El fútbol se ha ganado la fama de ser el ejemplo supremo de la alienación política y cultural, de manera bastante injusta a mi parecer: ya dejé mis impresiones aquí (que fueron avaladas por grandes aficionados y, no obstante, revolucionarios), pero por resumir, digo que de manera bastante injusta porque tampoco otros deportes tienen per se significación política alguna: otra cosa es que determinados aficionados (fieles u ocasionales a algún deporte) tomen a una figura –sea un deportista individual o un equipo- de un deporte concreto como una especie de símbolo, sea positivo o negativo; pienso, por ejemplo, en el boxeador Joe Louis (en este caso como símbolo positivo), que se convirtió en un símbolo para la población afroamericana y sufrió cruelmente los avatares del racismo en su país. Pero el tema de la alienación es distinto.
Si en España (y probablemente en otros países del entorno) se considera al fútbol como el gran símbolo de la alienación, no es por otra cosa que por ser la manifestación deportiva que más atención atrae, y por consiguiente, que mueve más dinero, con lo que se puede publicitar mucho más y así caer en un círculo vicioso. Cuando hablamos de alienación nos referimos a un método por el cual se consigue adormecer la conciencia y el espíritu crítico de la población en general. Y así, en los años de la dictadura, la alienación era más que evidente; en los de democracia, es sospechosa. Y es que hay elementos políticos dispuestos a usar los términos deportivos más populares de su país para adornar sus discursos: recuerdo a cierta mandataria sudamericana, muy famosa ella, comparar frívola y repugnantemente el que el fútbol nacional se retransmitiera bajo pago en las cadenas privadas con las desapariciones ocurridas durante la dictadura en Argentina (esto más que populismo, es falta de tacto, por no decir algo peor). En España fue tal el peso que tuvo desde las instituciones, que, en principio, se podía sospechar de la adscripción política de cada uno por el equipo de fútbol del que fuera seguidor, aunque esto en realidad no fuera, ni lo es, cierto en muchos casos: no necesariamente un “madridista” es partidario del burguesía conservadora, un “barcelonista” del independentismo, ni un “vallekanista” miembro del proletariado revolucionario; tales determinaciones duran hasta nuestros días, con la misma falseabilidad que entonces. Sin embargo, es más que probable que la dictadura no lo explique esto del todo, pues otros países, incluso tradicionalmente democráticos, han tenido los mismos problemas. El deporte per se es apolítico, una de las pocas cosas que pueden permitírselo, aunque puede tener la capacidad de llegar a simbolizar las ideas de algunos grupos en ciertas circunstancias: si la victoria de Jesse Owens en Berlín se toma como símbolo, tal como plasmamos en la entrada anterior, no fue porque Owens perteneciera al marxismo revolucionario o al antifascismo genérico –que no lo hacía-, sino porque sin pretenderlo mostró la falsedad de la teoría racista; Joe Louis no pretendía demostrar que un boxeador negro podía tumbar a un blanco, pero se convirtió en inspiración para su pueblo; lo que quiero decir es que a veces la circunstancias socio-políticas sobrepasan a los deportistas como a cualquier otro ciudadano, y los futbolistas no fueron excepción, aunque a veces parezca que los deportistas puedan darse el lujo de permanecer en una especie de limbo ajeno a todo lo que acontece.
La guerra civil española, pues, también tocó a personalidades futbolísticas: algunos de ellos fueron Aniceto Alonso Rouco “Toralply”, obrero de profesión, sindicalista y jugador en el Athletic de Bilbao que, al iniciarse la guerra colgó las botas y se encargó de la defensa de Bilbao y acabó fusilado cuando la ciudad cayó bajo las tropas franquistas; o Josep Sunyol, presidente del Fútbol Club Barcelona. En el otro lado, y por ser ecuánimes, fueron fusilados por el ejército republicano Ramón “Monchín” Triana, jugador del Atlético de Madrid, encarcelado, según nuestra fuente, por sus filiación católica y monárquica y asesinado en Paracuellos del Jarama, o Manuel Garnica, también del Atlético, fusilado en Barcelona (NOTA: no comparto la línea editorial del último enlace). Soy republicano y anarquista, pero siempre he reconocido que se cometieron excesos en el bando que, para mí, significa la razón, la democracia y la justicia: no puede haber suficientes palabras para pedir perdón por la gente buena asesinada en ambos bandos (aunque en unos sean más que en el otro); sin embargo, y véanse los enlaces (algunos de ellos, no ciertamente de mi gusto, y hubiera preferido enlaces más asépticos y objetivos), es curioso como esto lo toman unos y otros: reivindicar a un futbolista por sus ideales, no por sus méritos deportivos, y pedir abrir un proceso de beatificación (tengo noticias para vosotros: los franquistas TAMBIÉN asesinaban católicos).
Fuera ya de la guerra de España, hay un nombre que me gustaría destacar: el de Rino Della Negra, obrero italiano inmigrado en la Francia ocupada por los nazis y jugador del Red Star Olympique de París que, al igual que Toralply, colgó las botas y las herramientas y se fue a combatir el fascismo, uniéndose al FT-MOI (Francotiradores y Partisanos Franceses – Mano de Obra Extranjera), al llamado Grupo Manouchian, por estar comandado por el poeta armenio Missak Manouchian. Della Negra fue, como el resto del grupo fusilado por los nazis en 1944 cuando la totalidad del grupo fue detenido por la policía política del gobierno colaboracionista: algunos de ellos fueron, irónicamente, inmortalizados en el libelo conocido como “l’affiche rouge”. En febrero de 2004, Della Negra fue homenajeado por su antiguo club
Naturalmente, estos nombres sólo son accidentales: futbolistas o dirigentes deportivos que tenían ideales políticos, pero que probablemente no mezclaran una cosa con la otra y que demuestra que nadie puede estar por encima de las circunstancias socio-políticas. Sin embargo, hay casos de auténtica unidad entre el deporte, el fútbol en este caso, y la resistencia moral. Es bastante famoso el episodio acontecido en plena II Guerra Mundial como “el partido de la muerte”, sobre todo por haber inspirado la película Evasión o victoria (Victory, John Houston, EE. UU., 1981), aunque también otras: un partido de fútbol organizado por los alemanes que enfrentaría a varios prisioneros de guerra ucranianos, reunidos en el equipo FC Start, contra soldados de la Wehrmacht; el Start reunía en sí a varios jugadores provenientes de otros equipos ucranianos y, al parecer, sus victorias contra los equipos de las diferentes guarniciones nazis parecían animar “demasiado” a la población ucraniana, hecho que preocupaba a los invasores. La derrota 5-1 infringida al Flakelf, equipo de la Luftwaffe, fue muy humillante, y el combinado nazi pidió la revancha en un partido en el que el árbitro, un oficial de las SS, debió acuñar el cántico “árbitro comprao, partido regalao”, mientras el Flakelf jugaba con tácticas poco deportivas (lo cual no constituye ninguna sorpresa); y aun así, el Start ganó 5-3, incluso habiéndose contenido de anotar el 6º gol y el árbitro pitara el final antes de tiempo. Semanas después, la Gestapo arrestaba a algunos de los jugadores, acusándolos de pertenecer al Comisariado del Pueblo Soviético (NKVD); Mykola Korotkykh moría bajo las torturas, mientras que el resto fue a parar a los campos de concentración, en donde morirían algunos de ellos. En 1981, el estadio de Kiev Zenit pasó a llamarse Estadio Start. Recomendamos la crónica en Marca: cap. I y cap. II. Esta escena de Evasión o victoria es totalmente ficticia, pero es un buen ejemplo de lo que quiero demostrar. Podéis saltar directamente al minuto 1:00:
Otro capítulo hermoso relacionado con el fútbol es el protagonizado por los españoles prisioneros en los campos de exterminio nazis. El gran disco músico-documental de 1976 La cantata del exilio (¿Cuándo llegaremos a Sevilla?), escrito y compuesto, respectivamente, por Antonio Gómez y Antonio Resines, recoge el testimonio de Mariano Constante, miembro de las Juventudes Socialista Unificadas y ex-combatiente del ejército republicano y de la Resistencia francesa, que siendo apresado en 1940 por los alemanes acabó en el campo de Mauthausen (Constante ha escrito varios libros sobre la vida cotidiana de los españoles en el campo de Mauthausen), y una canción, interpretada con irresistibles aires brasileños por el genial Luis Pastor, sobre el tema:
Testimonio de Mariano Constante
La impresión que nos producía a los deportados cuando llegábamos al campo de Mauthausen, y en particular a nosotros los españoles, era algo impresionante, algo terrible, porque lo primero que se veía al llegar eran las murallas –que todavía no estaban terminadas, puesto que las terminamos nosotros los españoles- y la fatídica águila, un águila de bronce que extendía sus alas encima de la entrada principal. En los primeros meses de 1941, pues cuando estábamos que los nuestros caían a montones, que estábamos debilitados y todo, pero era necesario tener un aliciente, algo para mantener la moral, y para eso era necesario todo, era necesario no solamente nuestras charlas y nuestras palabras, eran necesarios los actos en todos los sentidos. Era necesario, pues, demostrar que éramos hombres todavía, que seguíamos siendo hombres como siempre. Entonces, pues era preciso hacer algo, y un día pues unos españoles cogieron unos trapos y unos papeles de unos sacos de cemento y los enrollaron con unas cuerdas e hicieron como una pelota, una pelota de papeles y trapos.
(Ver original: https://skydrive.live.com/?cid=61e9b08cebcbe7ee#cid=61E9B08CEBCBE7EE&id=61E9B08CEBCBE7EE!8867; también: http://holocaustoenespanol.blogspot.com.es/2010/10/la-resistencia-espanola-en-mauthausen.html)
Jugando al fútbol
Calza las botas,
coge el balón,
salta hacia el campo,
métele un gol.
Segui, Gainza,
Paiño y Lesmes,
Panizo, Zarra,
Zamora y miedo.
Dribla al defensa,
pasa al extremo,
corre la línea
hasta el portero.
Refery, orsay,
defensa y miedo.
balones fuera,
chuta al larguero.
Vuela un garbanzo,
cierra al puchero,
gana al cocido
el delantero.
Segui, Gainza,
Paiño y Lesmes,
Panizo, Zarra,
Zamora y miedo.
Es la pelota
de trapos viejos,
los uniformes
del carcelero.
Suena el silbato
marcando el tiempo,
las chimeneas
con humo negro.
Torres de guardia,
postes de hierro.
aquí la gloria
es el cementerio.
http://www.antiwarsongs.org/canzone.php?lang=en&id=37962
Antonio Gómez – Antonio Resines
Canta Luis Pastor
NOTA – Los futbolistas
Los nombres que canta Luis Pastor pertenecen, efectivamente, a futbolistas españoles reales de los años 30 y 40, pero ¡ojo! ninguno estuvo prisionero en Mauthausen ni pertenecieron a ningún movimiento de resistencia antifascista, al menos que se sepa por los enlaces: sencillamente son nombrados aquí como algunos de los futbolistas más famosos de la época. He conseguido identificar a algunos de ellos, en principio, aunque preguntaré al autor sobre las verdaderas identidades. Incluyo el club con el que debutaron: Segui es Vicente Seguí García (Valencia CF); Gainza es Agustín “Piru” Gaínza (Athletic Club de Bilbao); Paiño parece ser Manuel Fernández Fernández “Pahíño” (Celta de Vigo) –quien parecía tener fama de izquierdista por reírse de una de aquellas tonterías que se decía a los jugadores durante el franquismo-; Lesmes quizás sea alguno de los dos hermanos Lesmes Bobed, Rafael (Ibarrola de Ceuta) o Francisco (Imperio de Ceuta); Panizo es José Luis López Panizo (Athletic de Bilbao); Zarra, Telmo Zarra (Athletic de Bilbao); y Zamora es Ricardo Zamora (Iberia C. F. de Tenerife)
Aquí puedes descargarte el disco entero… Es legal:
https://skydrive.live.com/?cid=61e9b08cebcbe7ee#cid=61E9B08CEBCBE7EE&id=61E9B08CEBCBE7EE!8840
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