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La banda sonora de Billy («algo es algo») desgranada


Mal está, tal vez, que uno hable de su propia obra, pero uno de los atractivos de Billy («algo es algo»), que lo dota de originalidad, es que el título de cada capítulo es un fragmento de alguna canción, un pedazo que es relevante y va acorde con el sentido del episodio. Generalmente son de cantautores de España, bien propias, o bien poemas musicalizados de Miguel Hernández, Juan de Loxa, etc.; sin embargo, hay alguna excepción: un poeta uruguayo, un grupo de heavy metal español, y un cantautor y una banda grunge estadounidense.

Billy («algo es algo») (Libros Indie, 2019) es la historia de Guillermo Niño Pérez: un antiguo inspector de la policía política franquista, al que amenaza una querella por las torturas que propició en sus años de servicio, pues ya se salvó de otras, y es perseguido por el recuerdo de la muerte de Gabriel Aceituno, un estudiante agitador al que interrogó brutalmente. Sin embargo, no son estas cosas las que le inquietan, sino un joven vecino cuyo comportamiento errático y su modo de vida misterioso le obsesiona de forma malsana, sacando de él al antiguo inspector que perseguía «malhechores» por su pensamiento y conducta fuera de la norma habitual. Un día, mientras reflexiona sobre cómo esquivar a la prensa que le asedia, un antiguo subordinado le indica que en el periódico se habla de un asesino en serie que imita los métodos de tortura de la Brigada. Tomándoselo como un agravio hacia él y sus compañeros, decide investigar, convencido de tener un sospechoso bastante prometedor.

Me ha quedado algo largo, pero prometo que, en comparación, la novela es más corta.

Al comienzo de este vídeo promocional puedes oír un collage sonoro con los fragmentos de las canciones

Antes del odio, de Miguel Hernández (musicalizado e interpretado por Adolfo Celdrán)

Vencida la República en 1939, el régimen fascista de Franco se dedicó a hacer una dura purga contra los ciudadanos que hubieran tenido, aunque fuera presumiblemente, parte en el anterior gobierno legítimo, en el ejército popular, hubiera pertenecido a partidos de izquierdas o regionalistas/ nacionalistas, o hubiera manifestado abiertamente esas ideas. La mayoría de los intelectuales apoyaron ferviente y abiertamente al partido y al gobierno del Frente Popular, entre ellos, el poeta Miguel Hernández, quien pertenecía al Partido Comunista de España. Hernández fue arrestado y encarcelado, llevado a distintas prisiones donde se hacinaba con otros presos; llegó a tener una pena de muerte sobre su cabeza que, finalmente, le sería conmutada; sin embargo, moriría debido a las insalubres condiciones de esas prisiones. En esas estancias, el poeta escribió unos poemas que describían su situación y la de muchos otros, que se reunirían en un libro titulado Cancionero y romancero de ausencias.

«Antes del odio» es un poema estremecedor, en el que Miguel Hernández describe la miseria por la pérdida de libertad, simbolizada en su mujer y su hijo, ausentes y lejanos; también la incertidumbre de una pena de muerte que podía materializarse cualquier noche, arbitrariamente, junto con otros tantos; y, además de eso, la inquebrantable libertad interior del ser humano.

En 1975, el cantautor Adolfo Celdrán, musicalizó este poema para su disco 4.444 veces, por ejemplo, siguiendo el empeño de rescatar a los poetas silenciados, despreciados o tapados por la censura. Celdrán dota al poema de una melodía estremecedora que amplía las palabras del prisionero.

«… me es pequeño y exterior»: el poema resulta la máxima expresión de los pensamientos y sentimientos de un preso por razones políticas, por esa razón merecía su sitio entre los títulos de Billy («algo es algo»).

Campanades a morts: letra y música de Lluís Llach

Vitoria, 3 de marzo de 1976. La crisis económica mundial comenzó a notarse en España con viveza; los obreros, ante los despidos, las retenciones y bajadas de sueldo, van a la huelga, mientras un cierto ministro de economía, convertido más tarde en aristócrata-empresario de éxito, lanzaba arengas tratando de convencer de que no había otra solución porque no había dinero para los sueldos: que había que conformarse, apretarse el cinturón y pedir a Dios que dé lo que que los humanos niegan (bien, esto es una licencia mía). Especialmente trágica era la situación en Vitoria/ Gasteiz, en donde la huelga parecía interminable y la ciudad estaba al borde de la lucha. Ocurrió que, aquel tres de marzo, los obreros y sus familias estaban reunidos en asamblea en la iglesia de San Francisco de Asís, cuando la policía armada arrojó botes de humo provocando que salieran aturdidos y asfixiados; lo que no podían esperar es que su precipitada salida fuera recibida con fuego real. Murieron los trabajadores Pedro Martínez Ocio, Francisco Aznar Clemente, Romualdo Barroso Chaparro, José Castillo y Bienvenido Perea. Vitoria se convirtió en un campo de batalla, mientras el responsable de las fuerzas de seguridad, el entonces ministro de la Gobernación, Manuel Fraga, se lavaba las manos delegando en Martín Villa, ministro de relaciones sindicales. Finalmente, Adolfo Suárez se puso al mando intentando impedir generar más violencia.

El cantautor catalán Lluís Llach cuenta que se encontraba frente al piano cuando oyó las noticias de las muertes; entonces, de una manera instintiva, aporreó sus teclas con fuerza, saliéndole casualmente los primeros acordes de esta canción, al estilo del réquiem de Mozart.

«… y que en la muerte os persiga nuestro recuerdo». El fragmento escogido («i que en la mort us persegueixin les nostres memòries») representa esa persistencia de los hechos morales de cada uno, que acompañan al actor hasta que muera, como es el caso del protagonista, Guillermo Niño, que se resiste a sentir remordimientos por un crimen que cometió, aunque su recuerdo le persiga.

Canción de vísperas, de Nicolás Guillén (musicalizado e interpretado por Adolfo Celdrán)

En 1977, Adolfo Celdrán sacó un disco que suponía una colección de las canciones que le habían sido censuradas, total o parcialmente, o directamente prohibidas en algún aspecto (grabación, interpretación o difusión radiofónica), con el nombre de Denegado. En él encontramos la musicalización de un poema de Nicolás Guillén, que, probablemente, hablara de la Cuba prerrevolucionaria. Como es natural, al ser muchos de sus versos muy aplicables a la España de la dictadura franquista, la canción no pasó los filtros de la censura.

El fragmento «El ojo del policía» hace referencia a ese llamado «olfato policial» del que Guillermo Niño dice hacer gala, aunque a menudo constituya solo un montón de sospechas infundadas basadas en prejuicios y primeras impresiones. Del otro fragmento que da nombre a otro capítulo, «… y, sobre la pista, el enano equilibrista», relativo a las sesiones del juicio contra Guillermo Niño por sus torturas, solo diré que siempre me ha hecho gracia cómo Adolfo consiguió burlar la censura, para que se impidiera establecer una relación entre este verso y cierto general famoso por su baja estatura, al presentarlo ante la censura como «… y, sobre la pista, Elena no equilibrista».

Cançó en i (letra y música de Francesc Pi de la Serra)

El ácido y satírico cantautor catalán, Pi de la Serra, era muy dado en sus canciones a los dobles sentidos, de manera que los críticos solían decir de él que lo importante no era tanto lo que cantaba como lo que se dejaba entrever en sus letras. En esta canción en concreto, Quico, como suele llamársele también cariñosamente, enumera un montón de clichés y frases hechas sobre la policía que podían oírse en las noticias, contando hazañas de sus agentes como impedir una violación o ayudar a una invidente a cruzar la calle.

«La policía está al servicio de los ciudadanos» (la policia està al sevei dels ciutadans) es el estribillo recurrente que Pi de la Serra deforma jugando con otras palabras como «oligarquía», «servilía», etc., y que escogí para el capítulo en donde se describen algunos de los discutibles métodos policiales de Guillermo Niño y sus compañeros de la Brigada de la Noche, además de su visión de la acción policial, que recuerda al decidirse a proponerse desenmascarar al asesino psicópata que le imita, El Carcelero.

Doña María, de Nicolás Guillén (musicalizado e interpretado por Adolfo Celdrán)

De nuevo un poema del poeta cubano interpretado por Celdrán sirve para nombrar dos títulos de Billy («algo es algo»). Como el anterior, parece ser un poema alusivo a la Cuba de la dictadura de Fulgencio Batista, en donde mucha gente pobre se ganaba un cierto sueldo como confidentes de la policía política. Algo así ocurrió en España, como podrás descubrir en mi novela. Adolfo la musicalizó y la grabó en su primer disco, Silencio (1970).

«¡Ay, pobre doña María…!», verso incial del poema, me sirvió para titular el capítulo en el que se cuentan las tribulaciones e inquietudes de Marisa, la mujer de Guillermo Niño, ante el juicio que va tomando forma, pero también ante el extraño comportamiento que su marido está adoptando y del que poco le cuenta.

«Rondando anduvo mi casa» es otro capítulo, en el que se describen algunas cosas que hace el exinspector.

Enfermedades de invierno, de Jesús López Pacheco (musicalizado e interpretado por Luis Pastor)

Este poema era un canto contra la intolerancia en días del postfranquismo (los últimos años de gobierno de Franco, previos a la transición), contraponiendo la gente llena de razones que luchaban por la democracia frente a los vilentos sicarios del régimen: los ultraderechistas, que comenzaron a volverse más virulentos a medida que la vida del general se apagaba. Grupos como la Alianza Apostólica Anticomunista (AAA/ Triple A), Guerrilleros de Cristo Rey, el PENS (partido nazi español) y el Batallón Vasco-Español (un grupo parapolicial que realizaba atentados contra miembros de ETA y de la izquierda abertzale), que nacieron a finales de los años 60 para presentar batalla contra los jóvenes contestatarios, los obreros y los curas progresistas, pasaron de limitarse a romper escaparates de librerías y boicotear obras de teatro o recitales de cantautores, obviando palizas eventuales a líderes sociales, a cometer asesinatos.

En enero de 1977, toda la tensión de una transición política muy conflictiva acabó por estallar en pocos días: el estudiante Arturo Ruiz moría durante una manifestación por disparos de los Guerrilleros de Cristo Rey, al día siguiente lo hacía Mari Luz Nájera en la manifestación en protesta por esta muerte por la acción policial desproporcionada, y, finalmente, tres pistoleros de la Triple A asesinaban a sangre fría a los abogados laboralistas Enrique Valdevira Ibáñez, Luis Javier Benavides Orgaz y Francisco Javier Sauquillo, y al empleado del despacho Ángel Rodríguez Leal. Se organizó un funeral multitudinario que estremeció por su silencio respetuoso y su demostración de fuerza pacífica, especialmente los militantes del PCE, al que pertenecían las víctimas, y que todavía era ilegal. Suele decirse que esta demostración fue la que convenció a Suárez para, finalmente, legalizar los partidos democráticos.

Se consiguió detener a los tres ultras junto a algunos cómplices y autores intelectuales, pero no se pudo establecer la relación entre este lúgubre suceso y la responsabilidad en él de personas como Blas Piñar, Mariano Sánchez Covisa, Antonio González Pacheco y otras personalidades que lideraban el movimiento integrista o con cargos en las fuerzas de seguridad.

No recuerdo muy bien, pero creo que el poema es anterior al atentado de Atocha. No obstante, cuando Luis Pastor la musicalizó para su disco Nacimos para ser libres (1977), quiso denunciar toda aquella violencia, resquicios de un mundo que se resistía a morir con irracionalidad e integrismo.

«No vayas a coger alguna bala en los pulmones» es un verso lo suficientemente explicativo. No se llegó a saber lo que realmente pasó entonces, por lo que lo que describo en este capítulo (reconozco que muy influido por la película 7 días de enero de J. A. Bardem) es solo elucubración, inspirada por la teoría de que hubo gente importante detrás de este atentado terrorista con la finalidad de generar conflictividad social; una ficción basada en esta teoría en la que verás el papel que Guillermo Niño, de haber existido, hubiera tenido en aquellos asesinatos.

Es urgente, de Juan de Loxa (musicalización de Virgilio Fernández; interpretación de Aguaviva)

Juan de Loxa, poeta, locutor y promotor del colectivo andaluz Manifiesto Canción del Sur, escribió un texto inspirado por dos sucesos. Uno fue el del atentado de la calle Atocha del que ya hemos hablado; el otro fue el asesinato por la espalda a manos de la guardia civil del estudiante Francisco Javier Verdejo. ¿Crimen? Intentar pintar en una pared la frase «Pan y Trabajo». Es un poema en el que De Loxa contrapone también el mundo de la violencia y la irracionalidad con la del diálogo, las razones y la libertad.

«Allí se dan la paz con las manos manchadas»: de nuevo un verso muy expresivo que se explica por sí solo, alusivo al fervor religioso de unas personas que mandaban y mandaban matar, o mataban directamente. Una frase que un joven seminarista le recita a Guillermo Niño mientras asiste a misa con Marisa.

Están cambiando los tiempos (letra y música de Luis Pastor)

También del disco Nacimos para ser libres, fue una canción que, a pesar de lo que indicaba su título (al menos en apariencia), no estuvo libre de polémicas y boicots, como, por ejemplo, un aluvión de protestas de ciertas gentes a la dirección de TVE por su interpretación en el especial «Yo canto», acompañadas de amenazas serias contra el artista. Sobre todo por el verso que escogí para este capítulo: «No saldrá del agujero», aunque irónicamente se acabó pidiendo que saliera para meterle en otro agujero más familiar.

Galería de perpetuas (letra y música de Pedro Cobos y José Nieto; intérprete: Marisol)

En el proceso de Pepa Flores con romper de alguna forma con su pasado, encarnado en la dulce niña prodigio de nombre Marisol, surgieron discos y canciones interesantes, muy alejadas de aquellas que cantaba en su niñez en aquellas películas ñoñas. Pepa/ Marisol demostraba no solo haber conservado, y hasta perfeccionado, sus dotes interpretativas, sino que podía ser una artista comprometida y para un público adulto. Galería de perpetuas (canciones para mujeres), del año 79, es uno de esos discos, y la canción que daba nombre al disco toda una declaración de intenciones.

Es parte de una historia: Dolores Vázquez, cantante folklórica conocida como La Petenera, cumple cadena perpetua en la prisión de Alcalá de Henares por un asesinato; sin embargo, como confiesa en su carta a su amante, en su opinión cumple esa sentencia por el contenido machista de algunas de las canciones que cantaba, justificando el maltrato y echando sobre la mujer la culpa.

«Su dignidad y su vergüenza» fue el verso escogido para el capítulo en el que una tal señora Lluch relata las torturas a las que fue sometida por el inspector Guillermo Niño (inspiradas por las que relata Lidia Falcón), declarando que, a su parecer, el policía mostraba un desprecio especial hacia las mujeres.

Jo vinc d’un silenci (letra y música de Raimon)

El valenciano Ramón Peleguero Sanchís, bautizado artísticamente como Raimon (con acento en la «o»), se representa a menudo como el cantautor arquetípico en España, pues, junto a Paco Ibáñez, influyó en los cantautores de todos los rincones de España y en todo idioma de manera definitiva.

En su disco Lliurament del cant (1976), aunque con la presentación previa en recitales, incluía esta canción, que es una de las más celebradas, solicitadas y aplaudidas: un himno para la clase obrera, reivindicando la sencillez y desvelando las mentiras que se esconden tras los grandes discursos y los grandes nombres históricos, porque, como él y yo sabemos, es la clase obrera, a la que él y yo pertenecemos aunque nos desclasen, la que hace la historia. ¡Y punto!

«Quien pierde los orígenes pierde identidad» (Qui perd els origens perd identitat) fue el verso elegido para el capítulo en el que narro la infancia y la juventud de Guillermo Niño en su pobre y pequeño pueblo de Extremadura, siendo hijo de un duro y severo labrador que esconde un secreto oscuro y sangriento… Y el sentido es ese: que siendo de clase humilde eligió, al hacerse policía, pasarse al bando de los que oprimen, ejeciendo la labor ejecutiva de esa represión.

Knockin’ on Heaven’s Doors (letra y música de Bob Dylan)

Rompiendo la hegemonía, para este capítulo escogí a un cantautor, pero estadounidense. Y había una razón.

Esta canción, todo un himno pacifista, pertenece a la banda sonora de la película Pat Garret & Billy The Kid, de Sam Peckinpah (1973), aunque ese Billy el Niño romantizado, interpretado por Kris Kristofferson, dista mucho de parecerse a Guillermo Niño (Billy Kid) o a aquel policía al que se apodó así.

«Demasiado oscuro para ver» (Too dark to see) es un verso alusivo al dolor que causa ser el responsable de tanta muerte.

La meva estrella (letra y música de Francesc Pi de la Serra)

De nuevo el genial cantautor catalán. Es una canción incluida en su disco No és possible el que visc (1974), en donde narra un suceso preciso: la represión de una manifestación y cómo, al tratar de ayudar a un viejo en la huida, descubre que es un infiltrado que trata de detenerle.

En ese momento es cuando dice «Todo se ha vuelto de color gris» (Tot s’ha tornat de color gris), refiriéndose al color del uniforme de la policía armada y a su ingente número. Aunque el capítulo que lo nombra no trata exactamente de eso, sino que es en un sentido más literal: todo se vuelve oscuro para el exinspector Guillermo Niño cuando la querella toma finalmente la forma de juicio.

Las cárceles, de Miguel Hernández (musicalizado e interpretado por Elisa Serna)

Otro poema de Miguel Hernández, esta vez de su poemario de la guerra El hombre acecha, en el cual los estudiosos ven un cambio de enfoque: más preocupación por la humanidad que por el conflicto bélico y el hecho revolucionario en sí.

Es un poema en el que Hernández habla de la represión que se producía en la zona dominada por los fascistas, y una reflexión: que se puede tener a una persona encerrada, pero solo su cuerpo: su alma es libre e inquebrantable.

«No le atarás el alma» De entre otras versiones, escogí el fragmento del poema que canta Elisa Serna, la gran cantautora y gran represaliada por el régimen, en su disco Este tiempo ha de acabar (1974), que era una reedición depurada de su disco publicado en Francia el año anterior Quejido. Elisa comenzó su andadura, influida por Paco Ibáñez, musicalizando poemas, especialmente los de Miguel Hernández. Yo elegí este fragmento para un capítulo en el que se describen algunas de las torturas que Guillermo Niño propiciaba a sus víctimas, porque, en cierto momento oscuro, esta canción me dio fuerzas. Creo que a Elisa le hubiera gustado el libro: espero que en el Cielo tengan servicio de biblioteca.

Los dos gallos (letra y música de Chicho Sánchez Ferlosio)

Chicho, hijo de Rafael Sánchez Mazas y hermano de Rafael Sánchez Ferlosio, dentro de la canción de autor, era una persona tan discreta como fundamental, eligiendo la mayor parte de las veces pasar al segundo plano y componer para otros. Sin embargo, tiene el mérito de ser uno de los grandes precursores. A principios de los 60 «grababa para dos jóvenes suecos, Sköld Peter Matthis y Svengöran Dahl, un número de canciones que saldrán en EP bajo el título
genérico de Spanska Motståndssånger (Canciones de la resistencia española), que fueron editadas en 1963 en Suecia (se reeditarán en LP en el año 1974), con portada e ilustraciones de José Ortega, y bajo anonimato del autor e
intérprete (“Se silencia el nombre por razones de seguridad”, rezaba en sueco la contraportada del disco). Era un encargo de la revista Clarté para un número especial, que se enmarcaría además en una exposición de 1965 en Estocolmo llamada Spannien Annorlunda (España diferente), con obras de pintores suecos y del grupo Estampa Popular» [de mi tesis La creación de una cultura de la resistencia a través de la canción social]. Una de esas canciones era esta: una alegoría sobre la guerra civil en la que enfrentaba a un gallo negro contra otro rojo.

«Otro gallo cantaría» es una alusión a que la historia hubiera sido muy diferente. Por eso utilicé este verso para narrar la micronovela que supone este capítulo, en donde cuento la historia del abogado, primero defensor de los oprimidos y luego acusador del opresor, Alberto Flores Leal, sus encontronazos con Guillermo Niño y su inicio de la demanda que, finalmente, llevará a cabo su hija Cristina. Además, ilustra una frase que describe aquellos encontronazos y luchas de poder como una pelea de gallos. Es todo un homenaje a los abogados laboralistas de los 60 y 70 que se jugaron la piel por los trabajadores y los opositores, por desgracia, en alguna ocasión, literalmente.

Los rockeros van al infierno (letra y música de José Luis Campuzano y Carolina Cortés; intérpretes: Barón Rojo)

Pudiera parecer que, con la elección del himno de los heavies españoles, incluido en el disco Volumen brutal (1981), vuelvo a alejarme de los cantautores de España, pero no es del todo cierto. Los fundadores de Barón Rojo, los hermanos Armando y Carlos de Castro, venían de Coz, otro grupo de rock duro, pero que, además, guardaba buenas relaciones con los cantautores y había apoyo mutuo. Los De Castro abandonaron Coz porque, según versiones, la discográfica prefería las canciones de los otros miembros a las suyas, o bien por la deriva comercial que el grupo estaba tomando, y fundaron el Barón Rojo: el gran grupo de hard-rock de España, sin desmerecer al resto.

«Esa falsa humanidad de los que se dicen buenos»: la elección de esta línea fue algo casual. Tenía puesta la canción y de repente la escuché, y me dije que podría ser uno de los títulos. De hecho, es el título de uno de los capítulos más escabrosos de la novela, en donde relato las inquietudes e inclinaciones y perversiones sexuales de Guillermo Niño, además de su homofobia repugnantemente patente.

Parábola sobre el billar, de Carlos Álvarez (musicalización e interpretación de Luis Pastor)

Este poema es una alegoría sobre la palizas en las detenciones: una bola roja de sangre, tres hombres condenados a chocar… Podían ser dos policías, o, en caso de querer más contundencia, matones contratados. Sergio Rodríguez Tejada, en su Zonas de libertad (libro que me sirvió para documentarme), contaba el testimonio de detenidos que apuntaban a que la policía de Valencia solía recurrir a los servicios de un brutal albañil, apodado Pepe el Boxeador, para llevar a cabo estas labores.

«No puede haber otro juego tan cruel como el billar» es el título del capítulo en el que un poeta y artista narra cómo fue sometido al método de tortura conocido como «la rueda»: un corro de policías o matones (para el caso es lo mismo) se pasan de mano en mano al detenido propinándole golpes.

Pueblo blanco (letra y música de Joan Manuel Serrat)

Se incluye en su álbum Mediterráneo (1971) esta estremecedora canción sobre un pueblo, uno de tantos, que ya agonizaba y donde la tierra parecía amarrar a sus habitantes. Según el cantautor bilingüe, hijo de madre aragonesa, la canción le fue sugerida al contemplar las ruinas de Belchite, el pueblo que quedó destruido durante la guerra y reconstruido en otro lugar.

«Fuerte p’a ser su señor y tierno para el amor»: para el capítulo en el que a Marisa se le empieza a caer la venda de los ojos respecto a su marido, en el que comienza a reflexionar sobre el papel que ambos han tenido en el matrimonio y en lo que ella era para él, solo me interesaba esta línea de «una canción que le gustaba (el cantante, no tanto)».

Què volen aquesta gent (letra de Lluís Serrahima, música de Maria del Bonet; interpretación de Maria del Mar Bonet)

Un estándar ejemplar de canción protesta en España por la trovadora mallorquina. La canción cuenta, de forma épica, a la manera de los juglares medievales, un suceso: el suicidio de un joven estudiante antes de ser detenido por unos hombres. Naturalmente, tanto letrista como intérprete no cometerían el error de decir quiénes eran esos hombres y que el término suicidio era solo un eufemismo. Pero el público era muy inteligente y adivinaba lo que la canción callaba tanto como lo que dejaba entrever el redactor del periódico al tratar este tipo de noticias. Erróneamente suele atribuirse su inspiración al asesinato de Enrique Ruano, que fue posterior a la grabación de la canción; en realidad habla de otro estudiante, también madrileño, que murió en circunstancias similares: Rafael Guijarro Moreno. Sin embargo, la canción sirve a ambos indistintamente. Realizó una adaptación al castellano muy fiel Elisa Serna.

«La ley una hora señala» (la llei una hora assenyala) y «Murió de una llamada al romper el alba» (traducción libre de n’és mort d’un truc a trenc d’alba): dos frases de la canción para dos capítulos que giran en torno al mismo tema. En Billy («algo es algo») me inventé un personaje ficticio, un joven llamado Gabriel Aceituno Arrendajo, que tuvo una suerte parecida a la de Guijarro y Ruano. El recuerdo de su asesinato es, en gran parte, el leit motiv de la novela.

«Alguna trovadora escribiría un romance describiendo un hecho similar: podrían prohibírselo, pero el romance correría de boca en boca» (Billy («algo es algo»)).

Refranívocos, de Mario Benedetti

El genial poeta uruguayo elaboró un poema en el que truncaba la segunda parte de refranes y dichos populares, cambiándoles el sentido, o inventándose algunos. Inolvidable la mezcla de su recitado junto a «El diablo en el paraíso» de Violeta Parra, interpretada por Daniel Viglietti.

«… pero algo es algo»: No, no es espoiler, si conoces el poema en sí. Ese «algo es algo», que además tomé como subtítulo, viene a significar que, a pesar de las injusticias, de alguna manera la literatura, el arte en general, viene a brindar un cierto consuelo, por pequeño que sea. Como ya sostuvo Gramsci, a través de la literatura el humilde puede soñar con la venganza sobre el poderoso.

Smells like teen spirits (letra y música: Kurt Cobain, Dave Grohl, Krist Novoselic; intérpretes: Nirvana)

El himno de los grunges se publicó en el disco Nevermind (1991), y, alcanzó tal éxito, que el grupo llegó hasta a cogerle manía. No se les puede quitar la razón, cuando un sonido tan sucio como encantador, el santo y seña de los desarrapados despreciados por la sociedad biempensante, entró por la puerta de los éxitos discográficos hacia la aceptación social.

«Ya estamos aquí, diviértenos» (Here we are now, entertain us): aquí sí me alejé del todo de la hegemonía de títulos de canciones de cantautores españoles. La razón es más personal y su elección no fue fácil del todo. En este capítulo, a través de nuestros alter-egos, intervenimos mi pareja, Cristina Bermejo Rey, que también es escritora (buscad su Trece relatos de amor maldito), y yo, encarnados en unos periodistas autónomos especializados en asesinos en serie, a los que Guillermo Niño requiere para ser asesorado acerca de El Carcelero. Y la canción, sin más, sonaba durante nuestro primer beso en Bar Garaje (Travesía del Pilar 2, Getafe, Madrid).

Anti-social (letra y música de Bernie Bonvoisin y Norbert Krief; intérpretes: Los Suaves)

Esta versión del grupo gallego de la canción de la banda francesa Trust? (con el precedente de Anthrax) no pertenece a los títulos de los capítulos, porque no me percaté de su letra hasta después. Cuando la escuché, pensé que podría haber estado genial, pero ya era tarde, así que siempre procuro incluirla en las publicaciones a modo de epílogo.


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Si volar era para los pájaros, al menos, paseemos en el atardecer Hilario


HILARIOAyer fue el aniversario del fallecimiento del gran cantautor madrileño Hilario Camacho, un músico revolucionario que contribuyó, aunque muchos se nieguen a aceptarlo, a renovar seriamente la música popular española contemporánea. Poca cosa podemos decir sobre Hilario que no hayan dicho ya sus amigos y compañeros: un buen modo de acercarse a su música, vida y personalidad es en el blog de (así le considero) mi maestro Fernando: http://fernandolucini.blogspot.com/2011/08/hilario-camacho-i-si-se-nos-fue-un-dia.html (el primero de una serie de cuelgues); pero sí contribuir con dos cosas, que no son realmente mías. Por un lado, mi crítica hacia aquellos que, desde la izquierda o la derecha, no consideran a Hilario como un cantautor comprometido: lo fue, y mucho; este asunto cabrea bastante a mi amigo y maestro jedi Antonio, gran amigo suyo, que siempre ha defendido el antifranquismo de su compañero y su compromiso con la vida reflejado a través de sus Hilario Camacho - Ensayo 2 front.jpgcanciones. Es cierto que Hilario acabó alejándose de la canción protesta al uso, de cuyo paso por ella sólo queda el EP Ensayo 2, en el que musicalizaba dos poemas de Nicolás Guillén, y se pasa a una canción de autor nueva, con influencias  de Bob Dylan y del rock progresivo estadounidense y británico que se había viniendo produciendo. Pero sigue musicalizando a algunos de los grandes (e ilegales) poetas españoles (Blas de Otero, Antonio Machado, José Batlló,…), y sus letras, que no hablan tanto de política, se casan con lo cotidiano y reivindican la vida y el amor como derechos humanos.

76La segunda cosa, con la que enlazamos con la canción, es esta anécdota que nos contó Antonio Gómez sobre la creación de “Volar es para los pájaros”, de su álbum De paso (1975), con letra del extremeño Pablo Guerrero. Los dos cantautores no se conocían hasta entonces, salvo de oídas, ya que ambos ya habían grabado, al menos un LP –si no me equivoco-, y quizás fuera Antonio el que los presentara. El caso es que Pablo se quedó impresionado por la estética hippie de un Hilario con el pelo larguísimo, y seguramente Hilario también quedó bastante impresionado; de esta manera, ambos deciden hacer algo juntos, una canción en la que Pablo escribiría la letra y a la que Hilario pondría la música. La canción resultante fue “Volar es para los pájaros”, pero Hilario, quien en último término era el que la iba a cantar, no sólo puso la música, sino que decidió añadir una línea más a la letra original de Guerrero, la de “miro al suelo… y caigo”… Este cambio no le gustó demasiado al utópico Pablo Guerrero, que pensaba que hace tiempo cortaron al hombre una antigua costumbre de volar (de “Dulce muchacha triste”), Hilario Camacho - De Pasoy quería dejarlo a modo de final abierto, para que el oyente decidiera si el protagonista conseguía volar o se daba el hostiazo padre; pero Hilario, que no es que no fuera utópico, prefería darle un final cerrado, el del topetazo contra la realidad irrebatible. Eran dos maneras de ver las cosas, y ante el cabreo de Pablo, Camacho diría algo así como “¿Y qué coño creías que pasaría? ¿Que se iba a echar a volar?”. Sin embargo, el nombre de Pablo Guerrero aparecería en los créditos, y a los dos músicos poetas les uniría una amistad de años.

Volar es para los pájaros

Hace tiempo era un niño
buen cazador de nubes
y es que al cielo subía por sumas de escaleras
trepando por la hierba de luz del arco iris
o por los hilos de sol de mis cometas.

Ahora quiero volar, y sé que antes del silencio,
antes del bien y del mal, del cruel y del tirano
pasaba por el mundo sobre ángeles y cosas
un hombre libre con alas en las manos.

Ahora vuelvo a volar. Tengo unas alas blancas
con que abrazar el aire, romper el horizonte,
llegar hasta ciudades lejanas como sueños
y enseñarles a todos que es posible la vida.

Suben a mi ventana gritos alucinados,
chirridos de sirena arañándome entero
y voces de "estás loco, volar es para pájaros".
Pero extiendo mis alas, miro hacia el cielo y salto,
miro hacia el suelo y caigo.

Pablo Guerrero – Hilario Camacho

http://www.cancioneros.com/nc/10594/0/volar-es-para-los-pajaros-hilario-camacho-pablo-guerrero

Y aún así, aunque Hilario prefirió el final realista, el del topetazo con la realidad, él deseaba que los hombres pudieran volar. No sé si –según las creencias de cada cual- Hilario ahora vuela o se pasea por las nubes al atardecer:

Fusilamiento


Mirad bien esta gran obra pictórica de Francisco de Goya y Lucientes. ¿Qué os sugiere?
Unos dirán, un capítulo histórico. Otros, borrachos todavía de los festejos de la revuelta madrileña contra el invasor francés, dirán la represión contra el pueblo de Madrid. Otros, acercándose más a lo que quiero decir, dirán simplemente un fusilamiento. Y es que así es: cuando veo este cuadro, no veo franceses y españoles, veo el atropello del poder; los franceses podían ser los fusilados y los soldados los españoles, o unos podían ser checos y otros griegos: da igual. Son personas las que mueren y personas las que matan. Los fusilado están presos, pero, seguramente, como dice este poema, "El fusilado", de Nicolás Guillén, los soldados estén tan presos como el hombre, quizás incluso más: quién lo podría saber. Traigo este poema hoy, día Universal de los Derechos Humanos porque hay ciertos países muy proclives a condenar la falta de derechos humanos en los países que se les oponen, bien vía oficial, bien mediante supuestas ONGs observadoras del cumplimiento de los derechos del hombre (mejor dicho, de algunos hombres) que, sin embargo, mantienen la práctica atroz y condenable de la pena de muerte.

Fusilamiento

Van a fusilar
a un hombre que tiene los brazos atados.
Hay cuatro soldados
para disparar.
Son cuatro soldados
callados,
que están amarrados,
lo mismo que el hombre amarrado que van
     a matar.

—¿Puedes escapar?
—¡No puedo correr!
—¡Ya van a tirar!
—¡Qué vamos a hacer!
—Quizá los rifles no estén cargados…
—¡Seis balas tienen de fiero plomo!
—¡Quizá no tiren esos soldados!
—¡Eres un tonto de tomo y lomo!

Tiraron.
(¿Cómo fue que pudieron tirar?)
Mataron.
(¿Cómo fue que pudieron matar?)
Eran cuatro soldados
callados,
y les hizo una seña, bajando su sable,
un señor oficial;
eran cuatro soldados
atados,
lo mismo que el hombre que fueron
     los cuatro a matar.

Nicolás Guillén, 1937

En 1968, un joven llamado Hilario Camacho, que comenzó a cantar con un grupo de amigos en el proyecto Canción del Pueblo, grababa su primer sencillo. En él había dos canciones, dos musicalizaciones de poemas de Nicolás Guillén, entre ellas estaba este "El fusilamiento". Dado que es su primer trabajo, pudiera parecer un buen trabajo, pero algo rudimentario, sobre todo comparado con todo lo que haría después, explorando mucho más las posibilidades musicales, imbuido en una filosofía hippy a la hispana, alejado ya de la intención de hacer "canción política o protesta":

40 Aniversario de la fundación de Canción del Pueblo


Dedicado con todo mi cariño, respeto y admiración
a Antonio Gómez, Adolfo Celdrán,
Elisa Serna e Hilario Camacho

El 22 de Noviembre de 1967, a las 7 horas, en el Instituto "Ramiro de Maeztu", tuvo lugar el acontecimiento que cambiaría la concepción sobre la canción de autor en castellano en España: el recital que sirvió de bautismo al colectivo de cantautores residentes en Madrid, Canción del Pueblo.

Canción del Pueblo fue un colectivo que, aunque de muy corta duración (se rompería al año siguiente, dando lugar a la asociación La Trágala, en donde estuvieron algunos de los antiguos miembros, pero no todos), tuvo una trascendencia importante y sirvió de semillero para algunos de los más grandes cantautores en castellano de España, aunque no fueran los primeros -o por lo menos, no reconocidos- cantautores en lengua castellana. Entre sus miembros se contaban gente como Luis Leal, Carmina Álvarez, Paco Niño, José Manuel Brabo "Cachas", Ignacio Fernández Toca, Adolfo Celdrán, Elisa Serna, Hilario Camacho, y otros, todos ellos dirigidos bajo el periodista y crítico musical -además de letrista- Antonio Gómez, al que se le puede considerar con total justicia como el ideólogo, dicho con la mejor de las intenciones y de los sentidos, del colectivo.

(Antonio Gómez)

Muchos autores tienden a distinguir entre Nueva Canción Castellana y Canción del Pueblo como dos fenómenos distintos, e incluso contrapuestos (pero no contrarios o incompatibles) ideológicamente. El término Nueva Canción Castellana,  o en castellano, hace referencia a la proliferación de cantautores en lengua castellana, en Castilla y más concrentamente en Madrid, que se produjo a mediados de los 60 de forma análoga, y en ocasiones influenciada, al fenómeno de la Nova Cançó Catalana. Hay quien ha llegado a decir que era una definición falsa, hasta cierto punto publicitaria, para rivalizar con el fenómeno catalán; pienso que no es cierto, ya que es un fenómeno que surge casi exactamente al mismo tiempo que la Nova Canción Galega o la Euskal Kanta Berria (amén de otros, simultáneos, como Manifiesto Canción del Sur, o anteriores, como el Nuevo Flamenco): esta forma de verlo responde exactamente a la problemática del lenguaje, que indicaré más abajo. Ciertamente, hay canción de autor en castellano antes de 1963: Paco Ibáñez y Chicho Sánchez Ferlosio, pero el problema es que apenas podía llegar nada, ya que ambos estaban prohibidos, total o parcialmente, especialmente las canciones que Chicho aglutina en torno a la idea de Canciones de la nueva resistencia española, las cuales consigue casi hacer pasar por canciones republicanas de la guerra civil. Por esa razón, fue más determinante la influencia catalana, por estar permitida aunque fuera hasta cierto punto. Dentro de la Nueva Canción Castellana encontramos gente tan diversa como Patxi Andión, Luis Eduardo Aute, algunas épocas de Massiel, los conjuntos Madres del Cordero y Desde Santurce a Bilbao Blues Band; se suele excluir a los músicos, cantautores y grupos de folk y de música de raíz, por muy castellanos que fueran, porque este fenómeno solía manifestarse en un estilo pop, más comercial por tanto. Y de ahí viene la diferenciación entre ambos.
Glez. Lucini cita el libro La nueva canción castellana, haciéndole una crítica que, sin haber leído el libro, considero veraz: el autor -perdonadme, pero no lo recuerdo- marca la diferencia entre Nueva Canción Castellana y Canción del Pueblo en el grado de compromiso: a aquellos que integraban la nueva canción se les tenía por artífices de un estilo musical más comercial, y unas letras de protesta suave, lejos de las duras letras que Elisa o Adolfo cantaban; pongo por ejemplo dos grandes éxitos de Aute: "Rosas en el mar" y "Aleluya", ambas interpretadas también por Massiel. No obstante, aunque esto es muy criticable, no quiero entrar en el tema, simplemente declarar que, desde mi punto de vista e ignorando trucos publicitarios, sí existió una Nueva Canción Castellana, que, al igual que la Nova Cançó, abarcó a los cantautores de toda tendencia: desde los más pop hasta los más folklóricos, pasando por los grupos de música folk y tradicional, al igual que grupos de rock progresivo, y, por supuesto, al colectivo Canción del Pueblo, al que volvemos ahora mismo.

Así pues, influidos por la experiencia de Setze Jutges, el grupo nace con unas ideas muy claras, muchas de ellas inspiradas por Antonio Gómez, y análogas a otras corrientes regionales: reivindicación de la poesía entera, pero especialmente de aquellos poetas prohibidos, para además difundirlos a la mayor parte posible de la población; hacer renacer el espíritu de una canción popular, aunque alejada de folklorismos (excepto en casos como Elisa Serna y en algunos temas de Celdrán), esto es, para todo el mundo, y hacer una protesta clara, a la par que efectiva en lo que se pudiera, contra la situación de aquellos días (es decir, contra el régimen). Todo esto sustentado no sólo por ideas políticas, sino también estéticas y poéticas que enraizaban directamente en Miguel Hernández, Antonio Machado y León Felipe. En música, hablando inicialmente, prima la influencia latinoamericana, aquello que podía llegar: como muchos otros, la mayoría de sus miembros quedaron deslumbrados ante la ternura y la rabia de Atahualpa Yupanqui y Violeta Parra, sin desdeñar a los cantautores franceses, norteamericanos y portugueses. El grupo, pues, tiene una vida breve, pero intensa: recitales conjuntos con todo lo que ello conllevaba respecto a prohibiciones, censuras… Comienzan a codearse, consiguiendo con ello una experiencia enriquecedora, con otros cantautores de otros sitios, especialmente con Benedicto, miembro fundador del colectivo gallego Voces Ceibes, con quienes compartirán escenario.
 En 1968 el colectivo se rompe. A partir de ahí cada uno encontrará su lugar en la música más o menos definido, aunque a todos subyazca las mismas ideas y pasiones respecto a la poesía, la música y la política. Muchos de ellos no continuarán, como Carmina Álvarez, que regala su musicación sobre el poema "¡Qué pena!" de León Felipe a Celdrán, que lo incluye en Silencio, o Ignacio Fernández Toca, quien había importado desde Cataluña y adaptado al castellano el "No nos moverán" tan célebre. De los que siguieron, los caminos fueron diversos:

Adolfo continúa hasta nuestros días haciendo geniales LPs, alternando letras propias y de poetas como Miguel Hernández, León Felipe o Jesús López Pacheco con una música excelente que olía a latinoamericano, a francés y a portgués; LPs tan importantes, no sólo para la canción de autor española en castellano, sino en general, como el soberbio Silencio, en donde se incluyen el estremecedor "Una canción", escrita y compuesta por el poeta Jesús López Pacheco para incluirla en el Cantos de la Nueva Resistencia Española de Sergio Liberovici y Michele Straniero, y "A la voz de un pueblo", toda una declaración de principios a la vez que un homenaje a cantautores como Raimon, Llach y Pi de la Serra, y cineastas como Berlanga y Bardem. También destacar Al borde del principio, un personal a la par que universal homenaje al poeta Miguel Hernández, una de sus inspiraciones más claras. También nos descubre a través de versiones a cantores de Portugal como Luis Cilia. Todo ello abrigado por el sentimiento político anti-franquista, pero también por la idea poética de que la poesía y el canto han de ser para todos.
"Cachas" se descubre en el rock progresivo: graba junto a los tres monstruos de la psicodelia catalana, Pau Riba, Albert Batiste y Jaume Sisa, un pequeño EP, Miniaturas: es de los primeros cantautores en prescindir de la letra; también formaría con Sisa el grupo experimental Música Dispersa; como buen dylaniano, Cachas cantaba al estilo folk norteamericano, con guitarra y armónica, pero ¡cantaba así poemas del Arcipreste de Hita!

Divergentes fueron también, en cierto sentido, los caminos de Elisa e Hilario. Elisa Serna se vuelca en el folklore castellano, muchas veces con la sabia y oportuna colaboración y producción del maestro segoviano Agapito Marazuela: sus temas traen aires de jotas comuneras y seguidillas castellanas; en otras ocasiones descubrimos a Elisa como la primera en hacer fusión musical al mezclar en una misma canción tendencias flamencas, magrebíes y castellanas. Su airado y poco disimulado anti-franquismo logra que sea detenida y encarcelada hasta en 4 ocasiones por hacer caso omiso de las prohibiciones del gobierno civil (o no). Esto la lleva a exiliarse a Francia, en donde conoce a Imanol, y llega a grabar con él un par de álbumes, siendo así parte de ese curioso tándem de cantautor semi-folklorico que formaron Imanol, Pablo Guerrero, Luis Pastor y Labordeta.

Hilario Camacho, por su parte, comienza haciendo un tipo de canción políticamente comprometida: su primer EP Ensayo nº 1 estaba compuesto por musicaciones sobre dos temas de Nicolás Guillén: "El fusilado" y "El son del deshaucio". Aunque buenos temas, Hilario no se encuentra del todo en este estilo, y comienza a hacer otro tipo de canción, menos política pero no por ello menos comprometida: comienza a hablar de temas más cotidianos, del agobio y de la injusticia cotidiana, al tiempo que explora música más contemporánea, siendo, junto a Pau Riba y a Pi de la Serra, uno de los grandes renovadores de la música española contemporánea. No descuida, sin embargo, la difusión poética, y pone música a poemas de Blas de Otero ("Igual que vosotros"), a Antonio Machado ("El agua en sus cabellos), Miguel Hernández (Tristes guerras) y, el único, a Allen Ginsberg ("El peso del mundo"), ya envuelto en el hippismo a la hispana que estaba tan presente en muchas formas culturales de finales de los 70.

Pero, ¿por qué Canción del Pueblo aparece siempre en un plano más secundario que sus coetáneos y correligionarios regionales?
El colectivo fue importante en muchos sentidos. Principalmente dos: el primero, obviamente, aunque compartido con Paco Ibáñez, Alberto Cortez y Joan Manuel Serrat (por citar sólo a los más conocidos), haber recuperado y difundido cierta poesía que, si no prohibida o censurada, si estaba soterrada, y, de esta manera, según su ideario, hacerla llegar a todos los rincones de España.
El segundo motivo sea quizás más subterráneo para nuestros días, y es que Canción del Pueblo, en gran medida, devolvió la dignidad de cantar en castellano. Es cierto que todas las canciones de éxito, también hoy en día, comerciales, están en castellano (excepto en una época curiosa en la que se puso de moda cantar en gallego); pero la cosa cambia si hablamos ya de canción testimonial. Los catalanes, los gallegos y los vascos tenían el añadido de su lengua, dotando a sus canciones del halo de ser parte de unos pueblos que sufrían; pero Canción del pueblo (y, por extensión, la Nueva Canción Castellana) sólo tenía como arma a la lengua oficial, lo cual hacía muy difíciles diferenciarles de cualquier cantante comercial. Por eso, la canción latinoamericana resultó alentadora, demostrando que se podía cantar lo mismo que se estaba cantando en catalán, vasco o gallego.
También el problema de la tierra resultó ser un escollo inicial, aunque anecdótico, ya que viniendo de Madrid, alguien podía objetar, con razón solo muy parcialmente, que no tenían tanto motivo para protestar como los andaluces, que también lo hacían en castellano. Pero eso es una ficción, ya que la población madrileña sufrió casi las mismas cosas (excepto en lo referente a la lengua, por supuesto). Y, de alguna manera, así, Canción del Pueblo demostró que se podía hacer una canción testimonio en Madrid, en castellano, con la misma dignidad que la que se hacía en cualquier otra parte.

Una reflexión para acabar. Estas dos últimas notas acerca de la importancia del colectivo madrileño es la que reside en la base del olvido, tanto a nivel institucional como artístico, a la que es sometido. Es cierto que Galicia, Euskal-Herria y los Països Catalans, así como otras regiones, suelen tener una amnesia parecida (imperdonable, a la vez que indesligable de la política, en los casos de Valencia y Baleares), pero de vez en cuando, cae algún reconocimiento, algún título, algún Honoris Causa (Serrat en Madrid, por ejemplo)… Pero los miembros de Canción del Pueblo están prácticamente ignorados. Yo hablo con gente de otras regiones, y gente muy joven, que se acuerdan con orgullo de Llach o de La Bullonera; pero en Madrid se carece totalmente de esta conciencia, precisamente porque no hay esa publicidad ni, lo que está a la base, esa conciencia de lengua y de tierra. Es posible que si no hubieran sido madrileños, a Canción del Pueblo tal vez se les tuviera mejor considerados. No es cuestión de colgar medallas, dar títulos o cosas así, sino de un meritorio reconocimiento a quienes lucharon en Madrid con poesía y música por un mundo más justo, por una sociedad más libre, a la cual intentan sepultar cada día más igual que a las canciones de Canción del Pueblo.

Ya hace un año que se fue


Dedicado a la peña del Foro de Hilario Camacho,
de los cuales algunos fueron sus amigos,
otros sus parientes
y otros sus admiradores,
pero todos
aman a Hilario Camacho

Hace un año exactamente que, mientras estaba comiendo, me enteraba de la trágica muerte del cantautor Hilario Camacho en una breve nota de prensa de "Aquí hay tomate" (!). Me quedé de piedra, pero más de piedra me quedé cuando al intentar ampliar la noticia por los medios televisivos serios descubrí que ninguna se había hecho eco. Fue un verano extrañísimo en el que las noticias sobre la Pantoja saltaban a los medios televisivos serios y la noticia de la muerte de uno de los mejores cantautores en lengua castellana quedaba relegada a una breve nota de prensa en uno de los más denostados programas del corazón.

Hilario Camacho fue uno de los miembros fundadores del colectivo de canción de autor en castellano en Madrid Canción del Pueblo, junto a Adolfo Celdrán, Elisa Serna, Carmina Álvarez, "Cachas", Luis Leal, etc., bajo la dirección musical e ideológica de Antonio Gómez, un hombre que, aunque no fue un cantautor, es imprescindible en la historia de este género debido a su labor de músico, productor y letrista. Muchos de ellos no pasaron de un primer EP o un par de actuaciones más, además del recital institucional que el grupo dio en 1967 en el célebre instituto "Ramiro de Maeztu"; de ellos, tuvieron un eco importantísimo, tanto social como literario y musical, Elisa Serna, Adolfo Celdrán y, por supuesto, Hilario Camacho.
El primer EP de Hilario, Ensayo nº 2 estaba en la línea, bastante nueva por cierto, de la canción protesta convencional: contenía dos poemas del poeta cubano Nicolás Guillén, "El fusilamiento" y el "Son del deshaucio". No obstante, Hilario abandonaría esta línea para abrazar una algo distinta, pero no opuesta. Al igual que Pau Riba en Cataluña, Hilario introduce en Madrid la modernidad musical contemporánea: el blues, el soul, el rock y el folk-rock pero con aires mesteños. Se autodefine como beatnick (un proto-hippie que en los años 50 habitaban en los áticos de las grandes ciudades o pululaban por las inmensas carreteras de norteamérica), ha empezado a leer a los poetas beats y a escuchar a Bob Dylan. Sus textos no son los de la canción protesta clásica: Hilario habla de lo cotidiano, de la soledad de las grandes ciudades, de la juventud, pero siempre quedan huecos vivos para los textos inmortales de Antonio Machado y Blas de Otero entre otros, que llegan casi a convivir con textos más contemporáneos y vanguardistas: Hilario llega a cantar al gran poeta beat norteamericano Allen Ginsberg: "El peso del mundo".
Se podría pensar que con esta actitud hippie, Hilario pretendía escapar de cualquier definición política. Pudiera ser, pero no desde una perspectiva snob burguesa, sino como una necesidad de no atarse y de crear libremente. Tampoco se debe pensar que la falta de "consignas" políticas en sus canciones (que no de intencionalidad, a veces) le salvara de la censura y de las multas. Nada más lejos, porque la música de Hilario, con su carga de denuncia cotidiana, podía ser tan peligrosa y subversiva como la de Raimon o la de Adolfo Celdrán. Precisamente, porque, como dijo Celdrán: "intentar ser feliz entonces, era oponerse al sistema".
Hilario explotó también su vena satírica, especialmente gracias a la colaboración que prestó al grupo/ s Las Madres del Cordero y Desde Santurce a Bilbao Blues Band, dos grupos (que en realidad se puede decir que era uno solo) que practicaban una peculiar especie de canción protesta, que explotaba más la vena satírica que la canción política seria, sin que por ello dejaran de ser "peligrosos". Hilario colabora con Moncho Alpuente escribiendo algunas canciones, llegando a participar en aquel fantástico "Castañuela 70" del grupo de teatro alternativo Tábano y dirigiendo musicalmente el proyecto de Desde a Santurce a Bilbao Blues Band en el LP de la banda Vidas ejemplares. Cedió también amigablemente letras y canciones a sus compañeros: Elisa Serna, Celdrán, Joaquín Sabina y otros, contaban entre su repertorio con alguna canción escrita o co-escrita de Hilario, llegándose a producir el curioso fenómeno de las canciones gemelas o de custodia compartida: como "Taxi", co-escrita con Sabina.
Desde 1967 y antes hasta el final de sus días, Hilario explotó casi todas las músicas: desde el folk hasta la salsa, pasando por el rock ácido y el folk-rock; explotó todo tipo de letras: los poemas de Machado y de Blas de Otero, en curiosa -mas no extraña- convivenvia con Allen Ginsberg; las letras que denunciaban la situación de la clase obrera, las que hablaban de una situación cotidiana desde una perspectiva tan objetiva que se transformaban en auténticas denuncias políticas, junto a las de amores imposibles, posibles, necesarios e innecesarios, e incluso algún canto a la masturbación sanamente comprendida y jubilosamente celebrada. Pero los días en los que Madrid amanecía dejaron paso al perpetuo día del crepúsculo.

La indiferencia que la muerte de Hilario produjo en los medios serios, salvo en algunos periódicos y programas de radio, cabrea a cualquiera. Pero más que la indiferencia de la prensa, tenemos que buscar a los culpables en las más altas instituciones: no ha habido ningún reconocimiento oficial por parte de la Comunidad de Madrid, dominada desde hace tiempo por una banda de hienas inmobiliarias que manejan las instituciones políticas. Hoy, que incluso el más reaccionario del gobierno regional, dice y presume haber vivido la Movida madrileña, que se ha convertido a día de hoy en un episodio en el que, al igual que las manifestaciones anti-franquistas o contra la guerra del Vietnam, todo el mundo dice haber participado, pretende ignorar que aquel ambiente de libertad que propició también una nueva libertad creadora (aunque a veces de calidad discutible en algunos casos) se debió a Hilario Camacho y a sus compañeros, que abrieron nuevas formas de sentir y de pensar, abiertas al mundo sin dogmas de fe ni de patriotismo. Muchos otros, dentro de la prensa y de las instituciones musicales, pretende ignorar su aportación, mientras se les llena la boca hablando de artistas de mucho, pero que mucho menor valor artístico.
Aunque también es verdad que hay que dar gracias que generalmente, en este país, no se dé ese gusto, hasta cierto punto repugnante, por la necrofilia o necrofagia artística que se da en el rock americano y británico con algunas de sus mejores figuras a las que se las prefiere recordar por su trágica y escabrosa muerte antes que por su obra. Dicho fenómeno produjo, por ejemplo, que niñas de quince años, al forrar sus carpetas escolares, hicieran ser vecinos a Jim Morrison y a los Back Street Boys, que desde su piso de abajo sufrían los repugnantes alaridos de las Spice Girls. Tal vez sea porque Hilario no murió a los 27, y sobre todo no murió de una sobredosis; aún así, es de agradecer que, generalmente, en nuestra música no se suela dar este fenómeno. Sin embargo, debiera haber sobre esto un término medio que no cayera en la excesiva y a menudo falsa mitificación del artista muerto (digo falsa porque la mayoría de la gente que porta las fotos de Jim Morrison por ser un "mártir" del rock no tienen un solo disco de los Doors; pero también porque la muerte a veces justifica artísticamente a quien carecía absolutamente de talento, como Sid Vicious) ni que caiga en la indiferencia absoluta. Es posible que la Generalitat de Catalunya sea hasta cierto punto desagradecida con sus artistas históricos a la hora de facilitarles espectáculos, pero sí los reconoce: a lo mejor si Hilario hubiera sido catalán ya hubiera tenido un reconocimiento oficial por parte de las instituciones catalanas.

Presento, aprovechando la ocasión, a uno de los últimos cantautores, Ignacio Lobo, forero hilarista.

Cantautores para la libertad


Título
Cantautores para la libertad
Intérprete
Varios

 

CD 1:

 

  1. Joan Manuel Serrat: Para la libertad (Miguel Hernández/ J. M. Serrat)
  2. Luis Eduardo Aute: Al alba (L. E. Aute)
  3. Víctor Manuel y Ana Belén: La muralla (Nicolás Guillén/ Quilapayún)
  4. Lluís Llach: L’estaca (Ll. Llach)
  5. Labordeta: Canto a la libertad (J. A. Labordeta)
  6. Violeta Parra: Gracias a la vida (V. Parra)
  7. Pablo Guerrero: A cántaros (P. Guerrero)
  8. Ana Belén (con Antonio Flores): Sólo le pido a Dios (León Gieco)
  9. Jarcha: Libertad sin ira (Rafael Baladés-Pablo Herrero-José Luis Armenteros)
  10. Cecilia: Un ramito de violetas (Eva Sobredo)
  11. Aguaviva: Poetas andaluces (Rafael Alberti/ Manolo Díaz)
  12. Quilapayún: El pueblo unido jamás será vencido (Quilapayún/ Sergio Ortega)
  13. Amancio Prada: Libre te quiero (Agustín García Calvo)
  14. Luis Pastor: Vamos juntos (Mario Benedetti/ Luis Pastor)
  15. Olga Manzano y Manuel Picón: Tu risa (Pablo Neruda/ M. Picón)
  16. Javier Ruibal: Tierra (J. Ruibal)
  17. Rosa León: Palabras para Julia (José Agustín Goytisolo/ Paco Ibáñez)
  18. Quico Pi de la Serra: Cançó mansa (Pi de la Serra)
  19. Bibiano: Negra sombra (Rosalía de Castro-Xan Montes Capón)
  20. Manuel Gerena: Canto a la unidad de verdad (M. Gerena)

CD 2:

  1. Joaquín Sabina: Una de romanos (J. Sabina-P. Varona-J. Mora-A. García de Diego-E. Cribazos)
  2. Víctor Manuel: Asturias (Pedro Garfias/ V. M. San José)
  3. Pablo Milanés: Yolanda (P. Milanés)
  4. Javier Krahe: Señor juez (Javier Krahe)
  5. Carlos Cano: Las murgas de Emilio el Moro (C. Cano)
  6. María del Mar Bonet: Què volen aquesta gent (Lluís Serrahima-Mª del mar Bonet)
  7. Mercedes Sosa: Alfonsina y el mar (Félix César Luna/ Ariel Ramírez)
  8. Benito Moreno: España huele a pueblo (B. Moreno)
  9. Vainica Doble: Déjame vivir con alegría (Carmen Santonja-Gloria van Aarsen)
  10. Hilario Camacho: Cuerpo de ola (F. Escalada-H. Camacho)
  11. Marina Rossell: Pirates i bandolers (Rosa Leveroni/ M. Rossell)
  12. Inti-Illimani: Venceremos (Claudio Iturra-Sergio Ortega)
  13. Joaquín Carbonell: Me gustaría darte el mar (J. Carbonell)
  14. Rafael Amor: No me llames extranjero (R. Amor)
  15. Imanol: Zure tristura (Xabier Lete-Imanol)
  16. Nuevo Mester de Juglaría: Batalla de Villalar (Luis López Álvarez/ popular)
  17. Marisol: Galería de perpetuas (Pedro Cobos-José Nietos)
  18. Antonio Mata: Cuarenta lobos negros (A. Mata)
  19. Antonio Resines: Hanoi, capital de gloria (Ho Chi Minh/ A. Resines; ad. A. Resines)
  20. Luis Emilio Batallán: Agardaréi (Celso Emilio Ferreiro/ L. E. Batallán)

CD 3:

  1. Víctor Jara: Te recuerdo, Amanda (V. Jara)
  2. Chicho Sánchez Ferlosio: Gallo rojo, gallo negro (C. Sánchez Ferlosio)
  3. Víctor y Diego: A volar (Víctor y Diego)
  4. Nuestro Pequeño Mundo: Los campanilleros (F. Jiménez Montesinos/ popular)
  5. Lole y Manuel: Nuevo día (M. Molina)
  6. Almas Humildes: Cuervos (Antonio Resines)
  7. La Bullonera: Estamos hablando de la libertad (M. Anós/ Javier Maestre)
  8. Adolfo Celdrán: General (Bertolt Brecht/ A. Celdrán)
  9. Quintín Cabrera: Los reyes son los padres (Q. Cabrera)
  10. Joan Isaac: A Margalida (J. Isaac)
  11. Los Lobos: No me paguen porque cante (Nicolás Guillén/ Sergio Acshero)
  12. Elisa Serna: Se va a caer el porvenir (E. Serna)
  13. Ramón Muntaner: Escric el nom (Paul Eluard/ Pere Quart/ R. Muntaner)
  14. Patxi Andión: Rogelio (P. Andión)
  15. Juan Ignacio y Pat: El cóndor pasa (M. Clavero-Daniel A. Robles/ popular)
  16. Paco Muñoz: Què vos passa, valencians? (Toni Mestre/ Paco Muñoz)
  17. Nuberu: Aída Lafuente (M. Blanco Peñayos/ Chus Pedro)
  18. Manuel Toharia: Filisteos (Philistins) (J. Richepin/ Georges Brassens/ ad. M. Toharia)
  19. Ovidi Montllor: Homenatge a Teresa (O. Montllor-Mengual)
  20. Joaquín Díaz: En el frente de Gandesa (tradicional, ad. J. Díaz)
2004
Idea original de Paco Gamarra y Estudio José Puga

 


Comentarios.
Rompiendo mi tradición de comentar discos clásicos, cuanto más desconocidos y/ o históricos mejor, hoy expongo una de las más recientes recopilaciones de la canción de autor española y latinoamericana. Cantautores para la libertad es una recopilación que intenta reunir a los cantautores y canciones más importantes, influyentes o famosas de la canción de autor izquierdista española y los cantautores latinoamericanos que más influyeron en España. No obstante, y a pesar de lo bueno de la selección generalmente, es una idea que queda traicionada en el producto final al incluir temas de finales de los 80 o de los 90.
Abriendo el disco el tema de Serrat sobre un poema de Miguel Hernández que da nombre al disco, nos encontramos con tres volúmenes con 20 canciones cada una que contienen desde musicaciones de poemas como Goytisolo, Hernández o Guillén, hasta geniales composiciones propias, pasando por variaciones de temas tradicionales. Al ser un recopilatorio, como nos pasa a todos, nos sobran cosas o nos faltan cosas: así que sólo expondré mi humilde opinión.
-Lo mejor: el recopilatorio es una perfecta puerta para conocer a cantautores o grupos tan olvidados como Antonio Resines, Los Lobos o Manuel Toharia, bien sea por lo exiguo de su obra, bien sea por la ingratitud de las discográficas y las historias oficiales de la música popular española. Entre otros, destacaría algunos temas que llegan a ser hasta sorprendentes: la canción republicana «En el frente de Gandesa» en boca del etnólogo y músico Joaquín Díaz, interpretado en directo; el ardiente «Canto a la unidad de verdad» del cantaor Manuel Gerena; la fascinante interpretación del tema tradicional andaluz «Los campanilleros», y, en general, todo el disco.Y es de muy agradecer que se cuente con la presencia de uno de los cortes del disco que Antonio Resines y Teresa Cano (aunque sólo aparezca el nombre de Antonio) hicieron con poemas de Ho Chi Minh, ya que tengo entendido que es un LP inencontrable. Con estos temas tan desconocidos hoy en día, es toda una sorpresa agradable.
-Lo peor. Siendo consciente, como digo, que no es fácil realizar un recopilatorio (dinero, tiempo y la capacidad limitada que imponen ambos, junto al criterio del seleccionador, que puede no coincidir con el mío), me voy a guiar simplemente por mi subjetividad. Por supuesto, me doy perfecta cuenta de que, por las razones aducidas, no pueden estar todos (sería enciclopédico), así que sólo hago notar los que me faltan, no sin ciertos reproches porque su ausencia implique la inclusión de otro tal vez menos importante o significativo. Primero lo que me falta:
Mi primera queja se debería a la poca representación de los cantautores vascos en el disco, de los cuales el único representante que encontramos es al genial Imanol; en mi opinión no se puede pasar por alto a un Laboa, a un Lertxundi o a una Iriondo. Podría ser como cualquier otra ausencia, pero esa tendencia a dejarlos un poco de lado nunca me ha gustado, aunque probablemente no sea éste el caso. E incluso podríamos llegar a pensar mal, pues el tema elegido es la fantástica «Zure tristura», que es de los años 90, y no ninguno de sus clásicos de los 70 como «El pueblo no olvidará», «Oskorria-Burgos 1970» o «Euskadin Kastilla bezala», que se podrían considerar algo compremetedores.
Con los gallegos pasa otra de lo mismo: están Bibiano y Batallán, ambos dignos representantes, pero me falta Benedicto, y no hablo por mera cortesía o cariño, sino porque fue de los primeros en hacer canción de autor en gallego; yo hubiera, y que me perdone, sustituido a Batallán por Benedicto, o incluso por Xavier González del Valle, simplemente porque Batallán es más tardío mientras que estos otros dos nombres fueron los fundadores de la Nova Canción Galega.
Los catalanes, valencianos y baleares están bien representados generalmente, pero todavía no me explico la injustificada ausencia de Raimon. Así como en castellano tampoco me explico la ausencia de Paco Ibáñez, aunque esté representado en la versión que Rosa León hace de su canción sobre un poema de Goytisolo «Palabras para Julia». Respecto a la música latinoamericana me falta Atahualpa Yupanqui.
Sobre lo que me sobra: las primeras canciones que nos encontramos no invitan precisamente a comprar el disco, pues son de sobra conocidas y repetidas hasta la saciedad en recopilatorios propios o colectivos; cualquier seguidor de la canción de autor clásica tiene por lo menos cuatro veces «L’estaca», «A cántaros» o «Al alba», y casi todo el mundo las ha oído alguna vez. Su inclusión como canciones representativas choca frontalmente con la exclusión de Raimon y Paco Ibáñez, pues no está claro si pretendieron hacer un recopilatorio de canciones representativas, de las más vendidas, de las más famosas o de las más curiosas, ya que, en mi opinión, «Un ramito de violetas» no es ni de lejos la mejor canción de Cecilia; pero por otro lado, de Pi de la Serra no ponen uno de sus clásicos como «El burro i l’àguila» o «L’home del carrer», sino otra más desconocida. Y, como no, debo protestar enérgicamente por la inclusión de «Libertad sin ira», otro tema repetido hasta la saciedad que no es el mejor de Jarcha lo mires por donde lo mires: no comparado con la «Copla que está en mi boca» o «Retratos de Andalucía». Tampoco me hace mucha gracia la repetición de las apariciones de Víctor Manuel y Ana Belén: cada uno aparece dos veces, una en solitario y otra en dúo cantando «La muralla»: sinceramente, yo hubiera quitado ésta y «Libertad sin ira» por haberse repetido hasta la saciedad, y no hubiera puesto el dúo Víctor Manuel y Ana Belén, ya que resulta reiterativo al haber puesto ya un tema de cada uno de ellos.
Hay, no obstante, una presencia que considero justa pero prescindible respecto a las grandes ausencias. Marisol, tras su metamorfosis, nos canta una espléndida canción anti-machista como ésta; si bien es verdad que en cierto punto de su carrera, antes de retirarse, cantó canciones con contenido social, no considero yo que aquí su presencia esté justificada del todo frente a las ausencias de gente que llevaba más tiempo trabajando en estos temas, dicho todo con el máximo respeto (la canción, no obstante, me parece una de las mejores del disco).
En definitiva, Cantautores para la libertad me parece un gran trabajo, muy completo, en el que no entiendo la inclusión de canciones demasiado trilladas frente a otras mucho mejores en algunos casos, quizá porque hayan sido la más famosa del repertorio (que no la más significativa en ocasiones); ni la exclusión de nombres tan imprescindibles como Benedicto, Paco Ibáñez, Raimon o Atahualpa Yupanqui. Sólo puedo intentar ser justo y comprender dos cosas: la primera, el proceso de selección, limitada por el tiempo y el dinero (¿hubiera sido factible y rentable un 4º volumen?); la segunda, que tal vez tales ausencias se deban o a la negativa de los propios artistas, o quizás a la competencia entre discográficas. Podemos finalmente resumirlo como un buen recopilatorio, que es lo que es al fin y al cabo, con agradables sorpresas. Tendremos que esperar más a un trabajo unitario que reúna igualitariamente a todos, incluso a los cantores portugueses (si incluyen a los latinoamericanos, ¿por qué no a los portugueses?) y lo trate históricamente.

Los unos por los otros. Paco Ibáñez en el Olympia


Título
Los unos por los otros.
Paco Ibáñez en el Olympia

Intérprete
Paco Ibáñez

Disco 1
  1. Déjame en paz, amor tirano (Luis de Góngora)
  2. Es amarga la verdad (Francisco de Quevedo)
  3. Lo que puede el dinero (Arcipreste de Hita)
  4. Nocturno (Rafael Alberti)
  5. Soldadito boliviano (Nicolás Guillén)
  6. A galopar (R. Alberti)
  7. Canción del jinete (Federico García Lorca)
  8. Coplas por la muerte de su padre (Jorge Manrique)
  9. Y ríase la gente (L. de Góngora)
  10. Como tú (León Felipe)
  11. España en marcha (Gabriel Celaya)

Disco 2:

  1. Balada del que nunca fue a Granada (R. Alberti)
  2. Proverbios y cantares (Antonio Machado)
  3. Palabras para Julia (José Agustín Goytisolo)
  4. Érase una vez (J. A. Goytisolo)
  5. La mala reputación (Georges Brassens; adap. por Pierre Pascal)
  6. Me llamarán (Blas de Otero)
  7. Me queda la palabra (B. de Otero)
  8. Villancico (Gloria Fuertes)
  9. Me lo decía mi abuelito (J. A. Goytisolo)
  10. Un español habla de su tierra (Luis Cernuda)
  11. Andaluces de Jaén (Miguel Hernández)
  12. La poesía es un arma cargada de futuro (G. Celaya)
  13. A galopar (R. Alberti)

Comentario: Tal vez sea este el disco que más gente tiene en sus casas de una manera u otra, ya que resume somera pero apasionadamente la trayectoria de Paco Ibáñez hasta ese momento, y son las canciones de este disco las que todo el mundo se sabe, al igual que pasa con el "Dedicado a Antonio Machado" de Joan Manuel Serraat.
Pero en realidad hablamos de dos discos, o incluso tres, y una sola actuación. En diciembre de 1969, Paco Ibáñez actúa en el Olympia: esa actuación será grabada y distribuida en un dico doble tanto en España como en Francia, siendo ambas ediciones bastante diferentes entre sí. Las ediciones del 69 llevaban el título Les uns par les autres/ Los unos por los otros; en el año 2002, "A flor de tiempo" reeditó la grabación con partes que habían sido cortadas y/ o censuradas. Rodeado de familiares, amigos y diversas personalidades españolas y francesas, Paco toca para un público compuesto por españoles y franceses admiradores de las voces cantantes de la oposición lírico-política. Durante esas horas, Paco, repasando su carrera, repasa a la vez la historia poética castellana, arrancando con Góngora, Quevedo y el Arcipreste, pasando por Alberti, Hernández y León Felipe, hasta Celaya, Goytisolo y de Otero. El hecho de que, a pesar de ser en un teatro tan grande como el Olympia, el evento tiene cierta familiaridad debido a que Paco dejó a parte de la asistencia subir al escenario, facilitando así una relación de complicidad entre el cantante y su público. El público se muestra bastante receptivo, y no faltan los coros de "Amnistía y libertad" y "Libertad", al tiempo que se jalea a Paco al grito de "¡Paco! ¡Paco!". Incluso es imposible que en la edición española del 69, tras "España en marcha", impedir que se oyera muy soterrada, pero a la vez my nítidamente, a alguien gritar "¡Franco asesino!". Paco se siente como en casa, y decide terminar la actuación con un bis: su canción más popular de entonces, y que desde entonces le ha acompañado, pues se convirtió en el símbolo de la lucha anti-franquista (hasta ser peligrosamente reconocible, como "L’estaca" o "Al vent"): "A galopar", sobre un poema de Rafael Alberti llamado "Galope"; Paco invita a su público a acompañarle en el canto, haciendo una pequeña broma sobre la pronunciación francesa (C’est pas "A galopag, a galopag, hasta enteggag-los en el mag") y diciendo "vous comprometès avec moi" (os comprometéis conmigo): así termina el recital, con todo el Olympia viniéndose abajo al corear aquellas sentenciosas estrofas de Alberti. Es, sin duda alguna, uno de los mejores directos que existen, con un público entregado y participativo y un Paco Ibáñez que presenta una a una las canciones con una pequeña historia y una breve reseña para el autor de cada uno de los poemas. La única canción que no es un poema castellano es "La mala reputación", una versión hecha por Pierre Pascal para él del clásico de Georges Brassens "La mauvais repútation".
La reedición del 2002 en formato digital permitió incluir muchas más frases de las presentaciones que Paco hacía de las canciones, algunas eliminadas por economía y otras por otras razones. Se añade además una canción que no fue incluida en su día, "Un español habla de su tierra", de un poema de Luis Cernuda que habla sobre el exilio político. También se incluye la ligera variación que se produjo en "Proverbios y cantares": en la del 69, se respetaba el verso de Machado "una de las dos Españas ha de helarte el corazón", mientras que en esta dice "una de las dos Españas te ha helado el corazón".

Historia de la canción de autor: La poesía es un arma cargada de futuro


Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

 

La poesía es un arma cargada de futuro, Gabriel Celaya

Nos sirve perfectamente este fragmento de «La poesía es un arma cargada de futuro», del gran poeta vasco Gabriel Celaya. La poesía que sirvió de manifiesto a la nueva poesía testimonial aparecida en los 50 de su mano y de otras como las de Ángel González, Gloria Fuertes, Jesús López Pacheco, Gabriel Aresti, Celso Emilio Ferreiro, Carlos Álvarez y un largo etcétera, sirvió también, en la voz de Paco Ibáñez, como manifiesto de la nueva canción testimonial que entonces estaba apareciendo.
Existe mucha confusión en torno a la palabra «cantautor», ya que en castellano no refleja la realidad que reflejaba la palabra en francés de la que se tradujo, que implicaba: «cantante de contenido poético, de texto, de poesía», pues así expresada en castellano -incluso en catalán, gallego y vasco- viene a significar simple y llanamente, en sentido lato, «cantante que canta sus propias canciones»; según lo cuál, sería también cantautor Miguel Bosé o Alejandro Sanz en este sentido (cosa a la que me opongo desde el sentido estricto), y no lo serían -y eso es lo peor- Paco Ibáñez o Amancio Prada.
Tampoco reflejaba la realidad de la nueva canción el «cantante social», o el «cantante protesta», puesto que no todo cantautor hacía canción política, ya fuera total o parcial: esto dejaría fuera a algunos tan buenos como Mari Trini, Pau Riba, Jaume Sisa, e incluso ciertas etapas de Joan Manuel Serrat.
Por tanto, lo que define al cantautor es el contenido de sus canciones: un contenido poético; el cantautor, además de músico, ha de ser poeta o también intérprete de poesía. ¿De toda poesía? En principio sí, pero especialmente de una poesía que va dirigida al pueblo, sencilla sin perder su componente poético o metafórico, que sirve para abrigar y despertar conciencias y esperanzas. Hablamos de la poesía que nace durante los años 30, con Lorca, Alberti, Miguel Hernández y León Felipe entre otros, que encuentra su continuidad en Celaya, González, Fuertes, y que acabará cuajando en las voces de Paco Ibáñez y Raimon primeramente, para extenderse afortunada y felizmente a lo largo de toda la geografía vocal, en gargantas de los cuatro puntos cardinales del país. Un poco de historia para entener esto…

Tal vez me arriesgue mucho al exponer esto, pues son ideas a las que llegué yo por mi cuenta, aunque no son originales: ya Manuel Vázquez Montalbán y caulquier estudioso de la poesía de la guerra civil o de la obra poética de Antonio Machado y Miguel Hernández lo dijo antes que yo, incluidos ellos. Ejemplo:

¿Un arte proletario? Para mí no hay problema. Todo arte verdadero será arte proletario. Quiero decir que todo artista trabaja siempre para la prole de Adán. Lo difícil sería crear un arte para señoritos, que no ha existido jamás.

Antonio Machado: Consejos, sentencias y donaires de Juan de Mairena y de su maestro Abel Martín («Hora de España», nº 1; Valenica, 1937 (el subrayado es mío). Ver en http://www.filosofia.org/hem/193/hde/hde01007.htm)

Poco nos quedaría a nosotros añadir después de lo sentenciado por Antonio Machado a través de sus alter egos. Nadie debería dudar que la poesía nace en los tiempos primitivos y antiguos en el pueblo, para recordar diferentes cosas, alabar hechos y un largo etcétera cuando nace unida a la música: es decir, que no la inventaron ni los reyes ni los sacerdotes. Lo que ocurrió a través de los siglos, cuajando finalmente en los siglos XVI, XVII y XVIII fue un robo que se produjo cuando alrededor de las cortes de los reyes y los nobles aparecieron los poetas cortesanos, que, además, pensaban que la poesía era un arte tan súblime, al igual que la música, que sólo una élite artística y aristocrática estéticamente era capaz de crear y apreciar, despreciando a su vez cualquier manifestación popular (aunque fuera un arte de siglos) como los romances o ciertos estilos musicales tradicionales como las seguidillas, aunque los robaran de nuevo fingiendo que eran una creación suya; es desde luego, un pensamiento muy de despotismo ilustrado contra el que tenía que venir una revolución popular estética que devolviera la poesía y la música al pueblo, a su hogar, y demostrara que no era cuestión de inspiración divina o intelecto suerior, ni siquiera, en sentido estricto, de clase: sino de educación, y, por tanto, de pudiencia económica: poca gente, aunque les gustara, podría ir a deleitarse con una buena ópera o una genial comedia. Tuvo que ser, durante el nacimiento del movimiento obrero y de las teorías sociales como el marxismo o el anarquismo, cuando asomaban tímidamente manifestaciones de apolgía del arte popular. En España surgiría un movimiento popularizador de la poesía, gracias sobre todo a los antecedentes de Antonio Machado y Miguel de Unamuno, después del movimiento poético del 27: si en un principio el lema de los poetas del 27 fue «poesía para quien la entienda», después, con el neopopulismo que llegó, fue «poesía para todos»; este movimiento alcanzó su cénit en la guerra civil: la confrontación que fue acentuándose a partir de la Revolución del 34 dio un nuevo sentido al arte poético, popularizando sus formas para que las clases más humildes pudieran entender su mensaje y asumir así la causa republicana, mientras que los poetas franquistas, por lo general, abogaban por la llamada pureza de la poesía (un mito, para mí). El gran exponente de aquella poesía republicana popular fue, sin duda, Miguel Hernández. Si bien el bando republicano perdió la guerra, el mensaje poético de sus escritores pervivió, especialmente en el exilio: de ellos bebieron los nuevos poetas de la Generación del 50 y la nueva poesía testimonial.
Como todas las artes y ciencias, en la posguerra la poesía quedó castrada, ofreciéndose una poesía llamada garcilasiana que presumía de pureza. La prueba de esta pobreza literaria es ver quién era el poeta oficial del régimen: José María Pemán, que ya había mostrado su altura intelectual al llamar a Unamuno «mal intelectual» durante los incidentes de l día de la raza con Millán Astray. La Generación del 50 ofrecía una nueva visión de la poesía: no una falsedad intelectual, sino el reflejo de la situación que vivía el país de verdad: un país que no era de soldados ni de banderas ni de destinos gloriosos, sino de pastores, agricultores, obreros y emigrantes. De ahí el fragmento del poema de Celaya:

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

España se había quedado sin sus mejores poetas: bien asesinados, bien exiliados, o bien silenciados; así que estos poetas fueron una bocanada de aire fresco contra una reacción literaria que había vuelto a instaurar una aristocracia intelectual: un arte para señoritos. Los mejores poetas contemporáneos españoles estaban prohibidos, total o parcialmente, pero eso no impidió que una juventud ávida de la palabra los buscara… Y, ¿por qué no? los cantara.

Es en 1956 cuando Paco Ibáñez, iluminado por la Chanson francesa, comienza a musicar poemas de poetas clásicos como Góngora o Quevedo, y también de Lorca, Alberti y Miguel Hernández para acabar musicando también a los poetas contemporáneos como Celaya y Blas de Otero. A partir de ahí, Paco se convierte en un referente, demostrando que la poesía española podía convertirse en un himno de la resistencia: «A galopar» de Alberti, «España en marcha» de Celaya y muchas más, en su voz, serían coreadas por la juventud anti-fascista durante todos aquellos años. Dicen que cuando Celaya oyó uno de sus poemas en la voz de Paco le dijo: «Puedes coger todos los que quieras».
Un chico valenciano como Raimon decidió seguir su ejemplo, alternando sus letras con las de grandes poetas catalanes clásicos, como Joan Timoneda o Ausiàs March, y contemporáneos, como Salvador Espriu o Pere Quart (Joan Oliver). Desde ese momento comienza una fiebre en la nueva canción por recuperar a los grandes poetas prohibidos, censurados o silenciados, y, también en los cuatro idiomas del país.
Sin embargo, es muy posible que esta tendencia inicial fuera algo marginal. El gran boom se debe a un cantante argentino residente en España como Alberto Cortez, que dio un salto desde la canción frívola a la canción testimonial con los poemas de Machado, Hernández… Luego llegó Serrat, que en su «conversión» a cantante castellano comenzó versionando el poema «La paloma» de Alberti, musicado por Guastavino, para más tarde musicar y cantar a Antonio Machado y a Miguel hernández en ambos monográficos bien cuidados. El disco Dedicado a Antonio Machado supuso tal éxito que consiguió que las palabras del eterno poeta derrocara en las listas de éxitos a la canción más comercial.
Comienza pues la gran recuperación y regeneración de la poesía española, después de tantos años de secuestro indecente. Fueron muchos, por no decir todos, los que cantaron a los grandes poetas castellanos: Aguaviva, Hilario Camacho, Adolfo Celdrán, Elisa Serna, José Menese, Luis Pastor, Amancio Prada, Jarcha… Pero por otro lado, el ejemplo de Raimon y del resto de la Nova Cançó demostró que se podía cantar a los poetas de la lengua de una región para reivindicar la cultura de ese país. Lluís Llach, Pi de la Serra y los demás cantaron con este fin a Joan Oliver-Pere Quart, a Salvador Espriu y a los clásicos de la Renaixença. Siguiendo este ejmplo, los cantantes vascos reivindican a Aresti y a Jon Mirande, y, por su parte, los gallegos a las estrellas de sus letras: a las figuras decimonónicas como Rosalía de Castro y Manuel Curros Enríquez (el poeta del galleguismo) hasta al gran poeta Celso Emilio Ferreiro, autor de ese gran poema que fue «Longa noite de pedra»: el poema que mejor reflejaba la situación anímica del país. Y aún más: poetas como el castellano Luis López Álvarez o el canario Ramón Gil-Roldán son utilizados como textos reivinidactivos de canciones incluidas en discos como Los comuneros de Nuevo Mester de Juglaría o La cantata del Mencey loco de Los Sabandeños.
Pero también se cantan a poetas extranjeros, especialmetne latinoamericanos, como el cubano Nicolás Guillén o el chileno Pablo Neruda, amén de un poeta novel como Mario Benedetti entonces. Se canta también al inmortal Bertold Brecht, sea en castellano («La cruzada de los niños», por Adolfo Celdrán), en vasco («Liluraren kontra» -Contra el embeselamiento-, «Denok ala inor ez» -O todos o ninguno- por Mikel Laboa) o en lo que fuera. E incluso poetas nortemaericanos del movimiento beat, como Allen Ginsberg, cantado por Hilario, o el griego Kavafis, adaptado por Pere Quart y cantado por Lluís Llach o Marina Rossell. Y un largo etcétera.
Por supuesto, se llega a una especie de alianza entre poetas y cantantes, también con poetas nuevísimos como, por ejemplo, Agustín García Calvo: los cantantes llegan a cantar el poema al tiempo que este se está editando. Esto trae algunas críticas por parte de críticos que ven cierto oportunismo: para ellos era poner el poema en el mundo del disco, mundo más comercial que el del libro, para promocionar a su poeta amigo con el fin de lucrarse. Desde luego, la trama estaba bien, y pudiera ser así: a fin de cuentas, el éxito de Serrat con los poemas de Machado llevó a cantantes convencionales y comerciales a cantarlos también; pero eso hubiera sido así si no fuera porque no se trataban de super-estrellas de la canción en muchos casos y porque la mayoría de las veces la distribución del disco se veía impedida, si no llegaba a ser prohibida totalmente.
Por otra parte, no sólo se cantaban a poetas de izquierdas: la poesía, a fin de cuentas, si es buena es buena. Por ejemplo, Elisa canta a Manuel Machado, que, al contrario que su hermano, militó voluntariamente en las filas intelectuales franquistas, al igual que Gerardo Diego o el gallego Álvaro Cunqueiro, que es cantado por Luis Emilio Batallán. Así que esto viene a demostrar que el interés del cantante por la poesía no era meramente político.

Sin embargo, algunos cantantes no necesitan de los poemas de los demás al elaborar una maravillosa poesía. A estos los habíamos llamado cantautores «auto-suficientes» porque sólo cantaban su propia poesía, general o parcialmente. Patxi Andión, Labordeta, Aute, Pablo Guerrero, Hilario Camacho, Xabier Lete, J. A. Arze hacen su propios textos, e incluso para otros compañeros. Además, muchos cantantes también plasmaban su visión sobre la poesía, una poesía que debe servir para todos y no para unos para pocos, una poesía que tiene que abrigar y despertar conciencias:

Y es que el canto que no sirva para todos,
ese canto que ni abrigue ni despierte
es un lujo inaceptable por sí sólo,

es una pompa de jabón sobre un susurro,
es un paso en el vacío, es un hueco,
la cienmilésima parte de un murmullo,

porque el que canta bajo canta solo
y es el suyo un canto para adentro,
y racionan la voz y dan un poco,
y así transforman demandas en lamentos;

«Sonetos 37/ 73», Patxi Andión

La cultura actual española debiera estar agradecida a estos cantores, porque no sólo conservaron, mantuvieron y restauraron a los grandes poetas prohibidos por el franquismo, también ayudaron a su difusión en un país altamente analfabeto y sin escolarizar; incluso hoy, muchos de los que somos aficionados a esta música descubrimos poetas y poemas hasta entonces desconocidos, incluso en los otros idiomas cooficiales; ahí, los cantautores vascos, gallegos y catalanes hicieron un gran favor a su cultura, dándoles a conocer a los otros a grandes poetas que de otra manera, además de la barrera idiomática, no los hubieran podido descubrir nunca. Si no hubiera sido por ellos, en las escuelas, quién sabe, tal vez no se hubiera enseñado más allá de Bécquer o, lo que hubiera sido peor, llamar a Pemán el mejor de los poetas españoles (esta escandalización mía no es sólo ideológica); y aún así, todavía faltan reconocimientos, y lo que es peor, el peligro de que renazcan las aristocracias culturales que incluso militen el PSOE o en el PCE, como es el caso de la SGAE, gracias a reformas educativas altamente perniciosas como ciertos aspectos del Plan Bolonia: y esto es realmente peligroso, porque supondrá una reacción a los tiempos en los que sólo un grupo preparado económicamente pueda acceder a la cultura. A fin de cuentas, es posible que esto se esté haciendo porque «La poesía es un arma cargada de futuro«.

 

Silencio


Título
Silencio
Intérprete
Adolfo Celdrán
  1. A la voz de un pueblo (Adolfo Celdrán)
  2. Canción de la novia del pescador (letra: Jesús López Pacheco, música: A. Celdrán)
  3. La cruzada de los niños (Bertolt Brecht-A. Celdrán)
  4. Doña María (Nicolás Guillén-A. Celdrán)
  5. ¡Qué pena! (León Felipe-Carmina Álvarez)
  6. La mala pesca (letra: López Pacheco, música: Hilario Camacho)
  7. El sastre de Ulm (letra: B. Brecht-A. Celdrán)
  8. Canción a las 6 de la mañana (A. Celdrán)
  9. Canción del pescador (letra: Carlos Álvarez, música: A. Celdrán)
  10. Canción bailable (J. López Pacheco)
  11. Una canción (J. López Pacheco)
  12. General (Bertolt Brecht-Adolfo Celdrán)
  13. Bella ciao (Popular italiana)
  14. Cajitas (Mavina Reynolds, adaptación A. Celdrán)
1970

Comentario: éste es el primer LP de Adolfo Celdrán, un cantautor, a mi entender, imprescindible. La portada es del pintor Juan Genovés, y el disco fue aclamado como el mejor del año por la crítica (Bourbon’s street, 1971). En realidad, éste no es el disco original, pues aquél comprendía sólo hasta "Una canción"; esta edición especial comprende como bonus extra tres de sus primeras canciones, incluidas en su primer EP. El título Silencio hace referencia al tema central de la primera canción del disco, cuya letra es de su autoría, y está dedicada a personajes tan importantes como Raimon, Berlanga, Bardem, Pi de la Serra, Lluís Llach, Ángel González… El disco comprende, además de las letras de Celdrán, letras de poetas tan importantes como Nicolás Guillén, Bertolt Brecht, León Felipe y Jesús López Pacheco; y además de su música, contó con la aportación de amigos como Hilario Camacho y Carmina Álvarez en "La mala pesca", de López Pacheco, y "¡Qué pena!", de León Felipe, respectivamente. Escritas y compuestas por Adolfo Celdrán son "A la voz de un pueblo", un feroz alegato contra la censura, la represión y el terror encarnados en el silencio -símbolo sempiterno en los cantautores vía poetas de la Generación del 50- y, a la vez, una llamada esperanzada a romper ese "criminal silencio", y "Canción a las 6 de la mañana", en donde ofrece un retrato realista de la madrugada en ciudades como Madrid, llenas de prostitutas, obreros descontentos, parados…, y en donde a la vez se invita a no quedarse dormido ante este panorama desolador. De Bertolt Brecht canta "La cruzada de los niños", un precioso poema inspirado en un niños polacos durante la II Guerra Mundial, y "El sastre de Ulm", una moraleja que enfrenta el idealismo y la confianza del sastre en la ciencia con la cerrazón racional del obispo de Ulm. Para ser un disco hecho en Madrid, abundan los temas de pescadores en "La mala pesca" y "Canción de la novia del pescador", dos críticas sociales basadas en el mundo difícil de los trabajadores de la mar. Por no comentar todas las canciones, sólo mencionaremos la que cierra el disco original: "Una canción", sobre un poema de Jesús López Pacheco; "Una canción", o también "Pueblo de España, ponte a cantar", supuso la donación de Celdrán y López Pacheco a la colección de himnos antifranquistas que empezaba a tomar forma: es un canto a las clases trabajadoras y un soplo de aliento a su lucha por la justicia bajo el verso: "pueblo que canta no morirá".
Sobre las tres canciones incluidas en esta edición de "Los cantautores" (ed. del Prado) decir que formaron parte del primer EP de Adolfo. "General" está basado en un poema de Brecht en el que se contrapone la voluntad humana a la de las máquinas gracias a su pensamiento, lo cual hace que el general no pueda usarle siempre. "Bella ciao" es una conocidísima canción popular de los partiggani italianos contra Mussolini que también se oyó en España en la guerra civil. Y "Cajitas" se trata de una popularísima canción escrita por la cantautora norteamericana Mavina Reynolds, bastante prohibida en sus días por su crítica; a parte de por Celdrán, la canción ha recibido numerosas versiones como la del mismo Pete Seeger o Víctor Jara, y constituye en todas ellas, al igual que en la original, toda una crítica contra la burguesía y su sistema social establecido. Huelga decir que el EP recibió el temible, pero usual, sello de "no-radiable" por parte de la censura.