Ayer vi un documental sobre el origen del mito de Caín y Abel, que me recordó uno de los temas pendientes. El mito del primer asesinato (presente en muchas culturas), del primer genocidio es aceptado, generalmente, al igual que muchos mitos, como una historia que explica un cambio en la sociedad humana: en su caso, el paso de una sociedad nómada, eminentemente de ganaderos, a una sedentaria de agricultores, pues Abel era pastor y Caín trabajaba la tierra, y, probablemente, los primeros choques entre ambas formas de producción. Nadie debería ver más allá de esto, pues es una de las historias más terribles de la tradición judeo-islámica-cristiana, y yo, personalmente, me niego a aceptar ninguna figura que propugne que el género humano lleve en sus genes la maldad y la predisposición al asesinato.
Sin embargo, como todo elemento perteneciente a la herencia de una cultura, el tema de Caín y Abel ha inspirado miles de obras, desde la Antigüedad hasta nuestros días, aunque a veces se aplique el calificativo “cainita” de una manera algo arbitraria y gratuita. Una de las mejores (mejor dicho, dos) variaciones del tema es la magistral película de Elia Kazan, Al Este del Edén (East of Eden, EE. UU, 1955), basada en la novela de John Steinbeck, con el gran James Dean encarnando a un Caín moderno, pero profundizando en sus motivaciones humanas (Kazan trastoca un poco el mito original, y así, en su película, es Caín el que hace una especie de sacrificio de sangre, al ofrecer a su padre el dinero que ha obtenido al especular con la I Guerra Mundial). A parte de la genial película de Kazan y de estas soberbias pinturas, traigo sólo dos ejemplos más.
El mito fue relativamente explotado durante la guerra civil española por los escritores e intelectuales fieles a la República, y aunque los otros pudieran utilizarlo también, vaya usted a saber con qué significaciones, tenían ellos más legitimidad, pues fue el bando faccioso el que se alzó en armas. He aquí una hermosa poesía, a su manera, escrita, probablemente, por un campesino que, bajo el pseudónimo de “Centenillo”, la leyó desde el Altavoz del Frente al bando fascista, con la esperanza de que muchos desertaran. La emotividad de algunos pasajes dan la sensación de que el desconocido poeta se refiera a una persona real, a otro obrero que marchara junto a los explotadores:
Para ti, nuevo Caín
Ayer te vi en el taller
vistiendo ropa mugrienta,
esgrimiendo la herramienta,
la máquina febril.
Tú que ayer, en el trabajo,
fuiste mi amigo más fiel,
esta guerra sin cuartel
te ha hecho mi hosco rival.
Ayer compartimos juntos
las ocasiones festivas
y hoy quieres quitar la vida
a tu amigo fraternal.
Dime, ¿no sabes quién soy?
Yo soy tu hermano de pena,
desertor de la cadena
de tu negra esclavitud.
Tú estás en rebeldía,
yo al grito de mi conciencia
lucho por la independencia
de toda la juventud.
¿Recuerdas cuando en el patio
de un mísero casuchillo
sobre rústicos ladrillos
gateábamos con afán?
¡Cuántas veces nuestras madres,
en sus faldas nos mecían
y nos obsequiaban un día
a los dos de un mismo pan!
Y en amistad familiar,
en nuestra infancia vivíamos
y las horas transcurríamos
de inocente festival.
Subiéndonos a los árboles,
corriendo a las mariposas,
¿quién no recuerda esas cosas
con cariño fraternal?
Luego fuimos a la escuela,
y al calor de la enseñanza
conocimos las bonanzas
de exquisita educación.
Muchas fueron las faltas
que juntitos cometimos
y en secreto eludimos
la paternal represión.
Llegamos a los veinte años
y el peón, el amigo, el hombre
de la patria en falso nombre
se marchó tras de un traidor.
Hizo alto el yunque y el torno
pararon fraguas y arados,
después de que el español malo
partiese al son de un tambor.
Y hoy te veo, camarada,
en los momentos más fieros
matando a plomo y acero
al pueblo trabajador.
Di, faccioso, ¿qué defiendes
cuando matas a tu hermano?
El caudal de unos tiranos,
ladrones de tu sudor.
Y hoy, que te veo volver
formando en las malditas filas,
con máuser, sable y mochila
del gran crimen popular,
quiero gritarle: "¡CAÍN!",
pero no cumplo mi antojo,
siento humedecer mis ojos
y a gritos rompo a llorar.
Centenillo
Sobre la marcha, nº 37, 25 de octubre de 1937.
Tomado de César de Vicente Hernando (selección, introducción y notas): Poesía de la Guerra Civil española (Akal, Madrid, 1994), pp. 276-277
Muchos años más tarde, uno de nuestros grupos de rock favoritos, los Suaves, en su disco de 1984 Frankenstein, adaptaban también la historia con el trasfondo de la guerra civil, pero dándole la vuelta al mito. Por muy laicos, profanos e incluso ateos que fueran los que hicieron las revisiones del mito, se mantuvo casi invariablemente la bondad de Abel y el pecado de Caín como algo negativo. Pero muchos son los que se rebelan contra la visión oficial. Los Suaves, por ejemplo, ponen el acento en dos cosas: en que es Abel el primero en derramar sangre con sus sacrificios, y que Dios, al preferir el sacrificio de sangre de Abel al del trabajo de la tierra de Caín, fuerza la envidia de Caín y, en cierto sentido, legitima el “sacrificio de sangre” de Caín.
A Caín
Amanece el tiempo, se perdió el Edén.
Corre la sangre en el altar de Abel,
Dios complacido sonríe al ver,
dolor y muerte en el ara de Abel.
Caín, su hermano, va a sacrificar
su cosecha de trigo a Míster Jehová.
El fuego no sube, no quiere aceptar
el Dios sanguinario su oferta de paz.
No habrá más altares , no aguantaré más.
¿Hay que dar gracias por morir y llorar?
Caín el rebelde, primer luchador
contra la injusticia, contra el Dictador.
Hay guerra civil. Este del Edén.
De parte del amo, el pastor Abel.
Lucha entre hermanos, y por defender
al Cruel, al Tirano, muere el tonto Abel.
Yosi – Los Suaves
Letra tomada de la información del vídeo insertado
(NOTA: presento una queja al aire, porque, cuando busco las inmortales obras de arte basadas en temas religiosos, lo primero que encuentro son numerosos blogs y páginas web religiosas que no parecen tener el más mínimo respeto por la autoría de las obras, ya que muy pocos son los que hacen notar al autor del cuadro).
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