No era aquello por lo que se había luchado: Carrillo lo sabía y González también lo sabía. Para algunos, aquella preciada libertad, daba más la sensación de ser la tremenda resaca de una fiesta en la que se había estado muy borracho, y también que les empezaban a echar la calle porque no estaban invitados a la siguiente fiesta. Comenzaba la gran traición a aquellos que habían mantenido el puesto caliente para algunos políticos que empezaban a sufrir amnesia. Esto es lo que Lluís Llach, más o menos, canta en su genial disco del 78, El meu amic, el mar: no es eso compañeros, una reflexión de cómo los sueños a veces se quedan en sueños:
No era això, companys, no era això
pel que varen morir tantes flors,
pel que vàrem plorar tants anhels.
Potser cal ser valents altre cop
i dir no, amics meus, no és això.
No és això, companys, no és això,
ni paraules de pau amb garrots,
ni el comerç que es fa amb els nostres drets,
drets que són, que no fan ni desfan
nous barrots sota forma de lleis.
No és això, companys, no és això;
ens diran que ara cal esperar.
I esperem, ben segur que esperem.
És l’espera dels que no ens aturarem
fins que no calgui dir: no és això.
No es esto compañeros, no es esto/ por lo que murieron tantas flores,/ por lo que lloramos tantos anhelos./ Quizás debamos ser valientes de nuevo/ y decir no, amigos, no es esto./
No es esto compañeros, no es esto,/ ni palabras de paz con barrotes/ ni el comercio que se hace con nuestros derechos,/ derechos que son, que no hacen ni deshacen/ nuevos barrotes bajo forma de leyes./
No es esto, compañeros, no es esto;/ nos dirán que hace falta esperar./ Y esperamos, bien es cierto que esperamos./ Es la espera de los que no nos detendremos/ hasta que no sea preciso decir, no es esto.