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Vitoria/ Gasteiz, 1976: Campanadas a muerto


 

Hace 32 años exactamente, tuvo lugar en Vitoria uno de los hechos más vergonzantes de la historia, ocurrido durnate la llamada transición democrática: el asesinato por parte de las fuerzas policiales de cinco obreros que luchaban por sus derechos, por el que, a día de hoy, no sólo nadie ha sido juzgado y tal como garantiza cualquier estado democrático, sino que se siguen vertiendo mentiras aberrantes desde las perspectivas patronales. Los responsables políticos no sólo no han sido juzgados, sino que, hoy por hoy, se les condecora como padres de la democracia. Los obreros Pedro María Martínez, Francisco Aznar, Romualdo Barroso, José Luis Castillo y Bienvenido Perea fueron víctimas de un año duro, de enorme controversia política y económica, pero también de la irresponsabilidad política de ciertos ministros y de un presidente del gobierno que parecía confiar en que el general pudiera resucitar.

Durante los primeros 70, todavía bajo la jefatura de Franco, debido a la peculiar política económica, España parecía todavía totalmente ajena a la enorme crisis económica que se abatía sobre el mundo (principalmente debido al conflicto árabe-israelí y el consecuente encarecimiento del petróleo): en 1974 las clases medias y altas españolas podían todavía derrochar al tiempo que alababan lo que aún se conocía como «el milagro económico español», al tiempo que los emigrantes españoles eran expulsados de Francia, Suiza, Alemania, etc. debido a la imposibilidad de pagarles que sufrían estos países por culpa de esa crisis. Pero era una situación que cualquier analista económico hubiera podido preveer: muy pronto caen grandes empresas dedicadas a la industria turístico-inmoviliaria por fraude. Hacia 1975 los efectos de la recesión mundial comenzaron a notarse fieramente entre la clase obrera, y en 1976 todo esto comenzó a estallar.
En Enero de 1976 se juntaban varias cosas en un conglomerado peligroso e insostenible. Políticamente, no hacía ni tres meses que Franco había muerto y el príncipe Juan Carlos había asumido la jefatura del estado; la presidencia del gobierno la ocupaba todavía Carlos Arias Navarro. Aunque parecía existir esa voluntad de apertura por parte de algunos ministros, los reformistas, como Manuel Fraga, ministro del interior, y Areilza, ministro de exteriores (y el mejor valorado por la casi plena oposición democrática), Arias Navarro seguía con su dinámica de inclinarse repetidamente hacia el sector duro del gobierno, los llamados inmovilistas, o, popularmente, «el búnker» (Girón de Velasco, Piñar, casi todos los ministros militares…), frenando continuamente todos los proyectos aperturistas, como la Ley de Asociaciones políticas, que, aunque siguiera sin reconocer la legalización del PCE y similares debido a una cláusula, contaba con el rechazo de plano del búnker. No obtsante, consiguió ser aprobada. Mientras tanto, entre los ultras comienza a surgir un nuevo lenguaje que ya habían inventado algunos todavía en vida de Franco: esos traidores de los juramentos y los pactos. Lo cual crea una situación de reacción generalizada en muchos campos todavía dirigidos por gente afines al búnker: la policía y el ejército principalmente.
Económicamente, como ya he dicho, la enorme recesión mundial comenzaba finalmente a hacer estragos en España desde finales del 75. El Enero del año 76 se recuerda como el de más amplio movimiento huelguista de la historia reciente, con medio millón de trabajadores en huelga en Madrid, Cataluña y País Vasco. Estas huelgas tampoco eran ajenas al momento político realmente. El sindicato que promovía casi todas las huelgas era Comisiones Obreras, el sindicato del Partido Comunista, el cual estaba planteando las huelgas como un reto político hacia el gobierno. Sumar a esto también que desde el año 73 al 74, la sociedad se había politizado sumamente y poco a poco se iba hablando con más convicción y menos miedo; la clase trabajadora cada vez menos se creía el cuento nacional-sindicalista de que Franco velaba y cuidaba de ellos y que el sindicato vertical estaba allí para ellos, e iban adquiriendo una tremenda conciencia de clase: las razones creo que son obvias.
El caso más dramático estaba aconteciendo en Vitoria, con los obreros de Industrias Alabesas; se estaba en esos momentos negociando 2000 convenios colectivos, los obreros no cobraban y muchos temían por su puesto. Las mujeres de los trabajadores, en solidaridad con sus maridos, caminaban por las calles de Vitoria con las cestas de la compra vacías en señal de denuncia.
Por su parte, había gran indignación por el discurso dado ante las cortes de J. M. Villar Mir, ministro de hacienda: un discurso muy ajustado a la realidad, pero que indignó a todos: a los políticos porque culpaba de la crisis a la falta de previsión ante la crisis mundial, y a los obreros porque también culpaba de la crisis el desmedido aumento de los sueldos (decía).

Sin embargo, entre Enero y Marzo los conflictos laborales fueron suavizándose en casi todos los lugares, excepto en Vitoria. Pero antes debiera abordar un aspecto que, aunque no parezca determinante, podría explicar la actuación de ciertos elementos de la policía y del gobierno, y que tiene que ver con el estigma que el pueblo vasco lleva arrasrando desde hace muchos años. El por qué lo pienso así lo explican las declaraciones de uno de los ministros de entonces de las que trataré más adelante.
La situación política de Euskadi era la más alarmante de todas las regiones. ETA estaba casi omnipresente en el  día a día de los vascos: promueve huelgas, manifestaciones pro amnistía (sólo para presos vascos), extorsiona a los empresarios que no ceden a las exigencias de las huelgas llegando incluso al asesinato, y los atentados contra miembros de las fuerzas de seguridad e incluso del gobierno provincial, y también asesina a todo aquel que consideraran un traidor. Esto conlleva una enorme represión sobre el pueblo vasco, en el que las detenciones, torturas y hasta asesinatos sobre supuestos miembros de ETA alcanzaban unas cuotas tan altas que no existían en otras regiones. Lo cual conlleva a su vez que gran parte de la población apoyara abiertamente a ETA. Imposible ser neutral cuando toda la población tenía o conocía a alguien preso por ideas políticas, o podía ser represaliado por mostrarse disconforme ante las acciones de la banda.
El gran problema de su brazo político era además que estaban completamente solos: los partidos de izquierda a nivel, digamos, nacional (PCE, PCE (m-l), PSOE,…) tenían sus diferencias, mientras que en Cataluña todos los grupos de oposición, de izquierda a derecha, formaban una piña que se pudo observar perfectamente en la manifestación de barcelona del 1 de Febrero: la de mayor trascendencia, según informes policiales; pero para la extrema-izquierda abertzale el problema no era exactamente apertura/ inmovilismo, ruptura/ continuismo, franquismo/ democracia o izquierda/ derecha: el problema era españolismo/ socialismo abertzale; para ellos el PCE o el PSOE no eran distintos de FN, FET y de las JONS o Comunión Tradicionalista, porque, al igual que ellos, eran partidos españolistas. Cualquier partido que no abogara directa y abiertamente por la independencia de Euskadi era un enemigo.
Todo esto conformaba un panorama de excesiva violencia.

Los problemas laborales que habían tenido lugar desde Enero en las principales ciudades industriales se habían ido atenuando hasta casi disminuir en Marzo, pero no en Vitoria, en donde, al contrario, el problema se había ido agudizando alcanzando extremos dramáticos que culminarán el día tres.
Aquel día tres de Marzo de 1976, a las cinco de la tarde, 5000 obreros se hallaban en asamblea (la número 241 desde Enero) en el interior de la iglesia de San Francisco de Asís. Al mismo tiempo, treinta policías acordonan la iglesia, pero rodeados a su vez por tres ó 4000 obreros. Según testigos que hablaron para una grabación clandestina del PCE, varios botes de humos disparados penetraron por las ventanas, obligando a los trabajadores asfixiados a abandonar el local. En ese momento, los treinta policías disparan contra los obreros fuego real y cargan contra ellos: el resultado son 100 heridos, 45 de ellos de bala, y tres muertos: Pedro María Martínez, 37 años, trabajador de «Forjas Alavesas»; Francisco Aznar, 18 años, de profesión panadero; en los días sucesivos fallecerían por sus heridas Romualdo Barroso, José Luis Castillo y Bienvenido Perea.

http://es.youtube.com/watch?v=8PWbgttdBF8
http://es.youtube.com/watch?v=BU4BN8aN49o

Tras estos acontecimientos la indignación es máxima, y la tensión se hace insoportable. Se suceden los disturbios y Gasteiz presenta un panorama desolador de destrozos. Alguien llega incluso a arrojar una granada de mano contra la sede del gobierno civil. Se suceden las cargas policiales.
El entonces ministro de la gobernación, Manuel Fraga Iribarne, se encuentra cuando estallan los disturbios en Alemania, intentando convencer a la cancillería alemana de la naciente democracia española, habiendo delegado en Adolfo Suárez. Fraga es telefoneado para informarle de los sucesos y para requerir su presencia, pero la respuesta que el ministro da es desconcertante: «ese es un problema de trabajo: que se ocupe el ministerio del trabajo y de relaciones sindicales». Suárez, que será presidente en alrededor de un año, se encuentra así con su primer reto político importante.
El presidente Arias propone imponer de inmediato el estado de excepción en Vitoria. Por fortuna se le oponen Suárez, Rodolfo Martín Villa (ministro de relaciones sindicales) y Osorio, convenciéndole de enviar más refuerzos desde las provincias limítrofes. Suárez comienza a analizar y gestionar la situación, confiando en frenar cualquier derramamiento de sangre.
El cinco de Enero, viernes, tuvo lugar el funeral. Fue imposible de calcular, incluso a día de hoy, la asistencia: miles de personas se apiñaban en el interior de San Francisco de Asís para despedir a sus compañeros, mientras miles de miles seguían el funeral por megafonía desde el exterior. Mientras tanto, las fuerzas de seguridad se mantenían acuarteladas y dispuestas a actuar.
En el interior, el funeral, concelebrado por ochenta sacerdotes, adquiere en sus sermones de tintes de reivindicación obrera. Interviene en el acto Jesús Fernández Naves, líder sindical de aquellas jornadas, aprovechando para hacer un llamamiento a secundar la huelga general que tendrá lugar en Euskadi.
De camino al cementerio, 50.000 personas forman el cortejo fúnebre. No habían salido muy bien los ataúdes de la iglesia cuando una voz fuerte surcó el aire gritando: «¡Gloria a los muertos del mundo del trabajo!», que se convirtió en el lema del funeral. Algunos policías se encuentran apostados en formación en algunas calles: la multitud indignada les insulta, pero algunas personas, mujeres, hombres y niños, deciden hacer un cordón humano alrededor de ellos para evitar agresiones. La tensión va subiendo de grado conforme el cortejo se acerca a la sede del gobierno civil. El capitán general de la zona informa al gobierno de que está dispuesto a dar la orden de atacar si la asaltan. Suárez le disuade y asume plena responsabilidad de lo que pueda ocurrir.
La visión política más clara que el gobierno tuvo fue que peligraba el proyecto de ley de asociaciones, ya que esto venía a confirmar la teoría principal de la ultra-derecha de que el orden y la paz de la que hasta ahora habían gozado estaba desapareciendo.
El Sábado día 6 de Marzo, Fraga y Martín Villa visitan a los heridos. Los familiares les reciben con miradas hostiles, y alguno se atreve a preguntarles que si es que venían a rematar a los heridos. Otro de los heridos del 3 de Marzo fallecería en esos días.
Pero Vitoria daría todavía algún muerto más. Aquel mismo día seis, durante los enfrentamientos con la policía en una manifestación por lo de Vitoria, un joven moría tiroteado por la policía en Basauri (Vizcaya). En esa semana venidera se proclama la huelga general en el País Vasco.
Tras esos incidentes, el gobierno quedó muy tocado, especialmente el ministro de la gobernación y el de relaciones sindicales, cayendo en desprestigio ante una sociedad, cuya lectura era, como dice Victoria Prego en la serie «La Transición», «el rotundo fracaso de un gobierno que promete democracia, pero practica el totalitarismo; que promete libertades, pero actúa con violencia».

Han pasado 32 años desde estos tristes sucesos. 32 años desde los que no se ha podido procesar a los responsables políticos. Si bien poca cosa se le puede reprochar a Adolfo Suárez, que se hizo cargo de una situación debido a la indolencia e irresponsabilidad de Maniel Fraga -a quien estaba sustituyendo mientras éste vendía en tierras germanas la borbónica faz democrática de Juan Carlos-, sí que tuvieron una responsabilidad absoluta el ministro de relaciones sindicales, Rodolfo Martín Villa, el ministro de la presidencia, Alfonso Osorio, y, por supuesto, el ministro de la gobernación Manuel fraga, más por su indolencia, irresponsabilidad e incompetencia que por otra cuestión. A estos tres hombres, junto a su presidente Carlos Arias Navarro, no sólo no se les han exigido responsabilidades políticas, no sólo no han sido condecorados por «traernos» la democracia, no sólo no han pedido perdón, sino que desde entonces se han dedicado a verter mentiras. Fraga, en aquellos días, sentenciaba que esto sirviera como ejemplo para aquellos que quisieran romper el orden y la normalidad: unas declaraciones francamente democráicas. El propio Osorio, en el documental «La Transición», no sólo declaraba que con los huelguistas en los meses anteriores a Marzo se había sido tolerante en exceso, sino que asegura que detrás de la huelga estaba, no la mano de CC. OO o de UGT, sino de ETA: ¡Fíjese señor Osorio! ¡Fíjese si eran de ETA que hasta hicieron un cordón humano para evitar que nadie agrediera a las fuerzas de seguridad! De hecho, he visto muchos vídeos y en ninguno se llega a oír a nadie gritar ni uno solo de los lemas más coreados por entonces por la extrema izquierda abertzale, ni siquiera se oye a nadie hablar en vasco.
A pesar de todo hay buenas noticias. Si, como venía en algunos medios, prospera la iniciativa de un grupo de estudio del gobierno vasco, es muy posible que se consiga llevar a juicio a estos tres hombres.
Ignoro si, como dicen ellos, fue culpa de los sindicatos y su manera irresponsable de llevar la huelga. No lo sé, pero no lo creo. Sólo me constan dos cosas: que éste es casi el único capítulo de «La Transición», el documental, en el que no se es objetivo y claramente culpa a la actuación del gobierno, y que, como dijo George Orwell, si veo a un obrero enfrentado a un policía, no necesito mucho tiempo para posicionarme. Por eso no me avergüenzo, porque soy de la clase obrera, gritar como entonces:

 

7 días de Enero. 2ª parte: la cuerda se tensa


Así pues, casi al término del año 1976, la sociedad española encaraba una posible esperanza de democracia, aunque con escepticismo: en poco más de una semana tendrían una cita con las urnas, aunque muchos de ellos optarán por la abstención por las razones indicadas en el capítulo anterior, y a pesar de los gritos de alarma y amenazas de los ultras. Con todo esto, las encuestas se mostraban favorables. Sin embargo, en este escenario en el que ya tenemos actuando al gobierno de Suárez, a la oposición, a Santiago Carrillo dando vueltas por Madrid y al congreso de los socialistas, va a hacer acto de aparición un actor espontáneo cuya intervención tuvo mucho que ver en los sucesos a los que intentamos cronológicamente llegar.

 

Faltando cuatro días para el referéndum, el 11 de Diciembre, Antonio María de Oriol y Urquijo, consejero del reino y presidente del consejo de estado es secuestrado por la banda GRAPO. El asunto es de una gravedad máxima, ya que Oriol, persona de familia de alta alcurnia, era un personaje muy influyente entre los inmovilistas.
Algunas horas después llega a la redacción de el periódico «El País» un documento firmado por los GRAPO en el que pedían la inmediata liberación de quince presos políticos, algunos de ETA, otros del FRAP, otros del GRAPO, y una militante de Unión do Povo Galego, y trasladarlos hacia Argelia; de lo contrario, Oriol será ejecutado.
Los GRAPO, Grupo de Resistencia Antifascista Primero de Octubre, parece haber nacido el 1 de Octubre de 1975, fecha de la autoría de su primer atentado contra algunos policías que vigilaban sucursales bancarias en apariencia como venganza por las últimas ejecuciones de Franco, aunque el atentado tardó en ser reivindicado. Desde esa fecha y durante los últimos 70 se dedicaron a hacer ciertos atentados: nadie sabía quienes eran, la oposición no tenía conocimiento de ellos, y hay dos datos que hacen pensar que GRAPO no fueran más que una mascarada de, o bien un grupo desconocido de ultra-derecha que pretendía desprestigiar a la izquierda, o bien obra de un siniestro cerebro en la sombra. El inquietante hecho de que su brazo político se llamase Partido Comunista Reconstruido (al que perteneció, por cierto, el hoy apologeta del franquismo e historiador de comedieta Pío Moa), haciendo referencia a una posible reconciliación entre el PCE «oficial» y el PCE marxista-leninista: poco antes de este secuestro, Suárez había comenzado, mediante el abogado José Mario Armero, una serie de intercambios de mensajes y negociaciones con Carrillo en secreto: sólo sus más allegados conocían este hecho, y no a fondo. Y, por otra parte, el hecho, que se verá a lo largo de esta etapa, de que sus acciones se producen en momentos muy determinados, de máxima tensión y extrema delicadeza. La idea de que tanto las siglas GRAPO como el supuesto PCE (r) escondieran en realidad a un grupo de extrema-derecha no era únicamente una teoría de la oposición de izquierdas o de la prensa crítica, sino que era una teoría que también mantenían el presidente Suárez y el vicepresidente para asuntos de la defensa general Gutiérrez Mellado. En mi modesta opinión, la gran clave de lo que ocurrió en aquel Enero de 1977 está encerrada en 5 letras: GRAPO, el actor incómodo.

La situación que se le plantea al gobierno es celebrar el referéndum bajo tal chantaje. Aun así, el 14 de Diciembre, un día antes, Suárez comparece en televisión pidiendo a la población el voto afirmativo.
Finalemente, y a pesar de todo, el 15 de Diciembre tiene lugar la votación en referéndum, que contó con una masiva participación: el 77’4 % de la población, del cual el 94’2 % vota sí y el 2’6 % no; la abstención es de 22’6 %. Tanto la oposición como el gobierno respira aliviado, a pesar del temor de que (como dice Victoria Prego en la serie «La Transición») existiera el temor de que GRAPO irrumpiera en el proceso arrojando el cadáver ensangrentado de Oriol sobre la mesa electoral. Esto no llega a ocurrir, pero poco antes del cierre de los colegios electorales tiene lugar un nuevo comunicado: si el gobierno no cede a liberar a los presos en 48 horas, Oriol morirá. Pero la realidad era que algunos de los presos se habían negado a ser canjeados por Oriol. Se produce entonces un nuevo comunicado de la banda: si en una hora el gobierno no concede una amnistía parcial, Oriol será pasado por las armas.
Faltando menos de una hora para el tiempo fijado por la banda, Martín Villa, ministro de la gobernación, se dirige a los estudios de RTVE para leer una notificación que es modificada varias veces por el camino, y, a falta de 3 minutos para que se cumpla el plazo, Martín Villa lo lee por televisión: el gobierno no cederá al chantaje, pero pide que se respete la vida de Oriol con la promesa de una amplia amnistía. El GRAPO contestará que no matará a Oriol, pero lo mantendrá retenido hasta el cumplimiento efectivo de dicha amnistía.
El gobierno había conseguido salvar la vida de Oriol sin obtener su libertad; no obstante, el precio que pagó por ello fue su descrédito ante la extrema-derecha. El 20 de Diciembre, aniversario de la muerte de Carrero Blanco, tiene lugar un acto religioso en la iglesia de los Jesuitas, calle Serrano, al que acude Torcuato Fernández Miranda, presidente de la cámara; desde su asesinato, el 20 de Diciembre se había convertido en un acto de afirmación de la ultra-derecha en torno a la misa que se ofrecía por él, a la que acudían los más renombrados miembros de «el búnker»; en esta ocasión los ultras, soliviantados por el secuestro de Oriol, comienzan a lanzar insultos contra el gobierno, contra la corona y, lo más grave, intentaron a agredir al propio Fernández Miranda. Para los ultras era claro que el gobierno había dado cedido al chantaje mediante esa cesión, dando signos de debilidad, y consideraban a Oriol una víctima del mismo gobierno. Cada vez son más altas y chillonas las voces que gritan que el gobierno está traicionando el «espíritu del 18 de Julio» y piden cada vez más desesperada y crispantemente una acción patriótica y un nuevo caudillo señalado por Dios mismo. Entre Noviembre y Diciembre, a medida que iban avanzando los acontecimientos políticos (el proyecto de la reforma, la libertad sindical, el congreso del PSOE, la rueda de prensa de Carrillo…) los atentados de grupos de ultra-derecha como Guerrilleros de Cristo Rey, la Triple A, el Batallón Vasco-Español, y otros menores, contra las llamadas librerías «rojas» se fueron haciendo más frecuentes y violentos, sin que ni siquiera hubiera un solo detenido por estas acciones ni tan sólo una condena real y efectiva. Era obvio que la extrema-derecha estaba furiosa y, lo más preocupante, no se iban a estar de brazos cruzados.
Los grupos de ultra-derecha de entonces estaban bien organizados. Reclutados de entre las juventudes de partidos ultras como Fuerza Nueva, Comunión Tradicionalista y otros, estaban organizados en comandos cuya acción estaba destinada, al igual que en los primeros días del fascismo, a realizar actos disuadorios que, en ocasiones, conllevaban la eliminación violenta del oponente político. Algunas de sus acciones consistían en reventar todo tipo de actos: culturales, políticos o sindicales opuestos al régimen; aparecían en las manifestaciones armados con porras y, a veces, con pistolas, para crear peleas y disuadir a posibles asistentes. La colocación de bombas en teatros, cines y librerías fue también una de sus actividades favoritas. Muchos de ellos eran miembros de familias pudientes afines al régimen. Siendo adiestrados por viejos falangistas, sus servicios de matones eran solicitados por los jefes de los partidos como guardaespaldas, por los patrones y dirigentes del sindicato vertical para eliminar a líderes sindicales (técnica heredada de los patrones barceloneses y los señoritos andaluces contra los anarcosindicalistas durante los años 20 y 30), y por inspectores de la temida y reprovable Brigada político-social para localizar sindicalistas obreros o estudiantes y reventar, a la par que disuadir, manifestaciones, aunque con ello tuvieran que matar a alguien. Como es de deducir, al estar protegidos por políticos, patrones y empresarios, curas reaccionarios, militares de alto rango e inspectores de policía (a veces por vínculos familiares) nunca fue detenido ninguno de ellos: los primeros en ser detenidos fueron los pistoleros de Montejurra, los segundos serán los asesinos de los abogados. Los grupos más famosos de entonces eran el Batallón Vasco-Español, responsables en su mayoría de los atentados contra miembros, efectivos o sólo supuestos, de ETA tanto en el País Vasco español como francés; los Guerrilleros de Cristo Rey, que eran los más famosos, numerosos y sanguinarios; y la Alianza Apostólica Anticomunista, comunmente llamados la Triple A.

Después de tanto burlar a la autoridad paseando por Madrid, el 22 de Diciembre Carrillo es finalmente detenido. Pasa a disposición judicial, pero en realidad, desde el momento en que el rey fue nombrado jefe del estado, sus delitos habían pre-escrito: no había cargos efectivos contra él, y esto creaba una situación muy incómoda para el gobierno. En diversas ciudades de Europa se producen manifestaciones por su libertad, incluso en Madrid, ante la Dirección General de Seguridad: un grupo de manifestantes se reúne para exigir su inmediata liberación -aunque él no se encontraba allí-. Después de mucha polémica, de descartar soluciones desacertadas, Carrillo pasa sólo 7 días en Carabanchel por el delito de haber entrado en España sin permiso, y, finalmente, el 30 de Diciembre sale en libertad bajo fianza: Santiago Carrillo, tras 38 años de exilio, se convertía finalmente en ciudadano español de pleno derecho. Justo ese día, el gobierno suprime finalmente en consejo de ministros el TOP: el tribunal de Orden Público, ideado para juzgar y controlar los delitos políticos.
El 11 de Enero Suárez comienza a entrevistarse con la Comisión de los 9, formada por un representante político de las principales líneas políticas y un representante sindical con voz, pero sin voto. Los 9 son claros en sus planteamientos: amnistía y legalización de todas las fuerzas políticas, incluida el PCE; los grupos tolerados se niegan a aceptar el proyecto de ley de asociaciones; Suárez se compromete a modificar la ley. Poco después, después de entrevistarse con el honorable Josep Terradellas, President de la Generalitat de Catalunya en el exilio, el presidente declara una futura autonomía para Cataluña. El 19 de Enero, en San Sebastián, se iza después de más 30 años la ikurrina: este hecho provoca la dimisión de los gobernadores civiles de Bilbao y San Sebastián.

A pesar de la ilegalidad del PCE y la reticencia, por prudencia, a legalizarlo, parecía que las cosas entre la oposición y el gobierno, a pesar de todo, marchaban bien, y seguramente todos los grupos políticos, a excepción del PCE y similares, serían legalizados para las primeras elecciones generales democráticas desde 1936. Sin embargo, la prudencia del gobierno no era en vano ni mucho menos. Todas estas ofertas del gobierno a la oposición, junto con el secuestro de Oriol, no hacían más que acrecentar el descontento y la crispación entre los elementos más ultras, que pedían cada vez más alto y frecuentemente una intervención militar para la que parecía haber demasiados candidatos de ocupar el caudillato vacante desde 1975. La cuerda estaba ya tensada al máximo para que se rompiera. Una vuelta más en la clavija y cinco muertos traerán la excusa para dar un golpe militar y recobrar el espíritu del 18 de Julio.

Tú vencerás


El disco Manifiesto de Pedro Faura, pseudónimo de Bernardo Fuster que, por entonces militaba en el FRAP y en el Partido Comunista de España (marxista-leninista), a pesar de no contener canciones explícitas sobre el hecho preciso, está dedicado a los tres miembros del FRAP ejecutados aquel día, aunque habla del día en el que fueron condenados, por lo que deducimos que la canción se grabó antes. Sólo hay una referencia: un encendido discurso de una mujer (desconozco su identidad) al final de esta canción que cierra el disco. Para escucharla, pincha en el título de aquí abajo:

Tú vencerás

La lucha te ha ido forjando
entre el hambre y el metal,
entre el taller y la huelga:
tú vencerás.

¡Tú vencerás!
Eres la voz del futuro
¡Tú vencerás!
Eres la voz de este pueblo,
su libertad.

No te para la metralla,
no te calla el vendaval,
obrero de paso firme:
¡tú vencerás!

¡Tú vencerás!
Eres la voz del futuro
¡Tú vencerás!
Eres la voz de este pueblo,
su libertad.

Has alzado la bandera
de la lucha popular;
obrero, sigue adelante:
¡tú vencerás!

¡Tú vencerás!
Eres la voz del futuro
¡Tú vencerás!
Eres la voz de este pueblo,
su libertad.

Pedro Faura

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