Vamos a cerrar el año con una selección de música rock’n’soul, como dice Country Joe: son actuaciones en directo cuya capacidad de levantar los ánimos y los culos está garantizada. Así que, ¡vamos! Quiero ver esos culos dando botes ¡¡ya!!:
LAS AUTORIDADES SANITARIAS ADVIERTEN: la escucha y visionado de las siguientes canciones pueden provocar incontrolables botes casi involuntarios. Boten bajo su responsabilidad y no se arrepentirán.
Comenzamos con Country Joe & The Fish, con la canción con la que abrieron su actuación en Woodstock al grito de “Marihuana”… Ni el mismísimo Gallardón se resistirá a esto:
Continuamos con el mismo festival, con la monstruosa mezcla de los fabulosos Canned Heat:
y “Shake”, el clásico de Sam Cooke, interpretado en el festival de Monterey:
La gran Janis Joplin, versionando a Etta James:
Ya lo decían los Blues Brothers:
Dos clásicos del sol de Sam and Dave: “Soul man”,
y “Hold on, I’m coming”, es decir: aguanta que ya vengo:
Wilson Pickett nos lleva a la tierra de las mil danzas y nosotros que nos dejamos:
El gran Jackie Wilson
Ike & Tina Turner, versionando el tema de Creedence Clearwater Revival:
El buen rollo jamaicano de Bob Marley & The Wailers:
Y seguimos con Jimi Hendrix, un tema de su último disco en vida
y otro con Buddy Miles:
Y acabamos con Canned Heat de nuevo: “Boogie para Woodstock en dos movimientos”, es decir “Woodstock Boogie”:
2ª parte:
Y ahora el gran final, con Sly & The Family Stone, que nos llevan a lo más alto, ¿lo conseguirán?:
Yo diría que sí:
Epílogo:
Pues ya sólo queda desearos un buen año nuevo, desearnos lo mejor, y, de todas maneras, que al menos en el nuevo año no nos abandone la marcha, porque “LOS SUAVES METEN CAÑA”:
Ayer nos dejaba Jon Lord, el asombroso teclista de la banda de heavy rock y heavy metal Deep Purple, una de las pioneras del estilo que, por mor de los teclados de Lord, cobraba cierta originalidad frente a otras bandas coetáneas en las que primaba básicamente más la guitarra: en Deep Purple era un duelo entre el órgano de Jon Lord y la guitarra de Ritchie Blackmore. El secreto de Lord era su formación clásica (no es ningún secreto: si dominas la música clásica, puedes dominar, en principio, cualquier estilo), cosa que no le impidió, como a la mayoría de los jóvenes de su generación, fascinarse por el rythm’n’blues y el blues estadounidense; inspirado por grupos con teclistas como The Animals, con Alan Price, o el Spencer Davies Group, con Steve Winwood, formó su primer grupo, en esta línea de banda de rythm’n’blues con teclados (moda a la que ni los Beatles pudieron sustraerse en algún que otro de sus temas de su era pop): The Artwoods. Tras algunas aventuras musicales más, llegó Deep Purple, en 1968, una banda que se encuadraba en el rock duro de corte psicodélico de entonces: Steppenwolf, Iron Butterfly, Blue Cheer… Pero que, con la aparición de nuevos grupos, que le daban otra vuelta de tuerca más a la interpretación heavy de los viejos riffs de blues, como Led Zeppelin, con la imposible voz de Robert Plant, Black Sabbath, con la siniestra y arrulladora voz de Ozzy Osbourne, y AC/ DC, con el rugido de Bon Scott, se impone un cambio de estilo vocal, y Rod Evans fue sustituido por un vocalista más acorde a la nueva ola de heavy rock, que paulatinamente se iba transformando en heavy metal: el poderoso Ian Gillan.
Uno de los papeles de Lord en el grupo era la de emparentar el rock con la música sinfónica, cosa que consiguió en algunos temas y en un disco, Concerto for group and orchestra, interpretado con la colaboración de la Royal Philharmonic Orchestra, dirigida por Malcolm Arnold: un disco muy interesante, no apto para integristas ni del rock ni de la música clásica. Uno de estos momentos geniales fue mi –la de muchos, intuyo-: “Child in time”. Pero antes, al césar lo que es del césar: reconozco que cuando oí este otro disco me mosqueé, hasta que busqué las referencias y me tranquilicé, pues la base melódica original no era creación del grupo, sino de otro. Ian Gillan reconocía que la base melódica fue tomada del tema “Bombay Calling”, un instrumental de un grupo de rock progresivo de muy corta existencia que, no obstante, alcanzó cierta fama gracias al éxito de su tema “White bird”: It’s a Beautiful Day; la canción era un tema de su violinista y vocalista David LaFlamme, sobre la muerte de su padre:
Sobre esta base melódica, el grupo creó una canción cuyo tema de fondo era la guerra fría:
Child in time
Sweet child in time you’ll see the line The line that’s drawn between the good and the bad See the blind man, he’s shooting at the world The bullets flying, they’re taking toll. If you’ve been bad, lord I bet you have and you’ve not been hit by flying lead You’d better close your eyes you’d better bow your head wait for the ricochet
Dulce niño, con el tiempo verás la línea/ la línea que se ha trazado entre el bien y el mal/ Mira al ciego, está disparando en el mundo/ Las balas vuelan, están elevando el precio./ Si has sido malo, ¡Señor!, apuesto a que lo has sido/ y no has sido golpeado por el plomo volador,/ será mejor que cierres tus ojos,/ será mejor que agaches la cabeza,/ espera al rebote.
Ritchie Blackmore, Ian Gillan, Roger Glover, Jon Lord, Ian Paice
Deep Purple
NOTA BENE: de acuerdo, child significa indistintamente tanto “niño” como “niña”, “hijo” e “hija”; una traducción que he visto por ahí traducía como “criatura”: aceptable, quizás. Pero interpreto la canción como si se refiriera a un soldado: “no has sido alcanzado por el plomo volador (…) espera al rebote”, supongo que al rebote de una bala perdida.
Desde que los vi en la película de Woodstock de 1969 (Wadleigh, 1969) me enamoré de CANNED HEAT cuando interpretaban “A change is gonna come”: era una banda que irradiaba potencia y simpatía a la vez, y tocaba un blues tan puro, rudo pero sofisticado –si eso es posible-, que de no verles hubiera creído que eran negros. Y ya, cuando en esa actuación, un chaval consigue subirse al escenario, abrazar a su enorme vocalista, que le dejara permanecer en el escenario y, además, ser invitado a un cigarro por él, definitivamente, me enamoré de este tío, Bob Hite Jr. “The Bear”, probablemente el mejor vocalista blanco de blues. Siempre me pareció, pues, un tipo simpático que no parecía obnubilado por la fama y el éxito, capaz de tocar todos los estilos del blues, de hacer canciones, junto a sus compañeros, originales, o bien versiones de viejos temas, compaginando la progresía musical con la pureza del blues tradicional. Un segundo momento de enamoramiento vino cuando me contaron una fabulosa anécdota sobre cuando Canned Heat vino por primera vez a España, allá por 1976 ó 1977, y después de la actuación algunas personas del mundo musical español, se llevaron a Hite a casa de alguien que estaba investigando las relaciones entre el blues y el flamenco, y se hizo una gran fiesta en la que “Oso” disfrutó quedando anonadado, flipado, alucinado por el cante hondo (quizás Adrian o Antonio Gómez podrían contarlo mejor, ya que lo vivieron en primera persona).
Hite, por cuestiones inequívocas, se hacía llamar “El Oso” (todos en la banda tenían un apodo), pero quizás también se identificara con otro “gran gordo” del rythm’n’blues: Fats Domino, a quien se considera uno de los abuelos del rock’n’roll.
Por eso, era inevitable que interpretara casi como propia este clásico de “el Gordo”, como se auto-apodaba Domino:
Big Fat
(The Fat Man)
They call, they call me the fat man ‘cause I weigh two hundred pounds. All the girls do love me ‘cause I know my way around.
I was standing, I was standing on the corner Of Rampart and Canal. I was watching, watching. Watching all Creole gals.
I’m going, going, goin’ away And I’m going, goin’ to stay ‘cause women and bad life They’re carryin’ this soul away.
Me llaman, me llaman el gordo/ porque peso cien kilos*./ Todas las chicas me quieren/ porque sé orientarme.// Yo estaba, estaba en la esquina/ de Rampart y Canal./ Estaba mirando, mirando,/ mirando a todas las chicas criollas.// Me voy, me voy, me voy lejos/ y me voy, me voy para quedarme/ porque las mujeres y la mala vida/ están echando a perder esta alma.
Mientras se asientan los recuerdos y las sensaciones del evento de ayer (del que, desde luego, soy el menos indicado para hablar debido a mi mero papel de “observador”), como viene siendo costumbre despido la semana con algo quizás menos trascendental. Y pido perdón por utilizar el término “menos trascendental” aplicado a los Dead y a la música soul.
“Turn on your love light” fue un estándar del soul en 1961, escrito por Joe Scott para el cantante de rythm & blues Bobby Bland, que, originalmente suena así de bien, con ese aire optimista y revitalizador propio del soul:
Turn on your love light
Without a warning You broke my heart You took it, darling And you tore it apart
You left me sitting In the dark, crying You said your love For me was dying
Shine on your light Let it shine on me Turn on your light Let it shine on me Let it shine, shine Shine, let it shine
I got a little lonely In the middle of the night I need you, darling To make things all right
Come on, baby Come on, please Come on, baby Come on, please
Shine on your light Let it shine on me Just a little bit higher A little bit higher Just a little bit higher A little bit higher
I’m begging you, baby I’m on my knees I want you to Turn on your light Let it shine on me
Come on, baby I’m begging you Shine on your light Let it shine on me
I feel alright I feel alright I feel alright I feel alright
Turn on your love light Let it shine on me Turn on your love light Let it shine on me
Let it shine Let it shine
Enciende tu lámpara del amor
Sin aviso/ rompiste mi corazón/ Lo cogiste, cariño,/ y lo hiciste pedazos.// Me dejaste sentado/ en la oscuridad, llorando./ Dijiste que tu amor/ por mí se estaba muriendo.// Te lo ruego, cariño,/ cariño, por favor…// Ilumina tu lámpara,/ que me ilumine,/ enciende tu lámpara,/ que me ilumine,/ que ilumine, ilumine,/ ilumine, que ilumine.// Me quedo un poco solo/ en mitad de la noche./ Te necesito cariño/ para hacer las cosas bien.// Vamos cariño,/ vamos por favor… // Ilumina tu lámpara,/ que me ilumine,/ sólo un poquito más,/ un poquito más…// Te lo estoy rogando, cariño,/ me pongo de rodillas,/ quiero que/ enciendas tu lámpara,/ que me ilumine.// Vamos cariño/ Te lo estoy rogando/ Ilumina tu lámpara/ que me ilumine// Me siento bien…// Enciende tu lámpara/ que me ilumine…// Que ilumine…
Joe Scott & Deadric Malone
¡Y sí! Ya noto a muchos impacientes… Desde 1967 la canción formó parte indispensable del repertorio en directo de los divinos Grateful Dead, cantada, hasta que no pudo más, por Ron “Pigpen” McKernan (teclados, harmónica, percusiones y voz en los temas de rythm’n’blues de la banda). Con esta canción, llenándola de esteroides hasta la saciedad, alargándola imposiblemente hasta el infinito, los Dead solían cerrar sus actuaciones, dejando un reguero de oyentes y bailantes alucinados y satisfechos, pero siempre con ganas de más. La versión más conocida de la canción es la que aparece en su álbum en directo de 1969 Live/ Dead, siendo el final de una cadena de canciones: “Saint Stephen”-“The Eleven”-Turn on your lovelight”. Ésta, por su parte, es una versión del año 68:
Una de sus más flipantes interpretaciones de este clásico lo realizaron en Woodstock: ¡casi 40 minutos de frenético rythm’n’blues y rock duro, mientras que Owsley bailaba alrededor del escenario, y sin dar muestras de agotamiento! En su día, a Jerry García no le gustó la actuación de la banda, por haber estado, según él, demasiado drogados como para dar lo mejor de sí mismos. En la actual reedición de la película de Woodstock (Michael Wadleigh, 1969), que incluye un apéndice de actuaciones nunca vistas antes, se incluye íntegra esa actuación que, sin lugar a dudas, te tendrá pegado al sillón durante cuarenta minutos. Sin embargo, éste vídeo se corresponde a una película anterior que recogía algunas actuaciones de los Dead en el fastuoso festival sin arreglar, y por tanto, de mala calidad… Pero merece la pena verlo a falta de las imágenes de las que hablo (acaba con una entrevista a García y a Bob Weir:
Retomamos un poco las canciones con el tema de los lugares malditos, en esta ocasión, en vez de una ciudad (como Ámsterdam o Nueva Orleans), sólo una calle: la Calle del Tabaco, “Tobacco Road”, canción en un estilo de country-blues escrita por el cantante y compositor John D. Loudermilk, y que se asegura tiene cierto carácter semibiográfico, ya que habla de la vida de un chico que crece en su pueblo, Durhamp, Carolina del Norte. De nuevo encontramos los elementos de historia maldita de toda buena canción de “chico pobre”: una familia rota (madre muerta, padre borracho), un sitio opresor en donde no abundan las esperanzas y cualquier acción que se haga acaba siempre hundiendo al personaje en la miseria; y la imposibilidad de huir de ahí, a pesar de las ganas de hacerlo y comenzar una nueva vida
Tobacco Road
I was born in a dump, Mamma died and daddy got drunk, Left me here to die or grow In the middle of Tobacco Road. Wo wo wo Grew up in a rusty shack, All I owned was hangin’ on my back. Only you know how I loathe This place called Tobacco Road, But it’s home. The only life I’ve ever known Only you know how I loathe Tobacco Road
Gonna leave get a job With the help and the grace from above Save my money get rich I know, Bring it back to Tobacco Road. Wo wo wo Bring dynamite and a crane, Blow it up, start all over again. Build a town, be proud to show, Give the name Tobacco Road But it’s home. The only life I’ve ever known I despise you ‘cos you’re filthy, But I love you ‘cos you’re home.
Carretera del Tabaco
Nací en una casucha,/ mamá murió y papá se emborrachó,/ me abandonaron aquí para morir o crecer/ en medio de la carretera del Tabaco./ Crecí en una choza enmohecida,/ todo lo que poseía colgaba de mi espalda./ Sólo tú sabes cómo aborrezco/ este sitio llamado carretera del Tabaco,/ pero es el hogar./ La única vida que he conocido siempre/ Sólo tú sabes como aborrezco/ la carretera del Tabaco.// Me voy a ir para conseguir trabajo/ con la ayuda de la gracia de arriba/ Ahorrar mi dinero para hacerme rico sé,/ devolverlo a la carretera del Tabaco./ Traer dinamita y una grúa,/ hacerlo volar, comenzar todo de nuevo,/ construir un pueblo, estar orgulloso de enseñarlo,/ darle el nombre de carretera del Tabaco/ porque es el hogar./ La única vida que he conocido siempre/ Te desprecio porque eres inmunda,/ pero te amo porque eres el hogar.
NOTA: road puede traducirse tanto por “carretera” y “camino” como por “calle”; al existir también en España, al menos, la diferenciación de vías en “calle”, “carretera” y “camino”, he decidido traducirlo por “carretera”, aunque las otras dos palabras también cuadran perfectamente.
Sin embargo, Loudermilk no tuvo demasiado éxito con esta canción, por lo que, en su calidad de compositor de RCA, cedió la canción a un grupo inglés llamado The Nashville Teens, que le dieron su acompañamiento pop:
En las voces de este grupo de pop británico, la canción se convirtió en un pequeño éxito, y con él vinieron las versiones de todo tipo. Éstas fueron algunas de las primeras. La primera que presentamos, a cargo de Lou Rawls, profundizando en las raíces de blues de la canción en su versión soul:
Y, la segunda por partida doble, a cargo del bluesman experimental británico Eric Burdon con la nueva formación de los Animals:
En 1970, con su nuevo grupo, War, Mr. Burdon la recuperaría para darle un aire más funky en su disco Eric Burdon declares War:
Y aquí los tienes en vivo, desde París, en el año 71, en una versión más fogosa:
Y, por supuesto, el grupo gracias al cual conocí la canción, en clave de folk-rock y psicodelia, los grandes Jefferson Airplane:
Pero no para ahí la cosa: en 1969, uno de esos grandes grupos de rock duro que versionaban clásicos del soul y del rythm’n’blues traducidos al rock psicodélico, también contribuían a la versatilidad de esta canción. Rare Earth:
Y Jimi Hendrix, cómo no… En el enlace de la wikipedia se asegura que realizó una versión inédita del tema. Por ahora lo único que he encontrado es este vídeo, en el que se asegura que el gran Hendrix colabora en esta versión en directo de, de nuevo, Eric Burdon & War:
Y, bueno, la lista de esta genealogía musical (como lo llamó una buena amiga mía), sería casi infinita, cosa que pasa cuando las canciones se convierten en eso que llaman estándares. Así que vamos a ir finalizando con una versión curiosa en español de México, a cargo de David Lee Roth, ex-vocalista de Van Halen, titulada “La calle del Tabaco”:
(EDIT., 17:52) Olvidé, por lo de llamativo que tienen para nosotros los grupos de rock no-anglosajones o incluso españoles, mencionar estas dos versiones, cada una respectivamente de un grupo serbio. La primera se trata de Smak, un grupo de rock progresivo de los años 70:
Y la otra por parte de Disciplina Kičme (o Disciplin A Kitschme), otro grupo serbio, pero de heavy metal:
Cuando la voz ronca y potente de Eric Burdon y el vibrante órgano de Alan Price comenzaron a tocar unos acordes que no sólo se convertirían en históricos, sino que ya eran históricos, cuando hacia 1965 los Animals acompañaban en gira a Chuck Berry, quizás desconocieran que estaban devolviendo a su dimensión popular a una canción tan vieja, tal vez, como la ciudad de Nueva Orleans.
Artistas de todos los campos, desde dramaturgos y novelistas hasta bluesmen y blueswomen, anónimos o conocidos, entre el siglo XIX y el siglo XX, describieron la ciudad de Nueva Orleans (la ciudad colonial estadounidense por excelencia, en donde se mezcla el pasado francés, español y el anglosajón con la cultura afroamericana y el inmemorial legado indio: un auténtico crisol de culturas) como un lugar en el que la oportunidad se vuelve vicio y la gente que va a ella a vivir acaba atrapada en un destino de corrupción e inmoralidad sin salida: una ciudad en donde todo es posible, pero a qué precio. Ése es precisamente el origen de la canción folklórica más conocida del mundo: “The House of the Rising Sun”. Los orígenes de la canción son imprecisos, ya que es tan versátil a través de sus versiones que no se puede decir si es la nieta de una antigua canción inglesa, como sostiene Alan Lomax –el gran folklorista estadounidense-, o si es un blues hecho por negros. Pero no sólo su música es así de versátil, sino también su letra: la canción nos habla en primera persona de alguien que, económica o moralmente, se ha arruinado en un antro conocido como “La Casa del Sol Naciente”, pero no hay una clara letra arquetípica, y el protagonista de la canción puede ser tanto un hombre como una mujer, en cuyo caso, la temática de la canción cambia considerablemente. Si es una mujer la que canta, “La Casa del Sol Naciente” resulta ser un prostíbulo en donde ella ha vendido su ser y su vida y le resulta imposible salir de ahí; pero si es un hombre, y aún sin descartar la teoría del prostíbulo, viene a ser más bien una casa de juegos en donde el protagonista se ha arruinado y la única manera de salir de la miseria es volver a probar a suerte en el antro. O puede, poniéndonos metafísicos, que la Casa del Sol Naciente sea una metáfora sobre la ciudad de Nueva Orleans, o un arrabal suyo –o todos en conjunto-, tal y como se ha descrito. No obstante, en el enlace de arriba a la wikipedia, se recogen algunos lugares, que ya no existen, que reclaman haber sido la famosa casa del amanecer (quizás llamada “del sol naciente” porque en ella te daban las del alba).
Como toda canción folklórica, sus orígenes no son claros, y mucho menos su autoría. Alan Lomax sostenía que la autoría de la canción pertenecía a dos estadounidenses de Kentucky, Georgia Turner (a la que produjo la canción) y Bert Martin (lo cual explicaría la ambigüedad del narrador) en base a una tradicional melodía inglesa:
La versión más antigua registrada pertenece a Clarence “Tom” Ashely, quien la aprendió de su abuelo, y Gwen Foster, en 1934:
En 1938 la grabaría el cantante country y directivo discográfico Roy Acuff: obviamente, la canción debió de empezar a volverse muy popular en Estados Unidos a causa de la Gran Depresión, que marcó las dos décadas siguientes tanto social como culturalmente:
2ª canción que suena
Así, en los años 40 y 50, los jóvenes folkloristas y cantautores que surgieron en la posguerra la convirtieron en un estándar en sus recitales y grabaciones, dándole su identidad étnica dependiendo, a menudo, de la del cantante: Leadbelly, Woody Guthrie, Pete Seeger, Odetta… Hicieron sus versiones, como de las grandes canciones populares norteamericanas, quizás orientadas a la temática más social que folklórica en ocasiones.
Y así, de los viejos folksingers pasó a los jóvenes cantautores de folk y country que se arremolinaban en torno a los cafés del bohemio Greenwich Village neoyorquino: uno de ellos fue Dave Van Ronk, quien, al parecer, le dio a la canción un toque personal muy original con sus arreglos, y se la enseñó a otro joven folksinger llegado de las tierras de Minnesota:
Así pues, cuando en 1962 apareció el primer disco de Bob Dylan, de título homónimo, Van Ronk se disgustó mucho con él porque en los créditos del disco su versión de “House of the rising sun” no aparecía como acreditado de los arreglos, aunque tampoco venía ninguna otra indicación:
Sin embargo, ni Van Ronk ni Dylan fueron los únicos en grabar su versión de la canción, ya en 1960 lo había hecho Joan Baez en un estilo más próximo al blues, probablemente aprendida de Seeger:
There is a house in New Orleans They call the Rising Sun. It’s been the ruin of many a poor girl, and me, O God, for one.
If I had listened what Mamma said, I’d ‘a’ been at home today. Being so young and foolish, poor boy, let a rambler lead me astray.
Go tell my baby sister never do like I have done. To shun that house in New Orleans they call the Rising Sun.
My mother she’s a tailor; she sold those new blue jeans. My sweetheart, he’s a drunkard, Lord, Lord, drinks down in New Orleans.
The only thing a drunkard needs is a suitcase and a trunk. The only time he’s satisfied is when he’s on a drunk.
Fills his glasses to the brim, passes them around. Only pleasure he gets out of life is hoboin’ from town to town.
One foot is on the platform and the other one on the train. I’m going back to New Orleans to wear that ball and chain.
Going back to New Orleans, my race is almost run. Going back to spend the rest of my days beneath that Rising Sun.
La Casa del Sol Naciente
Hay una casa en Nueva Orleans. La llaman El Sol Naciente./ Ha sido la ruina de muchas pobre chicas, y yo, Oh Dios, para una.// Si hubiera escuchado lo que mi mamá me dijo, estaría hoy en casa./ Siendo tan joven y tonto, pobre muchacho, dejé que un vagabundo me descarriara.// Dile a mi hermana pequeña que nunca haga lo que yo he hecho./ Que rehúya de esa casa de Nueva Orleans que la llaman El Sol Naciente.// Mi madre es costurera; vendió esos vaqueros nuevos./ Mi novio es un borracho, Señor, Señor, bebe en Nueva Orleans.// Lo único que un borracho necesita es una maleta y un baúl./ El único momento en el que está satisfecho es cuando está bebido.// Llena sus vasos hasta el borde, los pasa a su alrededor./ El único placer que obtiene de la vida es vagar de pueblo en pueblo.// Un pie está sobre el andén y el otro en el tren./ Vuelvo a Nueva Orleans para llevar esa bola con cadena.// Vuelvo a Nueva Orleans, mi carrera está casi acabada./ Vuelvo a pasar el resto de mis días bajo ese Sol Naciente.
La versión de Dylan cruzó el charco, y llegó a uno de los jóvenes grupos de blues y rythm’n’blues británicos: The Animals, grupo que –en mi opinión- interpretaron de una manera más profesional la música tradicional afroamericana; y así, el grupo encabezado por Eric Burdon y Alan Price puso en las listas de éxitos una de las canciones más conmovedoras del imaginario tradicional estadounidense, no sé si cambiando la letra, o apoyándose en alguna de las innumerables versiones existentes.
The House of The Rising Sun
There is a house in New Orleans They call the Rising Sun And it’s been the ruin of many a poor boy/ girl And God I know I’m one
My mother was a tailor She sewed my new bluejeans My father was a gamblin’ man Down in New Orleans
Now the only thing a gambler needs Is a suitcase and trunk And the only time he’s satisfied Is when he’s on a drunk
Oh mother tell your children Not to do what I have done Spend your lives in sin and misery In the House of the Rising Sun
Well, I got one foot on the platform The other foot on the train I’m goin’ back to New Orleans To wear that ball and chain
Well, there is a house in New Orleans They call the Rising Sun And it’s been the ruin of many a poor boy And God I know I’m one
Hay una casa en Nueva Orleans/ que la llaman El Sol Naciente/ y ha sido la ruina de muchos pobres chicos-chicas/ y Dios sabe que soy uno de ellos.// Mi madre fue costurera,/ cosió mis vaqueros nuevos,/ mi padre fue un jugador/ en Nueva Orleans.// Lo único que necesita un tahúr/ es una maleta y un baúl,/ y el único momento en que está satisfecho/ es cuando está bebido.// Oh madre, dile a tus hijos/ que no hagan lo que yo he hecho,/ pasar vuestras vidas en el pecado y en la miseria/ en la Casa del Sol Naciente…
La interpretación de los Animals fue versionada por un grupo de pop catalán llamado Els Dracs (los dragones) como “La casa del sol neixent”:
Más versiones indispensables. Comenzando con los cantautores de la posguerra. Woody Guthrie interpretándola como balada country:
Pete Seeger, por su parte, prefiere una interpretación más cercana al blues:
La impresionante Odetta:
Y, siguiendo con las damas negras de la canción, la gran Nina simone:
Vamos acabando, dando un salto en el tiempo, con la hermosa versión de la cantautora irlandesa Sinéad O’Connor:
Y, finalmente, como le vi ayer en televisión, Mr. Eric Burdon, gozando de buena salud:
El tema de los prostíbulos ha sido, por otra parte, un motivo recurrente en literatura; a veces se ha hablado de las vidas de las prostitutas, y otras, se ha hecho un elogio del recurso a la prostitución como una de las prácticas de la bohemia: un tema bastante trasnochado y falseado. Podemos ocupar páginas y páginas de lo fructífero que fue el hecho de que Picasso o Baudelaire acudieran a los lupanares, además de para satisfacer su libido, para inmortalizar en sus obras a anónimas mujeres que no tuvieron otra que ganarse la vida vendiendo su cuerpo. Artistas geniales, sí, pero prácticas que pesan como una losa sobre su reputación y que a veces sirven para excusarles, y no por argumentos pacatos. Se podrá exculpar, no obstante, a aquel artista que prescindiera de los habituales servicios de un burdel para pagar a la mujer por ser musa y modelo de su obra y nada más.
Este es uno de los motivos que recojo en mi novela, Redención (Nuestro último baile), en donde aparece un prostíbulo inventado, La Casa Roja, que es dirigido por un cruel y egocéntrico proxeneta llamado Pietro Castello. Este sitio, quizás como La Casa del Sol Naciente, no existe como sitio en particular, y sí existe como sitio en general. Su nombre es la mezcla del título de esta canción (e hipotético nombre del prostíbulo al que se refiere, si fue tal) y el denominado Barrio Rojo de Ámsterdam (bandera de una engañosa y mal llamada libertad sexual). Así pues, la Casa Roja es uno de los escenarios de mi novela, cuando Susi tiene que hacer una visita en el transcurso de sus investigaciones y reflexiona sobre la prostitución, quienes recurren a ella y su glorificación por los seudointelectuales pretendientes a bohemios y demás falsos progresistas.
Nunca me he tragado eso de la libre elección de una mujer para prostituirse, por mucho que me hablen de esas mujeres que lo hacen porque quieren y ganan mucho dinero; el problema es que esas mujeres no lo hacen por subsistir, sino por satisfacer su afán de lujo, y en sus prácticas condenan a las mujeres que se han visto obligadas por necesidades reales y no por tener un abrigo de bisón para cada día de la semana: cuando la miseria gobierna, no hay libertad de elección; y cuando defendemos que es un recurso muy válido para cuando la mujer no encuentra un trabajo que le permita vivir con dignidad, parece que no nos demos cuenta de lo enfermizo de nuestros argumentos. La prostitución NO es un trabajo digno, de hecho, ni siquiera podemos considerarlo trabajo; la prostituta SÍ es digna, porque es una persona que tiene que arrastrar esa dignidad para sobrevivir, y cuando los abolicionistas decimos no a la prostitución, ni denigramos ni estamos en contra de la prostituta; al contrario.
No me vale esa mierda de argumentos de que hay mujeres que llevan tanto tiempo en esto que ya no saben hacer otra cosa (argumento que nos arruina cualquier programa de rehabilitación); no me vale esa porquería de que hacen una función social porque hay hombres solitarios, porque eso me pone en una situación de privilegio que detesto, y resulta que no es lo mismo para las mujeres solitarias, cuyo recurso es la prostitución masculina de lujo; odio cuando se argumenta a favor desde una libertad sexual que no puede existir donde la miseria arrastra a miles de mujeres a vender su cuerpo, y desprecio el argumento de arriba de que así nos posicionamos contra las prostitutas: argumento esgrimido por pseudosindicatos de «trabajadoras del sexo» que, en realidad, son sindicatos verticales dirigidos por los proxenetas. Es al contrario: respeto a toda persona que intenta ganarse un sueldo sin hacer daño a nadie, pero no a quien defiende la existencia de dichos trabajos por el argumento, enmascarado o no, de que por su existencia ellos pueden mantener su estatus de privilegio. La legalización no es una solución: solo servirá para regular a los proxenetas como empresarios de facto y hacer de la moderna esclavitud un negocio legal. Se acabará con la «trata» porque será considerada legal. ¿Pero realmente creéis que parte de su sucio dinero pasará a las arcas del Estado a través de los impuestos? Cada vez que se defienden estos argumentos, se dignifica la labor no de la prostituta, sino del macarra.
Cosas así piensa Susi en ese capítulo de Redención (Nuestro último baile), haciéndose vocera de mis pensamientos sobre el tema. Y no, The House of The Rising Sun no es un alabanza a la prostitución; es al contrario.
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Tres cosas atormentan al ex inspector de policía Guillermo Niño Pérez: un vecino que le obsesiona, el recuerdo de un crimen y una querella por sus torturas durante el franquismo. Por si esto fuera poco, se une la inquietud hacia un asesino en serie que parece pretender imitarle. Convencido de su intuición, el antiguo policía se dispone a desvelar cuál es la identidad del asesino, mientras los recuerdos le asaltan una y otra vez, entrelazándose con sus inquietudes, mientras su juicio se presenta inminente.
Susi se atormenta viviendo entre la esperanza y la desilusión por su ruptura con Ángel, del cual cree que le fue infiel. Mientras intenta rehacer su vida, descubre por una serie de casualidades que su ex guardaba un oscuro secreto que pudo propiciar la separación más allá de su sospecha de infidelidad: la investigación sobre una oscura secta elitista de personas muy poderosas y crueles, con espantosos objetivos y con implicación en la prostitución internacional y la ultraderecha. Se hacen llamar EL CÓNCLAVE. De esta manera, una historia de desamor se va convirtiendo en una peligrosa investigación para desentrañar los misterios y siniestros propósitos del tenebroso Cónclave. Solo venciéndolos, tendrá Susi la oportunidad de volver junto a Ángel. Más que una historia de amor: una balada de heavy metal.
Grabada poco antes de su trágica muerte, “(Sittin’ on) The Dock of the bay” se convirtió en el legado del gran cantante de soul Otis Redding. La canción tiene algo de autobiográfica y es de las más personales del genial artista, así como un contenido bastante profundo. Parece ser que la escribió en colaboración con Steve Crooper, productor y guitarrista de, entre otros grupos, Booker T. & The MGs (un gran grupo interracial de rythm & blues), tras la actuación en Monterey y en el mítico Fillmore de San Francisco, cuando estuvo un rato en el puerto y le vino la idea. Como dice Crooper (declaraciones recogidas en uno de estos enlaces), Otis Redding raramente escribía en sus canciones sobre sí mismo (junto a ésta, “Mr. Pitiful” –señor penoso- y “Sad song” –canción triste-), y ésta era claramente sobre él en un momento de nostalgia, durante un tiempo en el que había estado algo enfermo: ciertamente, había nacido en Macon, Georgia, y en esos momentos se encontraba en San Francisco, popularmente llamado Frisco. Poco después de grabar esta canción, Otis y la banda que le acompañaba, The Bar Kays, alquilaron un avión para realizar las actuaciones que tenían previstas, pero el 10 de Diciembre (1967) el avión se estrelló, causando la muerte de Otis y de la mayoría de los Bar Kays. Por esa razón, la canción parece tomar un significado tremendo, como un mensaje de despedida…
La canción, por otra parte, no contiene ningún tipo de premonición, mensaje místico, remordimientos, etc., algo que (seguramente ya habrá dicho alguien buscando desesperadamente la atención de los amantes del misterio) pudiera indicar que presintiera su muerte. Lo único curioso de esta gran canción es, simplemente, que nunca antes Otis Redding se había expresado tan abiertamente sobre sí mismo en una canción. Sencillamente es una canción en la que el artista expresa un momento de tristeza, impotencia, soledad y/ o incertidumbre, ante el cual lo único que se puede hacer es sentarse, relajarse y esperar a ver qué pasa.
(Sittin’ on) The Dock of the Bay
Sittin’ in the mornin’ sun I’ll be sittin’ when the evenin’ come Watching the ships roll in And then I watch ‘em roll away again, yeah
I’m sittin’ on the dock of the bay Watching the tide roll away Ooo, I’m just sittin’ on the dock of the bay Wastin’ time
I left my home in Georgia Headed for the ‘Frisco bay ‘Cause I’ve had nothing to live for And look like nothin’s gonna come my way
So I’m just gonna sit on the dock of the bay Watching the tide roll away Ooo, I’m sittin’ on the dock of the bay Wastin’ time
Look like nothing’s gonna change Everything still remains the same I can’t do what ten people tell me to do So I guess I’ll remain the same, yes
Sittin’ here resting my bones And this loneliness won’t leave me alone It’s two thousand miles I roamed Just to make this dock my home
Now, I’m just gonna sit at the dock of the bay Watching the tide roll away Oooo-wee, sittin’ on the dock of the bay Wastin’ time
Sentado al sol de la mañana/ estaré sentado cuando caiga la tarde/ observando a los barcos llegar navegando/ y luego los veré marcharse navegando de nuevo, sí.// Estoy sentado en el muelle de la bahía/ contemplando la marea fluir/ Oh, solo estoy sentado en el muelle de la bahía/ perdiendo el tiempo.// Dejé mi hogar en Georgia/ me fui a la bahía de Frisco/ porque no tenía nada por lo que vivir/ y parece que nada va a llegar a mi camino.// Así que solo voy a sentarme en el muelle de la bahía/ contemplando la marea fluir/ Oh, estoy sentado en el muelle de la bahía/ perdiendo el tiempo.// Parece que nada va a cambiar/ todo permanece aún igual/ No puedo hacer lo que diez persona me dicen que haga/ así que supongo que permaneceré igual, sí.// Sentado aquí, descansando mis huesos/ y está soledad no me dejará en paz/ Son dos mil millas las que recorrí/ solo para hacer de este muelle mi hogar.// Ahora, solo voy a sentarme en el muelle de la bahía/ contemplando la marea fluir/ Oh sí, sentado en el muelle de la bahía/perdiendo el tiempo.
Tras estos días intensos, quiero contribuir un poco a que vuelva la calma, que no que nos durmamos, pero sí a relajar tensiones.
El pasado día 22, fallecía Jerry Leiber, el 50 % del famoso binomio Leiber-Stoller, grandes compositores de los mejores temas de rock’n’roll y rythm & blues pre-soul de los años 50 y 60; Jerry Leiber y Mike Stoller compusieron algunos de los mejores temas de Elvis Presley, de los inolvidables Drifters, de Ben E. King, y de un montón más. Eran canciones comerciales, pero también muy inteligentes a la vez, y muchos de los artistas negros se sorprendían de que dos “tipos” judíos hubieran comprendido tan bien su música. Para rendirle tributo, como no podía ser de otra manera, traemos la que con toda seguridad sea su canción más conocida.
Ben E. King fue, a finales de los 50, el vocalista principal del gran grupo de rythm & blues The Drifters, tras el abandono de los dos vocalistas principales originales; pero en mayo de los años 60, por disputas salariales con el mánager del grupo, King es despedido de la banda, aunque se mantiene hasta encontrar un sustituto. Es entonces cuando comienza su carrera en solitario… Ben e. King tenía un proyecto de canción que iba a ser cantada por los Drifters, que no quisieron hacerla, y King, al abandonar el grupo decidió, no grabarla. Sin embargo, al faltarle nuevo material la interpretó al piano y se llamó al binomio Leiber-Stoller para acabar la canción, que no era otra más que “Stand by me”, inspirada por una canción gosspell con el mismo título. Es, probablemente, la canción más famosa, interpretada, tarareada, cantada y causa de numerosos nacimientos de la historia. La historia de la canción también es muy tierna, pues, como declaraba King, aunque es un tema de amor de un hombre a una mujer, y su letra roza la poesía cortesana medieval y renacentista, cuando él la cantaba pensaba en sus amigos los Drifters, y era a ellos a quienes se la dedicaba (historia más completa:http://historiadeunacancion.blogspot.com/2011/02/stand-by-me.html):
Cuando la noche cae/ y la tierra es oscura/ y la luna es la única luz que vemos,/ no, no tendré miedo…/ mientras te quedes, te quedes conmigo.// (Estr.) Y cariño, cariño, quédate conmigo/ Oh, ahora, ahora, quédate conmigo./ Quédate conmigo, quédate conmigo.// Si el cielo que vemos arriba/ se agitara y cayera/ y la montaña se derrumbara en el mar,/ no lloraré, no lloraré,/ no, no derramaré una lágrima/ mientras te quedes conmigo// (Estr.)// Cuando sea que tengas problemas, ¿no te quedarás conmigo?…
Ben e. King –Jerry Leiber –Mike Stoller
Y, decíamos, ha sido, sino la que más, una de las canciones más interpretadas por artistas de toda condición y estilo, con más o menos éxito o calidad (el problema viene siendo que, debido a su aparente sencillez, es una canción que todo el mundo cree cantarla bien, empezando por el que esto escribe)… De entre las versiones, hay un poco de todo, y no voy a poner aquí todas las que salgan en la lista de youtube. Comenzamos con una rareza de 1963, cuando en un curioso sencillo el boxeador Muhammad Ali la versionaba, y, según el blog que hemos enlazado, King le dijo que hacía menos daño boxeando que cantando:
Otra versión, como asegura la entrada de Wikipedia, fue la del inolvidable Otis Redding, sin embargo, en el youtube y otros sitios no hay más que la versión original atribuida a Otis, y en el Definitive Otis Redding no me aparece, así que esperaremos a lo que vosotros digáis, lo mismo ocurre con la versión de Marvin Gaye. De quien sí hemos encontrado la versión, que creo que nunca llegó a publicar (quizás en algún concierto), es de Jimi Hendrix, mientras recorría las discográficas esperando a ser contratado. Ésta es una maqueta que se puede encontrar en recopilatorios “de gasolinera” y en discos oficiales de rarezas y de pre-historia del artista. A pesar del mal sonido, es una versión muy interesante:
No os voy a marear con el número infinito de artistas que la tocan ocasionalmente en sus conciertos, desde U2 hasta Bruce Springsteen, pasando por los Led Zeppelin, ni mucho menos con la aberrante versión que hizo el miembro más popular, después del padre, del clan Iglesias. Pero sí la del grupo de punk Pennywise, pues supone una ruptura con el pop y el rock clásico, y demuestra que los tipos duros también tienen (tenemos) su corazoncito (¿o es que alguien lo dudaba?):
Y ahora, traducciones y adaptaciones, que no es que me gusten demasiado, pero hay que reconocer que muchas están bien. Es el caso de la adaptación del cantante italiano Adriano Celentano, que traducía esta letra a “Pregherò”, rezaré:
Y, es muy probable que “Rogaré”, la adaptación al castellano del cantante valenciano Bruno Lomas, sea en realidad una adaptación de la de Celentano:
Y así, y así, por no marearos y quedarnos sólo con algunas, y desechando, por supuesto, ciertas aberraciones e interpretaciones oportunistas que no vienen al caso y no tienen cabida (ni la tendrán) en este sitio, acabamos, como no podía ser de otra manera, con la que se considera la mejor versión de todas, después de la original… No es otra que la versión que hizo John Lennon para su disco nostálgico de 1975 Rock and roll:
Ayer fue el aniversario de la muerte de alguien a quien admiramos y respetamos, que fue una de mis primeras inspiraciones: Jerry Garcia (o García, si lo escribimos en castellano), músico de rock y de folk, miembro fundador y la mayor parte de las veces cerebro del mítico grupo The Grateful Dead, figura indispensable, gurú e inspirador de la música hippie de San Francisco, e inspiración para una legión innumerable de músicos desde ayer hasta nuestros días.
Jerome John Garcia (Agosto, 1942-1995) era natural de San Francisco, California, y sus ancestros se perdían entre aquella multitud de Galicia, Suecia e Irlanda que llegaron a California en busca de una vida mejor. Sus padres, casi previendo su dorado futuro, le pusieron el nombre del famoso compositor Jerome Kern (compositor de la canción anterior: así, sin buscarlo, he enlazado tres temas seguidos, Paul Robeson mediante). Fue llamado por la música a una muy temprana edad, viniéndole de familia, ya que su padre era un músico profesional retirado y su ancestro gallego era famoso por cantar en reuniones antes de emigrar hacia 1919. En el colegio, en donde empieza a destacar por sus habilidades artísticas, comienza a interesarse por los estilos musicales del country y del bluegrass, influenciado por su abuela (encargada de su educación tras la trágica muerte de su padre); después, como todo adolescente de los años 50, se apasionaría por el rock’n’roll y el rythm & blues, y, a finales de los 50 descubre la marihuana. Por robar el coche de su madre, a principios de los 60, se le hizo ingresar en el ejército, en el que no estaría mucho tiempo, y tiene un grave accidente. Mientras tanto, García comienza a tocar por diversos locales de la zona, y en esos periplos conoce al letrista Robert Hunter en 1961; al siguiente a Phil Lesh… Y, poco a poco fue naciendo Grateful Dead.
The Grateful Dead, anteriormente conocidos como The Warlocks, fue uno de los primeros grupos psicodélicos puramente dichos, cuando decidieron de dejar de ser una banda de bluegrass y convertirse en el estandarte de un nuevo estilo de música. Sobre el origen de su nombre hay mucha confusión; hay quien señala a una leyenda de fantasmas, según la cual el difunto agradece al viajero haberle dado santo sepulcro protegiéndolo; otros señalan que La Muerte Agradecida es un término sacado de los ideólogos del LSD Timothy Leary y Richard Alpert, en su versión “para hippies” del Libro tibetano de los muertos (que iluminaría muchos, entre tantos, a John Lennon)… O quizás la verdad sea menos romántica, y abriendo un libro por una página al azar, el de Leary, o una recopilación de cuentos populares, o tal vez otro cualquiera, encontraron un nombre que les pareció lo suficientemente heavy para una banda de rock… Antes de grabar su primer disco ya eran conocidos en los locales de San Francisco, sobre todo por haber sido uno de los indispensables participantes y amenizadores de aquellos Acid-Test de Ken Kesey, de los cuales provendría una de sus canciones más aclamadas. Así que, su salto a la empresa discográfica en 1967, tras el festival de pop de Monterey, no tuvo que pasar por la adopción de ciertos lenguajes comerciales o semi-comerciales. Su primer disco, The Grateful Dead, era un compendio electrificado y psicodélico de las influencias de la banda: el blues, el rock’n’roll clásico, el country y el bluegrass, el jazz…, hasta cierta presencia de la música surfer. Pero Grateful Dead iría evolucionando: pasarían hacia el rock sinfónico y al rock duro, y luego retomarían sus raíces convirtiéndose en un grupo avanzado de country-rock (en esto, la voz de Bob Weir, era indispensable). Hacia 1969, García, Lesh y Mickey Hart (batería de los Dead), junto a antiguos amigos de los días de la bohemia beatnick, formarían el proyecto paralelo de country New Riders of The Purple Sage, sin abandonar la banda original. Grateful Dead, con idas y venidas, ocasionales o no, de miembros, cambios de estilo, carreras en paralelo de sus miembros –sobre todo del propio Jerry-, a pesar de la trágica muerte de Ron “Pigpen” McKernan en 1969, estrictamente duró treinta años: desde 1965, año en el que dejan de ser los Warlocks y convertirse en los Dead, hasta 1995 aproximadamente, año en el que Jerry fallece.
Durante esos años, Jerry no sólo toca con su grupo, sino que colabora en la grabación y en conciertos de los grupos rivales, amigos y vecinos (o no), sobre todo con Jefferson Airplane, cuya presencia, a veces no reseñada, está desde el primer disco de esta banda amiga. García se convierte en el modelo de músico de aquella movida: alguien a quien no hacía falta convencer demasiado para tocar un tema o participar en un concierto o en una grabación, enriqueciendo con sus aportaciones pero nunca queriendo sobresalir.
En 1995, Jerry García fallecía mientras se sometía a un tratamiento de desintoxicación por su larga vida de excesos. Había muerto el hombre que, años atrás, al morir su gran amiga Janis Joplin, declaraba que era mejor morir así que sufrir los estragos de la vejez (palabras que, por supuesto, no apoyamos, pero ahí quedan como una reflexión de la vida). El funeral se celebró en la parroquia de San Esteban en Belvedere, California (remarco este curioso dato, ya que “St. Stephen” fue una de las más famosas y queridas canciones de la banda); a él asistieron numerosas personalidades, desde sus compañeros Dead, pasando por Bob Dylan, hasta un congresista. “¡Maldita droga! ¿Cuántas almas buenas te habrás llevado!”, hago mías las palabras del gran Ángel Álvarez, quien, como a otros míticos grupos, me lo dio a conocer a través de su “Vuelo”. Vamos a rendirle un homenaje con la canción con la que se daban a conocer al mundo, la primera pista de su primer disco, que fue además el nombre que los Dead-Head, huérfanos por la muerte de su líder espiritual, tomaron para la gran familia de fans de Grateful Dead y de Jerry García, quienes, incluso antes de existir internet, recopilaron todos los temas de la banda: es el Camino Dorado Hacia la Devoción Ilimitada, una canción optimista, llena de energía, el grito que anunciaba al mundo que llegaba la Muerte Agradecida:
The Golden Road (To Unlimited Devotion)
See that girl, barefootin’ along, Whistlin’ and singin’, she’s a carryin’ on. There’s laughing in her eyes, dancing in her feet, She’s a neon-light diamond and she can live on the street.
Hey hey, hey, come right away Come and join the party every day.
Well everybody’s dancin’ in a ring around the sun Nobody’s finished, we ain’t even begun. So take off your shoes, child, and take off your hat. Try on your wings and find out where it’s at.
Hey hey, hey, come right away Come and join the party every day.
Take a vacation, fall out for a while, Summer’s comin’ in, and it’s goin’ outa style Well, lie down smokin’, honey; have yourself a ball, Cause your mother’s down in Memphis, won’t be back ‘till the fall.
Hey hey, hey, come right away Come and join the party every day.
El camino dorado (Hacia la Devoción Ilimitada)
Mira a esa chica, caminando descalza,/ silbando y cantando, lo está llevando a cabo./ Hay risa en sus ojos, baile en sus pies,/ es un diamante de luz de neón y puede vivir en la calle.// Eh Eh Eh, venid inmediatamente/ Venid´y uníos a la fiesta todos los días.// Todo el mundo está bailando en corro alrededor del sol/ Nadie ha terminado, ni siquiera hemos comenzado./ Así que quítate los zapatos, niño, y quítate el sombrero./ Prueba tus alas y descubre en dónde está.// Eh Eh Eh…// Cógete unas vacaciones, cáete por un momento./ El verano está llegando, y va a estar de moda/ Bien, túmbate fumando, cariño; pásatelo bomba,/ porque tu madre está en Memphis, no volverá hasta el otoño.// Eh Eh Eh, venid inmediatamente/ Venid´y uníos a la fiesta todos los días.
Words and music by The Grateful Dead Copyright Ice Nine Publishing; used by permission.
Queca
Un regalo inadecuado puede cambiarle la vida a cualquiera. Tal es el caso de Miki, solterón por obligación y solitario por vocación; cuando su cuñado le obsequia con un recuerdo que se ha traído de su viaje a Japón: una muñeca sexual de nombre Megu
Billy («algo es algo»)
Tres cosas atormentan al exinspector de policía Guillermo Niño Pérez: un vecino que le obsesiona, el recuerdo de un crimen y una querella por sus torturas durante el franquismo. Por si esto fuera poco, se une la inquietud hacia un asesino en serie que
Redención (Nuestro último baile)
Mi segunda novela: una historia de amor, misterio e intriga; la lucha de una chica por su pareja pasa por enfrentarse a una secta apocalíptica