1968: Raimon actúa en el vestíbulo de la hoy Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid
Allí estaban los cantautores: cantando las verdades a quienes las quisieran escuchar, aunque los que debieran hacerlo pretendieran ser sordos. Contaban la historia de la gente, expresaban el sentimiento de un pueblo insumiso que no se resignaba, que quería vivir, que quería amar libre. Paco Ibáñez desenmascaraba a los usurpadores con la verdadera cultura española. Chicho Sánchez Ferlosio era la denuncia del anonimato popular. Raimon, un grito de esperanza alzado contra el viento y la noche. Lluís Llach componía el réquiem para tumbar la estaca. Serrat cantaba la ternura del hogar. María del Mar era la calma y la furia del Mediterráneo. Pi de la Serra sentenciaba que volveríamos a reír fuerte y sin miedo cuando el día dejara de ser gris. Ovidi Montllor profetizaba que llegaría el día en el que el llanto fuera de alegría. En la sureña profundidad de la gigantesca garganta de José Menese se refugiaba la voz del humilde. Manuel Gerena convertía los palos que mataron a “Chato” El Esparraguero en palos flamencos. Enrique Morente rezaba a la estrella de la justicia. Un cromlech ancestral eran las palabras de Bertolt Brecht en la voz eusquérica de Mikel Laboa. Imanol, un estremecimiento sobre los montes del País Vasco. Benedicto no traía de armamento más que palabras amigas galaicas. Bibiano exigía gaitas para todos, para hacer sonar la alborada que anunciaba el nuevo día. Elisa Serna era la persistente memoria incombustible y humilde de las casas de los obreros. Julia León, la tenaz queja del campesino castellano. Adolfo Celdrán advertía que la noche se acaba yel día está llegando. Aute cantaba la belleza de aquellos ojos que vieron morirse los cielos en el mes de septiembre. Labordeta era la fuerza del cierzo aragonés soplando contra la injusticia. Aguaviva confirmaba que la invasión de los bárbaros que profetizara Juan de Loxa había llegado. El Nuevo Mester de Juglaría cantaba en las plazas la sangrienta hazaña de una épica oculta por el poder. Las Madres del Cordero se reían de los poderosos poniéndolos ante el espejo del esperpento. Los Sabandeños: un ejército musical de luchadores canarios. Carlos Cano cantaba ante la hoguera el dolor del pueblo andaluz. Víctor Manuel era la voz minera que surgía de las entrañas de la tierra de Asturias. Luis Pastor, el furor proletario del irreductible barrio de Vallecas. Pau Riba, Jaume Sisa, Hilario Camacho…, los hippies que predicaban la paz y el amor contra la cultura del odio. Y Pablo Guerrero era la poesía que llovía a cántaros sobre el techo del obrero, el campesino y el estudiante extremeño. Y tantos otros… En sus voces las palabras de los poetas y de los desposeídos cobraban vida, se movían. Eran los trovadores que cantaban la épica de la Resistencia viva. La Verdad nunca había sonado tan bien.
Gustavo Sierra Fernández, Billy («algo es algo») (Libros Indie, 2019).
Más de una vez hemos dicho aquí que, con todo lo que está pasando, debido a lo que está pasando, y a pesar de lo que está pasando, se viven cosas muy hermosas por todo el mundo; cosas asombrosas que demuestran, y deberían hacer pensar a aquellos intelectuales que hablaban del egoísmo de la sociedad, que es la ciudadanía la que tiene cosas que enseñar a los políticos, economistas, politólogos, banqueros, etc. Sin embargo, son cosas que ellos no entienden ni entenderán nunca (hilvanando temas: ayer vi en una especie de documental sobre las juventudes de los partidos políticos, como un miembro de las juventudes del PP –al contrario que sus correligionarios, que se declaraban admiradores de la transición, o de lo que su postura entiende por la transición- se declaraba admirador del “Imperio”… Se produjo tal tufo que tuve que abrir las ventanas).
Fue el caso ayer, y que hoy recogen algunos periódicos, que se produjo un hecho semejante al de hace algunos pocos años antes en Italia, cuando en 2011, el director Riccardo Muti, durante la representación de la ópera Nabucco de Giuseppe Verdi (basada en los días de sometimiento del pueblo hebreo a Babilonia) estableciendo una cierta empatía con el público asistente, tras un discurso en defensa de la cultura de Italia frente a la gestión del gobierno de Berlusconi –y con responsables de ese gobierno presentes-, animó al público a unirse al coro del bis de la canción “Va, pensiero”; el resultado, como en días más difíciles en Italia –cuando hasta Pietro Gori, sirviéndose del poder evocador de esta melodía, escribió un texto proletario sobre ella- es emocionante:
1ª interpretación, discurso de Muti y bis emocionado
Así, de una manera semejante, ayer, mientras el primer ministro portugués Pedro Passos Coelho explicaba las decisiones, malas para Portugal, tomadas por la Unión Europea, fue interrumpido de repente por un grupo de cerca de treinta personas que comenzaron a cantar el inolvidable himno de la Revolución de los Claveles: “Grândola vila morena” del inmortal José Afonso:
Hay que destacar, además de la belleza del momento, el inmenso respeto que levanta esta canción; el mismo Passos aseguró que "De todas las maneras en las que se puede interrumpir una sesión, esta es significativamente la de mejor gusto" (http://www.huffingtonpost.es/2013/02/15/pedro-passos-coelho-primer-ministro-portugal-parlamento-himno-dictadura_n_2696014.html?utm_hp_ref=spain), y la presidenta de la cámara Maria da Assunção Esteves se limitó a pedir de una manera muy adecuada que o guardasen silencio o se retirasen (lo primero era imposible), mientras Passos esperaba pacientemente. Y uno no puede evitar el pensar cuáles serían las reacciones de ciertas gentes si aquí un grupo de ciudadanos cantara en el parlamento el, por ejemplo, “Canto a la libertad” de Labordeta.
Hay una especie de sentimientos que trascienden las épocas y los sentimientos de cada momento histórico: desde los días de la unificación de Italia, pasando por la resistencia antifascista, a lo que fue el nefasto gobierno Berlusconi; y desde los días de la Revolución de los Claveles, de la oposición a la dictadura salazarista, a la sutil dictadura de los mercados, cuyas armas, no mortales de necesidad, sí que son letales, y más de lo que parecen. Y, al menos, eso no nos lo podrán quitar.
Hoy he tenido una agradable sorpresa, cuando el pintor Ángel Pascual Rodrigo ha comentado en la antigua entrada sobre la canción “Damunt d’una terra” de Lluís Llach, lo siguiente. Para darle algo más de belleza a su intervención, me va a perdonar que, no sólo le transcriba lo que ahí me ha dicho, sino que combine ambos comentarios:
Joan Maurici no era un personaje imaginario. (…) oí decir a Lluís Llach que esa canción la compuso en homenaje al anarquista Joan Maurici. Era el hermano de la madre de mi mujer, Elvira Ascaso Maurici. Mi suegra era Marina Maurici, secretaria de las Juventudes Libertarias de Gerona. Ambos vivían en Salt, un pueblecito junto a la capital que ahora ha quedado como un barrio con una gran densidad de inmigrantes. Joan Maurici era un anarquista militante. Fue fusilado en la guerra civil. Mi suegro, Pedro Ascaso, fue secretario de la CNT de Aragón poco antes de la guerra civil y después de traspasar el frente desde Zaragoza fue a Gerona, donde fue dirigente de la CNT. Allí conoció a Marina y a Joan. Un día le pregunté a Pedro ¿Cómo es que Franco te perdonó las dos penas de muerte que te impusieron y a Joan lo fusilaron? Su respuesta fue —Yo no cometí ningún delito de sangre, pero cada noche Joan salía y mataba a dos o tres «burgueses».
Otra cosa curiosa es que Elvira y yo nos conocimos en un recital de Lluís Llach en Zaragoza, el año 1972, donde cantó esa canción, por supuesto, y todos la coreamos.
Y cuando a los 25 años de matrimonio hicimos un viaje a Florencia desde Mallorca, donde vivimos, subió con nosotros al avión en Palma Lluís Llach. ¡Qué casualidad más increíble!, ¿verdad?
Con estas notas no podemos menos que volver a reeditar la canción, en mejores condiciones que entonces. Hasta ahora, siempre había pensado que Maurici sería el nombre de un estudiante o de un obrero tipo, que se va resistiendo a la protesta hasta que entiende algunas cosas. Ahora lo vemos con otros ojos, llenos de respeto:
Versión en directo de “Barcelona. Gener del 76”
Damunt d’una terra
Vailet, et diuen que a les guerres tan sols hi ha tristeses, no s’hi guanya mai. Damunt d’aquesta terra encesa tot allò que és feble vol ignorar els mals.
I en Maurici va escoltant però segueix a terra sense fer-ne cas, perquè uns altres li han dit tant que la seva vida és patir sota el fang…
Recorda les raons que un dia varen canviar el signe d’aquell temps passat. Ell ha marcat la teva vida amb una ferida que tu has de curar.
I en Maurici va escoltant i pensa que ja sap el perquè dels mals. Però se’n torna, està dubtant, i altres veus ressonen també al seu voltant.
Vailet, no siguis anarquista i vés a la conquista de l’honor més alt, que al teu costat tindràs la força que ens porta l’ordre i ens permet la pau.
I en Maurici sap molt bé que, si només dubta, poca cosa té. En Maurici sap què fer, trobarà als companys i sortirà al carrer.
Sobre una tierra
Muchacho, te dicen que en las guerras/ sólo hay tristezas/ nunca se gana./ Sobre esta tierra ardiente/ todo aquello que es débil/ quiere ignorar el mal.// Y Maurici va escuchando,/ pero sigue sentado, sin hacer caso,/ porque otros le han dicho mucha veces/ que su vida es padecer bajo el fango.// Recuerda las razones que un día/ cambiaron el signo/ de aquel pasado./ Él ha marcado tu vida/ con una herida/ que tú has de curar.// Y Maurici sigue escuchando/ piensa que ya puede saber el porque del mal./ Pero se vuelve atrás, está dudando,/ y otras voces suenan a su alrededor./ Muchacho, no seas anarquista/ vete a la conquista/ del honor más alto,/ que tendrás a tu lado la fuerza/ que nos lleva al orden/ y nos permite la paz.// Y Maurici sabe muy bien/ que, si sólo duda, poca cosa tiene./ Y Maurici sabe qué hacer,/ buscará a los compañeros y saldrá a la calle.
Lluís Llach
Y ahora, para celebrar este raudal de informaciones y emociones, una “rareza” que trajeron los amigos de Canzoni contro la guerra, la versión en griego que realizó el cantante Vasilis Papakonstandinou (Βασίλης Παπακωνσταντίνου):
ΟΛΑ ΤΑ’ΧΕΙ Ο ΜΠΑΞΕΣ
Όπου κι αν κοιτάξεις στίχοι με αφίσες και σκουπιδαριό σωρό Τώρα η ζωή μου λιώνει σαν τις πίσσες μες στους δρόμους που γυρνώ
Όλα τα χει ο μπαξές, ψεύτικα λουλούδια, κρύες γειτονιές Κάθε μέρα που περνά όλο πιο πολύ ο κόσμος με πονά Όλα τα χει ο μπαξές, σύννεφα καπνού και σπίτια φυλακές Κάθε δρόμος μια πληγή γέμισαν σκουριά ανθρώποι κι ουρανοί
Χίλια δυο γραφεία όνειρα πουλάνε σε ταξίδια αναψυχής Τόσες υποσχέσεις λένε θα σε πάνε στον παράδεισο της γης
Όλα τα χει ο μπαξές, ψεύτικα λουλούδια, κρύες γειτονιές Κάθε μέρα που περνά όλο πιο πολύ ο κόσμος με πονά Όλα τα χει ο μπαξές, σύννεφα καπνού και σπίτια φυλακές Κάθε δρόμος μια πληγή γέμισαν σκουριά ανθρώποι κι ουρανοί
Το μοναστηράκι κάλπικη δεκάρα μες τον τζόγο της ζωής Χάθηκαν τραγούδια και άρρωστα φουγάρα που σε πήγαν κι όμως ζεις
Όλα τα χει ο μπαξές, ψεύτικα λουλούδια, κρύες γειτονιές Κάθε μέρα που περνά όλο πιο πολύ ο κόσμος με πονά Όλα τα χει ο μπαξές, σύννεφα καπνού και σπίτια φυλακές Κάθε δρόμος μια πληγή γέμισαν σκουριά ανθρώποι κι ουρανοί
(NOTA: no he encontrado traducción de esta versión, más que la traducción automática del traductor google, que, por honestidad no reproduzco para que no se malinterprete como una buena traducción. Quien quiera obtener una idea de lo que dice, puede recurrir a ello)
Ángel Pascual Rodrigo fue miembro fundador de la Hermandad Pictórica Aragonesa, en 1974; un colectivo pictórico combatiente. Actualmente, Ángel Pascual Rodrigo sigue en activo, siendo uno de sus últimos trabajos un homenaje al gran José Antonio Labordeta, gran amigo suyo:
En 1989, Labordeta ya se lo preguntaba en su disco Trilce. Hoy, a 85 años de su ejecución, nos lo seguimos preguntando
Para qué sirvió
Si tu vida se hace una larga noche cubierta de un miedo frío y ancestral, si en tus ojos crecen como mudos rostros, la rabia, el odio y la soledad.
Si eres blanco o negro, judío o cristiano y guardas tus voces por temor a hablar y en tus manos duras escondes cadenas que te atan y acaban con tu dignidad: Para qué sirvió la muerte de Sacco y Vanzetti.
Si en oscuros trenes vas a trabajar por países densos viejos como el mar y en la lejanía guardas la nostalgia de tu infancia quieta en la inmensidad. Si eres extranjero allí donde estés porque te lo gritan una y otra vez sin que tú comprendas cómo puede ser que desde muchacho nadie te dé fe: Para qué sirvió la muerte de Sacco y Vanzetti.
Si los hombres tienen miedo a continuar y las madres saben que van a llorar porque para ellos la vida se hizo como una herida que no cerrará.
Si frente a los golpes una vida grita y como respuesta oye la piedad para qué han caído cubriendo las tierras todas esas gentes en lucha brutal: Para qué sirvió la muerte de Sacco y Vanzetti.
After September 11, the US president George W. Bush decided to take a rodeo around the world for, officially, bring back security to his citizens, but, unofficially, for other dark and no good intentions. So, at the beginnings of 2003, he gave an ultimatum to that dictator, whose elimination sure shall bring back peace to the world: Saddam Hussein. Telling Irak had massive destruction weapons, he begun to seek supports among the international allies chairmen: among them, Tony Blair, UK prime minister, and José María Aznar, chairman of Spain. The preparatives went on, although inspectors of UN declarated they hadn’t found any proof of the existence of those weapons. At January 29, seven Europeans leaders signed a letter of support to US, among them, president Aznar. At Mars 15, in Azores (Portugal), Bush, Blair and Aznar, took a summit in which they signed their alliance, and the Mars 18, Mr. Aznar, in a tense debate at the Spanish parlament, with the only absolute majority of his party, authorized the send of 900 Spanish soldiers in support of NATO armies, although declares they will not take part in the combats, but to do humanitarians actions; the rest of parties, of many conditions, objected, but in vain. At Mars 19, begun the invassion. Today, president Aznar still upholds there were that kind of guns in Irak, but he cannot tell where the hell…
All along the world, people of several conditions, shown their rejection to war. In Spain, it was very important the movement of the artists and intellectuals: actors and actressess, musicians, writers, poets… The old Spanish songwriters got out to the marchs: Paco Ibáñez, Luis Pastor, Labordeta (who, also parliamentarian, show his rejection in tenses debates too, taking all of our admirations: that’ll be other day), Lluís Llach and Adolfo Celdrán, among others. Some of them sung old songs, but new songs too, as this of Adolfo, that sadly became a little prophetic. They are our pride:
El cielo es negro y rojo Es ocre, como el suelo Entre el cielo y la tierra Tan sólo caben muertos
Llueve arena en Bagdad Tormenta del desierto Ni el desierto irakí Soporta tanto infierno
NO a vuestra guerra
Los que mandan, nos dicen Que es bueno lo que han hecho: La diana en nuestra frente La medalla en su pecho
Miramos hacia arriba Un avión surca el cielo Tal vez será la muerte Que va a poner sus huevos
NO a vuestra guerra
Una niña sin piernas Llora y llora, y sabemos Que allí, sin medicinas Llora su propio entierro
Y mañana es ayer Y el cielo es el infierno Y liberan matando Y resisten muriendo
NO a vuestra guerra
No to your war
The sky is black and red/ is ocher, like the soil/ Between the sky and the earth/ only deads fit// It’s raining sand over Bagdad/ Desert storm/ Not even the Iraki desert/ can hold such hell// NO to your war// The rulers tell us/ it’s right what they have done:/ the dartboard on our front/ the medal on their breasts.// We look upon/ A plain sail through the sky/ Perhaps it’s death/ that is going to lay its eggs// NO to your war// A legless girl/ cries and cries, and we know/ that there, without medicines/ she’s crying her own burial// And tomorrow is yesterday/ And the sky is hell/ And they set free killing/ And they resist dying/ NO tou your war
Ayer se cumplían los 40 años desde que nuestro gran Pablo Guerrero publicó su mítico disco A cántaros. Pablo comenzó a cantar a finales de los 60: sus primeras canciones, recogidas entre 1969 y 1971 en tres sencillos, eran canciones de corte rural y entrañables, todo un homenaje a las gentes trabajadoras de Extremadura (canciones de las que yo soy muy fan); son aún canciones en clave folk al estilo de las que por entonces había hecho Víctor Manuel o comenzaba a hacer por su parte el inmortal José Antonio Labordeta. Pero para el año 72, Guerrero se vuelca más hacia el folk-rock de corte dylaniano, con un buen conjunto de músicos amigos practicantes de este género, como Nacho Sáenz de Tejada y Miguel Ángel Chastang (ambos miembros de Nuestro Pequeño Mundo, como otros que le acompañaron). En él, como es natural, se encontraba su canción más famosa, “A cántaros”, que pronto se convirtió en uno de los más deliciosos himnos de la resistencia antifranquista, incluso de la no militante e inconsciente, de la que pensaba que las cosas no estaban bien y tenían que cambiar… Y por eso sigue estando tan vigente, por un lado, por desgracia, pero por otro, ya que tiene que ser así, por suerte. Pero no es ésta la que vamos a poner, ya que aquí ya la hemos puesto muchas veces, incluso con una traducción al inglés para los amigos y curiosos no castellano-hablantes. En su lugar, vamos a poner dos canciones del mismo disco (pues no he sabido decidirme) que, de alguna manera, simbolizan el espíritu de Pablo, tanto en los días de la grabación del disco, como en estos nuestros puñeteros días.
El amor formó parte de gran parte de los temas de los cantautores de aquella época, pero entendido de otra manera: como una cosa de dos y, lo que es más importante, como el principio de algo que puede ser el motor de un cambio más que posible. Pablo Guerrero fue uno de los grandes artífices de esta temática:
Buscándonos
Qué de temblor de peces hay en tus ojos cuando penetro en ti —buscándote, buscándote— granizada de luz en mi noche de agosto.
Qué temblor de manantiales hay en tu boca cuando bebo de ti —buscándote, buscándote— un buen sorbo de besos.
Qué de temblor de risa hay en tus manos cuando vienen a mí —buscándome, buscándome— para exigir al mundo nuestra ración de dicha.
Qué de temblor de vida hay en nosotros cuando nos descubrimos —buscándonos, buscándonos— hasta sentirnos uno, nuestros, resucitados.
Y es que una de las palabras que podrían definir a Pablo sería la de FIDELIDAD, LEALTAD, etc. Y por eso ha sido de los que no se han rendido, y le encontraremos siempre:
Me encontrarás
Me encontrarás. Aunque apenas me busques, me encontrarás, aunque apenas me llames, me encontrarás.
Comiendo una manzana o atándome un zapato para seguir andando, me encontrarás, me encontrarás andando.
Mezclado con la gente respirando su mismo aire, su mismo corazón de plástico. O quizás este solo a punto de asaetar mi sombra como un pájaro. Pero me encontrarás, me encontrarás andando.
Tú conoces mis pasos, mi forma de reír, mis libros y el relincho de mi caballo.
Me encontrarás por eso el día en que las manos seguras que buscabas te hagan daño.
Aunque apenas me busques, aunque nunca me llames me encontrarás andando.
“¿Qué fue de los cantautores?” era la pregunta que algunos, bien maliciosa, bien ingenuamente, preguntaban a todo aquel “ex-combatiente” de la Nueva Canción genérica -es decir, en todo idioma oficial, o no reconocido, y en dialectos de todo el país- que lucharon con voces y guitarras contra el franquismo y sus coletazos. Luis Pastor responde en su nuevo disco a esta pregunta: según le entendí en un evento, fue un poema que estuvo madurando, harto de que le preguntaran por aquellos días, como si ya estuviera acabado y retirado, y no le preguntaran por lo que estaba haciendo hoy por hoy, y que se lo soltó a cierto periodista y crítico musical (del que no revelaremos el nombre) que le lanzó la pregunta, uno de los que a finales de los 70 tocó la trompeta del apocalipsis de la muerte de los cantautores, y que, paradójicamente, conduciría algo después un excelente programa para TV3 sobre la Nova Cançó, dejándole a cuadritos. Lo que aquí en este poema Pastor expone es algo que ya a menudo hemos hablado aquí, del desarrollo que tuvo la canción de autor crítica y combativa en nuestro país, que arrancó desde los años 60 y tuvo sus momentos álgidos y bajos entre los 60 y los 70: poniéndose de moda, quitándose de moda, poniéndose, etc., por parte de productores y críticos, entre los cuales los había más o menos honestos, y más o menos aprovechados. A finales de los 60, la canción de autor, o mal entendida “canción protesta”, llegó a ponerse relativamente de moda: esto no significa que los auténticos cantautores tuvieran toda la libertad del mundo para tocar, grabar y actuar, y casi lo que es más importante, distribuir sus producciones, o que estuvieran exentos de las multas y las detenciones; lo que la realidad era, más bien, cierto aire de indignación cuando con similares fórmulas ciertos intérpretes hacían su agosto imitando unas estructuras básicas y formales de la canción de autor, hasta el punto de llegar oír que el “Canto a Galicia” de un tal Julio no-sé-qué era el himno de los emigrantes gallegos; hechos tales que la banda de canción de autor satírica Desde Santurce a Bilbao Blues Band reflejaban en su demoledora “El ídolo”. Luis aborda muchas de las críticas que, por aquellos años, les lanzaba cierta crítica interesada: ¿chicos burgueses que no tenían por qué protestar? Muy especialmente él y otros, chavalxs que empezaron a trabajar desde muy jóvenes, sabían que era una falacia repugnante. La crítica reaccionaria, en su estilo de costumbre, no tenía mejores argumentos que mentir sobre la mayoría de ellos y generalizar, a veces exagerando verdades a medias, y otras, sencillamente, inventándose las cosas.
Mediados de los 70: Franco la palma y se inicia un proceso irregular de democratización no acabado –ni de lejos- que, si bien por un lado pretendía instaurar una democracia parlamentaria, por el otro intentaba mantener ciertas cosas y, lo que es más importante, a ciertas personas. Entre 1976 y 1978, con una progresiva liberación de la libertad de expresión y relajación de la censura, la canción de autor tiene su nueva edad de oro; básicamente fueron tres las edades de oro que tuvo: a mediados de los 60, con la influencia de la Nova Cançó y, especialmente de Raimon y Paco Ibáñez, y que fue interrumpida por las medidas tomadas al respecto de las revueltas estudiantiles y obreras; la tercera, con el llamado “espíritu del 12 de febrero” en 1974, una época de relativa apertura de la libertad de expresión, que duró muy poquito; y esta última, durante la transición: en todas ellas, podrá aducir alguien, surgieron aprovechados, arribistas y demás, algunos de los cuales traicionaban su propio espíritu; pero, si bien esto es verdad, no dejemos de hacer notar que en todas ellas surgieron nuevos y grandes valores. Esta última edad de oro tiene su explicación en que, al haberse liberado un poco la libertad de expresión, las grandes discográficas internacionales comienzan a fichar a muchos de ellos (hasta la fecha, muy pocas multinacionales habían fichado cantautores: una de las salvedades fue Víctor Manuel, que grababa en Sony), mientras que personas que habían trabajado en la crítica y la prensa musical, como Alain Milhaud, Antonio Gómez o Gonzalo García-Pelayo, abrían nuevas discográficas que se ocuparan de esta música. Pero de ninguna manera significa esto que se forraran: a la par que se permite la grabación y distribución de casi todo material, paradójicamente, sus actuaciones son prohibidas, total o parcialmente, por el ministerio de la gobernación: el tan laureado ministro Manuel Fraga (tanta paz lleves como descanso dejas) se dedicó, prácticamente, a prohibir todo evento que tuviera una mínima relación con la canción de autor e incluso con la poesía: de los cuatro recitales de Raimon en lo que supuso su vuelta a Madrid, se suspenden los tres restantes (el primero, que fue grabado en un disco maravilloso, reflejaba en su portada el hecho); también se prohíbe la serie de recitales-homenaje de José Antonio Labordeta a su hermano, el gran poeta Miguel Labordeta (el primero se registra en el disco Labordeta en directo); parecida suerte correrán muchos de los festivales multitudinarios que, a lo Woodstock, presentaba lo mejor de cada casa en su lengua o dialecto regional, por una u otra cosa; y muchos de aquellos que conseguían realizarse, eran sistemáticamente saboteados por matones de la ultraderecha, a veces, enviados por la propia policía, cuando no eran de la misma policía. Quizás se debiera a que, en los primeros momentos de la transición, estos recitales tenían mucho de político, en ocasiones tanto que amenazaba con devorar el componente artístico: eran invitados de excepción figuras de la oposición, tanto política –de los cuales, muchos no se mostraron tiempo después lo que se puede decir agradecidos- como cultural (Gabriel Celaya fue invitado especial en el recital de Raimon en Madrid, y al contrario que con Felipe González, la asistencia anónima tuvo unidad de criterio al aplaudir su presencia, hasta el punto de arrancar lágrimas de los ojos del célebre poeta vasco); eso, por un lado, y por otro que aquellos recitales se convertían en los lugares para hacer todo tipo de reivindicaciones, lanzar todo tipo de vivas y mueras, y, en definitiva, decir todo aquello que durante más de cuarenta años no se podía haber dicho, a menudo sin ser conscientes de que el que pagaba el pato de toda esta celebración de la libertad de expresión era el propio cantautor (quien sí que era consciente a todas luces, era el enviado de la poli). A finales de los 70 esto era una situación algo insostenible, y, como les pasara a los Beatles, muchos cantautores se quejaban de que la gente no les oía, y ya no se sabía si los que reventaban los actos eran de izquierdas o de derechas. Pero su labor en estos años, a pesar de las multas, las detenciones, fue encomiable; aquellos que comenzaron cantando semi-clandestinamente en las sacristías de sacerdotes progresistas ahora llenaban estadios de fútbol y plazas de barrios y pueblos, y eran reclamados en recitales y festivales en el extranjero: Luis Pastor cantaba al aire en el barrio de Vallecas; Víctor Manuel y Nuberu lo hacían para los mineros asturianos; Carlos Cano, Manuel Gerena, Gente del Pueblo… para los jornaleros de Andalucía; Imanol se trajo de la mano a los bretones Gwendal, maestros de la música celta, para cantar en vasco; Benedicto y Bibiano recorrían Galicia practicando los preceptos aprendidos del inmortal José Afonso; Pablo Guerrero traía los ecos de la Extremadura que trabaja y que pasa de su “glorioso pasado” de conquistadores; Nuevo Mester de Juglaría, La Bullonera, Jarcha, Oskorri, Joaquín Díaz, Fuxan os Ventos, Sabandeños, Al Tall… dignificaban la música tradicional de su tierra, secuestrada por el nacional-folklorismo, y la gaita volvía a sonar rebelde y reivindicante. Y mujeres, como dice Luis, que merecen su mención a parte por muchas razones: la primera, por haber desafiado el estatus social que la sociedad las reservaba; la segunda, a consecuencia de la primera, que para muchas de ellas, probablemente, les fuera más difícil que a los que mean de pie el escribir sus canciones y cantarlas; y la tercera, porque a diferencia de las cantantes convencionales, algunas de ellas de diseño, de la época, con todo, eran dueñas absolutas de su producción y de su trabajo: Elisa Serna, Maria del Mar Bonet, Pilocha, Cecilia… Tod@s ell@s cantaban para un público que ya no era exclusivamente el universitario de entre 18 y 25 años de edad aproximadamente, sino que era un público muy heterogéneo, tanto social como demográficamente: jóvenes universitarios, bachilleres con acné, obreros, obreras y amas de casa de mediana edad, ancianos campesinos (que se preguntaban cómo esos muchachos podían saber todas esas cosas), y representantes de las clases medias: médicos, profesores, abogados…
Pero mientras sucede el máximo exponente, a la vez, se producía su declive, o quizás fuera un declive conducido por algunos, quién sabe… El caso es que ya entonces, ciertos críticos enarbolaron la bandera de la muerte, y haciendo una lectura parcial y sesgada de lo que dijera Mr. Bob Dylan, anunciaron la muerte de la canción de autor; pero mientras tanto, grupos tan curiosos como los futuros Pecos o Mecano intentaban hacerse su hueco versionando canciones de Aute o Víctor Manuel. Pero el declive avanza, y después del milagro del 23-F, después de la victoria electoral de D. Felipe González y su PSOE, aquellos políticos que anteriormente habían recurrido a ellos para amenizar sus mítines –el gancho era el cantautor o grupo de rock, ya que también merecen mención grupos tan geniales como Triana, Coz, Bloque, Asfalto y otros- declaran entonces contra ellos y consideran, más por conveniencia que por lealtad a la verdad, que ya no son necesarios: por conveniencia, decimos, pues la mayoría participó en las campañas y recitales contra la permanencia de España en la OTAN, junto a los grupos de heavy metal y punk-rock que se cargaban la visión de la juventud pasota de los 80. El cantautor argentino Alberto Cortez declaraba, en el programa “La Tierra de las mil músicas” (un capítulo con más buenas intenciones por parte del señor Luqui que buenas informaciones), que con la muerte de Franco se descubrió quiénes de ellos valían y quiénes no… Bueno, sobre esto podemos decir que el señor Cortez, a quien presentamos nuestra admiración, es tremendamente injusto con muchos compañeros: es cierto que hubo muchos cantautores, con buenas intenciones, eso sí, que no supieron afrontar el cambio, y se quedaron en el camino; pero no menos cierto es que la industria musical, la crítica y, en buena parte, el público y el cambio generacional dejó a muchos valiosos intérpretes en el camino. La fórmula hacia la frontera con los 80 era muy básica: renovarse, y así lo hicieron muchos, tales como Luis; la canción de autor ahora debía dejar atrás la arenga política y la rabia, y volverse algo más descriptiva, narrar lo cotidiano, y evitar, en lo posible, la frivolización de los temas: el elemento humanista y crítico debía de preservarse, pero bajo nuevas fórmulas. Esto no supuso, de ninguna manera, claudicar ni rendirse: alzaron sus voces también contra la guerra del golfo, contra la guerra de Irak -que es la que me tocó más de cerca-, en donde mientras Luis Pastor y Adolfo Celdrán presentaban sus escalofriantes canciones contra la guerra, José Antonio Labordeta, en su papel de diputado por Aragón, hacía vibrar el congreso con palabras de justicia y de verdad, tomadas de su hermano, mientras el presidente Aznar miraba para otro lado… Y ¡sí!, amigo neocón, mal bicho y lengua de víbora: contra la de Libia ¡también!… Otra cosa es que los medios lo hayan recogido.
Desde entonces y hasta hoy, se han venido repitiendo los mismos clichés de crítica, la mayor parte de las veces por parte de gente cuya idea acerca de la canción de autor es la misma que tengo yo sobre urología: de oídas y sin comprobar. Básicamente, al tener sólo los referentes de Víctor Manuel o Serrat, y los desvaríos de cierta pseudo-prensa heredera de la de antaño, que aplica eso de “de la ceja” indiscriminadamente, hay mucha gente que se piensa que el cantautor superviviente de aquellos años es alguien que vive en urbanizaciones de lujo, que cena con Zapatero o Rubalcaba, que tiene un cochazo, que manda a sus hijos a colegios privados, y no sé cuántas cosas más… Y Luis revela cuál es la otra realidad, pidiendo, por favor, pero con cierto enfado, que no se meta a todos en el mismo saco. Acaba ya dándonos la pista de por qué derroteros anda la canción de autor de ahora, emparentándola con los raperos de calidad, capaces de hacer una poesía urbana de calidad y crítica con el sistema.
Y yo, que no soy cantautor, aunque dé el cante, me siento muy orgulloso de ellos, y de haber conocido a muchos de ellos: de los que no se rinden, de los que dejan en ridículo al señor Winston Churchill con aquella soberana memez que dijo acerca los revolucionarios a los 20 y a los 40, y, cuando tenga su edad, me gustaría ser como ellos.
NOTA: se me disculpe no haber nombrado a muchos, pues no pretendía ser exhaustivo; que esto no se entienda como una injusticia.
“A todos los compañeros cantautores que ya no están, pero que nos dejaron su ejemplo, su compromiso y sus canciones: Ovidi Montllor, Carlos Cano, Chicho Sánchez Ferlosio, Hilario Camacho, Imanol, Labordeta, Quintín Cabrera, Mikel Laboa…”
Éramos tan libertarios, casi revolucionarios, ingenuos como valientes, barbilampiños sonrientes —lo mejor de cada casa— oveja negra que pasa de seguir la tradición balando a contracorriente de la isla al continente era la nueva canción.
Éramos buena gente, paletos e inteligentes, barbudos estrafalarios, obreros, chicos de barrio, progres universitarios, soñando en una canción y viviendo la utopía convencidos de que un día vendría la Revolución.
Aprendiendo a compartir la vida en una sonrisa, el cielo en una caricia, el beso en un calentón. Fuimos sembrando canciones en esta tierra baldía y floreció la poesía y llenamos los estadios y en muchas fiestas de barrio sonó nuestra melodía.
Tardes y noches de gloria que cambiaron nuestra historia. Y este país de catetos, fascistas de pelo en pecho, curas y monjas serviles, grises y guardias civiles, funcionarios con bigote y chusqueros de galón, al servicio de una casta que controlaban tu pasta tu miedo y tu corazón.
Patriotas de bandera, españoles de primera, de la España verdadera aquella tan noble y fiera que a otra media asesinó brazo en alto y cara al sol leales al Movimiento a la altura y al talento del pequeño dictador que fue Caudillo de España por obra y gracia de Dios.
Toreando en plaza ajena todo cambió de repente los políticos al frente de comparsa y trovador. Se cambiaron las verdades: "tanto vendes tanto vales". Y llegó la transición: la democracia es la pera. Cantautor a tus trincheras con coronas de laureles y distintivos de honor pero no des más la lata que tu verso no arrebata y tu tiempo ya pasó.
¿Qué fue de los cantautores? preguntan con aire extraño cada cuatro o cinco años despistados periodistas que nos perdieron la pista y enterraron nuestra voz. Y así van para más de treinta con la pregunta de marras tocándome los bemoles. Me tomen nota señores que no lo repito más:
algunos son diputados, presidentes, concejales, médicos y profesores, managers y productores o ejerciendo asesoría en la Sociedad de Autores. Otros están y no cantan, otros cantan y no están. Los hay que se retiraron, algunos que ya murieron y otros que están por nacer.
Jóvenes que son ahora también universitarios, obreros, chicos de barrio que recorren la ciudad. Un CD debajo el brazo, la guitarra en bandolera, diez euros en la cartera, cantando de bar en bar. O esos raperos poetas que es su panfletos denuncian otra realidad social.
¿Y mujeres? ni se sabe. Y sobre todo si hablamos de las primeras gloriosas que tuvieron los ovarios y el coraje necesarios de subirse a un escenario de aquella España casposa.
¿Qué fue de los cantautores? aquí me tienen señores como en mis tiempos mejores dando al cante que es lo mío. Y aunque en invierno haga frío me queda la primavera, un abril para la espera y un “Grândola” en el corazón.
¿Qué fue de los cantautores? aquí me tienen señores aún vivito y coleando y en estos versos cantando nuestras verdades de ayer que salpican el presente y la mierda pestilente que trepa por nuestros pies.
¿Qué fue de los cantautores? De los muchos que empezamos, de los pocos que quedamos, de los que aún resistimos, de los que no claudicamos. Aquí seguimos, cada uno en su trinchera haciendo de la poesía nuestro pan de cada día.
Siete vidas tiene el gato aunque no cace ratones. Hay cantautor para rato. Cantautor a tus canciones. Zapatero a tus zapatos.
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