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Niponfilia


Hay un país en Oriente / al que llaman El País del Sol Naciente

‘Shōkan (Watashitachi no saigo no dansu)’ (montaje hecho por mí con la ayuda del traductor Google)

Por una de esas razones que no sabría explicar, Japón (es decir, su cultura, su historia, sus costumbres, etcétera) ejerce una gran fascinación sobre mí. Pero no por un exotismo paternalista, ni mucho menos, ya que es la misma fascinación que ejercen sobre mí otros lugares y países, como Irlanda, Bretaña (Francia), la ciudad de Nueva Orleans o incluso Galicia, entre otros. Es una fascinación que se traduce, realmente, en un ansia por comprender y saber más sobre este país, que llaman de sol naciente.

Esta fascinación es la que transplanté en Redención (Nuestro último baile), comenzando por la influencia que han tenido sobre mí mangas y animes como Akira (Katsuhiro Otomo) y El guerrero samurái (Nobuhiro Watsuki). Es precisamente por este último que creé al personaje que encarna en mi novela toda esa fascinación que siento, el inspector Jaime Santos. De hecho, su nombre es la mutación de la transliteración al castellano de un nombre, Hajime Saito, el personaje que inspiró su creación. Sin embargo, este personaje fue una persona real que Watsuki interpretó para su manga ambientado en el Japón Meiji.

Imagen atribuida a Goro Fujita (Hajime Saito). (Fuente: Wikipedia)

Hajime Saito (1844-1915) fue un espadachín y capitán del Shinsengumi, una especie de policía (con katana) que mantenía el orden durante la Restauración Meiji y, por tanto, luchaba por el shogun Tokugawa contra las reformas que el emperador quería instaurar y que suponían el final de feudalismo en Japón. Al finalizar la Restauración, Saito, uno de los pocos que sobrevivieron, ingresó al cuerpo de policía cambiándose de nombre (es de imaginar que el suyo sería de aquellos que inspiraran terror y rencor): Goro Fujita. Sobre el personaje histórico y su biografía legendaria, Nobuhiro Watsuki creó un personaje rudo, serio, terriblemente pragmático y con un gran sentido de la justicia, tan carismático que eclipsa al propio protagonista, su rival y antiguo enemigo, el espadachín Kenshin Himura (que sí es plenamente inventado, aunque es de esperar que tenga rasgos de personajes históricos).

Siempre es un poco difícil hacer que tu personaje no sea, en realidad, un préstamo algo indecente del personaje en que te inspiras, por lo que, para evitar eso, opté muchas veces por convertir a Jaime en una parodia respetuosa de los personajes de manga y anime, e incluso de las películas de Kurosawa (sin caer en la burla, por supuesto), porque Jaime, en la búsqueda de sus raíces culturales, pretende en muchas ocasiones «ser más japonés que los propios japoneses», algo que siempre le lleva a romantizaciones e, incluso, confusiones, como utilizar de grito de guerra el lema que Nobuhiro Watsuki atribuye al Shinsengumi: Aku soku zan, es decir, «Destruir el mal inmediatamente».

La historia de Jaime me permite expresar todo aquello que vine sabiendo y aprendiendo de la historia y cultura de Japón que me ha llegado a lo largo de los años y que me ha fascinado o llamada la atención. En primer lugar, Jaime no es japonés de nacimiento, sino de herencia. Resumiéndoos un poco su biografía, que no supone ningún destripe de la novela, el inspector Santos desciende de un diplomático japonés que, por oponerse a los proyectos expansionistas del Imperio previos a la II Guerra Mundial, se vio obligado a exiliarse y se instaló, misteriosamente, en España, en donde su hija se casó con un español y, aunque el hijo de estos se casó con una mujer española, Jaime heredó rasgos asiáticos totalmente. Durante su infancia y juventud, su abuela japonesa le cuenta cosas sobre su nación, con lo que despierta su admiración y orgullo, que lo llevan a investigar sobre sus raíces y recuperarlas. Sin embargo, no hay que olvidar que Jaime es español de nacimiento, por lo que su visión de las cosas que oye de su abuela y de las que estudia es occidental, lo cual produce que adquiera una perspectiva bastante idealizadora de la cultura y la historia japonesa.

«Bushido» (Fuente: Wikipedia)

Samuráis. Lo que lleva al joven Jaime a ingresar en la policía nacional es su fascinación por los samuráis. La visión que tiene de ellos es la misma que tenemos la mayoría de los occidentales, muy romantizada e idealizada. A menudo olvidamos que el samurái en sí era un miembro de la aristocracia, un guerrero al servicio de un señor feudal y del sogún; que si bien se debía regir por un código de conducta y honor, esto, en la práctica, no se dio en la mayoría de las ocasiones, y el régimen feudal resultaba un estatus de abusos clasistas en donde los campesinos tenían que agachar la cabeza a su paso. En ese sentido, son muy similares a los caballeros europeos (por los que un tal don Quijote tenía una enorme admiración, bastante parecida a la de Jaime, si me permitís el atrevimiento); una crítica muy presente en las películas del gran cineasta Akira Kurosawa, que expone esa problemática en su Los siete samuráis. Nuestra fascinación, como la de Jaime, en realidad se dirige a los espadachines sin clan ni ascendencia nobiliaria, los ronin. «Ronin» significa, literalmente, ‘alguien que se ha perdido en el oleaje’; eran, por lo general, antiguos samuráis que, por caer su señor feudal (daimyo) en desgracia o haber sido expulsados por ellos, perdían la condición de samurái y se veían obligados a vagar por los caminos (tenían prohibido trabajar la tierra) poniendo en alquiler sus servicios como espadachines a quien quisiera contratarlos. Claro que, viviendo en la miseria, es de esperar que tampoco ellos respetaran los códigos de honor.

De esta manera, el inspector idolatra de tal modo a aquellos legendarios espadachines que, en ocasiones, llega a tenerse por uno de ellos. Por esa razón, Jaime se somete al código del Bushido y sus siete virtudes. En las páginas 325 y 328 se reproducen los kanjis de dos de esas virtudes (como símbolo de un momento crucial en la historia), meiyo (名誉), el honor, con un trasfondo de responsabilidad absoluta sobre sus actos, y chugi (忠義), la lealtad, es decir, que si un samurái dice algo, lo cumplirá hasta sus últimas consecuencias, además de que será siempre leal a aquellos de los que tome el voto de defenderlos.

Mutsuhito, el emperador Meiji. Año de 1873 (Fuente: Wikipedia)

Restauración (a veces Revolución) Meiji. De acuerdo con la historia que su abuela le contaba, Jaime tiene un antepasado, perteneciente a un clan de samuráis de Kioto, que puso su espada al servicio de la causa del emperador Mutsuhito, más conocido como Meiji Tenno (‘emperador Meiji’). El emperador, en el siglo XIX, emprendió una serie de reformas que disgustaron al gobierno militar del shogun Tokugawa, ya que implicaban el fin del feudalismo y más poder para el trono, con lo cual se desató una guerra civil que acabaría ganando Meiji. Sin embargo, decir, como decía la abuela de Jaime, que la Restauración Meiji trajo la democracia es bastante simplista. Aun así, además de configurar buena parte de lo que sería el Japón contemporáneo, supuso grandes avances sociales por la pérdida de poder de la casta samurái. Es muy revelador el hecho de que, a partir de entonces, los campesinos pudieron tener apellido (linaje), privilegio reservado a los nobles.

Al ser algo bastante marginal en el libro, no esperéis ver un estudio en detalle, por lo que se recoge la opinión de una persona sobre el hecho. Todo lo que sé acerca de este capítulo histórico (similar en tiempo y contenido a las revoluciones liberales en Europa y América, en cuanto a la confrontación entre un antiguo sistema y el nuevo) viene del anime El guerrero samurái, ampliado después por artículos leídos en internet. Aunque sea una información insuficiente, siempre he defendido que los mangas y animes son una estupenda fuente de primera información respecto a la cultura japonesa, incluso a su historia, como es este caso.

Representación de Bodhidharma por Yoshitoshi (1878). Fuente: Wikipedia

Budismo zen. Jaime fue instruido en el budismo por su abuela, y por ello, quizás más que como religión, lo adoptó como filosofía personal, aunque, como le hace ver Susi, esto pueda ser contradictorio con sus actos, a lo que él responde que nunca vio cristiano cumplir a la perfección lo que Jesús predicó. A grandes rasgos, el budismo zen es la versión más oriental del budismo originario (el de los discípulos de Sidharta); es decir, la que impera en China, Corea y Japón, gracias a Bodhidharma, el discípulo de Buda que lo exportó a China. (Uno de los motivos más populares de Japón es el daruma, una representación del propio Bodhidharma, que se empeñó tanto en alcanzar la iluminación que acabó perdiendo piernas y brazos.) Supone un ejercicio de aniquilación del ego en vida a través de sus prácticas y enseñanzas. Sin ser yo, de nuevo, un gran experto en el budismo, lo que más me gusta como admirador de esta religión es su compromiso con la compasión hacia todos los seres vivientes, y el budismo japonés puede ser el que más me llame la atención, por su matiz de sabiduría más práctica (se enseña que nadie en vida comprenderá jamás la iluminación, por lo que solo cabe la contemplación) y, estéticamente, la sonoridad de los sutras, las oraciones budistas. Jaime recita en el libro dos de ellos, Fueko, que es una oración para que todos los seres vivos lleguen a la liberación del mundo material, y Shigu seigan mon, el «voto del bodhisatva», por el cual el creyente reafirma su compromiso con la vía de Buda y con su esfuerzo en ello y en ayudar a los demás a alcanzar la iluminación. Lo más impresionante de ellos es su pronunciación:

Takasugi Shinsaku (1839-1867). Fuente: Wikipedia

Y, en fin, estos son los guiños a Japón que recojo en Redención (Nuestro último baile). Son solo una muestra de mi fascinación y de mi admiración. No pertenezco al clan otaku (dicho con el máximo de los respetos) ni soy un entendido. Lo más probable es que, de haber sabido más, el libro hubiera aumentado su volumen con muchos datos innecesarios para la historia. Me dejo en el tintero la mención aTakasugi Shinsaku (de nuevo, en interpretación del OVA correspondiente a El guerrero samurái), la inspiración de otro personaje del manga de Watsuki, Soujiro Seta, en Yuri, y cuánto, cómo y dónde me ha influido (y sigue influyendo) la fabulosa película de Katusuhiro Otomo (del que me estoy leyendo los mangas y estoy muy entusiasmado con su descubrimiento.) Y la cosa no acabaría ahí: en un futuro, se desvelará por qué, estando tan orgulloso de su ascendiente pro Meiji, utiliza el lema atribuido al Shinsengumi Aku soku zan (Destruir el mal inmediatamente) y, mucho más adelante, quedará plasmada mi admiración por la modelo y actriz Reon Kadena.

Pero, tal vez, si hay un elemento en esa película que pueda resumir toda esta fascinación por Japón, esa es su increíble banda sonora, interpretada por un grupo fascinante, Geinoh Yamashirogumi: folklore japonés, teatro nô y kabuki, cánticos budistas (o eso me parecen), danzas tradicionales, todo ello mezclado con instrumentos eléctricos y electrónicos y música clásica europea. Disfrutad de este incalificable Requiem:

No acabaré sin una recomendación. Hace un tiempo, tuve la suerte de corregir el cómic Ukiyo (Libros Indie, 2021), con dibujos y guion de Pablo Carreiro. Este cómic es una maravillosa guía sobre Japón, abarcando desde la cultura popular hasta su arte y literatura, además de cómo se trata allí al colectivo LGTBI+ (según el autor, Japón es un país con 0 agresiones homófobas) y cómo se celebra el Día del Orgullo LGTBI+. A mí me pareció muy completo, bonito y divertido, y por eso lo recomiendo (y no, no cobro comisión).

Y, naturalmente, el mío (del que sí me llevo comisión):

Redención (Nuestro último baile) (Libros Indie, 2021): disponible en este enlace anterior, por la editorial, para España y UE, México, Ecuador, Estados Unidos, Argentina y Chile (buscar por Tienda). También solicitándolo en tu librería, presencialmente o a través de Todos Tus Libros, en Casa del Libro, Amazon y otras plataformas.

‘Redención (Nuestro último baile)’: la banda sonora


Redención (Nuestro último baile) es un libro bastante musical; hay alguna escena en la que sus protagonistas hasta cantan. Por esa razón, era de justicia confeccionarle su propia banda sonora. Queen y, especialmente, Freddie Mercury son una constante a lo largo del libro; también suenan de fondo canciones de otros artistas, como Guns N’ Roses y Nirvana; algunas dan nombre a títulos de capítulo, como A contratiempo, Dream of life y Great king rat, y otras inspiraron o guardan relación con alguna escena o capítulo. Así que esta sería la banda sonora no-original de Redención (Nuestro último baile):

Queen: Too much love will kill you

El Pecado: Pánico

Ángeles del Infierno: Todos somos ángeles

Queen: Bohemian rhapsody

Guns N’ Roses: Sweet child o’ mine

The Beatles: It won’t be long

El Pecado: Ecos al amanecer

Noriyuki Asakura: Run to you (de la BSO de El guerrero samurái)

Nirvana: Smells like teen spirit

Patti Smith: Dream of life

Queen: Great king rat; Breakthru; We are the champions

Las Madres del Cordero: A benficio de los huérfanos

Wolfgang Amadeus Mozart: Dies irae

El Pecado: Angelina

Queen: Who wants to live forever; Under pressure

Galneryus: Angel of salvation

BSO El guerrero samurái: Howling wolf (theme of Hajime Saito)

Geinoh Yamashirogumi: Illusion (BSO de Akira)

Shigu seigan moon (sutra budista japonés)

Queen: I want to break free

Fueko (sutra budista japonés)

Geinoh Yamashirogumi: Requiem (BSO de Akira)

Ben E. King: Stand by me

Adolfo Celdrán: A contratiempo

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Sóc, no vull ofendre, anticlerical (y V): La oración de San Francesc Pi de la Serra


¿No está escrito: Mi casa será casa de oración para todas las gentes? Pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones.

San Marcos 11, 15-17

Para terminar esta serie de críticas, no hacia el catolicismo realmente, sino hacia la jerarquía eclesiástica, al fanatismo y a los fieles que, diciéndolo con el corazón en la mano, han olvidado el mensaje real y se han quedado con la forma –mientras buscaba la cita de arriba, leía un poco por encima los otros episodios y me volvía a dar cuenta de las horribles contradicciones que existen en la ortodoxia católica respecto a los mensajes originales-, una serie de razones algo más metafísicas por las que, a pesar de creyente, no creo en su iglesia.

A la izquierda, vsión moderna del pasaje de San MarcosVoy a proceder desde lo más general hasta lo más particular, para que sea más fácil. Hubo un tiempo en el que, adoctrinado por profesoras (seguramente afines al Opus Dei y al nacional-catolicismo que aún coleaba en algunos ciertos colegios de calidad irregular, tanto en la enseñanza como en las dependencias, allá a principios de los 80 –y lo seguirá haciendo), malas profesoras con personalidades diabólicas, de la vieja escuela de “la letra con sangre entra” y que hacían horrendas discriminaciones dependiendo del dinero de los padres del alumnado (salvo una, curiosamente la mejor de todas y de la que ignoro si era católica practicante o era atea)… Hubo tal tiempo en el que creí que ir a misa era la condición para entrar al Cielo, y no quería arriesgarme a comprobar empíricamente si el cuento de cierta catequista, de que su sobrino se encontró a su amiguito muerto por no entrar con él a la iglesia era cierto o no… Y, después, el Infierno… Aunque luego pensé que no podría haber nada peor que ese colegio y que del infierno, por tanto, ya estaba salvado. Pero a lo largo de los años posteriores, con vivencias, conversaciones con los amigos, leyendo la historia y, aunque no os lo creáis, de vez en cuando la Biblia, me di cuenta de que todas las religiones, sin excepción, son la gran mentira de la humanidad. Para empezar, de mis conversaciones con amigos, comparando las religiones y mitologías, y leyendo un poco de filosofía, me di cuenta de que, si existe un algo sobrenatural (llámelo usted Dios, dioses, el nirvana, el destino, el universo autoconsciente, etc.), si existe una verdad, suprema y absoluta a la vez que fundamental, ni una sola de las religiones actuales la posee al 100%, algunas ni se acercan al 50%; para mí, el cristianismo católico era la verdad porque yo había nacido en un país de cultura católica, pero si hubiera nacido en otro lugar, como, por ejemplo, la India, es a todas luces seguro que yo hubiera creído en la verdad de alguna de las ramas del hinduismo, los sijs o el budismo: luego, es una cuestión puramente accidental, y no suele ocurrir que una verdad absoluta dependa del lugar en donde has nacido, pues entonces es una verdad relativa. Esto tampoco viene de una reflexión metafísica, sino que se auto-demuestra al echar un ojo a la historia universal:

600px-ReligijneSymbole.svgLos mensajes primigenios de Buda, Cristo, Mahoma, de los patriarcas y jueces hebreos, son, por lo general, mensajes conciliadores y de amor en los que se asegura la felicidad para todos, una felicidad para la que tampoco es necesario esperar a la venida del reino de los Cielos, y no me refiero a la vía cenobítica o ascética, ni siquiera al plano espiritual. Pero a través de los siglos, estas religiones desvirtuaron y pervirtieron los mensajes originales cuando, generalmente, se casaron con el poder: cuando los califas musulmanes aceptaron el islam, el imperio romano hizo del cristianismo la religión oficial, algunos reyes asiáticos adoptan el budismo, los judíos eligen a sus propios reyes, etc. Y así, mientras que la mayoría de ellas eran mensajes que, por regla general, despreciaban el poder terrenal, aunque no supusieran un posicionamiento radicalmente en contra (sino, más bien, cierta indiferencia), culminaron su proceso en el que, de ahora en adelante, serían instrumentos de los sistemas políticos para mantener el estatus quo de sus naciones gobernadas. Por poner un ejemplo, los primeros cristianos, siguiendo las enseñanzas, repudiaban el sistema de la esclavitud romana (ciertamente, no uno de los peores), pero cuando el Imperio toma al cristianismo por religión oficial, la mano de obra barata que le proporciona la esclavitud es tan beneficiosa, que deciden no abolir la esclavitud; en lugar de eso, al esclavo se le llamará ahora “propiedad del imperio”. Vemos la historia y comprobamos que las interpretaciones, los cambios de conceptos y la primacía de unos preceptos sobre otros se corresponden a las necesidades sociales temporales de un determinado sistema político: el hinduismo primero no era vegetariano (los pandavas, protagonistas buenos del Mahabharata, cazaban y comían animales), ¿por qué eras después se aceptó el vegetarianismo? No Proceso a Giordano Bruno, bronce de Etorre Ferrari. Campo de'Fiori, Romalo sé a ciencias ciertas, pero debieron jugar en ello fuerzas socio-económicas muy diversas; y, por otro lado, según algunos, la prohibición judía y musulmana de comer cerdo se debía más bien a la prevención de la triquinosis y otras enfermedades derivadas del consumo de carne porcina. Así, la supuesta verdad quedó supeditada a las necesidades propias de cada sociedad en su tiempo, mejor dicho, a las necesidades del poder establecido. Y, por esa razón, las teorías de Copérnico, sostenidas por Galileo, o los escritos de Giordano Bruno (quemado en la hoguera) no eran perniciosas, en último término, porque contradijeran las sagradas escrituras, sino porque amenazaban el sistema político, que intentaba asemejarse a la concepción aristotélica-ptolemaica del universo, de primacía del emperador y del papa sobre todas las cosas.

"Esta foto me pareció impresionante: monjes budistas preparándose, en 1936, para lo que se venía."Ninguna religión tiene el derecho de lanzar la primera piedra: la historia de todas y cada una de ellas está manchada de sangre, desde las reyertas entre creyentes de diversas sectas de las que hoy son fruto las religiones mayoritarias hasta nuestros días. El primigenio mensaje de amor y perdón se había convertido en odio y violencia hacia el no-creyente y hacia aquel que no siguiera los preceptos. El catolicismo y su inquisición, los judíos y su sanedrín, los musulmanes y su yihad, la guerra indo-paquistaní, la persecución de los judíos por su ortodoxa majestad el zar Nicolás II… Ni siquiera el budismo, ya que el poeta indio Rabindranath Tagore aseguraba haber leído en un periódico que los japoneses, durante la guerra, acudían a los templos y rezaban a Buda por la destrucción de sus enemigos y el dominio del imperio japonés sobre el Pacífico y el Asia oriental, mientras que los shintoístas despedían a los voluntarios con cánticos sagrados: y así, el kamikaze, estaba seguro de entregar su vida por el emperador, representante del Cielo en la tierra. Toda religión se ha opuesto frontal y violentamente a cualquier avance científico, moral, filosófico o social: y así, los filósofos musulmanes de la Edad Media, al proclamar la supremacía de la razón sobre la fe, fueron asesinados; el filósofo sefardí Baruch Spinoza era expulsado de la sinagoga con indescriptibles maldiciones sobre él y sus descendiente por parte de su rabino; Giordano Bruno, quemado vivo por la Inquisición; Galileo, obligado a retractarse so pena de muerte; los puritanos del nuevo continente cazaban brujas; y en la India, a los protectores de los intocables, de los parias, no les quedaba otra que meterse a bandidos para defenderse de los abusos de las castas superiores. Los avances sociales, las teorías socialistas, eran automáticamente censuradas por perversas, ya que, de nuevo amenazaban el estatus quo social que a las religiones les interesaba conservar. También constatamos con horripilación como, a menudo, aquellas que han sufrido persecución, con el paso del tiempo se convierten en perseguidoras: la muy difundida persecución a los Monjas croatas entre los años 30-40: el clero croata fue especialmente filofascistacristianos no podía ser excusa para que los cristianos, con la inquisición, persiguieran a los brujos, ateos, infieles y herejes, así como el holocausto tampoco puede ser excusa para que el gobierno israelí abuse de la población palestina como lo hace. De todo esto aún recogemos los frutos: integristas de toda confesión ejercen la violencia en el nombre particular que su fe le dé a Dios aún a día de hoy, y, quien pensaba que esto era sólo patrimonio del integrismo musulmán, confío en que, será lo único bueno que se saque de esto, con los sucesos recientes, se haya desengañado.

España, guerra civilY, a todo esto, ¿Por qué no sigo al papa?, ¿por qué no creo en él? Los motivos son diversos: a parte de su oposición a ciertas cosas con las que yo sí estoy de acuerdo, pues no creo que le haga mal a nadie, y si me equivoco y él tiene razón, pues… bueno, la salvación depende de cada uno, y, que yo sepa, en ninguna parte de los evangelios se dice que se salve a la gente por la fuerza (me estoy refiriendo, más que nada, al matrimonio gay y a los medios anticonceptivos: otras cuestiones prefiero no tocarlas por ahora), también tengo motivos históricos. Para empezar, el cisma de occidente, por el que el cristianismo queda dividido en dos: el catolicismo y la ortodoxia; si, genealógicamente la línea papal asciende hasta San Pedro, ¿cómo sé yo qué iglesia es la que sigue realmente la línea discipular? (por supuesto, tampoco creo que lo sea la iglesia ortodoxa, ni la griega ni la rusa ni la armenia). Pero centrémonos en el catolicismo: vemos la historia de los papa y quedamos desconcertados de que a muchos se les diera el apelativo de “santo padre” o “su santidad”: para empezar, mientras se impone al clero el celibato, el papa medieval puede casarse (y tener concubinas), y tener hijos: hasta se pretende que el papado sea hereditario. Por otro lado, siendo el máximo exponente de esto la casa Borgia, guerras, revueltas, asesinatos encubiertos de Estado… eran el pan nuestro de la alta jerarquía de entonces, a la par que derroche, fiestas, orgías y prostitución. Papas, antipapas, papas asesinados por la curia, papas autoproclamados, guerra a los comuneros de Castilla y a los protestantes (Adriano VI) sirviendo con devoción a su católica majestad de España y emperador de Alemania… Con el tiempo, los papas acaban por aceptar la austeridad clerical, lo cual en cierto modo es un avance, pero como sustentados y sustentadores del Antiguo régimen se oponen con fuerza a las revoluciones liberales, que amenazan sus privilegios, y, cuando éstas triunfan y se van volviendo más blandas, el viejo clero viene a apoyar al nuevo régimen. Revoluciones sociales: los campesinos y los obreros piden pan, piden justicia… La iglesia no se pone del lado del pobre y se convierte en su enemigo, mientras que Mussolini generosamente le da a la Ciudad del Vaticano el estatuto de Estado independiente en nombre Víctor Manuel II de Italia… El papa Pío XI declara a los movimientos sociales enemigos de la iglesia y de Dios, al tiempo que se deshace en elogios hacia el Duce, quien decidirá invadir Etiopía en una absurda y sangrienta guerra de ocupación y enviará tropas a España para apoyar a los generales sublevados contra el legítimo gobierno de la república; mientras tanto, el cardenal Isidro Gomá y Tomás, arzobispo de Toledo, redactaba en julio del 37 la Carta colectiva, en donde sostenía que “la guerra (…) es a veces el remedio heroico” para sostener la defensa del tradicionalismo y que sólo se puede ser hermanos en Cristo dentro del catolicismo de la Iglesia romana, pues antes y después y fuera de ésta, habitan sólo enemigos -Luis Mario Schneider, II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura (1937), volumen 1 (Valencia, Conselleria de cultura, Educació i ciència de la Generalitat Valenciana, 1987), pp. 12-13-; y el escritor católico José María Pemán escribía un largo poema pro-belicista a la par que antisemita. El sucesor, Miroslva Filipovic, franciscano croata que dirigió el campo de exterminio de Josenovac, a quien los prisioneros llamaban "hermano Satanás"Pío XII, seguirá su misma senda. El papado de Juan XXIII y de su sucesor Pablo VI supondrán un momento de remozamiento de la iglesia y de liberalización de algunos dogmas y preceptos: es una iglesia que desea el diálogo, practica la neutralidad política en cierta medida, y está más dispuesta a perdonar que a condenar (no en vano, el papa Roncalli era un campesino). Juan Pablo I, el papa más breve del siglo XX, deseaba seguir el proyecto conciliar de sus predecesores, pero una inesperada muerte se lo impide… Karol Wojtyla, primer papa no italiano del siglo XX, por el mismo motivo escoge por nombre el de Juan Pablo II, pero su carrera posterior, de la que muchos acusan a Joseph Ratzinger, se vuelca más hacia el conservadurismo. Eso sí: su defensa por la paz y su posicionamiento contra la guerra de Iraq fue, con toda sinceridad, encomiable: en esa ocasión, los belicosos católicos del PP decidieron que el papa no siempre tiene necesariamente razón… Y llegamos a Benedicto XVI, que recoge el testigo del conservadurismo de su predecesor….

El teólogo Xabier PikazaA lo largo de la historia, lo que un papa cualquiera dijo en una ocasión, queda deslegitimado por un papa posterior, y luego rehabilitado por otro… Y, después de todo, resulta que Copérnico y Galileo tenían razón. ¿Quién, pues, dice la verdad? Una mirada a los evangelios y descubrimos que nadie, que aquel que quiera creer en Dios debe acudir a las fuentes, pues el mismo papa actual se contradice al decirle a los jóvenes que no se dejen guiar por nadie en su fe… ¿ni siquiera en el papa? El otro día leía en Público las interesantes críticas de teólogos hacia la visita del papa, de todas ellas me gustaría resaltar la del teólogo Xabier Pikaza: "Todo se podía haber hecho de manera mucho más sencilla, sin querer imponerse por las calles de Madrid", destaca el teólogo salmantino Xabier Pikaza. En su opinión, y desde un punto de vista evangélico, "no responde al Evangelio que el Papa casi tenga más importancia que la Eucaristía o que los actos". Un exceso de "papolatría" que "no es la mejor forma de transmitir la fe y evangelizar a la juventud". (http://www.publico.es/espana/392443/laicos-y-teologos-critican-la-sumision-de-las-instituciones-ante-el-papa). El papa (el título) es un personaje absolutamente temporal, y yo también comparto esta opinión de que no debe de dársele más importancia que la de un sacerdote supremo. Para mí, y la historia me avala, el papa no es más que un hombre cualquiera… bueno, cualquiera no, obviamente, pero sí en lo tocante a su naturaleza: él es como yo, usa calzoncillos, va al baño, tiene dudas y opiniones que algunos comparten y otros no… Todo líder religioso debería ser nada más que un personaje con opinión de peso, que debe guiar, pero a la vez ser responsable; y sus seguidores no deberían ver a los líderes religiosos más que como esto y no como representantes de Dios sobre la tierra, ya que si lo representan o no, eso, no lo sabemos. La iglesia actual está en una tremenda crisis, porque, al igual que en los años 20 y 30, cuando tuvo otra gran crisis, no ha sabido estar a la altura de los tiempos y de sus demandas, y cuando los necesitados la necesitan, ellos invocan la sagrada neutralidad del Vaticano, pero cuando son otros las que necesitan a la iglesia, no tardan ni medio minuto en romper su neutralidad y posicionarse.

Quico y Ovidi: dos amigos de siempreY con esto doy por terminado el ciclo (quizás mañana un epílogo que prometo breve). Para acabar, la canción de Pi de la Serra de cuya letra he extraído el título. “Oració” es una sátira contra el nacional-catolicismo en el que el genial cantautor catalán hace su crítica contra la represión sexual católica, al tiempo que le pide un poco más de modernidad, ya que corre el peligro de quedarse “sin personal”. Ésta es la oración de San Francesc (Quico, para los amigos) Pi de la Serra:

Escuchar: http://www.goear.com/listen/9d9177a/oracio-pi-de-la-serra

Oració

Aquesta és la història d’un escapulari,
d’una sagristia i d’un vell rosari,
d’una avemaria de sotanes negres,
confessions i hòsties, missal i quaresmes,
de déu i sa mare, de l’esperit sant,
oficis, litúrgies i cristos sagnant,
d’una temporada de la nostra vida
la de qualsevol que és parit i crida,
quan neix el bategen, confirmen, fuetegen,
sisè manament, el trempar és dolent,
hi ha gula o hi ha gana, peresa o desgana.

Déu! eh que tu em perdones al confessional
penitència dura que faci molt mal.
Sóc, no vull ofendre, anticlerical.

Al Mediterrani es ballen sardanes
em mires et miro esperances vanes
i a les rodalies monten confraries
per arrambar l’api a les abadies,
Sant Jordi torero mata el drac esquerp,
la verge si es verge trepitja la serp,
té cua el dimoni, vigila, vigila,
la monja més vella tranquil·la fa fila
soleta perduda dintre del convent,
a la superiora ha fet testament
que és súper i ora per no anar a l’infern.

Déu! eh que tu em perdones al confessional
penitència dura que faci molt mal.
Sóc, no vull ofendre, anticlerical.

Dintre una establia ha nascut tot sol
és l’Epifania campanes al vol,
els reis del petroli ja han arribat
però n’hi ha un que és negre i va descordat,
després via crucis el varen clavar,
Sant Llàtzer aixeca’t ja pots caminar,
clausura, el torn gira, silicis tonsura
el dimoni et tempta com llaminadura
en forma de dona, en forma de llop,
toca la viola la violonada
la monja somica ja l’han violada.

Déu! eh que actualitzes el cerimonial
perquè si no et quedes sense personal,
potser és culpa teva
si tot ho manegues,
i tot ho vigiles,
i em deixes que sigui anticlerical.

Oración

Ésta es la historia/ de un escapulario,/ de una sacristía y de un viejo rosario,/ de un avemaría de sotanas negras,/ confesiones y hostias, misal y cuaresmas,/ de Dios y su madre, del espíritu santo,/ oficios, liturgias y cristos sangrantes,/ de una temporada de nuestra vida,/ la de cualquiera que es parido y grita,/ cuando nacen lo bautizan, confirman y abofetean,/ sexto mandato, empinarla es malo,/ hay gula o hay hambre, pereza o desgana.// ¡Dios! eh, que me perdones en el confesionario/ penitencia dura que duele mucho./ Soy, no quiero ofender, anticlerical.// En el Mediterráneo se bailan sardanas/ me miras te miro esperanzas vanas/ y a las cercanías montan cofradías/ para coger el apio en las abadías,/ San Jordi torero mata al dragón arisco,/ la virgen si es virgen pisa a la serpiente,/ tiene cola el demonio, vigila, vigila,/ la monja más vieja tranquila hace cola/ solita perdida dentro del convento,/ a la superiora ha hecho testamento/ que es súper y ora para no ir al infierno.// ¡Dios!…// Dentro de un establo ha nacido completamente solo/ es la Epifanía campanas al vuelo,/ los reyes del petróleo ya han llegado,/ pero hay uno que es negro y va en desacorde,/ después vía crucis lo clavaron,/ San Lázaro levántate, ya puedes caminar,/ clausura, el torno gira, cilicios, tonsura,/ el demonio te tienta como golosina/ en forma de mujer, en forma de lobo,/ toca la viola, la violonada,/ la monja llorosa, ya la han violado.// ¡Dios! eh que actualices el ceremonial/ porque si no te quedas sin personal,/ quizás es culpa tuya/ si todo lo manejas,/ y todo lo vigilas,/ y me dejas que sea anticlerical.

Pi de la Serra

Sitios interesantes que hemos encontrado:

http://www.cristianosgays.com/

http://www.taringa.net/posts/info/8768158/El-Otro-Holocausto_-El-Vaticano-y-el-Genocidio-en-Croacia_.html

http://www.centrorey.org/catolicismo/cat_15.html

Historia del movimiento hippy. II parte


Los cincuenta se acababan con el gran evento de la década: la Revolución Cubana (de la que en la actualidad sólo quedan iconos e imágenes, habiendo pasado de revolución popular a dictadura personal). Al mismo tiempo, la guerra fría se había recrudecido, muy especialmente por la experimentación con misiles y la carrera espacial que ambas potencias poseían, llegando en los dos lados a una esquizofrenia enfermiza que desemboca en ambos bandos en espionajes y contraespionajes. En Estados Unidos, es el siniestro senador McCartthy el que aprovecha la paranoia del país para llevar a cabo un auténtico control político sobre políticos y artistas más digno de un régimen fascista, o incluso de la rusia estalinista, que de un régimen democrático. Actores y directores, como Charles Chaplin, músicos como Pete Seeger, o escritores como Ginsberg, sufrieron el vigilante ojo del anticomunismo americano. El punto álgido internacional llegó cuando Fidel Castro, buscando aliados en este teatro, se define comunista y recaba la ayuda de la Unión Soviética: los rusos ponen misiles en Cuba apuntando a Estados Unidos. El momento es tan caliente internacionalmente que incluso el papa Juan XXIII apela al catolicismo de Kennedy para parar una locura. Años atrás, el presidente Eisenhower había acercado posturas con el general Franco, poniendo, a cambio de ayuda económica, bases en diversos sitios, como Rota o Torrejón.
Aquel momento de la guerra fría fue muy determinante: tuvo un tremendo impacto en la mente de muchos, especialmente de jóvenes, que empezaron a plantearse y a cuestionarse la fuerza militar. Fue precisamente el episodio de los misiles cubanos el que inspiraría a Bob Dylan una de sus mejores canciones de la época folk: «A hard rain’s a gonna fall» hablaba del miedo y de la posibilidad de la destrucción total bajo la amenaza de la guerra atómica. El movimiento folk se había renovado con nuevos nombres, como Joan Baez, Judy Collins, Tom Paxton, Richie Havens, y, por supuesto, Bob Dylan, que fue el primero de ellos en tener un éxito popular inequívoco del que muchos expertos aseguran que en cierto sentido fue su muerte artística. No suponía realmente una renovación de temas, pues el pacifismo y la lucha de los derechos civiles fue una constante del folk de los años 50, si bien, puede ser, la dimensión sindicalista hubiera decaído (excepto en Joan Baez). Folksingers blancos y negros se unen en las marchas por los derechos civiles de Martin Luther King.
Por otro lado, el mundo musical sintió la conmoción ante los grupos que venían desde el Reino Unido: los Beatles abrieron la puerta con su rock’n’roll y rythm’n’blues de raigambre americano, tras ellos grupos tan importantes como Rolling Stones, The Who, Kinks, Hollies, Animals… No suponían realmente una revolución de índole social, estrictamente hablando, pero sí una revolución en el mundo juvenil: ellos daban la impresión de no necesitar trabajar, de tener el destino en sus manos, de vivir al margen de lo que la sociedad exigía a los jóvenes: aquella era todavía una época en la que te tomaban en serio a partir de los 25 y no antes. Aunque las canciones pudieran ser frívolas a veces, o no decir nada más que «te quiero, me quieres», sí es cierto que abrían las nuevas posibilidades de una nueva forma de ver las relaciones entre los jóvenes. Sin embargo, estos muchachos todavía no tendrían grandes cosas que decir por ahora.
El panorama bohemio y underground era otra cosa. El mundo del jazz iba por otros derroteros, con nombres como Pharoah Sanders, John Coltrane y otros más; un mundo muy minoritario e intelectual comparado con el beat británico, el soul (rythm’n’blues comercial), el folk (hasta la llegada de Dylan minoritario) o el surf californiano. El nuevo jazz tenía componentes nuevos en el que, desde los días del be-bop, a la libertad creadora del intérprete se sumaban las experiencias lisérgicas. Desde finales de los 50, Timothy Leary y Richard Alpert, profesores de psicología de la universidad de Berkeley, junto al escritor de ciencia ficción Aldous Huxley, habían sintetizado el LSD, a principios como experimento del ejército americano, para desembocar en un elemento de la contracultura generalmente antimilitarista (elemento bastante engañoso). Pronto surgieron en Estados Unidos comunas dedicadas a la experimentación del cuerpo y la introspección mental en las que los sutas budistas e hindúes se unían a la marihuana y al LSD en una supuesta búsqueda de respuestas místicas más inducidas que auténticas. De ellas, la más famosa quizás fuera el grupo activista Merry Pranksters, los alegres bromistas, dirigidos por el escritor Ken Kesey (autor de Alguien voló sobre el nido del cuco) que plasmó las tempranas vivencias del grupo a bordo de un autobús, junto a Neal Cassady (el «musa» de los poetas beats) en el libro La gasesosa de ácido eléctrico (The Electric Kool-Aid Acid Test). Estos exploradores lisérgicos participarían e incluso organizarían las primeras marchas pacifistas contra la guerra de Vietnam y los primeros conciertos propiamente llamados hippies. Ocurrió entonces, hacia 1963 ó 1964, que confluyeron bajo más o menos el mismo objetivo, los exploradores lisérgicos, algunos de los folk-singers, los músicos de jazz, y los grupos de rock-garaje admiradores del pop británico: les unía principalmente el cuestionarse el papel de su país a nivel tanto nacional como internacional.
 

Musicalmente también es una era muy revolucionaria respecto a la música popular. Entre 1964 y 1965, en los locales de California y Nueva York se vive una intensa proliferación de nuevos grupos de folk y de jazz. Uno de ellos, que alcanzó un éxito popular considerable, fue The New Christy Minstrel, autores del popular «Green back dollar», que estuvo compuesto, entre otros, por Jim McGuinn, que luego formaría The Byrds, y Barry McGuire, un cantautor de folk-rock protesta que obtuvo un éxito disimulado con esta canción, obra de P. F. Sloan y Steve Barri, con una letra apocalíptica muy del gusto de la época, influida claramente por Dylan.

Otros grupos que fueron germen de los futuros grupos flok-rock californianos y de rock de San Francisco, fueron The Journeymen, The Mugwumps o Town Criers, grupos estos que no consiguieron el reconocimiento público, pero cuyos miembros triunfarían en distintas formaciones con nuevos lenguajes: de Journeymen saldrían Scott McKenzie (cantante que sólo tuvo éxito con una canción), y John y Michelle Phillips, que junto a los Mugwumps Mama Cass Elliot y Dennis Doherty formarían The Mamas & The Papas; por su parte, otros dos Mugwumps, John Sebastian y Zal Yanovski, formarían el grupo de bluegrass y folk-rock Lovin’ Spoonful.

En 1964 se les siguen considerando betanicks, pero poco poco el murmuro de la palabra «hippie» se va haciendo más claro y audible cuando los estudiantes activistas de izquierdas, los promotores de los derechos civiles, los aventureros lisérgicos y los místicos van confluyendo en algo que era curiosamente concreto e impreciso a la vez movidos por la nueva injusticia global: la guerra de Vietnam. No obstante, el componente político no fue tan determinante en un principio entre los hippies como el misticismo, el rock y las drogas, aunque las primeras manifestaciones contra la guerra de Vietnam vienen prácticamente de manos de líderes activistas inmersos en este nuevo mundo.
En 1967 el mundo hippie tiene su capital en la ciudad californiana de San Francisco, una ciudad abierta y tolerante tradicionalmente, que también había acunado a los antiguos beatnicks y hipsters; y más concretamente en el barrio de Haight Ashbury. Tampoco es casualidad que tuviera una localización geográfica concreta dada la heterogeneidad ideológica de EE.UU: conviene no olvidar que, al igual que los negros, un beatnick o un hippie no podía atravesar los estados sureños con la sensación de sentirse como en casa, al contrario que pasaba con toda California, Nueva York y otras zonas más abiertas a la diversidad cultural. El Haight Ashbury se convierte casi en un ghetto de los hippies, y a él se acercan diversos turistas para contemplar el fenómeno, entre ellos las estrellas del pop británico para ver la nueva música que allí se estaba creando: Grateful Dead, Jefferson Airplane, Quicksilver Messenger Service, Big Brother & The Holding Co., con la maravillosa Janis Joplin al frente, eran los nuevos grupos formados por músicos que venían de antiguas formaciones o aventuras en solitarios de folk, folk-rock o jazz, practicantes de un rock nuevo y refrescado que mezclaba magistralmente el rock y el blues con el folk, el jazz, instrumentos y ritmos orientales, y nuevas visiones musicales en ocasiones inspiradas por el consumo de drogas. Estos grupos tocan juntos en las múltiples salas de música que existían entonces: el Matrix, el Avalon Ballroom, vieron los mejores momentos de estos grupos antes de que las empresas discográficas mancharan su ambición de ser simplemente músicos de San Francisco populares.
En torno a la comunidad de Haight Ashbury surgen diversas propuestas artísticas: música, teatro independiente, poesía…, pero también negocios que traían todo lo que un hippie podía desear: discos, ropa oriental, collares, cuentas, instrumentos musicales contra más exóticos mejor… A parte el negocio subterráneo de la droga, pero junto a esto prolifera la Clínica Médica Gratuita, dirigida a los chicos con problemas de drogas: no se trataba de prevención y rehabilitación, sino de enseñar a como se podía utilizar una droga sin correr riesgos o, por lo menos, los mínimos. Haight Ashbury podía parecer un paraíso urbano, un lugar donde no trabajar y poder dedicarse a la expansión personal y espiritual de uno mismo y de su cuerpo. Pocas cosas había que sacaran a un hippie de su pretendido estado mental de paz espiritual. No obstante, otros entendían las ciudades como trampas mortales en las que se atrapaba y castraba el alma humana, y comprendían que el lugar del hombre era la naturaleza: algunos huyen a los campos y abren granjas donde fundar comunas y vivir de lo que producían (algunas de ellas hoy en día perviven, sustentándose de vender sus productos): la más famosa fue la granja de Hogh Farm.
Junto a las drogas surge el fenómeno del nuevo misticismo, propugnado por los poetas beats y otros pensadores contraculturales. No fue casualidad que el principal grupo hinduista de occidente apareciera a caballo entre Nueva York y el Haight Ashbury: los Hare Krishna. Los auténticos hippies comenzaron estudiando los textos sagrados de la India, China o Japón; algunos, por su parte, practicaban una suerte de neo-paganismo, mientras que otros fijaban su fe en las raíces del cristianismo. Sin duda alguna, a pesar de utilizar las drogas como medio, éste era en principio una práctica honesta y sincera, si bien la santidad de los gurús que permitían el uso de drogas a sus discípulos era bien discutible (si su religión lo prohibía, claro); pero en el momento en que las grandes estrellas del rock y del cine comenzaron a interesarse por estas prácticas, aparecieron multitudes de maestros espirituales que venían de la India, en donde no gozaban del respeto que decían poseer, con el único objetivo de «hacerse la foto» y ganar su espiritualidad a golpe de fama: el ejemplo más sonado fue el del Maharishi Mahesh Yogi, que utilizó las ansias espirituales de los Beatles para obtener fama, además de mostrar un interés más terrenal que espiritual por su discípula Mia Farrow.
El objetivo de los hippies era oponerse a la sociedad bienpensante americana mediante la religión, las drogas, la auto-marginación y las expresiones artísticas. Y en en Junio de 1967 dieron su grito de afirmación en el Festivla Pop de Monterrey, en donde actuaron sin cobrar (excepto Ravi Shankar, por aquello de tener que volver a la India) los nuevos grupos de rock de San Francisco, los grupos de blues, algunas estrellas del pop británico, junto al gigante del soul Otis Redding y al maestro sitarista Ravi Shankar.

Aunque opuesto a toda guerra, el hippie pretendía vivir al margen de cualquier activismo político, lo cual no le impedía participar en las manifestaciones por la paz/ contra la guerra. Se produce entonces una escisión dentro de ellos, quedando divididos entre activistas y pasotas. El activista solía ser un estudiante o poseer una gran cultura, pero más que místico su tendencia mental iba hacia el socialismo, y, en muchos casos, eran pacifistas pero no pacíficos. El pasota, por su parte, era el hippie en sentido estricto, con tendencia automarginativa e ideas, a veces, demasiado utópicas, frente al activista, que siempre optaba por la práctica. El activista siempre criticaba la falta de acción del pasota, al que acusaba de querer cambiar el mundo a base de canciones y oraciones, o de no querer cambiarlo en absoluto mientras siguiera existiendo su isla, mientras que el pasota le acusaba de querer cambiar el mundo para su beneficio al tiempo que inventaba el bonito término de lunático del poder. Un buen ejemplo de crítica contra los activistas es la canción de los Beatles «Revolution». Por lo general, los músicos suelen practicar el pasotismo, sin desdeñar sus buenas dosis de activismo: los hippies no eran tan políticos en la música como posteriormente se ha pretendido, aunque sintieran simpatías por movimientos como los Panteras Negras y sus equivalentes indios, portorriqueños y asiáticos; sólo hay un número contado de casos en los que la política es un factor determinante en la creación artística, como los Jefferson Airplane, los Who, Country Joe & The Fish, además de los folksingers y cantautores. Sin embargo, en 1968 los pacíficos Human Be-In y Tribal Stomps que venían realizándose desde 1966 fueron adquiriendo un cariz cada vez más político. De una manera feroz, las concentraciones dejaron de ser pacifistas y utópicas para convertirse en batallas callejeras. Fue, no obstante, un huracán que recorrió casi todo el mundo: el mayo francés, la Primavera de Praga, la matanza en la Plaza de las Tres Culturas en México, y nuestras primeras (descartando las del 56) revueltas estudiantiles. También se notó en sus ropas, que comenzaron a alternar los motivos orientales con ropas militares, motivos socialistas y camisetas con la efigie del «Che» Guervara. El año 68 fue el momento culmen en el que nuevas ideologías desafiaban tanto al status capitalista como al comunista que se habían establecido tras la 2ª Guerra Mundial. A partir de ese año, todas sus exhibiciones estarían fuerte y ferozmente marcadas por un halo político antimilitarista.
El otro gran éxito de los hippies fue el concierto multitudinario de Woodstock en 1969, cuya cifra de asistentes se aproximó de manera muy simbólica a la del número de combatientes que había en Vietnam. Pero la década de los 70 venía pisando fuerte, trayendo consigo un huracán de violencia y atentados terroristas de diversos símbolos, borrando los buenos sentimientos hippies que, aunque subsistiendo en las comunas y en las granjas, fueron desapareciendo por una razón: se pasó de moda, venían nuevas generaciones con nuevas demandas y cada vez más se contemplaba a los hippies como una rareza del pasado.

Los hippies no fueron más que, en muchos aspectos, otro movimiento juvenil con ansias de cambiar el mundo, cosa que consiguieron en parte pero sin librarse de que a la mayoría de ellos, como en todo movimiento juvenil, el mundo les cambiara. Como todo movimiento juvenil tuvo sus cosas buenas y sus cosas malas, frente a los maniqueísmos de considerarlos la mejor generación del s. XX o una panda de degenerados morales.
Hay que entender que como movimiento aparecen en una de las épocas más feroces de la guerra fría, con un nuevo frente comunista amenazante desde el Caribe. El ambiente de tensión, violencia, patriotismo exacerbado y militarismo promovió la necesidad de alejarse de un mundo regido tradicionalmente por las armas y buscar refugios en diversos paraísos artificiales, para poder explorar las profundidades del alma humana. Como radicalmente opuestos a la política de su país y promotores naturales de la lucha por los derechos civiles, los hippies no eran bien considerados por las instituciones clasistas y racistas de sus países; no en vano pueden afirmar, incluso con más derecho que sus predecesores beatnicks, haber sido el primer movimiento-moda juvenil totalmente inter-racial: mientras que los rockers eran generalmente blancos, y los funkies negros, o había un rock’n’roll blanco y otro negro, los hippies no reconocían colores: para ellos era perfectamente normal que un blanco tocara blues y un negro country’n’western. Fundaron gracias a sus nuevas conciencias movimientos que han tenido una importancia indiscutible: el movimiento ecologista fue re-fundado por ellos prácticamente. Lo mismo se puede decir respecto a las ideas de igualdad de sexos y de tolerancia sexual; también las ideas renovadas de igualdad y fraternidad propiciaron un cambio en la forma de ver las relaciones entre los seres humanos y sus culturas desde el respeto y sin «centrismos» culturales de ninguna clase.
Pero tuvieron sus defectos, de entre ellos el más grave fue el abuso de las drogas: desde los planteamientos de Leary y Alpert y otros, los hippies buscaron en las drogas aquel remanso de paz y sintonía espiritual que decían que los indios americanos, los shaivas (adoradores de Shiva) y otros obtenían gracias a su consumo propiciada por una visión bastante sesgada de estas culturas. Las drogas, lejos de enriquecer a la cultura del movimiento hippie, en realidad contribuyó a su destrucción y a propagar la visión de viciosos que de ellos se tenían, una publicidad alimentada por las sucesivas muertes de sobredosis de las grandes estrellas del rock: Brian Jones, Janis Joplin, Jim Morrison, Al «Blind Owl» Wilson, Ron «Pigpen» McKernan… Ante esto siempre cabe preguntarse si no fueron los servicios secretos americanos, al igual que a todas vistas parece que hicieron en los barrios negros, quienes promovieron la introducción y el consumo de drogas cada vez más peligrosas en el mundo hippie. A parte de los supuestos espías soviéticos, el enemigo interior que el gobierno americano decía tener era triple: los negros, los estudiantes y los hippies.
Pasaba algo parecido con la libertad sexual o con el marketing. Los hippies fueron víctimas de sus propios vicios: muy pronto la revolución de la conciencia, la libertad sexual y el hacer lo que quieras sinceros y honestos de algunos en principio, atrajo a un número importante de oportunistas a los que las revoluciones les importaba un pito: querían drogas y sexo nada más. Parecido era lo de la exploración espiritual, la cual, una vez fue manifestada por las millonarias estrellas musicales y cinematográficas su afición atrajo a un número significativo de gurús gorrones y charlatanes que, aprovechándose de la inocencia o ignorancia de las estrellas del rock, llegaron a desvirtuar en moda lo que en sus lugares de origen eran religiones serias y repetadas. El elemento bohemio y marginal que habían sido desde el año 64 comenzó a ser un negocio cuando las estrellas del pop británico comenzaron a practicar (o a intentarlo) ese estilo de vida: de repente, entre un grupo de gente que afirmaba despreciar el dinero se comenzó a mover un importante negocio de miles de dólares en la industria discográfica: ser hippie, en algunos sitios, estaba de moda. Pocas veces el utopismo de un mundo sin dinero basado en el respeto a los demás dio sus buenos resultados: Woodstock y Monterrey fueron magníficos, pero también está el desastre de Altamont protagonizado por los Rolling Stones, del que ya hablé un día. El dólar, enemigo declarado de los hippies en un principio, entró entre ellos para destruirlos de la manera más atroz en la que se puede destruir un movimiento juvenil: la frivolización de sus principios en estética y pseudo-elementos; abundan grupos de pop ñoños y frívolos que hacían letras bastante naïves con una pretendida y falsa base hippie.
Si bien los Rolling Stones pecaban de excesiva terrenalidad, los Beatles pecaban de excesiva espiritualidad. La marginación política por la que finalmente la mayoría optaban tenía también su cara y su cruz: se puede entender que ante la tensión, la violencia y el patriotismo exacerbado uno prefiriera apartarse del mundo; pero esto tenía su efecto negativo en lo tocante a las reivindicaciones serias de entonces, ya que se adquiría así cierto halo malsano de esnobismo intelectual muy perjudicial por un lado, y un egoísmo injustificado. Por supuesto hablamos sólo de los pasotas, los auténticos hippies, pues los activistas compartían ciertas pautas y estética, pero porque toda época tiene su estética. Esto fue muy notable también en nuestro país, cuando empezaron a instalarse en Ibiza parecían ignorar que existía una dictadura viva y operante.
En España, el hippismo entró diez años después de lo que se puede considerar su nacimiento, como ha venido siendo la tendencia de este país respecto a las modas y a las músicas, de la mano de Pau Riba, Jordi Batiste o Hilario Camacho, entre otros, dando lugar a grupos de tendencias psicodélicas y de rock progresivo sobre todo en Andalucía y Cataluña: Smash, Triana, Iceberg, Gong, Companyia Elèctrica Dharma, Barcelona Traction… Pero también de otros lugares: Dolores, los gallegos NHU, los vascos Errobi… No obstante, el hippismo a la americana no se entendió muy bien aquí, ya que conllevaba la marginación voluntaria y la no acción política. Dicen las malas lenguas que los que de aquí se hicieron hippies eran niños ricos que podían jugar a hippies y que, cuando se cansaran, podrían volver al puesto que su papá le tenía asignado en la empresa o en el negocio familiar (no sé hasta qué punto de verdad esto fue verdad, pero también se podía decir lo mismo de ciertos activistas).

Los hippies contribuyeron a cambiar el mundo de entonces, no se puede negar. Pero pagaron un precio muy alto, sucumbiendo a sus contradicciones, a sus vicios, quizás por ellos mismos, quizás por una mano negra que mueve los hilos hasta del mismo presidente de los Estados Unidos…

El Movimiento Hippy (I)


A un hippy le robas una vez, pero dos no.
Josete

Coincidencia o no, da la casualidad -o la causalidad, vaya usted a saber- que he puesto vídeos y temática de la música de los hippies sin haber caído en la cuenta de que estamos en el 40º aniversario del llamado Verano del Amor. Por esta razón, quisiera hablar del tema y homenajear así a una generación que plantó cara al sistema fascista encubierto de su país, empeñado en dirigir mediante la siniestra CIA los designios del mundo entero. Ésta es la historia de su música, porque creo que la historia del movimiento hippy es la historia de su música.

Lejos de lo que se suele pensar, el movimiento hippy no es tan simple como pareciera: en sentido amplio abarcaba a un buen elenco de gente con ciertos puntos en común: los estudiantes radicales, el movimiento pro-derechos civiles, los partidos de la nueva izquierda, el movimiento ecologista…; aunque también meten a gente que en realidad no eran hippies, y que, a veces, eran radicalmente opuestos a sus planteamientos, como eran los Ánegeles del Infierno, los Panteras Negras o el underground neoyorquino warholiano. Pero el hippy en sentido estricto era un personaje que decidía que no quería saber nada más del mundo pequeño-burgués, del sueño americano, de la industria, de la guerra ni de la política; se auto-marginaba y experimentaba con su cuerpo y su mente amaneceres espirituales, a veces lisérgicamente artificiales. La cita con la que abro, que me la dijo un antiguo amigo, es acertada del todo, y refleja el espíritu del hippy auténtico, dispuesto a creer en la supuesta bondad natural del hombre, aunque sepa que quedará defraudado: a un hippy no le robas con mentiras, se deja robar porque quiere confiar en todo el mundo, pero ya después no se dejará.

Para ver su historia hemos de remontarnos un poquito hacia atrás, a los años 50. El movimiento hippy no es un movimiento original, sino la evolución de un movimiento anterior. A finales de los años 40, el descontento con el american way of life era palpable en algunos individuos que eran llamados hypsters: era gente joven y aburrida de lo que su país les podía ofrecer; por esa razón se refugiaban en divertimentos que les aseguraban nuevas sensaciones y modos de ver la vida como era la marihuana, el jazz, sobre todo el be-bop de Charlie Parker, las religiones y filosofías orientales y una nueva poesía inspirada por estos elementos nacida en la auto-marginación dentro de los áticos y buhardillas de las grandes ciudades o en largos viajes a lo largo de la nación. El libro fundacional de esta generación era En la carretera, del novelista Jack Kerouac, uno de sus fundadores y principales ideólogos: es un libro semi-autobiográfico que relata esos viajes, y en los que el escritor hace aparecer disfrazados pero reconocibles, a sus correligionarios: Neal Cassady, el marginado cuya forma de vida inspiraría a la mayoría, el poeta Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti y otros. Ginsberg fue por su parte el padre de una poesía automática, improvisada (como el be-bop), nacida de una interioridad insobornable, que fue conocida como beat (ritmo), y a los seguidores de este estilo de vida beatnicks. Un beatnick era una mezcla de socialista (comunista o anarquista) en lo político, un budista en lo religioso, un cristiano en el sentido estricto y primigenio de la palabra en la moral, un marginado, un negro en lo musical, un vagabundo, un repudiado y un deprabado ante los ojos de la sociedad bienpensante americana. El beatnick da la espalada a las convenciones burguesas americanas y experimenta nuevas formas de expresarse, de vivir y de relacionarse incluso sexualmente; algunos inclusos experimentan con drogas más peligrosas como la morfina y la heroína, como William Burroughs, autor del delirante Almuerzo desnudo. Pero el beatnick suele tener un ánimo más individualista, mientras que el ánimo hippy será más comunal. Los puntos políticos que tienen en común crean un estrecho vínculo con los folksingers politizados coetáneos como Woody Guthrie, Pete Seeger, Leadbelly, que, no obstante, no son beatnicks: los beatnicks eran la parte mística, mientras que los folkies eran la parte política de una generación desilusionada: unos se auto-marginaban mientras que los otros decían que la lucha activa, aunque fuera con la música, era mejor opción. Esta diferenciación también será importante en el futuro.
En los clubs de jazz y de folk, los muchachos fugados de sus casas para tocar música, pintar cuadros o escribir poemas se codean a finales de los 50 y principios de los 60 con poetas beats ya consagrados, músicos de folk y de jazz, antiguos sindicalistas, miembros del casi ilegal Partido Comunista. Estos chicos nuevos son considerados todavía como beatnicks, y entre ellos encontramos a futuros valores como Joan Baez, Phil Ochs, y Bob Dylan. A principios de los 60 el elemento bohemio minoritario y clandestino se estaba poniendo relativamente de moda, más especialmente con el éxito popular, musical y literario de Bob Dylan, un chico que lee a Ginsberg y a Kerouac y que escucha a Woody Guthrie.
Al mismo tiempo, el mundo comienza a revolverse contra el status quo establecido tras las II Guerra Mundial. A finales de los 50, por ejemplo, en España se produjeron las primeras revueltas estudiantiles, en las que se encuentran mis admirados profesores Enrique Tierno Galván y José Luis Abellán. También allí se comienza a mover algo en las universidades, y también dentro del Bloque Soviético. Los años 40 y 50, que habían pasado tan tranquilamente en casi todas las partes del mundo, estaban dejando paso a una década que prometía ser movidita, con una guerra secreta y escalofriante aunque no declarada entre los dos grandes sistemas vencedores sobre el fascismo: la Guerra Fría estaba a punto de alcanzar algunos de sus puntos más calientes. En Estados Unidos, el deleznable senador McArthy investiga el comunismo, a veces infundado otras fundado, de artistas y políticos, en lo que se denominó la «caza de brujas»: un método fascista dentro de un país que dice estar orgulloso de su democracia. Los 50 se cierran con el hecho que marcará buena parte de las relaciones internacionales del mundo: la Revolución Cubana. Y mientras tanto, para luchar contra el comunismo, Estados Unidos busca aliados hasta en el infierno: Eisenhower abre los brazos al homicida general Franco, y éste le cede puestos para establecer sus legiones, unidos en la lucha anti-comunista.
La crisis de los misiles cubanos tuvo sobre buena parte de la juventud americana un efecto devastador, pero en algunas ocasiones positivo: muchos comenzaron a pensar que en el futuro el idioma de las armas debe de ser erradicado totalmente e implantar nuevas conciencias para evitar la total destrucción. El movimiento pacifista estaba naciendo alrededor de todo el mundo, y muy especialmente en Estados Unidos.