Víctor Jara fue uno de los más prometedores y mejores valores de la llamada Nueva Canción Chile; era el preferido de mucha gente alrededor de todo el mundo: en Estados Unidos, en Japón, en Francia, en Alemania, y, entre otros sitios más, además de los distintos países sudamericanos, en España. Aunque es cierto que su injusto asesinato le rodeó de un halo romántico, es más cierto que Víctor ya era conocido, y reconocido como estandarte de la canción solidaria, en todo el mundo. Sucede con él lo mismo que ocurrió con Federico García Lorca, o incluso Sacco y Vanzetti: no es ni más ni menos que cualquier otro represaliado, pero, al ser una persona conocida, admirada y respetada, en su muerte queda reflejada la muerte de todos aquellos que murieron por la esquizofrenia de los reaccionarios y por la ambición de los poderosos. La carrera de Víctor Jara es bastante profusa: además de música, también dirigió teatro, Bertold Brecht especialmente, y escribió algún que otro libro de poesía. En música, además de en solitario, fue parte como director musical e ideólogo de grupos como Quilapayún. Las letras de sus canciones podían ser de lo más variopinto, ir desde la letra más romántica hasta el compromiso más político, inspirado por la matriarca de la canción chilena, Violeta Parra, con cuyos hijos, Ángel e Isabel, compartió escenarios. Al igual que toda esta generación de cantantes, Víctor hizo actuaciones en apoyo del partido Unidad Popular, de Salvador Allende, para quienes además escribió, junto a Sergio Ortega, una versión del himno "Venceremos" para las elecciones de 1970. Tras la victoria de la coalición, Víctor, como todos sus compañeros, celebraron el triunfo de las elecciones de 1970, y alabaron las profundas transformaciones sociales que el presidente Allende llevó a cabo. Así mismo, denunció como mejor sabía, con su guitarra y su voz, las presiones de la burguesía, el ejército y la iglesia para desestabilizar el país mediante boicots económicos e incluso atentados terroristas. Víctor, Isabel y Ángel Parra, Inti-Illimani, Quilapayún, Patricio Manns, Patricio Castillo y otros, junto a escritores como Pablo Neruda, eran el apoyo intelectual del gobierno de Allende, lo cual les ponía en una situación de compromiso y responsabilidad, de cara a Chile y al exterior: realmente, por lo menos ante ciertos países democráticos, no pudo encontrar Salvador mejores embajadores que los integrantes de la Nueva Canción Chilena. El golpe de estado de Pinochet sorprende a Víctor cuando iba a dar un recital en la Universidad Técnica, pero no cantó desde el escenario, sino entre los estudiantes, tratando de tranquilizarlos. En la madrugada del 12 de Septiembre, los soldados irrumpen con tremenda violencia en la universidad, después de un intenso tiroteo, y detienen a Víctor junto a otros estudiantes. Es conducido al estadio de Chile, precisamente donde años antes le habían aplaudido al ganar el concurso de la Canción Chilena. Allí es reconocido por el comandante Manrique, fascista empedernido, que "se lo pide" para él. Durante esos días tenebrosos, Víctor tendrá que soportar toda clase de torturas y humillaciones: el objetivo del comandante y sus esbirros es obvio: Víctor no les es útil para nada, sólo quieren dar escarmiento en él. Finalmente, debió morir el 17 de Septiembre: se descubrió su cuerpo cerca del cementerio, junto a una metralleta: los soldados ofrecieron la versión de que Víctor Jara les atacó. (En este enlace podéis ver los acontecimientos con más detalle: http://www.patriagrande.net/chile/victor.jara/vjmuerte.html) Víctor Jara no era un criminal, no era un político, sólo era un cantante, un poeta y un músico; pero su activismo le había convertido en un símbolo: los soldados le mataron porque no les gustaban sus canciones, no les gustaba lo que ahí se decía. Quisieron escarmentar a toda la población a través de su asesinato, y además difamarlo al intentar difundir la idea de que él los había atacado con fuego real. La muerte de Víctor Jara, al igual que pasó con la de Lorca en el año 36, movió muchas conciencias, porque, además de la brutalidad del crimen, puso de sobreaviso a todos los cantautores del mundo de que habían contraído ciertas responsabilidades políticas, que eran tan vulnerables a la muerte por motivos políticos como cualquier otro, sólo por cantar. Pero no por eso se dejó de cantar, al contrario: se cantó, y más alto y más fuerte. En el año 77, en el Piamonte, se organizó un festival internacional de la canción en su memoria bajo el nombre I Festivale della Canzone Poplare "Víctor Jara": allí acudieron cantautores de todo el mundo; desde aquí llegaron Benedicto (que guarda un dulce recuerdo del acontecimiento: "A Víctor Jara") y Labordeta (que pudo ir tras pagar una multa por el tumulto que se armó tras un recital suyo) entre otros; y además vino desde las tierras de Norteamérica aquel hombre que siempre estaba dispuesto a ayudar, a denunciar la injusticia, a arrimar el hombro: Pete Seeger vino a cantar en homenaje de Víctor Jara, siendo su actuación la única que quedó registrada en disco. La muerte de Víctor Jara no lo convirtió en un símbolo, porque él ya era un símbolo en su día, pero ante todo un hombre que podía morir, aunque también podía cantar, y cantar muy alto.
Homenaje a Víctor Jara (M. A. Cherubitos): interpretada por Eulogio Dávalos y M. A. Cherubitos
Aquí me quedo (Pablo Neruda/ Víctor Jara/ Patricio Castillo)
Doncella encantada (Víctor Jara)
Pimiento (Víctor Jara)
Homenaje a Víctor Jara (J. A. Labordeta): interpretada por Labordeta
arreglo de las canciones de Víctor Jara por Patricio Castillo año de grabación: 1973 año de edición española: 1975
Comentarios. Canciones póstumas se trata de un bello, aunque breve, disco que reunía algunas de las últimas canciones que el inmortal Víctor Jara estaba preparando en 1973 antes de que el asesinato interrumpiera su carrera para siempre, aunque no su estela.Con los arreglos de Patricio Castillo, fue editado en el extranjero en 1974; esta edición es la versión española que apareció en 1975 de mano de la discográfica Movieplay-Gong, bajo licencia de Discap. Las canciones que nos presenta reflejan la mayoría la situación de Chile antes del fatídico golpe de estado que desembocó en una sangrienta dictadura, pero no de una manera pesimista, sino desde el optimismo y la solidaridad a la que este cantante nos tiene acostumbrado en sus trabajos. Encontramos canciones de amor y solidaridad como el bello "Cuando voy al trabajo", en la que se nos presenta el amor como el único horizonte que llena de esperanza y de ilusión una vida a veces muy dura; un hermoso poema con música típica de los Andes en "Pimiento"; mientras que "Aquí me quedo", compuesta sobre un poema del inmortal Pablo Neruda es la canción que más nos representa aquel Chile que luchaba por ser él mismo, a pesar de la dura oposición de los sectores más reaccionarios, sobre los que nos da pista en el verso inicial "Yo no quiero la patria dividida": es una calmada invitación a la lucha y al trabajo de todos. Nos abre el disco esa hermosura de canción llamada "Manifiesto", que, aunque tardía, pretendía ser la canción-manifiesto de la Nueva Canción Chilena: es un manifiesto inspirado por el hacer de Violeta Parra, la matriarca (de algunos madre) de todos los cantautores y grupos chilenos que aparecieron durante los años 60 y 70; "Manifiesto" expresa lo que Víctor Jara sentía al cantar, al escribir, para lo que debiera servir su canción, como aliento, como esperanza, no como divertimento o lujo: canciones que sirvan para esto, "no las lisonjas fugaces o las famas extranjeras". Nos presenta también varios instrumentales de corte andino como "Caicaivilu" y "Doncella encantada". Finalmente, nos ofrece dos sorpresas que cerraban cada una las dos caras del disco original: se tratan de dos homenajes que llevan ambos por título "Homenaje a Víctor Jara", elegidos por la propia discográfica. El primero es un instrumental del argentino Miguel Ángel Cherubito, interpretado por él mismo y por el chileno Eulogio Dávalos, ambos compañeros de Víctor. El otro, como no podía ser de otra manera, es un homenaje emocionado que José Antonio Labordeta grabó para su LP del mismo año, en este sello, Tiempo de espera: "en quien hemos querido simbolizar a los cantantes que desde aquí, desde nuestra tierra, hacen que la canción sea un arma de conocimiento y de esclarecimiento de la verdad", reza la nota que encontramos en el LP. Este disco no es hermoso porque fuera el último, el póstumo, de Víctor Jara, aunque esto sea un aliciente -innecesario- para su leyenda y su estrella: es hermoso porque es de Víctor Jara, y eso, sencillamente, es suficiente. Tengo este disco en las manos no por qué Víctor fuera masacrado por la injusticia, por la violencia, sino porque me gusta Víctor Jara, porque en sus canciones me siento hermanado con su pueblo, con todos los pueblos del mundo, porque alimenta mi esperanza y mi ilusión y me dice "no te rindas". Pero creo que lo explica mejor el párrafo final de la nota introductoria: Todo ello constituye, o al menos a nosotros nos gustaría que constituyera, un testimonio y un recordatorio, un ejemplo y un símbolo, alejado por igual del oportunismo y la demagogia. Sólo quisiéramos que fuera aquello que Víctor Jara hubiera querido hacer.
Hasta qué punto, en extremo trágico, puede un poema o canción llegar a ser profético, sólo Dios lo sabe. Ejemplos de eso son los versos de Antonio Machado, "ligero de equipaje" nos dijo que le encontraríamos a la hora de la muerte; los de Miguel Hernández, "si me muero que me muera con la cabeza bien alta"; los de Lorca "la guerra pasa con un millar de ratas grises y la vida no es noble ni buena ni sagrada"; y estos de Víctor Jara, que no os adelanto. "Manifiesto", aunque se trata de una de sus últimas canciones, que apareció aquí en el recopilatorio Canciones póstumas, se trata de una canción manifiesto sobre la Nueva Canción Chilena: un manifiesto inspirado por Violeta Parra:
Yo no canto por cantar
ni por tener buena voz,
canto porque la guitarra
tiene sentido y razón.
Tiene corazón de tierra
y alas de palomita,
es como el agua bendita
santigua glorias y penas.
Aquí se encajó mi canto
como dijera Violeta
guitarra trabajadora
con olor a primavera.
Que no es guitarra de ricos
ni cosa que se parezca
mi canto es de los andamios
para alcanzar las estrellas,
que el canto tiene sentido
cuando palpita en las venas
del que morirá cantando
las verdades verdaderas,
no las lisonjas fugaces
ni las famas extranjeras
sino el canto de una lonja
hasta el fondo de la tierra.
Ahí donde llega todo
y donde todo comienza
canto que ha sido valiente
siempre será canción nueva.
Os presento una lista de cantautores y grupos desde 1963 hasta 1982. Ha sido extraída de 20 años de canción (1er volumen) de Fernando Gonzáñez Lucini, un autor que se ha dedicado a su estudio y me ha enseñado bastante:
Por supuesto, ésta lista no está completa: hay quien incluiría a cantantes y a grupos como Gualberto, Smash, Triana, Barcelona Traction, Iceberg, Companya Elèctrica Dharma…
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