Archive for the ‘Música’ Category

Una semana para la segunda presentación de Billy («algo es algo»)


Nota: José Carrasco y Sergio Medusa estarán acompañados también de Javi Chule: los tres son miembros del legendario grupo getafense El Pecado (antiguo Huracán Paquito)
Mupi de anuncios municipales del Ayuntamiento de Getafe
Programa de mano
Cartel en la puerta de Espacio Mercado

Noticia publicada en Noticias para Municipios: GETAFE/ El getafense Gustavo Sierra presenta su primera novela el 17 de septiembre en el Espacio Mercado

Otro fragmento de Billy («algo es algo»)


1968: Raimon actúa en el vestíbulo de la hoy Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid

Allí estaban los cantautores: cantando las verdades a quienes las quisieran escuchar, aunque los que debieran hacerlo pretendieran ser sordos. Contaban la historia de la gente, expresaban el sentimiento de un pueblo insumiso que no se resignaba, que quería vivir, que quería amar libre. Paco Ibáñez desenmascaraba a los usurpadores con la verdadera cultura española. Chicho Sánchez Ferlosio era la denuncia del anonimato popular. Raimon, un grito de esperanza alzado contra el viento y la noche. Lluís Llach componía el réquiem para tumbar la estaca. Serrat cantaba la ternura del hogar. María del Mar era la calma y la furia del Mediterráneo. Pi de la Serra sentenciaba que volveríamos a reír fuerte y sin miedo cuando el día dejara de ser gris. Ovidi Montllor profetizaba que llegaría el día en el que el llanto fuera de alegría. En la sureña profundidad de la gigantesca garganta de José Menese se refugiaba la voz del humilde. Manuel Gerena convertía los palos que mataron a “Chato” El Esparraguero en palos flamencos. Enrique Morente rezaba a la estrella de la justicia. Un cromlech ancestral eran las palabras de Bertolt Brecht en la voz eusquérica de Mikel Laboa. Imanol, un estremecimiento sobre los montes del País Vasco. Benedicto no traía de armamento más que palabras amigas galaicas. Bibiano exigía gaitas para todos, para hacer sonar la alborada que anunciaba el nuevo día. Elisa Serna era la persistente memoria incombustible y humilde de las casas de los obreros. Julia León, la tenaz queja del campesino castellano. Adolfo Celdrán advertía que la noche se acaba y el día está llegando. Aute cantaba la belleza de aquellos ojos que vieron morirse los cielos en el mes de septiembre. Labordeta era la fuerza del cierzo aragonés soplando contra la injusticia. Aguaviva confirmaba que la invasión de los bárbaros que profetizara Juan de Loxa había llegado. El Nuevo Mester de Juglaría cantaba en las plazas la sangrienta hazaña de una épica oculta por el poder. Las Madres del Cordero se reían de los poderosos poniéndolos ante el espejo del esperpento. Los Sabandeños: un ejército musical de luchadores canarios. Carlos Cano cantaba ante la hoguera el dolor del pueblo andaluz. Víctor Manuel era la voz minera que surgía de las entrañas de la tierra de Asturias. Luis Pastor, el furor proletario del irreductible barrio de Vallecas. Pau Riba, Jaume Sisa, Hilario Camacho…, los hippies que predicaban la paz y el amor contra la cultura del odio. Y Pablo Guerrero era la poesía que llovía a cántaros sobre el techo del obrero, el campesino y el estudiante extremeño. Y tantos otros… En sus voces las palabras de los poetas y de los desposeídos cobraban vida, se movían. Eran los trovadores que cantaban la épica de la Resistencia viva. La Verdad nunca había sonado tan bien.

Gustavo Sierra Fernández, Billy («algo es algo») (Libros Indie, 2019).

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Luis Pastor: “la historia siempre la escriben los vencedores, y yo creo que no soy un vencedor”


[Con motivo de la desaparición del blog que tenía compartido, reproduzco dos entradas, íntegramente mías. La primera de ellas es esta entrevista a Luis Pastor publicada en diciembre del año pasado, con motivo de la publicación de su libro de memorias]

Un marinero sin mar,
un extremeño en Madrid,
un árbol de Berzocana,
la flor de jara
de tu jardín.
Soy

f2e98768756785a1690c6b75c4b2e798Este año [2017], el cantautor Luis Pastor presenta sus memorias, ¿Qué fue de los cantautores? Memorias en verso, publicadas por Capitán Swing y Nórdica.
Lo curioso de estas memorias, frente a otras de grandes cantautores como Sonata de amigos de Benedicto, o Regular, gracias a Dios, de Labordeta, es que están completamente versificadas: arrancando desde su niñez en Berzocana, pasando por su militancia en la canción popular y en la poesía, hasta los años 80, cuando la industria del disco los dejó “aparcados”. Unas memorias muy interesantes y desde un planteamiento original, aunque no nuevo, escritas a veces desde la ironía, otras desde la ternura, pero siempre con honestidad; unas memorias que no son sólo las del cantante y poeta, sino las de toda una generación que se descubre en ellas. Son Fidelidad a sus orígenes, a su pasado, a sus raíces extremeñas y vallecanas, a su pueblo y barrio, a sus compañeros y a su familia… Una palabra que me vino a la cabeza sin previo conocimiento de causa, salvo la de su disco y su canción.

Luis me recibe en su casa y, con mirada franca y voz serena y envolvente, va respondiendo a cada una de mis preguntas con profusión de detalles.

Unas memorias escritas en verso es una idea de lo más original, ¿cómo se te ocurrió hacerlas así?

1Son casualidades y circunstancias que te llevan. Por un lado, el éxito del poema “¿Qué fue de los cantautores?” en estos siete años, sobre todo en este último, que se convierte otra vez en viral y son seis millones de descargas, me hace pensar que, si he sido capaz de sintetizar 40 ó 50 años de historia de este país en tres folios, por qué no intentar versificar mis memorias. Cierto es que me había planteado el año pasado sacar tres libros para celebrar los cuarenta años de mi disco Vallecas: un libro de poesías, un libro de letras de canciones y un libro de memorias con Antonio Gómez, el periodista que más sabe de los cantautores, que vivió aquellos años. Pasó el año y no hicimos nada; y las circunstancias de Navidad, que me corté el tendón y un dedo con un cuchillo jamonero y me escayolé. Y luego le regalé a mi hijo Pedro el Martín Fierro. Se juntó todo eso y creó el momento en que tiré de un arranque: la introducción salió de un golpe, sin ser en sextetos, sino en cuartetas, y luego me puse a escribir todos los días. Siento que ha sido un acierto, que el hecho de hacerlas en verso le da un valor diferente: la poesía tiene una fuerza que a lo mejor a la prosa le cuesta más trabajo: una definición, una capacidad de síntesis, de resumen, una capacidad, desde la propia poética, de ser dulce, tierna, agresiva, cortante… Fue un hallazgo.

Hay antecedentes: Violeta Parra escribió parte de su vida en décimas, y el mismo libro Martín Fierro es una historia versificada de la vida y cultura de los gauchos argentinos de La Pampa a finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

Yo estoy contento: nunca hubiera pensado que pudiera escribir mi vida en verso, no se me había pasado por la cabeza. Creo que, a veces, no eres tú el que piensa las cosas: están ahí y se te revelan; he estado atento y he sido capaz de tirar de un hilo bonito a la
hora de escribir mi biografía. Siento que es una radiografía de muchos españoles de varias generaciones, de los que tenemos una edad, que vivimos la dictadura, el franquismo, el postfranquismo y la transición, que no es sólo mi vida: merecía la pena contarlo, en prosa o en verso, porque la historia siempre la escriben los vencedores, y yo creo que no soy un vencedor.

¿Hay gente que te dice que se ve reflejadas en ellas?

Pasa todos los días. Ya cuando leía sin avisar estos meses de atrás, antes del verano sobre todo, cuando lo estaba escribiendo y utilizaba mis conciertos como un laboratorio para leer 120 estrofas, hasta los 14 años, siempre venía gente a hablarme de que le estaba contando a él, que no me estaba contando a mí sólo. Y eso es verdad porque en la España que yo cuento, de los que nacimos en los 50, daba igual ser extremeño, andaluz, castellano, manchego, gallego…, éramos todos campesinos pobres y la mayoría emigrantes. Por tanto, creo que en ese retrato, sólo de esa época y de esa edad, la gente se siente identificada. Lo mismo cuando yo hablo de un recuerdo en mi aldea, en Berzocana: una naranja «gigante,/ tan redonda, tan brillante,/ como un sol entre las manos» que me echaron los Reyes Magos cuando tenía seis años: no se me olvida y lo recuerdo como lo más bonito que me ha pasado; no ha habido día en que yo recitara esa parte que no haya venido alguien a decirme “a mí también me regalaron una naranja”.

Sobre el proceso de publicación, ¿se ha implicado mucho la editorial?

Estoy sorprendido del interés de Capitán Swing y Nórdica por mí. Luego me lo he explicado: los editores son dos hermanos, Diego y Daniel, y, en este libro la primera página dice: “Este libro está dedicado a nuestros padres Luisa y Ángel”; hay una relación cariño-memoria afectiva sentimental de ellos hacia mi persona a través de sus padres: posiblemente mi música ha estado presente en la infancia de estos dos editores y, la verdad, es que todo lo que me han dado han sido facilidades: un interés por mí que yo al principio no sabía por qué, cuando las casas de discos no tienen tanto interés por mi música; a nivel de poesía sí lo tienen los editores de libros: el año pasado edité De un tiempo de cerezas, mi primer libro de poemas, en una colección interesantísima. Estoy contento del cariño que han puesto en la edición cuidada de este libro y, sobre todo, en el cariño que yo veo que sienten. El otro día, cuando hicimos la presentación en el Teatro del Barrio, les miro, veo sus caras y veo la satisfacción de una deuda pagada a través de esa memoria que conservan de mis canciones y de una época de este país.

Ya nos lo has dicho, pero ¿eran unas memorias que ya tenías pensado publicar o lo vislumbraste según las ibas escribiendo?

2Cuando empiezo a hacer estas memorias en verso, las editoriales Capitán Swing y Nórdica llevaban un año persiguiéndome para entregar aquéllas en las que me había comprometido con el periodista Antonio Gómez y que ellos estaban esperando, llamándome cada tres meses preguntando qué pasaba con ellas.
Al no hacerlo, desde el momento en que empiezo a escribir, sé que van a ser publicadas y que a los primeros a los que voy a enseñárselas van a ser a los chicos de Capitán Swing y de Nórdica. Entonces sé que las estoy escribiendo para publicarlas y descubro que las estoy escribiendo para ser leídas sobre todo, quizás por el éxito de “¿Qué fue de los cantautores?”. Es decir: tú estás en un bar que, a veces, no reúne las condiciones de silencio (aunque en mis conciertos siempre hay silencio), pero te das cuenta del silencio profundo que se produce cuando te pones a recitar y sólo existe la palabra; entonces, sin avisar a la gente, les metía 20 minutos de mis memorias y veía que iban a más el silencio y también los aplausos al acabar. Más que descubrir que iban a ser publicadas, descubrí que una idea bonita es ir a los lugares y espacios donde yo me muevo a lo largo del año por toda España, y recitar mis memorias: cantar una canción al principio y cuatro o cinco al final, pero que la propuesta se centrara en recitar estas memorias. Es posible que haya que quitar pajas, por tiempo: recitadas duran una hora y veinte minutos, y creo que es demasiado tiempo. La captación de atención de tres cuartos de hora sería lo ideal para una hora: es fácil resumirlas o quitar aquello que yo crea más personal, tenga menos importancia o retrate menos a los demás. Pero creo que lo que descubrí en ese mes de Diciembre, cuando yo empecé a escribir, fue que posiblemente era una propuesta para ser llevada a los escenarios.

[NB: el pasado 12 de Diciembre, Luis se arriesgó a leerlas enteras de un tirón en el Centro Cultural Lope de Vega de Entrevías: no se hizo nada pesado, muy al contrario: fue una velada muy agradable]

Hablemos ahora de música: ¿siguen estando los cantautores?

Yo sí, desde luego. La verdad es que los tiempos de crisis siempre generan capacidades personales, críticas y posicionamientos, a veces ideológicos también; en este país ha habido una crisis en estos últimos diez años que está generando unos jóvenes que no ven futuro, que no ven salidas laborales, que ven una situación deteriorada en la economía que había sido normal en sus familias de clase media y que, de pronto, ya no es lo que era. Todo eso converge en esta generación de cantautores del siglo XXI: cada día salen más chavales y, sobre todo, chavalas con sus guitarras. Y, bueno, creo que este manifiesto mío para el siglo XXI, el poema “¿Qué fue de los cantautores?”, a veces puede ser asumido por los jóvenes cantautores que se ven otra vez en la necesidad de entender la poesía y la canción como una herramienta para transformar mentalidades, para luchar contra un sistema de pensamiento único, un sistema capitalista que conforma mentalidades y una forma de vida que no nos lleva a ningún sitio, sino a la autodestrucción del planeta posiblemente. Creo que son tiempos de reflexión, de reinventarnos, y el cantautor, como todos los músicos, está ahí abriéndose camino y creando. Yo creo que no mueren: los cantautores están aquí y hay relevo; también otras formas musicales, que no tienen que ser “cantautor”, que se manifiestan y se proyectan desde el lado más crítico y más de denuncia de alguna manera.

¿Hay algo que añores de los viejos tiempos?

Yo de los viejos tiempos no añoro nada. Quizás añoro la posibilidad de futuro que intuíamos, de utopías y de sueños de aquellos años de mi juventud. Hoy día es muy difícil creer en un futuro, en utopías, sueños y revoluciones. Es difícil: la izquierda hemos perdido, por el mundo ha triunfado el capitalismo más depredador, salvaje y asesino, y no hay alternativa de otro modelo social, salvo pequeñas colectividades que se plantean salirse del sistema. Pero creo que está todo por hacer, todo por reinventar, y la humanidad tiene que saber de la capacidad del ser humano para transformar la realidad y el rumbo de su propio destino. No sé qué va a pasar ni cómo es el futuro: sé que la vida va más deprisa cada día y que lo que cuenta es el ahora y el presente, pero un presente sin memoria nos lleva a no proyectarnos hacia el futuro; por eso hay que recordar a veces quiénes somos, de dónde venimos, cuál es nuestra historia, cuáles son nuestros valores y lo que nos movió a creer en cosas positivas para la humanidad: es bueno recordarlo y, sobre todo, que los jóvenes sepan también: que no frivolicemos con la política al igualar una dictadura a una democracia: no es lo mismo; con todas las limitaciones de la democracia, y aunque esa democracia tenga a veces tintes dictatoriales y se agarre a sus leyes para impedir la expresión de todo tipo de manifestaciones colectivas e individuales, es verdad que a veces frivolizamos por desconocimiento: aquellos que hemos vivido la dictadura sabemos que hay un abismo y un mundo diferente, y que no es lo mismo una cosa que otra para nada.

Y musicalmente, ¿qué echas a faltar?

Por un lado, la Canción Popular era un movimiento; no éramos sólo individualidades, como es ahora: éramos un movimiento a veces organizado, con manifiestos propios de cada Autonomía: el movimiento de la canción Voces Ceibes en Galicia, la Nova Cançó en Cataluña, Canción del Pueblo en Madrid y Manifiesto Canción del Sur en Andalucía. Éramos un colectivo con una fuerza y una clarividencia que hoy es difícil tener: en aquel tiempo todo era blanco o negro, y era muy fácil saber dónde estaban tus objetivos y contra quién disparaban tus poesías. Hoy día todo eso está diluido, es más difícil; pero, posiblemente, en esas diferencias de realidad social, al final el oficio del creador es el mismo: un papel en blanco y la propia personalidad, la propia intuición y la propia capacidad de cada uno de nosotros para transmitir nuestras emociones y sentimientos en poesía. Eso sigue existiendo y es la misma realidad; otra cosa son los condicionantes sociales. Es verdad que, hacerse un nombre y hacer historia en aquellos años, era más fácil que en éstos porque éramos menos, no teníamos las redes sociales y todo era blanco o negro, como dije. Hoy en día todo es más complicado y más difícil.

¿Crees que aportaste algo a la sociedad, musical o socialmente?

Yo creo que sí, que yo y más compañeros desde la militancia en la canción fuimos capaces de abrir ventanas a muchos jóvenes de nuestra generación a la lectura, a la toma de conciencia, a la sensibilidad, a la poesía, a la capacidad de análisis, a la capacidad crítica, al cambio de mentalidades y hacer que la vida de muchos jóvenes fuera diferente a la que el sistema quería. Creo que aportamos muchas cosas, que rescatamos a los poetas prohibidos y perseguidos, fuimos solidarios en muchos frentes y compartimos el sueño y las utopías, o el camino hacia ellas. Ése fue nuestro bagaje y nuestro valor: en ese camino realmente vivimos, siendo jóvenes, casi el socialismo: el ser todos iguales, el
compartir, la generosidad, la solidaridad, el altruismo… Con eso es con lo que me quedo de aquellos años, y ésa fue nuestra universidad de vida: lo que nos hizo ser las personas que somos.

Un test musical: ¿con cuál te quedas: Bob Dylan o Leonard Cohen?

3Con Bob Dylan, por edad y por memoria. Nosotros le oíamos con 16 ó 17 años, pero a la vez incluyéndolo en el movimiento de la Canción Popular mundial, y Bob Dylan era un referente para muchos, hasta que se hizo rockero para algunos de nosotros: esa sencillez en la armónica y en la guitarra acústica, y en las raíces de donde partían sus composiciones; aunque yo no entendía las letras, tuvo más presencia en mi vida que Leonard Cohen. Yo creo que son dos personajes paralelos, siendo uno canadiense y el otro estadounidense, pero que influyen y viven de alguna forma todo ese momento de transformación y de rebeldía de una juventud hippie de los años 60, y de la música como motor de cambio. Todo eso trascendía a los jóvenes a los que nos llegaba con cuentagotas todo ese mundo, porque aquí no había libertad para vivir aquello.

“Fidelidad” es el nombre de tu primer LP y de la canción que hiciste sobre un poema: ¿es una palabra que podría definirte?

Pienso que sí, que si algo me define es ser fiel a mis orígenes, a mi vida, a mi memoria, a mis principios, a mi manera de ser persona y de comportarme en la vida. “Fidelidad” es un poema de Blas de Otero, y es un poema sobre la guerra civil y la España más fratricida en un lenguaje y unas palabras duras. Pero más allá del contenido poético y del propio poema, siento que Fidelidad, que no salió en el año 72 y que salió luego en el año 75, lo asumí como un reto personal más allá del propio poema y del propio Blas de
Otero.

Una canción, tuya o de otro, que te defina.

“Soy”: soy yo, mi biografía, también la de muchos españoles, pero evidentemente “Soy” es la canción que más me define de todas las que he hecho. Viene además la letra en la solapa de este libro. Las memorias, o parte de las memorias de mi niñez, son también ese poema: la letra de la canción y el poema de De un tiempo de cerezas; esa radiografía de los niños de la escuela pública del franquismo, de la leche en polvo, queso amarillo, el maestro represivo, el pupitre, la pizarra, el tintero y el mundo de tus padres campesinos de aldea.

¿Quieres añadir algo más, un saludo o cualquier cosa?

Un saludo a la gente de Getafe: sé que, como Vallecas, es un sitio hecho por emigrantes, por la gente de mi generación y por nuestros padres, y sé que estas memorias tendrían que ser leídas en todos los barrios obreros de Madrid. Me encantaría poder leerlas en algún teatrito de Getafe, que hace mucho tiempo que no voy por allí.

Luis Pastor: ¿Qué fue de los cantautores? Memorias en verso

(Capitán Swing/ Nórdica, 2017).

Elisa Serna, cantautora: Censura, multas gubernativas, cárcel, exilio, prohibiciones de recitales y giras. Asaltos


Con Gustavo Sierra Fernández en su graduación en la Universidad Complutense (Junio, 2016)

Junio de 2016, después de su graduación en la Universidad de Mayores

En octubre de 2015 estaba yo recopilando las respuestas a unas encuestas que elaboré para mi tesis La formación de una cultura de la resistencia a través de la canción social. Una de las encuestadas fue Elisa Serna, una de las cantautoras que más sufrió la persecución y la censura. Al contrario que el resto de los encuestados, Elisa insistió en darme sus respuestas en mano, en lugar de usar correo electrónico o facebook, así que quedamos en la facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid, en donde estaba sacándose el título de la Universidad para Mayores. Un vez allí, no sólo me entregó sus respuestas, sino que me hizo entrega de un dossier que pertenecía a su parte de la Querella Argentina, diciendo que estaría bien que formara parte a modo de anexo de la tesis. Yo accedí, con el beneplácito de mi directora (o no, no lo recuerdo: no se opuso en todo caso). El dossier se puede encontrar en la página 699 de la tesis, como Anexo III. Hoy lo reproduzco aquí entero.

PD: Elisa Serna tuvo una intervención en la película Carne apaleada (Javier Aguirre, 1978), interpretando el papel que el régimen la obligó a hacer en varias ocasiones: el de prisionera política. En una de las escenas puede vérsela cantar en playback su tema «Hasta cuándo».


PREGUNTA 5: ¿Puede describir la Represión que sufrió de la Dictadura franquista?

RESPUESTA 5 – Te transcribo –sólo mi parte– la descripción, en este caso pormenorizada, del Informe que mi familia y yo hemos presentado a la Judicatura Argentina, en tanto que no se atiendan nuestros derechos a la Verdad, la Justicia y la Reparación en nuestro amado país:

En mi familia, Gustavo, tenemos cinco Víctimas del Fascismo (sólo los enumero):

(Extraído literalmente del informe de la familia Gil Sánchez contra la represión franquista, a la jueza Servini de Buenos Aires, para su admisión a trámite)

“… 6 – LA REPRESIÓN FASCISTA

6.1. – Teniente Félix Gil de la Serna, mi padre:

Tres tiros en el cuerpo

Campos de Concentración

Libertad provisional vigilada: 1940

Libertad definitiva: en 1955

6.2.- Soldado Teófilo Gil de la Serna, mi tío. Trabajó esclavo en la construcción del Muro que rodea Tarragona.

6.3. – Pelayo Sánchez Velázquez, tío materno, inventor de maquinaria forestal. Desaparecido en Hendaya

6.4. – Elías Sánz Velasco, Alcalde por el Frente Popular de Sepúlveda, Segovia. Fusilado, SIN JUICIO

6.5. – Elisa-Serna Gil Sánchez, cantautora. Censura, multas gubernativas, busca y captura, persecución, detenciones, encarcelamientos, exilio, quebranto artístico y económico.

Elisa Serna, cantautora: Censura, multas gubernativas, cárcel, exilio, prohibiciones de recitales y giras. Asaltos

[Extracto del escrito remitido por Elisa Serna como parte en el proceso conocido como “La Querella Argentina” contra los crímenes del franquismo][1]

Elisa de niña

… No sé cómo, siempre he sabido que del mismo modo que conocemos la existencia de cuerpos celestes, por los desplazamientos físicos y magnéticos que producen en la materia estelar que les rodea, podríamos conocer también la dimensión del holocausto republicano de post-guerra, por la fuerza ciega con que el fascismo español ha ocultado, encubierto y sostenido el Holocausto Republicano durante sesenta y un años, contando desde el fin de la Guerra Civil, 1 de Abril de 1939, hasta el año 2000, en que el ex-presidente José Luis Rodríguez Zapatero firmaría solemnemente la Carta de Lisboa, que contendrá y liberará parcialmente en España los tan ansiados Derechos a la Verdad, la Justicia y la Reparación.

Desde entonces, nadie puede ya negarnos la represión franquista que mi familia y yo misma hemos padecido en silencio, sin derecho a llevarles ante los tribunales. En los Anexos* encontrará las necesarias fuentes documentales que su instrucción precisa y ya le describo de memoria. Una vez completado el relato de la represión en la primera y segunda generación de mi familia, le enumero sintéticamente lo sucedido a la tercera, empezando por lo más grave y visible: lo que a mí misma me sucedió también, pues en ellos, llamados Últimos Coletazos del Franquismo, fui detenida en comisarías o estuve en siete ocasiones en la cárcel, que paso a detallar sistemáticamente.

1967 – Inicio la composición e interpretación en público de mi cancionero. Le añado en anexos pequeña antología.

1º – Multa Gubernativa

1968 – Primera multa gubernativa. Recital junto a Mike Clyck. 50.000 pesetas por cantar “¡A la huelga!” de Chicho Sánchez Ferlosio en la Facultad de Derecho, donde Cristina Almeida estudiaba y era Delegada del Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Madrid, SDEUM. Registro de madrugada y detención domiciliaria. Interrogatorio y posterior calabozo en las Salesas, sede del Tribunal Supremo. Los amigos del barrio y los periodistas Tina Blanco, Mercedes Arencibia y Antonio Gómez hacen una colecta y pagaron la multa.

Nunca les devolvieron ese dinero.

2º – Exilio

Elisa Serna 1977 - interior disco 1

Interior de Choca la mano! (1977)

1969 – Me exilio en París. Aprendo el francés fluido. Trabajo de mañana en Editorial Ebro. El Secour Rouge me facilita una buhardilla, une piol, en la Pza. de la République de París, y de noche canto en cabarettes de gauche de la Contrascarppe parisina. También en La Sorbone y otras facultades con Lluís Llach y Carlos Cano. En la Mutualité con Colette Magny e Imanol, y formamos el grupo 4 Voix pour l’Espagne junto a Imanol, Jean Paul Fertier y Mara. Paco Ibáñez produce mis primeros discos. Y vuelvo a España. Edigsa, Als 4 Vents, Movieplay, Disques Drug de Bretaña, Editions des Femmes o Radio Nacional de España editaron los nueve LPs o CDs que tuve en el mercado.

3º – Rayado de discos, censura, prohibiciones de recitales y giras.

1971/ 1972 – Regreso a España a pasar las Navidades y vuelvo a París. Censura, vigilancia, detenciones en casa de mis padres y a pie de escenario, rayado sañudo de discos en Radio Nacional de España (RNE), Listas Negras en todos los Medios de Comunicación Oficiales (MCO), centenares de recitales y giras prohibidos… Registro de mi apartamento en mi ausencia. Asaltos a taxis. Multas gubernativas imposibles de pagar, porque, además, me niego a financiarles el aparato represivo a los franquistas. Me acusan de varias actividades, entre ellas las anti-españolas en el extranjero, cosa falsa, pues quiero mucho a esta tierra. Mi abogado, José Luis Núñez, del PCE, pide condonación, en vano, y me obligan a hacer cárcel mayor sustitutoria.

4º – Multas gubernativas, detenciones y encarcelamientos:

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Interior de Quejido (1972)

1973 – Llamaban de madrugada a casa de mis padres, Av. Ciudad de Barcelona 53 (hoy 57), planta 7ª, de Madrid. Eran dos secretas, conducidos por el sereno. Registraban mi cuarto. Le enseñaban, o no, a mis padres la Orden de Registro y Detención para ser interrogada en la Dirección General de Seguridad. Cuando el ascensor nos bajaba al portal, me esposaban –cosa que nunca les dije a ellos, mis padres–, provocándome un pánico paralizante y mucha rabia contenida, porque me sentía indefensa sentada en el Z entre los dos secretas, con sus correajes interiores y su pistola en la cartuchera. Eran muy malos tratos. No existía aún el Habeas Corpus.

En destino la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol, hoy sede del Gobierno de la C. A. Madrid, las detenidas y detenidos atestaban a reventar los calabozos subterráneos. Me hicieron fotos de frente y de perfil sentada en una extraña silla de barbero que los policías giraban de golpe, con un resorte, noventa grados, para fotografiarnos las orejas.

Luego tuve que mojar las yemas de todos los dedos de la mano, llevados uno a uno a derecha e izquierda por el policía, en un tampón de tinta pegajosa, negra, para luego imprimir las huellas, una a una, en las cuadrículas preparadas al efecto en una cartulina blanca. O sea que me ficharon. Me quitaron mi neceser, el poco dinero que llevaba y los cordones de las botas chirucas. Recuerdo que antes una funcionaria me registró en busca de no se sabe qué en un cuarto oscuro que recibía sólo la luz del pasillo –una bombilla débil, colgando–, que debía ser quirófano o algo así, y que, al mirar el instrumental quirúrgico en una bandeja de metal, me aterrorizó.

Yo había oído que pocos años antes habían torturado hasta la muerte a un líder clandestino del PCE, Julián Grimau[2], que le aplicaron electrodos en los testículos a otros, o los hacían tumbarse en un somier de alambre conectado a un potenciómetro eléctrico con el que les daban descargas eléctricas, que iban aumentando hasta el tope si el detenido no hablaba. Se me pusieron los pelos como escarpias.

Algunos detenidos –mujeres y hombres– rompían a llorar incontrolablemente en los calabozos de la DGS a mitad de la noche. Yo intentaba calmarlos, hablándoles por el ventanuco, pero entonces se despertaban los guardias adormilados en su mesa y era peor. Llegaban otros detenidos, ensangrentados, mujeres amoratadas, de las salas ocultas de tortura, donde las golpeaban con toallas enrolladas que empapaban en agua porque creían que así no les dejarían marcas. Yo vi entrar en el calabozo a una mujer con las orejas moradas, los ojos en sangre, en el lapso que tardaban los guardias en cerrarnos apresuradamente el ventanuco enrejado de la puerta. Y como lo vi se lo expreso, Señora Servini, para que nunca más se repita.

Retumbaban en las celdas del suelo, como cajas de resonancia, las campanadas del reloj situado arriba, en la vertical de los calabozos. Es el reloj que RNE usa para transmitir por radio el Fin de Año. El efecto que me produjo nunca se me olvidará: badajazos lentos en campana grande, graves, de reverberación larga, interminable en extinguirse.

Al día siguiente, cuando sonaron las doce campanadas de medianoche, fue –por las circunstancias que me envolvían– como si tocaran a muerto, se me antojaba.

En el calabozo, sucísimo y maloliente, no había cama, ni lavabo, ni mantas, ni colchonetas. Sólo un promontorio de obra a unos ochenta centímetros de altura, pelado, forrado, alicatado de gresite blanco, que se elevaba en un lado como remedo de almohada. El guardia me abría el portón sólo para hacer mis necesidades, ocasión que yo aprovechaba para darme un chapuzón, refrescarme en un lavabillo que había en una esquina –era primavera– y de paso le pedía fuego, que entonces no estaba prohibido. El que hacía de poli bueno en los interrogatorios siempre ofrecía un cigarrillo a los detenidos.

A la mañana de la tercera noche que pasé en vela, llamó de arriba, de los despachos, creo que era el comisario Conesa[3], ex-comunista, para tomar declaración a una joven comunista, la cantante, y me eché a temblar, pero me rehíce antes de salir de allí. Querían doscientas cincuenta mil pesetas porque en el recital del Teatro Benavente provoqué un estado de excitación que podía haber dañado la paz social, según rezaba la multa, o, en caso de impago, sería encarcelada por mucho tiempo.

Me declaré insolvente y después me devolvieron al calabozo. Me sacaron de él otra vez, me esposaron y, a empujones, me metieron en un coche, con dos grises en la delantera y un secreta a mi lado, en la trasera. Yo no sabía dónde me llevaban y pregunté. “¡A la cárcel de Alcalá de Henares! ¡Y calla ya!”, respondieron.

Allí me esperaban otros tres días de celda incomunicada, hasta que una monja de la caridad, con sus almidonadas alas frontales –sin dar ni los buenos días–, entró con un fliz, un pulverizador genital, y me dijo: ¡ábrase de piernas! La humillación que sentí al ser tratada como una presa común fue muy profunda e irremediable. Es posible que todavía viva. Suerte que estaban las políticas Jone Dorronsoro y Arantza Arruti, y todavía estaban cumpliendo condena; que habían sido juzgadas en el Proceso de Burgos, en 1970, vascas, me habían pasado por el ventanuco una muestra de solidaridad que me esperaba en el patio: pasta de dientes, jabón, toalla, peine, al enterarse de que habían cogido a otra política y de que era la cantante, que les habían dicho acababan de detener porque mi hermano menor, Félix, el periodista, lo había denunciado en el periódico Informaciones[4].

5º – Detenciones y cárceles

5º – 1

Sin título

Fotograma de Carne apaleada

Allí me llevaron a la celda 105. Individual, seis metros cuadrados, con el lavabo y W.C. integrado en el mismo espacio. Me volvieron a quitar el neceser, el dinero y los cordones que me habían devuelto los guardias de la DGS. Nos formaban en el patio dos veces, mañana y noche, para contarnos. Gritaban el nombre y primer apellido y nosotras contestábamos con el segundo. Recortaban las noticias importantes de los periódicos; no nos daban salida o entrada a muchas de las cartas que enviábamos, dándosela antes a una funcionaria por obligación.

En la Comunicación con la familia nos decían que nos escribían, pero muchas cartas no nos llegaban. La auto-censura y los cacheos eran obligatorios antes y después de las Comunicaciones con visitas de las familia: separadas de ellos a un metro de distancia, dos muretes gruesos, fuertes, con rejas y alambradas a la altura de un metro hasta el techo, nos separaban; constituían un pasillo, un corredor, donde dos funcionarias, de verde oscuro vestidas, apostadas a derecha e izquierda, se paseaban constantemente de izquierda a derecha y media vuelta, vigilando e interrumpiendo las conversaciones. No nos oíamos. Todos gritábamos. Era patético; pero el ruido nos protegía para que las funcionarias no oyeran algunos mensajes clave que nos intercambiábamos.

Decían que la Censura la hacían los curas, el Obispado. Usábamos papel de pecunio por dinero para comprar en el colmado de la cárcel alimentos, tabaco o productos de perfumería.

Las presas políticas habían conseguido su pequeño estatuto de respeto diferenciado. Éramos alrededor de cuarenta presas políticas, y consiguieron, no obstante, separarse de las comunes, argumentando por escrito los Derechos de los Prisioneros del Tratado de Munich y Ginebra. Instalaron dos duchas, pero las situaron muy lejos de las celdas, al fondo del patio, lindando con la sala de día. Había que atravesar el patio para llegar a las duchas, de buena mañana. Si había tormenta daba igual. Al fondo izquierdo había una tele y a la derecha algún material para tejer macramé, punto, costureros, cartulinas de colores y libros o periódicos autorizados y recortados. No hacíamos cola para comer: nos traían una bromurosa (de bromuro) sopa caliente a las mesas, un segundo plato aceitoso y una manzana o así.

Doy testimonio de que las presas políticas con condenas largas redimían montando diapositivas para la Kodak y etiquetas de equipaje para Iberia. Les pagaban una cantidad ridícula por cada una de las dos artesanías. Ignoro si estas empresas las han indemnizado al salir de la cárcel. Completábamos tan frugal alimento poniendo en común los paquetes que, a cada una, solía enviar la familia, los amigos o el Partido, Asamblea o Sindicato al que perteneciera cada cual, en clandestinidad aún…

En el comedor había tantas mesas agrupadas, separadas, como partidos o sindicatos de izquierdas en ese año, luchando en la calle y la universidad o los tajos: PCE, LCR, PT, FRAP, ETA, Independientes, CC.OO, Cristianas de Base, HOAC y JOC, entre otros. En un principio me senté con las Independientes, por ver el clima que allí se respiraba, los modos y maneras. Luego me fui a mi sitio, la mesa del PCE.

Dolores Sacristán, del PCE, pacientemente, me rehízo, tras tantos shocks traumáticos vividos. Me explicaba en el patio los últimos comunicados de Mundo Obrero, de dónde venía yo y a dónde íbamos. Aprendí a escribir con zumo de limón y otras tretas para sacar o recibir información sensible, política.

Ese plural, íbamos, me hizo recuperar mi perspectiva política y vital, ya no era un ser apócrifo; me salvó del ostracismo en que, por precaución –ante el robo en Comisaría de nuestras agendas telefónicas– nos dejan a veces los partidos una temporada. Durmientes nos llamaban.

5º -2.

Otoño de 1973 – Cárcel de Mujeres de Yeserías, Madrid – Éste es el único encarcelamiento que sufrí, en 1973, por causa distinta a mi trabajo de cantautora, pero está íntimamente ligado a mi filosofía.

Los trabajadores de la fábrica de bombillas y bujías Robert Bosch habían pedido apoyo y extensión para la huelga por mejores condiciones de trabajo y salarios a los sectores laborales de la Cultura. Nos invitaron a una gran Asamblea en la Iglesia del Dulce Nombre de María, de Vallecas, Madrid, donde sus líderes sindicales expusieron cuál era la situación. Acudimos muchos, seríamos unos doscientos.

Antes de que acabara de hablar el último activista, empezó a saberse  entre los asistentes invitados, que se acercaban autobuses de los grises, de los grandes, de los de treinta plazas. De inmediato se produce una estampida que deja el pavimento del templo regado de llaves, monederos, tarjetas, agendas, cuadernillos de apuntes, mundos-obreros…, que los asistentes dejan caer en su huida para que no les relacionaran ni perjudicar a las personas cuyas señas o teléfonos tenían allí apuntados, e impedir el paso sin permiso judicial a sus apartamentos, domicilios o lugares de trabajo, a veces clandestino, porque igual tenían allí escondida una multicopista de aquellas de clichés de cera: las vietnamitas, las llamábamos.

Pero no había escapatoria posible. Nos fueron subiendo porra en mano, pistola en el cinto, a los autobuses de treinta en treinta. Al llegar al patio de la DGS separaron hombres por un lado y mujeres por el otro. Nos impusieron una multa de setenta y cinco mil pesetas a cada una, que nadie abonó; y las chicas, cincuenta por lo menos, de entre las cuales veinte éramos la caída de CC.OO. Fuimos confinadas en una celda colectiva donde ya había otras presas –con su confidente de rigor incluida, es de suponer‒ en la Prisión de Mujeres de Yeserías, que después de la guerra, años cuarenta, se llamó Campo de Concentración Miguel de Unamuno, donde estuvo prisionero mi propio padre –ahora lo sé– y trasladado más tarde a Alcalá de Henares, al Manicomio habilitado como prisión, por el hacinamiento de presos, al acabar la guerra, al Campo de Concentración y, por último, al penal de Miranda de Ebro.

Pero no borrarán con los cambios de nombres la memoria de las víctimas o familiares y amigos de víctimas de Franco.

Otro cambio de nombre ha sobrevenido a ese Presidio de Mujeres-Campo de Concentración: ahora se llama Centro de Rehabilitación Social de Mujeres Victoria Kent, pero es el mismo, el de la calle Batalla de Belchite de Madrid. Conjunto de edificios donde estuvo prisionero mi padre y donde, pasando el tiempo, estuve yo. Está en el barrio de las Delicias de Madrid, bajando hacia el río Manzanares.

Yo estuve veinticuatro días allí –la Prisión de Mujeres de Yeserías, Madrid–, como una leona encerrada, dando vueltas al patio, cuando estaba en el mejor momento de mi carrera musical. La gente me llamaba constantemente para dar un recital en ese momento. Había comprometido y ensayado con músicos. Tenía el mismo manager de Luis Pastor: Rufo, un ser encantador que falleció hace unos años. Después Fernando Jurado tomó el relevo. Se comprende bien que la represión en esos años era feroz, paralizante y no soy nadie para perdonar a ninguno de los responsables de la DGS, de Instituciones Penitenciarias o Directores de Cárceles de la época. No, ni uno solo de los minutos que mis familiares o yo pasamos en ese lugar –en distintas épocas– injustamente.

A veces pienso que los fascistas quisieron seguir atacando a mi padre donde le dolía, al encarcelarme de su hija menor, a pesar de que ya había sido puesto en libertad definitiva en 1955.

Por Yeserías andaban las detenidas y condenadas por prestar ayuda a quienes aquellos jueces franquistas creyeron responsables de la explosión de la Cafetería de la Calle del Correo de Madrid. Mujeres dignísimas, anti-franquistas, ilustradas, como Eva Forest, Pilar Bravo, del Comité Central del PCE –que no entró a la cárcel por esta caída–, Lidia Falcón, abogada y feminista, o Carme Nadal, una aristócrata de la isla de Mallorca con la que trabé una buena amistad que dura hasta nuestros días.

5º – 3.

1975 – Prisión de Mujeres de Picassent de Valencia. Todo el mes de Mayo encarcelada, por orden del Gobernador Civil de Valencia:

Faltaban siete meses para que Franco muriera. Su enfermedad tuvo el efecto de agravar la represión contra toda la oposición, particularmente a las izquierdas marxistas que buscábamos una salida pacífica, democrática, a la dictadura, fuera el que fuera nuestro oficio o carrera.

En primavera di un recital en la Facultad de Filosofía de Valencia, y al presentar la canción “105 celdas”, que había escrito en la cárcel de Alcalá de Henares, se la dediqué a Marcelino Camacho y a todos los detenidos del Proceso 1001 contra Comisiones Obreras, que habían sido juzgados y encerrados en la cuarta galería de la prisión de Carabanchel de Madrid, junto a Sartorius, el escritor Armando López Salinas o el poeta Carlos Álvarez, entre otros. Expresé en la Facultad de Filosofía de Valencia mi convencimiento de que todos esos intelectuales eran luchadores por la libertad y no delincuentes para tenerlos en esa cárcel atrapados.

Acabado ese recital y otro en el Valencia Cinema, volví a Madrid sin percance alguno. Pero un día, a finales de Abril, los trabajadores de Sagunto, cuya siderurgia querían cerrar los franquistas, me llamaron para dar un recital de solidaridad con su lucha en esa ciudad. Acudí de mil amores, y cuando acabé el recital, se me echaron encima dos policías secretas, me llevaron a un aparte y me mostraron una multa de ciento cincuenta mil pesetas, por llamar luchadores por la libertad al presentar la canción “105 celdas” en la Facultad de Filosofía de la ciudad del Turia.

El proceso de detención y encarcelamiento fue similar al sufrido en la cárcel de Alcalá de Henares, pero el emprisionamiento en esa cárcel iba a ser muy distinto. Mucho más denigrante. Y paso a describir brevemente lo allí visto y sufrido en Mayo de 1975:

A pesar de que acababan de pasar las movilizaciones y los saltos propios del 1º de Mayo, no ingresó en Picassent ninguna presa política más que yo. Estaba sola con mis afanes revolucionarios. Era imposible tener el más mínimo estatus, algo diferenciado, de debate o estudio separado de las presas comunes.

Durante los tres días de rigor incomunicada, me tiraban el plato de comida al suelo, o los grasientos vasos de aluminio con sucedáneos de café o chocolate, y mucho bromuro.

Cuando salí al patio, me encontré rodeada de pobres mujeres cumpliendo condena por robo, tráfico de drogas, asesinato y prostitutas. Tal vez las presas sociales son también políticas, y

  1. Tenían que hacer cola para que les dieran comida.
  2. Las obligaban a limpiar la cárcel de arriba abajo. No había guantes, ni recogedores, ni accesorios de limpieza de letrinas.
  3. Las funcionarias las llevaban la ropa sucia de sus familias a lavar a las presas, prometiéndolas en falso que les rebajarían la condena, cosa que jamás ha dependido de las funcionarias de prisiones en España. Las presas les ponían los rulos, les hacían la manicura y la pedicura.
  4. Obligaban a las prostitutas a ir preparando un altar para hacer procesiones a la virgen del 2 de Mayo, y a ensayar la procesión y los cánticos, dando vueltas al patio, con velas encendidas y entonando, agriamente, aquello de con flores a María que madre nuestra es. Con sus cabellos desteñidos y su ropa prieta, se mofaban de lo divino y lo humano.

Berlanga perdió una gran ocasión para filmar el esperpento, el retorcimiento de las conciencias descreídas, de aquellas mujeres a manos del sacerdote de la prisión. Marginales y hundidas hasta las cejas en el lumpen valenciano.

  1. Las que tenían mucha condena y se encontraban cumpliéndola dentro de aquella jaula, redimían condena haciendo jaulas para pájaros, de madera con barrotes de hilo de cobre. Tardaban muchos días en hacerlas. Les quedaban preciosas, recuerdo, pero sólo les pagaban una (1) peseta por cada jaulita que terminaran.

*

A los cinco días de llegar a esa cárcel, me acordé de Pasionaria –más vale morir de pie, que vivir arrodillados‒. Verdaderamente, aquellas mujeres estaban siendo arrodilladas, degradadas, cosificadas, tratadas como perros. A mí se me hizo intolerable la situación en aquel presidio, y hablé con las que me parecieron más buena gente. Les conté cómo, plantando cara, muchos obreros estaban mejorando algo su situación, como lo de Bombillas Bosch, o cómo los detenidos en la cuarta galería de Carabanchel luchaban por la Amnistía para todos los demás también.

No sé, les dije que la situación en que vivíamos allí era una excepción insoportable, un abuso, respecto a las demás cárceles de mujeres; que no sé: podíamos celebrar el 1º de Mayo tirando por las ventanas todos los colchones, sin quemarlos, como habían hecho los presos comunes amotinados en otras cárceles, creo recordar que en Carabanchel de Madrid.

Y la idea cuajó en dos días. ¿Cuál no sería el hartazgo de aquellas mujeres? Y tal como lo hablamos, lo hicimos. La respuesta del director de la cárcel y el sacerdote –que día a día consumaban el sádico pastoreo a personas tan castigadas y desengañadas por el sistema– no se hizo esperar.

Nos encerraron en las Celdas de Castigo, de Incomunicación, y pasaron siete interminables días con sus noches. El estatus en las celdas normales también cambió: sólo podíamos usarlas para dormir, de noche, creo recordar. Pero ganamos parcialmente la batalla:

  1. La procesión en la Cárcel, para el 2 de Mayo, se suspendió.
  2. Nos traían unas soperas a las mesas, como en Alcalá de Henares.
  3. No había que hacer cola para que nos dieran la comida.
  4. A mí me dejaron leer y tocar la guitarra en la Escuela diminuta de esa cárcel. Una funcionaria me enseñó a hacer sonetos y escribí, entre otras canciones, el “Soneto de la Plaza de Oriente”, en cuyo palacio estaba siendo coronado Juan Carlos I, que ayer, lunes 2 de Junio de 2014, abdicó en su hijo Felipe VI.

Pero nos siguieron castigando a limpiar las celdas, los pasillos, el patio y todas las letrinas del fondo con las manos.

  1. Compraron, no obstante, cogedores y nuevos cubos de basura, alguna escoba…

Nadie se animó a entrar a la Escuela a estudiar o leer algo. Lo peor fue que a mí me separaron de las Comunes: me llevaron a un pabellón de cuatro plantas, que decían era para las políticas, pero todas las celdas estaban vacías, salvo la mía. La funcionaria además tenía la maldita costumbre de apagar todas las luces en cuanto yo entraba a la celda. Pasé mucho miedo, porque en Madrid, cuando apagaban las luces de algún barrio, es que iba a haber redada policial.

Un día me llamó el cura a su despacho. Quería el hombre adoctrinarme. Pinchó en hueso. Fue una entrevista muy corta. Me decía que yo estaba allí porque Dios lo había querido y, bueno, le contesté que no. Que estaba allí más bien por voluntad del Gobernador Civil de Valencia. Me decía que era bueno rezar e ir a misa. Le dije que yo no era creyente, que me parecía que Dios no existía. Se levantó de repente y se fue. Yo hice lo mismo, por si volvía con un guardia civil.

  1. Dijeron que iban a hablar con los pajareros del mercado para que subieran el precio que pagaban, y así fue, les dieron el doble: dos pesetas.

Pero otras mujeres decían que los pajareros daban mucho dinero por la jaulas y que, antes de llegar a ellas, se perdía en los bolsillos de la burocracia de prisiones.

Cuando me fui de allí, a primeros de Junio, una de las presas, que había bordado un dibujo de un ojo en tela vaquera, me lo dio para que lo cosiera en la espalda de la cazadora y viera venir, con tiempo de huir, a la policía. Ella enseñaba en el patio cómo se roban las carteras. Yo me palpé el bolsillo trasero al despedirme de lejos y sí, allí estaba. Ella me vio el gesto. Nos reímos de lejos al despedirnos.

Pido Justicia con todas mis fuerzas, por el abuso de poder que en Valencia quiso esclavizarme a mí y al resto de aquellas pobres presas comunes. Corría el año 1975. Faltaban sólo seis meses para que muriera Franco.

*

6º – 4 asaltos y detenciones de 48 ó 24 horas en 5 comisarías, 1970-1975.

Se produjeron en Santander, Valladolid, Oviedo, Elche, Las Palmas de Gran Canaria y, dos veces más, en Valencia

  1. 1) – Santander:

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Me prohibieron el recital un día antes de celebrarse. Los estudiantes que habían pedido los permisos, cumplido los trámites de Censura, Gobernación y Ministerio de Cultura, hecha la promoción y pegada de carteles previa por la ciudad, organizaron una manifestación por el Paseo Principal en protesta por la prohibición.

No obstante, viajé a Santander cuando los estudiantes me comunicaron telefónicamente que habían recibido, con unas horas sólo de antelación al Recital, el escrito del Gobernador prohibiéndolo. Al llegar me lo dijeron desconsolados –todavía no había móviles– y en la estación de tren de Santander decidí quedarme y manifestarme con ellos en protesta.

La policía estrenó con nosotros sus nuevos uniformes, cascos en vez de gorras, y escudos; les quitaron los abrigos acampanados y les pusieron un chaquetón ajustado con un cinto negro; el resto todo gris, aún.

A mí me detuvieron y me llevaron sin que mediara razón o multa. Nada, sólo represión en estado puro. Cosa de probar sus nuevos artilugios. Los guardias me llevaron a empujones a un calabozo horrible, que más bien parecía una cuadra, pues el suelo era de tierra y paja; la puerta era de las cortadas horizontalmente por la mitad. Tenía el paño superior abatible, pero jamás lo abrían mientras duró mi detención: dos interminables días en que mi naturaleza se mostró inoportuna.

De repente, con el susto, se me adelantó la regla. Se mofaban de mi estado vulnerable, que discurría hasta los pies. No había duchas por allí y tardaron muchas, muchas horas en traerme unas compresas. Son cosas muy humillantes, imperdonables, para las que pido Justicia, Sra. Servini.

A los dos días me pusieron en libertad, como digo, por las buenas artes y gestiones de mis amigos estudiantes de Santander y el matrimonio Viadero de Librería Documenta, a los que desde aquí vuelvo a dar las gracias por el libro de Empédocles que me hizo abstraerme algunos ratos de la incuria que vivía en esos momentos.

*

  1. 2) – Valladolid 1: Asalto 1

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Foto de El Yeti para la entrevista de Álvaro Feito «Elisa Serna: balance de ocho años de franquismo» (Triunfo, 1976)

Con motivo de la Huelga de la fábrica de FASA-RENAULT en Valladolid, los estudiantes de la Universidad de Valladolid quisieron solidarizarse con la justa lucha de las trabajadoras y trabajadores de la fábrica de coches.

Me llamaron y organizaron un recital en la Facultad de Filosofía. Montaron un escenario dentro de una importante aula acristalada. Situaron todas las mesas al fondo de la enorme aula y encima instalaron los micrófonos. Iba yo con todo mi grupo: Miguel Ángel Chastang al bajo, Morote al chelo, Lobo a la guitarra y pequeñas percusiones. Estaba saliendo todo muy bien, cuando de súbito entra en la sala un grupo de ultras, armados de cadenas, y rompen los cristales que rodeaban el recinto. Nosotros nos pusimos debajo de las mesas, hasta que un estudiante nos dijo que podíamos huir a Valladolid saltando una valla que había tras la cafetería de esa Facultad.

Salimos de allí como alma que lleva el diablo, con todos nuestros instrumentos. Bajamos a la Cafetería, un músico se puso a horcajadas sobre el muro separador y, a la velocidad del rayo, le fuimos lanzando todos los instrumentos: desde la flauta hasta el contrabajo. Otro músico los tomaba al otro lado de la salvadora pared. Cuando saltamos todos al otro lado, cada uno con su instrumento, empezamos a correr, como si nos persiguiera un toro en San Fermín, no sabíamos hacia dónde, así que entramos en un portal que vimos abierto y subimos las escaleras como una centella, hasta la terraza. Allí, por fin, nos sentamos recostados en el lado interior, claro, del murete que rodeaba la terraza, y suspiramos por fin con mucho alivio.

Ignoro, Sra. Servini, qué delito se puede aplicar al grupo de ultras que nos atacaron, pero se pareció mucho al terrorismo. Cuando huimos de aquella clase, vimos estudiantes a los que les sangraba la cabeza.

*

  1. 3) – Valladolid 2:

En otra ocasión, un grupo de cristianos de base nos llamó a Teresa Rebull y a mí para cantar en una Iglesia del barrio de Las Delicias de esa ciudad. Y allí nos fuimos con las guitarras.

Fue impresionante la hospitalidad y el cariño con el que nos recibieron aquellos vecinos, su ausencia total de catalano-fobia. Había que oírlos cantando a Theodorakis en catalán, en Valladolid:

Tots esperem el só llunyà de les campanes,

en una terra qu’és de tots i de nosaltres!*

Hacía un frío que helaba los huesos, así que, ni cortos ni perezosos, los vecinos montaron una enorme hoguera controlada, pero dentro de la Iglesia, que si mostró el aggiornamento de los cristianos en esa ciudad, a punto estuvieron de dejarnos, por la inhalación de humo, roncas para todo el año.

*

  1. 3) – Detención en Oviedo (Asturias): Asalto 3

En esta ocasión fue el Partido Comunista el que nos avisó para hacer una gira por la Cuenca minera.

Bajábamos en un taxi la cuesta de bajada que separa a la Facultad de Filosofía de Oviedo de la Estación de Tren. Y sin saber cómo ni de dónde habían salido, se nos echan dos policías de paisano encima del taxi en marcha, como en los asaltos a las diligencias en las películas estadounidenses del Oeste.

Abren las puertas traseras del taxi, con el coche en marcha… Descubren su Chapa de Identificación policial con la mano, enseñándonos la parte interior de su solapa. Todo en la fracción de unos segundos. Vemos la chapa y nos dicen: ¡Policía! ¡Bájense!

(Mire, Sra. Servini: ahí demostramos que del corazón estábamos bien, porque el susto fue mayúsculo, pero considero que no ha de ser tan difícil encontrar a esos asilvestrados y que nos reparen por lo sucedido).

Pero bien, nos llevan a Comisaría, se quedan con las guitarras y los maletines para hacer un Registro y, mientras tanto, nos distribuyen a cada una en una –Teresa Rebull y yo– celda distinta.

Cuando nos llamaron a declarar fue por separado, pero las dos decíamos las mismas cosas. Muy curioso. Teresa Rebull iba a cantar la poesía erótica del excelso poeta catalán Salvat-Papasseit, y yo al poeta que dijo ser barro: Miguel Hernández, de Orihuela, Alicante, muerto de hambruna o tuberculosis, tras ser confinado en Campos de Concentración, como Vd. bien conoce.

Tuvimos con el Comisario un cruce de opiniones sin ningún tipo de sumisión por nuestra parte, que puso de relieve el instinto de supervivencia acumulado en esta Piel de Toro en las trovadoras, y lo anacrónico y retrasado, respecto a los países de nuestro entorno, de los valores y principios, y la falta de formación literaria de algunos servidores del Estado en el lustro 1970-1975, últimos coletazos del Franquismo. Fue algo así.

Llamaron primero a declarar a Teresa Rebull:

‒Comisario: Ya he leído sus letras, las que quería cantar en Oviedo. ¿No le da vergüenza, tan mayor, venir aquí a cantarnos coplas pornográficas?

‒Teresa Rebull: ¿Ah sí? Ya veo: no le gusta la poesía de Papasseit, ni sabe quién es.

‒Comisario: Pues no. Me parece una vergüenza que siendo Vd. tan mayor cante esas letras tan obscenas por el mundo.

‒Teresa Rebull: ¿Obscenas? ¿En qué mundo vive Vd.?

‒Comisario: Mire, Se-ño-ra: ¡en el mundo de las personas decentes!

‒Teresa Rebull: ¿Ah sí?, ¡… decentes! ¡Decentes! ¿Pues sabe lo que le digo? Que Vd. nos ha detenido porque odia a las mujeres y no hace el amor. ¡Es Vd. sólo un re-pri-mi-do!

‒Comisario: ¡Guardias! Llévense a esta mujer a la celda y tráiganme a la otra.

Me interroga de pie.

‒Comisario: Y Vd., ¿qué? ¿No se cansa de cantar a los rojos?

‒Elisa Serna: Pues no. Es mi libertad.

-Comisario: ¡Aquí no hay más libertad que la que yo diga! Y Vd. es mi detenida ¡y una subversiva!

‒Elisa Serna (con sorna): Oiga, que yo he estado en París y he vivido la libertad que se respira allí desde la Revolución Francesa.

‒Comisario (se echa atrás en su sillón y dice: “¡Ya!”, al tiempo que toma una voluminosa carpeta azul de gomas de una bandeja de alambre tejido).

‒Comisario: ¿Sabe lo que es esto?

‒Elisa Serna: Ni idea.

‒Comisario: Pues es un Informe de la policía española en París, donde la acusan de actividades anti-españolas.

‒Elisa Serna: Pues se equivocan. Yo quiero mucho a mi tierra.

‒Comisario: ¡Bueno, miren! (da un puñetazo en la mesa) Ya me han cansado. (Mirando al mecanógrafo) Haga el favor, Ramírez, de expulsar de Asturias a estas mentecatas (mirándome a mí): lo de la gira por la Cuenca minera ¡queda suspendida! Tienen Vds. dos caminos: o se vuelven a la Estación y se van de Asturias, o se quedan detenidas aquí dos meses. Vds. verán.

(Voy al encuentro de Teresa –¿dónde va Vd.?, gritan a mi espalda– que quiere que la abran la celda).

‒Elisa Serna: Oye, ¡vámonos de aquí!

‒Teresa Rebull: ¡Ramírez! ¡Ábrame la celda!

‒Comisario: ¡Estas mujeres me van a volver loco! Ramírez es el mecanógrafo. Les van a acompañar dos agentes a la Estación, en un Z (el Seat con sirenas que ponían en el techo exterior, de un manotazo, indicando que estaban de servicio).

‒Los dos grises: Ya lo han oído, recojan sus guitarras y salgan por la puerta, y mucho cuidadín. ¡Vayan delante, que las veamos!

El tren a Madrid pasaba en media hora. Lo tomamos con la mirada de los secretas, agazapados por la estación, clavada en la nuca, y cuando el tren arrancaba, ¡pí, pí!, ¡Viajeros al tren!, nos miramos; yo le dije: ¡Pornográfica! Ella me respondió: ¡Subversiva! Y nos reímos a carcajadas incontenibles un buen rato, que aflojó la tensión y el miedo que acumulábamos, porque una cosa era mantener el tipo ante la policía y otra, muy distinta, la procesión que llevábamos dentro. Despotricamos sin reprimir los improperios, asomadas a la ventanilla, con el viento fresquito en el rostro, las montañas verdes, de lo cuartelera que todavía era la España del comisario; un país tan hermoso, que era el nuestro, y que algún día cambiaría; proclamaríamos ¡la República! Comprendimos que la revolución –entonces hablábamos en esos términos– tardaría mucho todavía en llegar, pero que el día que los Derechos nos ampararan, contagiaríamos nuestras ganas de vivir sin ataduras, cantando los versos de nuestros mejores poetas; que entonces haríamos y diríamos lo que nos petara en libertad. Pero ese tiempo no llegaría. Lo que llegó en los ochenta fue La Movida.

  1. 4) – Asalto 5 –Comisaría de Elche (Alicante). Homenaje prohibido al miliciano y poeta Miguel Hernández

Indudablemente, la mayor ofensa que se puede hacer a un poeta que hubiera muerto de manera inducida por el abandono médico y alimenticio, como le sucedió a Miguel Hernández, y además prohibir también todos los homenajes que los conocedores de la altura poética del bardo de Orihuela quisiera rendirle.

La detención que sufrimos el grupo de poetas, artistas e intelectuales que quisimos homenajearle durante los cinco años del período conocido como Los últimos coletazos del franquismo, entendida desde esas coordenadas, adquiere un filo doble, como las nuevas cuchillas de las alambradas de Ceuta[5]. Entre el grupo de poetas que fuimos a Alicante, en ese lustro, estaban José Hierro, José Agustín Goytisolo, Carlos Álvarez, Armando López Salinas, entre otros.

Todos ellos han sido reconocidos en el transcurso de la democracia, con cicatería –si consideramos que nombraron lo inefable, haciendo disminuir algo el sustrato de las verdades que se nos ocultaban– junto a grandes muestras del afecto, algunos premios; el mejor de ellos, la inclusión de sus versos en el currículo escolar y las musicaciones de sus poemas, que dieron a conocer su obra entre los más jóvenes.

Sin embargo, las nomenclaturas gubernamentales de la Democracia española no han accedido a anular el juicio franquista, por el cual, el Ejército Rebelde, en 1939, condenó a Miguel Hernández por un delito de rebelión contra el Ejército Rebelde. Un bucle del que todavía, 2015, no-hemos-conseguido-desenredarnos…

El año que me sumé al viaje hacia Orihuela, su ciudad natal, para homenajear a Miguel Hernández, como los anteriores, se produjeron detenciones, fuimos dispersados y además no nos dejaron entrar en el pueblo. Tuvimos que tomar los coches de nuevo y optamos por homenajearle en un pueblo cercano, Elche.

Allí, como anticipo al principio, fuimos detenidos en Comisaría José Agustín Goytisolo y yo, durante muchas horas. Pero ¿qué era eso al lado del cautiverio, la cárcel al acabar la guerra, la enfermedad contraída por hacinamiento y su, tan sibilinamente tramada, muerte de Miguel Hernández?

Pues entiendo que, a la luz de los derechos a la Verdad, la Justicia y la Reparación, era y es un atentado al Derecho de la Libertad de Expresión, una grave ofensa a Miguel Hernández y una insoportable, por repetitiva, andanada franquista a nuestros derechos de reunión y manifestación, que la Ilustre Juez Dª María Servini de Cubría –como a todos los episodios de violencia descritos a lo largo de estas torpes páginas– sabrá valorar y juzgar.

  1. 5.) – Canarias: Batalla campal estudiantes-policía, por la prohibición –en el último momento– de otro recital, en el Campus de Las Palmas.

Los estudiantes vinieron a buscarme al aeropuerto y me contaron que el Gobernador había prohibido, hacía tres horas, el Recital que iba a dar en el Campus de Canarias, Las Palmas –recuerdo que entonces no había móviles–, cuando yo andaría embarcando en el avión de Iberia, Barajas (hoy Adolfo Suárez), y que habían sucedido cosas graves.

En efecto, algunos profesores y los estudiantes se habían puesto en Huelga. El Gobernador envió a la Policía con jeeps acorazados y el nuevo armamento disuasorio: pelotas de goma, porras, esposas.

Los estudiantes y algunos profesores y profesoras los recibieron a los gritos de ¡Fuera Policía! Las cosas fueron a peor: tiraron a pistola de bala. Un estudiante fue gravemente herido. Murió en un hospital cercano.

El Campus estaba situado en la cima de un promontorio, y esa posición más elevada les permitió comprobar que al oír los disparos, a los guardias y a los jeeps, les estaban cayendo una lluvia de piedras medianejas. Algunas hicieron diana. Y la poli se metió en ellos y bajó los caminos dejando una nube de polvo. Se retiraron. Los estudiantes habían ganado.

Me llevaron al lugar, miré bien por el campo de batalla, y me traje una pelota de goma, una chapa de algún policía y un casquillo de bala, que desde entonces guardo y pongo a su disposición, ilustre Juez Servini.

  1. 6) – Asalto 6.6.3 – Valencia Cinema.

Los organizadores habían conseguido todos los permisos. Hecho la pegada de carteles, pasados los trámites de Censura e incluso publicidad en la Guía del Turia. Corría el año 1976 y parecía que la muerte de Franco había calmado los ánimos a los fascistas de Valencia.

Pero cuando estaba cantando a poetas palestinos, unos versos de Tawfid Zayad, “Con los dientes”, vi que entraban dos filas de grises en silencio, con la luz de la sala apagada, por los pasillos laterales. Nos llevamos un susto brutal, pero yo no sé de dónde saqué valor y no dejé de cantar, ni ésa ni las siguientes. No se atrevieron ellos a entrar en el escenario. Los organizadores hablaron con ellos, les mostraron los permisos y por una vez levantaron la mano. Y abandonaron el recinto del Valencia Cinema, por donde habían venido. Ni qué decir tiene que, esa vez, acabamos todos en la playa de la Malvarrosa, dando cuenta de –no recuerdo– unos buenos boquerones fritos, por ejemplo.

  1. 7) – Asalto 6.7.4 – Campo de Fútbol del Valencia C.F.

Elisa Serna. (Fotografía de Juan Miguel Morales).

Fotografía de Juan Miguel Morales

Luis Vicente, el amigo valenciano de los cantautores, junto al tejido asociativo de izquierdas de 1977, pensaron en organizar un encuentro de los que llamábamos Ibéricos, porque actuaban en su lengua propia catalanes, andaluces, vascos o gallegos. Se estaban preparando las primeras Elecciones Libres en España después de cuarenta y dos años de Dictadura. Los cambios sucedían muy deprisa, como hoy. Los partidos políticos habían sido legalizados, incluido el PCE, en la primavera del año en el que estábamos, el setenta y siete, y las exigencias de libertad de las culturas catalana, vasca y gallega arreciaban. Sus cantautores acudieron al Conciertazo, diríamos hoy. Lluís Llach, Manuel Gerena, Miro Casabella, Labordeta, el padre de la criatura, Paco Ibáñez o yo, estamos en unos preciosos y enormes carteles que Luis Vicente había hecho diseñar.

Con todo en regla, fuimos llegando todos al Estadio. Caminábamos por las gradas al escenario, para dejar nuestras herramientas, las guitarras en el camerino, que eran los vestuarios del club; pero al ir a probar el sonido y estando ya delante de los micros probando luces, quitando graves, en fin, con los prolegómenos serios de una cita tan importante, de súbito empiezan a entrar a las gradas también decenas de grises, con sus uniformes nuevitos, porra en mano. Nos miramos todos y exclamamos: ¡Ya están aquiiií! Todos rodeamos a los organizadores para negociar con la Policía Armada y, tras mucho forcejear, suspendieron el conciertazo.

Nadie nos indemnizó por el quebranto de nuestra libertad ni de nuestra economía, cuando la social-democracia ganó las elecciones en 1982, por ejemplo.

Pero hacía dos años que había encontrado pareja, me casé y viví muy feliz durante diez años más, en Barcelona. Lo viví como si fuera el premio que, por tanta represión fascista y tantas detenciones, me hubiera merecido. Hoy, de nuevo en Madrid, desde mil novecientos ochenta y cuatro, a punto de conseguir los derechos a la Verdad, la Justicia y la Reparación en Buenos Aires, Argentina. Estoy esperanzada, contenta, sin tener muchas razones para ello: estudio en la Universidad Complutense de Madrid, tengo una pensión ridícula y no sé, creo que mi familia y yo podremos desarrollar todas nuestras potencialidades artísticas o intelectuales, con la ayuda de la Honorable Judicatura Argentina.

Es posible que un día se pueda hacer Justicia en mi país, aquel por cuya libertad creo que la familia Gil Sánchez se ha empleado a fondo, desde 1870, pero eso tal vez lo vean mis sobrinos o incluso mis sobrinos-nietos. La vida sigue…

Elisa Serna, para Gustavo. Madrid, 4 de Octubre de 2015, 21:30h

[1] Dada la naturaleza del escrito, se ha respetado íntegramente su contenido, salvo las correcciones estilísticas que he juzgado pertinentes, y que, en ningún caso, afectan a su esencia de contenido.

* No se incluyen aquí los anexos a los que Elisa Serna se refiere y remite a la juez Servini de Cubría.

[2] Sin duda una exageración de Serna: Grimau fue fusilado más tarde.

[3] Roberto Conesa Escudero fue, efectivamente, miembro de las JSU. Comenzó su carrera policial en la posguerra, como infiltrado de la policía política, traicionando y descubriendo a sus antiguos correligionarios, entre ellos a las “13 Rosas”.

[4] Es posible que Serna se equivoque de año: la única nota relativa a este suceso aparece fechada el 11 de marzo de 1974 sin firma.

* «Todos esperamos el sonido lejano de las campanas,/ en una tierra que es de todos y de nosotros». Teresa Rebull: “Les campanes de la resurrecció”; Teresa Rebull (EP). Se trata de una versión de la canción de Mikis Theodorakis, Θα Σημανυν Oι Καμπες, sobre el poema de Yannis Ritsos, adaptada al catalán por Josep Maria Espinàs (la canción original dice sota la terra, “bajo la tierra”).

[5] Se refiere a las concertinas que el Gobierno Español situó en la valla que separa Ceuta de Marruecos para disuadir a los inmigrantes sub-saharianos de saltarla y entrar en el país.

Discópolis


46085521_2194465707469097_9049295010893135872_nUn verdadero honor y un privilegio la invitación que me hizo José Miguel López para intervenir en su programa de referencia, Discópolis, para hablar de mi tesis La formación de una cultura de la resistencia a través de la canción social. Todo un honor para un discopolita declarado como yo.

Página de Facebook de Discópolis

Podcast: http://www.rtve.es/m/alacarta/audios/discopolis/discopolis-10352-gustavo-sierra-12-11-18/4836321/?media=rne

 

Allí estaban los cantautores


Aquí puedes leer mi última colaboración para Diario Folk: una crónica-crítica del recital del pasado día 9 «Aquí están los cantautores: 50 años creando cultura de Resistencia».

http://www.diariofolk.com/cronica_concierto/alli-estaban-los-cantautores-cronica-y-critica-de-un-recital/

Aquí están los cantautores (el recital)


Prensa: Aquí están los cantautores


cartel_cantautores_4gEscucha a José Miguel López a las 14, poniendo canciones y entrevistando a Julia León, Adolfo Celdrán y Elisa Serna en Discópolis: http://www.rtve.es/radio/radio3-endirecto/

Recuerda también que mañana hay rueda de prensa y coloquio con ellos, más Antonio Gómez, Víctor Claudín y Fernando González Lucini, en la Sala Manuel de Falla de la SGAE (calle Fernando VI, 4)

¡Aquí están los cantautores!–Unidos por la Resistencia (Ángel Sánchez de la Fuente)


ÁNGEL SÁNCHEZ, periodista catalán batido en todo tipo de lides informativas, nos recuerda en este escrito como fue percibida en Cataluña la aparición de CANCIÓN DEL PUEBLO y otros cantautores madrileños.
Recordad que el próximo jueves hay concierto conmemorativo (ver cartel).

¡AQUÍ ESTÁN LOS CANTAUTORES!

Unidos por la resistencia

Ángel Sánchez de la Fuente. Periodista.

Cartel del primer recital de Canción del PuebloCuando a finales de los años 60 nos llegaron desde Madrid los primeros ecos del Grupo Canción del Pueblo (GCP), ya había nacido en Cataluña (desde donde escribo estas líneas) el movimiento de la Nova Cançó, impulsado por Els Setze Jutges desde su fundación en 1961. El GCP fue como un soplo de aire fresco en aquel panorama semidesértico de la música popular en el idioma castellano, en el que, a mediados de los 60, apenas se divisaban algunos artistas aislados como el incomparable Luis Eduardo Aute, el voluntarioso Manolo Díaz y su Rufo el pescador, popularizado por la entonces combativa Massiel antes del eurovisivo La, la, la, y el muy valioso Nino Sánchez, surgido de provincias: “Yo nací con la posguerra/a la luz de un viejo sol,/ en un barrio salmantino/ de pizarras y latón”, cantaba Nino. Pero, por fin, aparecían unos cuantos jóvenes cantautores, agrupados en torno a la idea de tratar de concienciar al pueblo políticamente anestesiado bajo una dictadura inacabable. Los vínculos entre la meseta y la periferia no tardaron en llegar: unos en lengua castellana y otros en lengua catalana. Pero todos ellos unidos por la resistencia contra el opresor, conscientes de que contra Franco se cantaba mejor.

La premonición de Elisa Serna

La voz solidaria de Elisa Serna resonó en Barcelona como en Madrid, eso sí, a cambio de sufrir una durísima y contumaz represión (sin duda, la cantante más perseguida de la época) por parte del régimen fascista. En 1974, al mismo tiempo que el autodenominado Caudillo comenzaba a entrever su final aquejado de una tromboflebitis, la discográfica Edigsa editó Este tiempo ha de acabar, nuevo título de su primer LP, Quejido, aparecido anteriormente con el sello francés Le Chant du Monde. Resultó premonitorio: el tiempo se le estaba acabando al tirano, aunque todavía quedaban los peores coletazos de las heces en forma de melena que fueron los fusilamientos de septiembre de 1975, plasmados en la canción “Al alba” por Aute, quien, a pesar de no formar parte del GPC, colaboró ardientemente.

Adolfo Celdrán, uno de los más grandes

Aquel mismo 1975, cinco años después de su estreno con Silencio, nos llegó el Adolfo Celdrán de 4.444 veces, por ejemplo, disco en el que, además de interpretar canciones propias, musicaba a Miguel Hernández, Nicolás Guillén, León Felipe e incluso un texto de mi querido colega periodista Antonio Gómez, basado en la lorquiana Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores. El impacto fue tan grande en los círculos musicales, que el prestigioso crítico catalán Jordi García-Soler consideró a Celdrán, en la revista Vibraciones, como uno de los más grandes cantautores del momento junto a Paco Ibáñez. Un año más tarde, Celdrán dedicaba un poema a Miguel Hernández, en el que, entre otras cosas, decía: “Miguel, aquí nos tienes/ con tu viento y tu canto/ […] Nuestras manos crispadas/ de esperar tanto./ Ven a ocupar tu puesto./ Ven, Miguel, empezamos”.

O Julia León, a la que conocí más tarde, y que en la sala Villaroel ofreció unos conciertos memorables junto a Labordeta, otro que merece todo homenaje que se le ofrezca, en los que mostró su capacidad para resucitar y hacer actual la música tradicional.

El llover ‘a cántaros’ de Pablo Guerrero

¿Y qué decir del extremeño Pablo Guerrero y su “A cántaros”? En Cataluña, un joven de 20 años llamado Lluís Llach había irrumpido en 1968 con “L’estaca”, que acabaría siendo por antonomasia el himno de la resistencia antifranquista. Algo parecido quisimos ver en el “A cántaros guerreriano” cuando apareció en 1972. No se empleaba un lenguaje tan beligerante como el utilizado por Llach (“Si jo l’estiro fort per aquí/ i tu l’estires fort per allà,/ segur que tomba, tomba, tomba/ i ens podrem alliberar”), pero, tal vez más sutilmente, Guerrero también apuntaba al horizonte de la democracia: “Pero tú y yo sabemos que hay señales que anuncian/ que la siesta se acaba/ y que una lluvia fuerte/ limpiará nuestra casa”. Pero para que eso pudiera ocurrir, ésta era la condición esperanzada en clave de metáfora: “Hay que doler de la vida hasta creer/ que tiene que llover a cántaros”.

Las rompedoras Madres del Cordero

Aunque no figuró entre los componentes del Grupo de Canción Popular, en 1969 surgió un invento rompedor llamado Las Madres del Cordero, conjunto capitaneado por el incombustible Moncho Alpuente, que hizo de la sátira y de la desmitificación sus señas de identidad. Aunque duró poco, fue suficiente para marcar un camino en el que la reivindicación política y social (“A beneficio de los huérfanos” y “La niña tonta de papá rico” son ilustrativas de ello) no estaba reñida con la ironía y el humor. En Cataluña acababa de hacer su aparición La Trinca, en un principio un playero trío informal que daría que hablar durante 20 años. A diferencia de los Alpuente’s boys, a los trincos les costó bastante ser tomados en serio por los prebostes de la Nova Cançó, quizá porque en un primer momento lo intrascendente de sus letras primaba sobre la trascendencia del difícil momento político (Franco estaba vivito y coleando, como hemos visto al aludir a los cinco fusilamientos de 1975).cartel_cantautores_4g

Acerca de la aportación de Las Madres del Cordero y su éxito arrollador junto al grupo teatral Tábano y el espectáculo Castañuela 70, Elisa Serna advirtió en 1976, con tanta lucidez como amargura, que los miembros del GCP tenían “una tendencia incurable a trascendentalizar todo” lo que hacían. Y concluía: “Nos dimos cuenta de que Las Madres del Cordero decían lo mismo que nosotros, pero con sentido del humor, con planteamientos que quizá resultaban más adecuados.”

Medio siglo después (se dice pronto) de aquel primer festival en Madrid de música popular (folk song), que fue el germen del GCP, Elisa Serna, Adolfo Celdrán, Pablo Guerrero, Julia León y compañía proclamarán la pervivencia de los cantautores castellanos y de la cultura de resistencia. Bajo el título de ¡Aquí están los cantautores!, el próximo 9 de febrero participarán en un auditorio de Madrid que lleva el nombre de un resistente de la clase obrera llamado Marcelino Camacho. Toda una coincidencia plena de simbolismo.


Martes, 7 de febrero, 12:00

Rueda de prensa/ coloquio (Sala Manuel de Falla de la SGAE, calle Fernando VI, Madrid)

Jueves, 9 de febrero, 20:00

Recital (Auditorio Marcelino Camacho, calle Lope de Vega, 40)

Elisa Serna, Adolfo Celdrán, Julia León

Acompañados de los músicos Cuco Pérez, José Luis Yagüe, Wafir Sheik-El-Din, Gaspar Payá y Antxon Sarasua

Más invitados: Luis Pastor, Pablo Guerrero y Luis Mendo, Javier Batanero y Begoña Olavide & Javier Bergia

Información y venta anticipada de entradas

http://www.ccoo.es/noticia:231789–50_anos_de_resistencia_50_anos_cantando_por_la_libertad

Página oficial del recital

https://www.facebook.com/canciondelpueblo/

Twitter

https://twitter.com/cancionpueblo (@cancionpueblo; hashtags: #AquiEstanLosCantautores #CulturaDeResistencia)

Evento en facebook

https://www.facebook.com/events/735090469998146/

E-Mail para concertar entrevistas y contacto

canciondelpueblo50aniversario@gmail.com (contacto: Antonio o Gustavo)

Drive con información y archivos adicionales:

https://drive.google.com/drive/folders/0B2nJO77oliPjMTNobHpVSkV3Qzg

“¡AQUÍ ESTÁN LOS CANTAUTORES! – 50 años creando cultura de resistencia” (recital: 7-II-2017)


Cartel del recital, de Marcos PaniaguaEn 1967, en los locales de la revista Hogar 2000, tenía lugar la fundación de un colectivo fundamental para el desarrollo de la canción de autor en castellano: CANCIÓN DEL PUEBLO nacía con la intención de elaborar una canción que hablara de las preocupaciones del pueblo, una canción popular: de ahí su nombre, inspirado por el movimiento estadounidense PEOPLE’S SONG. Con la influencia de PACO IBÁÑEZ, quisieron significar para Madrid y Castilla lo que colectivos como SETZE JUTGES, GRUP DE FOLK y EZ DOK AMAIRU significaban para Cataluña y el País Vasco, y VOCES CEIBES para Galicia al año siguiente: creadores de una música y unas letras, propias o de poetas, con las que el pueblo pudiera sentirse representado.

Con este ánimo, se dieron a conocer en un primer recital, el 22 de Noviembre de 1967, en el Instituto Ramiro de Maeztu, en donde iban a estar apoyados también por LUIS EDUARDO AUTE. Luego llegó la fundación de la pequeña discográfica EDUMSA (Editorial Universitaria Madrileña S.A.), que publicó los sencillos del colectivo y de otros intérpretes en lengua castellana, con el fin de difundir la producción de estos autores.

Compusieron el colectivo: IGNACIO FERNÁNDEZ TOCA, LUIS JOSÉ LEAL, JOSÉ MANUEL BRABO “CACHAS”, HILARIO CAMACHO, ADOLFO CELDRÁN, CARMINA ÁLVAREZ, JULIA LEÓN, ANSELMO CANO, MANUEL TOHARIA y ELISA SERNA, junto al periodista ANTONIO GÓMEZ. De ellos, sólo algunos siguieron una carrera musical más o menos regular, aunque por caminos diferentes en algunos casos; y algunos de ellos, todavía activos.

El próximo 9 de febrero, en el Auditorio Marcelino Camacho, tres de sus miembros, ADOLFO CELDRÁN, JULIA LEÓN y ELISA SERNA, presentados, como hace cincuenta años, por ANTONIO GÓMEZ, darán un recital para conmemorar la fundación de CANCIÓN DEL PUEBLO, bajo el lema “¡Aquí están los cantautores!: 50 Años Creando Cultura de Resistencia!”. Tres autores-intérpretes que no han estado inactivos durante todo este tiempo, aunque sí ocultos al gran público.

El 7 de febrero, dos días antes, los medios están convocados a la rueda de prensa, que incluirá un coloquio en el que intervendrán Antonio Gómez, Fernando González Lucini, Víctor Claudín y Gustavo Sierra Fernández, en la sala Manuel de Falla de la SGAE, a las 12 del mediodía.

Descargar dossier de prensa (completo):

https://drive.google.com/drive/folders/0B2nJO77oliPjaHM5Sm15bHNMUjQ

Enlace a un Drive con documentos y curiosidades complementarios:

https://drive.google.com/drive/folders/0B2nJO77oliPjMTNobHpVSkV3Qzg

INFORMACIÓN Y CONTACTO:

E-Mail enlace con prensa para concertar entrevistas:

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Evento en Facebook:

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Información y entradas:

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