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V Aniversario: los mejores vídeos del año (2ª parte: Abril, 2011-Septiembre, 2011)


Y así, tirando del hilo de los vídeos de youtube, me encontré esta otra de Jacques Brel, que ha sido siempre una de mis favoritas, y lo fue aún más cuando supe lo que significaba su letra. “Ces gens là” es una desgarradora canción, mitad crítica a la hipocresía de ciertas personas o clases sociales, mitad amargo amor imposible. Éste fue uno de los mejores vídeos vistos a lo largo de este año, con un Jacques Brel interpretando a los personajes de la canción y haciéndonos estallar en llanto al nombrar a su amor:

Y, aunque esta fue más reciente, por encadenarlo, no podía dejar de poner su canción más emblemática, "Ámsterdam”:

Otro de los grandes, que le suele a gustar a todo el mundo, aunque probablemente no sea tan bueno como Brel, es Bruce Springsteen, ese poeta del rock’n’roll, que siempre hace gala de su potencia y vitalidad. Dos temas fueron los que aquí aparecieron, de su disco The river. El primero, esa triste historia llamada “Jackson Cage”:

Y su melancólica y triste balada, “The river”, que la pusimos en Mayo:

Y vuelta a Woodstock. Reconozco que me gusta ver vídeos de actuaciones de rock porque me carga las pilas el derroche de energía de los músicos, y Woodstock y Monterey, para esto, son ideales. Éste en particular es uno de los que más buen rollo me da: el principio de la actuación del grupo de San Francisco, que mezclaba la psicodelia y la política, Country Joe & The Fish, que incluimos en la sección “Minutos musicales”:

Y de Woodstock a Monterey, de la psicodelia al soul, con la actuación de uno de los artistas más queridos e idolatrados en este blog: el inmortal Otis Redding:

Ambos fueron colgados a modo de intermedio, en esos días en los que no tengo nada especial que decir ni se me ocurre una canción que presentar o disertar. Pero una de mis grandes pasiones es descubrir canciones históricas que surgieron como canciones populares (de trabajo, religiosas, picarescas, pornográficas…) y acabaron encarnando cosas más grandes como revoluciones o guerras. Dos o tres han sido esos casos en los que al buscar la letra de una canción me he encontrado con un enrevesado de historias y personajes. “Santy Anno”, la canción de los voluntarios británicos al lado del general Santana en la guerra Méxicano-estadounidense y que acabó siendo el himno de los buscadores de oro, fue una de ellas, y descubrimos la impresionante versión de la gran Odetta:

Pero no necesariamente tiene que tener una canción una gran historia, o una letra que explique las relaciones de producción, etc. Para captar mi atención basta con que la música sea buena y la letra lo suficientemente significativa. Fue por ejemplo esta triste historia de Frankie Lymon, un genio prematuro que murió demasiado joven y que ya decía que no era “un delincuente juvenil”:

Pero las canciones vinculadas a una época, a sus sentimientos, siempre han sido mis preferentes. En Abril, al colgar la letra de la canción “For what it’s worth” de Buffalo Springfield, no podía adivinar que, en parte, estaba profetizando ciertos eventos tanto nacionales como internacionales. Aquí están, en el festival de Monterey, dándole un puntito más a la canción, con David Crosby ocupando el lugar de Neil Young:

Y siguiendo con el festival de Monterey, ¡qué coño!, otro gran grupo de Frisco, los Quicksilver Messenger Service, con la canción de Dino Valente: “Dino’s song”:

Y con la actuación de uno de mis grupos de blues blanco favoritos: Canned Heat y sus blues sureños:

Y si de grupos hippies hablamos, no podíamos pasar por alto a los mejores, a la gran banda de San Francisco: los Grateful Dead, uno de los conjuntos más constantes de la historia del rock, interpretando una canción apocalíptica de la cantante canadiense Donnie Dobson: “Morning dew”:

No sé porqué razones, pero de un tiempo a esta parte, los Grateful Dead se han ido ligando a mis vivencias personales variadas, como por ejemplo, esta “Cold rain & snow”:

Y, ¿quién se puede resistir a este raudal de buenas vibraciones, llamada “Uncle John’s Band”:

E incluso cierta identificación en temas de “chicos malos”, de los que nadie espera nunca nada, como es su versión de la autobiográfica “Mama tried” de Merle Haggard:

Una de las canciones más impresionantes que he escuchado nunca, ha sido “Free bird”, del grupo de rock sureño Lynyrd Skynyrd. Es una canción que además cobró una especial significación cuando la mayoría de la banda falleció en un accidente de avión, entre ellos Ronnie van Zant, vocalista del grupo y autor de la canción:

Pero uno de los grandes descubrimientos de este años fue esta impresionante balada de desengaño y de autoafirmación de la cantautora Melanie Safka. En versión original es una maravilla, pero esta toma de su actuación en el festival de Woodstock me dejó, literalmente, paralizado por su fuerza:

Pero una de mis grandes obsesiones de este año ha sido intentar desentrañar lo que quiere decir esta canción del folklore romaní, “Musikanti”, en donde creo encontrar cierta historia triste en la que en algún país de la Europa del Esta se alistara para la guerra a los gitanos. La descubrí gracias a la banda de World Music checa Gothart:

Pero la de este otro grupo gitano de Italia  también es muy interesante, Acquaragia Drom:

Y es que el folklore romaní ha sido una de mis grandes pasiones de este año. Tirando de vídeos y textos, descubrí que la nación gitana tiene su propia bandera y su propio himno, escrito por Žarko Jovanović para la banda sonora de una película y adoptado por el Congreso Internacional de los gitanos para ello. “Đelem, đelem”, una triste historia que denuncia el pojramos, el holocausto gitano, a mano de los nazis:

Y recorriendo el folklore romaní, nos encontramos al gran compositor yugoslavo (como él se define) Goran Bregovic, arreglando la canción del festival de primavera de los gitanos orientales, el “Ederlezi”:

Bregovic fue el autor de la banda sonora de esa maravillosa película, de corte absurdo a la manera de Berlanga, El tren de la vida (Radu Mihaileanu, 1998), en la cual unos judíos tratan de escapar del holocausto disfrazándose de nazis y deportados con un tren rumbo a Palestina, vía Rusia. En el camino se encuentran con unos gitanos que idearon un plan parecido para escapar hacia la India. Entonces se produce uno de los momentos más memorables de la película, cuando judíos y gitanos se baten en un emocionante duelo… musical:

Porque otro ciclo importante fue el de la música de los judíos sefarditas, con un legado que perdura hasta nuestros días. Me emocionó mucho saber que esta bella canción, “En tierras ajenas”, una canción que data de cuando vivían en la Edad Media en España, se convirtió en su himno de resistencia durante el holocausto, expresando un dolor más grande y profundo que aquel que sus antepasados tuvieron, volviéndose a mirar por última vez sus campos y casas mientras seguramente la entonaban, cuando fueron expulsados de España. Françoise Atlan es una de sus descendientes:

En otro orden de cosas, la segunda mitad de este año vino marcada por el Movimiento 15-M. Dolido y desengañado, como estaba más o menos, de ciertas utopías, intentando ser como Rick en Casablanca, regentando un café metafórico con buena música en donde la Resistencia era bien recibida, pero no los nazis, empecé a apoyar gran parte, si no todas, de sus acciones cuando se comenzó a intentar desprestigiarles y en algunas comunidades autónomas se les reprimía brutalmente. Para una de ellas, que tuvo lugar en Valencia, les dediqué esta canción del inmortal alcoyano Ovidi Montllor, cantautor y actor inolvidable: “La fera ferotge”, una canción alegórica y satírica sobre las reclamaciones sociales bien justificadas:

Pero revoluciones a un lado, que no al margen, siempre hay sitio para buenas y emotivas canciones, como esta “Darling be home soon”, del cantautor y ex-vocalista de Lovin’ Spoonful, John Sebastian, cuya emotiva interpretación de este tema en el festival de Woodstock, emocionándose al final, es una de mis actuaciones favoritas, y no me canso de verla:

O canciones de un rabioso optimismo contagioso, como “It don’t come easy”, del simpático Ringo Starr:

Pero sin perder la realidad… Debido al violento e injusto desalojo de la Plaza del Sol de Madrid, decidí desenterrar el hacha de guerra y decirle a los responsables, como ya lo hizo Javier Krahe hace años, que “Cuervo Ingenuo no fumar la pipa de la paz con tú”:

Tuvimos, sin motivo especial alguno, salvo mi propia admiración, un recuerdo emocionado hacia el gran Paul Robeson, actor, cantante y activista afroamericano de un compromiso natural y sincero no sólo con su propia gente, sino con todas. Robeson se hizo famoso por interpretar esta canción en una famosa película, Show boat”. “Ol’ Man river”:

Pero a mediados de los años 30, Robeson, que visitó a la Brigada Lincoln en España, cuando interpretaba la canción le cambió la letra, dándole un sentido mucho más revolucionario. Como ejemplo, esta actuación, que a día de hoy sigue poniendo los pelos como escarpias:

Y hay heridas que se empeñan en que no cicatricen. La pasividad y la desinformación con la que pasó desapercibida la profanación del monumento a Miguel Hernández por parte de un grupo de ultraderecha me resultó especialmente repugnante. Eso sí, los “demócratas” pueden darse palmadas en la espalda porque se ha detenido a un rapero que dijo unas tonterías… Adolfo Celdrán, interpretando su canción sobre uno de los mejores poemas de Hernández:

Como con Lorca, a cuya localización se niega cierta gente: éste es, sin lugar a dudas, el país que no ama a sus poetas. Me estremeció ver a don Agustín González, uno –si no el mejor- de los mejores actores españoles, declamar este “El rey de Harlem”:

Y que no sea por falta de homenajes. También recordamos a nuestro querido José Antonio Labordeta, de cuyo fallecimiento se cumplió un año. Para volver a recordarle, su canción más famosa:


… y éste, más o menos, ha sido el año en vídeos: un año intenso en ciertos aspectos, y en otros como todos… Pero la música que no pare, ¿eh? Lo que nos depare este año –según el calendario zamarril- el tiempo lo dirá, y espero verte, veros, el año que viene para contároslo, porque todavía quedan muchas cosas por decir, muchas canciones por descubrir y escuchar, muchos amigos a los que recordar o conocer, y muchos amores por vivir. Acabamos, si os parece, con una canción mítica, probablemente la mejor canción de rock de la historia: “Bohemian rhapsody”, de Queen, una canción que cuando estoy bajo o triste me gusta recordar y me recarga de nuevo con energías renovadas:

Y, a la manera de Bob Hite: Don’t forget to Boggie!

Darling be home soon


Lovin_Spoonful_1965The Lovin’ Spoonful fue uno de los primeros grupos de folk-rock estadounidenses en la escena neoyorquina. Su historia inicial se narra en la canción “Creequee Alley” de The Mamas & The Papas, grupo amigo al que estuvieron medio vinculados: en los días de la bohemia neoyorquina de primeros y mediado 60, John Sebastian y Zal Yanovski, junto a dos futuros miembros de Mamas & Papas, Denny Doherty y Mama Cass Elliot, formaron un grupo de folk llamado The Mugwumps (¿los votantes independientes?). El grupo se rompió, pero Sebastian y Yanovski decidieron fundar un nuevo grupo de bluegrass y folk, para el que reclutaron al baterista y segunda voz Joe Buttler y al bajista Steve Boone, con el nombre de The Lovin’ Spoonful, nombre inspirado por la canción “Coffee blues” del bluesman Mississippi John Hurt (si no recuerdo mal, la línea era She feed me up with her lovin’ spoonful: “Ella me alimenta con su cucharada de amor”). Lovin’ Spoonful actuó como un grupo de folk y bluegrass en la escena bohemia del Greenwich Village y fue uno de los primeros grupos de folk de inspiración tradicional en “electrificarse” ya en 1965. En su disco de 1967, You’re a big boy now, banda sonora de la película de Francis Ford Coppola con el mismo nombre, se incluía esta tierna balada sobre la espera:

Darling be home soon

Come, and talk of all the things we did today,
Here, and laugh about our funny little ways,
While we have a few minutes to breathe,
Then I know that it’s time you must leave.

But darling, be home soon.
I couldn’t bear to wait,
An extra minute if you dawdled.
My darling, be home soon.
It’s not just these few hours,
But I’ve been waiting since I toddled,
For the great relief of having you to talk to.

And now, a quarter of my life is almost past.
I think I’ve come to see myself at last.
And I see that the time spent confused,
Was the time that I spent without you.
And I feel myself in bloom.

So, darling, be home soon.
I couldn’t bear to wait,
An extra minute if you dawdled.
My darling, be home soon.
It’s not just these few hours,
But I’ve been waiting since I toddled,
For the great relief of having you to talk to.

So, darling, my darling, be home soon.
I couldn’t bear to wait,
An extra minute if you dawdled.
My darling, be home soon.
It’s not just these few hours,
But I’ve been waiting since I toddled,
For the great relief of having you to talk to.

Go and beat your crazy head against the sky.
Try and see beyond the houses and your eyes.
It’s OK to shoot the moon.

Darling, be home soon.
I couldn’t bear to wait,
An extra minute if you dawdled.
My darling, be home soon.
It’s not just these few hours,
But I’ve been waiting since I toddled,
For the great relief of having you to talk to.

http://letrascanciones.mp3lyrics.org/l/lovin-spoonful/darling-be-home-soon/

Cariño, ven a casa pronto

Ven, y hablemos de las cosas que hicimos hoy,/ aquí, y ríete de nuestras pequeñas maneras raras,/ mientras tenemos unos pocos minutos para respirar,/ luego sé que ésa es la hora en que te tienes que ir.// Pero, cariño, ven a casa pronto,/ no podría soportar esperar,/ un minuto extra si estás ociosa./ Cariño mío, ven a casa pronto./ No son sólo estas pocas horas,/ pero he estado esperando desde que di los primeros pasos,/ por el gran alivio de hablarte.// Y ahora, un cuarto de mi vida casi ha pasado./ Creo que he venido a verme a mismo por fin./ Y veo que el tiempo dedicado confuso,/ fue el tiempo que pasé sin ti./ Y me siento florecer.// Por eso, cariño, ven a casa pronto,/ no podría soportar esperar,/ un minuto extra si estás ociosa./ Cariño mío, ven a casa pronto./ No son sólo estas pocas horas,/ pero he estado esperando desde que di los primeros pasos,/ por el gran alivio de hablarte.// Por eso, cariño, cariño mío, ven a casa pronto,/ no podría soportar esperar,/ un minuto extra si estás ociosa./ Cariño mío, ven a casa pronto./ No son sólo estas pocas horas,/ pero he estado esperando desde que di los primeros pasos,/ por el gran alivio de hablarte.// Ve y golpea tu cabeza loca contra el cielo./ Prueba y mira más allá de las casas y de tus ojos./ Está bien disparar a la luna.// Cariño, ven a casa pronto,/ no podría soportar esperar,/ un minuto extra si estás ociosa./ Cariño mío, ven a casa pronto./ No son sólo estas pocas horas,/ pero he estado esperando desde que di los primeros pasos,/ por el gran alivio de hablarte.

John B. Sebastian

The Lovin’ Spoonful

John SebastianEn 1968, John Sebastian, a veces John B. Sebastian, el letrista y compositor de casi todas las canciones del grupo, lo abandona y emprende su carrera en solitario. El resto de la banda se mantiene, con Buttler como vocalista principal, pero sin las canciones de Sebastian tienen que recurrir a compositores y letristas ajenos a la banda, la cual se separaría finalmente hacia 1969. Por su parte, Sebastian, convertido en un cantautor ya en solitario, termina su carrera musical hacia 1976. En sus conciertos canta sus viejos temas con Spoonful y otros nuevos, con ese estilo entre ingenuo (en el buen sentido de la palabra) y profundo. En el festival de Woodstock, al que acudió acompañado sólo por su guitarrista acústica, encandiló a un público tan emocionado que, al final de su interpretación de este tema, el mismo Sebastian cede a la incontenible emoción, mezcla de lo emotivo de la canción y de la cantidad de personas allí presentes que habían pasado la noche (su actuación fue el segundo día), y no puede reprimirla ya al término del tema: “Sois todos hermosos”, grita a su audiencia:

Historia del movimiento hippy. II parte


Los cincuenta se acababan con el gran evento de la década: la Revolución Cubana (de la que en la actualidad sólo quedan iconos e imágenes, habiendo pasado de revolución popular a dictadura personal). Al mismo tiempo, la guerra fría se había recrudecido, muy especialmente por la experimentación con misiles y la carrera espacial que ambas potencias poseían, llegando en los dos lados a una esquizofrenia enfermiza que desemboca en ambos bandos en espionajes y contraespionajes. En Estados Unidos, es el siniestro senador McCartthy el que aprovecha la paranoia del país para llevar a cabo un auténtico control político sobre políticos y artistas más digno de un régimen fascista, o incluso de la rusia estalinista, que de un régimen democrático. Actores y directores, como Charles Chaplin, músicos como Pete Seeger, o escritores como Ginsberg, sufrieron el vigilante ojo del anticomunismo americano. El punto álgido internacional llegó cuando Fidel Castro, buscando aliados en este teatro, se define comunista y recaba la ayuda de la Unión Soviética: los rusos ponen misiles en Cuba apuntando a Estados Unidos. El momento es tan caliente internacionalmente que incluso el papa Juan XXIII apela al catolicismo de Kennedy para parar una locura. Años atrás, el presidente Eisenhower había acercado posturas con el general Franco, poniendo, a cambio de ayuda económica, bases en diversos sitios, como Rota o Torrejón.
Aquel momento de la guerra fría fue muy determinante: tuvo un tremendo impacto en la mente de muchos, especialmente de jóvenes, que empezaron a plantearse y a cuestionarse la fuerza militar. Fue precisamente el episodio de los misiles cubanos el que inspiraría a Bob Dylan una de sus mejores canciones de la época folk: «A hard rain’s a gonna fall» hablaba del miedo y de la posibilidad de la destrucción total bajo la amenaza de la guerra atómica. El movimiento folk se había renovado con nuevos nombres, como Joan Baez, Judy Collins, Tom Paxton, Richie Havens, y, por supuesto, Bob Dylan, que fue el primero de ellos en tener un éxito popular inequívoco del que muchos expertos aseguran que en cierto sentido fue su muerte artística. No suponía realmente una renovación de temas, pues el pacifismo y la lucha de los derechos civiles fue una constante del folk de los años 50, si bien, puede ser, la dimensión sindicalista hubiera decaído (excepto en Joan Baez). Folksingers blancos y negros se unen en las marchas por los derechos civiles de Martin Luther King.
Por otro lado, el mundo musical sintió la conmoción ante los grupos que venían desde el Reino Unido: los Beatles abrieron la puerta con su rock’n’roll y rythm’n’blues de raigambre americano, tras ellos grupos tan importantes como Rolling Stones, The Who, Kinks, Hollies, Animals… No suponían realmente una revolución de índole social, estrictamente hablando, pero sí una revolución en el mundo juvenil: ellos daban la impresión de no necesitar trabajar, de tener el destino en sus manos, de vivir al margen de lo que la sociedad exigía a los jóvenes: aquella era todavía una época en la que te tomaban en serio a partir de los 25 y no antes. Aunque las canciones pudieran ser frívolas a veces, o no decir nada más que «te quiero, me quieres», sí es cierto que abrían las nuevas posibilidades de una nueva forma de ver las relaciones entre los jóvenes. Sin embargo, estos muchachos todavía no tendrían grandes cosas que decir por ahora.
El panorama bohemio y underground era otra cosa. El mundo del jazz iba por otros derroteros, con nombres como Pharoah Sanders, John Coltrane y otros más; un mundo muy minoritario e intelectual comparado con el beat británico, el soul (rythm’n’blues comercial), el folk (hasta la llegada de Dylan minoritario) o el surf californiano. El nuevo jazz tenía componentes nuevos en el que, desde los días del be-bop, a la libertad creadora del intérprete se sumaban las experiencias lisérgicas. Desde finales de los 50, Timothy Leary y Richard Alpert, profesores de psicología de la universidad de Berkeley, junto al escritor de ciencia ficción Aldous Huxley, habían sintetizado el LSD, a principios como experimento del ejército americano, para desembocar en un elemento de la contracultura generalmente antimilitarista (elemento bastante engañoso). Pronto surgieron en Estados Unidos comunas dedicadas a la experimentación del cuerpo y la introspección mental en las que los sutas budistas e hindúes se unían a la marihuana y al LSD en una supuesta búsqueda de respuestas místicas más inducidas que auténticas. De ellas, la más famosa quizás fuera el grupo activista Merry Pranksters, los alegres bromistas, dirigidos por el escritor Ken Kesey (autor de Alguien voló sobre el nido del cuco) que plasmó las tempranas vivencias del grupo a bordo de un autobús, junto a Neal Cassady (el «musa» de los poetas beats) en el libro La gasesosa de ácido eléctrico (The Electric Kool-Aid Acid Test). Estos exploradores lisérgicos participarían e incluso organizarían las primeras marchas pacifistas contra la guerra de Vietnam y los primeros conciertos propiamente llamados hippies. Ocurrió entonces, hacia 1963 ó 1964, que confluyeron bajo más o menos el mismo objetivo, los exploradores lisérgicos, algunos de los folk-singers, los músicos de jazz, y los grupos de rock-garaje admiradores del pop británico: les unía principalmente el cuestionarse el papel de su país a nivel tanto nacional como internacional.
 

Musicalmente también es una era muy revolucionaria respecto a la música popular. Entre 1964 y 1965, en los locales de California y Nueva York se vive una intensa proliferación de nuevos grupos de folk y de jazz. Uno de ellos, que alcanzó un éxito popular considerable, fue The New Christy Minstrel, autores del popular «Green back dollar», que estuvo compuesto, entre otros, por Jim McGuinn, que luego formaría The Byrds, y Barry McGuire, un cantautor de folk-rock protesta que obtuvo un éxito disimulado con esta canción, obra de P. F. Sloan y Steve Barri, con una letra apocalíptica muy del gusto de la época, influida claramente por Dylan.

Otros grupos que fueron germen de los futuros grupos flok-rock californianos y de rock de San Francisco, fueron The Journeymen, The Mugwumps o Town Criers, grupos estos que no consiguieron el reconocimiento público, pero cuyos miembros triunfarían en distintas formaciones con nuevos lenguajes: de Journeymen saldrían Scott McKenzie (cantante que sólo tuvo éxito con una canción), y John y Michelle Phillips, que junto a los Mugwumps Mama Cass Elliot y Dennis Doherty formarían The Mamas & The Papas; por su parte, otros dos Mugwumps, John Sebastian y Zal Yanovski, formarían el grupo de bluegrass y folk-rock Lovin’ Spoonful.

En 1964 se les siguen considerando betanicks, pero poco poco el murmuro de la palabra «hippie» se va haciendo más claro y audible cuando los estudiantes activistas de izquierdas, los promotores de los derechos civiles, los aventureros lisérgicos y los místicos van confluyendo en algo que era curiosamente concreto e impreciso a la vez movidos por la nueva injusticia global: la guerra de Vietnam. No obstante, el componente político no fue tan determinante en un principio entre los hippies como el misticismo, el rock y las drogas, aunque las primeras manifestaciones contra la guerra de Vietnam vienen prácticamente de manos de líderes activistas inmersos en este nuevo mundo.
En 1967 el mundo hippie tiene su capital en la ciudad californiana de San Francisco, una ciudad abierta y tolerante tradicionalmente, que también había acunado a los antiguos beatnicks y hipsters; y más concretamente en el barrio de Haight Ashbury. Tampoco es casualidad que tuviera una localización geográfica concreta dada la heterogeneidad ideológica de EE.UU: conviene no olvidar que, al igual que los negros, un beatnick o un hippie no podía atravesar los estados sureños con la sensación de sentirse como en casa, al contrario que pasaba con toda California, Nueva York y otras zonas más abiertas a la diversidad cultural. El Haight Ashbury se convierte casi en un ghetto de los hippies, y a él se acercan diversos turistas para contemplar el fenómeno, entre ellos las estrellas del pop británico para ver la nueva música que allí se estaba creando: Grateful Dead, Jefferson Airplane, Quicksilver Messenger Service, Big Brother & The Holding Co., con la maravillosa Janis Joplin al frente, eran los nuevos grupos formados por músicos que venían de antiguas formaciones o aventuras en solitarios de folk, folk-rock o jazz, practicantes de un rock nuevo y refrescado que mezclaba magistralmente el rock y el blues con el folk, el jazz, instrumentos y ritmos orientales, y nuevas visiones musicales en ocasiones inspiradas por el consumo de drogas. Estos grupos tocan juntos en las múltiples salas de música que existían entonces: el Matrix, el Avalon Ballroom, vieron los mejores momentos de estos grupos antes de que las empresas discográficas mancharan su ambición de ser simplemente músicos de San Francisco populares.
En torno a la comunidad de Haight Ashbury surgen diversas propuestas artísticas: música, teatro independiente, poesía…, pero también negocios que traían todo lo que un hippie podía desear: discos, ropa oriental, collares, cuentas, instrumentos musicales contra más exóticos mejor… A parte el negocio subterráneo de la droga, pero junto a esto prolifera la Clínica Médica Gratuita, dirigida a los chicos con problemas de drogas: no se trataba de prevención y rehabilitación, sino de enseñar a como se podía utilizar una droga sin correr riesgos o, por lo menos, los mínimos. Haight Ashbury podía parecer un paraíso urbano, un lugar donde no trabajar y poder dedicarse a la expansión personal y espiritual de uno mismo y de su cuerpo. Pocas cosas había que sacaran a un hippie de su pretendido estado mental de paz espiritual. No obstante, otros entendían las ciudades como trampas mortales en las que se atrapaba y castraba el alma humana, y comprendían que el lugar del hombre era la naturaleza: algunos huyen a los campos y abren granjas donde fundar comunas y vivir de lo que producían (algunas de ellas hoy en día perviven, sustentándose de vender sus productos): la más famosa fue la granja de Hogh Farm.
Junto a las drogas surge el fenómeno del nuevo misticismo, propugnado por los poetas beats y otros pensadores contraculturales. No fue casualidad que el principal grupo hinduista de occidente apareciera a caballo entre Nueva York y el Haight Ashbury: los Hare Krishna. Los auténticos hippies comenzaron estudiando los textos sagrados de la India, China o Japón; algunos, por su parte, practicaban una suerte de neo-paganismo, mientras que otros fijaban su fe en las raíces del cristianismo. Sin duda alguna, a pesar de utilizar las drogas como medio, éste era en principio una práctica honesta y sincera, si bien la santidad de los gurús que permitían el uso de drogas a sus discípulos era bien discutible (si su religión lo prohibía, claro); pero en el momento en que las grandes estrellas del rock y del cine comenzaron a interesarse por estas prácticas, aparecieron multitudes de maestros espirituales que venían de la India, en donde no gozaban del respeto que decían poseer, con el único objetivo de «hacerse la foto» y ganar su espiritualidad a golpe de fama: el ejemplo más sonado fue el del Maharishi Mahesh Yogi, que utilizó las ansias espirituales de los Beatles para obtener fama, además de mostrar un interés más terrenal que espiritual por su discípula Mia Farrow.
El objetivo de los hippies era oponerse a la sociedad bienpensante americana mediante la religión, las drogas, la auto-marginación y las expresiones artísticas. Y en en Junio de 1967 dieron su grito de afirmación en el Festivla Pop de Monterrey, en donde actuaron sin cobrar (excepto Ravi Shankar, por aquello de tener que volver a la India) los nuevos grupos de rock de San Francisco, los grupos de blues, algunas estrellas del pop británico, junto al gigante del soul Otis Redding y al maestro sitarista Ravi Shankar.

Aunque opuesto a toda guerra, el hippie pretendía vivir al margen de cualquier activismo político, lo cual no le impedía participar en las manifestaciones por la paz/ contra la guerra. Se produce entonces una escisión dentro de ellos, quedando divididos entre activistas y pasotas. El activista solía ser un estudiante o poseer una gran cultura, pero más que místico su tendencia mental iba hacia el socialismo, y, en muchos casos, eran pacifistas pero no pacíficos. El pasota, por su parte, era el hippie en sentido estricto, con tendencia automarginativa e ideas, a veces, demasiado utópicas, frente al activista, que siempre optaba por la práctica. El activista siempre criticaba la falta de acción del pasota, al que acusaba de querer cambiar el mundo a base de canciones y oraciones, o de no querer cambiarlo en absoluto mientras siguiera existiendo su isla, mientras que el pasota le acusaba de querer cambiar el mundo para su beneficio al tiempo que inventaba el bonito término de lunático del poder. Un buen ejemplo de crítica contra los activistas es la canción de los Beatles «Revolution». Por lo general, los músicos suelen practicar el pasotismo, sin desdeñar sus buenas dosis de activismo: los hippies no eran tan políticos en la música como posteriormente se ha pretendido, aunque sintieran simpatías por movimientos como los Panteras Negras y sus equivalentes indios, portorriqueños y asiáticos; sólo hay un número contado de casos en los que la política es un factor determinante en la creación artística, como los Jefferson Airplane, los Who, Country Joe & The Fish, además de los folksingers y cantautores. Sin embargo, en 1968 los pacíficos Human Be-In y Tribal Stomps que venían realizándose desde 1966 fueron adquiriendo un cariz cada vez más político. De una manera feroz, las concentraciones dejaron de ser pacifistas y utópicas para convertirse en batallas callejeras. Fue, no obstante, un huracán que recorrió casi todo el mundo: el mayo francés, la Primavera de Praga, la matanza en la Plaza de las Tres Culturas en México, y nuestras primeras (descartando las del 56) revueltas estudiantiles. También se notó en sus ropas, que comenzaron a alternar los motivos orientales con ropas militares, motivos socialistas y camisetas con la efigie del «Che» Guervara. El año 68 fue el momento culmen en el que nuevas ideologías desafiaban tanto al status capitalista como al comunista que se habían establecido tras la 2ª Guerra Mundial. A partir de ese año, todas sus exhibiciones estarían fuerte y ferozmente marcadas por un halo político antimilitarista.
El otro gran éxito de los hippies fue el concierto multitudinario de Woodstock en 1969, cuya cifra de asistentes se aproximó de manera muy simbólica a la del número de combatientes que había en Vietnam. Pero la década de los 70 venía pisando fuerte, trayendo consigo un huracán de violencia y atentados terroristas de diversos símbolos, borrando los buenos sentimientos hippies que, aunque subsistiendo en las comunas y en las granjas, fueron desapareciendo por una razón: se pasó de moda, venían nuevas generaciones con nuevas demandas y cada vez más se contemplaba a los hippies como una rareza del pasado.

Los hippies no fueron más que, en muchos aspectos, otro movimiento juvenil con ansias de cambiar el mundo, cosa que consiguieron en parte pero sin librarse de que a la mayoría de ellos, como en todo movimiento juvenil, el mundo les cambiara. Como todo movimiento juvenil tuvo sus cosas buenas y sus cosas malas, frente a los maniqueísmos de considerarlos la mejor generación del s. XX o una panda de degenerados morales.
Hay que entender que como movimiento aparecen en una de las épocas más feroces de la guerra fría, con un nuevo frente comunista amenazante desde el Caribe. El ambiente de tensión, violencia, patriotismo exacerbado y militarismo promovió la necesidad de alejarse de un mundo regido tradicionalmente por las armas y buscar refugios en diversos paraísos artificiales, para poder explorar las profundidades del alma humana. Como radicalmente opuestos a la política de su país y promotores naturales de la lucha por los derechos civiles, los hippies no eran bien considerados por las instituciones clasistas y racistas de sus países; no en vano pueden afirmar, incluso con más derecho que sus predecesores beatnicks, haber sido el primer movimiento-moda juvenil totalmente inter-racial: mientras que los rockers eran generalmente blancos, y los funkies negros, o había un rock’n’roll blanco y otro negro, los hippies no reconocían colores: para ellos era perfectamente normal que un blanco tocara blues y un negro country’n’western. Fundaron gracias a sus nuevas conciencias movimientos que han tenido una importancia indiscutible: el movimiento ecologista fue re-fundado por ellos prácticamente. Lo mismo se puede decir respecto a las ideas de igualdad de sexos y de tolerancia sexual; también las ideas renovadas de igualdad y fraternidad propiciaron un cambio en la forma de ver las relaciones entre los seres humanos y sus culturas desde el respeto y sin «centrismos» culturales de ninguna clase.
Pero tuvieron sus defectos, de entre ellos el más grave fue el abuso de las drogas: desde los planteamientos de Leary y Alpert y otros, los hippies buscaron en las drogas aquel remanso de paz y sintonía espiritual que decían que los indios americanos, los shaivas (adoradores de Shiva) y otros obtenían gracias a su consumo propiciada por una visión bastante sesgada de estas culturas. Las drogas, lejos de enriquecer a la cultura del movimiento hippie, en realidad contribuyó a su destrucción y a propagar la visión de viciosos que de ellos se tenían, una publicidad alimentada por las sucesivas muertes de sobredosis de las grandes estrellas del rock: Brian Jones, Janis Joplin, Jim Morrison, Al «Blind Owl» Wilson, Ron «Pigpen» McKernan… Ante esto siempre cabe preguntarse si no fueron los servicios secretos americanos, al igual que a todas vistas parece que hicieron en los barrios negros, quienes promovieron la introducción y el consumo de drogas cada vez más peligrosas en el mundo hippie. A parte de los supuestos espías soviéticos, el enemigo interior que el gobierno americano decía tener era triple: los negros, los estudiantes y los hippies.
Pasaba algo parecido con la libertad sexual o con el marketing. Los hippies fueron víctimas de sus propios vicios: muy pronto la revolución de la conciencia, la libertad sexual y el hacer lo que quieras sinceros y honestos de algunos en principio, atrajo a un número importante de oportunistas a los que las revoluciones les importaba un pito: querían drogas y sexo nada más. Parecido era lo de la exploración espiritual, la cual, una vez fue manifestada por las millonarias estrellas musicales y cinematográficas su afición atrajo a un número significativo de gurús gorrones y charlatanes que, aprovechándose de la inocencia o ignorancia de las estrellas del rock, llegaron a desvirtuar en moda lo que en sus lugares de origen eran religiones serias y repetadas. El elemento bohemio y marginal que habían sido desde el año 64 comenzó a ser un negocio cuando las estrellas del pop británico comenzaron a practicar (o a intentarlo) ese estilo de vida: de repente, entre un grupo de gente que afirmaba despreciar el dinero se comenzó a mover un importante negocio de miles de dólares en la industria discográfica: ser hippie, en algunos sitios, estaba de moda. Pocas veces el utopismo de un mundo sin dinero basado en el respeto a los demás dio sus buenos resultados: Woodstock y Monterrey fueron magníficos, pero también está el desastre de Altamont protagonizado por los Rolling Stones, del que ya hablé un día. El dólar, enemigo declarado de los hippies en un principio, entró entre ellos para destruirlos de la manera más atroz en la que se puede destruir un movimiento juvenil: la frivolización de sus principios en estética y pseudo-elementos; abundan grupos de pop ñoños y frívolos que hacían letras bastante naïves con una pretendida y falsa base hippie.
Si bien los Rolling Stones pecaban de excesiva terrenalidad, los Beatles pecaban de excesiva espiritualidad. La marginación política por la que finalmente la mayoría optaban tenía también su cara y su cruz: se puede entender que ante la tensión, la violencia y el patriotismo exacerbado uno prefiriera apartarse del mundo; pero esto tenía su efecto negativo en lo tocante a las reivindicaciones serias de entonces, ya que se adquiría así cierto halo malsano de esnobismo intelectual muy perjudicial por un lado, y un egoísmo injustificado. Por supuesto hablamos sólo de los pasotas, los auténticos hippies, pues los activistas compartían ciertas pautas y estética, pero porque toda época tiene su estética. Esto fue muy notable también en nuestro país, cuando empezaron a instalarse en Ibiza parecían ignorar que existía una dictadura viva y operante.
En España, el hippismo entró diez años después de lo que se puede considerar su nacimiento, como ha venido siendo la tendencia de este país respecto a las modas y a las músicas, de la mano de Pau Riba, Jordi Batiste o Hilario Camacho, entre otros, dando lugar a grupos de tendencias psicodélicas y de rock progresivo sobre todo en Andalucía y Cataluña: Smash, Triana, Iceberg, Gong, Companyia Elèctrica Dharma, Barcelona Traction… Pero también de otros lugares: Dolores, los gallegos NHU, los vascos Errobi… No obstante, el hippismo a la americana no se entendió muy bien aquí, ya que conllevaba la marginación voluntaria y la no acción política. Dicen las malas lenguas que los que de aquí se hicieron hippies eran niños ricos que podían jugar a hippies y que, cuando se cansaran, podrían volver al puesto que su papá le tenía asignado en la empresa o en el negocio familiar (no sé hasta qué punto de verdad esto fue verdad, pero también se podía decir lo mismo de ciertos activistas).

Los hippies contribuyeron a cambiar el mundo de entonces, no se puede negar. Pero pagaron un precio muy alto, sucumbiendo a sus contradicciones, a sus vicios, quizás por ellos mismos, quizás por una mano negra que mueve los hilos hasta del mismo presidente de los Estados Unidos…

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