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Sóc, no vull ofendre, anticlerical (III): El día que Sinéad le declaró al guerra al papa


La mano dura en la educación,
aunque sea con buena intención,
engendra amargura en el corazón:
Mal reprimido rencor.

Respeto y obediencia”, Vainica Doble

john-lennon-20080425005341673-000La relación de los artistas con las religiones de todo el mundo siempre ha sido complicada, sobre todo los músicos de pop y de rock. Por resumir algunos casos, George Harrison, amante del hinduismo, se hace vaishnva y simpatiza y apoya a la secta hinduista Hare Krishna (la adaptación occidental del vishnuísmo); Michael Jackson, Testigo de Jehová de nacimiento, tras contraer matrimonio con Lisa Marie Presley, se convierte a la “religión” de la cienciología, pero tras el divorcio de la hija de Elvis, la abandona al darse cuenta de que la secta se enriquece con los bienes de sus adeptos y que le utiliza a él y a otras estrellas como reclamo publicitario. Algo similar les ocurrió a los Beatles con el supuestamente santo Maharishi Mahesh Yogi, de quien descubren que en la India no se le considera más que como un charlatán, y que tenía una fijación nada espiritual con Mia Farrow. Los Rolling Stones Mick Jagger y Keith Richard y sus novias, influenciados por el inquietante artista underground y reconocido satanista Kenneth Anger, flirtean durante un tiempo con el esoterismo, la magia negra y el satanismo; pero, sin dar explicación, de repente Mick Jagger comenzó a actuar con un crucifijo colgado del pecho. Y luego está John Lennon, que, a pesar de escarceos místicos, siempre fue o un creyente a su estilo o un materialista, y su incidente “cristiano”, cuando, citado fuera de contexto, pareció decir soberbiamente que eran “más populares que Jesucristo”, algo que en el Reino Unido pasó sin más, pero en Estados Unidos la ultraderecha utilizó constantemente, haciendo campañas de quemas de sus discos y fotos; rogado por sus amigos, Lennon se deshace en disculpas y afirma intentando parecer divertido, pero notándosele un gran nerviosismo: “Si hubiera dicho que la tele es más popular que Jesucristo, no hubiera pasado nada”. Sin embargo, el músico de Liverpool da una de cal y otra de arena, y tras las disculpas pasa a criticar la intervención en el Vietnam, y leemos entre líneas que Lennon está criticando a esa gente (que tampoco necesitaban la excusa de la blasfemia para odiarle) el que les preocupe más lo que él piense sobre la religión que se esté comenzando una guerra, en último término, colonialista…. En 2008 el Vaticano decidía absolver a John Lennon por sus declaraciones, mientras que gran parte del mundo ya le tenía como un Mesías (al menos, tardaron menos que con Galileo). Algo parecido a nuestra historia central, pero para ello, antes, un último caso de artista re-bautizado, para enlazar con nuestra historia.

y1pHvnLBsgb5MyZ-SdHLJWEgNLs0_L21yiTqPmOSiNOWNtCHBqx_mgd8al14dgw5Q8-sD0FQrakPOQBob Dylan nació y se crió como judío. Durante la mitad de los años 60, Dylan flirtea con el budismo y el hinduismo, a la par que hace sátiras en sus canciones sobre la Biblia y la Torah, aunque no parece abandonar la senda del judaísmo. Pero, a finales de los 70, Dylan se convierte al catolicismo –de esa época queda algún excelente disco, que van desde Slow Train Coming (1979) a Infidels (1983)-, y en 1997, tras una severa enfermedad, actúa ante el papa Juan Pablo II en Conferencia Eucarística Mundial en Bolonia. El pontífice, después, haría una homilía basándose en la letra de “Blowin’ in the wind” (no obstante, el actual pontífice Benedicto XVI, se mostró disconforme con este tipo de actos). Sin embrago, en la década del 2000, hay quien asegura que Dylan se ha reconvertido al judaísmo, mientras él asegura que su fe “son las canciones”.

AminotyourgirlPero volvamos a la década de los 90, con un Dylan bautizado (¿llegó a bautizarse?) y tocando ante el jefe de la iglesia católica sus antiguas canciones rebeldes y antimilitaristas, que ahora sonaban a himnos de salvación y bautismo. En 1992, la cantautora de rock irlandesa, Sinéad O’Connor, incluyó en su disco de aquel año Am I Not Your Girl? una versión de la canción que Bob Marley (otro buen caso de músico representante de una fe, en este caso, su mejor embajador) había compuesto basándose en el discurso del Ras etíope Haile Selassie ante las Naciones Unidas en 1963 –el emperador etíope, que, según los rastaffaris, desciende del mismísimo Salomón y de su idilio con la reina de Saba, fue un hombre más preocupado por lo que pasaba fuera de su país que por lo que pasaba dentro-. Ésta es la canción original de Marley:

War

Until the philosophy which hold one race superior
And another
Inferior
Is finally
And permanently
Discredited
And abandoned –
Everywhere is war –
Me say war.

That until there no longer
First class and second class citizens of any nation
Until the colour of a man’s skin
Is of no more significance than the colour of his eyes –
Me say war.

That until the basic human rights
Are equally guaranteed to all,
Without regard to race –
Dis a war.

That until that day
The dream of lasting peace,
World citizenship
Rule of international morality
Will remain in but a fleeting illusion to be pursued,
But never attained –
Now everywhere is war – war.

And until the ignoble and unhappy regimes
that hold our brothers in Angola,
In Mozambique,
South Africa
Sub-human bondage
Have been toppled,
Utterly destroyed –
Well, everywhere is war –
Me say war.

War in the east,
War in the west,
War up north,
War down south –
War – war –

Rumours of war.
And until that day,
The African continent
Will not know peace,
We Africans will fight – we find it necessary
And we know we shall win
As we are confident
In the victory
Of good over evil –
Good over evil, yeah!
Good over evil –
Good over evil, yeah!
Good over evil
Good over evil, yeah!

Guerra

Hasta que la filosofía que sostiene que hay una raza superior/ y otra/ inferior/ sea finalmente/ y permanentemente/ desacreditada/ y abandonada/ –por todas partes hay guerra-/ digo guerra.// Que hasta que no haya más/ ciudadanos de primera y de segunda clase en toda nación/ Hasta que el color de la piel de un hombre/ no importe más que el color de sus ojos/ Digo guerra.// Que hasta que los derechos humanos básicos/ estén garantizados para todos por igual/ sin considerar la raza/ –Esto es una guerra.// Que hasta ese día/ el sueño de la paz duradera,/ la ciudadanía mundial,/ las leyes de la moralidad internacional,/ permanecerán en nada más que una ilusión efímera a seguir/ pero nunca alcanzado/ –Ahora en todas partes hay guerra – guerra.// Y hasta que los innobles e infaustos regímenes/ que soportan nuestros hermanos en Angola,/ en Mozambique,/ Sudáfrica;/ que el cautiverio infrahumano/ haya sido derrocado,/ absolutamente destruido –/ Pues en todas partes hay guerra –/ Digo guerra// Guerra en el este,/ guerra en el oeste,/ guerra al norte,/ guerra hacia el sur,/ guerra – guerra –/ Rumores de guerra./ Y hasta ese día,/ el continente africano/ no conocerá la paz,/ nosotros los africanos lucharemos –lo declaramos necesario-/ y sabemos que venceremos/ porque estamos seguros/ de la victoria/ del bien sobre el mal.

http://www.traducidas.com.ar/letras/bob-marley/war

Norman J. Whitfield – Barrett Strong – Bob Marley

Volvamos a la historia… Sinéad O’Connor fue invitada para promocionar su disco en el popular programa “Saturday Night Live”, el 3 de Octubre de 1992, y supongo que nadie sabía lo que iba a hacer. Sobre el escenario, una O’Connor completamente rapada, rodeada de cirios blancos y vestida de blanco, interpretaba a capella su versión de la canción de Marley, pero sustituía las líneas que hacen referencia al continente africano por éstas:

Until that day,
There is no continent,
Which will know peace.
Children, children.
Fight!
We find it necessary.
We know we will win.
We have confidence in the victory
Of good over evil
Fight the real enemy!

(Hasta ese día,/ no hay continente/ que conocerá la paz./ Niños, niños./ ¡Luchad!/ Lo declaramos necesario./ Sabemos que ganaremos./ Estamos convencidos de la victoria/ del bien sobre el mal./ ¡Combatid al auténtico enemigo!)

http://www.sing365.com/music/lyric.nsf/War-lyrics-Sinead-O%27Connor/AC4454BAC7EFBF2648256897000C3DCA

Sinead_rips_into_the_PopeY mientras decía las frases finales, la cantante irlandesa mostraba una fotografía del papa Juan Pablo II y la rompía en dos, enlazando la protesta antibélica y antirracista con una denuncia contra los abusos sexuales de la iglesia católica sobre los niños (recordemos que recientemente se han desvelado en Irlanda numerosos casos escandalosos que, en su día, fueron convenientemente ocultados). Ni qué decir tiene que la productora recibió un aluvión de críticas y protestas airadas, incluso una hipócrita crítica de la –para mí- impresentable Madonna (cantante que también fue ira de los más fundamentalistas por disfrazarse de “monja putón” en sus actuaciones). Esto vino en perjuicio de la carrera de Sinéad en su propio país, al que ella calificó en más de una ocasión como de “dictadura católica”, por lo cual no se sorprendió. Lo que sí que seguramente no se esperaba era lo que le aconteciera dos semanas después…

Aproximadamente el 17 de octubre de ese año tuvo lugar el concierto-tributo a Bob Dylan, un macrofestival en el que participaron amigos, colegas y alumnos del trovador de Minnesota, todos ellos interpretando alguna canción suya. El cantautor y actor Kriss Kristofferson fue el encargado de introducir a Sinéad O’Connor, pero lo que ninguno sabía era, o que había más seguidores del Dylan neo-católico, o que la gente no tiene personalidad alguna. O’Connor intenta arrancar con su canción, pero los abucheos son tan fuertes que le es imposible; Kristofferson se acerca a ella y la dice “No dejes que estos cabrones te desanimen”, y Sinéad responde “No estoy desanimada”. Los gritos son tan fuertes que O’Connor ordena a su banda parar y se arranca a capela con su versión de “War”, pero paró justo antes de su añadido, intentando aparentar fuerza, pero visiblemente muy nerviosa y alterada:

Tras el escenario se echó a llorar mientras Kristofferson intentaba consolarla. Aquel mismo mes, en una entrevista a una publicación italiana, Sinéad O’Connor, como ya lo hiciera Lennon en sus días, pidió perdón, también, sobre todo, al papa, calificando su gesto como un acto ridículo y un arrebato propiciado por una crisis de fe. Pero el público no perdonaba…

Aparición de Sinéad O'Connor en "After_Dark" (21-1-95) para hablar de los abusos sexualesEn realidad, Sinéad O’Connor no es una persona atea o anticristiana, sino al revés: llegó a ordenarse sacerdotisa en la “herética” iglesia católica del obispo Michael Cox. Sobre la religión se declara cristiana y opinaba: “Creo que Dios salva a todo el mundo, independientemente de si se quiere o no. Así que cuando morimos nos vamos todos a casa… No creo que Dios juzgue a nadie. Él ama a todos por igual.” (http://en.wikipedia.org/wiki/Sin%C3%A9ad_O%27Connor#Religion, la traducción es mía). Muchos fundamentalistas católicos consideraron a Sinéad O’Connor una atea satánica pecadora, una “persona peligrosa”… Quizás su gesto fue una rabieta, como decía ella… Pero tal vez tuviera todo su derecho en expresarlo así cuando piensas y reflexionas que también Sinéad O’Connor fue víctima de abusos sexuales por parte de curas cuando era una adolescente. Y apoyo al cien por cien sus palabras cuando dijo que era necesaria otra iglesia porque “Cristo estaba asesinado por mentirosos”.

Historia del movimiento hippy. II parte


Los cincuenta se acababan con el gran evento de la década: la Revolución Cubana (de la que en la actualidad sólo quedan iconos e imágenes, habiendo pasado de revolución popular a dictadura personal). Al mismo tiempo, la guerra fría se había recrudecido, muy especialmente por la experimentación con misiles y la carrera espacial que ambas potencias poseían, llegando en los dos lados a una esquizofrenia enfermiza que desemboca en ambos bandos en espionajes y contraespionajes. En Estados Unidos, es el siniestro senador McCartthy el que aprovecha la paranoia del país para llevar a cabo un auténtico control político sobre políticos y artistas más digno de un régimen fascista, o incluso de la rusia estalinista, que de un régimen democrático. Actores y directores, como Charles Chaplin, músicos como Pete Seeger, o escritores como Ginsberg, sufrieron el vigilante ojo del anticomunismo americano. El punto álgido internacional llegó cuando Fidel Castro, buscando aliados en este teatro, se define comunista y recaba la ayuda de la Unión Soviética: los rusos ponen misiles en Cuba apuntando a Estados Unidos. El momento es tan caliente internacionalmente que incluso el papa Juan XXIII apela al catolicismo de Kennedy para parar una locura. Años atrás, el presidente Eisenhower había acercado posturas con el general Franco, poniendo, a cambio de ayuda económica, bases en diversos sitios, como Rota o Torrejón.
Aquel momento de la guerra fría fue muy determinante: tuvo un tremendo impacto en la mente de muchos, especialmente de jóvenes, que empezaron a plantearse y a cuestionarse la fuerza militar. Fue precisamente el episodio de los misiles cubanos el que inspiraría a Bob Dylan una de sus mejores canciones de la época folk: «A hard rain’s a gonna fall» hablaba del miedo y de la posibilidad de la destrucción total bajo la amenaza de la guerra atómica. El movimiento folk se había renovado con nuevos nombres, como Joan Baez, Judy Collins, Tom Paxton, Richie Havens, y, por supuesto, Bob Dylan, que fue el primero de ellos en tener un éxito popular inequívoco del que muchos expertos aseguran que en cierto sentido fue su muerte artística. No suponía realmente una renovación de temas, pues el pacifismo y la lucha de los derechos civiles fue una constante del folk de los años 50, si bien, puede ser, la dimensión sindicalista hubiera decaído (excepto en Joan Baez). Folksingers blancos y negros se unen en las marchas por los derechos civiles de Martin Luther King.
Por otro lado, el mundo musical sintió la conmoción ante los grupos que venían desde el Reino Unido: los Beatles abrieron la puerta con su rock’n’roll y rythm’n’blues de raigambre americano, tras ellos grupos tan importantes como Rolling Stones, The Who, Kinks, Hollies, Animals… No suponían realmente una revolución de índole social, estrictamente hablando, pero sí una revolución en el mundo juvenil: ellos daban la impresión de no necesitar trabajar, de tener el destino en sus manos, de vivir al margen de lo que la sociedad exigía a los jóvenes: aquella era todavía una época en la que te tomaban en serio a partir de los 25 y no antes. Aunque las canciones pudieran ser frívolas a veces, o no decir nada más que «te quiero, me quieres», sí es cierto que abrían las nuevas posibilidades de una nueva forma de ver las relaciones entre los jóvenes. Sin embargo, estos muchachos todavía no tendrían grandes cosas que decir por ahora.
El panorama bohemio y underground era otra cosa. El mundo del jazz iba por otros derroteros, con nombres como Pharoah Sanders, John Coltrane y otros más; un mundo muy minoritario e intelectual comparado con el beat británico, el soul (rythm’n’blues comercial), el folk (hasta la llegada de Dylan minoritario) o el surf californiano. El nuevo jazz tenía componentes nuevos en el que, desde los días del be-bop, a la libertad creadora del intérprete se sumaban las experiencias lisérgicas. Desde finales de los 50, Timothy Leary y Richard Alpert, profesores de psicología de la universidad de Berkeley, junto al escritor de ciencia ficción Aldous Huxley, habían sintetizado el LSD, a principios como experimento del ejército americano, para desembocar en un elemento de la contracultura generalmente antimilitarista (elemento bastante engañoso). Pronto surgieron en Estados Unidos comunas dedicadas a la experimentación del cuerpo y la introspección mental en las que los sutas budistas e hindúes se unían a la marihuana y al LSD en una supuesta búsqueda de respuestas místicas más inducidas que auténticas. De ellas, la más famosa quizás fuera el grupo activista Merry Pranksters, los alegres bromistas, dirigidos por el escritor Ken Kesey (autor de Alguien voló sobre el nido del cuco) que plasmó las tempranas vivencias del grupo a bordo de un autobús, junto a Neal Cassady (el «musa» de los poetas beats) en el libro La gasesosa de ácido eléctrico (The Electric Kool-Aid Acid Test). Estos exploradores lisérgicos participarían e incluso organizarían las primeras marchas pacifistas contra la guerra de Vietnam y los primeros conciertos propiamente llamados hippies. Ocurrió entonces, hacia 1963 ó 1964, que confluyeron bajo más o menos el mismo objetivo, los exploradores lisérgicos, algunos de los folk-singers, los músicos de jazz, y los grupos de rock-garaje admiradores del pop británico: les unía principalmente el cuestionarse el papel de su país a nivel tanto nacional como internacional.
 

Musicalmente también es una era muy revolucionaria respecto a la música popular. Entre 1964 y 1965, en los locales de California y Nueva York se vive una intensa proliferación de nuevos grupos de folk y de jazz. Uno de ellos, que alcanzó un éxito popular considerable, fue The New Christy Minstrel, autores del popular «Green back dollar», que estuvo compuesto, entre otros, por Jim McGuinn, que luego formaría The Byrds, y Barry McGuire, un cantautor de folk-rock protesta que obtuvo un éxito disimulado con esta canción, obra de P. F. Sloan y Steve Barri, con una letra apocalíptica muy del gusto de la época, influida claramente por Dylan.

Otros grupos que fueron germen de los futuros grupos flok-rock californianos y de rock de San Francisco, fueron The Journeymen, The Mugwumps o Town Criers, grupos estos que no consiguieron el reconocimiento público, pero cuyos miembros triunfarían en distintas formaciones con nuevos lenguajes: de Journeymen saldrían Scott McKenzie (cantante que sólo tuvo éxito con una canción), y John y Michelle Phillips, que junto a los Mugwumps Mama Cass Elliot y Dennis Doherty formarían The Mamas & The Papas; por su parte, otros dos Mugwumps, John Sebastian y Zal Yanovski, formarían el grupo de bluegrass y folk-rock Lovin’ Spoonful.

En 1964 se les siguen considerando betanicks, pero poco poco el murmuro de la palabra «hippie» se va haciendo más claro y audible cuando los estudiantes activistas de izquierdas, los promotores de los derechos civiles, los aventureros lisérgicos y los místicos van confluyendo en algo que era curiosamente concreto e impreciso a la vez movidos por la nueva injusticia global: la guerra de Vietnam. No obstante, el componente político no fue tan determinante en un principio entre los hippies como el misticismo, el rock y las drogas, aunque las primeras manifestaciones contra la guerra de Vietnam vienen prácticamente de manos de líderes activistas inmersos en este nuevo mundo.
En 1967 el mundo hippie tiene su capital en la ciudad californiana de San Francisco, una ciudad abierta y tolerante tradicionalmente, que también había acunado a los antiguos beatnicks y hipsters; y más concretamente en el barrio de Haight Ashbury. Tampoco es casualidad que tuviera una localización geográfica concreta dada la heterogeneidad ideológica de EE.UU: conviene no olvidar que, al igual que los negros, un beatnick o un hippie no podía atravesar los estados sureños con la sensación de sentirse como en casa, al contrario que pasaba con toda California, Nueva York y otras zonas más abiertas a la diversidad cultural. El Haight Ashbury se convierte casi en un ghetto de los hippies, y a él se acercan diversos turistas para contemplar el fenómeno, entre ellos las estrellas del pop británico para ver la nueva música que allí se estaba creando: Grateful Dead, Jefferson Airplane, Quicksilver Messenger Service, Big Brother & The Holding Co., con la maravillosa Janis Joplin al frente, eran los nuevos grupos formados por músicos que venían de antiguas formaciones o aventuras en solitarios de folk, folk-rock o jazz, practicantes de un rock nuevo y refrescado que mezclaba magistralmente el rock y el blues con el folk, el jazz, instrumentos y ritmos orientales, y nuevas visiones musicales en ocasiones inspiradas por el consumo de drogas. Estos grupos tocan juntos en las múltiples salas de música que existían entonces: el Matrix, el Avalon Ballroom, vieron los mejores momentos de estos grupos antes de que las empresas discográficas mancharan su ambición de ser simplemente músicos de San Francisco populares.
En torno a la comunidad de Haight Ashbury surgen diversas propuestas artísticas: música, teatro independiente, poesía…, pero también negocios que traían todo lo que un hippie podía desear: discos, ropa oriental, collares, cuentas, instrumentos musicales contra más exóticos mejor… A parte el negocio subterráneo de la droga, pero junto a esto prolifera la Clínica Médica Gratuita, dirigida a los chicos con problemas de drogas: no se trataba de prevención y rehabilitación, sino de enseñar a como se podía utilizar una droga sin correr riesgos o, por lo menos, los mínimos. Haight Ashbury podía parecer un paraíso urbano, un lugar donde no trabajar y poder dedicarse a la expansión personal y espiritual de uno mismo y de su cuerpo. Pocas cosas había que sacaran a un hippie de su pretendido estado mental de paz espiritual. No obstante, otros entendían las ciudades como trampas mortales en las que se atrapaba y castraba el alma humana, y comprendían que el lugar del hombre era la naturaleza: algunos huyen a los campos y abren granjas donde fundar comunas y vivir de lo que producían (algunas de ellas hoy en día perviven, sustentándose de vender sus productos): la más famosa fue la granja de Hogh Farm.
Junto a las drogas surge el fenómeno del nuevo misticismo, propugnado por los poetas beats y otros pensadores contraculturales. No fue casualidad que el principal grupo hinduista de occidente apareciera a caballo entre Nueva York y el Haight Ashbury: los Hare Krishna. Los auténticos hippies comenzaron estudiando los textos sagrados de la India, China o Japón; algunos, por su parte, practicaban una suerte de neo-paganismo, mientras que otros fijaban su fe en las raíces del cristianismo. Sin duda alguna, a pesar de utilizar las drogas como medio, éste era en principio una práctica honesta y sincera, si bien la santidad de los gurús que permitían el uso de drogas a sus discípulos era bien discutible (si su religión lo prohibía, claro); pero en el momento en que las grandes estrellas del rock y del cine comenzaron a interesarse por estas prácticas, aparecieron multitudes de maestros espirituales que venían de la India, en donde no gozaban del respeto que decían poseer, con el único objetivo de «hacerse la foto» y ganar su espiritualidad a golpe de fama: el ejemplo más sonado fue el del Maharishi Mahesh Yogi, que utilizó las ansias espirituales de los Beatles para obtener fama, además de mostrar un interés más terrenal que espiritual por su discípula Mia Farrow.
El objetivo de los hippies era oponerse a la sociedad bienpensante americana mediante la religión, las drogas, la auto-marginación y las expresiones artísticas. Y en en Junio de 1967 dieron su grito de afirmación en el Festivla Pop de Monterrey, en donde actuaron sin cobrar (excepto Ravi Shankar, por aquello de tener que volver a la India) los nuevos grupos de rock de San Francisco, los grupos de blues, algunas estrellas del pop británico, junto al gigante del soul Otis Redding y al maestro sitarista Ravi Shankar.

Aunque opuesto a toda guerra, el hippie pretendía vivir al margen de cualquier activismo político, lo cual no le impedía participar en las manifestaciones por la paz/ contra la guerra. Se produce entonces una escisión dentro de ellos, quedando divididos entre activistas y pasotas. El activista solía ser un estudiante o poseer una gran cultura, pero más que místico su tendencia mental iba hacia el socialismo, y, en muchos casos, eran pacifistas pero no pacíficos. El pasota, por su parte, era el hippie en sentido estricto, con tendencia automarginativa e ideas, a veces, demasiado utópicas, frente al activista, que siempre optaba por la práctica. El activista siempre criticaba la falta de acción del pasota, al que acusaba de querer cambiar el mundo a base de canciones y oraciones, o de no querer cambiarlo en absoluto mientras siguiera existiendo su isla, mientras que el pasota le acusaba de querer cambiar el mundo para su beneficio al tiempo que inventaba el bonito término de lunático del poder. Un buen ejemplo de crítica contra los activistas es la canción de los Beatles «Revolution». Por lo general, los músicos suelen practicar el pasotismo, sin desdeñar sus buenas dosis de activismo: los hippies no eran tan políticos en la música como posteriormente se ha pretendido, aunque sintieran simpatías por movimientos como los Panteras Negras y sus equivalentes indios, portorriqueños y asiáticos; sólo hay un número contado de casos en los que la política es un factor determinante en la creación artística, como los Jefferson Airplane, los Who, Country Joe & The Fish, además de los folksingers y cantautores. Sin embargo, en 1968 los pacíficos Human Be-In y Tribal Stomps que venían realizándose desde 1966 fueron adquiriendo un cariz cada vez más político. De una manera feroz, las concentraciones dejaron de ser pacifistas y utópicas para convertirse en batallas callejeras. Fue, no obstante, un huracán que recorrió casi todo el mundo: el mayo francés, la Primavera de Praga, la matanza en la Plaza de las Tres Culturas en México, y nuestras primeras (descartando las del 56) revueltas estudiantiles. También se notó en sus ropas, que comenzaron a alternar los motivos orientales con ropas militares, motivos socialistas y camisetas con la efigie del «Che» Guervara. El año 68 fue el momento culmen en el que nuevas ideologías desafiaban tanto al status capitalista como al comunista que se habían establecido tras la 2ª Guerra Mundial. A partir de ese año, todas sus exhibiciones estarían fuerte y ferozmente marcadas por un halo político antimilitarista.
El otro gran éxito de los hippies fue el concierto multitudinario de Woodstock en 1969, cuya cifra de asistentes se aproximó de manera muy simbólica a la del número de combatientes que había en Vietnam. Pero la década de los 70 venía pisando fuerte, trayendo consigo un huracán de violencia y atentados terroristas de diversos símbolos, borrando los buenos sentimientos hippies que, aunque subsistiendo en las comunas y en las granjas, fueron desapareciendo por una razón: se pasó de moda, venían nuevas generaciones con nuevas demandas y cada vez más se contemplaba a los hippies como una rareza del pasado.

Los hippies no fueron más que, en muchos aspectos, otro movimiento juvenil con ansias de cambiar el mundo, cosa que consiguieron en parte pero sin librarse de que a la mayoría de ellos, como en todo movimiento juvenil, el mundo les cambiara. Como todo movimiento juvenil tuvo sus cosas buenas y sus cosas malas, frente a los maniqueísmos de considerarlos la mejor generación del s. XX o una panda de degenerados morales.
Hay que entender que como movimiento aparecen en una de las épocas más feroces de la guerra fría, con un nuevo frente comunista amenazante desde el Caribe. El ambiente de tensión, violencia, patriotismo exacerbado y militarismo promovió la necesidad de alejarse de un mundo regido tradicionalmente por las armas y buscar refugios en diversos paraísos artificiales, para poder explorar las profundidades del alma humana. Como radicalmente opuestos a la política de su país y promotores naturales de la lucha por los derechos civiles, los hippies no eran bien considerados por las instituciones clasistas y racistas de sus países; no en vano pueden afirmar, incluso con más derecho que sus predecesores beatnicks, haber sido el primer movimiento-moda juvenil totalmente inter-racial: mientras que los rockers eran generalmente blancos, y los funkies negros, o había un rock’n’roll blanco y otro negro, los hippies no reconocían colores: para ellos era perfectamente normal que un blanco tocara blues y un negro country’n’western. Fundaron gracias a sus nuevas conciencias movimientos que han tenido una importancia indiscutible: el movimiento ecologista fue re-fundado por ellos prácticamente. Lo mismo se puede decir respecto a las ideas de igualdad de sexos y de tolerancia sexual; también las ideas renovadas de igualdad y fraternidad propiciaron un cambio en la forma de ver las relaciones entre los seres humanos y sus culturas desde el respeto y sin «centrismos» culturales de ninguna clase.
Pero tuvieron sus defectos, de entre ellos el más grave fue el abuso de las drogas: desde los planteamientos de Leary y Alpert y otros, los hippies buscaron en las drogas aquel remanso de paz y sintonía espiritual que decían que los indios americanos, los shaivas (adoradores de Shiva) y otros obtenían gracias a su consumo propiciada por una visión bastante sesgada de estas culturas. Las drogas, lejos de enriquecer a la cultura del movimiento hippie, en realidad contribuyó a su destrucción y a propagar la visión de viciosos que de ellos se tenían, una publicidad alimentada por las sucesivas muertes de sobredosis de las grandes estrellas del rock: Brian Jones, Janis Joplin, Jim Morrison, Al «Blind Owl» Wilson, Ron «Pigpen» McKernan… Ante esto siempre cabe preguntarse si no fueron los servicios secretos americanos, al igual que a todas vistas parece que hicieron en los barrios negros, quienes promovieron la introducción y el consumo de drogas cada vez más peligrosas en el mundo hippie. A parte de los supuestos espías soviéticos, el enemigo interior que el gobierno americano decía tener era triple: los negros, los estudiantes y los hippies.
Pasaba algo parecido con la libertad sexual o con el marketing. Los hippies fueron víctimas de sus propios vicios: muy pronto la revolución de la conciencia, la libertad sexual y el hacer lo que quieras sinceros y honestos de algunos en principio, atrajo a un número importante de oportunistas a los que las revoluciones les importaba un pito: querían drogas y sexo nada más. Parecido era lo de la exploración espiritual, la cual, una vez fue manifestada por las millonarias estrellas musicales y cinematográficas su afición atrajo a un número significativo de gurús gorrones y charlatanes que, aprovechándose de la inocencia o ignorancia de las estrellas del rock, llegaron a desvirtuar en moda lo que en sus lugares de origen eran religiones serias y repetadas. El elemento bohemio y marginal que habían sido desde el año 64 comenzó a ser un negocio cuando las estrellas del pop británico comenzaron a practicar (o a intentarlo) ese estilo de vida: de repente, entre un grupo de gente que afirmaba despreciar el dinero se comenzó a mover un importante negocio de miles de dólares en la industria discográfica: ser hippie, en algunos sitios, estaba de moda. Pocas veces el utopismo de un mundo sin dinero basado en el respeto a los demás dio sus buenos resultados: Woodstock y Monterrey fueron magníficos, pero también está el desastre de Altamont protagonizado por los Rolling Stones, del que ya hablé un día. El dólar, enemigo declarado de los hippies en un principio, entró entre ellos para destruirlos de la manera más atroz en la que se puede destruir un movimiento juvenil: la frivolización de sus principios en estética y pseudo-elementos; abundan grupos de pop ñoños y frívolos que hacían letras bastante naïves con una pretendida y falsa base hippie.
Si bien los Rolling Stones pecaban de excesiva terrenalidad, los Beatles pecaban de excesiva espiritualidad. La marginación política por la que finalmente la mayoría optaban tenía también su cara y su cruz: se puede entender que ante la tensión, la violencia y el patriotismo exacerbado uno prefiriera apartarse del mundo; pero esto tenía su efecto negativo en lo tocante a las reivindicaciones serias de entonces, ya que se adquiría así cierto halo malsano de esnobismo intelectual muy perjudicial por un lado, y un egoísmo injustificado. Por supuesto hablamos sólo de los pasotas, los auténticos hippies, pues los activistas compartían ciertas pautas y estética, pero porque toda época tiene su estética. Esto fue muy notable también en nuestro país, cuando empezaron a instalarse en Ibiza parecían ignorar que existía una dictadura viva y operante.
En España, el hippismo entró diez años después de lo que se puede considerar su nacimiento, como ha venido siendo la tendencia de este país respecto a las modas y a las músicas, de la mano de Pau Riba, Jordi Batiste o Hilario Camacho, entre otros, dando lugar a grupos de tendencias psicodélicas y de rock progresivo sobre todo en Andalucía y Cataluña: Smash, Triana, Iceberg, Gong, Companyia Elèctrica Dharma, Barcelona Traction… Pero también de otros lugares: Dolores, los gallegos NHU, los vascos Errobi… No obstante, el hippismo a la americana no se entendió muy bien aquí, ya que conllevaba la marginación voluntaria y la no acción política. Dicen las malas lenguas que los que de aquí se hicieron hippies eran niños ricos que podían jugar a hippies y que, cuando se cansaran, podrían volver al puesto que su papá le tenía asignado en la empresa o en el negocio familiar (no sé hasta qué punto de verdad esto fue verdad, pero también se podía decir lo mismo de ciertos activistas).

Los hippies contribuyeron a cambiar el mundo de entonces, no se puede negar. Pero pagaron un precio muy alto, sucumbiendo a sus contradicciones, a sus vicios, quizás por ellos mismos, quizás por una mano negra que mueve los hilos hasta del mismo presidente de los Estados Unidos…

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