Posts Tagged ‘PSOE’

Rollo y Movida


Movida promovida por el Ayuntamiento

The Refrescos

Ayer vi, confieso que a medias, el documental sobre “la Movida Madrileña”, Frenesí en la gran ciudad, que echó La 2… Al igual que con este documental, mis recuerdos de entonces son muy vagos, ya que yo era demasiado pequeño, y sólo alcanzó a recordar la “post-movida”; recuerdo con cierta simpatía ese ambiente madrileño, en el que la gente parecía vestir como quisiera, algo que, de repente, desaparecería en los 90 (por lo menos en las ciudades periféricas de Madrid), cuando ya en mi adolescencia había como un acuerdo tácito entre los mozuelos y mozuelas de vestir todos iguales. Ciertamente, yo desconocía lo negativo que se escondía tras el vestirse como uno quisiera, incluso cuando en mi primera juventud creía que entre los hippies y los punkies había una corriente de simpatía. ¡Ingenuo de mí!

Hay cierta confusión acerca de lo que fue o pudo ser La Movida, algo muy normal si se piensa que fue un fenómeno, no único, sino aglutinador de varios fenómenos socio-culturales e incluso políticos, de varias cosas que habían venido gestándose a lo largo de la década de los 70. Con la Movida ha pasado algo similar a los movimientos de los años 60 en los Estados Unidos: tras veinte años después, todo el mundo afirma haber estado allí, y acaban metiéndose cosas que no eran exactamente de eso, y, sobre todo, una mitificación, las más de las veces excesiva, y a menudo con efectos negativos. Y, como en todo, se acaba reduciendo a un único elemento, generalmente a los que les ha ido bien.

Antes de nada he de avisar: esto no es un escrito en tono halagador, con tintes nostálgicos. Va a haber mucha crítica, y además feroz, hacia algunas figuras que, confieso, no me caen demasiado bien ni personal ni artísticamente. Valoraré lo que tuvo de positivo y criticaré lo que tuvo de negativo, desde mi punto de vista. Y más que nada, este es un escrito para reivindicar un movimiento anterior, para mí, más genuino y auténtico como fue el Rollo. Respecto a la música, suelo distinguir entre lo que amo, entre lo que no me gusta pero respeto, y lo que desprecio.

Vamos a hablar un poco de la Movida para luego reivindicar otros movimientos que la precedieron y que se tienden a olvidar. Vamos a comenzar enmarcando el fenómeno en su momento político-social.

TIERNOGALVANEn 1977 tienen lugar en España las primeras elecciones generales desde 1936, que gana UCD, y el PSOE de Felipe González consigue una amplia representación. En 1979, en las primeras elecciones municipales de la nueva democracia, el PSOE gana la alcaldía de Madrid, y don Enrique Tierno Galván, una figura que había sido clave en el antifranquismo y durante la transición, con su activismo y su personalidad, filósofo y profesor de profesión, se convierte en el primer alcalde democrático de Madrid desde los días de la República: emprendió una serie de reformas y actividades en la ciudad, en diversos ámbitos, que le valieron el título de “el mejor alcalde de Madrid”, un Madrid que experimentaba entonces un momento brillante, un momento de explosión cultural, fruto de lo que entonces se había venido haciendo y forjando. Con su actitud comprensiva hacia la juventud madrileña de finales de los 70 y de los 80, se convirtió en el alcalde de los jóvenes, y obtuvo el título de ser el padrino de, primero, el Rollo madrileño –del que hablaremos abajo- y luego de la Movida.

Durante los años anteriores, el peso de la dictadura había conseguido, o al menos en apariencia, que los movimientos juveniles y la música que se había estado desarrollando en el Reino Unido y en EE. UU, entraran en España con algo así como de 5 a 10 años de retraso (aunque siempre había avezados): por ejemplo, y hablando exclusivamente de rock, el gran festival hippie de España, el Canet Rock, que agrupa a grupos de rock progresivo y a cantautores de lo más contestatario, tiene lugar en 1975, seis años después de que ocurriera el Woodstock estadounidense; en su edición de 1977, sería casi exclusivamente de rock, y de rock progresivo: muchas de las músicas que allí se tocaron, en sus países de orígenes, estaban ya superadas. Sin embargo, entre el año 78 y el 80, todo pareció entrar de golpe. De repente pareció que todo se pudiera hacer y que todo, tanto lo bueno como lo malo, estuviera permitido: y se pasó, de los de melena y barba contestatarios de los 60 y 70 a los de los pelos (que tanto asustaban a nuestros queridos abuelos) de finales de los 70, y de éstos a los de los pelos coloraos de los 80 (con los que los buenos abuelos ya se cambiaban de acera, aunque sus nietos fueran de éstos).

Eskorbuto - Ensayos 1982 - FrontYa en los 80 se respira cierto aire de libertad en algunas ciudades: las movidas madrileñas, gallegas, barcelonesas, etc., con sus variantes. La Movida era, al principio, un compendio de cosas, a menudo demasiado difusas y heterogéneas, por lo que se tiende a su reducción: había heavies y rockeros que suspiraban por los últimos alientos de Led Zeppelin y que abarrotaron el estadio para ver a los Rolling Stones en su gira del 82, y que se agrupaban bajo la bandera de grandes bandas como Obús, Ñu, Leño, etc.; punkies, tan heterogéneos como lo habían sido en el Reino Unido: de los pasotas, pasando por el punk-glam de la ambigüedad sexual o de la homosexualidad provocadora (Macnamara, Almodóvar, Las Vulpes –cuya actuación en TVE, con su canción “Me gusta ser una zorra” hizo que rodara la cabeza del director del programa, Carlos Tena-), hasta los más abiertamente corrosivos y activistas, tales como Eskorbuto, Kortatu, los canarios Escorbuto Crónico… que bebían de las diversas fuentes en que se había dividido el punk extranjero (una “primitiva” Alaska se convertía en musa del punk algo más “digerible” y “simpático”, a la par que surrealista); y, por último, grupos de pop y de rock estilo años 50 (Loquillo, Los Coyotes, La Frontera). Proliferan diversas manifestaciones de estilo underground, y en la televisión programas dirigidos a los jóvenes, con estos “nuevos” estilos, tales como La Edad de Oro, o el magazine infantil-juvenil (aunque más juvenil) La Bola de Cristal: ambos programas, estuvieron en el punto de mira de los conservadores, cuyo peso en la sociedad española no había disminuido en absoluto, que se escandalizaban con los contenidos que Lolo Rico, su directora, consentía en su programa: educación sexual, moda juvenil, tolerancia interracial… Recuerdo este vídeo, de la sección “El 4º Hombre”, presentado por Javier Gurruchaga, denunciando el Apartheid de Sudáfrica y haciendo una apología de los negros a través de algunas de sus figuras más emblemáticas:

Pedro Almodóvar y Macnamara: provocación sexual y moralY, a parte de la música, otras manifestaciones, como el cine underground del primer Pedro Almodóvar, o las artes plásticas, que bebían directamente del pop-art de Andy Warhol. Pero al mismo tiempo que el PSOE, que había ganado las elecciones generales del año 82, y que copaba la mayoría de los ayuntamientos, se iba aburguesando cada vez más, a la vez que habían entrado en sus órganos de poder gente que no deberían estar allí, tales como Corcuera (un ministro muy odiado, con sus leyes represivas) o Miguel Boyer (Nota: estos dos y otros habían ocupado cargos públicos administrativos en el tardo-franquismo, de la mano de ministros y secretarios liberales), que contribuyeron a hundir en el descrédito al partido de inspiración marxista fundado por Pablo Iglesias, la Movida también se hundía a mediados de los 80. Digamos que los grandes, ante la avalancha de políticos oportunistas que, plagiando a Tierno, buscaban hacerse la foto con los músicos de pop y “punk-pop”, habían desertado (o nunca habían querido pertenecer), y la Movida quedó reducida a algunas figuras, algunas de ellas figurines. En esos momentos surgen grupos musicales que los documentales se empeñan una y otra vez en meter en aquello, tales como Hombres G y otros, cosa muy errónea por varios motivos: quizás la banda del hijo del Summers se criara en esos ambientes, pero cuando aparecen en la escena musical, de la llamada Movida sólo queda el nombre y algunas figuras que se pretende que la definen, llevando a cabo ese reduccionismo; y, por otra parte, no había nada más “anti-movida” que estos nuevos grupos de estética y música más bien conformista. El éxito de estas bandas banderas de lo que la generación de mi madre llamaba con desprecio “peras” o “niños peras”, y la pretensión de incluirlos en la Movida, supuso el tiro de gracia a un movimiento esencialmente inconformista. Aunque gran parte de culpa en esto la tuvieron los supervivientes.

movidaPorque ahora viene la crítica. La Movida, desde sus comienzos hacia el año 78, no era más que un nombre que designaba aquel compendio de nuevas manifestaciones artísticas y sociales de la juventud española; pero a mediados de los 80, los que habían triunfado se apropiaron, en cierto modo indebidamente del invento, reduciéndolo al post-modernismo, al glamour, a su visión de los hechos. Modernos, post-modernos y pseudo-punkies, que le besaban el culo al Andy Warhol enamorado de Imelda Marcos (no sin razón, algunos de ellos alaban e idolatran hoy el glamour de nuestra señora Marcos particular, Carmen Polo con su collar de perlas y sus descendientes femeninas, al tiempo que colaboran o han colaborado en medios de ultra-derecha), dan su visión de lo que supuso la Movida, ¡y hasta del punk español!, siempre que tienen ocasión: como dijo su alta representante, Alaska, no eran de izquierdas ni de derechas; obviamente, no podían ser de derechas, pero repudiaban a la generación anterior y su activismo político, mostrándose en esto sumamente desagradecidos, ya que muchos de aquella generación no sólo propiciaron el cambio necesario, sino que incluso los apoyaron, produjeron, etc. Desde entonces, la visión general que imperó acerca de aquella primera juventud de los primeros 80 fue la de una generación despolitizada (en el peor sentido del término), relativista (no sólo moralmente, sino también política y socialmente), hedonista pero en el sentido egoísta del concepto, libertina, frívola… Ignorando que muchas otras personas tenían preocupaciones más grandes que si les quedaría bien la cresta con purpurina púrpura, ensayar poses falsas de pretendida ambigüedad sexual transgresora, o fingir que les gustaba la última mierda cinematográfica underground que cagó el más pedante y cool de los postmodernos. Ciertamente se cocieron muchas cosas, gran parte de ellas positivas: la liberalización de las costumbres, de la sexualidad, una tolerancia mucho mayor que la que antes había habido, y, sobre todo, le restaron peso al conservadurismo tradicionalista.

El periódico de sucesos "El Caso" se hacía eco de la batalla en el Rock-OlaPero también tuvo cosas negativas socialmente: de repente, las drogas duras entraron en tropel; no es que antes este problema no hubiera existido, pero ahora se acuciaba, y muchas de las veces por algo tan idiota como que “se puso de moda”. La heroína, por ejemplo, arrasaba en los ambientes punk, y llegó a ser un problema tan dramático, que alguno de los supervivientes aseguran haber asistido a un funeral por semana; también en los círculos cool, y el efecto fue parecido al que pasó en otros países: cuando los “niños bien”, o bien hartos de su falso inconformismo, o bien descubriendo lo dañina que era, la traspasaron a los barrios pobres, aunque ellos le siguieron dando a la coca, la droga de moda; y de repente, los yonquis que se arrastraban por las ciudades en busca de un pico no eran ni tan interesantes ni tan cooles como Lou Reed. Otro aspecto negativo fue el fenómeno de las tribus urbanas: en principio, no había nada de malo en vestirse como uno quisiera; lo malo es que esto degeneraba en enfrentamientos absurdos que ni ellos mismo comprendían: ya no era ni siquiera una cuestión social o política, era, simplemente, una rivalidad mal entendida la que llevaba (y sigue llevando) a grupos que les gusta un tipo determinado de música y estética a enfrentarse con otros que les gusta otro tipo de música y practican otra estética. Hasta la ultraderecha acabó aceptando esto cuando las juventudes ultraderechistas adoptan la estética skin-head inglesa, colgando sus formales trajes de niño bien. El hecho adquiere proporciones dramáticas cuando en uno de los templos de la Movida madrileña, la discoteca Rock-Ola, tiene lugar un suceso trágico, a la par que absurdo: un muerto tras una reyerta entre jóvenes rockers y mods, una rivalidad que había practicado la juventud inglesa de los años 60 y que ni ellos sabían por qué. ¡Cómo la iban a entender unos chavales de Madrid! Este suceso en el año 84 pareció alimentar a la prensa sensacionalista y a aquella que, sin dejar de ser sensacionalista, deseaba desde hace tiempo sepultar de una vez por todas este fenómeno a veces tan malentendido; y así la discoteca Rock-Ola pagó los platos rotos de una fiesta que comenzaba a mostrar su lado negativo. En 1988, José Luis Corcuera, un siniestro personaje del PSOE, ocupó el Ministerio del Interior; en 1992 decretaba la “Ley de protección de la seguridad ciudadana”, conocida como “Ley Corcuera” o de “patada en la puerta”, del que, como ejemplo, ponemos este extracto, que fue declarado nulo por el Tribunal Constitucional:

A los efectos de lo dispuesto en el párrafo anterior, ser  causa legítima para la entrada y registro en domicilio por delito flagrante en conocimiento fundado por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que les lleve a la constancia de que se esté  cometiendo o se acaba de cometer alguno de los delitos que, en materia de drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas, castiga el Código Penal, siempre que la urgente intervención de los agentes sea necesaria para impedir la consumación del delito, la huida del delincuente o la desaparición de los efectos o instrumentos del delito.

Ley Orgánica 1/92 de 21 de febrero, de protección de la seguridad ciudadana, Art. 21.2

Esto es muy ilustrativo: muchos de los miembros del Partido Socialista habían simpatizado ampliamente con la “nueva ola”, algunos de una forma más honesta que otros, y muchos buscaron la foto para dotarse de un halo de modernidad. El cambio de actitud del gobierno hacia ciertas formas de “libertad de costumbre” presagiaban que la década siguiente iba a estar regida por un espíritu mucho más conservador. A fin de cuentas, y a pesar de lo que pudo haber dicho, el señor Felipe González decidió que lo mejor para España era permanecer en la OTAN.

Radio Futura: uno de los mejores grupos de la Movida madrileñaMusicalmente, también son bastante criticables algunas actitudes. Vuelvo a lo de antes: la Movida –e insisto: entendiéndola como un superfenómeno aglutinador de otros fenómenos socio-culturales- no tuvo una única música, tuvo varias, si bien es cierto que, por aquello de la moda, imperaban estilos más acordes a lo que se estaba haciendo ya entonces en el Reino Unido: pop, new wave, punk suave, etc. Sin olvidar a los grupos de rock duro, punk rock e incluso a algún que otro cantautor (la inclusión de Sabina en la Movida siempre me ha parecido algo hecho con ligereza, aunque por otro lado muchas de sus canciones de entonces entroncan muy bien con el espíritu de la época). La opinión de un amigo, que sabe de esto un huevo, es que supuso un tremendo paso hacia atrás en lo que a calidad en producción de los discos se refería; y la comparto ampliamente. Recuerdo la concepción que tenía de algunos de esos grupos entonces: me parecían sumamente idiotas muchos de ellos; mi percepción hacia algunos ha cambiado, pero respecto a otros, sigue invariable. No obstante, aquella época dio a grandes genios de la música popular española, como Santiago Auserón, Enrique Urquijo o Antonio Vega. Sin embargo, a finales de los 80, e incluso a mediados, todo era muy comercial, muy falso: de los grupos que se autodenominaban punkies (no hablo de los punkies auténticos) no quedaba nada más que unos pelos teñidos: ¡hasta en la versión española de Barrio Sésamo aparecían bailando con Espinete (que tenía la cresta de fábrica)! Y, por su parte, algunos punkies auténticos y otros irreverentes parecidos, caían en la misma trampa que sepultó a sus ídolos ingleses al revolverse contra la generación anterior (progresista, antifranquista y, a veces, utópica) y su, como decían ellos, forma correcta de pensar; y así, en el primer disco de Ilegales se incluye la canción más gilipollas del rock español, “Heil Hitler” (que digo yo que me parece muy bien que no te caigan bien los hippies… Pero de ahí a gritar “Heil Hitler” porque a ellos no le guste y a decir “simpáticos los nazis”…), mientras que el grupo Oi!, Conemrad (formado por ex miembros de Escorbuto Crónico, de Canarias) se ganaba el epíteto de neo-nazis por culpa de una pretendida parodia del “USA for Africa” que llevaron a cabo grandes estrellas musicales internacionales, titulada “La Laguna por África”, cuya letra, por su carácter sumamente racista y violento, no pienso reproducir aquí (aquí se puede leer una nota acerca de lo que pensaban sobre ello y qué fue lo que los llevó a hacer semejante canción; les ennoblece el sentirse bastante avergonzados por ello, al contrario que Jorge Martínez de Ilegales, de quien no creemos que sea un nazi, pero por alguna razón que desconocemos sigue defendiendo su aborto de canción, y a veces con argumentos de lo más estúpido). Y es que tal vez, Gabinete Caligari les podría haber hablado del precio de la provocación por la provocación, de cómo la bromita de declararse fascistas –sin pararse a pensar que los productores, periodistas y críticos musicales de entonces eran los antifranquistas de los años 70: aunque en realidad se trataba de eso, de cargar contra los hippies antifascistas de la década anterior porque eran quienes manejaban ahora los medios- casi acaba con su carrera, y todo por imitar una forma de provocación inglesa que ya estaba muerta y enterrada; quizás desconocían que, ya por entonces, en la patria del punk, había grupos de “música” que llevaban brazaletes nazis y decían practicar una aberración llamada “rock contra el comunismo”, y que era una aborto de esa estupidez de la provocación (¿provocación a quién?, nos preguntamos). Pero nos hemos desviado del tema… Quería decir que, musicalmente, hubo grandes grupos, de todos los estilos, de todas las tendencias, aunque quizás, como siempre, no se recuerde exactamente a los mejores de aquéllos. Pero nunca he estado de acuerdo en que fue el mejor momento de la música popular española, aunque algunas de sus figuras me parezcan respetables. Y aquí viene mi reivindicación.

Para algunos de los más postmodernos de la Movida, ésta supuso una ruptura con la anterior juventud: la juventud del 68, la juventud antifranquista, a laimages que consideraban excesivamente, o no excesivamente, politizada. Pero vamos a aclarar una cosa: la Movida no surgió por generación espontánea, y ni mucho menos fue un invento de los que eran tan guays que podían estar desinteresados de la política (aunque alaben los collares de doña Carmen Polo de Franco y escribieran en el medio de su amigo del alma Jiménez Losantos); los que realmente crearon el ambiente propicio para ello eran herederos, e incluso partícipes, de la anterior generación, pues antes de la Movida –y me voy a poner bíblico- existió el Rollo. El Rollo, al contrario que –insisto- algunos de la Movida, suponía una continuación, e incluso una colaboración, con la “generación anterior”. En la actitud comprometida de la mayoría de sus letras, podían autoproclamarse herederos de los cantautores contestatarios (a los que en los 80 darán la espalda algunos que respaldarán la Movida), y musicalmente, de los grandes grupos de rock progresivo, duro y psicodélico de los 70: Triana, Smash, Alameda…, abanderados del rock andaluz, nuestro rock sureño), los gallegos NHU (algunos de cuyos miembros colaboraron en la presentación del último disco de Benedicto como cantautor), los vascos Errobi, o incluso la banda de folk urbano madrileño Suburbano (capitaneados por Luis Mendo y Bernardo Fuster), y el gran rock progresivo catalán, la Música Laietana: Máquina!, Iceberg, Companya Elèctrica Dharma, y los cantautores experimentales Pau Riba y Jaume Sisa. A mediados de los 70 se formaron en los barrios populares de Madrid y otros sitios grupos de rock inspirados por el rock duro extranjero, que, dado su carácter temático de problemática social de esos barrios y ciudades, se dio en llamar rock urbano, para luego convertirse en el rock duro y en el heavy metal de los 80: Bloque, Asfalto, Leño (con Rosendo Mercado), Topo, Coz, Ñu, Cucharada (con Manolo Tena), Burning (con cierta fama de macarrillas, por la inclusión de un tema suyo en la película Navajeros), Gran Wyoming con su grupo Paracelso… Y luego bandas impresionantes del heavy en castellano como Obús, Ángeles del Infierno, Los Suaves, Barón Rojo… Y algunos punkies, como Kaka de Luxe (no sé si ya con Alaska). Toda esta premovida se desarrolla en un ambiente de colaboración entre los anteriores y los nuevos: productores, músicos y periodistas como Manolo Díaz, Hilario Camacho Gonzalo García Pelayo o Adrian Vogel apoyan a estos grupos; labor que merece la pena mencionar fue la Vicente Romero “Mariskal”, un disk-jokey radiofónico de los 70, que trajo los discos más innovadores del extranjero, y que abrió el sello discográfico en el que grabarían la mayor parte de estos grupos: “Chapa Discos”. Pero también contó con el recién estrenado alcalde de Madrid en 1979, don Enrique Tierno Galván, quien presidía a menudo el certamen-concurso del bario “Rock Isidro” (cuya segunda edición, creo, la ganó el Gran Wyoming), y donde comenzó todo.

FiestaPCE_cartel1986Personal y musicalmente el Rollo me parece un momento musical mucho más interesante y genuino que la Movida, o mejor dicho, lo que se dio en entender por ella: la mayor parte de estos grupos de rock de esta época eran unas personas que, sin renunciar a hacer buena música, se involucraban en los asuntos de entonces, y que eran muchos, aunque el fracaso del golpe de Estado intentara ocultarlos. Y por ello, socialmente, el bienio 1978-1979 me parece mucho más interesante, siendo una verdadera época de transición social. Tampoco se planteaban que tuviera que haber una ruptura necesaria, como predicaban los post-modernos, ni una provocación malentendida. Y, lo que era más importante, frente a la actitud indolente de algunas de las estrellas postmodernas de la Movida, a estas bandas no se les caían los anillos a la hora de protestar por cosas serias, como fue la protesta contra la permanencia en la OTAN, compartiendo cartel con los cantautores consagrados. No en vano Julio Castejón, líder de Asfalto, autocalificó a su grupo y a otros como “cantautores eléctricos”.

Pero bueno, si he dicho que intentar plantear una crítica musical y social a la Movida de los 80 me venía grande a causa de mi edad, hablar de el Rollo ya ni te cuento: con 0 años no te dejaban entrar en un concierto de Leño. Pero quedan algunos testimonios por aquí y por allá. Del blog de Adrian Vogel, recomiendo la lectura de estas entradas:

Y a partir de ahí se pueden rastrear más entradas. Interesantes también son las crónicas de Javier García-Pelayo (por cierto, sí: Gonzalo y Javier son las personas en las que se basa la película The Pelayos) sobre Smash y el rock progresivo de los años 70.

A parte, me parece que se reedita la película estandarte del Rollo: Nos va la marcha: ahí va una selección:

http://www.youtube.com/results?search_query=nos+va+la+marcha&oq=nos+va+la+marcha&gs_l=youtube.3..35i39.7644.8265.0.9188.2.2.0.0.0.0.134.239.0j2.2.0…0.0…1ac.1.HW71jL1z9qE

Y bien, hasta aquí hemos llegado: esto no es más que mi opinión personal del tema, fruto de discusiones privadas y de lo que he aprendido escuchando discos (se puede aprender mucho de una época escuchando sólo sus discos). Naturalmente sé que algunas de mis palabras herirán la sensibilidad de algunos seguidores de ciertas personas por las que, lo siento, no tengo demasiado respeto. Puede que lo parezca, pero en ningún momento he pretendido decir que la música popular tenga que hablar sobre los problemas actuales: ése es un elemento que yo, personalmente, valoro bastante, aunque admito que no es condición para que una música, un grupo o un cantante sean buenos; si la crítica ha derivado a eso, lo lamento.

Con la mochila a cuestas VII (Homenaje a Labordeta): el paisano


Estas arcillas viejas,
estas arcillas pobres,
sólo crean miseria,
sólo producen hambre…

(Labordeta, “Las arcillas”)

LABORDETA, inicialAntes que nada, a la manera de Pepe Isbert, “os debo una explicación”… El año pasado, a raíz del fallecimiento del gran José Antonio Labordeta, habiéndome su magnífico libro Regular, gracias a Dios, comencé una serie de homenajes a Labordeta abordando sus distintas dimensiones, tanto biográficas (su infancia, su juventud), como profesionales (profesor, poeta, cantante), más que de una manera “profesional”, sentimental… Y es que cuando falleció, un amigo mío que fue amigo suyo me dijo que no sólo me habría gustado conocerle a mí, sino que yo le habría gustado a él, algo que me emocionó mucho… Pero volvamos a la explicación pues: el último cuelgue lo hice a finales de octubre, bajo el título de “El Juglar”, en el que hablaba sobre su faceta de cantante popular (es decir, del pueblo); quise continuar, pero la verdad es que no sabía cómo… Así que lo fui dejando, dejando, sin saber muy bien cómo acabarlo. Ha sido el maestro Lucini, en su entrada de hoy, con el abecedario poético de Labordeta, el que me ha recordado que el próximo día 19 se cumplirá un año desde su fallecimiento, por lo que he decidido dedicarle dos entradas más para cerrar el ciclo como Dios manda.

El Paisano

La gran virtud de José Antonio Labordeta, en todo lo que llevó cabo, fue la de conectar íntimamente con el pueblo: como cantor, volvemos a decir lo que Tuñón de Lara escribió en la reseña de su LP Cantar i calla: Labordeta no le cantaba al hombre, se ponía a su lado. En su ciudad natal, José Antonio estaba muy próximo a sus vecinos, a sus sentimientos y preocupaciones: le impresionaba la humildad y obstinación de un pueblo campesino, que a menudo se veía obligado a emigrar, pero siempre con esa curioso orgullo que brilla con extraña luz en los ojos de –como dijo Dostoievski- los humillados y ofendidos; y luego estaban las terribles historias de la guerra civil, que aunque fueran como secretos murmurados a voces, Labordeta oyó desde niño. Por esa razón, la mayoría de sus canciones están dedicadas a esa gente: humilde, pero a la vez obstinada y orgullosa, hecha del mismo barro sagrado de la creación y de sus casas.

Caricatura para el libro de González LuciniEn gran medida el pensamiento de Labordeta era muy machadiano: “… Todo arte verdadero será arte proletario. Quiero decir que todo artista trabaja siempre para la prole de Adán…”, dijo el inmortal poeta durante la guerra civil (cita completa: https://albokari2.wordpress.com/2007/02/26/%C2%BFquien-puede-resistirse/); un pensamiento que, sin duda, se debía a una de sus grandes influencias, su propio padre, el profesor Miguel Labordeta Sr., que desde la dirección del colegio Santo Tomás de Aquino impartía clases a niños de toda clase social, a veces hasta gratis, comprendiendo la terrible situación que atravesaban algunas familias. Don Miguel era un hombre justo, socialista –no sólo de ideología política, sino más bien en la comprensión intuitiva de que todos somos iguales- que durante la guerra civil dio cobijo a gentes de ambos bandos, a pesar de haber sido amenazado en más de una ocasión, y de ese sentimiento de justicia y de igualdad, de ese humanismo de andar por casa (a veces las cosas de andar por casa, al no estar estropeadas por excesivas consideraciones teóricas, son las mejores), recibió José Antonio sus primeras lecciones: ponerse siempre del lado del que sufre (“ellos son tus mejores amigos”, escribió Nicola Sacco a su hijo mientras esperaba ser ejecutado), nunca actuar con superioridad respecto al otro, y, sobre todo, condenar siempre la injusticia. Con este pensamiento de base, el joven Labordeta se enfrentaba al mundo de la dictadura.

1284634154712Maestros de la Segunda República, la Institución Libre de Enseñanza, los intelectuales, artistas, etc. asesinados, encarcelados o en el exilio, la poesía de su propio hermano, Miguel Labordeta… De todos ellos Labordeta aprendía que, también como dijo Machado, para poder ser universal primero hay que ser popular: conectar con la gente de las clases humildes más cercanas para poder conectar con las de todo el mundo. Y eso era algo que, en primer lugar, él quiso enseñar a otros en sus clases, y, luego, a través de sus canciones… Maravillosas canciones que la más de las veces nos hablan de lo concreto, de lo cotidiano, de una gente que era la suya, la tuya, la nuestra, pues, aplicando la máxima seegeriana –en cierto modo, variante de la de don Antonio- de pensar globalmente y actuar localmente, Labordeta comprendía que sus canciones debían de hablar de las cosas en este orden: en primer lugar, de las gentes de Aragón: así, Labordeta acercaba al resto del país qué era Aragón y cómo era su gente, y nos sentíamos cercanos, vecinos: y la gente descubría que los problemas y las cuitas de aquella gente eran similares a las suyas –ay de aquel que diga que sus canciones, o las de Raimon, o las de Llach, o incluso las de Paco Ibáñez, han servido para separarnos: a los que mienten, les baja una candela del cielo que les quema la lengua-; luego, a nivel nacional –independientemente de lo que esto signifique, no se me ofenda nadie-, conectando con las gentes de toda España por ese hermanamiento que descubre que, con los matices dados por cada región, los problemas venían a ser más o menos los mismos; y, finalmente, a nivel universal, descubriéndonos que nuestros problemas se enmarcan en una problemática de dimensiones globales. El cantor de la humilde tierra de Aragón conectaba con la gente de todo el mundo: ¡qué orgulloso estaba cuando se enteraba que gentes de Latinoamérica, tanto marxistas como cristianos de base, adoptaban sus canciones en sus movilizaciones! ¡O incluso mucho más lejos, en el sudeste asiático, en todo el mundo!

1284634092921Fue, precisamente, su sentido del paisanaje, su admiración y respeto hacia la gente humilde, a la clase trabajadora, lo que le lleva a la televisión: en 1990, interpreta al señor Dupont, un vendedor de molinillos de papel (algo tan tierno que le iba que ni pintado), en la serie televisiva dirigida por José Briz Méndez Del Miño al Bidasoa, basada en la novela homónima de Camilo José Cela. Esta serie fue el germen de la docu-serie más famosa, Un país en la mochila, un encargo de RTVE que él se encargó en dirigir y en presentar: a través de sus capítulos, Labordeta –aparentando recorrer a pie la Península y las Islas- nos presentaba impresionantes paisajes naturales, a veces en contraste con la modernidad, gentes campesinas, algunas curiosas, que hablaban con sencillez y claridad; nos hablaba de las costumbres de la tierra, siempre con un respeto y una admiración propia de él, al tiempo que a veces nos ofrecía sus canciones y poemas. La gran virtud de esta docu-serie fue, en contraposición a muchos documentales rurales, que nos presentaba a la gente no como elementos estáticos del paisaje, o como resquicios del pasado: al contrario, eran gentes vivas, que hacían cosas interesantes y tenían muchas cosas que decir… Y Labordeta les daba la palabra. Otra aparición ante la cámara fue en la adaptación al cine de la novela de Ramón J. Sender, Réquiem por un campesino español (Francesc Betriu, 1985), en donde, muy apropiadamente, interpretaba al pregonero del pueblo.

Nº 1 de la revista AndalánEnseñar y cantar para cambiar el mundo era un buen comienzo, pero Labordeta, como otros cantantes que pensaban que para ello podían y debían hacer algo más (pienso, por ejemplo, en Adolfo Celdrán, que estuvo en la lista del PCE, o de mi estimado Benedicto, uno de los fundadores del Partido Comunista de Galicia), no se conformaba con esto, que estaba muy bien, pero no dejaba de ser una base: así que decide actuar más activamente. No es cierto, como piensa mucha gente, que Labordeta comenzara su carrera política ya como cabeza de lista del CHA (Chunta Aragonesista): su carrera política activa ya había comenzado mucho antes, a principios de los 70, como co-fundador, junto a Eloy Fernández Clemente y otros, y colaborador de la revista Andalán –cuyo nombre, si no recuerdo mal, es una voz aragonesa que significa plantar árboles en surcos y no en hoyos individuales-, una de las publicaciones más importantes de Aragón en cuanto a la formación de un pensamiento y espíritu crítico en la ciudadanía. En 1976, de cara a la transición, fue uno de los fundadores del Partido Socialista de Aragón, PSA (Labordeta, haciendo gala del humor negro made in Aragón, contaba que cuando la doctora le preguntó que si sabía que era el “PSA” –el índice que mide la presencia de tumores en un análisis de sangre-, él respondió, con toda ingenuidad, que claro que sí, que “yo ayudé a fundarlo”), y más tarde concurrió en las listas de Izquierda Unida al Senado. Ya después, una vez “reclutado” para el partido regionalista o nacionalista CHA, fue elegido diputado en el Grupo Mixto. Él mismo declara en su libro que, al principio, al ser él un hombre de tendencias internacionalistas y el CHA un partido nacionalista, tuvo sus reservas, pero una vez examinadas las bases y el programa, aceptó, y ¡la hostia!, declaro: que no se veía tan buen político desde los tiempos de Azaña o de Tierno (con excepciones, por supuesto). Somos legión todos aquellos que sentíamos el impulso de empadronarnos en alguna provincia aragonesa para poder tener el inmenso honor de decir “yo voté a Labordeta”.

Viñeta de AzagraAhora, un poco de crítica hacia políticos y medios de comunicación. Desde el año 2000 hasta el 2008 en que ocupó escaño, tanto en la legislatura de José María Aznar como de José Luis Rodríguez Zapatero, la gente llana y sencilla nos sentíamos, aunque fuera a través de Aragón, representados por alguien por primera vez en la vida, y que me perdonen IU y otras formaciones de izquierda, y las bases del PSOE, pero es que nadie hasta entonces había hablado en aquel lugar de una manera tan comprensible para nosotros, de una manera en la que dijéramos “eso es lo que habría dicho yo”. Labordeta, ya no sólo por el partido al que representaba, sino por cierta prensa hostil hacia su persona (siempre se ceban más con los buenos), le representaban como un nacionalista, separatista independentista (que tampoco es necesariamente malo, a menos que se roce el fascismo), y no era verdad: todos nos sentíamos representados. Uno de sus grandes caballos de batalla fue la oposición al trasvase del Ebro, “Aragón no tiene agua que dar”, decía, “¡insolidario!” le llamaban señoritos que, mientras clamaban en la cámara por el agua del Ebro porque sus regiones la necesitaban (algo que él no ponía en duda), malgastaban la poca que tenían abriendo campos de golf y urbanizaciones de lujo, al tiempo que su prensa afín ponía a la gente de estas provincias en contra del profesor, poniendo en su boca cosas que no había dicho. Y es que, también en política, Labordeta puso en práctica su máxima, quizás alguna vez –y lo reconoció- se equivocara, y otras lo hizo bien, y Aragón estaba orgulloso de uno de sus mejores hijos; pero lo que no hizo nunca fue desatender las otras dos dimensiones, tal como lo hizo también en la canción: defendió la enseñanza de las humanidades y se opuso con todas sus fuerzas al apoyo de la guerra de Iraq (guerra que comenzaron un cowboy borracho de Texas y un estirado británico y que apoyó un mayordomo con bigote): allí, como una reedición del enfrentamiento de Unamuno y Astray, un enfrentamiento entre la razón y la violencia, Labordeta hizo vibrar la misma profunda y sonora voz de cantante, resonando en las paredes y cúpulas del congreso (aún agujereadas por las balas de Tejero), al leer un hermoso poema de su hermano Miguel: y los agujeros del 23-F se rellenaron con un cemento que hablaba de justicia, razón y paz. Pero los medios, a sueldo a día de hoy de los grandes intereses empresariales, de los dos grandes partidos, sólo sabían sacarle cuando protagonizaba la “anécdota del día”: el famoso “a la mierda”, el llamar gilipollas a otro parlamentario del PP (que no le dejaba hablar, como en el anterior caso, y, francamente, y aunque luego le pidiera perdón, Labordeta no parecía ser un hombre que te insultara por nada…), llenaban, en vez de sus alocuciones sensatas y llenas de razón, los telediarios afines, con el fin de ridiculizarle, de desprestigiarle…Pero no lo conseguían: incluso en esto nos emocionaba, porque ¡por fin alguien hablaba claro!

1140798076_0Labordeta, indudablemente, era de izquierdas, aunque no parecía adscribirse a ninguna corriente ortodoxa, y regionalista, pero sin perder de vista otras realidades; se consideraba relativamente nacionalista, sobre todo porque suele llevar a posturas más bien conservadoras, pero siempre comulgó con el internacionalismo; y se definía como ácrata y “anarcoburgués”. Pero era siempre el sentimiento y el sentido de la justicia lo que no le hacía perderse en pensamientos dogmáticos y maniqueos. Una muestra de ello es esta canción, de su disco de 1984, Qué queda de ti, qué queda de mí, acerca de la guerra fría, en la que reparte sopita para todos y no se casa con nadie:

Escuchar: http://www.goear.com/listen/6566a0e/desobediencia-civil-jose-antonio-labordeta

Desobediencia civil

Les devuelvo el DNI
porque yo no quiero ir
donde me van a mandar
con carné de identidad
pues aquí hay que empezar
a decir ya la verdad
que no nos gusta morir
ni en Varsovia ni en la OTAN.

Te aseguran los del dólar
que ellos lo hacen por la paz
y que por eso conviene
estar todos en la OTAN,
pero tú no te lo crees,
te lo pones a dudar,
eres un chico tremendo
no te crees casi ná.

Luego van los "orientales"
y con ese humor sin parar
te pregonan que ellos lo hacen
por la paz y la igualdad
tu tampoco te lo crees
viendo tanto militar
armado hasta los dientes
y con cara de mal plan.

Ustedes dicen que blanco
rosa dicen los de allá,
negro aseguran algunos
que se está poniendo ya
el panorama completo
de todo este personal
del mundo, del universo
y del sistema solar.

Porque si en serio desean
que aquí funcione la paz
déjense de cachondeos
y pónganse, de verdad
a fabricar con las armas
bicicletas, panecillos,
conciertos al aire libre
y tortás de mazapán.

José Antonio Labordeta

http://www.cancioneros.com/nc/12119/0/desobediencia-civil-jose-antonio-labordeta

“Hombres blancos hablar con lengua de serpiente”


20061104101106-otan-no-cacaConviene siempre ser crítico, y, si además uno se siente traicionado, hiriente a más no poder. Hacia el año 86, con el trasfondo del debate sobre la permanencia de España en la OTAN, la izquierda española se sentía traicionada por el entonces presidente del gobierno, el socialista Felipe González, al incumplir su promesa de retirar a España de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Muchos artistas e intelectuales se movieron, junto a las iniciativas populares, en campañas contra la OTAN. Uno de ellos, Javier Krahe, tenía una canción demoledora en la que interpretaba a un indio al que le había estafado uno de aquellos “rostros pálidos” que en las películas del oeste salen como buenos: la idea era que Felipe, el hombre blanco, había actuado como aquellos dirigentes estadounidenses con los indios, la población española, haciéndoles promesas que no cumpliría, y por eso Krahe decide desenterrar el hacha de guerra; el gran escándalo llegó cuando Joaquín Sabina le invito a tocar en un concierto, y entonces, mientras la gente se volvía loca con el lema “hombre blanco hablar con lengua de serpiente”, las cámaras de TVE, vergonzosamente, dejaron de grabar.

Hoy, a casi treinta años de entonces, yo, particularmente, me siento traicionado cuando Zapatero, quien otrora sacó a las tropas de Iraq y algunos le auparon como adalid de la paz, apoya la intervención armada en Libia y presta material para ello. La canción no la dirijo sólo contra él, sino contra todos ellos: de algunos, como Berlusconi y Sarkozy, me lo esperaba, otros, como Obama y Zapatero, me han decepcionado profundamente. He de decir, que “Cuervo Ingenuo no fumar pipa de la paz con tú ni con tú”.

Cuervo Ingenuo

Tú decir que si te votan
tú sacarnos de la O.T.A.N.,
tú convencer mucha gente,
tú ganar gran elección,
ahora tú mandar nación,
ahora tú ser presidente.
hoy decir que es alianza
ser de toda confianza
incluso muy conveniente,
lo que antes ser muy mal
permanecer todo igual
y hoy resultar excelente.
Hombre blanco hablar con lengua de serpiente.

Cuervo ingenuo no fumar
la pipa de la paz con tú.
¡Por Manitú!
¡Por Manitú!

Tú no tener nada claro
cómo acabar con el paro,
tú ser en eso paciente
pero hacer reconversión
y aunque haber grave tensión
tú actuar radicalmente.
tú detener por diez días
en negras comisarías
donde mal trato es frecuente,
ahí tú no ser radical,
no poner punto final,
ahí tú también ser paciente.
Hombre blanco hablar con lengua de serpiente

Tú tirar muchos millones
en comprar tontos aviones
al otro gran presidente
en lugar de recortar
loco gasto militar
tú ser su mejor cliente.
Tú mucho partido pero
¿es socialista, es obrero?
¿o es español solamente?
pues tampoco cien por cien
si americano también:
gringo ser muy absorbente.
Hombre blanco hablar con lengua de serpiente

Javier Krahe

La historia explicada:

Vitoria/ Gasteiz, 1976: Campanadas a muerto


 

Hace 32 años exactamente, tuvo lugar en Vitoria uno de los hechos más vergonzantes de la historia, ocurrido durnate la llamada transición democrática: el asesinato por parte de las fuerzas policiales de cinco obreros que luchaban por sus derechos, por el que, a día de hoy, no sólo nadie ha sido juzgado y tal como garantiza cualquier estado democrático, sino que se siguen vertiendo mentiras aberrantes desde las perspectivas patronales. Los responsables políticos no sólo no han sido juzgados, sino que, hoy por hoy, se les condecora como padres de la democracia. Los obreros Pedro María Martínez, Francisco Aznar, Romualdo Barroso, José Luis Castillo y Bienvenido Perea fueron víctimas de un año duro, de enorme controversia política y económica, pero también de la irresponsabilidad política de ciertos ministros y de un presidente del gobierno que parecía confiar en que el general pudiera resucitar.

Durante los primeros 70, todavía bajo la jefatura de Franco, debido a la peculiar política económica, España parecía todavía totalmente ajena a la enorme crisis económica que se abatía sobre el mundo (principalmente debido al conflicto árabe-israelí y el consecuente encarecimiento del petróleo): en 1974 las clases medias y altas españolas podían todavía derrochar al tiempo que alababan lo que aún se conocía como «el milagro económico español», al tiempo que los emigrantes españoles eran expulsados de Francia, Suiza, Alemania, etc. debido a la imposibilidad de pagarles que sufrían estos países por culpa de esa crisis. Pero era una situación que cualquier analista económico hubiera podido preveer: muy pronto caen grandes empresas dedicadas a la industria turístico-inmoviliaria por fraude. Hacia 1975 los efectos de la recesión mundial comenzaron a notarse fieramente entre la clase obrera, y en 1976 todo esto comenzó a estallar.
En Enero de 1976 se juntaban varias cosas en un conglomerado peligroso e insostenible. Políticamente, no hacía ni tres meses que Franco había muerto y el príncipe Juan Carlos había asumido la jefatura del estado; la presidencia del gobierno la ocupaba todavía Carlos Arias Navarro. Aunque parecía existir esa voluntad de apertura por parte de algunos ministros, los reformistas, como Manuel Fraga, ministro del interior, y Areilza, ministro de exteriores (y el mejor valorado por la casi plena oposición democrática), Arias Navarro seguía con su dinámica de inclinarse repetidamente hacia el sector duro del gobierno, los llamados inmovilistas, o, popularmente, «el búnker» (Girón de Velasco, Piñar, casi todos los ministros militares…), frenando continuamente todos los proyectos aperturistas, como la Ley de Asociaciones políticas, que, aunque siguiera sin reconocer la legalización del PCE y similares debido a una cláusula, contaba con el rechazo de plano del búnker. No obtsante, consiguió ser aprobada. Mientras tanto, entre los ultras comienza a surgir un nuevo lenguaje que ya habían inventado algunos todavía en vida de Franco: esos traidores de los juramentos y los pactos. Lo cual crea una situación de reacción generalizada en muchos campos todavía dirigidos por gente afines al búnker: la policía y el ejército principalmente.
Económicamente, como ya he dicho, la enorme recesión mundial comenzaba finalmente a hacer estragos en España desde finales del 75. El Enero del año 76 se recuerda como el de más amplio movimiento huelguista de la historia reciente, con medio millón de trabajadores en huelga en Madrid, Cataluña y País Vasco. Estas huelgas tampoco eran ajenas al momento político realmente. El sindicato que promovía casi todas las huelgas era Comisiones Obreras, el sindicato del Partido Comunista, el cual estaba planteando las huelgas como un reto político hacia el gobierno. Sumar a esto también que desde el año 73 al 74, la sociedad se había politizado sumamente y poco a poco se iba hablando con más convicción y menos miedo; la clase trabajadora cada vez menos se creía el cuento nacional-sindicalista de que Franco velaba y cuidaba de ellos y que el sindicato vertical estaba allí para ellos, e iban adquiriendo una tremenda conciencia de clase: las razones creo que son obvias.
El caso más dramático estaba aconteciendo en Vitoria, con los obreros de Industrias Alabesas; se estaba en esos momentos negociando 2000 convenios colectivos, los obreros no cobraban y muchos temían por su puesto. Las mujeres de los trabajadores, en solidaridad con sus maridos, caminaban por las calles de Vitoria con las cestas de la compra vacías en señal de denuncia.
Por su parte, había gran indignación por el discurso dado ante las cortes de J. M. Villar Mir, ministro de hacienda: un discurso muy ajustado a la realidad, pero que indignó a todos: a los políticos porque culpaba de la crisis a la falta de previsión ante la crisis mundial, y a los obreros porque también culpaba de la crisis el desmedido aumento de los sueldos (decía).

Sin embargo, entre Enero y Marzo los conflictos laborales fueron suavizándose en casi todos los lugares, excepto en Vitoria. Pero antes debiera abordar un aspecto que, aunque no parezca determinante, podría explicar la actuación de ciertos elementos de la policía y del gobierno, y que tiene que ver con el estigma que el pueblo vasco lleva arrasrando desde hace muchos años. El por qué lo pienso así lo explican las declaraciones de uno de los ministros de entonces de las que trataré más adelante.
La situación política de Euskadi era la más alarmante de todas las regiones. ETA estaba casi omnipresente en el  día a día de los vascos: promueve huelgas, manifestaciones pro amnistía (sólo para presos vascos), extorsiona a los empresarios que no ceden a las exigencias de las huelgas llegando incluso al asesinato, y los atentados contra miembros de las fuerzas de seguridad e incluso del gobierno provincial, y también asesina a todo aquel que consideraran un traidor. Esto conlleva una enorme represión sobre el pueblo vasco, en el que las detenciones, torturas y hasta asesinatos sobre supuestos miembros de ETA alcanzaban unas cuotas tan altas que no existían en otras regiones. Lo cual conlleva a su vez que gran parte de la población apoyara abiertamente a ETA. Imposible ser neutral cuando toda la población tenía o conocía a alguien preso por ideas políticas, o podía ser represaliado por mostrarse disconforme ante las acciones de la banda.
El gran problema de su brazo político era además que estaban completamente solos: los partidos de izquierda a nivel, digamos, nacional (PCE, PCE (m-l), PSOE,…) tenían sus diferencias, mientras que en Cataluña todos los grupos de oposición, de izquierda a derecha, formaban una piña que se pudo observar perfectamente en la manifestación de barcelona del 1 de Febrero: la de mayor trascendencia, según informes policiales; pero para la extrema-izquierda abertzale el problema no era exactamente apertura/ inmovilismo, ruptura/ continuismo, franquismo/ democracia o izquierda/ derecha: el problema era españolismo/ socialismo abertzale; para ellos el PCE o el PSOE no eran distintos de FN, FET y de las JONS o Comunión Tradicionalista, porque, al igual que ellos, eran partidos españolistas. Cualquier partido que no abogara directa y abiertamente por la independencia de Euskadi era un enemigo.
Todo esto conformaba un panorama de excesiva violencia.

Los problemas laborales que habían tenido lugar desde Enero en las principales ciudades industriales se habían ido atenuando hasta casi disminuir en Marzo, pero no en Vitoria, en donde, al contrario, el problema se había ido agudizando alcanzando extremos dramáticos que culminarán el día tres.
Aquel día tres de Marzo de 1976, a las cinco de la tarde, 5000 obreros se hallaban en asamblea (la número 241 desde Enero) en el interior de la iglesia de San Francisco de Asís. Al mismo tiempo, treinta policías acordonan la iglesia, pero rodeados a su vez por tres ó 4000 obreros. Según testigos que hablaron para una grabación clandestina del PCE, varios botes de humos disparados penetraron por las ventanas, obligando a los trabajadores asfixiados a abandonar el local. En ese momento, los treinta policías disparan contra los obreros fuego real y cargan contra ellos: el resultado son 100 heridos, 45 de ellos de bala, y tres muertos: Pedro María Martínez, 37 años, trabajador de «Forjas Alavesas»; Francisco Aznar, 18 años, de profesión panadero; en los días sucesivos fallecerían por sus heridas Romualdo Barroso, José Luis Castillo y Bienvenido Perea.

http://es.youtube.com/watch?v=8PWbgttdBF8
http://es.youtube.com/watch?v=BU4BN8aN49o

Tras estos acontecimientos la indignación es máxima, y la tensión se hace insoportable. Se suceden los disturbios y Gasteiz presenta un panorama desolador de destrozos. Alguien llega incluso a arrojar una granada de mano contra la sede del gobierno civil. Se suceden las cargas policiales.
El entonces ministro de la gobernación, Manuel Fraga Iribarne, se encuentra cuando estallan los disturbios en Alemania, intentando convencer a la cancillería alemana de la naciente democracia española, habiendo delegado en Adolfo Suárez. Fraga es telefoneado para informarle de los sucesos y para requerir su presencia, pero la respuesta que el ministro da es desconcertante: «ese es un problema de trabajo: que se ocupe el ministerio del trabajo y de relaciones sindicales». Suárez, que será presidente en alrededor de un año, se encuentra así con su primer reto político importante.
El presidente Arias propone imponer de inmediato el estado de excepción en Vitoria. Por fortuna se le oponen Suárez, Rodolfo Martín Villa (ministro de relaciones sindicales) y Osorio, convenciéndole de enviar más refuerzos desde las provincias limítrofes. Suárez comienza a analizar y gestionar la situación, confiando en frenar cualquier derramamiento de sangre.
El cinco de Enero, viernes, tuvo lugar el funeral. Fue imposible de calcular, incluso a día de hoy, la asistencia: miles de personas se apiñaban en el interior de San Francisco de Asís para despedir a sus compañeros, mientras miles de miles seguían el funeral por megafonía desde el exterior. Mientras tanto, las fuerzas de seguridad se mantenían acuarteladas y dispuestas a actuar.
En el interior, el funeral, concelebrado por ochenta sacerdotes, adquiere en sus sermones de tintes de reivindicación obrera. Interviene en el acto Jesús Fernández Naves, líder sindical de aquellas jornadas, aprovechando para hacer un llamamiento a secundar la huelga general que tendrá lugar en Euskadi.
De camino al cementerio, 50.000 personas forman el cortejo fúnebre. No habían salido muy bien los ataúdes de la iglesia cuando una voz fuerte surcó el aire gritando: «¡Gloria a los muertos del mundo del trabajo!», que se convirtió en el lema del funeral. Algunos policías se encuentran apostados en formación en algunas calles: la multitud indignada les insulta, pero algunas personas, mujeres, hombres y niños, deciden hacer un cordón humano alrededor de ellos para evitar agresiones. La tensión va subiendo de grado conforme el cortejo se acerca a la sede del gobierno civil. El capitán general de la zona informa al gobierno de que está dispuesto a dar la orden de atacar si la asaltan. Suárez le disuade y asume plena responsabilidad de lo que pueda ocurrir.
La visión política más clara que el gobierno tuvo fue que peligraba el proyecto de ley de asociaciones, ya que esto venía a confirmar la teoría principal de la ultra-derecha de que el orden y la paz de la que hasta ahora habían gozado estaba desapareciendo.
El Sábado día 6 de Marzo, Fraga y Martín Villa visitan a los heridos. Los familiares les reciben con miradas hostiles, y alguno se atreve a preguntarles que si es que venían a rematar a los heridos. Otro de los heridos del 3 de Marzo fallecería en esos días.
Pero Vitoria daría todavía algún muerto más. Aquel mismo día seis, durante los enfrentamientos con la policía en una manifestación por lo de Vitoria, un joven moría tiroteado por la policía en Basauri (Vizcaya). En esa semana venidera se proclama la huelga general en el País Vasco.
Tras esos incidentes, el gobierno quedó muy tocado, especialmente el ministro de la gobernación y el de relaciones sindicales, cayendo en desprestigio ante una sociedad, cuya lectura era, como dice Victoria Prego en la serie «La Transición», «el rotundo fracaso de un gobierno que promete democracia, pero practica el totalitarismo; que promete libertades, pero actúa con violencia».

Han pasado 32 años desde estos tristes sucesos. 32 años desde los que no se ha podido procesar a los responsables políticos. Si bien poca cosa se le puede reprochar a Adolfo Suárez, que se hizo cargo de una situación debido a la indolencia e irresponsabilidad de Maniel Fraga -a quien estaba sustituyendo mientras éste vendía en tierras germanas la borbónica faz democrática de Juan Carlos-, sí que tuvieron una responsabilidad absoluta el ministro de relaciones sindicales, Rodolfo Martín Villa, el ministro de la presidencia, Alfonso Osorio, y, por supuesto, el ministro de la gobernación Manuel fraga, más por su indolencia, irresponsabilidad e incompetencia que por otra cuestión. A estos tres hombres, junto a su presidente Carlos Arias Navarro, no sólo no se les han exigido responsabilidades políticas, no sólo no han sido condecorados por «traernos» la democracia, no sólo no han pedido perdón, sino que desde entonces se han dedicado a verter mentiras. Fraga, en aquellos días, sentenciaba que esto sirviera como ejemplo para aquellos que quisieran romper el orden y la normalidad: unas declaraciones francamente democráicas. El propio Osorio, en el documental «La Transición», no sólo declaraba que con los huelguistas en los meses anteriores a Marzo se había sido tolerante en exceso, sino que asegura que detrás de la huelga estaba, no la mano de CC. OO o de UGT, sino de ETA: ¡Fíjese señor Osorio! ¡Fíjese si eran de ETA que hasta hicieron un cordón humano para evitar que nadie agrediera a las fuerzas de seguridad! De hecho, he visto muchos vídeos y en ninguno se llega a oír a nadie gritar ni uno solo de los lemas más coreados por entonces por la extrema izquierda abertzale, ni siquiera se oye a nadie hablar en vasco.
A pesar de todo hay buenas noticias. Si, como venía en algunos medios, prospera la iniciativa de un grupo de estudio del gobierno vasco, es muy posible que se consiga llevar a juicio a estos tres hombres.
Ignoro si, como dicen ellos, fue culpa de los sindicatos y su manera irresponsable de llevar la huelga. No lo sé, pero no lo creo. Sólo me constan dos cosas: que éste es casi el único capítulo de «La Transición», el documental, en el que no se es objetivo y claramente culpa a la actuación del gobierno, y que, como dijo George Orwell, si veo a un obrero enfrentado a un policía, no necesito mucho tiempo para posicionarme. Por eso no me avergüenzo, porque soy de la clase obrera, gritar como entonces:

 

Los 7 días de Enero


Los ultras están preocupados: poco a poco van viendo como el gobierno, amparado por el rey, quien fuera designado sucesor por Franco en persona, está desmantelando lenta, pero inexorablemente, el proyecto de nación que Franco creo a fuego y a sangre sobre los cadáveres calcinados de los enemigos y las ruinas de la invencible Madrid. Han visto como han consentido el congreso de los socialistas, como Carrillo se ha paseado por delante de sus narices, han desmantelado el TOP, el órgano que les traía paz y tranquilidad; han desacreditado a militares que ganaron la guerra, les está abriendo las puertas a los separatistas y a los rojos; el sindicato vertical está amenazado de correr la misma suerte; y por si fuera poco, Carrillo puede ya pasearse por España libremente. Pero para colmo de males, Oriol sigue prisionero de los GRAPO, ante los que el gobierno ha cedido, pero ni aun así han conseguido su libertad. Los jefes hablan en sus contubernios, se remueven intranquilos en sus sillones: van a perderlo todo y van a perder España. Cada vez están más de acuerdo en algo: se impone la necesidad de una acción patrioticamente desesperada. Los camaradas italianos les dan una idea: estrategia de la tensión.
La estrategia de la tensión fue practicada durante los años 70 por el llamado terrorismo negro italiano, de tendencia neo-fascista: consistía en llevar a cabo una serie de acciones, entrando en una dinámica de acción-reacción mediante asesinatos y atentados, provocando a diversas clases y estamentos sociales, de manera que la situación llegara a ser tan insostenible que hiciera saltar a alguno de estos grupos para así, de alguna manera, legitimar un golpe de estado sangriento para salvar a la nación. En lo que sucedió entonces, sin poner en duda que se siguiera esa estrategia, hay dos teorías sobre quién puso realmente en práctica dicha estrategia: la clara es que fueron los ultras con el atentado de Atocha; otra, más oscura y que implica cierto maquiavelismo, es que fueron los GRAPO, bien como organización de extrema-derecha encubierta, bien dirigidos por los propios servicios de inteligencia españoles.
Viene el momento en el que el pueblo se verá involucrado a la fuerza en el juego de los grandes una vez más.

Por aquellos días, CC.OO había convocado una huelga en el sector del transporte privado. La cabeza de esta huelga era el sindicalista Joaquín Navarro, que no se lo estaba poniendo fácil al sindicato vertical. Muchas de las asambleas tuvieron lugar en el número 55 de la calle Atocha, en donde muchos de los transportistas acudían a solicitar ayuda y consejo a los abogados laboralistas vinculados también a CC.OO y al PCE. Puede que fuera verdad tal y como lo relata Bardem, que el despacho recibía anónimos telefónicos amenazando a Navarro, que en esos momentos era uno de los más acérrimos enemigos del verticalismo y de la patronal; esta empresa de transportes concretamente era propiedad de García Carrés, que había sido representante del sindicato vertical en las cortes y, por supuesto, era uno de los más férreos miembros del búnker; el jefe del sindicato vertical de transportes era Francisco Albadalejo, otro personaje siniestro con métodos violentos.
Este vídeo pertenece a la película de Bardem. Lo pongo a modo de resumen: no dejéis de ver el final.

Aquí es donde realmente comienzan los 7 días. Al día siguiente de la reunión de los trabajadores del transporte que tuvo lugar en el despacho de abogados (por cierto, tengo mis sospechas de que el inspector de policía que aparece fue el famoso torturador Juan Antonio González Pacheco, apodado «Billy el Niño», al que Bardem puso de nombre Cisco Kid), el 23 de Enero, tuvo lugar en Madrid una manifestación a favor de la amnistía total a la que asistieron estudiantes, obreros y otras personas. Pero las fuerzas de orden público, dirigidos por el ministerio de la gobernación -no conviene olvidar esto-, tenían las espaldas cubiertas contra ellos: contaban como método disuasorio, además de sus porras y escopetas de humo, con otro, si cabe, más eficiente: los Guerrilleros de Cristo Rey, que se apostaron en callejones para golpear a la multitud que trataba de escapar de la carga policial, no sólo con porras: el estudiante Arturo Ruiz resultó muerto por un disparo efectuado por uno de los guerrilleros; los compañeros encontraron al lado del cadáver un proyectil de fabricación belga. Se interpuso una demanda.
Como protesta por el asesinato del joven estudiante, al día siguiente, en el fatídico 24 de Enero, se produjeron paros y protestas en diversos puntos del país, especialmente en Madrid. Pero sería de nuevo una jornada sangrienta: en las inmediaciones de la plaza Callao, caía casi fulminada la joven estudiante Mari Luz Nájera; los médicos, en rueda de prensa, dijeron que la causa de su muerte parecía haber sido el impacto de un bote de humo de la policía contra su cabeza, pero disparado a bocajarro, y no al aire, como deben hacerlo. El hecho vuelve a conmocionar a la sociedad: en casi menos de 24 horas había ya dos muertos. Pero no serían los únicos de aquella trágica jornada… Tal vez la muerte de Mari Luz fue un acto de venganza por lo que cuento a continuación.

Por si la tensión acumulada entre Septiembre de 1976 y estos primeros días de Enero de 1977, aquella mañana en la que sucedió el asesinato (a día de hoy impune) de Nájera, el GRAPO vuelve a hacer su aparición en escena secuestrando a al teniente-general Emilio Villaescusa, presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar. Recordemos que aún tenían en su poder también a Oriol. El agravante vuelve a ser la alta posición del personaje, pero todavía más preocupante es que se trata de un miembro del ejército de alto rango. Por si fuera poco para los ultras del sindicato vertical del transporte, los huelguistas ganaron sin que se produjera un solo despido ni un solo sancionado.
Tal vez fuera en las oficinas de la sede de Fuerza Nueva, o quizás en los despachos del sindicato vertical, en donde, reunidos Blas Piñar, García Carrés, Francisco Albadalejo y otros, después de haber hablado todos estos días, dan un golpe al unísono encima de la mesa y gritan: «¡Hay que hacer algo!». Alabadalejo llama a tres de sus mejores hombres y les señala un objetivo: JOAQUÍN NAVARRO. Saben que los trabajadores se reunirán en el número 55 de la calle Atocha para pedir asesoramiento a los abogados laboralistas; Navarro debe estar con ellos: deben encargarse de él y de quien esté por medio.
Cerca de las 22.45, los tres siniestros pistoleros se acercan con decisión al lugar en donde deben actuar. El despacho está abarrotado de gente y los abogados esperan pacientemente a que se vayan para poder irse a una reunión del partido en otro edificio de la misma calle, a donde habían desviado la convocatoria previendo la multitud de trabajadores que tras la huelga vendrían a pedir consejo. Una vez se han ido, esperan un poco más, por si algún despistado no llegó a enterarse del cambio de planes. La mala suerte quiso cebarse también con un hombre que tenían empleado en el despacho: Ángel Rodríguez Leal; el trabajador volvió a recoger su ejemplar de «Mundo Obrero» que se había dejado olvidado junto a la multicopista.
Son cerca ya de las 22.45. En el despacho se encuentran siete abogados, un estudiante de derecho y el empleado. Alguien llama a la puerta. Los confiados abogados, creyendo que se tratase de algún despistado o de algún trabajador al que se le olvidó algo abren la puerta: aparecen tres hombres, uno de ellos, con la cara descubierta, les encañona con una pistola directamente, obligándoles a tener las manos en alto. Pregunta por Navarro; «Aquí nadie se llama así», responde uno de los abogados. Efectivamente, Joaquín Navarro se ha marchado con el resto de los trabajadores. Sin embargo los pistoleros no se van, sino que descargan sus pistolas a bocajarro contra todos los allí presentes y se dan a la huida, creyendo no dejar supervivientes, dejando tras de sí olor a sangre. La escena es dantesca, pero no todos han muerto: quiso el azar que un despistado acudiera a la reunión al número 55 y auxilió en lo que pudo. El atentado deja a cinco muertos: Luis J. Benavides, Enrique Valdelvira, Javier Sauquillo, Serafín Holgado y el trabajador Ángel Rodríguez; pero consiguen sobrevivir Alejandro Ruiz, Luis Ramos y María Dolores García, quien es además esposa de Sauquillo y esperaba un hijo de él.

Aquella debió ser la noche más larga para muchas de las personas que estuvieran medianamente comprometidas: esto podía ser simplemente el comienzo de la noche de los cuchillos largos. Muy poca gente realmente comprometida durmió aquella noche en sus casas. Durante la noche hubo incesantes rumores de nuevos atentados; parece ser que sólo hubo un asalto a una sede de la UGT que estaba vacía, de la que desaparecieron algunos papeles. Tal vez no les faltara razón:

El periódico francés Le Figaro, de tendencia conservadora, y el católico Le Croix
recibieron anoche un comunicado de los GRAPO en el que reivindican el
secuestro del presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar,
general Villaescusa. El comunicado, redactado en un imperfecto francés
y fechado el 24 de enero, añade que «mientras haya presos políticos en’
la cárcel, continuaremos encarcelando a fascistas». Ninguno de los dos
periódicos se atrevia a opinar sobre la autenticidad.Mientras tanto,
cuando se cumple el tercer día del secuestro del teniente general
Villaescusa, sigue sin producirse ningún hecho que pudiera aportar
aclaraciones sobre el suceso. En el mismo estado de incertidumbre
permanece, a los 45 días del secuestro, la situación del señor Oriol.
En este sentido, Anto nio Carretero, magistrado juez de instrucción del
juzgado número ocho de Madrid, hizo público ayer un edicto en el que
conmina a cuantas personas puedan propor cíonar algún dato sobre el
secues tro del presidente del Consejo de Estado, se presenten a prestar
de claración en el citado juzgado, si tuado en la calle del General
Castaños, número 1.

Por su parte, un hombre que se identificó como representante de la Triple A (Alianza Apostólica Anticomunista de España) -organización que reivindicó a la agencia Cifra de Barcelona la paternidad de los asesinatos de los abogados madrileños-, llamó en la madrugada del martes al Diario de Barcelona para comunicar que, en caso de que el teniente general Villaescusa y el señor Oriol fuesen asesinados, pasarían inmediatamente a poner en
práctica la anunciada
noche de los cuchillos largos. El citado periódico añade que el desconocido dijo pertenecer al comando Roberto Hugo Sosa, y después de aclarar que hablaba desde Barcelona, señaló: «Hablamos más en serio de lo que se cree », remarcando que se producirían de nuevosucesos como el del asesinato de los abogados laboralistas.

Otra llamada similar fue recIbida por el mismo diario, en la tarde de ayer, en la que una voz de hombre, tras identificarse como miembro del comando Tres por Uno, anunció: «La primera ráfaga será para ustedes», y seguidamente cortó la comunicación.

En relación con estos hechos, el hijo mayor de Antonio María de Oriol declaró a Radio Nacional que «tales hechos dificultan gravemente el camino hacia una España que, como ha sido la voluntad de su padre, desea ver reconciliados a todos los españoles».

El País

A la mañana siguiente, la condena de la prensa es unánime, y refleja el estado de ánimo general de la población: SOBRECOGIDOS.  La condena es unánime en toda la prensa; ni siquiera la prensa ultra celebra el hecho, pero lo achaca a huelguistas disconformes, comunistas de otro signo o incluso la KGB. Aquel martes, los abogados de Madrid pretenden colocar la capilla ardiente de sus compañeros en el Palacio de Justicia; pero el gobierno se niega excusándose que no es capaz de garantizar su seguridad. El decano del Colegio de Abogados, Antonio Pedrols Rius, explica esta situación ante la indignación de la abogacía, y, entre las propuestas que hace, propone directamente desobedecerla. Por su parte, en un encendido y vehemente discurso, Jaime Miralles exige al gobierno que reconsidere. Finalmente el gobierno cede a sus ecigencias, pero sólo por tres horas. El entierro sería a la primera hora de la tarde.
El día 26 tuvo lugar el entierro. La oposición acordó hacer simultáneamente una manifestación democrática pacífica. El gobierno acepta, pero con la condición que termine en el Paseo de Recoletos. El PCE dicta a sus militantes una consigna: silencio; tenían demostrar que eran una fuerza política seria, que no eran como los otros, y, además, no podían permitir que volviera a suceder lo de Vitoria en el año pasado. Pienso que tampoco era demasiado necesario: aquel silencio respetuoso era la expresión del estado de ánimo de una población  indignada, pero a la vez respetuosa y solidaria. Este vídeo pertenece a la serie documental «La Transición» (no dejéis de observar el -yo lo llamaría- cinismo de Osorio)


 


Igualmente se producen manifestaciones similares en País Vasco y Cataluña. Tal vez fue en ese preciso instante cuando Suárez decidió legalizar el PCE antes de las elecciones y no después, como tenía previsto.
Como dijo Luis Ramos Pardo, uno de los abogados supervivientes, el plan de la extrema-derecha era provocar a la clase obrera para que, una vez soliviantada, se dieran las condiciones propicias para un golpe de estado de corte pinochetista. Lo que ocurrió es que el PCE rompió la baraja y les dejó sin una excusa. Los cabecillas intelectuales vieron frustrados sus planes y deciden cambiar de estrategia. Los ultras habían movido pieza para poder dar jaque a la oposición; pero ésta y el pueblo se negaron a jugar. No obstante no eran los únicos que estaban jugando a eso de la estrategia de la tensión, y es muy probable que en realidad no fueran el jugador, sino una pieza más en el tablero, tan prescindibles como cualquier otras. Una tercera mano efectúa su jugada.

El 28 de Enero el GRAPO asesina a dos policías. Dos horas después mata a un guardia civil e hiere a otros tres. ¿En venganza por lo de Atocha?
El 29 de Enero tiene lugar el funeral de estos asesinados envuelto en una gran tensión. Al funeral asiste el general Gutiérrez Mellado, pero también numerosos miembros de Fuerza Nueva que lanzan insultos contra el general. Mientras el sacerdote da el responso, una furibunda voz crispante enturbia el aire: «¡Todo aquel que lleve uniforme…!». Gutiérrez Mellado se llega a encarar con ellos. En la serie «La Transición», Gutiérrez Mellado recordaba estos días diciendo que eran personas muy concretas que se dedicaban a gritar en estos funerales, se abalanzaban casi hasta hacer caer los ataúdes, siempre con dos excusas: la unidad de España y las víctimas del terrorismo (¿suena esto de algo?). Obviamente este suceso de crispación, de exaltación y de odio chocaba frontalmente con la respetuosa manifestación durante el entierro de los abogados de hacía pocos días: estaba claro quién quería y estaba preparado para un cambio y quién no.
Ese día, a las 22.00, Suárez comparece en televisión afirmando que la reforma seguirá adelante.

El 10 de Febrero son legalizados todos los grupos, a excepción del PCE (cuyo caso requiere más tacto). Y un día después, Oriol y Urquijo y Villaescusa son rescatados por la policía: su rescate, no obstante, a día de hoy sigue planteando un sin fin de dudas y sospechas. pero principalmente que los asesinos de los abogados estaban ya desamparados del todo. Entre Febrero y Marzo fueron detenidos José Fernández Cerrá, cabecilla del grupo con influyentes contactos en Falange, en el Sindicato Vertical y en la Brigada Político-Social, especialmente con Pacheco «Billy el Niño»; Carlos García Juliá, vástago de una familia de larga tradición militar y miembro del servicio de seguridad personal de Blas Piñar; y Fernando Lerdo de Tejada, hijo de la secretaria de Piñar. Se detuvo también a Francisco Albadalejo, secretario provincial del Sindicato Vertical del transporte, a Leocadio Jiménez Caravaca, por suministrar las armas, y a Gloria Herguedas, novia de Cerrá, en calidad de cómplice. Se llamó a declarar también a Blas Piñar y a Mariano Covisa, dirigente de Guerrilleros de Cristo Rey. En 1980 fueron llevados a juicio y condenados a 464 años de prisión, pero los autores intelectuales quedaron libres sin cargos: tres peones fueron sacrificados por proteger a su «rey». La suerte que cada uno de ellos corrió podéis buscarla fácilmente: de nuevo viene a levantar sospechas de implicaciones más altas.
El punto crítico que podemos decir aquí es que muchos cuentan esta historia como un bello relato. Es verdad que estos sucesos decidieron en una sola semana todo el futuro político, pero es mentira que fueran las últimas muertes del terrorismo de ultra-derecha: en los años siguientes personas de diversa condición serían víctimas de atentados ultras, pero también, y esto es lo más grave, de torturas y asesinatos por mano de la policía o la guardia civil.

Como conclusión, sólo decir que en realidad los verdaderos culpables escaparon a todo tipo de castigo, y que alguno puede, a día de hoy, pasearse libremente y dar mítines, incluso acudir a manifestaciones por las víctimas del terrorismo en un alarde de hipocresía y cinismo antológico. El hecho de que ninguno de ellos, Mari Luz Nájera, Arturo Ruiz, Carlos Gómez y muchos más no consten en listas auténticas de víctimas del terrorismo debiera ser un dato de reflexión, cuando cierta gente reivindica como tales a torturadores y asesinos como Melitón Manzanas o Sáenz de Ynestrillas. Recordemos también como al término del año pasado un joven era asesinado por un soldado de ideología neo-nazi, y como en una manifestación días más tardes este asesino era proclamado héroe. CONVENDRÍA RECORDAR A LA DELEGACIÓN DEL GOBIERNO DE MADRID Y AL MINISTERIO DEL INTERIOR QUE ES DELITO TODA (recalco: toda) APOLOGÍA DEL TERRORISMO.

Hoy, en frente del número 55 de la calle atocha se levanta un monumento, en la plaza de Antón Martín: en el despacho de los abogados había colgado un cartel, «El abrazo», obra de Juan Genovés para la campaña de amnistía; hoy en día, en su honor, se levanta el cartel hecho materia:

 

7 días de Enero. 2ª parte: la cuerda se tensa


Así pues, casi al término del año 1976, la sociedad española encaraba una posible esperanza de democracia, aunque con escepticismo: en poco más de una semana tendrían una cita con las urnas, aunque muchos de ellos optarán por la abstención por las razones indicadas en el capítulo anterior, y a pesar de los gritos de alarma y amenazas de los ultras. Con todo esto, las encuestas se mostraban favorables. Sin embargo, en este escenario en el que ya tenemos actuando al gobierno de Suárez, a la oposición, a Santiago Carrillo dando vueltas por Madrid y al congreso de los socialistas, va a hacer acto de aparición un actor espontáneo cuya intervención tuvo mucho que ver en los sucesos a los que intentamos cronológicamente llegar.

 

Faltando cuatro días para el referéndum, el 11 de Diciembre, Antonio María de Oriol y Urquijo, consejero del reino y presidente del consejo de estado es secuestrado por la banda GRAPO. El asunto es de una gravedad máxima, ya que Oriol, persona de familia de alta alcurnia, era un personaje muy influyente entre los inmovilistas.
Algunas horas después llega a la redacción de el periódico «El País» un documento firmado por los GRAPO en el que pedían la inmediata liberación de quince presos políticos, algunos de ETA, otros del FRAP, otros del GRAPO, y una militante de Unión do Povo Galego, y trasladarlos hacia Argelia; de lo contrario, Oriol será ejecutado.
Los GRAPO, Grupo de Resistencia Antifascista Primero de Octubre, parece haber nacido el 1 de Octubre de 1975, fecha de la autoría de su primer atentado contra algunos policías que vigilaban sucursales bancarias en apariencia como venganza por las últimas ejecuciones de Franco, aunque el atentado tardó en ser reivindicado. Desde esa fecha y durante los últimos 70 se dedicaron a hacer ciertos atentados: nadie sabía quienes eran, la oposición no tenía conocimiento de ellos, y hay dos datos que hacen pensar que GRAPO no fueran más que una mascarada de, o bien un grupo desconocido de ultra-derecha que pretendía desprestigiar a la izquierda, o bien obra de un siniestro cerebro en la sombra. El inquietante hecho de que su brazo político se llamase Partido Comunista Reconstruido (al que perteneció, por cierto, el hoy apologeta del franquismo e historiador de comedieta Pío Moa), haciendo referencia a una posible reconciliación entre el PCE «oficial» y el PCE marxista-leninista: poco antes de este secuestro, Suárez había comenzado, mediante el abogado José Mario Armero, una serie de intercambios de mensajes y negociaciones con Carrillo en secreto: sólo sus más allegados conocían este hecho, y no a fondo. Y, por otra parte, el hecho, que se verá a lo largo de esta etapa, de que sus acciones se producen en momentos muy determinados, de máxima tensión y extrema delicadeza. La idea de que tanto las siglas GRAPO como el supuesto PCE (r) escondieran en realidad a un grupo de extrema-derecha no era únicamente una teoría de la oposición de izquierdas o de la prensa crítica, sino que era una teoría que también mantenían el presidente Suárez y el vicepresidente para asuntos de la defensa general Gutiérrez Mellado. En mi modesta opinión, la gran clave de lo que ocurrió en aquel Enero de 1977 está encerrada en 5 letras: GRAPO, el actor incómodo.

La situación que se le plantea al gobierno es celebrar el referéndum bajo tal chantaje. Aun así, el 14 de Diciembre, un día antes, Suárez comparece en televisión pidiendo a la población el voto afirmativo.
Finalemente, y a pesar de todo, el 15 de Diciembre tiene lugar la votación en referéndum, que contó con una masiva participación: el 77’4 % de la población, del cual el 94’2 % vota sí y el 2’6 % no; la abstención es de 22’6 %. Tanto la oposición como el gobierno respira aliviado, a pesar del temor de que (como dice Victoria Prego en la serie «La Transición») existiera el temor de que GRAPO irrumpiera en el proceso arrojando el cadáver ensangrentado de Oriol sobre la mesa electoral. Esto no llega a ocurrir, pero poco antes del cierre de los colegios electorales tiene lugar un nuevo comunicado: si el gobierno no cede a liberar a los presos en 48 horas, Oriol morirá. Pero la realidad era que algunos de los presos se habían negado a ser canjeados por Oriol. Se produce entonces un nuevo comunicado de la banda: si en una hora el gobierno no concede una amnistía parcial, Oriol será pasado por las armas.
Faltando menos de una hora para el tiempo fijado por la banda, Martín Villa, ministro de la gobernación, se dirige a los estudios de RTVE para leer una notificación que es modificada varias veces por el camino, y, a falta de 3 minutos para que se cumpla el plazo, Martín Villa lo lee por televisión: el gobierno no cederá al chantaje, pero pide que se respete la vida de Oriol con la promesa de una amplia amnistía. El GRAPO contestará que no matará a Oriol, pero lo mantendrá retenido hasta el cumplimiento efectivo de dicha amnistía.
El gobierno había conseguido salvar la vida de Oriol sin obtener su libertad; no obstante, el precio que pagó por ello fue su descrédito ante la extrema-derecha. El 20 de Diciembre, aniversario de la muerte de Carrero Blanco, tiene lugar un acto religioso en la iglesia de los Jesuitas, calle Serrano, al que acude Torcuato Fernández Miranda, presidente de la cámara; desde su asesinato, el 20 de Diciembre se había convertido en un acto de afirmación de la ultra-derecha en torno a la misa que se ofrecía por él, a la que acudían los más renombrados miembros de «el búnker»; en esta ocasión los ultras, soliviantados por el secuestro de Oriol, comienzan a lanzar insultos contra el gobierno, contra la corona y, lo más grave, intentaron a agredir al propio Fernández Miranda. Para los ultras era claro que el gobierno había dado cedido al chantaje mediante esa cesión, dando signos de debilidad, y consideraban a Oriol una víctima del mismo gobierno. Cada vez son más altas y chillonas las voces que gritan que el gobierno está traicionando el «espíritu del 18 de Julio» y piden cada vez más desesperada y crispantemente una acción patriótica y un nuevo caudillo señalado por Dios mismo. Entre Noviembre y Diciembre, a medida que iban avanzando los acontecimientos políticos (el proyecto de la reforma, la libertad sindical, el congreso del PSOE, la rueda de prensa de Carrillo…) los atentados de grupos de ultra-derecha como Guerrilleros de Cristo Rey, la Triple A, el Batallón Vasco-Español, y otros menores, contra las llamadas librerías «rojas» se fueron haciendo más frecuentes y violentos, sin que ni siquiera hubiera un solo detenido por estas acciones ni tan sólo una condena real y efectiva. Era obvio que la extrema-derecha estaba furiosa y, lo más preocupante, no se iban a estar de brazos cruzados.
Los grupos de ultra-derecha de entonces estaban bien organizados. Reclutados de entre las juventudes de partidos ultras como Fuerza Nueva, Comunión Tradicionalista y otros, estaban organizados en comandos cuya acción estaba destinada, al igual que en los primeros días del fascismo, a realizar actos disuadorios que, en ocasiones, conllevaban la eliminación violenta del oponente político. Algunas de sus acciones consistían en reventar todo tipo de actos: culturales, políticos o sindicales opuestos al régimen; aparecían en las manifestaciones armados con porras y, a veces, con pistolas, para crear peleas y disuadir a posibles asistentes. La colocación de bombas en teatros, cines y librerías fue también una de sus actividades favoritas. Muchos de ellos eran miembros de familias pudientes afines al régimen. Siendo adiestrados por viejos falangistas, sus servicios de matones eran solicitados por los jefes de los partidos como guardaespaldas, por los patrones y dirigentes del sindicato vertical para eliminar a líderes sindicales (técnica heredada de los patrones barceloneses y los señoritos andaluces contra los anarcosindicalistas durante los años 20 y 30), y por inspectores de la temida y reprovable Brigada político-social para localizar sindicalistas obreros o estudiantes y reventar, a la par que disuadir, manifestaciones, aunque con ello tuvieran que matar a alguien. Como es de deducir, al estar protegidos por políticos, patrones y empresarios, curas reaccionarios, militares de alto rango e inspectores de policía (a veces por vínculos familiares) nunca fue detenido ninguno de ellos: los primeros en ser detenidos fueron los pistoleros de Montejurra, los segundos serán los asesinos de los abogados. Los grupos más famosos de entonces eran el Batallón Vasco-Español, responsables en su mayoría de los atentados contra miembros, efectivos o sólo supuestos, de ETA tanto en el País Vasco español como francés; los Guerrilleros de Cristo Rey, que eran los más famosos, numerosos y sanguinarios; y la Alianza Apostólica Anticomunista, comunmente llamados la Triple A.

Después de tanto burlar a la autoridad paseando por Madrid, el 22 de Diciembre Carrillo es finalmente detenido. Pasa a disposición judicial, pero en realidad, desde el momento en que el rey fue nombrado jefe del estado, sus delitos habían pre-escrito: no había cargos efectivos contra él, y esto creaba una situación muy incómoda para el gobierno. En diversas ciudades de Europa se producen manifestaciones por su libertad, incluso en Madrid, ante la Dirección General de Seguridad: un grupo de manifestantes se reúne para exigir su inmediata liberación -aunque él no se encontraba allí-. Después de mucha polémica, de descartar soluciones desacertadas, Carrillo pasa sólo 7 días en Carabanchel por el delito de haber entrado en España sin permiso, y, finalmente, el 30 de Diciembre sale en libertad bajo fianza: Santiago Carrillo, tras 38 años de exilio, se convertía finalmente en ciudadano español de pleno derecho. Justo ese día, el gobierno suprime finalmente en consejo de ministros el TOP: el tribunal de Orden Público, ideado para juzgar y controlar los delitos políticos.
El 11 de Enero Suárez comienza a entrevistarse con la Comisión de los 9, formada por un representante político de las principales líneas políticas y un representante sindical con voz, pero sin voto. Los 9 son claros en sus planteamientos: amnistía y legalización de todas las fuerzas políticas, incluida el PCE; los grupos tolerados se niegan a aceptar el proyecto de ley de asociaciones; Suárez se compromete a modificar la ley. Poco después, después de entrevistarse con el honorable Josep Terradellas, President de la Generalitat de Catalunya en el exilio, el presidente declara una futura autonomía para Cataluña. El 19 de Enero, en San Sebastián, se iza después de más 30 años la ikurrina: este hecho provoca la dimisión de los gobernadores civiles de Bilbao y San Sebastián.

A pesar de la ilegalidad del PCE y la reticencia, por prudencia, a legalizarlo, parecía que las cosas entre la oposición y el gobierno, a pesar de todo, marchaban bien, y seguramente todos los grupos políticos, a excepción del PCE y similares, serían legalizados para las primeras elecciones generales democráticas desde 1936. Sin embargo, la prudencia del gobierno no era en vano ni mucho menos. Todas estas ofertas del gobierno a la oposición, junto con el secuestro de Oriol, no hacían más que acrecentar el descontento y la crispación entre los elementos más ultras, que pedían cada vez más alto y frecuentemente una intervención militar para la que parecía haber demasiados candidatos de ocupar el caudillato vacante desde 1975. La cuerda estaba ya tensada al máximo para que se rompiera. Una vuelta más en la clavija y cinco muertos traerán la excusa para dar un golpe militar y recobrar el espíritu del 18 de Julio.

7 días de Enero: 1ª parte: los antecedentes


Los abogados de Atocha

Luis J. Benavides. Asesinado
Alejandro Ruiz. Herido.
Enrique Valdelvira. Asesinado.
Javier Sauquillo. Asesinado.
Luis Ramos. Herido.
Mª Dolores García. Herida.
Serafín Holgado. Asesinado.
Miguel Sarabia. Herido.
Ángel Rodríguez. Asesinado.

 

Hace 31 años más o menos, el 23 de Enero de 1977, un violento grupo de ultraderecha llamado Alianza Apostólica Anticomunista, más comunmente conocidos como la Triple A, perpetraba un sangriento atentado contra unos abogados laboralistas miembros del PCE y de CC.OO, de los que mueren cinco y cuatro quedan gravemente heridos. Se detuvo a los autores materiales, pero nunca a los autores intelectuales, dirigentes de partidos ultras y del a punto de extinguirse Sindicato Vertical: muchos de ellos incluso pueden a día de hoy pasearse por las calles tan tranquilos y dar mítines escoltados por una guardia tan rabiosa, ignorante y vil como la de entonces o más si cabe. Sin embargo, este atentado no fue un hecho aislado o casual, sino que se enmarca en una serie de acciones que venían produciéndose desde 1976 para, de alguna manera, reventar el proceso democrático. Aunque hecho independiente, este cruel atentado debe ser entendido como una especie de colofón a una serie de hechos que arrancan precisamente con la serie de reformas que el gobierno Suárez lleva a cabo y, más concretamente, con la ley para la reforma política. A partir de ahí vienen sucediéndose acciones que, aunque no son nuevas ni mucho menos, son detonadas por esta serie de reformas. La clave que define a este suceso es estrategia de la tensión.

He elegido el título «7 días de Enero» en honor a la película que J. A. Bardem realizó en torno a esos hechos em 1978. Su película, además de ser una magnífica obra cinematográfica, está bien documentada en los sucesos que rodearon tal terrible crimen, arrancando con el mensaje inicial de que no es su intención juzgar a los supuestos culpables o desenmascarar a otros posibles , pues el juicio a los autores materiales no tendría lugar hasta 1980, si bien reinventa los nombres de los asesinos y su entorno, respetando únicamente el de los abogados y su círculo.

Estamos en 1976. A modo de resumen, siguiendo las crónicas oficiales, el rey había destituido a Arias Navarro como presidente del gobierno y le había conseguido sustituir por Adolfo Suárez con el fin de propiciar unas medidas dentro de la legalidad para, llegado el momento, dar el salto a una democracia popular. A partir de ese momento, los políticos más inmovilistas y reaccionarios, conocidos como «el búnker», verán peligrar su estatus político y esgrimirán argumentos tremendistas y alarmistas para que cunda el pánico entre la población, mientras al mismo tiempo promocionan todo tipo de atentados de signo fascista con el fin de crear alarma y miedo.
El 14 de Julio de este año se vota la reforma parcial del código penal, por el cual se pretendía que dejara de ser delito la libertad ideológica y la adscripción a partido y sindicato cualesquiera. La amenaza que ven los ultras es que gracias a esta reforma el PCE y afines pudieran ser partidos legales. No obstante el texto no queda claro del todo; podrán ser legalizables todos aquellos partidos que decidieran entrar de pleno derecho en el juego político legal (dicho así esto a grosso modo), pero no aquellos que estuvieran sometidos a disciplina internacional, tales como el viejo PCE: el problema es que desde que Carrillo y su homólogo italiano fundaron el eurocomunismo, el PCE ya no estaba sometido a disciplina internacional. Los ultras continuaban a la espera.
El día 16 Suárez comparece en televisión para explicar su programa político a la población. Éste se puede resumir en dos ideas fundamentales: la instauración de un estado regido por la soberanía popular y un gobierno representativo, y la concesión de una inmediata amnistía a los presos políticos, de la cual no se beneficiarían en principio aquellos presos políticos encarcelados por delitos de terrorismo (no obstante se benefician de ella todos los encausados de ultraderecha en los altercados y el asesinato de Montejurra): los comunistas Simón Sánchez Montero y Santiago Álvarez se benefician de ella, aunque declaran que al seguir siendo ilegal el partido en el que militan no descartan que puedan volver a prisión. Al mismo tiempo, Suárez comienza a entablar entrevistas con la oposición, a excepción del PCE.

10 de Septiembre de 1976: Suárez presenta ante la opinión pública el proyecto de ley para la reforma política. Dentro de ésta se estipula la libertad sindical.
Tras la victoria de Franco en 1939 quedaron declarados ilegales todos los partidos políticos y sindicatos; siguiendo la doctrina nacional-sindicalista, se creo el llamado sindicato vertical, que servía de enlace entre los trabajadores y la patronal: éste, obviamente, estaba controlado por la patronal, que además eran miembros del partido único generalmente. A partir de 1975, tras las últimas elecciones sindicales, en las cuales CC.OO decidió presentarse a cara descubierta a la candidatura de los puestos de base, sucedió un fenómeno curioso: CC.OO ganó en la base, creando una situación conflictiva en la patronal, pues mientras el sindicato vertical mandaba arriba, las bases de éste estaban en poder de sus enemigos: los sindicalistas comunistas. En las últimas eras del franquismo, el sindicato vertical era representado en las cortes por el siniestro García Carrés, un personaje que jugará cierto papel en esta historia, aunque los historiadores más jóvenes le recuerden por ser el único civil, que se supiera, involucrado en el intento de golpe de estado del 23-F.
El reconocimiento de la libertad sindical implicaba reconocer, entre otros, a cuatro sindicatos, dos de ellos históricos: la socialista UGT, la anarcosindicalista CNT; USO, de inspiración obrero-católica; y la temible comunista Comisiones Obreras. Los ultras comienzan a verle las orejas al lobo, principalmente porque esto puede implicar su pérdida de control en los medios de producción y de los trabajadores. La luz roja de alarma salta entonces cuando, a raíz de esto, el teniente-general de Santiago, vicepresidente de asuntos de defensa, dimite. De Santiago envía además una misiva a sus compañeros de armas muy alarmante. El teniente-general Iniesta Cano le respalda con una encendida columna en el diario ultra «El Alcázar». El gobierno entonces decide tomar cartas en el asunto y hace pasar a los dos militares a la reserva, pero se ve obligado a rectificar, pues por ley eso era imposible. Además, debido a estos sucesos, los teniente-generales de Santiago e Iniesta Cano pasan a ser los dos militares más admirados entre los ultras, mientras que el sustituto de de Santiago, Gutiérrez Mellado, adquiere para ellos el color de la traición y pasa a ser el blanco de sus iras e insultos. La alarma acerca de una posibilidad golpista comienza a tomar cuerpo.
Los meses siguientes vendrán marcados por una violencia y una tensión crecientes.

A finales de Agosto, mientras realizaba una pintada, el trabajador Francisco Javier Berdejo muere en Almería por disparos de la policía. El 8 de Septiembre, también a manos de la policía, muere el militante de CC.OO Jesús María Zabala en una manifestación pro-amnistía en Fuenterrabía (Guipúzcoa): el hecho desencadena la dimisión en pleno del ayuntamiento y una huelga general en Guipúzcoa el día 28 del mismo mes, en unas jornadas de alta tensión, coincidiendo con las últimas ejecuciones del año pasado. El 24 de Septiembre, en Santa Cruz de Tenerife, era asesinado también por la policía, al confundirle con un delincuente, el trabajador Bartolomé García. El 27 de Septiembre, mientras participaba en una manifestación, el estudiante Carlos González era asesinado por un comando de ultra-derecha denominado Guerrilleros de Cristo Rey. Todos estos sucesos conllevaron una gran indignación entre la población, que se veía involucrada sin ni tan siquiera quererlo: el temor a un enfrentamiento armado iba en aumento, especialmente el 4 de Octubre, cuando ETA asesina en San Sebastián a Juan María de Araluce, el presidente de la Diputación Provincial de Guipúzcoa y consejero del reino. La tensión va en aumento: la policía pide al gobierno el estado de excepción en Euskadi, que es denegado, mientras que la ultra-derecha comienza a demostrar su descontento incluso en insultos al rey y al gobierno; comienzan a esgrimir un lema que aplicarán a todos los que ETA o GRAPO mate: «les ha matado el gobierno», y comienzan a pensar cada vez más en la necesidad de realizar algún tipo de «acto patriótico» definitivo.

Finalmente, el 16 de Noviembre el equipo de gobierno de Suárez lleva el proyecto de la reforma a las cortes para su votación. Durante los discursos se hace patente el enfrentamiento entre los aperturistas o reformistas y los inmovilistas, los ultras, como Blas Piñar y Fernández de la Vega; estos últimos acusan de una manera más o menos velada a los primeros de deslealtad, recordándoles los juramentos mano-sobre-la Biblia de defender a España y las ideas del Movimiento. No obstante, el resultado es abrumador, a la par que revelador: 425 votos a favor, 59 en contra, y 13 abstenciones. La ley para la reforma política queda así aprobada con un amplio respaldo por parte de la cámara: Suárez reposa su cabeza en el respaldo del sillón azul con gesto de alivio y de satisfacción, pero es muy posible que lo que pasó a partir de entonces tuviera como desencadenante este preciso momento. La ley saldrá a la calle para que los ciudadanos la voten en referéndum.
No obstante, la oposición opta por hacer campaña en favor de la abstención, debido a que todas las fuerzas políticas no circunscritas dentro de lo que era el movimiento seguían siendo ilegales, y además porque la oposición abogaba por la ruptura total con el régimen anterior, y no por una continuidad dentro de la legalidad, como pretendía el gobierno; pero a la vez, lo que menos les convenía era que la ley sacara un rotundo no que les hubiera llevado al principio de donde estaban y hubiera satisfecho a los ultras más crispados y crispantes. El aparato propagandístico de Suárez lanza entonces una masiva campaña contra la abstención, cuya banda sonora fue «Habla, pueblo habla», interpretado por el grupo Vino Tinto.
La crispación de la ultra-derecha se hace patente el 20 de Noviembre, aniversario de la muerte de Franco y celebrado con toda la parafernalia fascista: al acto acuden los diputados más ultras. Los manifestantes corean insistentemente estos dos lemas: «Gobierno dimisión» y «Ejército al poder»; este último lema es el que más preocupa al gobierno: la posibilidad de que el generalato, compuesto en su mayoría por ex-combatientes de la guerra civil, pudiera dar un golpe de estado para devolver al país a la situación de dictadura militar. Alarmante además porque de los 59 votos en contra de la ley de la reforma política, 8 se correspondían a mandos militares.

Por su parte, la oposición entera se reúne para estudiar los propósitos de Suárez y llegan a un acuerdo en lo que van a exigir al gobierno, que, a grandes rasgos, se pueden resumir en tres puntos: reconocimiento de todos los grupos y sindicatos, neutralidad en los resultados de referéndum, reconocimiento de todas las nacionalidades del estado y disolución del Movimiento. Crean la llamada Comisión de los 9, que representaba de alguna manera todas las líneas ideológicas de la oposición democrática: comunistas, socialistas, demócrata-cristianos, liberales, y nacionalistas catalanes, vascos y gallegos. La comisión solicita una revista con el gobierno, pero no obtiene respuesta.
A todo esto hay que sumar otros hechos, algunos anecdóticos en apariencia: el 24 de Noviembre se ve en dos documentales, uno para la televisión sueca y otro para la francesa, al propio Santiago Carrillo circulando en coche por las calles de Madrid con total impunidad; es necesario recordar que Carrillo, a diferencia de Sánchez Montero y Álvarez, tenía condición de ilegal, y esta demostración suponía poner en evidencia al gobierno y a las fuerzas de seguridad de defensa del país. Esto no era más que el primer paso de su estrategia de echar un pulso al gobierno para, de alguna manera, forzarlo a legalizar el PCE. Semanas después Carrillo convoca a los principales medios de información, haciendo que los periodistas den rodeos alrededor de Madrid hasta llegar a un piso del centro en donde da una rueda de prensa; sus declaraciones no son sorprendentes ni innovadoras: lo realmente importante de esto es el hecho en sí de que Carrillo pudiera dar en pleno Madrid una rueda de prensa para desesperación del entonces ministro de la gobernación Martín Villa.
Por su parte, también el PSOE de Felipe González, partido ilegal pero tolerado por el gobierno, plantea también su pulso al celebrar su XXVII congreso del PSOE a 10 días del referéndum: el 10 de diciembre arranca el primer congreso del PSOE celebrado en España desde 1932, contando además con las figuras más relevantes del socialismo internacional como François Miterrand, Pietro Neri, Olof Palme y Willy Brandt entre otros. El congreso, pese al tono intencionalmente moderado de González, acaba con la inclusión del término «marxista» en la base de la definición ideológica del partido y con el consabido cántico de «España mañana será republicana», a pesar de que los dirigentes socialistas, al igual que los otros jefes de la oposición, habían renunciado a plantear al gobierno la problemática «república o monarquía» con el fin de entrar en el juego político.

Este panorama, aunque tenso, parecía discurrir por unos caminos de calma relativa. Pero nadie sospechaba que alguien o algunos, tal vez algún cerebro en la sombra, estaba planeando tensar la cuerda hasta hacer saltar  a ciertos elementos… Las piezas del juego ya están sobre el escenario, pero nadie sospecha que para ganar el juego tengan que ser sacrificados ciertos peones. El nombre GRAPO está a punto de hacer su aparición en escena, en un momento muy inoportuno, o tal vez oportuno, según se mire, o, mejor dicho, según quién lo mire.

Pablo Iglesias


Oí en cierta ocasión que cuando Pablo Iglesias fue a firmar el acta fundacional del PSOE, vieron claramente que sus dedos y sus uñas estaban negros de la tinta que usaba en su trabajo como tipógrafo.
Una vez le conté esta anécdota a un amigo, que emocionado me contestó: <<Eso es como la antítesis del "Muera la inteligencia" de Millán Astray>>.
Siempre me ha gustado esta anécdota, quizás por lo que mi amigo decía, quizás porque Iglesias llevaba en sus manos las huellas de su trabajo.

Historia de la canción de autor: ¡En directo!


En toda música destinada al consumo, suele ser tan importante el estudio como el directo, incluso a menudo es en el directo donde se suele a medir a un intérprete, hasta el punto de existir hasta cierta categorización entre músicos, solistas y bandas de directo y de estudio, por ejemplo, Grateful Dead en directo y Beatles en estudio; lo ideal es que se controlen ambos ámbitos, pero eso es muy difícil.
Hay ciertos géneros y estilos que tienen una relación muy especial con el directo, no como el pop, en cuyos directos se tiende a la fiel interpretación del tema previamente grabado en estudio. Son estilos como el jazz, cualquier subgénero del rock, -pero muy especialmente el rock duro, el rock psicodélico y el jazz-rock-, el flamenco, y, entre otros, la canción de autor.
Canción de autor y directo son dos términos que a primera vista pueden parecer contradictorios, si se piensa en la canción de autor como poseedora de una música suave, más propia para escuchar en tu cuarto que en un gigantesco estadio o plaza de toros. Pero nada más lejos de la realidad, y sobre todo en los años del franquismo, pues los directos de la canción de autor de entonces tenían siempre algo de mitin político semi-legal, por un lado; y, por otro, era en el directo en donde el autor podía comprobar la magnitud del impacto que sobre el público y la sociedad en general había tenido su canción. Hay canciones que en versión de estudio pueden no parecer ser tan impresionantes como en directo: 

http://www.goear.com/files/localplayer.swf

http://www.goear.com/files/localplayer.swf(esta versión corresponde al disco Gener 76)

Esto es lo que yo llamé en cierta ocasión el efecto Seeger, inspirado por mi impresión al oír a Pete Seeger cantar en directo «We shall overcome» y quedar como acompañante del público, que acaba siendo quien realmente la canta: ese es realmente el momento en el que un autor se da cuenta de que su canción ha dejado de pertenecerle para pertenecer al pueblo; ocurrió con «L’estaca», con «Al vent», con «A cántaros», con «Adiós ríos, adiós fontes» y muchas más. Es un momento que todo el mundo desea, y es el momento en el que una canción se convierte en himno: el autor no hace himnos, los hace el público; «Al vent» no era en su génesis, o por lo menos no lo parece, un himno político: se convirtió en ello gracias al público, aunque la censura contribuyó a ello al prohibirla, dotándola de un halo de rebeldía y subversión del que la canción carece en apariencia, pero bastaba con que Raimon tocara los rabiosos acordes iniciales para que la audiencia se volviera loca, se pusiera en pie, la tararease y, algún atrevido, alzara su puño.

En realidad la canción de autor y el directo tuvieron una estrecha relación desde su nacimiento: podemos pensar en aquellos conciertos benéficos con fines políticos que Almanac Singers, con Seeger y Guthrie, hicieron a beneficio de los obreros, los sindicatos, el movimiento de los derechos civiles o algún partido político de izquierdas. Ya era entonces esos eventos lugares en donde compartir sentimientos y rabia a los compases de temas como «This land is your land» o el propio «We shall overcome». Lo mismo ocurre en Latino-América con Violeta y Atahualpa, siguiendo la tradición de insignes precursores como Joe Hill, Paul Robeson o Martín Castro. Realmente, a finales del siglo XIX, los sindicatos contaban con algún cantor popular que amenizara las reuniones, al tiempo que catalizaba los sentimientos de la audiencia en una canción. Y era, tal vez, más temido en España, en el tardo-franquismo, el directo que el disco de estudio: eso explicaría parcialmente el hecho de que hubiera artistas que podían grabar discos, pero no interpretarlos en directo.

Nos situamos a mediados de los 60 en nuestro país. La Nova Cançó catalana ya está en marcha, y el régimen empieza a descubrir que Setze Jutges y Grup de Folk no eran meras agrupaciones de cultura catalana. Composiciones como «L’estaca», «Al vent» y «Diguem no», en versión de estudio, pasaron desapercibidas para la censura, pudiéndose tocar libremente en cualquier punto del país: pero es en ese momento en el que Llach, Raimon, Pi de la Serra comienzan a cantar sus canciones semi-legales ante una audiencia numerosa, cuando ven que dichas canciones eran realmente peligrosas para la paz mentirosa que reina en España. Raimon recorre España, y allí donde él tocaba, a la vez que se llevaba un buen recuerdo del lugar, dejaba una semilla de esperanza y rebeldía que germinaba en castellano, en vasco y en gallego. De aquellos encuentros con la juventud de todas partes, Raimon escribió «País Basc», de los sentimientos nacidos durante el recital que dio en Euskadi en 1967, y «18 de Maig a la Villa», de cuando actuó en Madrid en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Complutense de Madrid (hoy Facultad de Geografía e Historia) en 1968. Aunque éste último era un recital legal, los «disturbios» que se produjeron durante él, consiguieron que se disolviera a la audiencia con la in-oportuna intervención policial y sus caballos. A Raimon se le prohíbe actuar en Madrid, y posteriormente en cualquier parte de España, al tiempo que permanece vetado en televisión debido a que en su actuación interpretó «Al vent» y «Diguem no»: dicho veto no se levantaría hasta los años 80. Por otro lado, los cantaores del flamenco protesta tampoco lo tuvieron fácil: apartados de los certámenes oficiales de los ayuntamientos y regionales por motivos políticos, y a alguno con el falso estigma de ser un mal cantaor, Gerena, Morente, Menese y otros se vieron obligados a cantar en sitios no tradicionalmente flamencos, como facultades o sedes sindicales ilegales. No obstante, desde mi punto de vista, estas prohibiciones para el Nuevo Flamenco fueron bastante positivas, ya que su visión del arte hondo no casaba muy bien con los certámenes oficiales, más proclives a aquello que se empezaba a denominar nacional-flamenquismo o nacional-folklorismo (un invento político-turístico), de manera que tal vez tuvieron la libertad de escapar de la impopular para muchos bata de cola y sombrero cordobés.

Fue en directo en donde los grandes colectivos de cantautores recibieron su bautizo de fuego: Canción del Pueblo, por ejemplo, se da a conocer en un recital, en 1967, en el instituto «Ramiro de Maeztu«, casi al mismo tiempo que lo hacía Voces Ceibes en la universidad de Santiago, o Ez Dok Amairu… La fuerza de aquellos directos (aunque se podía considerar que muchos de estos cantantes estaban todavía algo verdes) demostraba el «peligro» latente para las instituciones del franquismo, y las autoridades competentes no estuvieron las más de las veces por la labor de autorizar un segundo concierto. Eran los últimos 60, y personajes como Raimon, Llach y Pi de la Serra se habían convertido para toda España en un símbolo a la altura de Rafael Alberti, lo cuál, desde mi punto de vista, les situaba incluso por encima de Santiago Carrillo, Felipe González o Josep Tarradellas (el President de la Generalitat de Catalunya en el exilio); por lo tanto, sus conciertos y recitales tenían siempre un halo de subversión, siendo parte concierto, parte recital poético y parte mitin político: por entonces sus canciones ya rozaban el mismo grado de rebelión que «La Internacional» y quedaban un grado de ilegalidad por debajo de las clásicas canciones revolucionarias.
A veces el recital podía parecer pobre: no llamaban a los cantautores «cantamañanas» por azar, sino porque cantaban a partir de las doce de la noche. Labordeta revela el por qué de esto: se tenía siempre que estar vigilando que no te prohibieran el concierto incluso a la mitad de éste, por eso lo más que te podías permitir de acompañamiento era un piano y gracias. Realmente era así: primero que accediesen a la realización del evento; si era que sí, presentar la lista de canciones al gobierno civil para que las autorizase o no: el problema de esto, como dice Serrat, es que era un proceso totalmente aleatorio: canciones que te permitían en un sitio, no te dejaban en el otro, e incluso te podían permitir cantar una canción no radiable y prohibirte una radiable. Una vez pasados estos trámites, se podía comenzar el recital, pero siempre pensando que en cualquier momento llegue la prohibición por parte del gobierno, incluso a mitad del concierto. De especial importancia era el comportamiento del público: no podía desmadrarse (esto incluía los aplausos casi), cualquier «viva» podía contraer la inmediata clausura del concierto. No obstante, para que ello no se produjese, invadían la sala varios policías, algunos de paisanos, para vigilar a un público tan aterrorizado que ni se atrevía a aplaudir; y aunque el público fuese respetuoso, a veces más por el artista que por su propia integridad física, en ocasiones hacían acto de aparición, como grandes estrellas invitadas sorpresa, los grupos de ultraderecha, invitados generalmente por la dirección de seguridad, dispuestos a lanzar toda clase de improperios al cantante o grupo con el fin de crear un altercado del que «milagrosamente» salían ilesos y sin cargos. También la brígada político-social se traía lo suyo, en ocasiones imprimiendo panfletos subversivos que arrojaban durante el evento (ocurrió en una de las representaciones del espectáculo «Castañuela 70») o -y esta táctica sigue vigente- colocar infiltrados que disfrazados de izquierdistas dieran la oportunidad de o clausurar el recital por la vía legal, o más generalmente a palos. Para la policía el cantante era responsable de cualquier cosa que ocurriera, incluso fuera del recinto al acabar la función y sin que tan siquiera se enterara; por esa razón, el comportamiento de los cantantes durante toda aquella época era de una suavidad increíble y digna de admiración: sabían que aunque quisieran, no podían caldear los ánimos, así que siempre se tendía a la llamada a la calma. Valga como ejemplo este extracto del recital que Bibiano y Benedicto dieron en 1976, en el que se puede oír a Bibiano llamar a la calma a la audiencia algo encendida:

Llegó un momento en el que tocar en España se había convertido en una odisea, principalmente porque para muchos no quedaban ya lugares en los que no estuvieran prohibidos. Por otra parte corrían el peligro de que la fuerte carga política ahogase la música. Es por ello por lo que la actuación en salas del extranjero como el Olympia de París era una prueba de fuego y a la vez, la demostración de que eran buenos no sólo por el mensaje, sino también por la música. El primero en tocar en el Olympia fue Raimon (unos meses después que Bob Dylan); después le siguieron Llach en el 72, Pi de la Serra en el 74, Pablo Guerrero en el 75, y también Xavier Ribalta, Manuel Gerena, José Menese, Ovidi Montllor, María del Mar Bonet… De la mayoría de aquellas actuaciones resultaron discos geniales, en los que la calidad del artista prevalece sobre su simbología política, arropados por paisanos españoles y por admiradores franceses interesados y deslumbrados por la cultura de la resistencia española. Puede ser que el mejor de aquellos conciertos y discos fuera el del recital de Paco Ibáñez, que se editó con el nombre Los unos por los otros; tal vez fuera éste el recital grabado con más carga política de los que se vendieron: es casi la primera vez que se puede oír al público vitorear «Amnistía y libertad», apuntando a lo que vendría después en lo que a recitales y conciertos se refiere en España. Con la máxima «nadie es profeta en su tierra» a la fuerza, algunos cantautores realizan giras internacionales: Latinoamérica, Estados Unidos, Centro-Europa, Francia, Italia… (Raimon llega a actuar en Japón) que les permiten reconocerse como buenos músicos e intérpretes, incluso en festivales más dedicados a la canción convencional como San Remo o Benidorm, en los que Aguaviva obtuvo buenos resultados, poniendo al prohibidísimo Rafael Alberti en la lista de éxitos. Años antes, la actuación de Raimon en el Festival del Mediterráneo y su triunfo tuvo su polémica por cuestiones ideológicas e idiomáticas: su «Se’n va anar», cantado a dúo con la
cantante Salomé, arrasó en dicho festival.

Desde 1976, con el regreso de algunos también, los recitales se politizan, y a menudo se realizan en beneficio de algún político o sindicalista preso, por los presos políticos o en beneficio de determinado partido o sindicato. En 1976, con una cierta ampliación de la libertad de expresión (pero no total), los recintos de los recitales se llenan con los gritos de «¡Amnistía. Libertad!», «¡Amnistía total!», «Visca Catalunya!», «Gora Euskadi!», «¡España mañana será republicana!»… En definitiva, «vivas» y «mueras» de todos los tipos, al tiempo que asisten como invitados de honor líderes de la oposición de izquierdas, para los que suelen reservarse una fila 0 (algunos más tarde no correspondieron a tan generosa invitación que, en muchas ocasiones les ayudó de cara a la gente). Pero hablamos de uno de los años más convulsos de la transición, con lo que las prohibiciones, las palizas, los boicots y demás estaban a la orden del día. Casi todos los recitales tienen alguna anécdota que en algún momento pudo hacer peligrar la buena marcha del evento. Se grabaron algunos de ellos, otros fueron sacados ilegalmente como casetes que se podían obtener en las sedes de los sindicatos y los partidos. Algunos de los discos en directo más importante de aquel año y siguientes fueron El recital de Madrid de Raimon, Barcelona. Gener del 76 de Lluís Llach, Benedicto e Bibiano ao vivo (casete clandestina), Alianza del Pueblo nuevo de Manuel Gerena, Hemen gaude! de Urko, Pi de la Serra al Palau de Esports y Pi de la Serra a Madrid. Estos discos reflejan el sentir de rabia y esperanza de todos los pueblos ante los días venideros. Pero no sólo se actuaba en teatros o estadios, también abundó la actuación en fiestas de pueblos y barrios: cobraban especial relevancia político-social los recitales de Luis Pastor en Vallecas y San Blas, barrios obreros azotados por una crisis económica que se empezaba a notar en la falta de infraestructuras y en el aumento del paro, la drogadicción y la delincuencia.
Conscientes de la fuerza de convocatoria de cantautores y grupos de folk y rock progresivo, partidos y sindicatos recurrieron a ellos para su propaganda, aunque como luego resultó, ciertos partidos no se portaron generalmente bien con ellos: podemos pensar en el PSOE de González (y aún el de hoy), o en la Generalitat catalana, a la que se le llena la boca hablando de los cantantes catalanes pero a la hora de la verdad lo más que conceden es alguna que otra medalla o premio; y no hablemos ya de la Xunta o de la Comunidad Autónoma de Madrid.

Eventos más significativos. Es imposible (al menos con mi información) establecer una lista exhaustiva de todos los conciertos y recitales, así que he aquí algunos de los eventos más significativos, sobre todo política y socialmente.
Es en La Habana donde en 1967, casi al mismo tiempo que el Festival de Monterrey, en donde se dieron cita los hippies americanos, se reúnen algunos de los cantores más prometedores de América Latina: el Festival de la Canción Protesta, al que van simpatizantes de la Revolución Cubana desde Chile, Isabel y Ángel Parra, Uruguay: Quintín Cabrera y Daniel Viglietti; y de otros sitios: México, Argentina, Haití… e incluso Estados Unidos, con Julius Lexter, y España, con Raimon, junto a los prometedores cantantes de la Nueva Trova Cubana, como Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, bajo la atenta y complacida mirada de maestros como Carlos Puebla y Léo Ferré.
Es precisamente Raimon quien protagoniza uno de los eventos músico-políticos más importantes al año siguiente: el ilegal recital en la Facultad de Ciencias Económicas, que acaba con carreras de estudiantes perseguidos por grises a caballo.
Mención especial merece lo acontecido a Lluís Llach durante el recital que se grabó en 1970 bajo el nombre Ara i aquí: ante la prohibición de interpretar «L’estaca», Llach y sus músicos decidieron hacer una versión instrumental del tema a la que el público se encargó de ponerle letra.
Desde 1974 se venía celebrando en el pueblo de Canet las 6 hores de cançó, un festival en donde se daban cita los cantautores catalanes más punteros: Pi de la Serra, María del Mar, u Ovidi Montllor, que actúa diariamente. De aquel festival quedaron joyas tan atrevidas como ésta de Rafael Subirachs:

http://www.goear.com/files/localplayer.swf

Sin embargo, el festival que tuvo lugar el 26 de Julio de 1975 bajo el nombre de Canet Rock, estaba ya bastante alejado de los cantautores políticos, sirviendo de plataforma para nuevas músicas, como el nuevo rock progresivo, y cantautores «heterodoxos».  La actuación de Jaume Sisa es prohibida a última hora, pero Francesc Belmunt, director del documental, le reservó un espacio privilegiado al inicio de la película (sed un poco pacientes):

El festival transcurre pacíficamente, curiosamente en un año bastante convulso, y los hippies pueden pasearse tranquilos delante de los atónitos guardia civiles ante una moza que se pasea entre la multitud en bikini. El público no olvidará fácilmente a un Pau Riba cantar en bañador femenino super-ajustado (ver final del vídeo anterior) o a Gualberto, el maestro de la psicodelia andaluza, tocar flamenco con un sitar hindú. Entre los que actuaron estaban Iceberg y su increíble rock progresivo:

Barcelona Traction:

y Lole y Manuel entre otros: http://www.youtube.com/watch?v=HJeHQagEnhg

No obstant e, el diario ultra «El Alcázar», calificó a todos estos eventos como «el festival del aullido»… Aullido, ciertamente, pero de rabia.
Pudiera parecer que en 1976 era más fácil poder cantar: falsa idea, la mayoría de los recitales programados para aquel año se suspendieron, quedando reducidos a un número casi ridículo. Sirva como ejemplo la serie de recitales que Raimon tenía programada para Madrid, que era su regreso a la ciudad tras el recital en la universidad: eran cuatro, de ellos Fraga prohibió los tres últimos: este hecho se constata en la portada del disco que recoge el primer y único de esos recitales. Misma suerte corrieron casi todos los artistas al respecto. El evento más importante respecto a canción de autor internacional se produce en Italia: un homenaje a Víctor Jara, el I Festival della Canzone Popolare Víctor Jara, en el cual la esposa y las hijas del inmortal cantante y poeta chileno agradecían con las miradas la presencia y buen-hacer de Labordeta (que pudo acudir al elegir entre retirada de pasaporte o multa tras los sucesos después de un concierto suyo), Benedicto y Pete Seeger entre otros de muchos lugares. Así recuerda Benedicto aquel importante evento:
A Víctor Jara (por Benedicto García Villar)

Resultaba paradójico que entre 1976 y 1977 tuvieran nuestros cantautores más facilidad para cantar en el extranjero que en su país: cantantes y grupos hoy en día bastante olvidados eran reclamados para actuar en festivales benéficos de sindicatos o partidos políticos de índole internacionalista en toda Europa. Por supuesto, siempre resultaba más cómodo que actuar en casa, en donde la tensión política ponía en peligro cualquier evento músico-político. Y es que casi todos tenían su anécdota.
Al igual que el Canet Rock y las Sis hores de Cançó, influidos por los festivales multitudinarios extranjeros, se llevó a cabo la celebración en Valencia del festival «La Trobada dels Pobles», que iba a ser un encuentro en el que los diversos pueblos de España, representados por al menos un cantante, mostraran sus reivindicaciones. Curiosamente estaba prohibida cualquier presencia de banderas regionales que no fueran la valenciana, y, por supuesto, cualquier bandera partidista estaba fuera de lugar para la delegación del gobierno. Y fue precisamente por eso por lo que el subdelegado del gobierno decidió suspender el acto casi a la mitad, especialmente después del incidente que tuvo lugar justo antes de que cantara la cantautora vasca Lupe, cuando un muchacho subió de improviso al escenario hondeando una ikurrina, por entonces no oficial. Mejor suerte tuvo meses después El Festival de los Pueblos Ibéricos, realizado en la Universidad Autónoma de Madrid, ideado para que cantantes de todas las regiones de España, con artistas invitados desde Latinoamérica, especialmente desde Chile, y Portugal mostraran sus cantos al resto. También tuvo un incidente que pudo ser grave cuando, estando cantando Benedicto, subió un espontáneo dando la noticia del asesinato de Montejurra. Se vivieron momentos de tensión, pero la organización decidió seguir adelante, y se pudo concluir sin incidentes resañables.
Tuvieron ciertamente su belleza aquellos festivales multitudinarios, ideados desde la solidaridad y la reivindicación de los pueblos de España: todos estaban allí, Andalucía con Gerena, Valencia con Ovidi, La Rioja con Carmen, Jesús e Iñaki, Galicia con Benedicto y Bibiano, Aragón con Labordeta y La Bullonera, Castilla con La Fanega, Euskadi con Laboa, Cataluña con Pi de la Serra… Un ejemplo ideal que con el paso del tiempo se ha perdido en dogmas y trampas conceptuales.
En 1977, para celebrar su legalización, el PCE realizó la I Fiesta del PCE, un evento en el que escuchar las propuestas de los líderes comunistas, encontrar a compañeros de diversas partes del país y del mundo y, por supuesto, escuchar buena música. Desde entonces y hasta hoy, la Fiesta del PCE se ha convertido en uno de los eventos más importantes del año.
El último gran concierto multitudinario de cantautores fue el concierto contra la entrada de España en la OTAN, con Víctor y Ana, Hilario Camacho, y algunos de los monstruos del heavy patrio como Coz o Leño.

Aquellos conciertos tenían mucho de política, por supuesto: eran lugares en donde el cantante se convertía en el portavoz de una audiencia deseosa de un cambio; tenía mucho de catarsis, de liberación. El cantante ni mucho menos era un líder que le dijera al público lo que tenía que pensar: el cantante decía lo que el pueblo pensaba. Por esa razón el régimen temía tanto este tipo de eventos, porque suponían una brecha en su sistema: de esa manera consentía la grabación de discos disconformes, pero no se podía permitir darle la más mínima publicidad: por eso se veta a los cantautores de los principales medios de comunicación, aunque existen algunas grabaciones televisivas realizadas sin duda por productores audaces y en épocas de relajación política. Los directos de los cantautores suponían el máximo exponente del descontento de una sociedad ansiosa de un cambio. Hoy, conciertos y giras de algunos como Serrat, Sabina, Víctor Manuel y Ana Belén, y los cantantes de la Nueva Trova Cubana tienen un éxito innegable, además del gran beneficio económico que reportan, pero carentes de la fuerza de antes, tal vez por la acomodación de sus protagonistas o por la acomodación de la sociedad actual. Sin embargo, otros fueron forzados a retirarse, quizás porque el éxito es una ramera infiel (con perdón) o por no estar abrigados por amigos poderosos (otra ramera infiel); otros siguen actuando en pequeños recintos ocasionalmente por mucho menos dinero que los anteriores, pero, como he podido comprobar, con mucha más intensidad por parte del artista y de su público.

ENLACES DE INTERÉS SOBRE EL TEMA:

Recital por Santiago Álvarez de Bibiano y Benedicto: http://www.ghastaspista.com/historia/directo76.php

Oír/ descargar el Recital de Bibiano e Benedicto: http://www.aregueifa.net/benedictoebibiano.htm

Trobada dels Pobles y otros recitales prohibidos: http://www.luispastor.com/prensa.htm

Festival de los Pueblos Ibéricos:
-http://www.elpais.com/articulo/madrid/MADRID/MADRID_/MUNICIPIO/
Woodstock/madrileno/elpepuespmad/19960123elpmad_11/Tes

-http://www.ucm.es/info/hcontemp/madrid/universidad.htm

FILMOGRAFÍA INTERESANTE:

-Totes aquelles cançons (serie documental de Ángel Casas para la televisión catalana)
La tierra de las mil músicas (documental de Joaquín Luqui): La protesta
Cantants 72, de Pere Portabella
Canet rock, de Francesc Bellmunt

ALGUNOS DE LOS MEJORES DISCOS EN DIRECTO:

-Raimon: El recital de Madrid (1976)
-Lluís Llach: Barcelona. Gener 76
a l’Olympia (1972)

-Pablo Guerrero en el Olympia (1975)
-Paco Ibáñez en el Olympia. Los unos por los otros (1969)
-Benedicto e Bibiano ao vivo (1976)
-Manuel Gerena: Alianza de Pueblo Nuevo (1976)
-Pi de la Serra a Madrid (1978)

 

 

 

Historia de la canción de autor: canción y política I


Podríamos empezar esta entrada con una anécdota sobre el genial músico británico John Lennon. A finales del 65 y durante el 66, cuando la música pop convencional anglo-sajona estaba sufriendo un cambio bastante profundo, los Beatles estaban en el punto de mira de mucha gente tanto para bien como para mal: y eran los días del «somos más populares que Jesucristo» por un lado, y por otro de la atroz guerra de Vietnam, y Lennon no tenía el horno para bollos: los últimos acontecimientos le habían agriado el carácter alejándolo del chico amable e inocente con la respuesta inteligente y la sonrisa tímida porque a lo mejor había dicho una grosería que la prensa esperaba ver; no, el nuevo Lennon repartía leña por su boca a diestro y siniestro sin cortarse. Cuando le preguntaron por la guerra de Vietnam, John respondió: «En el Reino Unido y en Estados Unidos siempre se les pregunta a los miembros del mundo del espectáculo por la política». Pues bien, salvando las distancias y los matices aquí se procuraba no preguntar demasiado a los miembros del espectáculo (aunque bien es verdad que allí también preferían que se callaran). En fin, esto era sólo por ilustrar esa curiosa tendencia, porque a veces parece que dicen, y que tienen que decir, cosas más sensatas y más razonables los artistas que los políticos. 

Centrándonos ahora en nuestro país, dice Luis Eduardo Aute en el documental «La tierra de las mil músicas»: «Al no estar legalizados los partidos políticos ni los sindicatos, la gente se agrupaba en torno a nosotros, a los cantantes». Pienso que tiene mucha razón, porque los cantantes -los que se podían escuchar sin problemas dentro de la canción protesta- eran los únicos que decían algo político contrario a los que se oía a todas horas: los cantautores ponían patas arriba toda la concepción franquista de la sociedad y del status quo de España: España no estaba bien, España no gozaba de paz y España no era ni una ni grande ni mucho menos libre: había parados, emigrantes, exiliados, culturas castradas o secuestradas, lenguajes enmudecidos, presos y condenados a muerte, etc. Todo esto encontraba un disconforme al oír a los cantantes. Pero hay que aclarar que aunque reciba la denominación de canción política o canción protesta no era ni mucho menos cantar gratuitamente «¡Viva tal! ¡Muera cual!»: para empezar, aunque la dimensión política es importante, no es determinante ni definitoria del género; y, por otra parte, dentro de lo que se llama comúnmente canción protesta o política caben muchos matices y diversos enfoques y dimensiones que no permiten un reduccionismo al panfletarismo, al sectarismo y demás: de hecho, el que acepte esto en realidad está entrando en el juego de los reaccionarios de entonces (y de ahora).

Es necesario tomar la historia desde el principio. Desde 1960 o así, una serie de jóvenes, universitarios generalmente, opuestos al régimen y enamorados de la canción de autor francesa, latinoamericana, norteamericana y portuguesa, decide, en todas o casi todas las regiones de España, reunirse para tocar y cantar música cuyos textos fueran más allá de las inocentes baladas tan de moda entonces y así alzar sus voces críticas. Vienen de diversas procedencias: muchos son hijos de la burguesía liberal (como es el caso de Lluís Llach), otros vienen de las clases trabajadoras, como Elisa Serna o Manuel Gerena (hijo de campesinos y de profesión electricista) o incluso, el caso más llamativo, el hijo de un ministro franquista: Chicho Sánchez Ferlosio. Todos eran hijos de la guerra o de la posguerra y la mayoría tenía algún familiar, conocido o amigo en la cárcel por sus ideas políticas. Se empiezan a reunir en las universidades principalmente, rescatan a los poetas condenados al silencio y utilizan la canción para difundir ciertas ideas políticas: la canción latinoamericana, portuguesa y norteamericana primordialmente les darán las claves iniciales. Empiezan como un fenómeno minoritario, pero comienza a extenderse especialmente cuando algunos de estos cantores alcanza cierta fama e incluso cierto éxito comercial. Los recitales de los colectivos de cantantes se convierten en una especie de mitín político, apuntando a lo que decía Aute, con las pertinaces censuras, prohibiciones o cargas policiales. Desde el inicio hasta el final, los nuevos cantores son conscientes del papel que se disponen a desempeñar: surgen los himnos, bastante alejados de los himnos canónicos de los viejos partidos políticos tradicionales, en cualquier lengua, con una carga simbólica y metafórica tremenda; himnos que serán aceptados por las juventudes disconformes y coreados en la lucha política: «A galopar» de Alberti, «España en marcha» de Celaya, musicados y cantados por Paco Ibáñez; «Al vent» y «Diguem no» de Raimon, al que luego, siendo un cantante muy dado a componer himnos acertados, sumará «Cantarem la vida», «Qui ja ho sap tot»… «L’estaca», «Cal que neixin flors a cada instant» o «Damunt d’una terra» de Lluís Llach; «Canto a la libertad» de Labordeta; «El pueblo no olvidará» de Imanol; «Pola unión» de Benedicto, sobre un poema de Curros Enríquez; «Agur Euskal-Herriari» de Urko; «El burro i l’àguila» de Pi de la Serra…. Un etcétera infinito. Llach y Raimon fueron los dos grandes hacedores de himnos anti-franquistas sin discusión.
Es entonces cuando los cantautores toman un protagonismo político, no sabría decir si deseado, por aquel motivo. El régimen siempre estuvo alerta hacia ellos, investigando todo lo que hacían, y la represión estuvo presente desde el principio: a la censura (que pasó y sufrió todo artista, incluso aquel que solía ir a las fiestas del caudillo) y a las prohibiciones se sumaba la mentira desde la crítica periodística ¿profesional?: algunas de estas mentiras o verdades a medias fueron, por ejemplo, que Raimon disponía de un Mercedes de su propiedad, así que no entendían de qué se quejaban estos cantantes (ignoro hasta la fecha si fue verdad que tenía un mercedes, pero el autor de esto venía a generalizar diciendo que si Raimon tenía un mercedes, Serrat tenía otro, y también Gerena, y también Laboa…); o decir que no se invitaba a Manuel Gerena a los certámenes de flamenco porque cantaba mal (cosa que no podían hacer con Menese, cuyo talento y técnica eran y son innegables); todo esto para acabar diciendo que no entendían de su queja, con el sol que hay en España, etc. Y es aquí donde está la trampa en la que caen muchos respecto a la canción de autor: el término canción política, e incluso a veces el de canción protesta, es un término peyorativo inventado por la prensa reaccionaria: lo que le interesa a toda dictadura es el desarme ideológico total y absoluto, aunque luego se hagan desfiles y se griten «vivas»; estas canciones venían a rearmar ideológicamente a un pueblo que había estado ciego, sordo y mudo desde el año 39, dispuesto a pensar lo que el caudillo pensara y a asentir lo que él dijera… o eso era lo que él creía. Es muy posible que los obreros y los campesinos no supieran o no entendieran aquello del materialismo dialéctico o la lucha de clases, pero era muy distinto si se lo cantaban a ritmo de flamenco, de jota o de jazz incluso. Pero la cuestión fue esta, un problema que viene de lejos y que aún perdura hoy: el debate arte y política, es decir, ¿debe el arte reflejar la belleza sin más o puede ser utilizado para otros fines alejados ya de lo estético? Lo que en nuestro caso se podría traducir como «¿prefiere usted a Raphael o a Paco Ibáñez?». No quisiera ahondar en este debate, que sería tan interesante como arduo y fatigoso, sólo decir que desconfío por entero de aquel que dice «esta obra está demasiado cargada políticamente», porque a quien realmente le interesa el desarme ideológico es o a un señor de derechas muy de derechas o a un despotista ilustrado que quiere mantener al pueblo en las tinieblas de la ignorancia; y eso es lo que pasaba por aquel entonces (sólo decir que ser apolítico en el arte o en cualquier otra cosa es una ficción, ya que incluso lo apolítico es una opción política). Sin embargo, estos señores no supieron ver, porque no les interesaba para sus fines, el fenómeno de la nueva canción en su totalidad.

A medida que pasaba el tiempo, los cantantes fueron aprendiendo nuevas técnicas musicales y poéticas que les permitieron evolucionar del cantautor convencional de guitarra y contrabajo a formas más expresivas tanto poéticas como musicales. Esto tenía su punto máximo en 1976 a 1977, curiosamente cuando las grandes compañías discográficas, debido a la apertura de libertades producida y a un mercado que se abría, comenzaron o bien a fichar a los cantautores ya consagrados o a obtener nuevos: muchos de aquellos valores resultaron ser de aquellos que se podrían llamar panfletistas debido a lo insulso de sus letras: no añadían nada nuevo, se limitaban a repetir lemas y clichés (aunque yo hablo de lo que he leído, no conozco a ninguno que yo sepa). Los años 76 y 77 son los años más activos políticamente hablando: casi todos los cantautores pertenecían a algún partido o sindicato, hicieron homenajes y recitales en beneficio de partidos, sindicatos, asociaciones de vecinos y presos políticos siempre que las autoridades lo permitieran; muchos de los que se permitieron se prohibieron casi nada más empezar por el comportamiento «escandaloso» del público.
En aquellos años asistimos por otro lado al renacimiento político de alguno. Por poner dos claros ejemplos: Joan Manuel Serrat y Víctor Manuel. Serrat, por un lado, era un cantautor del que todos sabían que no simpatizaba con el régimen; nunca grabó grandes himnos de unidad o de lucha: lo suyo era más bien contar historias, siguiendo la tradición machadiana, pero no historias inocentes: era la protesta a través de la objetividad, de la mera descripción, y de la cotidianeidad. A Joan Manuel se le toleraba porque era un artista de éxito, había conseguido algo que es realmente muy difícil: equilibrar el oficio de cantor popular con el de estrella pop. Sin embargo, llegado el 27 de Septiembre de 1975, estando en México, Serrat critica agriamente la decisión de ejecutar a los cinco muchachos: aunque ya había protagonizado algún que otro escándalo anti-franquista, esto para ellos fue la gota que colmó el vaso y le prohibieron volver a España. Serrat en sus canciones no era especialmente político -hablando desde una perspectiva militante-, sin embargo sí lo era en sus declaraciones y acciones fuera de lo profesional.
Víctor Manuel fue un ejemplo parecido, pero a la inversa. Al igual que Serrat, fue un cantautor con una popularidad bastante importante. Su activismo político estuvo presente en sus canciones pero de una manera más soterrada que otros cantantes. Es en el año 76 cuando Víctor arma ideológicamente sus canciones, escribiendo entre el 76 y el 77 canciones como «Socialismo es libertad», «A Marcelino Camacho», y su disco (muy bueno, por cierto) 10, un álbum muy políticamente cargado, hasta el punto de que varios críticos musicales, incluso de entre los más respetables, anunciaron su muerte artística, de la que resucitó gracias al álbum Soy un corazón tendido al sol, que tenía temas políticos, pero también otros. Su caso, digamos, fue la necesidad del momento, de decir las cosas tal como se sentían.
De eso trata el concepto «canciones de emergencia»: canciones que deben escribirse para denunciar un hecho puntual y concreto, y que a veces, por el hecho de ser tan emergentes, no son tal vez todo lo buenas que pudieran haber sido. Son por ejemplo «Que volen aquesta gent?», de María del Mar Bonet, «Al alba» de Aute, y un largo etcétera, siendo consciente de que he elegido dos canciones que para nada podríamos clasificar de simples debido a su emergencia -sobre todo «Al alba»-.
Pero en eso de la canción política hubo mucho charlatán, mucho cantante frívolo que en el 76 quiso hacer pasta cantando los temas por los que muchos otros sufrieron cárcel y exilio.

Efectivamente, no es pura publicidad: es verdad que hubo cantautores en la cárcel, como Elisa Serna, Chicho o Antonio Piera, de Madres del Cordero. La cosa funcionaba así: si el público hacía desórdenes o el cantautor cantaba la canción prohibida obtenía una multa por parte del gobierno civil y/ o retirada del pasaporte (por si los espías de Moscú); si se negaba a pagarla, cárcel: y en el caso de Elisa -como he observado en el libro de Glez. Lucini Crónica de los silencios rotos– se las apañaron para que acabara en la cárcel. Desde los años 60 el oficio de cantor del pueblo fue difícil, pero como los mismos protagonistas reconocen, no fue tan difícil como después de la muerte de Franco: una ola de reaccionarismo azotaba el país debido a que los viejos franquistas que no querían pasar por el aro del reformismo, o incluso los mismos reformistas, vieron peligrar ¿España?, más bien sus puestos: los muertos en las manifestaciones por los ultras, la policía o la guardia civil comenzaban a ser el pan de cada día; las agitaciones y la violencia inusitada también afectó a los cantantes. Las batallas alrededor de los escenarios y fuera de los recintos se acrecentaban, lo cual por lo general venía en detrimento del cantante que tenía pagar multa; y eso sí: siempre tuvieron un comportamiento ejemplar al respecto, conscientes de lo peligroso de la situación de entonces.
Como decíamos, muchos cantantes militaban en partidos, sobre todo en el PCE, pero no sólo; sin querer ser exhaustivos al respecto, encontramos por ejemplo a Patxi Andión que se considera anarquista, o Serrat, que es un ugetista por parte de madre. Se actuó para los partidos democráticos de izquierda, para sus campañas, pero después estos mismos les dieron la patada a la mayoría: muchos como Elisa o Gerena sentirían la puñalada trapera por parte de aquellos por los que lucharon mientras estos otros se colgaban medallitas y vendían el país a los estadounidenses… Otros incluso comenzaron carrera política con más o menos éxito: Celdrán fue candidato a diputado por el PCE, Labordeta fundó el Partido Socialista Aragonés, y hoy en día preside el CHA y es diputado; Benedicto militó en el Partido Comunista Galego; Rosa León es hoy parlamentaria de la Federación Socialista Madrileña (¿por qué no se habrá presentado ella a las elecciones?), y otros más. Sin embargo, los flirteos con la política a más de uno le costó un disgusto y una desilusión, decidiendo que lo mejor era seguir cantando.

A %d blogueros les gusta esto: