Existe una ciudad modesta al sur de Madrid que los informativos nacionales y regionales tienden a ignorar salvo cuando ocurre un hecho luctuoso o morboso, como a todas las del cinturón del sur, que intentan tener una plena vida cultural para que la gente no tenga que ir a la ciudad de Madrid para disfrutar de un poco de cultura. Tiene una concejalía de Cultura que permite que autores nada conocidos hagan presentación de sus obras en los espacios públicos, exposiciones de pintores, conciertos…, y tiene Getafe Negro y una feria del libro asociada a este evento. Pues ni por esas. Se habla estos días de Getafe por la denuncia de un concejal de cierta formación política, que, como reza el dicho, «cuando el diablo se aburre, mata moscas con el rabo».
El hecho es que, el año pasado, un joven actor llevó a cabo un montaje al aire libre y gratuito de la obra de Lope de Vega La villana de Getafe. Para ello, Marcos Toro, que es su nombre, contó con la ayuda desinteresada de artistas locales, asociaciones de todo tipo: desde musicales y folklóricas hasta una de personas discapacitadas, y con vecinos anónimos. La gente disfrutó, tanto espectadores como participantes, y si alguien se enfadó, se sintió ofendido por lo que fuera o sencillamente no le gustó, se fue sin hacer escándalos; y un motivo escénico que fue causa de risas pasó desapercibido.
La idea de Marcos es instituir esta representación en una tradición anual, dado el localismo de la obra, y por eso se hizo también este año. Pero algo extraño pasó que no pasó el anterior. Quizás alguien que no lo hizo el año anterior lo hizo este, y aquel mismo motivo escénico le llenó de espanto. Días después, un concejal exigía que en próximas representaciones fueran retiradas las referencias sexuales y, aún más, que no sea Toro quien la representase; puede que tuviera un candidato en su cabeza, tal vez un distinguido director de autos sacramentales.
¡Ah! El motivo escénico era una escultura de cartón piedra que recuerda a un pene.
Una polla, para los profanos.
Algo que no es como enseñar a los niños a cazar o a torturar públicamente ganado bovino. Qué va. Es mucho peor. Horrible.
Le faltaban los huevos.
Tampoco te hagas ilusiones, que por cómo lo dicen parece que haya sido una película de Esteso y Pajares. Es una figura que lo parece. Punto. Y me parece que tampoco es necesario decir que no es una obra infantil, aunque los niños son bienvenidos.
No tengo tiempo ni interés para ver lo que van diciendo en las redes sus acólitos. En opinión de nuestro ilustre concejal elegido por parte del pueblo soberano, la gente (la cual repitió asistencia en su mayoría) se indignó mucho por ver profanada así una obra literaria del imperio español; hubo niños llorando desconsoladamente; los cielos amenazaron con hacer caer fuego sobre nuestras cabezas, y casi hubo linchamientos. Imaginación no le falta al hombre, porque la realidad fue otra.
En Getafe no ha pasado, en realidad, de una anécdota; una muestra de mojigatería, ya que el espectáculo era al aire libre, se podía ver gratis y, si no te gustaba lo que veías, pues cogías y te ibas al bar. Nadie se vio obligado a verla. El problema vino porque la página de su partido, a nivel nacional, lo recogió, y como una victoria; y de ahí cierta repercusión mediática, la que no tuvo el hecho de que en un pueblo se represente anualmente una obra de teatro de uno de los mayores dramaturgos españoles, y eso es bastante lamentable. Y ahora resulta que estamos gobernados por degenerados, según el relato de esta gente; es decir, que se obligó a los niños a ver cosas sexuales. Y como el relato de los hechos se magnifica, la gente de bien se piensa que en esa representación hubo, como poco, actos sexuales, desnudos (algo que, no recuerdo con qué ocasión, sí hizo el exalcalde del PP Juan Soler y que pasó desapercibido)…, ¡pornografía!, ¡y con niños delante! Y no ocurrió nada de eso; y es justamente lo que se hizo con la compañía de Alfonso Lázaro y Raúl García con el caso «Titiriteros»: un par de escenas sacadas de contexto, otras cuyo escándalo solo estaba en el ojo de quien veía, y, después de todo, ellos ya avisaron que no era un espectáculo infantil. En el caso de Toro, todos los asistentes y participantes, estupefactos, le han apoyado, incluidos niños y sus padres. De nuevo, su relato va contra la realidad y la actualidad.
Que habrá quien haya sacado el tema de subvencionados y toda esa palabrería no aplicable a otros fenómenos que reciben subvenciones públicas y gustan solo a una minoría de la población; y aquí te tienes que reír y aguantarte las ganas de insultar. ¿De qué subvención hablas? Primero, Toro es un actor de carrera que se ha matado a hacer castings y no ha desdeñado papeles de figurante en anuncios, y que ha tenido que luchar mucho con las instituciones para poder llevar a cabo proyectos de teatro en Getafe. Aquí lo único que hay es una persona que presentó un proyecto y se le fue aprobado, y que encima no cobra taquilla porque la representación es gratis. Y si hubo algo de dinero fue para comprar las cuatro cosas que componen el exiguo escenario.
Considero que es una lástima que solo fijen sus ojos en la cultura para decidir lo que es bueno y válido según sus criterios morales (que excluyen la tortura animal) y que esta sea su única, lamentable y patética contribución a las culturas de este país. Por lo demás, no les interesa.
Por expreso deseo de Marcos, que no quiere ver el tema politizado, he mantenido un discurso sosegado, que en ningún caso viene por ideologías; o sí, porque todos tenemos ideología, el conjunto de las ideas que te haces del mundo, y lo demás son falacias tecnócratas movidas por, cágate, ideologías. ¿Crees que lo suyo no es ideología o política? ¡Pero en qué mundo vives! No, no es ideología defender la libertad de expresión y atacar y criticar los intentos de censura, que tal vez tapen otros intereses, económicos o ideológicos, dentro de los cuales están los religiosos. Porque mucho se habla de los lobbies, pero se olvidan de un cierto lobby que quiere que veas el resto de iniciativas como mediatizadas por intereses y te retratan movimientos sociales en una teoría de la conspiración que no se la creen ni ellos. Porque no existe el lobby gay, pero el lobby ultracatólico sí.
Él pide sosiego y diálogo, para que la mecha se apague. Y estoy de acuerdo. Pero el hecho no puede hacer que olvidemos que esto no es ni medianamente anecdótico, cuando hemos visto sucesos similares en otros municipios en los que están estas personas. Tal vez pienses que lo que dicen y hacen no te afectará, que son solo problemas de gais, lesbianas, personas trans, mujeres víctimas de violencia de género (mujeres en general, o mujeres que no son tú), minorías étnicas con su nacionalidad española bien ganada o de nacimiento, gente racializada, musulmanes (alguna vez judíos), artistas, feministas, izquierdistas…, gente que no son tú; como si esta gente no contara ni fuera parte importante de la sociedad; algo extraño y ajeno. Decía: puedes pensar así, tolerarles pero estar en contra de su presencia subyugante porque no te identificas y tienes derecho a ver solo producciones que a ti te gusten, y proclamar que todo está bien; pero te engañas, porque tarde o temprano te alcanzará. Un día verás que han suspendido o censurado algo que querías ver, algo inofensivo, que te divierte; por una tergiversación de los hechos, una exageración de alguien que quizás ni lo ha visto. Imagínate que se dan cuenta de la homosexualidad implícita de Espartaco y dejan de ponerla en Semana Santa, y a ti te pirra. O que te ocurre a ti, que eres un artista transgresor, y te enteras de que a alguien le pareció espantoso un detalle irrelevante de tu producción, o de tu periódico. Entonces te darás cuenta de que has dejado entrar a un monstruo en tu casa, tú, que tanto te quejabas de censura y de cultura woke y que ahora mismo te estás callando porque esto crees que no va contigo.
No voy a dejar escapar la ocasión de criticar, por otra parte, el abandono que a nivel municipal sienten los creadores cuando las instituciones les ceden gratuitamente los espacios públicos y la población, sencillamente, pasa y, quizás luego, en casa, se quejarán de que el ayuntamiento no hace nada por la cultura local. A veces, para que acudan a tu evento, tienes que ofrecer comida, aunque ni por esas. He de decir que los ciudadanos abandonamos estos espacios, cada cual sabrá por qué, y, en mi opinión, fruto de eso es lo que ocurre luego. Tal vez sea porque se piense que, al no realizarse en la capital, es algo hecho por aficionados y de baja calidad. Y es una pena que se piense así.