francesc Belmunt, director del documental, le reservó un espacio privilegiado al inicio de la película (sed un poco pacientes):

El festival transcurre pacíficamente, curiosamente en un año bastante convulso, y los hippies pueden pasearse tranquilos delante de los atónitos guardia civiles ante una moza que se pasea entre la multitud en bikini. El público no olvidará fácilmente a un Pau Riba cantar en bañador femenino super-ajustado (ver final del vídeo anterior) o a Gualberto, el maestro de la psicodelia andaluza, tocar flamenco con un sitar hindú. Entre los que actuaron estaban Iceberg y su increíble rock progresivo:

Barcelona Traction:

y Lole y Manuel entre otros: http://www.youtube.com/watch?v=HJeHQagEnhg

No obstant e, el diario ultra «El Alcázar», calificó a todos estos eventos como «el festival del aullido»… Aullido, ciertamente, pero de rabia.
Pudiera parecer que en 1976 era más fácil poder cantar: falsa idea, la mayoría de los recitales programados para aquel año se suspendieron, quedando reducidos a un número casi ridículo. Sirva como ejemplo la serie de recitales que Raimon tenía programada para Madrid, que era su regreso a la ciudad tras el recital en la universidad: eran cuatro, de ellos Fraga prohibió los tres últimos: este hecho se constata en la portada del disco que recoge el primer y único de esos recitales. Misma suerte corrieron casi todos los artistas al respecto. El evento más importante respecto a canción de autor internacional se produce en Italia: un homenaje a Víctor Jara, el I Festival della Canzone Popolare Víctor Jara, en el cual la esposa y las hijas del inmortal cantante y poeta chileno agradecían con las miradas la presencia y buen-hacer de Labordeta (que pudo acudir al elegir entre retirada de pasaporte o multa tras los sucesos después de un concierto suyo), Benedicto y Pete Seeger entre otros de muchos lugares. Así recuerda Benedicto aquel importante evento:
A Víctor Jara (por Benedicto García Villar)

Resultaba paradójico que entre 1976 y 1977 tuvieran nuestros cantautores más facilidad para cantar en el extranjero que en su país: cantantes y grupos hoy en día bastante olvidados eran reclamados para actuar en festivales benéficos de sindicatos o partidos políticos de índole internacionalista en toda Europa. Por supuesto, siempre resultaba más cómodo que actuar en casa, en donde la tensión política ponía en peligro cualquier evento músico-político. Y es que casi todos tenían su anécdota.
Al igual que el Canet Rock y las Sis hores de Cançó, influidos por los festivales multitudinarios extranjeros, se llevó a cabo la celebración en Valencia del festival «La Trobada dels Pobles», que iba a ser un encuentro en el que los diversos pueblos de España, representados por al menos un cantante, mostraran sus reivindicaciones. Curiosamente estaba prohibida cualquier presencia de banderas regionales que no fueran la valenciana, y, por supuesto, cualquier bandera partidista estaba fuera de lugar para la delegación del gobierno. Y fue precisamente por eso por lo que el subdelegado del gobierno decidió suspender el acto casi a la mitad, especialmente después del incidente que tuvo lugar justo antes de que cantara la cantautora vasca Lupe, cuando un muchacho subió de improviso al escenario hondeando una ikurrina, por entonces no oficial. Mejor suerte tuvo meses después El Festival de los Pueblos Ibéricos, realizado en la Universidad Autónoma de Madrid, ideado para que cantantes de todas las regiones de España, con artistas invitados desde Latinoamérica, especialmente desde Chile, y Portugal mostraran sus cantos al resto. También tuvo un incidente que pudo ser grave cuando, estando cantando Benedicto, subió un espontáneo dando la noticia del asesinato de Montejurra. Se vivieron momentos de tensión, pero la organización decidió seguir adelante, y se pudo concluir sin incidentes resañables.
Tuvieron ciertamente su belleza aquellos festivales multitudinarios, ideados desde la solidaridad y la reivindicación de los pueblos de España: todos estaban allí, Andalucía con Gerena, Valencia con Ovidi, La Rioja con Carmen, Jesús e Iñaki, Galicia con Benedicto y Bibiano, Aragón con Labordeta y La Bullonera, Castilla con La Fanega, Euskadi con Laboa, Cataluña con Pi de la Serra… Un ejemplo ideal que con el paso del tiempo se ha perdido en dogmas y trampas conceptuales.
En 1977, para celebrar su legalización, el PCE realizó la I Fiesta del PCE, un evento en el que escuchar las propuestas de los líderes comunistas, encontrar a compañeros de diversas partes del país y del mundo y, por supuesto, escuchar buena música. Desde entonces y hasta hoy, la Fiesta del PCE se ha convertido en uno de los eventos más importantes del año.
El último gran concierto multitudinario de cantautores fue el concierto contra la entrada de España en la OTAN, con Víctor y Ana, Hilario Camacho, y algunos de los monstruos del heavy patrio como Coz o Leño.

Aquellos conciertos tenían mucho de política, por supuesto: eran lugares en donde el cantante se convertía en el portavoz de una audiencia deseosa de un cambio; tenía mucho de catarsis, de liberación. El cantante ni mucho menos era un líder que le dijera al público lo que tenía que pensar: el cantante decía lo que el pueblo pensaba. Por esa razón el régimen temía tanto este tipo de eventos, porque suponían una brecha en su sistema: de esa manera consentía la grabación de discos disconformes, pero no se podía permitir darle la más mínima publicidad: por eso se veta a los cantautores de los principales medios de comunicación, aunque existen algunas grabaciones televisivas realizadas sin duda por productores audaces y en épocas de relajación política. Los directos de los cantautores suponían el máximo exponente del descontento de una sociedad ansiosa de un cambio. Hoy, conciertos y giras de algunos como Serrat, Sabina, Víctor Manuel y Ana Belén, y los cantantes de la Nueva Trova Cubana tienen un éxito innegable, además del gran beneficio económico que reportan, pero carentes de la fuerza de antes, tal vez por la acomodación de sus protagonistas o por la acomodación de la sociedad actual. Sin embargo, otros fueron forzados a retirarse, quizás porque el éxito es una ramera infiel (con perdón) o por no estar abrigados por amigos poderosos (otra ramera infiel); otros siguen actuando en pequeños recintos ocasionalmente por mucho menos dinero que los anteriores, pero, como he podido comprobar, con mucha más intensidad por parte del artista y de su público.

ENLACES DE INTERÉS SOBRE EL TEMA:

Recital por Santiago Álvarez de Bibiano y Benedicto: http://www.ghastaspista.com/historia/directo76.php

Oír/ descargar el Recital de Bibiano e Benedicto: http://www.aregueifa.net/benedictoebibiano.htm

Trobada dels Pobles y otros recitales prohibidos: http://www.luispastor.com/prensa.htm

Festival de los Pueblos Ibéricos:
-http://www.elpais.com/articulo/madrid/MADRID/MADRID_/MUNICIPIO/
Woodstock/madrileno/elpepuespmad/19960123elpmad_11/Tes

-http://www.ucm.es/info/hcontemp/madrid/universidad.htm

FILMOGRAFÍA INTERESANTE:

-Totes aquelles cançons (serie documental de Ángel Casas para la televisión catalana)
La tierra de las mil músicas (documental de Joaquín Luqui): La protesta
Cantants 72, de Pere Portabella
Canet rock, de Francesc Bellmunt

ALGUNOS DE LOS MEJORES DISCOS EN DIRECTO:

-Raimon: El recital de Madrid (1976)
-Lluís Llach: Barcelona. Gener 76
a l’Olympia (1972)

-Pablo Guerrero en el Olympia (1975)
-Paco Ibáñez en el Olympia. Los unos por los otros (1969)
-Benedicto e Bibiano ao vivo (1976)
-Manuel Gerena: Alianza de Pueblo Nuevo (1976)
-Pi de la Serra a Madrid (1978)

 

 

 

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