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V Aniversario: los mejores vídeos del año (1ª parte: Octubre, 2010-Marzo, 2011)


090708-BVMhkXVls24EAyer este blog cumplió sus cinco años de vida: no sé si será uno de los más longevos, pero es para anda más ancho que largo. La línea, no obstante, ha venido a ser un poco irregular, y, como todo autor, no entiendo la atención (para bien o para mal) que siguen teniendo algunas entradas frente a otras, que, en mi opinión, están mucho mejor. Este año introduje algunos cambios, quizás motivados por cambios personales más sintéticos que antitéticos, pues la línea anterior no se ha abandonado: los que lleven más tiempo frecuentando este espacio habrán notado una presencia mayor de músicas extranjeras y del rock. Como digo, ha resultado ser una síntesis con todo lo anterior que, en lugar de empobrecerlo, lo han enriquecido: fue algo positivo que vino a renovar la línea editorial y a sacarme de la sequía de ideas que atravesaba, coincidiendo además con la mudanza forzada del formato de los “live spaces” a wordpress, que quizás tiene más posibilidades y le llega a más gente. Y, por cierto, la posibilidad de decidir quién comenta y quién no es uno de los mejores inventos: se acabaron los trolls, los broncas, los fachas, los desquiciados y los creadores de opinión de los ranci-medios.

Para celebrar este 5º aniversario, traigo una recopilación de los vídeos más emocionantes para mí que han aparecido por aquí a lo largo de este año:

Por orden cronológico, la película de Basilio Patiño, Canciones para después de una guerra, acabada en 1971, era una obra maestra: acompañaba a las imágenes duras de la posguerra con música ligera de la época, que contrastaba con las imágenes de las colas de racionamiento. A pesar de haber recibido la mención de “interés general”, fue prohibida por el ministerio de Información y Turismo, y sólo se pudo estrenar en 1975. Una de las grandes escenas es ésta, en la que la “Bien pagá” en la voz del inmortal Miguel de Molina cobra un tremendo sentido al acompañar a las imágenes de las colas de racionamiento y de las asociaciones de caridad franquistas. Por esa misma razón, se la dediqué al papa tras su curiosa visita de este verano:

Si hay un vídeo que me ha entusiasmado y emocionado a lo largo de este año, ha sido este final de concierto del cantautor y compositor griego Mikis Theodorakis, ofrecido en su país tras la caída del régimen de los coroneles, mezclando dos canciones de su disco Romiosini, sobre los poemas del libro de Yannis Ritsos con el mismo nombre, escrito tras la II Guerra Mundial. En esta ocasión es el propio Theodorakis el que canta, y aunque su técnica no es muy buena, lo suple con energía y fuerza, junto a la emoción de un público que estrenaba la libertad en Grecia:

Y de cantautores a cantautores, de los contestatarios griegos a los contestatarios andaluces. Siempre me ha emocionado estas imágenes de los cantautores de los años 70 ofreciendo conciertos en las plazas de los barrios y de los pueblos, gratuitos, ante un público compuesto por personas de todas las edades, asintiendo a lo que el cantor les está contando y que ellos ya sabían. En esta ocasión, el gran Carlos Cano con su “Murga de los currelantes”, en la plaza de Pampaneira durante el año 77:

Y de Andalucía a Cataluña, el gran Ramón Muntaner, cantando este poema de Joan Oliver, “Cançó de carrer”, que es una de mis favoritas, en directo de Prat de Lluçanés, recogida en la película La Nova Cançó de Francesc Belmunt (1975):

Son grandes imágenes de aquellos que alimentaron con canciones una libertad naciente y unas reivindicaciones históricas que, por desgracia, siguen quedando por cumplir. Aunque no la recogimos como novedad, también fue uno de los descubrimientos del año esta actuación de Víctor Manuel con Ana Belén en Asturias, al aire libre, en homenaje al dirigente sindical comunista Horacio Fernández Inguanzo, “El Paisano”, extraído de la película El paisano (Ramón Lluís Bande):

Y el gran Quico Pi de la Serra, de la misma película de Belmunt, con su crítica a la cultura:

De cantautores nacionales a extranjeros… El festival de Woodstock ha llenado páginas en este blog, y no podía faltar mi canción favorita de uno de mis cantautores estadounidenses favoritos: Tim Hardin, un cantautor muy sensible que con su “If I were a carpenter” hizo saltar las lágrimas de la audiencia del titánico festival. Estas escenas pertenecen a la película apócrifa The Woodstock Outtakes:

Y es que los grupos de rock clásico estadounidenses de todo estilo encontraron aquí su sitio natural, por la profundidad de sus letras y su compromiso. Por ejemplo, The Band, el grupo de blues y country-rock que pasaron de ser meros acompañantes de Bob Dylan a grupo bandera de este estilo. Acompañando a las bucólicas escenas motorizadas de la épica Easy Rider (D. Hopper, 1968), crearon una de las escenas más bonitas de la película:

Y también los Byrds, los padres directos del folk-rock, que rendían un homenaje a los mineros galeses…

… en esta canción que era una versión de un clásico de nuestro siempre idolatrado Pete Seeger, sobre un poema que hablaba de las huelgas mineras de los pueblos galeses, escrito por Idris Davies:

El tributo que realizamos a la película Hair ocupó casi todo el mes de enero. En él, sin destripar la película, ofrecía mis impresiones sobre este gran musical (uno de los pocos que realmente me gustan). Para muestra, un botón, en donde creemos descubrir al mismísimo Bertolt Brecht o a los miserables de Víctor Hugo con flores en el pelo:

Que nos llevó a esta mezcla cargada de emoción realizada por la gran Nina Simone:

Otro de los grandes ciclos fue el dedicado a mis idolatrados Jefferson Airplane, el gran grupo hippie de los años 60, con la belleza estelar de Grace Slick. Junto a ellos, el festival de Monterey, interesante por ser el primer festival multitudinario de pop y rock, en donde se derrocha energía y entusiasmo. Éstas fueron sus dos actuaciones memorables recogidas en la película de D. A. Pennebaker, en donde el cámara, en el segundo vídeo, se queda prendado de la fascinante Grace. “High flyin’ bird”, un estándar del folk-rock, es el primero de ellos:

Y “Today”, esa balada de amor esperanzado:

Y una canción emocionante y excitante, un sencillo, “Go to her”, una canción que, sencillamente, te carga las pilas (no es una actuación, pero el vídeo merece la pena por lo bien hecho que está):

Y es que las canciones de Jefferson Airplane siempre me sientan bien, tanto si estoy eufórico como si estoy melancólico, pero son muchos más efectivos cuando veo sus actuaciones, como esta sorprendente interpretación de su “The House at Pooneil Corners” sobre los techos de la ciudad de Nueva York, en 1968:

O ésta, interpretando “Volunteers” en el festival de Woodstock, con Grace de nuevo enamorando (enamorándonos) a los realizadores de la película:

Y esta otra, para el especial Go ride the music!, interpretando su “We can be together”, con esa dulce forma de Slick de decir “hijoputa”:

Son canciones que, por otro lado, podrían haber acompañado ciertos acontecimientos recientes, tanto aquí como actualmente en Estados Unidos, y en su día en los países árabes… Este año fui invitado por mi amigo Antonio Gómez a la fiesta por el aniversario del CAUM, el Club de Amigos de la UNESCO de Madrid, en una noche que ha resultado ser una de las más memorables de mi vida, donde conocía por fin en persona a gente que sólo conocía por la voz, como Elisa Serna y Luis Pastor, con quien tuve una anécdota divertida al resucitar, de buen rollo, la rivalidad Berzocana-Trujillo. Éste es un extracto del acto, conducido por Antonio, y con la breve actuación de Luis:

Cambiando de tema, de época y de país, uno de los artistas que más me impresiona en sus actuaciones es el belga Jacques Brel: su técnica vocal, impecable, no es obstruida por sus ripios y giros en el escenario, en donde interpreta como un actor brechtiano la historia que narra su canción. “Mathilde”, esa canción de amor maldito imposible, es la que muchos consideran como el ejemplo supremo de la canción breliana, probablemente por esto:

y mañana más

Sóc, no vull ofendre, anticlerical (IV): Considérese usted “bienpagao” por mi parte


Van a misa rodeados de sus hijos
y allí se dan la paz con las manos manchadas
.

“Es urgente” Aguaviva

Prueba de la contramanifestación ilegal que se convocó por algunos, basándose en mentiras y utilizando los mismos argumentos de siempreEl papa ha vuelto a su casa: tres días intensos en los que sus jóvenes han campado a sus anchas por Madrid y ciudades aledañas. No tengo nada (a parte de lo que ha costado a las arcas públicas su estancia, aunque muchos de sus “jefes” se empeñen en mentirles y los más buenos no se lo quieran creer) contra los que han venido a ver al papa porque creen que es el representante de Cristo en la tierra (bueno, quiero decir que respeto sus creencias), pero sí contra aquellos que han utilizado su fe como arma política, contra los que han manipulado a los más jóvenes usándolos casi de escudos humanos, contra los que han gritado impunemente “¡Viva Cristo Rey!”, contra los obispos que, como todos los días, se empeñan en decir que vamos a ir al infierno por no creer ni estar de acuerdo con el papa, y con todos o casi todos los medios de comunicación que han pretendido sacarlos como jóvenes excepcionales, cuando, al ver las fiestas que se han montado por las calles, confirmamos lo que muchos sospechábamos desde el principio: son jóvenes católicos, pero jóvenes, a fin de cuentas, como todos; unos con modales exquisitos, pero otros muchos con el comportamiento de un hooligan borracho… Y no quiero ofender a quien no se lo merece ni generalizar, como SÍ ha hecho la conferencia episcopal (ésta va con minúsculas, la de Tarancón con mayúsculas) y la mayoría de los medios, obligados o no, con los disconformes a esta visita. Parafraseando a Lorca (de cuya tumba, los que no quieren que se ubique han ido a ver al santo padre), “Contra vosotros siempre”.

500-x-MONEDA_REVERSO_2Tengo además unas líneas para el señor Gallardón, a la sazón alcalde de Madrid, quien quiere denunciar a la marcha laica y se ha desecho en elogios a esta juventud, yéndose a la cama convencido de ser un gran anfitrión. ¿Qué hizo el que pretende ser mejor alcalde que Tierno Galván y Carlos III juntos cuando la “marcha indignada” arribó a Madrid y acampó, para en un par de días emprender la marcha hacia Bruselas? Pues el señor Gallardón, amigo del cemento y enemigo de los árboles, aquel que no tiene amigos ni a su izquierda ni a su derecha, CORTÓ el agua y la luz de las zonas de acampada. A las fiestas del Orgullo Gay, que tanto molestan a –según ellos- muchos madrileños, intentó cortarles las alas, primero impidiendo las actuaciones por no sé qué informes fantasmas y, luego, desustanciándolas con unos auriculares. Si muchos católicos contraponen el orgullo gay a la visita del papa, que ni se confundan ni se sientan ofendidos, porque, para empezar, la realidad es que las fiestas del orgullo se autofinancian. Y el señor Gallardón, enemigo del botellón y de que los bares abran hasta tarde porque molesta al descanso de los vecinos, sí ha permitido que esta juventud, mucha de ella extranjera, se bañe en las fuentes públicas y haga botellón en pleno Sol. Y no, no es que esté poniendo los derechos de unos sobre otros, sino al contrario, estoy haciendo algo que a ellos se les ha olvidado: equipararlos, que significa igualdad en el trato.

¡Pero qué grande eres, jodío!No olvidemos tampoco a los santos varones que han ido a ver “a título personal” a su santidad: banqueros cuyas inasumibles hipotecas están cristianamente echando a la gente a la calle, fuera de sus casas, y cuyas empresas financian el tráfico de armas; empresarios que, si bien tienen la caridad cristiana de ver al papa, ir a misa y financiar la visita, también practican el amor a Cristo y al prójimo cuando despiden a innumerables trabajadores de sus empresas, mientras sermonean contra el gobierno, le echan la culpa de la situación y exigen más dureza en la economía. Y el ex-presidente Aznar, convencido de que por ir a ver al papa irá al Cielo, al igual que otros correligionarios suyos que se levantaron a una hará algunos años para aplaudir la decisión de intervenir en la guerra de Iraq. Pero, como dice Caroggelo (?) en la película Una historia del Bronx, el catolicismo es algo maravilloso: confiesas y vuelves a empezar; aunque, como dicen los sacerdotes más honestos, “sin acto de contrición, no hay perdón que valga”. Y mientras, yo voy, como los AC/ DC, por la carretera al infierno. Es cierto que yo no ayudo todo lo que pueda, porque no tengo dinero para donar y no tengo huevos de irme a una misión (con los misioneros siempre, si ayudan al pobre por encima de evangelizar) o a una ONG… Reconozco mi cobardía y mi impotencia, pero no la escondo con un halo hipócrita de santidad.

Y bien, por éstas y tantas razones, le quiero dedicar una canción al señor papa: es una canción que no tiene nada que ver, pero que cobra bastante sentido cuando, reflexionando acerca de la infancia que me hicieron pasar, de las mentiras contra el sexo-pasaporte seguro al infierno, los malvados judíos, los pervertidos y pervertidores homosexuales, los taimados musulmanes, los negros-devora blancos, las diabólicas señoras que posan en la revistas desnudas ya que es prostitución… Y por la memoria de mi abuelo, que murió envuelto en agudos e insoportables dolores mientras las piadosas señoras ricas del pueblo se congregaban como cuervos y buitres rezando sus rosarios, esperando que muriera para llevarse a mi madre y a mi tía a servir a sus casas; y por la de mi abuela, conservadora (no facha, más como la abuela de “Cuéntame”) y católica, que, no obstante, profesaba cierto asco hacia las santurronas… Reflexionando, decía, sobre todo esto, veo que no han cambiado nada y, por tanto, solamente pido: por favor, déjenme en paz, no pienso volver a esa senda. Por eso, ya que algunos de sus juventudes le cantaban “No te vayas todavía”, yo, con otros muchos, que no vamos a ser menos, digan lo que digan la conferencia episcopal y ciertos medios, le quiero cantar: “Ná te pío, ná te debo…”:

La bien pagá

Ná te debo,
ná te pido,
me voy de tu vera
olvídame ya
que pagao con oro
tus carnes morenas
no maldigas paya
que estamos en paz.

No te quiero,
no me quieras,
si tó me lo diste
yo ná te pedí,
no me eches en cara
que tó lo perdiste
también a tu vera
yo tó lo perdí.

Bien pagá,
si tú eres la bien pagá
porque tus besos compré
y mi te supiste dar
por un puñao de parné,
bien pagá,
bien pagá,
bien paga fuiste mujer.

No te engaño,
quiero a otra,
no pienses por eso
que te traicioné.
No cayó en mis brazos
me dio solo un beso,
el único beso
que yo no pagué.

Na te pido,
na me llevo,
entre esta paredes
dejo sepultas
penas y alegrías
que te he dao y me diste
y esas joyas que ahora
pa otro lucirás.

Ramón Perelló – Juan Mostazo

http://www.cancioneros.com/nc/2462/0/la-bien-paga-ramon-perello-juan-mostazo

Canciones para después de una guerra, Basilio Patiño (1971)

Miguel de Molina: «La bien pagá»


Miguel de Molina (1908-1993) fue probablemente la figura más grande de la copla de los años 30. Su doble condición de Republicano y de homosexual, advertido por una brutal paliza, hizo que se exiliara a Argentina. Su tema más recordado y versionado es esta «La bien pagá», que Basilio Patiño utilizó magistralmente para ambientar estas imágenes de su película Canciones para después de una guerra:

Raíces de la Canción de Autor: de la Antigüedad a los años de la copla


Aunque todos están más o menos de acuerdo en que los primeros cantautores aparecieron en los años 40, en EE.UU, Francia y Latinoamérica, conviene repasar las raíces más profundas del estilo.

El rey Alfonso X el Sabio No quisiera ser sabihondo o pesado, o incluso demagogo, pero tenemos que remontarnos atrás, muy atrás, incluso hasta la prehistoria, cuando alrededor del fuego, en cada tribu y en cada clan, un cantor narraba las historias conjeturales de la creación. Después, en la Antigüedad, bardos celtas y aedos griegos entre otros cantaban las tradiciones de su pueblo y las historias heredadas, seguramente de aquellos cantores primitivos. Pero sobre todo en la Edad Media, cuando el trovador escribía una letra y una melodía que los juglares transmitirían después en las plazas de las aldeas; estos trovadores utilizaban en muchas ocasiones la música popular: el ejemplo paradigmático (y perdón por esta palabra que empiezo a odiar a muerte) fue el rey Alfonso X y sus soberbias Cantigas de Santa María, pensadas para ser distribuidas en el pueblo, e incluso alguna salida del pueblo. Otros ejemplos fueron el rey Joan I de Cataluña, el rey trovador, y don Juan Manuel, autor del maravilloso libro El conde Lucanor que bebía de antiguas fábulas populares y del refranero castellano.

Claro que, distaba un poco de ser canción protesta: en muchas ocasiones era canción-alabanza, pues el trovador a veces cantaba las excelencias de su señor, que era el rey de Navarra, el conde de Barcelona, el señor de Vitigudino o cualquier señor feudal con poderío: la razón era que éste señor protegía y mantenía al poeta. Después de que el trovador (cuyo nombre deriva del verbo trovar, "encontrar", porque encontraba la canción) compusiera la canción, eran los juglares los encargados de distribuirla al pueblo llano, bien cantando romances o bien las alabanzas al señor feudal de la tierra, o, por el contrario, insultos a algún señor feudal enemigo de otro. Por otro lado, el Mester de Clerecía se puede considerar también un precursor debido al afán didáctico y moralista que éste tenía. Sin embargo, es precisamente este afán de registrar su propia historia y de hacer una música con contenido poético de los antiguos poetas-cantores, de los trovadores y juglares, junto al afán didáctico de los monjes medievales. Y, por supuesto, no conviene olvidar la memoria popular: en todos los pueblos existen romances cuya autoría y suceso se pierden en la noche de los tiempos; algunos de ellos, difundidos por los juglares, de los cuales, los que tuvieron una más larga duración fueron los ciegos que de aldea en aldea cantaban romances, sangrientas batallas, u horribles sucesos cercanos. Pero tampoco podemos mostrarnos utópicos con estas relaciones: hay que tener en cuenta que, por ejemplo, el libro de don Juan Manuel no lo podía leer todo el mundo, ya que la totalidad del pueblo llano era analfabeto; tampoco podían leer los cancioneros trovadorescos, por eso la gran importancia de los juglares. Y, por último, esta relación clase culta-clase popular no acaba de ser recíproca del todo, por lo que tal desequilibrio acaba en el "robo" de la cultura popular y en el elitismo cultural.

Nietzsche1882 Y diréis, ¿y por qué este repaso? Pues porque la música y la poesía nació en el seno del pueblo, digan lo que digan años de tradición artístico-filosófica estética propugnada por Nietzsche, Wagner y otros, que consideraban las altas artes vocato di cardinale inalcanzable para el pueblo llano, cuando en realidad se lo habían robado los poetas palaciegos. Si en la música y en la poesía medieval había una cierta relación recíproca entre el pueblo y el poeta o cantor, en el que a veces era el poeta el que tomaba del pueblo y otras era a la inversa, desde la Era Moderna en adelante el arte se viste con las estrafalarias y bufonescas galas del elitismo, del esnobismo intelectual. Algunos poetas de la corte presumían petulantemente de una inspiración que en muchas ocasiones no era más que la apropiación de alguna canción popular. En el Romanticismo, con el llamado malditismo, esta situación se vuelve mucho más enfermiza: el poeta llega a creerse un ser elegido por las musas o por Dios, se cree dotado de una inspiración divina, y que su arte no está al alcance de cualquiera, sino de unos pocos dotados del mismo don divino.

Por eso, no es hasta el s. XIX cuando se puede recuperar una canción para el pueblo, aunque a lo largo de la historia hay precursores como los ciegos que cantaban sus romances en las plazas a cambio de alguna/s monedilla/s, los titiriteros "de aldea en aldea" que dijo Serrat… Y un largo etcétera; claro, esto a lo que se refiere a canción de autor sin más, respecto a canción protesta la cosa toca ya lo colectivo: hablamos de cantaores, de cantantes de boleros y jotas, de bertsolaris… Hablamos de la canción como el refugio de un pueblo que sufre y trabaja, antes de que también los señoritos les quitaran la música que durante siglos venían despreciando por rural y atrasada.

Martín Castro, payador argentino anarquista (finales s. XIX) La canción protesta y de autor toma fuerza a finales del XIX, cuando se componen las marchas del Movimiento Obrero: "La Internacional", "Hijos del Pueblo", versiones libertarias y populares de "La Marsellesa" o el "Himno deJoe Hill: poeta y músico sueco-norteamericano, miembro del sindicato IWW Riego"… Pero más entroncada es la canción de la payada libertaria argentina. El payador era un músico popular que iba de feria en feria, era una figura muy popular en latinoamericana, cantando sus canciones;  de esta figura surgió el payador libertario: una especie de primitivo cantautor que difundía con sus canciones el pensamiento anarquista y que solía tocar en las reuniones de los sindicatos. Una de sus más grandes figuras fue Martín Castro, "el payador rojo", que con música popular compuso varias canciones de la que llamaríamos protesta, legando a protestar contra el asesinato de Sacco y Vanzetti. Otros instigadores los encontramos repartidos por aquí y por allá entre finales del siglo XIX: entre ellos podemos encontrar al cantor sindicalista sueco-estadJoxe Maria Iparragirre: guerrillero, poeta, bertsolari y músico vasco, autor del ounidense Joe Hill,de los Woblies, que fue  asesinado por la patronal minera estadounidense; también, por supuesto, los viejos bluesmen negros, conocidos o anónimos, que desde los tiempos de la  esclavitud venían cantando las penurias, miserias y ansias de su pueblo. En España, por su parte, el gran precursor fue el guerrillero foralista y bertsolari vasco Joxe Maria Iparragirre, autor del himno nacionalista "Gernikako Arbola" (El Árbol de Guernica), que fue estrenado en Madrid, y dicen que durante su interpretación, cuando Iparragirre cantó Adoratzen zaitugu, arbola santua… (te adoramos, árbol santo) varios caballeros se destaparon la cabeza e hincaron la rodilla en el suelo.

En la poesía española, aproximadamente en el año 1898 y su importante generación poética, se comienza a dar un paso importante en la popularización de la cultura, a veces quizás de una forma más teórica que práctica. En la cabeza de todos resuenan los grandes versos en alabanza al pueblo del inmortal Antonio Machado, quien pretendía escribir para el pueblo y Antonio Machado, poeta del sentimiento y defensor del pueblo (tomada de http://www.sbhac.net/) despreciaba a los señoritos supuestamente culto. Muchas veces Antonio Machado y otros de sus correligionarios criticaron duramente a la primera Generación del 27, cuyos primeros presupuestos venían del elitismo y su lema "poesía para el que la entienda". Pero más tarde, muchos de los grandes miembros de la Generación del 27 volvieron sus ojos hacia el pueblo y, encumbrando a Machado como su nuevo líder espiritual, comenzaron con la popularización del cultura, en el llamado neopopulismo: Federico García Lorca, Rafael Alberti y el joven Miguel Hernández, entre otros, comenzaron a componer su poesía basándose en las estructuras de la canción popular, pretendiendo hacer llegar su poesía al pueblo. Esta tendencia se agudiazará en el año 34, el tenso año, el de la Revolución de Asturias: no sólo queda un país dividido, sino también un gremio, como es el de los escritores, dividido entre aquellos que querían acercar la poesía al pueblo y aquellos que querían manteneral "pura" para una minoría "culta": no siempre, pero por lo general, estas tendencias venían de sus ideologías políticas. Mientras, los sindicatos de aquí y de allá tomarían canciones tradicionales adaptando su letra. Nuestros ejemplo abundan en la reivindicación campesina: "En el café de Chinitas", una especie de copla taurilorcana, se transformó en "En la plaza de mi pueblo" ("Nuestros hijos nacerán/ con le puño levantado"): muchas de estas canciones habían sido recopilados por Lorca y cantadas por la cantante "La Argentinita". Especialmente después, en la guerra civil, las viejas canciones de la guerra de Marruecos sufrieron también su transformación libertaria. Pero es un hecho especial el que marca lo que decimos canción y poesía para el pueblo: la colaboración entre poetas como Miguel hernández, Herrera Petere, Pedro  Garfias o Pla y Beltrán con compositores como Rodolfo Haffter, Silvestre Revueltas u Oscar Esplá (quien junto a Antonio Machado, compuso el nuevo himno de la República Española -hoy desaparecido, salvo la letra-) para difundirlas entre el pueblo y el ejército republicano. Puede que desde un punto de vista estético no sean la mayoría más que marchas militares-revolucionarias al uso, a pesar de venir de poetas tan insignes. Desde mi punto de vista, quizás porque no caiga en el tópico de himno político, las mejores son las escritas por Miguel Hernández y compuestas por el brigadista  y músico Lan Adomian: "La guerra madre, la guerra", "Déjame que me vaya" o "Las puertas de Madrid" se ajustan bastante a lo que se considerará después la canción protesta. Muchas de esas canciones fueron cantadas por el gran tenor Ernst Busch.

Franco gana la guerra. Entre todos los perdedores de la guerra se encuentran muchos escritores, artistas y poetas, asesinados como Blas de Otero: poeta de la paz y la palabraLorca, exiliados como Antonio Machado o León Felipe, y encarcelados como Miguel Hernández o Marcos Ana. La gloriosa "era azul" para algunos era en realidad la miserable "era gris" del hambre y del miedo, aunque tras la derrota del Eje en la 2ª  Guerra Mundial Franco se viera obligado a suavizar las aristas de su régimen. En los años 50 toma el relevo de las generaciones poéticas anteriores, de la del 98, de la del 27, de la del 36, de los distintos poetas nacionalistas y de los no alineados a ningún movimiento poético, la Generación de los 50 y los poetas testimoniales en todas las lenguas del Estado. Estos nuevos poetas (Blas de Otero, Gabriel Celaya, López Pacheco, Gloria Fuertes, Celso Emilio Ferreiro, Gabriel Aresti, Salvador Espriu…), que recogieron los presupuestos de popularización de la cultura, de la pretensión de elaborar una poesía para el pueblo, frente a los elitistias poetas garcilasistas, defensores de una poesía "pura" y culta -generalmente alineados en el bando vencedor-, alzaron sus voces sobre las ruinas de las ciudades y pueblos, sobre el hambre y la miseria, en un intento de recuperar al hombre y de redimirlo mediante la poesía, fueron la inspiración más cercana a los cantautores españoles.

Por supuesto, esa labor pervivió en los años del franquismo hasta el 56, cuando comienzan Paco Ibáñez y otros sus andanzas.

las letras de las canciones de Miguel Hernández están en la última edición de Vientos del pueblo de Cátedra; "La guerra madre, la guerra" y "Las puertas de Madrid" están interpretadas soberbiamente en un disco reciente: Cantos de lucha; "Déjame que me vaya" está interpretada por Francisco Curto en su álbum Miguel Hernández.-

Los años de la copla

No quisiera ir a la canción de autor ya sin antes haber hecho una pequeña referencia a la copla, más que nada porque la mayoría (entre los que yo me contaba) tiene a la copla como algo rancio, reaccionario e, incluso, ridículo: pero eso pasa porque todavía nos siguen vendiendo a los monigotes de siempre. "La Argentinita", Julio Romero de Torres

Desde los años 30, los grandes autores de copla fueron Quintero, Rafael de León, y Quiroga: escribieron la mayoría de las  coplas más famosas y mejores del género, llegando a colaborar con poetas como García Lorca, quien había recopilado un buen número de canciones populares que difundió en una grabación en la que él tocaba el piano y su amiga, la cantante Encarnación López Júlvez, "La Argentinita", ponía su voz. Con la llegada de la guerra civil, algunas coplas, especialmente las que había recopilado y arreglado Lorca, se volvieron totalmente republicanas, estandartes de la resistencia: de Lorca, "Jaleo" se convirtió en "El  tren blindado", "El café de Chinitas" -aunque esto fue anterior- en "En la plaza de mi pueblo", "El Vito" en "El 5º Regimiento", y así.

No todos los cantantes de coplas, como se venía creyendo, eran franquistas: Angelillo, que cantaba aquel "Soy un pobre preso Juan Valderramaque perdió la ilusión" -casi una canción protesta-, era republicano, por lo que sufrió carcel; también Miguel de Molina, que además tenía el doble agravante de ser homosexual, por lo que se tuvo que exiliar; al igual que Tomás de Antequera, al que le gritaban durante sus actuaciones "¡Maricón!", a lo que respondía con sorna y guasa andaluza: "¡Y a mucha honra!". Pero, por supuesto, también la voz de la, seguramente, primera canción protesta antifranquista hecha en España durante la posguerra: Juan Valderrama cantó aquel "El emigrante", que más bien era "El exiliado" de tal manera que, si bien dicha canción siempre levantó sospechas, fue elaborada tan hábil y sutilmente que, en la emocionada y bien templada voz de Valderrama, llegó a cosechar un gran éxito incluso dentro del franquismo. Quizás sería la única ocasión en la que Franco en persona felicitara a un cantante por cantar una canción totalmente crítica con su régimen. Y es que, como el mismo gran Juan Valderrama decía: "La copla no es roja ni rojigualda".Carlos Cano (www.triunfodigital.com)

Ésta, claro está, era la copla auténtica, la copla poética, bien realizada, la de los amores despechados. Su inclusión en una  historia de la canción de autor no es descabellada para nada: a parte de que las canciones de copla nos cuentan historias, el primer contacto que muchos cantautores, como Serrat o Luis Pastor, tuvieron con la música fue la copla andaluza: no conviene olvidar, tal y como se relata en la película Canciones para después de una guerra, que la única vía de escape y de entretenimiento de un pueblo en los duros años de la posguerra fue la radio y lo que en ella ponían; aquellas canciones, si bien algunas podían ser algo reaccionarias, y otras sorprendemente audaces y descaradas, eran una ventana abierta al mundo y un método de olvidar la gris y triste realidad. También hay que decir que los cantautores andaluces, como el colectivo Manifiesto Canción del Sur, con el gran Carlos Cano, reivindicaron la genialidad de la copla y la convirtieron en su arma musical personal, dignificándola de tanta patraña sentimentalista nacional-catolicista con la que el régimen la había envenenado.

Quiero pedir perdón por las posibles meteduras de pata y lo corto y poco conciso que ha quedado esta parte: se debe a mi ignorancia.

NOTA BIBLIOGRÁFICA: un excelente libro para comprender esa concienciación popular de los escritores es La Marcha del Pueblo a las letras españolas (ed. de La Torre, Madrid, 2006; 2ª edición), de Víctor Fuentes.

Historia de la canción de autor: los años de la copla


No quisiera ir a la canción de autor ya sin antes haber hecho una pequeña referencia a la copla, más que nada porque la mayoría (entre los que yo me contaba) tiene a la copla como algo rancio, reaccionario e, incluso, ridículo: pero eso pasa porque todavía nos siguen vendiendo a los monigotes de siempre.
Desde los años 30, los grandes autores de copla fuero Quintero, Rafael de León, y Quiroga: escribieron la mayoría de las coplas más famosas y mejores del género, llegando a colaborar con poetas como García Lorca. Con la llegada de la guerra civil, algunas coplas, especialmente las que había recopilado y arreglado Lorca, se volvieron totalmente republicanas, estandartes de la resistencia: de Lorca, «Jaleo» se convirtió en «El  tren blindado», «El café de Chinitas» -aunque esto fue anterior- en «En la plaza de mi pueblo», «El Vito» en «El 5º Regimiento», y así.
No todos los cantantes de coplas, como se venía creyendo, eran franquistas: Angelillo, que cantaba aquel «Soy un pobre preso que perdió la ilusión» -casi una canción protesta-, era republicano, por lo que sufrió carcel; también Miguel de Molina, que además tenía el doble agravante de ser homosexual, por lo que se tuvo que exiliar; y Tomás de Antequera. Pero, por supuesto, también la voz de la, seguramente, primera canción protesta antifranquista hecha en España durante la posguerra: Juan Valderrama cantó aquel «El emigrante», que más bien era «El exiliado» de tal manera que, si bien dicha canción siempre levantó sospechas, fue elaborada tan hábil y sutilmente que, en la emocionada y bien templada voz de Valderrama, llegó a cosechar un gran éxito incluso dentro del franquismo.
Ésta, claro está, era la copla auténtica, la copla poética, bien realizada, la de los amores despechados. Y quiero pedir perdón por las posibles meteduras de pata y lo corto y poco conciso que ha quedado este artículo: se debe a mi ignorancia.

Historia del folk español II: la posguerra 2ª parte


Así había quedado configurado el país tras la guerra: la dictadura extendía los tentáculos del ideal falangista-nacional-catolicista a todos los ámbitos de la vida pública, y la cultura fue una de ellas. De este modo, tal vez el más mediocre de los aspirantes a poetas españoles, J. Mª. Pemán, fue designado poeta oficial del régimen (cuando entre los franquistas los había mejores); y, como decíamos el otro día, la Sección Femenina se apoderó y desfiguró la bella música tradicional de toda región y lengua de España.
Sin embargo, fue la llegada de los 60 y el fenómeno del turismo, el que acabó por herir de muerte a una de las tradiciones musicales más importantes y bellas, casi más por su exportación, como era la tradición anadaluza, y en particular, el género de la copla.
En los años 20 y 30, la copla estaba bien lejos de las Carmenes Sevilla o de las Marujitas Díaz: era una copla muy culta, con figuras como los compositores y letristas Rafael de León, Quiroga y Quintero, cantantes como la Argentinita, Miguel de Molina, Angelillo o Tomás de Antequera, y colaboradores de excepción como García Lorca. ¡Ay! Bien lejos quedaba la Argentinita cantando «En el café de Chinitas» mientras Lorca la acompañaba al piano cuando, tras la guerra, las letras se transformaron en manifiestos reaccionarios de las excelencias de un régimen desquiciado por sus perpetuas contradicciones. Cualquiera os podrá decir que la canción «Soy minero» reúne en sí el ideal falangista del trabajo y de la reconciliación de clases (y lejos de mí criticar la figura de d. Antonio Molina, que no tenía nada que ver con las letras: a fin de cuentas, era el ídolo de mi abuelo). Pero claro, aún así, disidentes siempre los hay, y es así como Juan Valderrama (que fue republicano) cantó en las mismísimas narices del generalismo (no es un error) la primera canción protesta antifranquista hecha tras la guerra: «El emigrante», maquillada de tal manera que el Franco se emocionó y le felicitó.
Como digo, la llegada del turismo hirió mucho a la música tradicional andaluza. El franquismo, heredero de la ramplona tradición romántica del tópico regional, convirtió a los jornaleros andaluces, contra su voluntad, en monos de feria (no es mi intención ofender) mientras poblabla las producciones hispano-francesas de falsos gitanos con sus pañolones y sombreros cordobeses limpios de polvo y paja. El flamenco, la voz desgarrada, la amarga protesta de un pueblo que sufría trabajando, se transformó en solaz y recreo de señoritos engreídos a caballo de aquellos que fusilaron a cualquier gitano o jornalero que al arrancarse por soleares les cantaran las cuatro verdades del auténtico pueblo de Andalucía.
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