Josete
Coincidencia o no, da la casualidad -o la causalidad, vaya usted a saber- que he puesto vídeos y temática de la música de los hippies sin haber caído en la cuenta de que estamos en el 40º aniversario del llamado Verano del Amor. Por esta razón, quisiera hablar del tema y homenajear así a una generación que plantó cara al sistema fascista encubierto de su país, empeñado en dirigir mediante la siniestra CIA los designios del mundo entero. Ésta es la historia de su música, porque creo que la historia del movimiento hippy es la historia de su música.
Lejos de lo que se suele pensar, el movimiento hippy no es tan simple como pareciera: en sentido amplio abarcaba a un buen elenco de gente con ciertos puntos en común: los estudiantes radicales, el movimiento pro-derechos civiles, los partidos de la nueva izquierda, el movimiento ecologista…; aunque también meten a gente que en realidad no eran hippies, y que, a veces, eran radicalmente opuestos a sus planteamientos, como eran los Ánegeles del Infierno, los Panteras Negras o el underground neoyorquino warholiano. Pero el hippy en sentido estricto era un personaje que decidía que no quería saber nada más del mundo pequeño-burgués, del sueño americano, de la industria, de la guerra ni de la política; se auto-marginaba y experimentaba con su cuerpo y su mente amaneceres espirituales, a veces lisérgicamente artificiales. La cita con la que abro, que me la dijo un antiguo amigo, es acertada del todo, y refleja el espíritu del hippy auténtico, dispuesto a creer en la supuesta bondad natural del hombre, aunque sepa que quedará defraudado: a un hippy no le robas con mentiras, se deja robar porque quiere confiar en todo el mundo, pero ya después no se dejará.
Para ver su historia hemos de remontarnos un poquito hacia atrás, a los años 50. El movimiento hippy no es un movimiento original, sino la evolución de un movimiento anterior. A finales de los años 40, el descontento con el american way of life era palpable en algunos individuos que eran llamados hypsters: era gente joven y aburrida de lo que su país les podía ofrecer; por esa razón se refugiaban en divertimentos que les aseguraban nuevas sensaciones y modos de ver la vida como era la marihuana, el jazz, sobre todo el be-bop de Charlie Parker, las religiones y filosofías orientales y una nueva poesía inspirada por estos elementos nacida en la auto-marginación dentro de los áticos y buhardillas de las grandes ciudades o en largos viajes a lo largo de la nación. El libro fundacional de esta generación era En la carretera, del novelista Jack Kerouac, uno de sus fundadores y principales ideólogos: es un libro semi-autobiográfico que relata esos viajes, y en los que el escritor hace aparecer disfrazados pero reconocibles, a sus correligionarios: Neal Cassady, el marginado cuya forma de vida inspiraría a la mayoría, el poeta Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti y otros. Ginsberg fue por su parte el padre de una poesía automática, improvisada (como el be-bop), nacida de una interioridad insobornable, que fue conocida como beat (ritmo), y a los seguidores de este estilo de vida beatnicks. Un beatnick era una mezcla de socialista (comunista o anarquista) en lo político, un budista en lo religioso, un cristiano en el sentido estricto y primigenio de la palabra en la moral, un marginado, un negro en lo musical, un vagabundo, un repudiado y un deprabado ante los ojos de la sociedad bienpensante americana. El beatnick da la espalada a las convenciones burguesas americanas y experimenta nuevas formas de expresarse, de vivir y de relacionarse incluso sexualmente; algunos inclusos experimentan con drogas más peligrosas como la morfina y la heroína, como William Burroughs, autor del delirante Almuerzo desnudo. Pero el beatnick suele tener un ánimo más individualista, mientras que el ánimo hippy será más comunal. Los puntos políticos que tienen en común crean un estrecho vínculo con los folksingers politizados coetáneos como Woody Guthrie, Pete Seeger, Leadbelly, que, no obstante, no son beatnicks: los beatnicks eran la parte mística, mientras que los folkies eran la parte política de una generación desilusionada: unos se auto-marginaban mientras que los otros decían que la lucha activa, aunque fuera con la música, era mejor opción. Esta diferenciación también será importante en el futuro.
En los clubs de jazz y de folk, los muchachos fugados de sus casas para tocar música, pintar cuadros o escribir poemas se codean a finales de los 50 y principios de los 60 con poetas beats ya consagrados, músicos de folk y de jazz, antiguos sindicalistas, miembros del casi ilegal Partido Comunista. Estos chicos nuevos son considerados todavía como beatnicks, y entre ellos encontramos a futuros valores como Joan Baez, Phil Ochs, y Bob Dylan. A principios de los 60 el elemento bohemio minoritario y clandestino se estaba poniendo relativamente de moda, más especialmente con el éxito popular, musical y literario de Bob Dylan, un chico que lee a Ginsberg y a Kerouac y que escucha a Woody Guthrie.
Al mismo tiempo, el mundo comienza a revolverse contra el status quo establecido tras las II Guerra Mundial. A finales de los 50, por ejemplo, en España se produjeron las primeras revueltas estudiantiles, en las que se encuentran mis admirados profesores Enrique Tierno Galván y José Luis Abellán. También allí se comienza a mover algo en las universidades, y también dentro del Bloque Soviético. Los años 40 y 50, que habían pasado tan tranquilamente en casi todas las partes del mundo, estaban dejando paso a una década que prometía ser movidita, con una guerra secreta y escalofriante aunque no declarada entre los dos grandes sistemas vencedores sobre el fascismo: la Guerra Fría estaba a punto de alcanzar algunos de sus puntos más calientes. En Estados Unidos, el deleznable senador McArthy investiga el comunismo, a veces infundado otras fundado, de artistas y políticos, en lo que se denominó la «caza de brujas»: un método fascista dentro de un país que dice estar orgulloso de su democracia. Los 50 se cierran con el hecho que marcará buena parte de las relaciones internacionales del mundo: la Revolución Cubana. Y mientras tanto, para luchar contra el comunismo, Estados Unidos busca aliados hasta en el infierno: Eisenhower abre los brazos al homicida general Franco, y éste le cede puestos para establecer sus legiones, unidos en la lucha anti-comunista.
La crisis de los misiles cubanos tuvo sobre buena parte de la juventud americana un efecto devastador, pero en algunas ocasiones positivo: muchos comenzaron a pensar que en el futuro el idioma de las armas debe de ser erradicado totalmente e implantar nuevas conciencias para evitar la total destrucción. El movimiento pacifista estaba naciendo alrededor de todo el mundo, y muy especialmente en Estados Unidos.